Día 2 ruta mujer

Día 2 de la ruta especial “La representación de las mujeres en los discursos de los museos”

Día 2 ruta mujer

Julio 14, 2022

 

En esta ocasión, desde el Palacio del Segundo Cabo estuvimos dialogando sobre las mujeres negras, la esclavitud, el racismo, y las construcciones sociales que han entretejido el imaginario asociado a las mujeres esclavizadas y sus roles en la sociedad.

De la Fototeca Histórica de Patrimonio Documental, se expuso el único libro de “Entierros de Pardos y Morenos del Cementerio Espada”, y uno de los volúmenes de “Don Junípero”, la primera de las publicaciones seriadas dirigidas por Víctor Patricio Landaluze en la que el artista criticaba la sociedad mediante la caricatura satírica. De igual forma, el público visitante apreció una fotografía en la que sale la ama de crianza de los niños de las familias sosteniéndolos en sus regazos. Pero solamente se pueden reconocer que los infantes están cargados por unos brazos, ya que los fotógrafos tachaban la cara de la negra ama de cría mediante una técnica de disfunito.

En el Museo de la Ciudad conocimos sobre las pinturas “José Manuel Ximeno con su criada y un carnerito”, del artista José María Romero (Sevilla, España, 1815-1893), y “La mulata y su chaperona”, de Víctor Patricio Landaluze (Bilbao, España, 1830 – Guanabacoa, Cuba, 1889). La primera, de gran importancia histórica, representa a la nodriza del pequeño José Manuel en un plano central y ataviada a la usanza de las mujeres blancas de alta sociedad, como agradecimiento de la familia Ximeno por haber sido ella, según se ha contado, la de la idea de alimentar al niño con leche de cabra, al no asentarle ninguna otra.

Para concluir, nos dirigimos al Museo Casa de África donde su director, Alberto Granado, nos comentó acerca de la mujer africana en su contexto social y cómo fueron arrancadas de sus espacios de vida para ser esclavizadas durante el proceso esclavista colonial.

 

Si perdiste el primer encuentro de la ruta especial, aquí te traemos un resumen: http://segundocabo.ohc.cu/…/ruta-especial-tras-la…/

Puedes conocer sobre las demás propuestas del Palacio del Segundo Cabo para la presente edición de Rutas y Andares en el siguiente link: http://segundocabo.ohc.cu/2022/07/05/rutas-y-andares-2022/

Las mujeres en los museos

Ruta especial tras la representación de las mujeres en los discursos de los museos

Las mujeres en los museos

Julio 8, 2022

 

Luego de dos años en el escenario virtual, el proyecto de verano Rutas y Andares para descubrir en familia ha vuelto al Centro Histórico habanero con atractivas propuestas para el público ávido de conocimientos. Entre ellas se encuentra la ruta especial La representación de las mujeres en los discursos de museos, organizada por nuestro Centro en conjunto con otras instituciones que inició el pasado jueves 7 de julio. Se trata de un recorrido enfocado en acercar a los visitantes las colecciones de los museos desde la perspectiva femenina, donde se aborda con visión crítica la presencia de las mujeres en los diferentes discursos a partir de la reflexión acerca de cómo está representada y resaltando su rol como sujeto activo en el devenir histórico.

Este primer encuentro tuvo por tema Costumbres, tradiciones y profesiones de las mujeres, en el que estuvieron involucradas la Fototeca Histórica de la Dirección de Patrimonio Documental, y el Palacio de Lombillo de los Museos de la Catedral. Entre las figuras femeninas de las que se comentaron durante el recorrido estuvo Isabel de Castilla, reina con poder que influyó, de manera decisiva, en el viaje de Cristóbal Colón y en el encuentro entre culturas. También redescubrimos a Isabel de Bobadilla, la mítica Giraldilla que siempre vinculamos a la leyenda de amor, pero que muy poco se conoce sobre el tiempo en el que gobernó La Habana durante el viaje de Hernando de Soto. Para el siglo XX, conocimos sobre las desconocidas mujeres de la Bauhaus, escuela alemana de arte y diseño en la que muchas féminas con inquietudes artísticas se matricularon, tales como Marianne Brandt, Alma Buscher y Lilly Reich.

Sobre el rol de la mujer en el hogar dedicamos la segunda parte del recorrido. Fue muy llamativo un ejemplar de colección facticia exhibido por la especialista de Patrimonio Documental que recopila toda la planificación de una joven para su boda en el siglo XIX, así como las últimas ideas de decoraciones para el hogar y su lista de compra para la semana. Para finalizar, se visitó la exposición de pintura del Palacio de Lombillo y se conoció la célebre colección de abanicos, que tanto se popularizó en el siglo XIX y cuyo uso se mantiene durante los meses de calor en Cuba.

Con la tarea de realizar la búsqueda sobre la Condesa de Merlín y Simone de Beauvoir para la próxima semana, quedamos a la expectativa sobre qué nos puede deparar el próximo encuentro que se titulará Las mujeres, la esclavitud y el racismo.

Adultos Mayores. Memoria activa...

Adultos Mayores. Memoria activa del proyecto de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana

Adultos Mayores. Memoria activa...

Gabriela Ortiz

Fotos: Néstor Martí

Julio 8, 2022

 

En el marco de las jornadas del programa Rutas y Andares de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (OHCH), se realizó en la mañana de este miércoles 6 de julio la presentación de la Guía de Servicios e Información para Personas Adultas Mayores, y del cuaderno informativo Envejecer en La Habana Vieja: una mirada desde los escenarios demográfico y cultural (2012-2020). El sitio elegido para el encuentro fue el Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, donde estuvieron presentes Katia Cárdenas, directora de Gestión Cultural, junto a los involucrados en la redacción y edición de los libros.

Las publicaciones son el resultado de estudios elaborados por el grupo de investigaciones socioculturales creado por la Dirección de Gestión Cultural. Son trabajos científicos que respaldan el proyecto que se desarrolla día a día en la OHCH en beneficio de la comunidad.

Para la presentación del primer libro, Guía de Servicios e Información para Personas Adultas Mayores, tomó la palabra su editora Lilibeth I. Bermúdez, quien aludió la necesidad de un proyecto como este, que contribuye a enriquecer las oportunidades que tienen las personas adultas mayores en La Habana Vieja para disfrutar de un envejecimiento activo y saludable.

Un proyecto investigativo de la MSc. Dariadna Barrios Tabares resultó en el cuaderno Envejecer en La Habana Vieja: una mirada desde los estudios demográfico y cultural (2012-2020). Este libro contiene un detallado acercamiento, de manera objetiva y con gran rigor científico, a la situación de los adultos mayores. Su autora Dariadna Barrios, se refirió a la relevancia para los proyectos sociales de comprender las variables demográficas a nivel local. De esta manera, la publicación ofrece una mirada a las políticas públicas en el ámbito cultural destinadas a las personas adultas mayores.

Sobre este estudio, ofreció sus comentarios críticos el profesor Juan Carlos Albizu, quien aseveró que el envejecimiento demográfico es un proceso natural y paulatino que tiene origen en hechos positivos. Además, enfatizó en que el desarrollo de la misión de la OHCH debe sustentarse en el conocimiento a profundidad de las poblaciones locales, quienes de manera efectiva son los que construyen la realidad y el proyecto patrimonial.

Ambos libros se incluyen en el proyecto de cooperación internacional «Fortalecimiento de los programas de atención a los/as adultos/as mayores que desarrolla la OHCH en el Centro Histórico de La Habana», con financiamiento de la Asociación de Entidades Vascas Cooperantes-Euskal Fondoa.

 

[Edición de texto publicado en Habana Radio: http://www.habanaradio.cu/culturales/los-adultos-mayores-memoria-activa-del-proyecto-de-la-oficina-del-historiador-de-la-ciudad-de-la-habana/]

portada power

Rutas y Andares 2022

portada power

Julio 7, 2022

 

Luego de dos años en el escenario virtual, vuelven las Rutas y Andares a marcar el ritmo del verano en el Centro Histórico. La presencia de las familias cubanas en museos, centros culturales, bibliotecas y espacios públicos revitalizará la cotidianidad de La Habana Vieja. Esta oferta de turismo cultural, adecuada a las condiciones epidemiológicas y al actual cronograma escolar, propiciará un acercamiento al patrimonio histórico cultural atesorado en la zona y actualizará sobre los proyectos de desarrollo en el territorio.

La edición 22 de Rutas y Andares para descubrir en familia celebrará los 40 años de la inscripción del Centro Histórico de La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones en la Lista de Patrimoio Mundial de la Unesco; y recordará al eterno Historiador de la ciudad, Eusebio Leal Spengler, en el aniversario 80 de su nacimiento.

Propuestas del Palacio del Segundo Cabo para Rutas y Andares 2022

Ruta Especial La representación de las mujeres en los discursos de los museos

Con la ruta especial Las mujeres en los discursos de museos se pretende acercar al público a las colecciones de algunas instituciones museales desde la perspectiva femenina. Se abordará la presencia de las mujeres en los diferentes discursos de museos a partir de la reflexión acerca de cómo está representada y resaltando su rol como sujeto activo en el devenir histórico. En esta ruta se involucran especialistas de otras instituciones como los Museos de la Catedral, la Fototeca Histórica de Patrimonio Documental y el Museo de la Ciudad de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

Lugar: desde el Palacio del Segundo Cabo, y recorrido hacia las demás instituciones

Hora: 10:00 am

Jueves 7 de julio. Costumbres, tradiciones y profesiones de las mujeres

Jueves 14 de julio. Las mujeres, la esclavitud y el racismo

Jueves 21 de julio. Mujeres y las guerras de independencia

Jueves 28 de julio. Mujeres en el poder

 

Andares virtuales. La mujer en la historia compartida entre Cuba y Europa

Proponemos la proyección de tres materiales audiovisuales que revelan la participación de mujeres europeas y cubanas en la historia común que vincula a la isla y el viejo continente. Exaltar el rol de las mujeres como vehículo de producción, transformación y transmisión conlleva a deconstruir los estereotipos de género. Estas producciones mantienen un tono coloquial y su carácter semiprofesional.

Lugar: Sala Polivalente / 2:00 pm

6 de julio y 3 de agosto: Andar virtual Herencia y subversión. Imagen simbólica de la mujer. Es un llamado de atención a desnaturalizar cualquier forma de opresión o violencia contra la mujer a través de la voz de múltiples entrevistados. El material se centra en el momento actual, en las reivindicaciones alcanzadas por las mujeres y también en las heredadas concepciones patriarcales que aún perviven en nuestra cultura.

13 de julio y 10 de agosto: Andar virtual Mujeres que danzan: herencia, desafíos y constancia. Enfatiza en las mujeres intérpretes y coreógrafas que han contribuido al desarrollo de las danzas europeas en nuestro país y, además, visibiliza su impronta y calado en el gusto e imaginario cultural. Cuba es un pueblo bailador que ha asumido, reinterpretado y hecho propio los disímiles estilos danzarios provenientes de Europa, y la impronta de las mujeres ha sido esencial dentro del desarrollo y formación de la cultura dancística nacional.

20 de julio y 17 de agosto: Andar virtual Las desobedientes. A partir de la relación entre patrimonio y género, refleja y contextualiza objetos y lugares relacionados con las mujeres, ya sea en su hora o con su creación. Si bien el patrimonio debería incluir y representar los diferentes aspecos de la identidad de un país o una localidad, con cierta frecuencia existe una invisibilización de algunos sujetos y elementos que componen la diversidad identitaria de un territorio. La mayoría de los trabajos que tienen por objeto a las mujeres y el patrimonio, en su pluralidad de posibilidades, reivindican y ponen de manifiesto las aportaciones de las mujeres, la recuperación de la memoria histórica y la visibilidad de las mismas en relación al patrimonio, cuestión de la que falta mucho por hacer todavía, y que ciertamente es muy necesaria.

 

Taller infantil En almendrón por La Habana desde el Palacio del Segundo Cabo

Durante cinco frecuencias del mes de agosto, los niños y niñas realizarán un recorrido por las calles de La Habana que tengan un vínculo con el continente europeo, pero sin salir del Palacio del Segundo Cabo. Para ello se utilizarán métodos didácticos, tecnológicos y educativos que ayuden al reconocimiento de los vínculos culturales y patrimoniales entre Cuba y Europa visibles en las calles de La Habana.

Capacidad: 15 niñas y niños entre 8 y 11 años de edad

Frecuencia: martes 9, 16, 23 y viernes 12 y 19 de agosto de 2022

Lugar: Palacio del Segundo Cabo

Horario: 10:00 a.m. a 12:00 m.

Matrícula: +53 7801 7176/ grodriguezpla@patrimonio.ohc.cu

La matrícula estará abierta hasta el viernes 5 de agosto.

 

Tras la ruta de Eusebio Leal

#LealDiplomático / #CondecoracionesALeal

Para la edición virtual de Rutas y Andares, nuestro Centro, en colaboración con Casa Leal, propone compartir para los viernes de julio y agosto algunas de las condecoraciones recibidas por el Dr. Eusebio Leal, historiador de La Habana, otorgadas por su constante labor de restauración de La Habana Vieja y promotor y gestor de las relaciones culturales entre Cuba y los países del viejo continente.

Viernes 8 de julio: Orden de Santiago de Espada en el grado de Comendador, República de Portugal

Viernes 15 de julio: Orden del Infante Don Enrique el Navegante en el grado de Comendador, República de Portugal

Viernes 22 de julio: Orden Pro-Mérito Militense, Soberana y Militar

Viernes 29 de julio: Orden de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta

Viernes 5 de agosto: Doctor Honoris Causa de la Pontificia Universidad Lateranense

Viernes 12 de agosto: Medalla por el XL Aniversario de la victoria sobre el fascismo de la República de Bulgaria

Viernes 19 de agosto: Medalla 1300 años del Estado Búlgaro

Viernes 26 de agosto: Comendador de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida de Suecia

Fête des Vignerons

La Fête des Vignerons

Fête des Vignerons

Junio 30, 2022

 

La Fiesta de los Viticultores (Fête des Vignerons) es una fiesta tradicional de Suiza que tiene lugar una vez cada 20 años. Desde el año 1797 es organizada por la Hermandad de los Viticultores de Vevey (Confrérie des Vignerons), asociación que incluye, aproximadamente a 1300 miembros, de diferentes edades y ocupaciones, aunque la mayoría son viticultores de la región de Vevey y sus alrededores.

El festival se originó a finales del siglo XVIII cuando la Hermandad, compuesta por terratenientes burgueses, decidió recompensar los métodos de cultivo de los viticultores de la región. Fue así que en 1797 se erigió una plataforma con 2000 asientos aproximadamente, donde tienen lugar las ceremonias. La primera consiste en la coronación del mejor vitícola seguido de una procesión; las siguientes actuaciones tienen lugar en la tarde con una representación teatral dividida en cuatro estaciones presididas por las deidades paganas: Pales, Baco y Ceres.

El valor artístico de la Fête des Vignerons radica en el hecho de que les permite a los creadores reinterpretar la estructura tradicional: cantos, figuras emblemáticas y las escenas que evocan el ciclo de las estaciones, las edades de la vida, la libertad, la fraternidad, el apego a la tierra y la alegría de vivir. Esta reinterpretación posibilita que se recreen los mismos valores en una generación diferente, pero haciéndose eco en el contexto contemporáneo para recuperarlos colectivamente y, así, facilitar los sentimientos de identidad y continuidad. De igual forma, cada fiesta produce obras que enriquecen el patrimonio regional; lo cual permite una renovación periódica del repertorio de cantos de la región de Vevey.

Los festivales posteriores a 1797 tuvieron lugar en 1889, 1905, 1927, 1955, 1977, 1999 y el más reciente en el 2019. El comité organizador es libre de elegir con qué frecuencia se celebra, pero el número máximo de veces es cinco veces en un siglo. Hasta ahora, el intervalo entre dos festivales ha variado entre 14 y 28 años.

El espectáculo del 2019 trazó las actividades de los viticultores mediante las estaciones, visto a través de los ojos y la imaginación de una pequeña niña llamada “petite Julie”. La escena de apertura se desarrolla durante la vendimia, en la que el abuelo de Julie juega las cartas y bebe vino fuera de la cabaña de los viticultores. Luego, le enseña a Julie sobre los misterios de las vides, la belleza del paisaje y la cultura de la elaboración del vino. La imaginación de la pequeña transformó la realidad en un mundo de ensueño con hadas y demás seres fantásticos, y una hermosa libélula fue su compañera de aventuras.

La Fiesta de los Viticultores se recomendó como uno de los “destinos más emocionantes del mundo” según National Geographic, y uno de los “lugares a los que ir en 2019” según The New York Times, además de figurar en la lista “Dónde ir en 2019” de The Guardian. En diciembre de 2016, la Fête des Vignerons fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, primera tradición suiza en ser incluida en la lista representativa de la Unesco.

Cuba, naturaleza y arte

Cuba, naturaleza y arte

Cuba, naturaleza y arte

Eusebio Leal Spengler

Junio 10, 2022

[Prólogo del libro Cuba, naturaleza y arte, de la investigadora francesa Silvie Chamard, presentado el 17 de junio de 2014 en la Alianza francesa de Cuba]

 

Constituye esta obra una delicada contribución al conoci­miento de la íntima naturaleza de la isla de Cuba y sus ca­yos adyacentes, el archipiélago que descansa sobre las aguas tibias e inquietas del Mar Caribe. Su flora exótica y variopinta lla­mó la atención de los viajeros y naturalistas que lo recorrieron a lo largo de los siglos. Ese generoso esplendor arbóreo y floral apa­rece descrito minuciosamente por el sabio alemán Alexander von Humboldt, reconocido por ello como el segundo descubridor de la mayor de las Antillas. Junto a su amigo francés, el botánico Aimé Bonpland, recorrió el territorio insular, recolectando y dibujando gran cantidad de plantas endémicas, como parte del largo itinera­rio que emprendieron juntos por varios países de América a finales del siglo XVIII. De entonces también datan los hermosos grabados del madrileño José Guío y Sánchez, dibujante de la expedición del conde de Mopox a Cuba en 1796, los cuales se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Otro caso es el de la escritora sueca Fredrika Bremer, quien acompañaba sus cartas y apuntes con ilustraciones de palmáceas y otras especies, buscando hacer más gráficas sus impresiones sobre la vida en la isla, adonde arribó a mediados del siglo XIX. Pero será gracias a la tradición francesa que la representación de la flora tropical cubana alcanzará su máximo esplendor durante esa centuria. Ello se debió a que los naturalistas galos ejercieron una influen­cia decisiva en sus homólogos radicados en Cuba, entre quienes sobresalieron el gallego Ramón de la Sagra y el habanero Felipe Poey Aloy. Al primero se debe la fabulosa Historia física política y natural de la Isla de Cuba, editada en París entre 1837 y 1862 con 268 láminas grabadas en cobre y hábilmente iluminadas. En esa misma ciudad alcanzó el segundo los conocimientos que le con­virtieron en científico de clase mundial, abarcando no solamente el campo de la botánica, sino de la ictiología y la entomología, entre otras ciencias de la naturaleza. La obra de Poey es un ejemplo de la importancia que ha tenido el dibujo para la sistematización del desarrollo de esos saberes. En algunos casos alcanzan el rango de verdaderas obras de arte, como sucede con las ilustraciones del francés Redouté, llamado el «Rafael de las Flores».

Ahora Sylvie Chamard, con su exquisita sensibilidad, nos ofrece sus visiones sobre los árboles cubanos, para lo cual logró convocar a un grupo selecto de creadores que apoyaron su empeño como investigadora. Al dar a la imprenta este hermoso libro, la autora parece invocar el legado de sus coterráneos para expresar su cla­mor a favor de la conservación del medio ambiente, estrechando los vínculos entre arte y naturaleza. A su vez, nos deja un testimonio ferviente de su amor a Cuba y a sus gentes.

Leal Spengler, E. (2017): “Cuba, naturaleza y arte”, en Aeterna Sapientia. Ediciones Boloña: La Habana, pp. 203-204.

El concepto de patria

El concepto de patria

El concepto de patria

Eusebio Leal Spengler

Mayo 27, 2022

Discurso de clausura del evento «Cuba: cultura e identidad nacional» (La Haba­na, 23-24 de junio de 1995)

 

Con nuestros compatriotas dispersos por el mundo he tenido el placer de reunirme en varias oportunidades, tanto en La Habana como en otras latitudes: Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, Norteamérica… Y hace tres años, de forma excepcional, en Tampa, la ciudad donde los cubanos, a lo largo de los años, enraizaron sus costumbres, fundaron familias y fomentaron un modus vivendi que es parte de nuestra cubana. Tampa, tan amada por José Martí.

En otros rincones de la tierra me sorprendió el rostro de los cubanos, que a pesar del rigor del clima, de hábitos diferentes y hasta hostiles, llegaron a realizar un sueño de una forma u otra. También conocí a los que no tuvieron la fortuna de hacerlo. Esta ocasión es muy privilegiada, si se quiere, por tratarse de una re­unión de intelectuales, escritores y poetas, historiadores y científi­cos, que han buscado con ansiedad perpetuar nuestra posibilidad de comunicación más allá del tiempo y de las trampas que acechan.

Hace solo un instante comentaba con una de las muchachas, muy cubana, por cierto, que pese a las dificultades que tienen mi español y el de ella, nos percatamos de que, por dentro, las ideas fluyen claras como el agua de una fuente. En torno a estos sentimientos, a esta realidad y verdad de la cubanía, he vuelto a leer el espléndido ensayo de Abel Prieto, dicho en la primera conferencia Nación y Emigración que en su día me hizo reflexionar tanto. El carácter insular ha ejercido una influencia esencial en nosotros, de una forma que yo diría casi protectora. Ello nos ha permitido edificar en el contexto cultural de América Latina (mejor, de Hispanoamérica o de Nuestra América, al decir de Martí), una invisible barrera de protección y evitar que ella, la isla, haya sido arrasada en su latente fragilidad.

A Cuba siempre ha habido que venir, de ella hemos partido, no existe para nosotros el misterio de las fronteras. Tal fenómeno lo vi y experimenté por vez primera, hace poco más de veinte años, al recorrer los campos de las antiguas Bohemia y Moravia; al atrave­sar, desde Eslovenia, las siempre discutidas líneas de demarcación alemanas. Recuerdo que escalamos la montaña y de pronto, al cru­zar la calle de una pequeña aldea, todo cambió: la forma de los edi­ficios, los colores de las casas, el vestuario de la gente; percibí el propósito de marcar la diferencia entre un país y el otro, entre una cultura y la otra.

En Alemania, por ejemplo, cuando visité la antigua ciudad de Bautzen (Budichen para los soravos, un pequeño bolsón étnico eslavo en tierras germanas), me sorprendió constatar que, aunque reinaba la paz entre los ciudadanos, aquella comunidad estaba di­vidida en dos sectores. Me admiró sobremanera que, el día do­mingo, las mujeres de confesión luterana vistieran con sus sobrios trajes negros, enmarcada la faz con una especie de rostrillo de encaje bordado, sobre el cual ceñían el severo paño negro. Ellas contrastaban con sus iguales de origen católico, que usaban blusas y faldas bordadas, así como un pañuelo blanco. Rememoré los antiguos enfrentamientos y guerras de religión del siglo XVI; ahora, sin embargo, había armonía en la diversidad. Allí habité la casa de la célebre escritora Marga Kuvachet y participé en la solemne fiesta nocturna de la vigilia de Pascua.

Cuando conté esta experiencia a mis amigos alemanes en Berlín, no podían creerlo; mucho menos con el detalle con que, tocado por el halo misterioso de la poesía, les contaba entusiasmado las formas de ser de los soravos, quienes me invitaron durante la madrugada a seguir una cabalgata, que al punto del alba recorrió los campos cantando a la aurora salmos y plegarias para impetrar, a favor de aquel pueblo y de sus descendientes, paz, ventura y buenas cosechas.

Años después, en América del Sur, me hallé de peregrino en la ciudad y templo de Nuestra Señora de Copacabana, a orillas del lago Titicaca, y cruzando el Paso de Tiquina me explicaron que era la frontera casi imaginaria, política más que cultural, que separa al Perú de Bolivia. Atrás quedaban los aimaráes, cultores de la tierra y depositarios de la imaginación y de la misteriosa fantasía de los pueblos antiguos de los Andes, el llamado Alto Perú. Delante aparecían las primeras comunidades quechuas, los hijos de Manco Cápac y Mama Ocllo, que viniendo de las islas del sol y de la luna fundarían en el Cuzco (ombligo del mundo) la ciudad sagrada. Estos incas eran guerreros y sabios; luego he visitado sus distantes caminos y atrevidos monumentos, cerca de las fuentes y lagos de Cajas, en Cuenca, Ecuador.

En otra ocasión, cruzando en medio del invierno un solitario puente en Venecia, pasaban tres alegres muchachas. Momentá­neamente disiparon mi inevitable melancolía; reían y hablaban español las gacelas, y noté algo excesivamente familiar en su forma de andar. Adelantándome, les pregunté si eran cubanas. Y una de ellas respondió: «Sí, nosotras nacimos en Miami, pero somos cubanas». En los gestos estaba el aire de Cuba; hablaban un poco de inglés y un poco de español, pero no les fue difícil volver a la raíz de tus padres. Venciendo el enigma de la comunicación, me transmit­ían señas de identidad cubana: el acento, la sonrisa, el movimiento del cuerpo y, en particular, de las manos.

He hallado amigos al servicio de Cuba en China, Madrid, Quito y otras capitales intramontanas, y no pude explicarme la razón de cierta neurastenia; hoy comprendo que les faltaba el mar. Vamos sobre una nave, sobre una barca de vela, y no nos damos cuenta. Cuando la gente sale temprano al Malecón, descansa a la orilla del mar o tiene el privilegio de llegar a la Punta de Maisí, están a proa o popa, a babor o estribor de la nave. Por cierto, en la parte más oriental habitaba un farero gallego de boina y grandes bigotes con su familia criolla. Allí me deslumbró el culto al mar, de cara al Paso de los Vientos, recogiendo de cuando en cuando, entre las piedras de la playa, las estatuillas que los haitianos lanzan el mar luego de implorar, en medio de las olas, a los espíritus que propician la aper­tura de los caminos que habrían de llevarlos a la tierra prometida.

Los isleños (término que nunca usamos para definirnos) vivi­mos pendientes del horizonte azul. Los cubanos jamás hemos pe­leado con nuestros vecinos por un pedazo de tierra, no se ha de­rramado sangre ajena por tales cuestiones. Nuestra única frontera terrestre se extiende en torno y en parte de la bahía de Guantánamo, ocupada hoy por la base naval estadounidense, pero irremisi­blemente cubana.

En los orígenes de la colonización española y aún en el alto siglo XVIII, La Habana ejerció su influencia sobre las ciudades y pueblos de las costas continentales, al norte y al sur. Las comuni­dades habaneras participaron en la fundación de Pensacola, habi­taron en Mobile, eran conocidas en la Louisiana, en los asentamientos de la cuenca del Mississippi. Descendiendo al Vi­rreinato de Nueva España, los criollos de La Habana acompañaron a fray Junípero Serra en las misiones californianas; cubanos de prestigio y nombre hubo en Campeche, Mérida o Veracruz. La guerra de independencia iniciadas en 1868 y con epílogo fatal una década después, dispersó a nuestros libertadores, siempre con la esperanza del regreso, a Honduras, Guatemala, Costa Rica y el istmo de Panamá, donde aún hoy, más de cien años después de la partida de nuestros compañeros, se les recuerda. Incluso no pocas familias llevan con orgullo la ascendencia y los apellidos cubanos.

Fue precisamente la colosal obra de abrir el paso del Pacífico al Atlántico, la que convocó a decenas de cubanos en lo que entonces era parte de Colombia. Andando por las calles del viejo Panamá, al pie de las bóvedas de las murallas, he tenido la oportunidad de rendir tributo al doctor Carlos J. Finlay, el sabio benefactor cuyo descubri­miento del agente transmisor de la fiebre amarilla facilitó, o hizo po­sible en gran medida, que el canal interoceánico fuese realidad.

Cuba isla, en verdad archipiélago circundado de una invisible corona de coral, no ha sido remisa a que en ella ocurriera la singu­lar fusión de las culturas de la vasta España y del África diversa, salpicada por la contribución carnal y poética de otros pueblos tan distantes como China. He creído siempre que los pueblos se here­dan no por la sangre, sino por la cultura. Aquella llama, pero la otra determina. Esto no desmiente la lección de la Historia Sagra­da, que nos dice cómo el clamor de la sangre hizo levantar a Moi­sés la piedra con la cual hirió al capataz egipcio que azotaba a un hermano de infortunio. Cuentan que sintió el fuego abrasador del agravio convirtiéndolo a él (a Moisés) en un fugitivo que, sin em­bargo, había recuperado su propia identidad. Siguiendo esta intui­ción es que podemos acercarnos al concepto de patria, que se afir­mó desde los días en que alguien nos mecía en la cuna con mil pequeñas señales en el decir, y en todo aquello que conforma la cultura patente en la música, en el paisaje.

Luego, en la escuela, se nos explicó cómo es nuestro país y así se repite la mayor la relación materno-filial. Es lo que hemos visto de nosotros: las manos y los ojos de la madre, en la cual leemos por fe. Un amigo tuve, muy querido por cierto, que debió revelar a su hija el haberla encontrado una tarde de domingo envuelta en un lío de trapos, a las puertas de un templo casi desierto. Después que la adoptó como propia tuvo que decirle por amor a la verdad: «Tú no eres nuestra hija, accidentalmente nosotros te recogimos». Sin embargo, ella hizo valer aquel mandato de extraña y antigua sabiduría: «Parirás los hijos en el dolor». No ya en el dolor físico del parto, tremendo, más breve y pasajero si se quiere, sino en dolor inmenso que supone la forja de carácter, la crianza y la educación. Dar a luz la vida entraña el compromiso de un legado espiritual. La muchacha aludida, entonces una adolescente, reac­cionó diciendo: «Está bien, otra pudo ser mi madre, otro el que me engendró, pero ustedes son mis verdaderos padres».

A lo largo de los días en que ha venido celebrándose esta reunión, se han puesto de manifiesto los daños que, como heridas, suponen para todos los aquí presentes los resultados de la distan­cia y de una larga separación. Algunos lo ocultan por pudor, otros por soberbia, mas todos fuimos heridos en su momento oportuno y en medio del gran suceso revolucionario de la isla, que dispersó a unos en tal dirección y a otros en otra. En nosotros, los de acá, exaltó la lealtad a nuestra opción; a otros los llevó a combatir o a vivir bajo diferentes designios.

Ayer se nos presentaba un hecho simpático, si lo vemos como anécdota. Las autoridades norteamericanas se han creído en el deber de excluir a tres cotorras que un grupo de inmigrantes ha­bía llevado consigo en los azares de las balsas. Ellos, los norteamericanos, estaban muy preocupados, en exceso, por este deta­lle. Y concorde al espíritu de los nuevos tratados migratorios en­tre Cuba y los Estados Unidos, aunque no aparece explicitado, consideraron que las aves debían regresar a la isla. Es probable que la razón esté en que los animalitos podrían ser portadores de ciertas endemias tropicales. La realidad es que esta parlanchina y atrevida criatura tiene un radio de vuelo limitado, y por sí misma no puede vivir la aventura de la migración que miríada de pájaros protagonizan cada año entre la Florida y Cuba.

Hace días visité a un vendedor de pájaros. Allí había verderones, gorriones trigueros, mariposas con todos los colores de la paleta, azulejos… Me llamaron la atención unos pajarillos verdes y me explicó el pajarero que así vienen ellos. «¿Cómo que vienen?», le pregunté. Y me respondió: «No son de aquí; vienen a invernar en Cuba. Algunos se quedan más tiempo y son capturados, como es el caso, y solo en la primavera mudan el plumaje, que llega a ser tornasolado con toques rojos, azul y violeta».

¡No eran de Cuba! Vienen acá desde los Estados Unidos. Y cuán­tas veces en La Habana, contemplando la alta torre de la iglesia de San Francisco, o el gran edificio Balaguer, frente al Museo Nacio­nal, o el palacio del Conde de San Juan de Jaruco, junto a la Plaza Vieja, nos ha sido dado ver el espectáculo de la llegada de las golon­drinas que arriban desde las tierras gallegas o portuguesas, y que gracias a su capacidad de orientación intuitiva se aventuran allende el mar y pueden cumplir el secreto designio de su viaje. Los nave­gantes miran cómo reposan en el mar quieto, cubiertas de ese aceite protector, alimentándose durante la travesía de pececillos y, ya más cerca de la costa, de las pequeñas criaturas que flotan sobre el man­to verde de los sargazos, el mismo que sorprendió a Cristóbal Co­lón. Son miles y miles de aves que, de pronto, reinician su vuelo para llegar determinado día, creo que los primeros de abril. Y las vemos en hileras revoloteantes cerca de El Morro cuando arriban a ésta, su tierra de promisión, y anidan en los techos de las casas.

Como a ellas, las golondrinas, un secreto instinto nos reúne; y hay en el fondo de nuestros corazones un soplo de aliento. Somos gentes singulares, y a pesar de que muchos creen lo contrario, tenemos culto muy especial para con nuestras costumbres de fa­milia. En ocasión de mi primer viaje a los Estados Unidos, tras des­pedir a mis amigos en el aeropuerto de Miami, ya a punto de abor­dar, vino a sentarse junto a mí una señora gruesa, cubana, que hasta ese momento se había comportado muy finamente, pero que había protagonizado una gran trifulca con la muchacha del mostrador de pasajes a causa del peso de su equipaje. Se dijeron palabras muy cubanas y, finalmente, la señora abrió la maleta y empezó a colo­carse dentro de la ropa lo más diverso. De pronto me percato que comienza a derramársele algo en el vestido, y ella exclama: «!Ay!, el champú». Y seguidamente me dice: «Todo esto se lo debo a esa cabrona de allá fuera, que me ha obligado a meterme todo aquí entro. Usted no sabe lo que ha costado esto, y mire, aquí llevo el café, pero lo peor de todo es que allá en Cuba no saben el sacrificio tengo que hacer para comprarles y llevarles todo esto». A su manera, ella sufría por un concepto de solidaridad.

Estamos ante una gran verdad: cuanto hay que hacer, lo que hasta ahora hemos realizado, lo que todos ustedes han hecho en los diferentes campos del saber, es fruto de síntesis de la solidaridad universal, a la vez que creación personalísima, como resulta­do de nuestro contacto con el mundo, con nuestras propias fami­lias, con su historia. Pero la raíz, el punto de partida de los senti­mientos que podríamos llamar cubanos, por sobre etnia y ubicuidad, son de carácter cultural. Quienes han asumido ese le­gado en su plenitud poseen un signo, aquel que prefiguró Martí en la bella imagen de la estrella que lleva en su frente todo el que sirvió a la patria. Quien la ha servido con abnegación y desinterés, es sagrado. Somos más que africanos, más que españoles, más que indígenas, bebiendo en las fuentes cristalinas de nuestra civilidad grecolatina-judeocristiana.

Me contaba la impar poetisa Flor Loynaz, fascinante amiga que vagaba por el cementerio chino y sobre uno de los túmulos alguien le explicó el sentido de un epitafio que es la clave de la vida: «Si el cielo de China es tan azul como el de Cuba, y si las frutas de China son tan dulces como las de Cuba, qué importa morir entonces en China o en Cuba». No hace tantos años, en medio de una obra de restauración en la calle de Mercaderes, en­contré unas tejas con caracteres chinos. Unas tejas suelen estar marcadas por los dedos del alfarero y otras por algún sello o pun­zón del gremio o tejar, pero en el caso excepcional que nos ocupa hallábanse virtualmente cubiertas por la inscripción. En pos de descifrar el enigma, acudí a los chinitos cantoneses del restauran­te La Torre de Marfil, quienes después de largo concilio me hicie­ron conocer el secreto del mensaje: «La mano ejecuta lo que el corazón manda». Esa es nuestra clave, que está a mitad del cami­no entre la lápida del cementerio y la teja.

Acaba de ver la luz la edición cubana (La Habana: Unión, 1995) del bellísimo ensayo de Cintio Vitier titulado Ese sol del mundo moral. Como creo en la magia de que todo ocurre cuando convie­ne, éste y no otro ha sido el momento ideal para que la obra, publi­cada hace casi veinte años en México por la editorial Siglo XXI, llegue a manos de los lectores cubanos. El tema es atemporal, no ha sufrido mella ni desgaste en la larga batalla política y moral de estos años; aparece ahora como una revelación para los cubanos que ansían hallar una explicación ética a este tiempo tan intensa­mente vivido. El libro es el hilo de Ariadna y el manantial del cual debemos beber para hallar la interpretación más acertada a mu­chos de los fenómenos de los que somos testigos y actores.

A propósito, hace unos días tuvo lugar en La Habana una importante ceremonia: la entrega, por parte de una alta delegación militar española, de la silla de montar que a lo largo de un siglo ha sido tenida como la del Lugarteniente General Antonio Maceo, caído en San Pedro de Punta Brava el 7 de diciembre de 1896, en uno de los más dolorosos episodios de la Guerra de Independencia. El acto fue presidido por el Comandante en Jefe Fidel Castro, tuvo alto valor simbólico por celebrarse en la misma sala del antiguo Palacio de los Capitanes Generales donde acaecieron in­contables sucesos de interés para la forja de nuestra nacionalidad. Fue la misma sala en que, según la tradición, el general Albear y Lara solicitó al Gobernador, el marqués de La Habana, indulto para Narciso López, aquel heterodoxo que trajo la bandera de la estrella solitaria a las costas de Cuba, el mismo que al uncirse su cuello a la soga del verdugo pronunció estas palabras: «Mi muerte no cambia­rá los destinos de Cuba». Y fue verdad. Ni su vida ni su muerte pudieron cambiarlos; y tales destinos estaban más allá de los objeti­vos políticos del propio general López, hombre de su tiempo.

En aquella sala, lujosamente decorada, donde se movieron en sucesivas escenas los actores de nuestra breve e interesante histo­ria nacional, cuántas cosas imaginé. Creí ver en los que me rodea­ban los rostros de las grandes figuras de nuestro pasado: Saco y Varela, Luz y Espada.

Todo eso pensaba cuando los generales españoles, vestidos de uniforme, ocuparon el espacio de sus predecesores que, el primero de enero de 1899, habían cedido la isla de Cuba a favor de los Estados Unidos, como resultado de una guerra perdida. En ese momento, cuando el valor del símbolo supera lo real, lo probable y palpable, la guerra acababa; y como dijera el Generalísimo Máximo Gómez: po­dían abrazarse «los encarnizados combatientes de la víspera».

Entonces sentí que la nación no es un legado inútil de los pa­dres ni una fantasía ni un artificio de nuestra imaginación.

Miguel Barnet me reveló que, en uno de sus viajes a los Estados Unidos, mientras paseaba por una de las calles del Bronx, observó un insólito cartel: «Yemayá House». Quien ve no es quien tenga ojos para ver, sino aquel que quiere ver.

Nuestra patria es una acumulación de sentimientos, de realida­des constatables, de poesía invisible; es la naturaleza y la obra del hombre. Estamos finalizando el siglo y el milenio; es evidente y se impone analizar y valorar cuanto hemos hecho. Sometamos a críti­ca nuestra obra y los valores que emanan de ella. No percibo una crisis de esos valores. Es el momento en que está ante todos casi la totalidad del proceso revolucionario. Su gran adversario, el gobier­no de los Estados Unidos, medita su próxima jugada ante el tablero.

En la calle está ya, y decir otra cosa es mentir y no ver los signos de los tiempos, la generación que habrá de someter a juicio la obra realizada por nosotros. Por tanto, casi todo está hecho y escrito; apenas hay tiempo para colectar los frutos de las ramas del árbol de la vida, verdes aún, dulces o amargos. Nuestra vida individual no es tan importante como lo que somos y significamos socialmente. Nos reunimos hoy para afirmar que, en medio de los avatares de la sociedad contemporánea y ante el mundo de la postmodernidad que nos ha tocado vivir, no tememos al futuro.

Estoy seguro de que esta década no concluirá sin que nuestros derechos nacionales sean reconocidos, que esta década no termi­nará sin que los cubanos mejores, estén donde estén, en cualquier latitud del mundo, se unan como lo hacemos hoy en este idílico jardín y, olvidada toda circunstancia que pudo una vez dispersar­nos, ofrezcamos la mejilla para un beso.

Habrá valido la pena vivir para ver tal día, porque la Revolu­ción Cubana, en la que creímos y por la que hemos luchado, la de Céspedes y Martí, y la de Fidel, no se hizo en nombre del odio: se convocó en nombre del amor.

 

Leal Spengler, E. (2004): “El concepto de patria”, en La luz sobre el espejo. Ediciones Boloña: La Habana, pp. 111-120.

Festival

Regresa el Festival de Cine Europeo a Cuba en su quinta edición

Festival

Mayo 18, 2022

 

Tras dos años de pausa a causa de la pandemia, el 5to Festival de Cine Europeo en Cuba se celebrará del 18 al 29 de mayo en La Habana, y tendrá como sedes los cines 23 y 12 y La Rampa, así como el Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Como en las ediciones anteriores, el evento ha sido organizado por la Delegación de la Unión Europea en Cuba y las embajadas de los Estados miembros de la UE, de conjunto con el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, la Cinemateca de Cuba, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y el Palacio del Segundo Cabo: Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa.

Por quinto año los amantes del cine podrán apreciar una muestra de la filmografía europea más contemporánea, que en esta edición está integrada por 22 películas de ficción y 4 documentales procedentes de 24 Estados miembros de la Unión Europea. La gran mayoría de los filmes incluidos en el programa han sido proporcionados a través del proyecto “Support to EU Film Festivals”, iniciativa financiada por la Comisión Europea y gestionada por un consorcio integrado por el Goethe-Institut, el Institut français y Cineuropa, el portal para la promoción del cine europeo.

 

Programación del 5to Festival de Cine Europeo

Palacio del Segundo Cabo / Sala Polivalente

Jueves 19 de mayo / 4:00 pm.: Su trabajo

Viernes 20 de mayo / 4:00 pm.: Mi hogar

Sábado 21 de mayo / 4:00 pm.: Dag Hammarskjöld: caso sin resolver

Martes 24 de mayo / 4:00 pm.: Pedro e Inês

Miércoles 25 de mayo / 4:00 pm.: Su trabajo

Jueves 26 de mayo / 4:00 pm.: Dag Hammarskjöld: caso sin resolver

Viernes 27 de mayo / 4:00 pm.: Pedro e Inés

Sábado 28 de mayo / 4:00 pm.: Mi hogar

 

Pedro e Inês

António Ferreira (120’) Portugal-Francia-Brasil, 2018 /s.t. españoles. Colores. Inspirado por la verdadera historia del rey portugués Pedro (siglo XIV), quien desenterró a su amada para coronarla reina después de su muerte. Pedro e Inés relata esta historia de pasión sin igual en tres épocas: en la Edad Media, donde todo sucedió originalmente, en la actualidad donde Pedro e Inés son arquitectos en una gran ciudad, y en un futuro distópico, donde la gente huye de las ciudades al campo para sobrevivir, inmortalizando esta peculiar historia de amor a lo largo de los siglos.

 

Su trabajo

Nikos Labôt (89’) Grecia-Francia-Serbia, 2018 / s.t españoles. Colores. Panayiota es una mujer de treinta y siete años que vive una vida modesta junto a su marido, su hija rebelde y su hijo. Sacrificada y servil, vive atrapada en un ambiente domestico que no le permite tener independencia económica. Un día acepta un trabajo como limpiadora en un centro comercial, algo que cambia por completo su vida. Pronto logra su propia independencia económica y expande su vida social más allá de su apartamento. Sin embargo, su autonomía recién adquirida podría desaparecer rápidamente debido a una serie de despidos en el trabajo.

 

Mi hogar

Radu Ciorniciuc (86’) Rumanía-Finandia-Alemania, 2020 / s.t españoles / Documental. Colores. En una zona del delta de Bucarest, una familia gitana integrada por nueve niños y sus padres viven en perfecta armonía con la naturaleza durante veinte años, hasta que son expulsados y obligados a adaptarse a la vida en la gran ciudad, donde los niños, especialmente, lucharán por encajar.

 

Dag Hammarskjöld: caso sin resolver

Made Brügger (128’) Dinamarca-Noruega-Suecia-Bélgica, 2019 / s.t españoles / Documental. Colores. La jungla de Rodesia aparece vestida de negro humeante. Se escucha una hélice en la distancia acercándose. En el avión se encuentra el Secretario General de la ONU y su séquito de 15 personas; en unos segundos, ya no existirán. A partir de este momento, el filme traza una línea directa con la guerra civil congoleña, el régimen de Mobutu, la explotación continua y acelerada de África y la enorme pesadilla poscolonial.

La gesta de la restauración

La gesta de la restauración

La gesta de la restauración

Eusebio Leal Spengler

Mayo 13, 2022

 

Escrito en junio de 1995 para la revista Icomos (Unesco)

 

A mediados de 1995 tuvieron lugar, en la ciudad noruega de Bergen, la primera asamblea general y el tercer simposio internacional de la Organización de Ciudades de Patrimonio Mundial, fundada en Quebec (Canadá) gracias a la voluntad de su alcalde, el honorable señor Jean Paul L’Allier. Tanto en la asamblea como en el simposio hallábanse presentes alcaldes y personalidades no solo de capitales e importantes ciudades, sino también representantes de instituciones de la cultura, técnicos y especialistas eméritos, restauradores y conservadores de sitios naturales, arqueológicos e históricos que hoy aparecen en el Índice del Patrimonio Mundial, heredad que pertenece por igual a todos los pueblos y civilizaciones de la tierra.

Con su lenguaje claro y preciso, subrayado por la energía de su carácter, el Director General de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, alentó a los participantes, que disfrutábamos de la cáli­da acogida del pueblo noruego, junto al encantador embarcadero de Bryggen, en el deber de perseverar, de luchar sin desmayo para que la civilización moderna salvaguarde la obra diversa de nues­tros predecesores en el tiempo. Una vez más el concepto patrimo­nial trasciende su verdadera dimensión, quiero decir, la de los va­lores espirituales y morales. No se trata solo del síndrome de la mujer de Lot, cuyo culto al pasado, a lo que quedaba atrás, la llevó a convertirse en una estatua de sal.

Los que habitualmente frecuentamos el escenario y las pales­tras internacionales estamos, si se quiere, mejor preparados que nuestros jóvenes colegas para mantener el equilibrio emocional, luego de comprobar las angustiosas y abismales diferencias que existen entre las posibilidades del mundo desarrollado y las de nuestros propios países, donde la prioridad es sobrevivir, educar y crear condiciones mínimamente dignas a la vida.

Al situar la cuestión del patrimonio, herencia y legado de los padres, en idéntica jerarquía, algunos llegan a pensar que es un sueño irrealizable, y nos queda ese sabor amargo en los labios por carecer de recursos eficaces y suficientes para su puesta en valor. En el Tercer Mundo he constatado cierta apatía e indiferencia de los sectores más pobres de la sociedad ante proyectos de restauración monumentales, que se presentan como expresiones de elitismo. Me refiero específicamente a los centros históricos, que son deshabitados ex profeso o cuyos moradores autóctonos son forzados a emigrar y vienen a sustituirlos artistas, profesionales y empresarios para quienes se ha puesto de moda restaurar una casa en el barrio antiguo.

Personalmente conozco esta experiencia y me veo obligado, una y otra vez, a retomar la idea cardinal de que el hombre piensa como vive; y si la ecuación fuese a la inversa, la interrelación de lo uno y lo otro apoyaría el noble principio de que los ciudadanos han de ser los protagonistas principales del proceso que rehabilita determinado sector de su ciudad. Siento por todo ello una admira­ción ilimitada y profeso la más alta estima por aquellos que se han enfrentado voluntariamente a una doble corriente de incompren­sión, que viene de arriba y de abajo. Muchos envejecieron sin lo­grar su sueño; les tocó, además, asistir a la enajenación o destruc­ción del objeto amado. Fueron profetas en el desierto.

El subdesarrollo genera una amnesia social que favorece la ex­pansión de conceptos tales como: «tenemos poco, o casi nada», «lo nuestro vale menos», «nuestras antigüedades son meras cu­riosidades ante otras que son las verdaderas». Por lo que llevo dicho, estas iniciativas están urgidas de sustentarse en nuevos con­ceptos de autoestima y en la prédica insistente de que cuanto poseemos, o poseen otros, no ha de ser comparado miméticamente.

Hallar y defender el encanto de la diversidad, promoviendo así el respeto a la posesión del otro, es una base ética que nos salva de esa oleada de mercaderes que desean comprarlo todo y que desde hace siglos van de una a otra latitud arrebatando, a cambio de cuentas de vidrio y fragmentos de espejos, las pieles, los colmillos, los objetos depositados por la piedad en las tumbas. Oleada que no se detuvo ante templos, columnas, claustros íntegros de viejos monasterios; fenómeno que en su día asoló el legado de las civilizaciones clásicas de Europa, Asia y el antiguo Egipto, y luego de comenzada la modernidad se abatió sobre África y América.

Una conjunción de circunstancias favoreció, después del triunfo de la Revolución en 1959, la virtual detención del desarrollo de la ciudad capital de Cuba. No es menos cierto que antes de ese horizonte histórico, La Habana no fue una excepción en cuanto atraer para sí, como sus hermanas de Hispanoamérica, una pri­macía capaz de generar, de forma ostensible, abismales diferencias con relación al país y al estilo de vida de sus gentes. Tal agravio comparativo llevó a una política que distribuyese justa y equitativamente las inversiones y proyectos. Sería injusto desconocer que, muy a pesar de ello, se construyeron en La Habana las bellas escuelas de arte, paradigma y aproximación vital a una concepción culta, donde la arquitectura recobraba su ancestral compromiso con los sueños del hombre.

Una nueva urbanización, La Habana del Este, a mitad de ca­mino de sus bellas playas, fue concluida tras haberse transforma­do un plan precedente en el más interesante conjunto habitacional, donde aún hoy no se percibe ese distanciamiento entre el hábitat y la vida cotidiana. A la vez, el uso renovado y la febril actividad en pro del cambio funcional en no pocos edificios públicos, hicieron vivir a la capital un último esplendor, que precedió a hechos históricos y políticos cuyas consecuencias aún prevalecen, unidas a la errada apreciación edilicia de que se podría esperar y dejar para mañana las labores de rehabilitación y conservación de lo edificado. Las modificaciones de las leyes de propiedad hicieron recaer por entero en el Estado esa responsabilidad.

La historia comenzó así: asentada la villa de San Cristóbal de La Habana junto al puerto de Carenas en el año 1519, las calles y plazas se trazaron a cordel sobre un terreno irregular, pero siguiendo al pie de la letra las ordenanzas propuestas a Su Majestad por el Consejo de Indias, las cuales fijaban para las nuevas fundaciones el principio del damero o campamento romano. Fue llamado el señor Alonso de Cáceres, quien redactó en 1574 las ordenanzas que llevan su nombre y sirvieron de modelo y «código de buen gobierno para la convivencia» a otros cabildos y ciudades.

Y para bien fortificar, defender y ofender a los muchos adversarios, que varias veces acecharon y redujeron a cenizas la obra primigenia, se edificaron durante siglos castillos y murallas, así como vivieron en vigilia perpetua guarniciones de artilleros, infantes y caballeros. Aparecieron las casas reales, carnicería, cárcel, parroquial mayor y los solares reservados para los dilectos hijos de Tomás, Agustín, Ignacio y Francisco, los bienaventurados Padres de la Iglesia. Diose entonces la paradoja de configurarse una ciudad plena de mudejarismos, cuyos aires so­plaban en primer lugar desde Sevilla, de toda la baja Andalucía, con un timbre severo y grave de Extremadura. No obstante lo cual tendría, como contraste, el alegre colorido de Cádiz y, para más novedad, se trasladaría al puerto el culto de la Virgen de Chipiona, ahora como Nuestra Señora de Regla, devoción a la que se entregaron con delirio principalmente los esclavos y pescadores. Confrontado todo ello con el diseño renacentista de la planta del castillo de la Real Fuerza, concluido en 1577.

El amurallamiento se trazó en principio según la idea de Cris­tóbal de Rodas, de la familia del ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, quienes a bordo de la expedición del maestre de campo Juan de Tejeda arribaron felizmente en 1589. Traían la encomienda de estudiar cómo garantizar la defensa de la villa y el puerto. Al genio y talento de los Antonelli deben la isla y América, entre otras obras, el castillo de los Tres Reyes de El Morro (1589-1630).

Al dejar dibujado algunos de los primeros momentos de la historia y de la construcción de La Habana, no es mi propósito caer en la tentación de narrar sus detalles puntuales. Baste decir que, desde la aurora de los tiempos hasta hoy, sucesivas generaciones contribuyeron a inventar la ciudad en que hoy vivimos. Ninguna inspiración ni modelo pudieron trasladarse mecánicamente a este rincón del planeta, donde al conjuro del clima y la naturaleza se transforman el hombre y las cosas. De esta interrelación emerge, como algo propicio, lo real-maravilloso, percibido por Alejo Carpertier y clave de interpretación de su narrativa.

Ahora estamos ante la totalidad de lo hecho. La Habana es bella, coherente en la acumulación de su vasto patrimonio material, casi didáctica. A través de una sucesión de calles y avenidas magistrales, se va desde el centro hasta las recientes urbanizaciones, cual si observáramos una cinta cinematográfica, donde todo aparece ante nosotros como patinado y, en gran medida, venido a menos, latente y vital, potencialmente salvable.

Tal es la diferencia de esta ciudad mágica con otras capitales y grandes urbes hispanoamericanas. Tal es su don y su privilegio. La era del gran estrago comercial y de la especulación inmobiliaria, que puso en peligro y causó tanta ruina en no pocos sitios, se abatió sobre La Habana, ha dejado daños y huellas, mas no pudo consu­mar su obra destructiva. ¿Cómo acometer la restauración del Cen­tro Histórico para que de él surja una experiencia útil, socialmente válida, económicamente viable, que sea a la vez generadora de nue­vos puestos de trabajo, que fortalezca el papel de la comunidad, que sea capaz de imprimir a nuestra aventura, por sí misma salvadora, un sentido de regeneración espiritual, promesa y esperanza?

La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana se creó en 1938 y su fundador, el doctor Emilio Roig de Leuchsenring, se propuso llevar a cabo, con los recursos y medios entonces a su al­cance, la ímproba tarea de crear conciencia en la ciudadanía y soli­dificar los conocimientos históricos, artísticos, así como la memoria de personalidades ilustres. Para ello fomentó biblioteca, archivo, publicaciones y museos; usó con pasión la palabra viva, gestó con­gresos, animó exposiciones, dictó y preparó ciclos de conferencias (…).

Pero no es hasta el 5 de mayo de 1981 que se aprueba un plan de restauración para el Centro Histórico. A lo largo de las dos décadas precedentes, y sobre la huella de varios precursores, se habían ejecutado obras puntuales y llegó a establecerse con nitidez sobre qué bases debía edificarse la concepción genera, sustentada en un cuerpo jurídico. Tal fue la Ley de Protección del Patrimonio Nacional (1977), que definió el carácter monumental de las ciudades fundadas por los conquistadores españoles en los albores del siglo XVI. Dos de ellas: San Cristóbal de La Habana y la Santísima Trinidad, serían luego exaltadas a la condición de Patrimonio de la Humanidad y ocupan hoy los números 27 y 28 del índice correspondiente. La Dirección Nacional del Patrimonio Cultural hizo florecer la simiente en el lapso de las últimas décadas, dispersando a todo lo ancho y largo del país el sistema nacional de museos de diversas especialidades, con signos de identidad propios, fomentando las colecciones nacionales y contribuyendo de forma decisiva a expandir las luces del conocimiento científico en todos y cada uno de nosotros.

A esta obra institucional se sumaría la creación, con el resuelto apoyo de la Unesco, del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (Cencrem), cuyo diseño se inspiró en el de Churubusco (México). Para lograrlo se emprendió la res­tauración del convento de Santa Clara, fundado en 1638, que es en sí mismo el espejo donde vemos reflejarse nuestra vocación. Sus aulas y talleres vienen acogiendo profesores y jóvenes exper­tos de todo el continente, que se nutren de los conocimientos teó­ricos indispensables y de las habilidades prácticas seculares de las artes inherentes a la restauración.

Enraizada en su tradición municipal latina y casi como precep­to de los cabildos y ayuntamientos, nobles legados de Castilla en América, existe en Cuba la figura del cronista, historiador de la ciudad, guardián perpetuo de la memoria social de la historia, cus­todio de las actas del cabildo, a cuyo impulso se han fundado en este continente museos, archivos y bibliotecas desde los días del gran cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo, quien narrara los hechos de la conquista y colonización desde su mesa atestada de testimonios y cartas, en la Torre del Homenaje de la fortaleza erigida en la ciudad primada de Santo Domingo.

La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana es heredera de la labor desplegada por sucesivos historiadores, desde Félix de Arrate, en la segunda mitad del siglo XVIII, y hasta Emilio Roig de Leuchsenring, cuya fecunda existencia terminó en 1964. La amplia labor de divulgación y defensa de temas del patrimonio habanero que Roig de Leuchsenring promovió y llevó a cabo, ha permitido que todo cuanto hacemos hoy tenga un valor de continuidad. A sus meritorios empeños hay que sumar el de ilustres arquitectos e ingenieros como Joaquín Weiss, Francisco Prat Puig, Evelio Govantes, Félix Cabarrocas, José María Bens Arrarte y el profesor José Antonio Menéndez, por solo citar algunos nombres. Sin que deba faltar la obra formadora de otros intelectuales y artis­tas que desde la cátedra, o en el ejercicio directo de sus profesiones, coadyuvaron a tan noble fin, como Luis de Soto, Rosario Novoa, Marta Arjona, Ma­nuel Pérez Beato, el arqueólogo Ma­nuel Rivero de la Calle (…).

En nuestros días este legado es base, sustento, pero no es suficiente. De ahí que el 30 de octubre de 1993, a propuesta nuestra, el Consejo de Estado analizara y aprobara el Decreto-Ley 143, que otorgó nuevas facultades a la Oficina del Historiador de la ciudad y rediseñó su estructura para ponerla resueltamente de cara al futuro inmediato. Esto coincidió con un momento de crisis y de salto del país hacia delante, cuando resultaba improbable perseverar en las complejas labores de restauración sin un soporte económico propio, autogestionado. Por consiguiente, se han fusionado con la Oficina del Historiador una empresa de restauración de monumentos y una compañía turística que explota hoteles y restaurantes, así como ejecuta otras acciones económicas en el área protegida.

Fueron creados los gabinetes de investigaciones históricas museológicas, de conservación y restauración, de arquitectura, de arqueología. Bajo el auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional entró en funciones la escuela taller Gaspar Melchor de Jovellanos, que educa y prepara a jóvenes y adolescentes en las artes y oficios constructivos. Asimismo, se fundó la compañía inmobiliaria, que acometerá la reconversión y rehabili­tación de edificios públicos para nuevas funciones comerciales y administrativas.

Se viene formando un sistema de tiendas en la más importante arteria comercial: la calle Obispo, y paralelamente se crean otras dependencias en diversos puntos para rescatar elementos tradi­cionales de manufacturas, artes aplicadas y servicios especializa­dos como restauración de vitrales, relojería, encuadernación.

La Oficina del Historiador ha sido autorizada para cobrar im­puestos, sin suplir las funciones del gobierno local, a las entidades radicadas en el territorio y a los trabajadores por cuenta propia que ejercen actividad comercial; ha fomentado el renacer de anti­guas hermandades de oficios, que agrupan a los sectores más vulnerables de la población, como los minusválidos; organiza a la mujer, y ejemplo de ello es la hermandad de bordadoras, así como a los carpinteros y albañiles.

Los fondos generados y los que recibe la Oficina como contri­bución de donantes, incluyendo entidades internacionales y organi­zaciones no gubernamentales, incrementan la capacidad institucional para nuevas iniciativas, todas ellas tendientes a estimular el papel del individuo y de la familia; por ende, el de la sociedad civil.

En breve lapso se ha materializado el sueño de revivir la restaurativa, tras la reorganización de las fuerzas comprometidas, antes aquejadas por la falta de recursos financieros, que el país necesita con urgencia en el apretado índice de nuestras prioridades existenciales.

No trabajamos para el turismo; podría suscribirse la afirmación de Pablo de Tarso: «primero los judíos y luego para los gentiles». Mas en forma alguna se niega la enorme repercusión que nuestra tarea hoy y mañana en el sentido de hospedar a millones de personas que con fines vacacionales, o por ampliar sus conoci­dos del mundo, llegan al archipiélago cubano. Sabio será buscar y hallar el contrapeso cultural que equilibre, y quizá reduzca, el impacto que oleadas humanas han causado en otros países, ya no sólo en la naturaleza, sino en lo que es más importante: los hábitos y costumbres de las gentes.

Con dedicación nos desvivimos por recibir, explicar y conquistar el alma de los nuestros, exaltando el amor por su tierra, historia y naturaleza; empleándonos como establece la ley en el desarrollo social y comunitario.

¡Qué se levanten con ésta, tan tentadora utopía, no solo monu­mentos y museos, sino también escuelas, conservatorios, hogares de ancianos!

Hago propicias estas líneas para expresar nuestra gratitud, y la mía íntima, a todos aquellos que han contribuido a tan encomiable proyecto. Muy especialmente al sistema de las Naciones Unidas y en particular a la Unesco, así como a Sus Majestades los reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, por su especial favor.

 

[Leal Spengler, E. (2002): “La gesta de la restauración”, en La luz sobre el espejo. Ediciones Boloña, La Habana, pp. 93-101]

Ciencia y amor...

Ciencia y amor para unir a las familias

Ciencia y amor...

Daniel Benítez Pérez

Mayo 13, 2022

 

Parecería contradictorio intentar comprender al amor desde la ciencia y querer aplicar su práctica con rigor científico. Y, sin embargo, este acercamiento genial tuvo la oportunidad de mostrar sus méritos en la mañana de este viernes 13 de mayo, cuando se celebró una sesión única del curso-taller Uniendo familias con ciencia y amor. Desafío para una comprensión, en nuestro Centro. La conferencia estuvo impartida por el Dr. Orlando Terré Camacho, presidente de la Asociación Mundial de Educación Especial y quien, además, preside la Organización Mundial de Educación, Estimulación y Desarrollo Infantil (OMEDI).

Mayelín Oliva, presidenta del Grupo de Apoyo de Personas con Discapacidad Gadif Cuba, dio inicio al curso-taller con el deseo de continuar ayudando a las familias con miembros discapacitados desde el humanismo y la ciencia. Oliva resaltó los valores humanos y logros profesionales del Dr. Terré, y agradeció particularmente a Mario Vaca Aguirre, director de Capital Humano de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, así como a esta institución habanera en general.

Oliva también saludó al Lic. Rafael Valdivia Almaza, quien asistió en representación del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social. De igual manera, la especialista agradeció al Máster Educación Especial Jesús Montano Lazo; a la Dra. Beatriz Roque Morales, directora de Educación Especial del MINED, y a otros invitados vinculados a organizaciones relacionadas con la educación, la enseñanza especial y la atención a las familias e individuos con necesidades especiales.

Al presentarse ante el público, el Dr. Orlando Terré admitió que, de todos sus numerosos títulos, ninguno lo enorgullece más que el ser padre de familia y abuelo. Terré, quien colocó una bandera cubana en la mesa de conferencias, admitió que nada lo identifica más como profesional que el amor, un amor que para el prestigioso doctor nace de la inclusión y la diversidad.

La capacidad de exteriorizar las emociones, y de provocar una reacción emotiva junto con la información y conocimiento que se imparte resulta fundamental para Orlando Terré: “Si no se emociona al cerebro, no hay resultados de aprendizaje”. Y para no dejar que sus ideas quedaran solo en palabras, el investigador les pidió a los miembros de la audiencia primero que se abrazaran a sí mismos, y que mostraran el amor propio con un sentido táctil, antes de tener la oportunidad de demostrarlo a otros.

No podían quedar fuera los temas de actualidad en este taller, que se propuso enseñar a los presentes una mejor forma de amar: Terré dedicó una plegaria a las víctimas mortales del accidente del Hotel Saratoga, en cuya memoria el gobierno aplicó duelo nacional durante este viernes y el sábado. Al hablar del nuevo código familiar, Terré afirmó que “entender al nuevo Código de la Familia, es entender a la evolución de las familias en Cuba”.

El especialista no dejó de reconocer la creación de la Enseñanza Especial como un importante logro de la Revolución Cubana, que es único en el mundo. “La educación especial es inclusiva en Cuba, por su espíritu martiano”, pero al mismo tiempo, reconoció que los currículos de enseñanza deben seguirse adaptando para la enseñanza especial y la atención a la diversidad, desde la perspectiva de la integración social.

El Doctor invitó a algunos de los presentes a que compartieran las experiencias que viven a diario con sus familiares en situación de discapacidad, e incluso buscó la participación en este ejercicio terapéutico de varios jóvenes con Síndrome de Down que también habían asistido. Terré contó cómo su primera práctica laboral en la enseñanza especial fue la atención a una persona con discapacidad en su pueblo nativo de Calabazar y Sagua. También leyó su poema El corazón tiene razones que la razón no tiene, que provocó aplausos emocionados de sus oyentes.

La conclusión del curso estuvo acompañada por la entrega de diplomas, que expresaban en papel y tinta el cambio en la manera de amar y aceptar que habían vivido los presentes en poco más de dos horas. En este momento de gratitud, no podía quedar fuera el reconocimiento a la memoria del Historiador de la ciudad: “Hoy puedo decir que me acompañó (…) la presencia de Leal”.

La discapacidad mental es un fenómeno que afecta a 200 millones de jóvenes alrededor del mundo, y que involucra también a sus familiares, quienes deben desarrollar las herramientas para ayudarlos a desarrollarse. A pesar de la necesidad de resiliencia que deben tener estas familias, el Dr. Orlando Terré afirmó que “el ejercicio de la valentía puede llevarnos al triunfo”.

 

[Tomado de Habana Radio: http://www.habanaradio.cu/culturales/ciencia-y-amor-para-unir-a-las-familias/]