Cuba, naturaleza y arte

Cuba, naturaleza y arte

Cuba, naturaleza y arte

Eusebio Leal Spengler

Junio 10, 2022

[Prólogo del libro Cuba, naturaleza y arte, de la investigadora francesa Silvie Chamard, presentado el 17 de junio de 2014 en la Alianza francesa de Cuba]

 

Constituye esta obra una delicada contribución al conoci­miento de la íntima naturaleza de la isla de Cuba y sus ca­yos adyacentes, el archipiélago que descansa sobre las aguas tibias e inquietas del Mar Caribe. Su flora exótica y variopinta lla­mó la atención de los viajeros y naturalistas que lo recorrieron a lo largo de los siglos. Ese generoso esplendor arbóreo y floral apa­rece descrito minuciosamente por el sabio alemán Alexander von Humboldt, reconocido por ello como el segundo descubridor de la mayor de las Antillas. Junto a su amigo francés, el botánico Aimé Bonpland, recorrió el territorio insular, recolectando y dibujando gran cantidad de plantas endémicas, como parte del largo itinera­rio que emprendieron juntos por varios países de América a finales del siglo XVIII. De entonces también datan los hermosos grabados del madrileño José Guío y Sánchez, dibujante de la expedición del conde de Mopox a Cuba en 1796, los cuales se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Otro caso es el de la escritora sueca Fredrika Bremer, quien acompañaba sus cartas y apuntes con ilustraciones de palmáceas y otras especies, buscando hacer más gráficas sus impresiones sobre la vida en la isla, adonde arribó a mediados del siglo XIX. Pero será gracias a la tradición francesa que la representación de la flora tropical cubana alcanzará su máximo esplendor durante esa centuria. Ello se debió a que los naturalistas galos ejercieron una influen­cia decisiva en sus homólogos radicados en Cuba, entre quienes sobresalieron el gallego Ramón de la Sagra y el habanero Felipe Poey Aloy. Al primero se debe la fabulosa Historia física política y natural de la Isla de Cuba, editada en París entre 1837 y 1862 con 268 láminas grabadas en cobre y hábilmente iluminadas. En esa misma ciudad alcanzó el segundo los conocimientos que le con­virtieron en científico de clase mundial, abarcando no solamente el campo de la botánica, sino de la ictiología y la entomología, entre otras ciencias de la naturaleza. La obra de Poey es un ejemplo de la importancia que ha tenido el dibujo para la sistematización del desarrollo de esos saberes. En algunos casos alcanzan el rango de verdaderas obras de arte, como sucede con las ilustraciones del francés Redouté, llamado el «Rafael de las Flores».

Ahora Sylvie Chamard, con su exquisita sensibilidad, nos ofrece sus visiones sobre los árboles cubanos, para lo cual logró convocar a un grupo selecto de creadores que apoyaron su empeño como investigadora. Al dar a la imprenta este hermoso libro, la autora parece invocar el legado de sus coterráneos para expresar su cla­mor a favor de la conservación del medio ambiente, estrechando los vínculos entre arte y naturaleza. A su vez, nos deja un testimonio ferviente de su amor a Cuba y a sus gentes.

Leal Spengler, E. (2017): “Cuba, naturaleza y arte”, en Aeterna Sapientia. Ediciones Boloña: La Habana, pp. 203-204.

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