Septiembre 8, 2021
Hace poco más de un mes, la Unesco declaró Patrimonio Mundial a once grandes balnearios europeos localizados en siete países. Se tratan de Baden bei Wien, en Austria; Spa, en Bélgica; Karlovy Vary, Františkovy Lázně y Mariánské Lázně, en República Checa; Vichy, en Francia; Bad Ems, Baden-Baden y Bad Kissingen, en Alemania; Montecatini Terme, en Italia; y Bath, en Reino Unido.
En el texto que acompañó la declaratoria se enfatizaba que los seleccionados son un testimonio excepcional de las más modernas, dinámicas e internacionales ciudades balnearias que alcanzaron su apogeo en el viejo continente a principios del siglo XVIII y hasta la década de 1930. Gracias a los fines terapéuticos de sus aguas, estas ciudades adquirieron un gran prestigio al conjugar la hidroterapia con actividades de ocio, en un entorno formado por parques urbanos, paseos, teatros, casinos, salas de conciertos y otras instalaciones complementarias. Por ello, el comité del Patrimonio Mundial de la Unesco expresa que fueron catalizadores “de un modelo de organización espacial dedicado a funciones curativas, terapéuticas, recreativas y sociales”.
La hidroterapia alcanzó su mayoría de edad en el siglo XIX. Los médicos prescribieron las aguas minero-medicinales para un sinfín de patologías. Estas se emplearon en bebidas, duchas, baños y vapores, por lo que las instalaciones se complejizaron de recintos sencillos a dependencias modernas y sofisticadas. Es pertinente precisar que cada estación balnearia curaba enfermedades específicas. Su declive vendrá tras la Primera Guerra Mundial, asociado al desarrollo de fármacos potentes y de acción rápida. A partir de entonces los balnearios serán lugares donde el agua mayormente tendrá una dimensión lúdica y placentera.
Si bien la cura termal es la esencia balnearia, debemos contemplar que entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XX a las ciudades balnearias también se acudió en busca de un cambio de ambiente, con el fin de reponer la salud quebrada. Buena alimentación, paseos por hermosos paisajes, tiempo de ocio y charlas amistosas, en un entorno en que se atenuaban las normas sociales producía un efecto beneficioso; de ahí que se haya subrayado su imagen como espacio de veraneo. Es esta la imagen que nos ha llegado a través de la literatura, el cine y la pintura: espacios para los amoríos, los bailes, el juego y las intrigas políticas. Baste mencionar La despedida, de Milan Kundera; La abadía de Northanger, de Jane Austen; La dama del perrito, de Antón Chéjov; Anna Karenina, de León Tolstói; El jugador, de Fiódor Dostoievski; En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; En el balneario, de Hermann Hesse; y La montaña mágica, de Thomas Mann.
La ciudad de Bath, en Reino Unido, está inscrita en la lista desde 1987, cuando se convirtió en la primera y única ciudad balneario del mundo en ostentar este título, un honor que ahora comparte. A unos 185 kilómetros al oeste de Londres, Bath se distingue por sus termas romanas. Fueron descubiertas en 1775 y son uno de los vestigios más importantes de la antigua Britania. El espectacular complejo termal se erigió entre los siglos I y V después de Cristo junto a una fuente de agua natural que mana a 46 grados centígrados. Dicen que fueron los celtas, por medio del Rey Bladud, los primeros en reconocer los beneficios terapéuticos de estas aguas. Las antiguas instalaciones se han habilitado como museo, pero en el centro de la ciudad se hallan las modernas, las Thermae Bath Spa, que fueron la meca de la alta sociedad inglesa en el siglo XIX y que hoy ofrecen tratamientos innovadores.
Las otras diez ciudades también se caracterizan por su larga tradición balnearia. Un hecho que debe contemplarse a partir de diferentes ángulos: desde la historia social de los enclaves en que se encuentras, a las innovaciones médicas y científicas, la arquitectura y el urbanismo, la cultura, las artes, la política, la antropología, la farmacología, la literatura y la hidráulica, por solo mencionar algunas de las vertientes.
Baden bei Wien, en Austria, por ejemplo, luego de 1793, fue el principal balneario de ese país. En el siglo XIX se convirtió en un espacio de reunión de la élite cultural de Europa durante la época estival, lo que impactó en su arquitectura y urbanismo. Arquitectos como Carl von Moreau, Josef Kornhäusel y Otto Wagner diseñaron casas, palacios y plazas. Entretanto, Vichy no solo adquirió fama por mito de sus aguas minerales casi milagrosas, sino también Napoleón III alentó la construcción de un pequeño París con alma de balneario, al elegirla como su lugar de descanso entre 1861 y 1866. Parques, bulevares, paseos cubiertos, hoteles, casinos y teatros componen el idílico paisaje urbano.
Las aguas carbonatadas de la ciudad belga Spa le ha hecho reconocida desde la Antigua Roma. Por ello, hay quien dice su popularidad es la causante de la introducción del sustantivo ‘spa’. En la centuria decimonónica el complejo se transformó en un moderno balneario. A su vez, Montecatini Terme es el centro termal por excelencia en la Toscana. Junto a la huella arquitectónica dejada por Cosme I de Médici, está la de Verdi Rossini, Puccini y hasta Christian Dior.
Alemania y República Checa suman tres exponentes cada uno a la lista de ciudades balnearias reconocidas por la Unesco. A los pies de la Selva Negra, Baden-Baden es el balneario alemán más famoso, la capital de verano de Europa durante la Belle Époque. Bad Ems es otra de las ciudades termales históricas, residencia de verano de diferentes monarcas europeos y artistas en el siglo XIX. Bad Kissingen, a su vez, logró una amplia fama como balneario por sus minerales y lodo.
En Karlovy Vary, ciudad checa a unas dos horas de Praga, se encuentran 13 fuentes minerales beneficiosas para el aparato digestivo, la diabetes, la obesidad, entre otras enfermedades. Según dice la leyenda esta ciudad fue fundada por Carlos IV (de ahí su nombre) en el siglo XIV, quien habría descubierto fortuitamente la magia de sus aguas durante una cacería. Paganini, Casanova o Mozart fueron clientes habituales. Mariánské Lázně es uno de los grandes secretos termales checos. Personalidades como Chopin, Goethe o Wagner fueron sólo algunos de sus asiduos. Františkovy Lázně es la ciudad más pequeña del triángulo de las ciudades balnearias de Bohemia Occidental. Fue el primer balneario de turba del mundo; baños de lodo obtenido en los bosques circundantes con fines terapéuticos. A su vez, mantiene un vínculo histórico con las mujeres, pues ellas lo visitaban en solitario en busca de remedios a la infertilidad.