iv coloq feb 4, 2022

Continúa el encuentro con las presencias europeas en Cuba

iv coloq feb 4, 2022

Marzo 4, 2022

 

En el día de ayer transcurrió la segunda jornada del IV Coloquio Presencias Europeas en Cuba que se desarrolla en nuestro Centro y que tiene por tema Repercusión de los conflictos bélicos en Cuba en la primera mitad del siglo XX. La jornada estuvo compuesta por cuatro paneles, dos de ellos dedicados a la Primera Guerra Mundial desde diferentes aristas, y los otros, al conflicto de la Guerra Civil Española.

El acercamiento a la Primera Guerra Mundial y su impacto en Cuba fue el eje principal del panel integrado por las Lic. Tatiana Guerra Hernández y Laritza Iglesias Docampo y el Dr. Jorge R. Ibarra Guitart. Los estudiosos abordaron en las asociaciones civiles de la isla y su relación con este conflicto, así como la labor de Cosme de la Torriente en las relaciones entre Francia y nuestra Patria, respectivamente.

Investigadoras del Oriente cubano no pudieron asistir al evento de forma presencial, sin embargo, presentaron sus ponencias mediante la tecnología digital. Dos de ellas versaron sobre el accionar de Santiago de Cuba durante la Primera Guerra Mundial: la Dra. María Cristina Hierrezuelo Planas hizo referencia a la solidaridad brindada por esta provincia, mientras que la MSc. Edilina Chacón Campbell analizó la inmigración de Jamaica a Cuba desde la visión de la súbdita británica de ese país en dicho territorio cubano. Por otra parte, la Dra. María de la Caridad García Salgado y la MSc. Yenia Batista Estupiñán problematizaron acerca de los inmigrantes españoles en el sector de la minería en el Oriente cubano.

El pensamiento de Orestes Ferrara en el marco del mencionado conflicto bélico quedó referenciado en el siguiente panel, por los MSc. Darianna Hernández Pérez y Humberto Sainz Cano, y la Dra. Leonor Amaro. Se analizaron textos de su autoría, así como su protección en la diplomacia de la Cuba republicana. A lo largo de su vida, Orestes Ferrara logró el equilibrio de principios e intereses, de ahí que fuera partidario de la circularidad entre servicios, bienes y personas. Siendo un sujeto de óptica liberal, tenía una posición contraria a todo movimiento revolucionario radical. Sobre la juventud inmersa en la contienda afirmaba que “la llegada de los jóvenes universitarios a la guerra implicaba la llegada de la cultura universal”.

La sesión de la tarde estuvo dirigida por el Dr. Yoel Cordoví, quien, junto a las MSc. Danna Pascual, Elizabeth López, Mirialis Cáceres, la Dra. C. Dolores Guerra y la Lic. Mireya Cabral, moderó el debate a propósito de la Guerra Civil Española y su resonancia en Cuba. Uno de los trabajos presentados estuvo dedicado a la vida de Pablo de la Torriente Brau y su despliegue intelectual, en tanto evidencia la relación de la literatura en conjunción con la política. Asimismo, se dialogó sobre el impacto de la Universidad del Aire y la presencia del exilio republicano español en sus disertaciones culturales. El panel concluyó con el papel de los matanceros que combatieron directamente contra el franquismo.

El colofón de esta segunda jornada del Coloquio fue realizado por los ponentes MSc. Arantxa Fernández, la Lic. María del Pilar Pittaluga en sustitución del Lic. Henrique Sanfiz y el Lic. Jorge Domingo, quienes compartieron acerca de los vínculos entre Cuba y Galicia en el escenario de la Guerra Civil Española. La influencia de esta región en el país se hizo notable durante la centuria pasada, legando a los cubanos una serie de concepciones filosóficas e ideológicas extraordinarias.

La complejidad con la que los intelectuales desarrollaron sus investigaciones y la minuciosidad de las mismas aseveró el rigor científico presente en esta nueva entrega del Coloquio.

coloquio mar 2 2022

Repercusión de los conflictos bélicos europeos en Cuba en la primera mitad del siglo XX

coloquio mar 2 2022

Marzo 3, 2022

Fotos: Néstor Martí

 

En el día de ayer, nuestro Centro abrió sus puertas a la IV edición del Coloquio Presencias Europeas en Cuba, evento científico que contribuye al intercambio de conocimientos entre diversos investigadores de todo el país. En esta ocasión, la temática central del evento gira en torno a la repercusión de los conflictos bélicos europeos en Cuba durante la primera mitad del siglo XX.

Con la presencia de Perla Rosales, Directora General Adjunta de la Oficina del Historiador de La Habana, directivos de la propia institución y otros distinguidos invitados como el Excelentísimo Señor Roberto Vellano, embajador de Italia en la isla, se realizó la apertura del evento, cuyas palabras de bienvenida fueron pronunciadas por Onedys Calvo Noya, directora del Palacio del Segundo Cabo.

La especialista expresó que por fin pudo concretarse la realización del Coloquio luego de dos años postergado debido a la situación epidemiológica, y que es el primero que se realiza sin la presencia física de Eusebio Leal Spengler, por lo que a él va dedicada la cita, al ser el principal gestor de estos encuentros y profundo defensor de las relaciones históricas entre Cuba y Europa, porque como él mismo afirmara “solo buscando en el pasado podemos construir el presente y proyectar el futuro”.

La convocatoria, como se expresó, ofrece una oportunidad a expertos e investigadores para reflexionar sobre el impacto de los múltiples grupos humanos que emigraron desde Europa, en la cultura de la isla. Archiconocida resulta la presencia hispana, la historia del encuentro entre ambos mundos, los conflictos entre nuestras regiones, así como los puntos de confluencia entre ambas latitudes que han marcado las relaciones culturales entre la Isla y el viejo continente desde el siglo XV hasta la actualidad. Es por eso que cada uno de estos encuentros permite profundizar, aún más, en esta estrecha relación, riquísima en acontecimientos y sucesos.

Se pretende reflexionar sobre tópicos esenciales que permitan entender las continuidades y rupturas en el tránsito de ideas y personas entre el viejo continente y el archipiélago cubano a raíz de la radicalización de los conflictos en el campo político e ideológico de Occidente.

Asimismo, los trabajos plantean interrogantes y análisis, teniendo en cuenta las relaciones diplomáticas, la historia económica, el arte y la literatura, la circulación de ideas y representaciones, la educación, las migraciones, el rol de la mujer, el asociacionismo, la ciencia y la tecnología, y la institucionalidad.

La primera intervención fue la conferencia magistral dictada por el doctor Sergio Guerra Vilaboy, titulada América Latina durante las dos guerras mundiales. En ella el historiador apuntó que la apertura del evento se realiza en medio de complejas circunstancias en que hoy vive el mundo; una situación que puede irse de las manos y convertirse aún más en una tragedia, y sobre todo con el desarrollo armamentista que existe actualmente. De esta forma dio paso a un análisis pormenorizado de la situación de América Latina en el contexto de las guerras mundiales apuntando que, aunque nuestra región no fue escenario directo de estos acontecimientos bélicos ocurridos en la primera mitad del siglo XX, sí recibió y sufrió grandes consecuencias.

El primer panel del encuentro fue “Reflejos de los conflictos bélicos europeos en la prensa cubana” y fue moderado por la Doctora Magda Resik Aguirre, directora de Comunicación de la OHCH, quien igualmente aseveró que estamos viviendo tiempos de confrontaciones bélicas que estremecen al mundo y tienen consecuencias desde el punto de vista social, económico, político, pero sobre todo humano, y que hablan de correlaciones de fuerza, de ambiciones, de las injusticias del mundo en que vivimos:

Precisamente, en este panel abordaremos cómo son tratados estos temas desde el periodismo a lo largo de los años; un asunto muy interesante porque la prensa ha sido, incluso, constructora de conflictos bélicos y hemos vivido episodios de manipulación mediática. Y también desde Cuba y desde sus medios de prensa del momento hemos vivido en siglos pasados otros episodios bélicos internacionales. De las investigaciones que presentaremos hoy es interesante conocer cómo la prensa manipuló en ocasiones los hechos.

Sobre este tema resultó interesante la deconstrucción de diferentes sucesos en publicaciones cubanas de la época, así como la periodización de artículos relacionados con la guerra civil española en algunas revistas. Fueron presentadas las ponencias La Guerra Civil Española: una mirada desde la revista Bohemia, por la doctorante Alicia Conde rodríguez; El problema religioso durante el Bienio Progresista: imaginario en el periódico cubano Diario de la Marina (1931-1933), de la MSc. María del Carmen Alba Moreno y MSc. Yordan Palomo Molina; Cuba y la causa de los aliados de la Entente Cordiale en la I Guerra Mundial vista y analizada por la revista Bohemia (1914-1918).

En la sesión de la tarde, estuvo el panel Conflictos bélicos europeos de la primera mitad del siglo XX en el quehacer de la Fundación Fernando Ortiz, moderado por la Lic. Marjorie Peregrín Avalo. El MSc. Lázaro Castilla, vicepresidente de la Fundación presentó, en nombre de Miguel Barnet, la ponencia Aproximación desde una perspectiva antropológica al impacto de los conflictos bélicos europeos en Cuba durante la primera mitad del siglo XX. También estuvieron las conferencias Vínculos de la derecha histpano-cubana y el alto clero católico con Francisco Franco durante la Guerra Civil Española, por MSc. Yordan Arazo Reyes; La revista cubana de antropología CATAURO y el análisis de conflictos ideológicos europeos con relación a Cuba, por Lic. Yohandry Manzano Castillo; La colección Mapas Etnográficos de la Fundación Fernando Ortiz como reflejo de los exilios en la presencia europea en Cuba, por MSc. Luis Edel Abreu Veranes.

Asuntos como las Asociaciones Círculo Español Socialista e Izquierda Republicana Española ante el desarrollo de la Guerra Civil en España; los refugiados hebreos del fascismo y sus aportes a la vida comunitaria y nacional; la mujer cubana en la lucha contra la guerra, la intervención y el fascismo en los años 30 y 40 del siglo XX; accionar solidario de Santiago de Cuba durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial; continuidad y ruptura en el tránsito de ideas y personas entre Italia y Cuba luego de los conflictos bélicos europeos vistos a través de una historia familiar, serán tratados durante los días de realización del evento.

Otros tópicos a abordar también son la Primera Guerra Mundial desde la óptica de la cultura en Cuba; Primera Guerra Mundial e inmigración de Jamaica a Cuba; la crisis española de 1917 vista por el “Diario de la Marina”; aproximación desde una perspectiva antropológica al impacto de los conflictos bélicos europeos en Cuba durante la primera mitad del siglo XX, por solo citar algunos.

La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, en el marco del proyecto de Cooperación Internacional “Gestión integral participativa y sostenible para el desarrollo local del Centro Histórico y la Bahía de La Habana”, auspiciado por la Unión Europea y el Ayuntamiento de Barcelona, organiza el IV Coloquio Presencias Europeas en Cuba, que se extenderá hasta el próximo viernes 4 de marzo.

 

[Ampliación del artículo publicado en Habana Radio: http://www.habanaradio.cu/culturales/repercusion-de-los-conflictos-belicos-europeos-en-cuba-en-la-primera-mitad-del-siglo-xx/]

El 24 de febrero

El 24 de febrero

El 24 de febrero

El 24 de febrero

Febrero 18, 2021

Eusebio Leal Spengler

Fragmento de la intervención especial en la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional por el centenario del inicio de la Guerra de Independencia. La Habana, 24 de febrero de 1995.

 

Con la visible dificultad con que asciende quien ha de encender la llama en lo alto de la montaña para rendir tributo, me corresponde (…) dirigir unas breves palabras en homenaje al 24 de febrero de 1895, la fecha excepcional que nos convoca, en el día feliz en que las generaciones aquí reunidas hemos podido estar presentes para celebrarlas, bajo el cielo y sobre el suelo de nuestra patria. Y es también homenaje justo y necesario al hombre grande y sobresaliente, José Martí, a quien ningún superlativo puede alcanzar en los méritos excepcionales que contrajo ante Cuba, América y el mundo por organizar al pueblo cubano, dentro y fuera del país, para conducirlo a la que él llamó la Guerra Necesaria, luego de haberla considerado inevitable.

Pensar en el 24 de febrero es imposible sin buscar sus antecedentes en la historia fecunda y hermosa de nuestro pueblo. Tendríamos que sentirnos, y nos sentimos, profundamente orgullosos de esa historia. En la medida en que estamos orgullosos de ella, se nos respeta y estima; en la medida que la desoímos o la olvidamos nos hacemos pobres, con una pobreza superior a la carencia de todo bien material: la pobreza del espíritu. (…).

Mucho más de cien años atrás, los cubanos comenzaron a luchar por su independencia con gran denuedo y sacrificio. Imposible sería mencionar en el día de hoy a todos los que se inmolaron por esa causa justísima; imposible sería recordar, uno a uno, a las mujeres y a los hombres que, en gesto magnífico dejaron toda la expectativa personal, todo deseo humano, y se consagraron con alegría, con pasión y con dedicación a servir a una, madre superior, a una amada superior, como aquella a la que cantaba en sus versos conmovidos el insigne poeta de Oriente, José María Heredia. Él nos ha enseñado con sus versos excelentes y nos ha imbuido ese extraño amor. El propio Martí, si acaso no fue él precisamente, le atribuye a Heredia haber llenado nuestro espíritu y sembrado en nuestra alma ese amor conmovido por Cuba.

Fue también el dolor solitario de la masa enorme, inmersa, silenciosa e ignota de los esclavos que vinieron a Cuba, desde los confines de África, para colmar las plantaciones azucareras o el silencio de los cafetales; que trabajaron de sol a sol y dejaron con sus lágrimas y con su sangre, pero también con su rebeldía y con su esperanza, una cuenta que saldar, una epopeya venidera que libar para que otros hombres no fuesen a su vez esclavos. Por tanto allá, en el horizonte de los tiempos, cuando se empezó a pensar en Cuba como algo diferente y como algo que existía y que latía, en las circunstancias de ser nosotros parte de imperio colonial distante, comenzaron muchos a pensar en la posibilidad de la independencia, de la libertad futura. Y en el esfuerzo de aquellos dolorosos esclavos, arrebatados a la naturaleza, a su tierra africana, se unió en muchas ocasiones a los cubanos criollos que, como Román de la Luz y Frasquito Agüero, estuvieron entre los primeros en levantar su voz, en conspirar bajo el silencio de las logias y en soñar con ese futuro promisorio.

La lucha de los esclavos, que es enunciadora de un futuro de grandes convulsiones para Cuba, tiene y tendrá como paradigma a José Antonio Aponte, de quien se sabe poco y, sin embargo, con su valor personal y con su capacidad (que en el tiempo la entendemos mucho más amplia de lo que la propia historia la ha concedido) fue de gran significación para sus contemporáneos, allá por el año 1812, antes de que su cabeza se exhibiera públicamente como escarnio para todos aquellos que soñasen con la libertad. Pero fueron muchas e incontables las conspiraciones. Cuando América fue independiente y en algún confín del continente alguien pensó generosamente en Cuba, surgieron entonces las conspiraciones o las logias secretas Gran Legión del Águila Negra, Soles y Rayos de Bolívar, La Cadena Triangular y La Mina de la Rosa Cubana, por solo evocar algunas.

(…)

Durante todos estos tiempos, en el carro de la ciencia y de la cultura, en las artes del trabajo, en la misma fusión natural del pueblo, de las etnias distintas de la hispanidad (negros africanos y otros grupos humanos que convergieron en la isla), se fue amalgamando y reuniendo un criollato ávido de cambio y transformaciones, que dividido por la brutalidad de las relaciones sociales imperantes se escindía, eso sí, en poseedores y desposeídos, en ricos y pobres, en libres (supuestamente) y en esclavos. Pero en la medida en que se levanta el siglo, mientras los filósofos en el siglo de sus cátedras, las maestras y maestros en el aula, y en los demás pensadores sociales van diseñando cual podría ser el futuro, la salida para el inmenso dilema que parecía apuntar al porvenir, también avizora una división, se avizora una interpretación disímil de como hallarle solución a la cuestión cubana.

A fines del siglo XVIII ya era evidente la presencia de una escuela del pensamiento. No es extraño que el insigne presbítero Félix Varela y aun Agustín Caballero, gran filósofo y sacerdote como aquel, pensaran necesariamente en la patria y que en sus expresiones apareciesen ya, con brillo propio, la palabra patria y el nombre de Cuba, unidos a manifestaciones de criollez y cubanía que iban desde mencionar la naturaleza o la poesía hasta las relaciones humanas y efectivas.

Todo parecía inclinar a la comprensión de que en medio de esta masa heterogénea se estaba produciendo en el Caribe, se estaba acuñando en condiciones muy difíciles, un pueblo. Y en circunstancias geográficas angustiosas: demasiado cerca del sur norteamericano y demasiado distante, a pesar de la proximidad, a los pueblos latinoamericanos que ya habían alcanzado su independencia y comenzaba la aventura republicana.

Cuba comenzaba a engendrar su esperanza. No existía en nuestra tierra, como en otros pueblos del continente, la masa indígena mayoritaria con sus culturas, con sus cantos, con sus lenguas, con sus curiosos vestuarios, con sus tradiciones, milenarias, con sus conocimientos de astronomía y de ciencias exactas de observación del mundo y la naturaleza, con sus teologías propias. No habíamos asistido, de hecho, a la forja de una identidad tan compleja y rica como la que se vio en México colonial o virreinal, en el Perú, en Centroamérica o en otras posesiones españolas. La cultura de las islas se levantaba sobre la huella perdida y extraviada del indio, sobre el infinito dolor de los esclavos inmigrantes, sobre la pugna de los conquistadores europeos por alcanzar riqueza y fortuna, salir adelante y, muchas veces, regresar a la patria distante.

En el siglo XIX se hizo aún más explosiva la situación social. Hechos continentales y europeos infundieron nuevas razones al sentimiento cubano; acontecimientos de carácter planetario que marcaron una transformación en la interpretación de la historia, influyeron también en Cuba: la gloriosa Revolución Francesa, la propia rebeldía de las colonias norteamericanas contra su metrópoli inglesa y la insurrección de los esclavos en Haití, que se proyecta sobre Cuba. Todo ello, unido a la poderosa Revolución Industrial y sus reflejos sobre la producción azucarera y su industria, trajeron para Cuba pasiones aún más enconadas y más lúcidas reflexiones en cuanto al futuro. El pensamiento cubano se escindió y apareció con toda nitidez una escuela, o un grupo, que soñó con que la salvación de sus intereses de clase estaba en poner a Cuba como una estrella más de la constelación del sur norteamericano (…).

Otro grupo más valeroso y más definido en su pensamiento, sabiendo el precio que pagaría por sus ideas, tuvo como mentor al padre Varela, (…) aquel que había bebido de las fuentes mismas de la filosofía y del pensamiento cubano; el hombre de la esperanza, el hombre sonriente, el orador conmovido, el representante de Cuba en aquellas cortes memorables de 1823 reunidas en España.

Más allá de Varela, más allá de su expulsión de España luego de restaurarse el absolutismo, más allá de su proscripción, sobreviene en Cuba el nacimiento, en cuna ignota, de un niño que nace en casa de inmigrantes, en un hogar modesto y pequeño pegado a las murallas, apenas un mes antes de la muerte de Varela. Cuando este cerraba los ojos en San Agustín de la Florida, el 18 de febrero de 1853, no podía saber, claro está, que en La Habana, en la populosa y grande Habana, había nacido el poderoso continuador de sus ideas (…).

Vivía los años de su último esplendor el Seminario de San Carlos y allí, en la casa de los filósofos, brillaban hombres tan sobresalientes como Escobedo, orador; Rafael María de Mendive, maestro de José Martí adolescente; el propio Domingo del Monte, que ahora se iba de nosotros como José Antonio Saco en su día, cuando un representante del poder, tintineando sus espuelas y sus armas, entró en el aula de clases a comunicarle su expulsión de Cuba. Todos estos talentos brillaban, pero brillaba uno por sobre todas las cosas, (…) aquel que al despedirse del mundo en 1862, sostenido por sus alumnos, renovaba su fe en el futuro; aquel que cada sábado y cada fin de curso formaba con su magisterio una escuela de pensamiento cubano, de lealtad; aquel que había puesto como divisa suprema para los jóvenes que educaba, la fidelidad a lo que él llamaba ese sol del mundo moral: José de la Luz y Caballero, don Pepe.

Por tanto, vemos cómo las tradiciones cubanas: la que busca la anexión, la que busca la independencia y la que busca reformas políticas, porque no se atreve a pagar el inmenso precio con que ha de conquistarse la libertad verdadera, convergen en el momento que viene al mudo Martí, en el momento de la crisis suprema del sistema, en el momento que el mundo también estaba cambiando, en el momento que las repúblicas de América sentían que con la indecencia primera no habían alcanzado todavía la plenitud del ejercicio de la soberanía soñada, del Estado de Derecho, de la riqueza materia , porque habían quedado intactos en muchas ocasiones, los privilegios del tono y del altar.

(…) En Cuba, mientras tanto, asciende la época con dureza, asciende la época con contradicciones, asciende la época demostrando la inviabilidad de que continúen las cosas tal y como están en el sistema político, gubernativo y social. Las ideas morales y aun los sentimientos más puros del alma nacional contradicen la tragedia que se vive: la esclavitud es como una lacra que corroe y quema el alma cubana.

Y por eso en 1868, cuando una campana convoca al pueblo cubano en el patio de un ingenio, ¿dónde sino allí podía ventilarse el primer pugilato por la libertad de Cuba?

En un ingenio levantaría por primera vez su voz el amo para mandar en nombre de sus derechos y por primera vez un libertador convocaría a los hombres blancos a unirse con los hombres negros, a los cuales, de una sola fuerza de su decisión, arrebataría no ya la cadena de sumisión, sino que les entregaría virtualmente, con su libertad, el derecho a combatir por ella. Y ese día, el 10 de octubre, el día miliar, el día clave, el día que se colocó la piedra fundamental del arco, un hombre grande, un hombre cuya magnitud humana los cubanos debemos aquilatar en su justo mérito, aquel que tuvo el derecho de precedencia, aquel que se atrevió al desafío, aquel conspirador que se había formado como muchos de sus contemporáneos en la escuela de la fe y de la confianza en el futuro, de esa manera tenaz y al precio de los más altos sacrificios, como padres de una patria nueva.

Qué decir de aquellas pruebas, de aquellos dolores de la familia cubana, de los macheteos sigilosos a los campamentos; de los hombres, mujeres y niños que fueron ahorcados, como ejemplo aleccionador, en las vueltas de los caminos. Qué decir de aquel Céspedes tremendo, ya no presidente, pero siempre, siempre héroe, que antes de renunciar a sus ideas y sus principios  acepta, sin vacilar, la decisión del adversario de fusilar a su hijo Oscar; aquel Céspedes que ahora asciende vigoroso, con la última luz de la vida, revólver en mano, el peñón de San Lorenzo, para descender por el farallón el 27 de febrero de 1874 con sus ideas, intacto en sentimientos, con los ojos grandes y abiertos.

Todo esto y más fue la guerra de Cuba; esta es su leyenda, esta su historia, estos sus héroes. Y al final, al final de tanta batalla, de tanta lucha, como ha ocurrido no solo con nosotros, sino en la historia de tantos pueblos de este continente y del mundo, la victoria no fue nuestra. Pero hubo algo superior a la victoria misma: la tradición que había nacido, el espíritu nacional que se había formado, la poesía interna que los cubanos tenían como leyenda futura, como canto de gesta, como necesaria historia de contar (…). Precisamente ante lo imposible, ante el quebranto y la decepción, sobre la base de los sólidos valores morales, un hombre de apenas 33 años (…), sería quien bajo los mangos de Baraguá pronuncia ese ¡No! determinante, que excedía las posibilidades militares y, sin embargo, estaba apuntando a los más altos valores de la dignidad cubana (…).

En ese acto de Maceo en Baraguá, que Martí leería años después y diría, al recorrer esos apuntes, que estaba ante la más hermosas de todas las páginas de la historia de Cuba, podemos hallar, junto a los hechos anteriores, el fundamento del 24 de febrero de 1895. Sin esa historia previa, sin esas contradicciones, sin esos enormes sacrificios, la historia de Cuba no sería la que es. Y sobre esa base, sometido a análisis, punto a punto, lo que había significado la Guerra de los Diez Años, valorando el sentido de la nación y su enlace verdadero, Martí edificó su obra, su poética, su labor tremenda.

No insistiré en detalles de su biografía; diré solamente que estamos ante un hombre excepcional, ante un dirigente que en plena juventud es capaz de consagrarse con la más hermosa, con la más confiada y con la más absoluta fidelidad al destino que parecía ser en él predestinación. Y este Martí que no había combatido en guerra grande, pero que había sufrido los dolores del presidio; (…) este Martí, que se convertirá en España, desde lo alto de las gradas del parlamento, en el que escuche después de haber inflamado el corazón de muchos de aquellos ponentes de las cortes con sus palabras y con sus testimonios, en verdad desgarradores, este Martí será el que expulsado, el que deportado de Cuba, tras aquella prisión dura y tremenda sufrida en los primeros años de adolescencia, se convertirá más tarde, precisamente, en ese dirigente, en ese conductor.

No era un hombre fornido, no era un hombre de gran estatura, no era un hombre que sobresaliese por nada externo. Había en él luz misteriosa, había en él una vocación, había en él una voluntad. Y por tanto, superando el dolor de sus heridas físicas, no acepta el odio para edificar sobre él sus ideas, sino que se consagra a una obra, de análisis primero y de unidad y preparación después, en consecuencia de la cual celebramos el día de hoy (…).

Martí adquiere prestigio, pasa a ser de último al primer orador en las conmemoraciones cubanas (..). Ese hombre elaboró lo que parecía imposible: la unidad de los cubanos, la perla más preciosa, la rosa de Elil, la que nos mantiene esta noche en esta sala, la unidad de la nación cubana. Él fue el autor; él pasó por encima de las discrepancias, de los personalismos, de las visiones locales, de los héroes de la patria chica, para unir amando, para unir levantando, para unir exaltando los valores raigales y profundos de Cuba.

(…) Cuba era entonces Martí. Él logró unir a Gómez y a Maceo; él logró restablecer la fe en el futuro predecible; él logró reanimar el sueño de la utopía; él se apoyó en el 10 de octubre de 1868 y en el 27 de febrero de 1874, así como en el campo sagrado y distante de Jimaguayú; él analizó el drama de Guáimaro; él restituyó los valores cubanos sin tan solo dejar un cabo. Todo lo que fue salvable, digno e importante para la historia de Cuba, lo mostró en sus páginas, lo dio en sus versos, lo escribió en sus discursos políticos y en sus trabajos admirables, lo entregó como lectura a los niños de América en las máximas, sentencias y pensamientos reunidos para su primorosa revista La Edad de Oro.

Ese Martí hombre, ese Martí político es también el Martí conspirador y organizador que prepara sigilosamente, ordena el exilio, ordena dentro de Cuba y funda un partido político con el cual la lucha cubana asciende a una etapa superior. Se da cuenta de que las revoluciones no pueden surgir del voluntarismo, ni siquiera de una dirigencia brillante, de que para una idea revolucionaria es indispensable tener una base, una estructura necesaria. Y de esa pasión creadora surgirá la obra más hermosa: el Partido Revolucionario Cubano, un partido de la nación, (…) un partido de la unión en un país otrora dividido (…).

(…) Entonces, cuando todo estuvo listo y preparado, cuando la crisis en el interior de Cuba fue evidente, cuando la situación política internacional pareció mejor recomendarlo, desencadena su proyecto. Supera aún el revés de Fernandina, cuando todo parece perdido, y toma la opción que todo hombre de revolución tiene, que todo dirigente verdadero prevé: usar un plan alternativo.

Y detona en Cuba la lucha armada que el 24 de febrero de 1895 florece como reguero de estrellas de Oriente a Occidente, en la legal acción de su amigo, el joven letrado Juan Gualberto (…).

Juan Gualberto Gómez va a Ibarra con Antonio López Coloma para levantarse en armas, pero a esa misma hora en que estamos aquí reunidos, allá en Santiago de Cuba, el grande Guillermo Moncada cumple su palabra y sale también con sus huestes; otros salen a El Cristo, otros suben a El Cobre, otros tantos se alzan en Bayate y Baire. También en Guantánamo se levanta Periquito Pérez. ¡Qué sería de esta historia sin ese héroe, que rescata a los extraviados, que sostiene la fe! ¡Qué seríamos sin Jesús Rabí! ¡Qué seríamos sin Bartolomé Masó!

Estos son los hombres de este día y estas son las sombras que nos acompañan esta noche, sombras luminosas a las cuales apelamos en esta hora difícil en Cuba (…) Ahora que la nación cubana está unida en esta sala, ahora que el pueblo cubano escucha, ahora que los cubanos escuchas en todas las latitudes del planeta las palabras que esta noche han de decirse, suene de nuevo con su eco poderoso esta campana, vuelva a sentirse en Alcancía, en Triunvirato y en los viejos cafetales solitarios a la voz de los negros que se levantan para decir: ¡Esta patria en nuestra!

¡Que vuelvan a sentirse los brazos de los macheteros detenerse en su faena para ser convocados a convertirse en solados de la libertad!

¡Levántense de su tumba, generales!

(…)

¡Vuelvan a hacer sonar sus cítaras los poetas de la patria!

¡Vuelvan las mujeres a bordar sus banderas!

(…) Si fuese posible meditar en los símbolos y en los nombres por los cuales hemos luchado por más de un siglo, recordemos que los cubanos han luchado con cuatro consignas unitarias y definitivas: Patria y Libertad, Libertad o Muerte, Patria o Muerte y Socialismo o Muerte. Quitemos por un instante la alternativa de la muerte, que es compañera necesaria y amiga de la vida, y quedarán solos, vitales y luminosos, los tres valores por los cuales estamos dispuestos a vivir: ¡Patria, Libertad y Socialismo!

 

[Tomado de Leal Spengler, L. (1996): “El 24 de febrero”, en La luz sobre el espejo. Ediciones Boloña, La Habana, pp. 9-23]

Patria Amada feb 4, 2021

Patria Amada

Patria Amada feb 4, 2021

Febrero 4, 2022

 

[Discurso pronunciado por el Dr. Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana, el 17 de junio de 2005, en el centenario de la muerte del general Máximo Gómez Báez.]

 

El 17 de junio de 1905, a la caída de la tarde, se extinguió la vida del mayor general del Ejército Libertador de Cuba, Máximo Gómez Báez. Quien había luchado con tanto encono y desafiado al enemigo en las más rudas y temerarias acciones, cedía a una enfermedad imposible de superar. En su casa de El Vedado, frente a un parque y plaza inundados de pueblo y admiradores, moría rodeado por sus familiares: su esposa amantísima e hijos, a los que sumaban aquellos que habían respetado sus grandes virtudes como militar, pensador y ser humano.

Viéndolo en el tiempo, nos asombra que haya declinado tan joven aquella fuerte naturaleza, pues aún el generalísimo no había cumplido sus 70 años. De ellos, la parte más lúcida, más poderosa, más enérgica de su existencia, la dedicó con consagración y perseverancia a batallar por la causa de Cuba, y no solo por ella. En memorable sentencia, motivada quizás por el ríspido dolor de la injusticia, exclamó una vez: “Cuando vine a Cuba no lo hice solo por este pueblo minúsculo, sino porque creí que sufría y luchaba por la Humanidad”.

Hijo de la República Dominicana, fue su cuna un pueblecito llamado Baní (…). El joven Gómez, (…) con apenas 19 años de edad, se incorpora a las milicias para defender la joven República Dominicana de la invasión haitiana. (…) En efecto, como garantía de una posibilidad de paz futura, algunos líderes dominicanos habían tomado como remedio la protección económico-militar de la potencia colonial. Pero una parte del pueblo no aceptó el compromiso y, desde el primer día, pulularon las guerrillas. (…) De aquí, de nuestra isla, partieron y volvieron –derrotadas– las fuerzas españolas, trayendo en sus filas a aquellos dominicanos que, en su momento de obnubilación y error, siguieron una bandera equivocada.

Pasaron los años y aquellos dominicanos radicados en Cuba sintieron también sobre sus espaldas el peso ignominioso de una esclavitud que no era solo de los hombres negros. (…) Sería de ellos solo Máximo Gómez quien recorrería el largo camino de casi 30 años de bregar revolucionario.

Según él mismo relataría, fue en casa del hacendado bayamés Eduardo Bertot y Minet, donde por primera vez escuchó sobre los planes de una vertebrada conspiración contra el dominio de España. Fascinado y dispuesto a secundar los planes del patriota, cumpliría su palabra cuando, el 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes lanza su grito de independencia en La Damajagua.

(…) Al frente de un puñado de valientes, tocó a Máximo Gómez disputar otro paso del Cauto –las cuchillas de Palma Soriano– a las tropas enemigas comandadas por el general Campillo. Gracias al dominicano, en ese combate –conocido como Ventas de Casanova– los cubanos levantarían por primera vez la guámpara acerada para descargar con fuerza sobre los bravos soldados coloniales. Había nacido la carga al machete, ese procedimiento bélico que, empleado en la vecina Santo Domingo en la lucha contra los invasores de Haití, primeramente, y después durante la Restauración dominicana, alcanzó en nuestras tierras una dimensión mayor en la combinación del binomio machete-caballería.

(…) Ante la pérdida del paladín de la vergüenza, del pensador inmenso, del legislador de Guáimaro, del solado afortunado del Cocal del Olimpo y de la Torre de Colón, el presidente de la República en Armas lo había convocado para que tomara el mando en el Ejército del Centro, afianzado en esa provincia. Con doce hombres, a los que llamó Los Apóstoles, Gómez acude desde las montañas orientales al llamado de Carlos Manuel de Céspedes y superando el posible resentimiento de un anterior malentendido responde: “Aquí tiene, Presidente, a su viejo soldado”.

Atraviesa las líneas cubanas, remontando el río Jobabo, cuando salen las tropas camagüeyanas con el dolor infinito de la pérdida de su ídolo, a quien llamaban El Bayardo. Y cuando dan el: Quien vive y el jefe de la división responde: el Mayor, corrige Gómez con voz altanera: “No, el Mayor fue uno solo y murió en Jimaguayú”. Luego, aprendería a mandar a los camagüeyanos, en aquellas bastas latitudes y montes donde la guerra y el incendio venían reduciendo a pavesas la riqueza de otrora.

Enhiesto al frente de la caballería, que se abre en dos alas, lo vemos derrochar cautela para aniquilar sorpresivamente a un contingente enemigo mucho más poderoso en Palo Seco. Silencioso, ordena para lanzar la acometida en el justo momento: “¡Ahí vienen!”

“Eso de atacar a la desbandada y triunfar, es privilegio exclusivo del cubano”, escribiría luego en sus memorias de aquel combate, uno de los más importantes de la Guerra de los Diez Años, apoyándose en las anotaciones de su Diario de Campaña.

 (…) Antonio Maceo –entonces, coronel– militaba a sus órdenes. En el ocaso de aquella gesta, se habían encontrado cuando ya era firme el convenio del Zanjón, que daba por concluida las hostilidades, pero alejaba el sueño de la independencia. Juntos pasaron la noche de despedida con sus familias respectivas (…). El general Gómez cree que ha llegado su hora de partir. (…) Fuera del país, ambos combatientes compartieron un plan de reiniciar la lucha armada.

Desde el año anterior, los cubanos emigrados desde Centroamérica y las Antillas habían tratado de convencer al antiguo jefe de la invasión para que encabezara una nueva etapa (…). En Nueva York tendría lugar el primer encuentro de Gómez con esa estrella súbita que era José Martí, pero no les fue posible entenderse; hoy diríamos que no existían las condiciones objetivas para la pretendida unidad. Cuando un proceso político de aquella magnitud se pierde, los hombres se acusan unos a los otros y hay terribles contradicciones. Solo un genio podía repararlas y ese genio era Martí, a quien un maestro cubano negro llamó Apóstol.  

Así se le vio marchar por Estados Unidos, por Centro América y por las islas caribeñas, en busca de esa unidad perdida para restaurarla. La Revolución necesita un primigenio partido político que dirigiera una guerra de liberación nacional que no debía hacerse solo con proclamas y llamamientos, sino con bases, propósitos y expectativas.

Pequeño de estatura, frágil por naturaleza, Martí llegaba al corazón de todos. Su poder de convencimiento, junto al respeto de que disfrutaba en la emigración, le permitió ejercer una influencia creciente en los líderes militares. De modo que, cuando en 1892, viaja a Santo Domingo y en la hacienda La Reforma le ofrece a Gómez la dirección de la Revolución, este último ya acepta sin titubeos lo que constituye para él un honor. Sería un momento capital dentro de la tan ansiada unidad. Este trabajo de unificación se consolidaría aún más cuando, al año siguiente, Martí visita en Costa Rica a Antonio Maceo en la casa que reproduce las delicias soñadas del San Luis oriental, donde este y la mayoría de sus hermanos vinieron al mundo.

Hacia Santo Domingo se traslada el joven Orestes, seudónimo de Martí, para reunirse con Gómez. Y desde allí parten juntos a la bartola, a la incertidumbre del mar, desde el amado peñón de Montecristi, donde firmaron el manifiesto que dio a conocer al mundo el destino verdadero y la profecía de la Revolución cubana.

Salen en la noche oscura, traicionados, superando dificultades, despojados prácticamente de nada que no fuese su valentía y sus armas personales. Las lacónicas palabras del Diario de Martí así lo atestiguan: “Izamos velas. Bote (…) Movimiento al agua. Capitán conmovido”.

El duro corazón de un hombre de mar, nacido en las gélidas tierras alemanas, se conmueve cuando aquellos hombres, dominicanos y cubanos, se aventuran en la barca.

Gómez exclama que nunca había imaginado lo que ocurre cuando un barco grande en la noche oscura deja un bote a la deriva. Perdido el timón, tomado un remo, tocan tierra cuando se abre la noche y la luna centellea sobre las montañas orientales.

“Como Colón una vez, me tiré y besé el suelo de Cuba”, recordaría el dominicano. Ansiaba volver a subir las ríspidas montañas orientales y, al abrirse ante sus ojos el caudal inefable de El Cauto, una exclamación ronca sale de lo profundo de su alma: “Cauto, Cauto, qué tiempo hace que no te veía”.

Era como si volviera a revivir el pasado, el momento en que, pasando la trocha militar inexpugnable de Júcaro a Morón, es herido en el cuello. El general español Martínez Campos, el supremo, el principal, el que tenía ideas políticas, el que trajo un proyecto de restauración para la isla insubordinada, le había pedido como recuerdo el pañuelo que usaba desde aquella herida terrible. Y Gómez le dice: “tome usted; es poco, pero es lo único que tengo”.

Con esa pobreza y humildad vivió y murió, asistió al dolor infinito de la caída del Apóstol, y con rabia y dolor escribe sobre su soledad en aquel momento trágico, cuando puso en riesgo su vida para buscar al amigo en medio del combate.

Apenas habían desembarcado, a Martí le otorgaron unánimemente el grado de mayor general del Ejército Libertador para que tuviese voto y voz en el consenso de los generales. Gómez describe su muerte con palabras duras, porque estamos hablando de hombres, sobre lo que significó aquella pérdida de amigo del compañero a quien trató de proteger, pero no le había obedecido.

Ahora debe continuar solo la organización y desarrollo de la Revolución, para lo cual se traslada inmediatamente a Camagüey tras ponerse de acuerdo con Antonio Maceo. Pero antes, ambos líderes son ratificados por el Gobierno de la República en Armas como general en jefe del Ejército Libertador y lugarteniente general, respectivamente.

Cruzan la trocha de Júcaro a Morón, primero un contingente, después el otro, y será ya casi en territorio villareño donde vencido cualquier distanciamiento, se abracen los dos colosos; ahora rodeados ya de fuerzas organizadas y disciplinadas, reparados los malos entendidos.

Están allí los generales, y cuando las jóvenes bellas traen la bandera bordada al lugarteniente general, las palabras de Maceo son conmovedoras. Besa la enseña con emoción y dice: “Yo llevaré esa bandera hacia Occidente o volveré envuelto entre sus pliegues”.

Momentos después la tropa está formada y Gómez dice con voz clara y firme la más gloriosa proclama nunca antes escuchada:

Soldados, la guerra empieza ahora. La guerra dura y despiadada (…) En esas filas que ahora veo tan nutridas, la muerte abrirá grandes claros (…) ¡Soldados! no os espante la destrucción del país, ni os espante la muerte en el campo de batalla. Espantaos, sí, ante la idea horrible del porvenir de Cuba, si por nuestra debilidad España llegara a vencer esta contienda.

En lo adelante, marchando bajo constante asedio en movimientos zigzagueantes, las dos columnas invasoras se aproximarán cada vez más a las grandes planicies occidentales.

Así pasan Aguada de Pasajeros y se acercan a Jovellanos, donde el mando español pensaba detener su avance, pues allí se habían situado las alambradas de púas, los reflectores, los cañones de tiro rápido. Penetran las tropas mambisas en esa extensísima zona que, poblada de ingenios azucareros, se encontraban surcadas por una red de líneas férreas y cuajada de tropas españolas.

Aplican la tea incendiaria los insurgentes cubanos por doquier, al punto que el humo producido por los cañaverales incendiados por Gómez, sirven de guía a Maceo para indicarle la ruta que seguía aquel, y viceversa: los quemados por el lugarteniente general avisan al general en jefe el derrotero que habrá de seguirse.

Alguna vez reflexionó Gómez hasta qué punto justificaba moralmente ese proceder bélico: “cuando la tea empezó su infernal tarea y todos aquellos valles hermosísimos se convirtieron en una horrible hoguera, cuando ocupamos a viva fuerza aquellos bateyes ocupados por los españoles (…)”.

Pero su duda quedó despejada cuando, en contraste con “aquellas casas palacios, con aquel tanto portentoso laberinto de maquinarias (…)”, conoció la terrible discriminación, la terrible pobreza del campesino sin escuelas, sin médicos. Entonces, a la vista de tan marcado como triste y doloroso desequilibrio, exclamó: “¡Bendita sea la tea!”

Hay un momento en que las tropas cubanas retroceden y todo parece perdido. Nadie sabe qué está ocurriendo: si renuncian a continuar la marcha y se repliegan, desorganizadas, hacia sus lugares de origen, o si se trata de una maniobra para desembarazarse de heridos y enfermos, que ya son una impedimenta. Unos dicen con certeza que bajan hacia la ciénaga; otros, que buscan un camino hacia la llanura provisoria escapando del cerco y de la confrontación definitiva.

Lo cierto es que esa marcha estratégica confunde al enemigo, incluso al astuto general Martínez Campos, quien resulta sorprendido cuando las tropas cubanas reaparecen en su propósito de invadir las provincias occidentales. Pasan Matanzas y, tras cruzar el río Hanábana, de ahí en lo adelante su avance resulta imparable hasta penetrar en las comarcas de La Habana.

Aquí se reunieron una vez más Maceo y Gómez, tras lo cual deciden separar sus fuerzas. El primero avanza hacia Pinar del Río hasta conseguir en Mantua el fin de la invasión a Occidente, mientras que el segundo continúa sus acciones en territorio habanero hasta que se traslada a Oriente y Camagüey, donde su presencia resulta imperiosa.

Es acampado en esa última provincia, donde Gómez recibe la noticia aciaga de que, el 7 de diciembre de 1896, Antonio Maceo ha muerto gloriosamente sobre los campos de batalla.

A esa pena se une su hijo Panchito Gómez Toro –“haya caído junto al cadáver del heroico guerrero y sepultado con él, en una misma fosa como si la Providencia hubiera querido con este hecho conceder a mi desgracia el triste consuelo de ver unidos en la tumba a dos seres cuyos nombres vivieron eternamente unidos en el fondo de mi corazón”–, escribe el Generalísimo en la ya mencionada carta a María Cabrales, viuda de Maceo.

No es necesario contar toda la historia a partir de ese momento. Al final de ella emerge un nuevo y dramático peligro: los Estados Unidos, con el pretexto de una acción humanitaria –que muchos aprueban en la ingenuidad de sus conocimientos políticos– amenazan con intervenir en Cuba.

En un acto inesperado, en Santa Clara, Las Villas, el mando español ofrece alianza a Gómez para enfrentar al nuevo y amenazante enemigo. Pero él no acepta, ahora que –muertos Maceo y Martí– solo queda Calixto García allá en Oriente, tomando ciudades y empleando con acierto el arma de artillería.

No en balde, en anotación del 8 de enero de 1899, dejó escrita en su diario, esta esclarecedora cita:

Tristes se han ido ellos y tristes nos hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la paz en España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla (…) pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores y no supieron endulzar la pena de los vencidos.

La situación, pues, que se le ha creado a este pueblo; de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía.

(…) Te saludamos, Generalísimo, glorioso soldado, maestro generoso que soñaste con escuelas, con maestros, con médicos, con agricultores, con jóvenes llenos de esperanza y de ilusión. (…) Así acudimos a depositar ante tu tumba y ante tu espíritu, las flores, las llamas, las lágrimas y las canciones de tu también patria amada.

Seminario internacional evalúa desafíos de ciclomovilidad en Cuba

Seminario internacional evalúa desafíos de ciclomovilidad en Cuba

Seminario internacional evalúa desafíos de ciclomovilidad en Cuba

Enero 21, 2022

 

Estudiar posibilidades y variantes, contrastar experiencias y proyectar de forma sostenible y con enfoque de género el uso de la bicicleta son acciones que pueden contribuir a la ciclomovilidad en Cuba y sus efectos positivos sobre la salud de las personas y el entorno.

Al respecto se dialogó durante un seminario internacional organizado por la Sociedad Civil Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente (SCPCMA), en La Habana. Realizado en nuestro Centro, el encuentro reunió a representantes de emprendimientos, proyectos, educadores, el sistema de bicicletas públicas de la Oficina del Historiador de La Habana y universidades, entre otros invitados.

El evento forma parte de las actividades previstas en el marco del proyecto de cooperación internacional “Apoyo al desarrollo del ciclismo urbano en La Habana, Cuba”, financiador por las instituciones Civil Society in Development (CISU) e ITS TEKNIK, ejecutada por la Sociedad Civil Patrimonio Comunidad y Medio Ambiente con el apoyo de la ONG danesa Emergency Architecture and Human Rights (EA-HR) y la Oficina del Historiador.

Durante las sesiones compartieron sus experiencias los arquitectos Lotte Bech e Iván Salinas, de la organización Emergency Architecture and Human Rights (EA-HR), de Dinamarca, que junto a la SCPCMA ejecuta el proyecto “Apoyo al desarrollo del ciclismo urbano en La Habana”.

Según Salinas, de origen chileno y residente en Dinamarca, con experiencia internacional en el tema de la bicicleta como medio de transporte, la esencia del seminario fue compartir experiencias danesas que pueden servir de inspiración para encontrar soluciones cubanas.

El arquitecto, quien ha trabajado la utilización de los ciclos en la planificación del tráfico en ciudades, expresó que en talleres y exposiciones de la Oficina del Historiador y de varias instituciones se evidenció un alto nivel técnico sobre cómo la planificación puede ser el marco para integrar en Cuba la bicicleta como medio de transporte.

La bicicleta tiene absoluta perspectiva para Cuba y para La Habana. El ejemplo de la empresa Vélo Cuba es muy ilustrador de cómo, a través de iniciativas surgidas desde abajo, se puede aportar al uso de la bicicleta, que tiene impacto en la salud personal, en el medio ambiente y en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Pese a todos sus beneficios para la salud, la independencia, la descongestión del servicio de ómnibus públicos, disponer de bicicletas en Cuba es complejo: mayoritariamente se importan completas o en partes para ensamblar; escasean las piezas y accesorios, y no existe una infraestructura vial, entre otros dilemas.

Bicicletas y género

Varios participantes en el taller expusieron aspectos del trabajo para promover la equidad de género en el mundo de las bicicletas.

Por la empresa Vélo Cuba S.U.R.L., se explicaron algunas de las prácticas a favor de la equidad: igualdad de oportunidades para clientes externos e internos, similares derechos, beneficios y respeto; establecimiento de responsabilidades a partir de las competencias, promoción del lenguaje no sexista, rechazo a prejuicios e ideas preconcebidas y empoderamiento masculino y femenino.

Para promover la participación femenina, una constante desde los inicios, dijo, potencian los talleres liderados y operados por mujeres, así como fomentan la equidad desde la cultura organizacional para incrementar el uso de las bicicletas en el público femenino.

El arquitecto Jorge Peña, profesor de la Universidad Tecnológica José Antonio Echeverría, se refirió a los usos diversos que de los ciclos hacen mujeres y hombres, si el ciclo de ellos se reduce a casa, trabajo y mandados; el de ellas incluye, además, cuidar de las personas mayores de la familia y llevar a niñas y niños a los centros educacionales.

Esto, indicó, demanda considerar las necesidades específicas de movilidad de cada grupo social.

Todos los caminos conducen a los ciclos

El programa incluyó exposiciones acerca de la infraestructura para el ciclismo de Copenhague, su monitoreo y control, el ciclismo urbano y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. También se divulgó la iniciativa Creando ciudades vivibles, estrategia de la Dirección General de Transporte de La Habana para el uso de la bicicleta como elemento de la movilidad sostenible y propuestas en la búsqueda de espacios para los ciclos en el municipio Diez de Octubre.

Guadalupe Rodríguez, directora de Planeamiento de dicha entidad, explicó la estrategia para incentivar el uso de la bicicleta, que incluye la revisión del marco legal y su modificación, la expansión de las bicicletas públicas, la producción local y la sensibilización de la ciudadanía para que comparta el espacio público con quienes usan ciclos.

En la capital cubana, reveló, se ejecutan proyectos en diferentes fases de implementación, algunos con cooperación internacional, con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, por sus siglas en inglés), dirigidos a crear condiciones de infraestructura, equipamiento y señalización para multiplicar la movilidad ciclística.

Al respecto, destacó la importancia de lograr la sostenibilidad, a partir de garantizar la disponibilidad de partes y piezas, una de las causas del fracaso del uso de los ciclos en la década de los 90, así como del establecimiento de alianzas para hacer realidad los sueños de la ciclomovilidad.

Sobre las especificidades de La Habana y los desafíos para extender la ciclomovilidad, el arquitecto Peña expuso sobre un proyecto para la Calzada de Diez de Octubre. Recalcó que no hay que esperar a las grandes soluciones, sino que pueden hacerse alternativas pequeñas que pueden ordenar y facilitar la movilidad, con bicicletas incluidas.

Sin embargo, señaló en el encuentro Yasser Gonzáles, del emprendimiento Citycleta, continúa siendo muy complicado disponer de bicicletas en Cuba para los diferentes usos.

 

[Tomado de IPS Cuba]

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El español Ramón de la Sagra y la agronomía europea en Cuba, 1824-1834

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Rolando E. Misas Jiménez

Enero 21, 2022

 

Este trabajo tiene el propósito de destacar las corrientes agronómicas de Inglaterra trasladadas a Francia y España, que formaron parte de las propuestas de Ramón de la Sagra en Cuba entre 1824 y 1834.

Se ha dicho que 30 o 50 años antes de comenzar en 1760 la Revolución Industrial en Inglaterra, ya existía al este del país, en la región con costa de Norfolk, una agricultura renovadora, adecuada a su entorno natural y social, proveniente del movimiento de los cercados a favor de unidades no tan grandes, que se inspiraba en la experiencia adquirida en Flandes, Bélgica, en el siglo XVII por los contactos comerciales y culturales compartidos a través del mar del norte. De esa manera, se desarrolló la agricultura integral de los campesinos arrendatarios de Norfolk, la cual eliminaba el tradicional barbecho y la primacía exclusiva del trigo, en aras de producir el suelo de manera variada y sin depauperarlo, mediante el uso del sistema de rotación con trigo, pastos y forrajes, y ganado, favorecido, además, por el aprovechamiento del abono animal. Pero en 1731 se le añadió una innovación productiva, muy intensiva en su especialización a costa del suelo, que puso en serio peligro las bases originales del equilibrio agricultura-ganadería, presentes en Norfolk.

La fama del sistema rotatorio y del empleo del abono animal en esta región llegó por vía oral a otras regiones inglesas, y dio lugar a la visita de Jethro Tull, un pudiente agrónomo práctico, quien publicó por primera vez en 1731, en Londres, los pormenores de esa agricultura integral en su libro The horse hoeing husbandry or An essay on the principles of tillage and vegetation, aunque les restó importancia, para así exaltar su propuesta especializada por ser más atractiva a los terratenientes y arrendatarios ingleses del centro y este del país. De hecho, logró ese propósito utilitario gracias a la campaña publicitaria del libro, la cual continuó en 1733, con la segunda edición, para promover el uso indefinido de arados tirados por caballos, para remover la tierra de manera profunda y constante, hasta pulverizarla en partículas diminutas, creyendo que eran absorbidas por las raíces del trigo al igual que el agua y el aire. El proceso intensivo de labores mecánicas era facilitado por el trazado de hileras y el amplio espacio entre las plantas de trigo para que pasara continuamente el arado. Con este tipo de operación, Tull creyó innecesario el empleo de abono animal.

La popularidad de la especialización mecanizada de Tull desplazó la que tuvo el sistema totalizador de agricultura en Norfolk. El agrónomo inglés simplificó la actividad agrícola para los campesinos arrendatarios de su país y abrió el camino para que llegaran a la agricultura, los avances de la Revolución Industrial con la fabricación de implementos, realizados con hierro, para garantizar que fueran más sólidos, duraderos y eficientes en desmenuzar el suelo.

Las opciones de agricultura presentadas en el libro de Tull llegaron a Francia gracias a la traducción literal de Henry-Louis Duhamel de Monceau, publicada en París en 1750. Sin embargo, el agrónomo francés puso a prueba ambas propuestas durante varios años en función de los grandes propietarios y de los arrendatarios del régimen feudal en su país. De esa forma, fue creativo por ofrecer, en 1762, sus propios criterios en el libro Eléments d´agriculture. Así disintió de la primacía del trigo y del dogmatismo de Tull con las labores continuas del arado al aprobar la alternativa con prados artificiales, aunque no desechó el método intensivo mecanizado en determinados cultivos, aplicable con los arados franceses, ni descartó los cultivos provenientes de conveniencias regionales.

En definitiva, las dos variantes de agricultura inglesa insertados en el libro de Tull y la simbiosis hecha por Duhamel continuaron vigentes en Francia después del inicio de la Revolución Burguesa en 1789, de acuerdo a las perspectivas utilitarias que fueran más convenientes a la transformación efectuada en la estructura agraria, dada la presencia significativa de pequeños campesinos propietarios, aunque no desaparecieron totalmente los terratenientes y los arrendatarios ni la tradicional agricultura con barbecho.

Las valoraciones y aportaciones experimentales de Duhamel llegaron a España a través de la traducción efectuada en 1805 por Casimiro Gómez Ortega, director del Real Jardín Botánico de Madrid, la cual tuvo una segunda edición en 1813, ambas tituladas Elementos teórico-prácticos de agricultura. No obstante, las limitaciones estructurales de la gran agricultura especializada española restringieron el alcance del cultivo integral presente en esta obra y en importantes publicaciones seriadas. Así ocurrió con el Semanario de Agricultura y Artes de la Sociedad Económica de Amigos del País en Madrid (1797-1808) y las Memorias de Agricultura y Artes de la Junta de Comercio de Barcelona (1815-1821), las cuales tenían pocas referencias sobre las alternativas de cosechas, lo mismo sucedió con las plantas forrajeras y prados artificiales en los tratados de agricultura publicados entre 1808 y 1820 por los botánicos-agrónomos Antonio Sandalio de Arias (Cartilla elemental de agricultura, 1808, Lecciones de agricultura, 1816), Claudio Boutelou (Elementos de agricultura, 1817) y Agustín de Quinto (Curso de agricultura práctica, 1818).

En buena medida, predominaban los criterios de los clásicos agrícolas entre los autores mencionados para intentar un mejoramiento de la agricultura, sin modificar previamente la estructura agraria. Así ocurrió con las “Adiciones” a la Agricultura General de Gabriel Alonso de Herrera, cuya primera edición fue en 1513, que volvió a publicarse en 1818 y 1819 por iniciativa de la Real Sociedad Económica Matritense. Sin embargo, en 1822, durante el efímero Trienio Liberal, se publicó la Cartilla Agraria del coronel José Espinosa, bastante atrevida por proponer una alternativa de cultivos cercana a los deseos de Duhamel [1]. Por tanto, no hubo cambios agrarios en el caso español que fueran comparables a los de Inglaterra y Francia, y esta circunstancia inhabilitaba el desarrollo integral de la agricultura al estilo de Norfolk. Por eso las dificultades presentadas por la agricultura española y la literatura agronómica indicada, encabezada por el libro de Duhamel, se manifestaron igualmente en el ámbito intelectual en que estuvo La Sagra en el Ateneo de Madrid, donde realizó estudios de botánica entre 1820-1821 con Mariano Lagasca, catedrático del Real Jardín Botánico.

La Sagra comenzó en 1824 su trabajo en el Real Jardín Botánico de La Habana, donde hizo estudios económicos y organizó colectas y herbarios [2], pero muy pronto atendió la Botánica agrícola y la Agronomía gracias al financiamiento proporcionado por el superintendente de Hacienda, el hacendado y comerciante Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva, quien diera también su apoyo para crear en 1829 la Institución Agrónoma de La Habana, con el propósito de estudiar nuevos cultivos comerciales que pudieran ser más lucrativos que los tradicionales.

La conversión de La Sagra en agrónomo oficial se produjo en un contexto económico en que predominaba la agricultura especializada de plantaciones con esclavos, que disponía además del servicio práctico de pequeños campesinos arrendatarios. En torno a la estabilidad de este negocio, se conjugaban los intereses de los hacendados y del colonialismo español que fueron responsables de los fracasos de la Botánica, la Agronomía y la concepción integral de la ciencia, ocurridos antes de llegar La Sagra y luego que se estableciera en La Habana, por carencia de apoyo financiero, desinterés oficial y fuertes represalias.

Vale la pena mencionar algunos ejemplos. Entre 1822-1823 se dio el fracaso de los diputados a las Cortes en Madrid y de los planes del sacerdote Félix Varela por la autonomía política, la abolición gradual de la esclavitud y la creación en el Colegio de San Carlos de una universidad aglutinadora de múltiples cátedras. En 1826 fue prohibido el Ensayo político sobre Cuba de Alexander von Humboldt y se malogró el proyecto de academia de ciencias. Igualmente se frustraron el proyecto de Instituto Cubano (1833) y la permanencia de la Academia Cubana de Literatura, unida al destierro de José Antonio Saco (1834). Se hizo evidente que el asfixiante ambiente intelectual de Cuba perjudicaba el surgimiento de sabios y de la agricultura integral, inspirada en la concepción de Norfolk y basada en los pequeños propietarios y arrendatarios. Así lo indica la refutación hecha en 1823 en un periódico habanero a las críticas de un extranjero sin identificar, muy parecidas a las del alemán Humboldt, para advertir a los discípulos cercanos a Varela de abstenerse a participar en la creación de talentos relevantes dado el interés, casi exclusivo, por el progreso de la industria azucarera y la importación de las tecnologías fabriles europeas [3].

Esta situación influyó el trabajo de La Sagra en la Institución Agrónoma [4]. Así hubo contradicciones en el desempeño del agrónomo español. En 1831 sugirió que los estancieros (campesinos propietarios y arrendatarios) del perímetro rural o semirrural de La Habana adoptaran la rotación de cultivos (esencia fundamental de la propuesta integral inglesa y francesa), pero no indica cómo hacerlo. Entre 1829 y 1834 quiso que la Institución Agrónoma funcionara como si fuera una escuela práctica de agricultura al estilo europeo para campesinos pobres. Deseaba enseñar la teoría agronómica integral al pequeño campesino criollo, pero muy pronto llegaron las dificultades con el plan de estudios. Tuvo que descartar el estudio experimental de los cultivos (caña de azúcar, café y tabaco) y del ganado que eran habituales en el campesino criollo y, en cambio, prefirió cultivos desconocidos que sirvieran para abastecer de materias primas las futuras fábricas de la burguesía industrial española, basado en el concurso financiero de los hacendados y comerciantes de Cuba, como en el caso de Villanueva. Por esa razón, sus principales resultados fueron con cultivos especializados, obviando la rotación y el empleo de abonos animales.

En 1828 había confeccionado una cartilla para el cultivo del cacao, pero en 1834 publica las memorias sobre el cultivo y fabricación del añil y sobre el cultivo de la morera y crianza del gusano de seda. En este mismo año presenta su memoria sobre arados [5], mostrando así un parecido con las preferencias especializadas de Tull al destacar los ensayos de arados franceses y la construcción de otros realizados en la Institución Agrónoma en 1832 y 1833 [6]. En el mismo año de la publicación de esa última memoria, señalaba que los experimentos eran favorables a los arados franceses y no a los introducidos desde los Estados Unidos de América [7]. De igual manera, se lamentaba que no pudo hacer experimentos en tierras de otras localidades y que, por eso, no podía establecer una teoría general sobre el uso de los arados [8]. Más allá de las oportunidades de laboreo profundo y de siembra en hileras con los esclavos, La Sagra no dijo que reducía la cantidad de esclavos que antes trabajaban manualmente en esa actividad [9]. El agrónomo español salió de Cuba en 1835 con el encargo oficial de preparar y publicar en Francia su historia política, económica y natural. En 1860, durante una visita a Cuba, se consideró una víctima de la insensibilidad de los hacendados por la ciencia integral. A esa causa atribuyó su inconformidad por los resultados conseguidos en 1834 como agrónomo oficial:

Aquí el materialismo es grosero, puramente práctico, de conveniencia, de egoísmo; no se funda en ideas de escuela, no se prevé una reacción filosófica contra él. Inherente a la vida de la especulación material, absorbe, domina y ahoga la intelectual, sin dejarla un solo aliento para lo grande y lo sublime. [10]

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Véase T.S. Ashton: La Revolución Industrial, 1760-1830, Fondo de Cultura Económica, S.A., México, 1988, pp.37-38, 77-78; Ernest Lluis, Lluís Argemí, D´Abadal: Agronomía y fisiocracia en España (1750-1820), Institució “Alfons El Magnánim”, Institució Valenciana d´Estudis i Investigació, Valencia, 1985, pp. 9-13, 24-34.

[2] Miguel Ángel Puig-Samper, Mercedes Valero: Historia del Jardín Botánico de La Habana, Ediciones Doce Calles, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Aranjuez, 2000.

[3] Rolando E. Misas Jiménez: La trampa del lucro. Presencia en los agrónomos de Cuba (1796-1860), Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2016, p. 126.

[4] La visión se completa en Ibídem.

[5] Ibídem, pp. 133-136.

[6] Ramón de la Sagra: Memorias de la Institución Agrónoma de La Habana, Imprenta de Palmer, La Habana, 1834, pp. 1-42.

[7] Ibídem, pp. 43-44.

[8] Ibídem, p. 54.

Rolando E. Misas Jiménez: Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Doctorante. Fue investigador del Centro de Estudios de Historia y Organización de la Ciencia entre los años 1983 y 2000, del Instituto de Historia de Cuba durante 12 años y en la actualidad es investigador en el Archivo Nacional de Cuba. Es autor de los libros El trigo en Cuba en la primera mitad del siglo xix, Génesis de la Ciencia agrícola en Cuba que obtuvo, en 2010, el Premio Anual de Investigación Cultural del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y La trampa del lucro. Presencia en los agrónomos de Cuba, 1796-1860, con la Mención Anual de Investigación Cultural en 2017. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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Germán Michaelsen Shroeder y Carlos Guillermo Schumann: exponentes de la presencia alemana en Santiago de Cuba (1857-1928)

santiago

Mónica de la Caridad García Salgado y Laritza Garcés Polanco

Enero 14, 2021

 

A lo largo de su historia, la ciudad de Santiago de Cuba ha sido un núcleo para la radicación de flujos migratorios provenientes de diversas nacionalidades. Su asentamiento dio lugar a que, con su quehacer, contribuyeran al devenir histórico de la sociedad santiaguera. Por la importancia de las consecuencias de este fenómeno desde el punto de vista económico, demográfico y sociocultural, la historiografía nacional, en la región santiaguera, ha privilegiado las investigaciones referidas a la presencia de españoles, asiáticos, árabes, entre otros.

En cambio, la migración germana no ha corrido la misma suerte; tal vez ha sido consecuencia de su exiguo nivel de representación desde el punto de vista cuantitativo. En correspondencia con ello, se ha decidido rescatar a dos de sus más prominentes representantes que ilustraron lo que significó la presencia alemana en esta urbe oriental.

Primeros pasos de un inmigrante alemán en Santiago de Cuba Carlos Guillermo Schuman (1857-1874)

Carlos Guillermo Schumann y Siegen nació en 1834 en Wiesbaden y era hijo legítimo de Guillermo Federico Schumann y Luisa Siegen. Se desconoce la fecha en la que llegó a Cuba; de esta suerte, el individuo que se establece en la ciudad que luego sería denominada “balcón del Caribe”, no calificaba aún como inmigrante alemán, pues emigra bajo naturaleza prusiana. Las primeras señas de su accionar económico en Santiago de Cuba datan de 1857, como dependiente en la sociedad H. Graffstedt y Compañía, posición desde la cual logró una movilidad laboral reflejada desde 1860, cuando fue aceptado por Hilario Graffstedt, Arturo Bernard y Carlos Michaelsen, también alemanes radicados en la ciudad santiaguera, para formar parte de la razón social Hilario Graffstedt y Compañía que tenía como objetivo ejercer todo tipo de comercio en general, y en la cual invirtió un capital de $ 8000.

En 1863, ya la entidad llevaba incorporado en la razón social su apellido, denominándose Schumann, Reiniers y Compañía, de la que se convirtió en uno de sus gerentes. El objetivo de la misma guardaba algún parecido al anterior; sin embargo, introduce la gestión al por mayor. Consecuente con ello, empleó estrategias como el otorgamiento de poderes para representar los intereses de la asociación mercantil en cualquier punto de la geografía cubana, hecho que reveló la diversidad de mercancías que comercializaban -miel, frutos del país-, los lugares a los que extendían su gestión (Gibara, Baracoa, Camagüey, Matanzas), como el interés de mantener el control de la compañía en manos de coterráneos. Expresión de esto fue que los poderes otorgados a sus compatriotas poseían un carácter amplio que no se circunscribía a la plaza santiaguera.

Paralelamente, incursionó en la compraventa de esclavos, en especial entre 1864-1867. Aunque la realización de esta actividad fue más frecuente a título personal, en calidad de apoderado de personas ajenas a la corporación que representaba. Pero tanto Schumann como la compañía que regenteaba, también fueron registrados con desempeños en el campo de las finanzas y el ofrecimiento de pagarés para la venta de sus mercancías.

La trágica muerte de Adolfo Reiniers en 1874, determinó que el alemán decidiera emprender una nueva compañía que respondiera a su nombre. De esta manera, el 12 de enero de 1875 se creó oficialmente la sociedad en comandita bajo la denominación Schumann y Compañía con igual propósito que las anteriores. Surgió con un capital social de $ 57 500, de los cuales Carlos Guillermo aportó $ 17 500. En el mismo año, mediante un poder, Schumann compartió sus labores con German Michaelsen, quien a partir de entonces representó los derechos y acciones del consorcio. Esta prerrogativa significó la apertura de la compañía a un nuevo miembro, quien ascendió desde apoderado hasta convertirse en socio gerente de la entidad comercial en 1879.

Para la conformación y consolidación de las sociedades aludidas se establecieron diferentes estrategias; tal es el caso de los vínculos por paisanaje y familiares. En primera instancia figura que los miembros de las mismas eran alemanes y, en segundo lugar, que estos enriquecieron su membresía con la entrada de familiares que, por lo general, eran hermanos. Corrobora lo anterior, la entrada de Carlos Guillermo Schumann [1], la de Germán Michaelsen por medio de Carlos Michaelsen y, en 1882, de Eduardo Michaelsen Schroeder -este último como apoderado de Loaweany Murinich-, Carl Melchers y Theodor Melchers.

El 12 de agosto 1886, Schumann reestructura la compañía y pone como único socio al señor German Michaelsen. La nueva sociedad tuvo un capital de $ 20 000, aportado en partes iguales por ambos. Esa unión, consolidada por tanto tiempo, continuó en los años siguientes; así, en 1894, 1897 y en 1899 se prorrogó dicha sociedad, con la denominación de Schumann y Compañía.

Fuera de esta, se percibió la inversión de Carlos Guillermo en la Sociedad Potectora de Inmigrantes para la Provincia de Santiago de Cuba S. A. Fundada el 5 de mayo de 1887, tenía por objetivo el fomento y protección de la inmigración de personas de todas clases y países -muy especialmente, de España-, para dedicarse a la agricultura, minería y otras ramas económicas. Dicha asociación tuvo un término de diez años, cuya validez estaba en correspondencia con la cobertura de las necesidades de la inmigración (entiéndase, fuerza de trabajo), para que no se perdiera una parte considerable del capital. Este último quedó fijado en $ 20 000, representado por 400 acciones de valor de 50 pesos cada uno, así como por las propiedades que la compañía entendiese necesarias para su desarrollo [2].

En sentido general, la movilidad laboral referida le confirió, entre sus coterráneos y en la sociedad santiaguera, un reconocimiento social que le facilitó su posterior desempeño como cónsul alemán en Santiago de Cuba. Falleció en 1909. Su entierro constituyó una manifestación de duelo, reflejado en el número de coronas que le fueron ofrendadas y en la concurrencia que asistió a los funerales.

Despunte y consolidación de Germán Michaelsen Schroeder en la esfera económica santiaguera (1875-1928)

Aunque desde 1875 Germán Michaelsen y Schroeder había entrado como apoderado de Schumann y Cía. hay que destacar que había desembarcado dos años antes, el 2 de marzo de 1873 por el puerto de Santiago de Cuba. Nació el 26 de octubre de 1851, en el pueblo de Varel, provincia de Oldemburgo, Alemania. Salió de su patria con solo 22 años y durante el período que residió en Alemania, realizó estudios comerciales y artísticos que le permitirían, una vez establecido en esta urbe santiaguera, incorporarse a la casa comercial Schumann y Compañía, donde como antes quedó explicado, figuró como uno de sus gerentes.

A partir de su desempeño fue adquiriendo una determinada solvencia económica que le permitió escalar socialmente en diversas direcciones. En la esfera económica, desde que en 1887 Santiago de Cuba fuera una de las plazas privilegiadas para la constitución de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, figuró dentro de su primera Junta Directiva como clasificado en la Sección de Navegación y asociado elegible para otros cargos de mayor envergadura. Posteriormente, el 18 de septiembre del mismo año, en la confección del Acta de Constitución de la Presidencia, resultó elegido como Vocal de Navegación, puesto en el que se mantuvo hasta el año 1904. Desde entonces se desempeñó como presidente de la referida institución durante más de 10 años.

Bajo su liderazgo se desarrollaron actividades con el fin de posibilitar el progreso de Santiago de Cuba, entre ellas, la autorización para la creación de una Junta de Obras del Puerto, que sería la encargada de mejorar las condiciones de la bahía; la inauguración oficial del nuevo edificio de la Aduana de este puerto en 1908; el plan general de pavimentación de las calles, parques y paseos de la ciudad propuesto por su autor, señor José Hill Feliú, vocal de la directiva; la creación de una Escuela de Comercio. El último año en el cual se desempeñó de manera ininterrumpida en el puesto aludido fue en 1917, pues a finales de ese año, lo detuvieron por ser considerado un enemigo extranjero peligroso, en plena Primera Guerra Mundial.

En el orden social, sería imposible desdeñar la Cocina Económica creada por este inmigrante, ante las penurias sufridas por el pueblo santiaguero, víctima de la guerra. Con otras personalidades logró la creación de esta obra, inaugurada el 25 de abril de 1897. En un primer momento quedó instalado en la su casa particular; posteriormente fue trasladada a otra con mejores condiciones. Luego del acto inicial comenzó el reparto de raciones que consistió en sopa de fideos con carne, garbanzo, papas y un panecillo, bajo el módico precio de 5 centavos, representados por chapas de botellas. Varios meses después abrió dos sucursales más, a través de las cuales llegaron a ser repartidas hasta 1500 raciones diarias.

Sus esfuerzos se dirigieron también al recreo, en especial a la práctica deportiva. En este sentido, fue fundador junto a Roberto Mason del Club Náutico de Santiago de Cuba, primera sociedad deportiva de la urbe, el 2 de febrero de 1889. A los dos años resultó elegido como nuevo presidente, pues se había desempeñado como vicepresidente. A partir de este instante y hasta 1927, sería él quien ocuparía este cargo, año en el que fue declarado Presidente de Honor.

Germán Michaelsen incursionó en la esfera artística, específicamente en la música y la pintura, pues sus estudios artísticos realizados durante su corta estancia en Alemania así se lo permitieron. Creó y sostuvo en su casa durante muchos años una sociedad artística para el cultivo de la música clásica alemana cuyo nombre fue Sala Haydn, en la cual actuaba como pianista acompañante y estaba dirigida por el talentoso maestro Rodolfo Hernández Soliliac. Además, fue pintor autodidacto y reflejó en sus obras las impresiones acerca del paisaje citadino santiaguero; las paredes de su casa conformaban la galería de exhibición de las mismas. Es por ello que sus obras son consideradas memorias gráficas de esta ciudad.

Los diversos servicios prestados por Germán Michaelsen, en especial su labor a favor de los pobres, le valió que el Ayuntamiento de esta ciudad acordara declararlo Hijo Adoptivo de Santiago de Cuba en dos ocasiones: el 22 de julio de 1898 y el 10 de mayo de 1913. Falleció el 9 de diciembre de 1928; la ciudad de Santiago de Cuba concurrió en masa detrás del sarcófago, constituyendo una de las manifestaciones de duelo más espontáneas y nutridas que puedan ser recordadas en las primeras tres décadas del siglo XX. Ante la tumba del benefactor, pronunció un elocuente discurso el señor Antonio Bravo Correoso, a manera de despedida.

Labor consular de Carlos Guillermo Schumann Siegen y Germán Michaelsen en Santiago de Cuba (1871-1928)

Carlos Guillermo Schumann y Siegen fue el primer cónsul que tuvo el Imperio Alemán en Santiago de Cuba, después de su unificación; aunque es preciso aclarar que su desempeño en el cargo data desde 1871. Si bien no se han encontrado documentos que validen cuándo le fue otorgado el cargo y bajo qué título, a juicio de la autora, este debe haber sido nombrado como Cónsul Honorario en tanto -hasta donde se ha podido constatar- no estudió carrera alguna vinculada a tales gestiones, y estos eran elegidos entre las personas que residen en el Estado donde están llamados a ejercer sus funciones, sin que esto le impida el ejercicio de una profesión o comercio. Como tal, además de los trámites propios del cargo, se introdujo en gestiones sociales dirigidas a la sociedad santiaguera cuando formó parte en 1879 de una de las comisiones convocadas con el objetivo de tomar medidas para el socorro a los desvalidos, en los hospitales y en la preparación para el caso de una proliferación de epidemias.

Por otra parte, Schumann también ostentó el cargo de vicecónsul de Austria-Hungría, por cuanto el 16 de enero y el 30 del propio mes de 1903, le fue concedido el exequatur de estilo, para que pudiera ejercer las funciones antes referidas. Además de que, por la confianza que ameritaba de varios diplomáticos de Europa radicados en la capital del Departamento Oriental, se desempeñó como representantes de estos durante sus ausencias en el país. Así lo constata la decisión del Señor Luis Carlos Bottino -cónsul de Italia- que en reiteradas ocasiones le hizo tal solicitud.

Precisamente este último elemento fue el que introdujo a Germán Michaelsen, su compañero de negocios, por las sendas diplomáticas. En reiteradas ocasiones se encargó de cubrir sus funciones del embajador, cuando este se ausentaba de la urbe oriental por motivos laborales o personales. Un ejemplo de ello data del 9 de octubre de 1891 en ocasión de salir de viaje para Nueva York; esto sucedió en varias ocasiones en los años 1902, 1906, hasta que, en 1909, luego del fallecimiento de Shumann, quedaría definitivamente en manos de Germán Michaelsen.

De esta manera, el 25 de noviembre de 1909 el Gobierno Imperial decidió nombrarlo su cónsul en Santiago de Cuba y, unos meses más tarde, el 30 de marzo de 1910 fue nombrado, de forma oficial, cónsul en propiedad del Imperio Alemán, y al propio tiempo del de Austria-Hungría. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, en el Consulado Alemán se abrió un Comité de Socorro destinado a aliviar los daños ocasionados por la guerra, así como una suscripción cuyo objetivo era subvencionar a las viudas e hijos de los que sacrificaban su vida en la contienda a favor de Alemania. Con la entrada de los Estados Unidos y su declaración de guerra al Imperio Alemán, Germán Michaelsen fue acusado de “enemigo extranjero peligroso”, solicitándose además que fuese puesto bajo vigilancia.

En respuesta a tal petición, el 16 de diciembre de ese año fue conducido a La Habana, donde estuvo encarcelado en la fortaleza de La Cabaña. Después fue remitido -en calidad de preso- a su residencia, situada en El Vedado, donde permanecería hasta finalizada la guerra. No se conoce con exactitud la fecha en que Germán Michaelsen fue descartado como sospechoso, lo que sí es real es que después de este incidente, nunca más volvió a formar parte de la Cámara de Comercio, mucho menos, a ocupar el puesto que desempeñaba en el momento que fue detenido.

Conclusiones

La ciudad de Santiago de Cuba despuntó como una de las plazas privilegiadas para el asentamiento de inmigrantes alemanes. Su proceder en la misma estuvo en correspondencia con el comportamiento reflejado a nivel nacional, por cuanto estuvo fijado a partir de individuos que, con el tiempo, se convirtieron en inmigrantes prominentes dedicados a la gestión comercial. En este contexto, Carlos Guillermo Schumann y Siegen y Germán Michaelsen Schroeder se insertaron en el sector terciario de la esfera económica santiaguera de forma ascendente; desde un puesto como dependiente fueron escalando posiciones hasta convertirse en socios de la compañía que los acogió a su llegada, para luego convertirse en dueños y únicos gerentes de una sociedad propia, vinculada al comercio de diversidad de productos.

Gracias a semejante movilidad laboral que les permitió adquirir determinadas cuotas de prestigio y solvencia económica, lograron ascender socialmente y conformar, en el caso de Schumann una familia. Sobre esta base, se agenciaron el reconocimiento de los alemanes establecidos en la región oriental, que a la postre les posibilitó establecerse como representantes consulares de su país de origen, así como la representación temporal de otros consulados. El desempeño en este cargo -conjugado con su condición de prominente comerciante- los convirtió en dos de las personas más influyentes en el territorio; alcanzando un elevado prestigio, por lo cual fueron reconocidos en diversas ocasiones.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Además de sus labores como socio gerente de Schumann y Cía., se desempeñó en otras gestiones importantes dentro de la esfera económica: apoderado desde 1885 de la Juraguá Iron Company en Cuba.

[2] Paralelamente al desenvolvimiento económico referido, Schumann sufrió grandes pérdidas familiares; primero, su esposa Lucía Poveda y Mancebo que murió antes de 1896, fecha en la que expidió un nuevo testamento, donde además declara el nombre de su quinto hijo, Gustavo. Dos años después, su hijo mayor, Guillermo Schumann y Poveda falleció el 23 de febrero.

Mónica de la Caridad García Salgado: Doctora en Historia por la Universidad de Oriente y Máster en Estudios Cubanos y del Caribe. Profesora Asistente de esa casa de altos estudios. Su línea de investigación se perfila hacia la inmigración española a Santiago de Cuba (1850-1930).

Laritza Garcés Polanco: Licenciada en Historia por la Universidad de Oriente. Se desempeña como museóloga. Como estudiante participó en el proyecto de investigación “Procesos migratorios a Santiago de Cuba (1800-1959)”. Como egresada ha recibido más de tres posgrados referentes al tema migratorio.

20190923-Azulejos dedicados a Eça de Queiroz

Luces de Portugal sobre Cuba

20190923-Azulejos dedicados a Eça de Queiroz

Ángel Jesús Pérez Ruiz

Enero 7, 2022

 

La presencia portuguesa en Cuba que, si bien no es cuantificablemente notoria, puede exhibir ribetes interesantes, siglo a siglo, desde que las carabelas Pinta y La Niña y la carraca Santa María arribasen a nuestras costas el 27 de octubre de 1492 [1].

Con niveles de población y territorio similares, desde 1911, Cuba y Portugal comparten oficialmente a ambos lados del Atlántico una historia de relaciones ininterrumpidas que se sobreponen al paso del tiempo y muestran hoy una perspectiva ascendente. Existe en Portugal una pequeña villa llamada Cuba, con casi 5000 habitantes en pleno corazón del Alentejo. Allí, cada sábado 28 de octubre, justo 705 años después de que Colón descubriese la isla que más tarde llevaría el nombre del pueblo, los cubenses han vivido un momento importante de su historia local, al inaugurar el primer monumento dedicado al descubridor en suelo lusitano, en data semejante del 2016.

¿Pura casualidad?

En Cuba de Portugal hay una estatua al Almirante sospechosamente frente al Palacio del Duque de Beja, del que, según estudiosos de la hipótesis portuguesa, el navegante era hijo ilegítimo.

En su libro Cristovão Colombo, agente secreto do rei Dom Joao II, de Mascarenhas Barreto, publicado en Portugal en 1988, se asegura que existen numerosos indicios para pensar que Colón era portugués. El investigador luso, Manuel Luciano da Silva, instalado en los Estados Unidos ha coincidido con la hipótesis. Mientras que la presidenta de la Academia Portuguesa de Historia, Manuela Mendoza de Matos, se inclina también por esa idea.

Los portugueses en sus viajes hacia Cuba tuvieron una identidad compartida, es decir, se entremezclaron con la población española. Se pierden en la memoria histórica la composición de las continuas tripulaciones que comenzaron a arribar y a asentarse entre la población tras la colonización.

El Centro de Estudios Demográficos de Cuba ubica al primer censo en 1774, referido por el gobernador Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba (t. IV, 1866); sin embargo, ya en 1604 y 1607 se hace un conteo específico para los residentes portugueses en La Habana, lo que arroja que su presencia temprana en la demografía cubana era del 25 % de la población [2].

A partir de la segunda mitad del siglo XVI la población extranjera aumentó de manera progresiva en la isla de Cuba. Refieren las cartas del gobernador Pedro Valdés al rey de España en dos de sus primeras misivas, la del 25 de septiembre y el 22 de diciembre de 1602: “[…] más de dos terçias partes de los que ressiden en esta isla son de diferentes naçiones y la mayor dellas portugueses.”

En otras dos oportunidades, el 15 de diciembre de 1605 y el 12 de agosto de 1607, destaca la presencia de los portugueses en el país con su foco neurálgico en La Habana. Hacia 1606, ellos constituían la mitad del total de los europeos residentes en el país [3].

En 1604 denunciaba a la Corona sobre el abandono de una nao de la flota e infiltración ilegal en la Villa de San Cristóbal de dos matrimonios y una mujer soltera, sobre los que, tras un interrogatorio entre los miembros de la Flota, recayó una sospecha por su hablar en un “español extraño”.

Las escalas y estancias de las flotas, de retorno a España, hizo que aumentara el comercio. Proliferaron las tabernas de vino, regentadas principalmente por portugueses, pero no es descartable que también hayan incursionado en panaderías y pastelerías, tal y como las hicieron proliferar en el territorio brasileño, en el canadiense, o en el que actualmente ocupa Venezuela.

Es conocida la emigración portuguesa hacia Canarias a todo lo largo de los siglos XIV y XV, huyendo de persecuciones religiosas, buscando mejoras económicas y tierras atractivas para cosechas. Los portugueses se establecieron en Gran Canaria antes que los castellanos, en la época de la expansión africana.

Es conocido que los portugueses de Madeira fueron los que iniciaron el cultivo de la caña de azúcar y la tecnología de los trapiches azucareros. No demoraron en exportar sus experiencias hacia otros territorios, por lo que entre los destinos están las Canarias.

Se sugiere que la caña de azúcar pudo haber sido introducida por canarios, y ante ello lanzamos una pregunta que puede tornarse inescrutable incógnita. Los portuguesismos en el habla canaria son abundantes, reflejo de una influencia de inmigrantes portugueses a las islas desde el inicio.

No olvidar el origen latín de la lengua portuguesa, que evoluciona alrededor del siglo XIII, época en que no había diferencia notable entre el portugués y el gallego, también conocida como época del período galaico-portugués. ¿Podemos establecer con exactitud qué cantidad de portugueses se quedaron en Galicia cuando las fronteras se separaron? ¿Podemos determinar de cuántos gallegos y sus descendientes de hasta cuatro generaciones está compuesta la actual población cubana? Cifra innumerable, pasando por figuras cumbres de nuestra historia Patria.

Cuéntese entre los reconocidos en la isla a Don Matías Pérez, o quizás Pires, quien el 29 de junio de 1856 voló tan alto y tan lejos que nadie lo vio descender, quedando entre todos los habaneros la imagen del que se fue para no volver, parafraseando la canción. El hecho y su frase, se insertaron para siempre en el refranero popular.

Dieciséis años después de este hecho, con tan solo 27 años de edad arriba a La Habana el 20 de diciembre de 1872 un natural de Póvoa de Varzim, en la norteña localidad de Porto, Portugal, nombrado Cónsul de primera clase de aquel país en las Antillas Españolas: José María Eça de Queirós, a la postre el principal exponente de letras lusitanas realistas en el siglo XIX.

Se le veía en los alrededores del Hotel Inglaterra departiendo con huéspedes de procedencia sajona, o quizás atravesando por la calle de los Obispos para dirigirse a la Columnata Egipciana, donde se observa un mural de azulejos con la imagen del autor, hechos en la internacionalmente multipremiada fábrica de cerámica de Viúvas de Lamego.

En Cuba escribió muy poco, ya que desplegó una mayor actividad diplomática destinada a la denuncia de los chinos coolíes que eran traídos como “asalariados”, cuando en realidad eran tratados como esclavos. Ante el escándalo salido a la luz pública, los portugueses decidieron eliminar a Macao como punto de embarque para el contrabando de coolíes y dictó severas medidas contra quien intentase infringir la medida. No cabe dudas de que “alguien” influyó con creces en ello.

El político recibió del Imperio Chino un bello bastón con empuñadura de oro, y según sus propias palabras, había contribuido a que los asiáticos en Cuba tuviesen “más pan y menos azote” [4].

La presencia portuguesa en Cuba tuvo además la impronta académica del pedagogo Antonio de Sena Faria de Vasconcelos quien, en 1915, orienta la Reforma Pedagógica que ensaya, ejerciendo el cargo de Inspector Especial en la Secretaría de Beneficencia.

El triunfo de la Revolución Cubana marcó un impasse en las relaciones cubano-portuguesas, país entonces gobernado por Marcelo Caetano, pero tras el paso de la Revolución de los Claveles Rojos, el 25 de abril de 1974, el general Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los jefes del movimiento luso, muestra simpatías hacia el pensamiento del líder cubano Fidel Castro y no tarda en venir al aniversario 22 del ataque al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1975 como invitado de honor. Resultó un punto de viraje de nuestras relaciones. Desde entonces se han incrementado en todas las esferas entre ambos países y pueblos.

El genio del flamenco Paco de Lucía, que tanto compartió con la guitarrística cubana, era de origen materno portugués. Su señora madre se llamó Lúzia Gomes y era oriunda de Castro Marim; visitó Cádiz en 1934 y ahí quedó prendido de su belleza el guitarrista Antonio Sánchez de Algeciras, se casaron y su nombre se españolizó, pasando a llamarse Lucía Gómez. Tuvieron cinco hijos, que eran llamados “los de Lucía”. Antes de fallecer en 2014, Paco tuvo innumerables colaboraciones con la musicología cubana.

Cuéntense entre sus contrapartes al maestro Leo Brower, al guitarrista Reynier Mariño o al inolvidable Juan Formell, entre otros.

El presidente Marcelo Rebelo de Sousa, durante su visita a Cuba en noviembre del 2016, destacó la victoria cubana en la votación en Naciones Unidas contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos, y manifestó su propósito de contribuir al incremento de las relaciones no solo de Portugal, sino también de todos los miembros de la Unión Europea con Cuba.

El 17 de febrero del 2017 quedó oficialmente constituida la Cátedra de Estudios de Lengua y Literatura Portuguesa “Eça de Queirós”, adscrita al Instituto Camões de Portugal y a la Universidad de La Habana. Ella ha comenzado a traer empresas culturales que incrementan la presencia e influencia cultural portuguesa en Cuba.

El padre de las letras portuguesas, Luís Vaz de Camões, ha sido perpetuado en estatua en la esquina de Mercaderes y Obispo e invita a sumergirnos en sus fascinantes páginas. A menos de 100 metros, el expresidente Jorge Sampaio colocó una placa en las afueras de la Columnata Egipciana, para perpetuar la estancia de Nosso Eça en la capital. En el centro histórico de la ciudad pueden verse las magníficas losas de Viúvas de Lamego en determinadas esquinas neurálgicas.

Restan aún estudios demográficos para establecer cuántos descendientes de tercera, cuarta o más generaciones tenemos en Cuba. El Doctor Aurelio Francos estableció en 1999 la existencia de 19 portugueses residentes directos en Cuba, y es nuestro reto buscar a más descendientes “entremezclados”, pues esa presencia, cual estrellas fugaces, está marcada por la característica que la hace por veces invisible a los ojos, quizás porque es esencial, como nos diría para la eternidad El Principito, de Saint Exúpery.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Fray Bartolomé de las Casas llamaba a veces a la nave con el nombre de la Capitana y con mayor frecuencia con el de “nao”, como llamaban los portugueses a las carracas.

[2] Ismael Sarmiento Ramírez y Aroa Huerta Quintana: Una mirada a la isla de Cuba en tiempos del gobernador Pedro de Valdés, a través de sus cartas al Rey (1602-1608), versión Digital.

[3] Así pues, los datos estadísticos se referían originalmente a los datos demográficos de una ciudad o estado determinados (“Estadística”). El primer censo que consta en nuestra historiografía, concebido y desarrollado en 1774. Inicialmente referido por el historiador Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba (t. IV, 1866); sus datos también aparecieron en un cuadro comparativo publicado en el censo de 1827. Citando a Lohania Aruca en su trabajo Los primeros censos de Cuba Colonial, soporte digital s/d., CEDEM, La Habana, 2013.

[4] Mário Quartin Graça: Eça de Queiróz em Havana. S/P, versión digital, Blogue do Centro Nacional de Cultura, Lisboa, Portugal, 2016.

Ángel Jesús Pérez Ruiz: Máster en Pedagogía Profesional y Licenciado en Educación, especialidad traducción e Interpretación. Profesor Asistente de Lengua Portuguesa en la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana y responsable del Departamento de Portugués. Traductor e Intérprete Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Presidente de la Cátedra de Estudios Lingüísticos y Literarios “Eça de Queirós” de la Universidad de La Habana.

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Francesc Macià y las asociaciones catalanas de Cuba

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Rubén Darío Lahuiller Chaviano

Diciembre 24, 2021

 

En 1928, Francesc Macià i Llussà llegaba a La Habana acompañado de Ventura Gassol, poeta y dirigente del partido Estat Català. Cuba era el último destino de su gira por tierras americanas en busca de apoyo a la causa catalanista. Para esa fecha, Macià ya era una personalidad de enorme prestigio en las filas del independentismo catalán. Este era el resultado de 20 años dedicados a la vida política de la región, lapso en el que había experimentado un gradual proceso de radicalización de su pensamiento político, el que le había conducido a asumir posiciones ideológicas republicanas de izquierda y a defender la separación de Cataluña del estado centralista español. En este sentido, dos momentos son clave en su biografía: la fundación en 1919 de la Federación Nacionalista Democrática y en 1922 la creación del Estat Català; este último fue un partido que se situó al margen de la vida parlamentaria, con una proyección inequívocamente independentista, que se tradujo en su pretensión de agrupar a todo el nacionalismo de izquierda y en seguir la vía insurreccional al estilo de los nacionalistas irlandeses.

Por sus ideas, Macià se vería obligado a exiliarse en Francia a solo un mes del comienzo de la dictadura del general Primo de Rivera. En este país crearía el Comité Central Separatista Catalán, organismo que tendría como fin la coordinación de un programa de acción insurreccional entre las fuerzas que se encontraban en el exilio, el directorio del partido Estat Català –el cual seguía funcionando de manera clandestina en Barcelona–, y los núcleos catalanes en América. Todo este proceso organizativo daría lugar al intento fallido de invasión a Cataluña en 1926, que sería conocido como la Conspiración de Prats de Molló [1].

La ayuda económica brindada por la emigración catalana en América fue fundamental para el sostenimiento de este proyecto independentista. Desde 1924 en Buenos Aires, los autodenominados “catalanes de América” realizaron significativos aportes en metálico al tesoro del Estat Català, a través de una comisión denominada Contribució Patriòtica, la cual canalizaba los esfuerzos financieros de los integrantes del Casal Català y del Comitè Llibertat porteños, entre otras sociedades catalanistas [2].

En cuanto a Cuba, si bien el colectivo catalán era muy inferior en número al existente en Argentina, su contribución en dinero fue considerable; así, Joan M. Ferran en su libro La Constitució catalana de L’ Havana, estimaba que la Mayor de las Antillas aportó el 47 % del total recibido por Macià entre 1923 y 1930, y las asociaciones de La Habana, Santiago de Cuba y Camagüey, en ese orden, las principales donantes [3]. A conclusiones similares llegaba Joaquín Roy, en un ensayo introductorio a la obra política y periodística de Josep Conangla i Fontanilles, cuando analizaba el monto del financiamiento cubano dirigido al sostenimiento del Comité del Partido durante su permanencia en Francia; en este texto señalaba, además, el valor económico que tuvo para el líder independentista su recorrido por la isla, ya que a la salida de La Habana de regreso a Europa llevaba consigo 7500 dólares y 500 000 francos resultado de las colectas [4].

La idea de viajar hacia este lado del Atlántico ya había sido valorada por el líder catalán desde 1922. En ese año, el Centre Català de La Habana le cursa una invitación para que visite nuestro país en función de establecer contacto directo con las sociedades catalanas de la capital; dos años después, el Centre Català de Mendoza cursaría una invitación similar. Aunque ninguna de estas propuestas llegó a materializarse en ese momento, Macià no descuidó la comunicación con estas y otras organizaciones simpatizantes con la causa; en cuanto a Cuba, mantendría una fluida correspondencia con el Centre Català, con la dirección del Club Separatista No. 1 desde su misma fundación en junio de 1922, además de con el Group Nacionalista Radical Catalunya y el Club Separatista No. Onze, ambos de Santiago de Cuba.

Este nivel de contactos era expresión de un proceso de politización que estaba experimentando el sector más activo de la colectividad catalana de la Mayor de las Antillas. En el caso del Centre Català de La Habana —asociación con la que Macià estableció una relación muy estrecha—, los cambios también ocurrieron a nivel normativo; ya en la temprana fecha de 1911 el Centre encabezaba sus nuevos estatutos con una Declaración de Principios en la que afirmaba el giro hacia lo político de la hasta ese momento institución cultural catalana, al hacer manifiesto su apoyo a la autonomía de la región. Doce años más tarde (el 8 de octubre de 1923), el Casal habanero volvería a renovar esta Declaración de Principio, pero esta vez desechando por completo la aspiración de alcanzar un régimen autonómico, ya que consideraban que esta solicitud era irremediablemente incompatible con el sistema regresivo e intransigente del gobierno centralista español. En 1924, la asociación declaraba oficialmente su carácter separatista y consideraba al Estat Catalá como la organización legítimamente fiel a los intereses de Cataluña [5].

El compromiso que se desprendía de esta declaración se puso en evidencia durante la estancia de Macià en la isla. Previo a su llegada, el estado de ánimo general que primaba entre los catalanes residentes en el país era de júbilo e incluso de cierta exaltación eufórica; este particular entusiasmo en buena medida era el reflejo de la imagen heroica con que la prensa nacionalista catalana de la Isla había retratado a su figura. Así, por ejemplo, la revista La Nova Catalunya, publicación de carácter regional y órgano oficial del Centre, le recibía con un editorial en donde lo describía como “un ejemplo glorioso de los santos rebeldes y de todos los sacrificios a favor del ideal supremo de Cataluña y de los principios patrióticos.”

Su estancia en Cuba se desarrolló sin ningún tipo de contratiempo, una situación muy diferente a la que atravesó en su viaje al Cono Sur; en particular, su arribo a Buenos Aires fue sumamente accidentado, ya que requirió de dos ingresos clandestinos desde Uruguay y de un proceso legal de solicitud de asilo político para lograr que fuese efectivo. Aunque la representación diplomática española en la Mayor de las Antillas trató de maniobrar para que las autoridades cubanas expulsaran a Macià y a Ventura Gassol, la respuesta de la Cancillería no dejó ningún tipo de dudas: en un comunicado emitido al respecto, aclaraba que el dirigente nacionalista podía permanecer en el territorio nacional, siempre que no violase o infringiera la legislación y que, sin reparar en sus ideas políticas, podía contar con todas las garantías que ofrecía la Constitución cubana a los extranjeros.

En este apoyo, sin duda debió influir las simpatías que existían entre políticos y figuras del gobierno cubano por la causa catalana, sobre todo en aquellos que provenían del antiguo mambisado; muestra de ello fue la invitación que a su llegada le hiciera el general del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo para compartir con él en su finca La Belinda, en este encuentro, también participaron los directivos del Centre Català, el anfitrión mandaría a colocar junto a la enseña nacional la Estelada Blava, símbolo del independentismo catalán. Más inesperado fue el homenaje que le harían las fuerzas militares de la ciudad de Camagüey, las cuales, en reconocimiento de su condición de excoronel del ejército español, le rendirán honores militares a su llegada a esta villa.

Por otra parte, el Centre Català no escatimaría recursos en pos de darle el mayor esplendor y dimensión pública al conjunto de actividades preparadas para obsequiarle; con este fin efectuarían galas culturales, banquetes y visitas por los sitios de relieve histórico de la ciudad, en los que el líder nacionalista sería escoltado por una amplia representación de la emigración. Con idéntico boato y solemnidad sería agasajado en Camagüey y Santiago de Cuba, destinos siguientes en su recorrido por el país. En esa última ciudad será el invitado de honor de la sociedad Group Nacionalista Radical Catalunya, la que aprovecharía que su presencia en esta urbe coincidía con la fecha patriótica catalana del 11 de septiembre, para que presidiera la celebración y de esta manera darle más realce a la festividad.

Más allá de este tipo de actos, la visita de Francesc Macià en nuestro país tuvo un enorme valor político para la consolidación del movimiento catalanista de la isla. Su presencia en esta, daría impulso a las coordinaciones que el Centre Català y el Club Separatista No. 1 habían ido realizando con las asociaciones catalanas existentes en otras localidades del territorio nacional, en función de lo que sería conocido como La Asamblea Constituyente del Separatismo Catalán en Cuba. La Asamblea, presidida por Macià, se propondría cumplir con dos grandes objetivos: la elaboración de una constitución provisional para la futura República Catalana y la creación del Partido Separatista Revolucionario de Cataluña (PSRC). La redacción de la Constitución quedó a cargo de Josep Conangla i Fontanilles y su contenido estuvo definido por tres ideas generales: el establecimiento de una república democrática y representativa; la reposición de las fronteras naturales de Cataluña; y la oficialización de la lengua catalana. En cuanto al Partido, este era presentado como el relevo del Estat Català, dirigido a integrar a los catalanes que estando en el exilio, la emigración o en España aceptaran el programa revolucionario de la organización; su meta era la total independencia de la región y la instauración de una república inspirada en los principios democráticos tradicionales de Cataluña y en las corrientes modernas de libertad y progreso. En la última sesión de la Asamblea se toma como acuerdo la identificación absoluta con la dirección revolucionara de Macià y se le reconocía como el líder indiscutible de la recién creada estructura partidista.

La creación del PSRC era la ruta que estas organizaciones proponían para dejar atrás el papel subordinado que se les había asignado en la lucha por la independencia de Cataluña. El reconocimiento de Macià y Gassol, de los resultados alcanzados en la magna reunión, demostraba, por tanto, un nuevo tipo de compromiso entre el núcleo del movimiento nacionalista, que laboraba desde el exilio en el Viejo Continente, y la emigración políticamente activa radicada en Ultramar. Este compromiso entre los dos grupos implicaba un tipo de relación que ampliaba el modelo de colaboración que había primado entre ellos hasta ese momento, en el cual las asociaciones de emigrados básicamente solo tenían la función de brindar apoyo económico.

Sin embargo, la luna de miel entre estas asociaciones y Macià no sobrevivirá mucho tiempo después de su regreso a Europa. En primer lugar, en los próximos dos años y ante la situación revolucionaria que se estaba gestando en Cataluña, como consecuencia del enorme desgaste del régimen de Primo de Rivera, la estrategia de acción del dirigente catalán pasaría de priorizar los contactos con la emigración a centrarse en consolidar la base de apoyo de su partido entre las fuerzas internas contrarias al directorio militar, a la vez que estrechará los vínculos del Estat Català con otras organizaciones separatistas de izquierda, lo que condujo, en marzo de 1931, ya en el umbral de la Segunda República, a la creación de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Por otra parte, y ante la resistencia del Comité del Estat Català, el cambio de nombre de la entidad por el de PSRC nunca llegó a materializarse, tampoco tendría mucho éxito el reconocimiento de una comisión constituida desde Cuba por miembros del nuevo partido. A pesar de esto, las distintas sociedades catalanas que desde Cuba se habían involucrado en el proyecto independentista continuaron reclamándole al caudillo catalán que cumpliera con los compromisos que había forjado durante su estancia en la isla. El Centre Català fue la institución que durante más tiempo persistió en este esfuerzo; Las cartas y cablegramas que se preservan de esta correspondencia, demuestran la insistencia del Centre en temas como el destino del PSRC, la posible aplicación de la Constitución redactada en La Habana y el reconocimiento del papel desempeñado por las asociaciones de emigrados en la consecución de la independencia.

Macià contestará con demora, a veces con meses de diferencia, pero fuera de una misiva circular a todas las organizaciones americanas, en la que expresaba su agradecimiento por la labor y los sacrificios realizados por estas, poco será lo que adelante respecto a los otros temas. Cuando en abril de 1931 el dirigente nacionalista declaraba el establecimiento de la República Catalana –después de ganar con su partido Esquerra Republicana de Catalunya las elecciones municipales–, la comunicación entre este y las asociaciones en Cuba había disminuido drásticamente. A partir de esa fecha, la dura realidad política que tendrá que enfrentar en España, le obligará a atemperar sus aspiraciones para el futuro de Cataluña. Solo unos días después de la proclamación de soberanía desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, se vería obligado a renegociar el estatus de la región, ante la tenaz resistencia del gobierno provisional de la Segunda República española a consentir la independencia catalana. El resultado sería la obtención de un estatuto de autonomía que servirá de base a la formación del gobierno de la Generalitat de Catalunya, mucho más amplio en poder de lo que había tenido nunca el país, pero muy inferior al de concepción federalista presentado por Macià en las Cortes [6].

Ante estos hechos, las reacciones de las organizaciones catalanistas de la Isla irán desde el desencanto hasta la incomprensión y el enojo. Las más radicales le tildarán de traidor; este es el caso del Group Nacionalista Radical Catalunya de Santiago de Cuba, cuyo presidente Salvador Carbonell sacaría adelante una resolución en la que además de definir la total separación del caudillaje de Macià, le despojaba de su nombramiento de presidente de honor y le solicitaba la devolución de la estelada confeccionada por las mujeres de la sociedad y que se le había entregado durante su visita a la sede de la asociación. También el Block Nacionalista Cathalonia de Guantánamo le notificará a Macià la decepción que les había causado la aprobación del Estatuto, su ruptura con ERC y su intención de seguir con el ideal independentista de Cataluña. El Centre Català será mucho más comedido, aunque expresará por escrito su desaprobación ante la desaparición del principio de autodeterminación que estaba presente en la primera propuesta de estatuto, mantendrá abierta la puerta a la colaboración con la Generalitat.

A pesar de todas estas críticas, la nueva institución fue el mejor resultado posible al que en ese momento podía aspirar el catalanismo independentista. Al margen del holgado triunfo de ERC en las elecciones de 1931, existían marcadas divergencias hacia el interior de la coalición sobre el camino a seguir, además, no todas las fuerzas políticas en Cataluña estaban a favor de una solución tan radical; a esto hay que añadir que las agrupaciones nacionalistas en el poder no tenían la capacidad militar para enfrentarse a los efectivos con los que contaba el gobierno de la Segunda República, lo que quedaría demostrado en 1934, cuando el ejército republicano derrocaría al gobierno de Lluís Companys i Jover y pondría fin al estatuto de autonomía.

El 25 de diciembre de 1933, algo más de un año después de creada la Generalitat, su primer presidente, Francesc Macià i Llussà fallecía a la avanzada edad de 75 años. La labor que desarrolló, tanto en España como en el exilio, fue esencial para la coordinación y avance de un movimiento nacionalista de izquierda en Cataluña; la combinación de figura política con la de hombre de acción, sumado a su carisma natural, le permitieron atraer a las filas del independentismo a sectores populares y de la clase obrera que, hasta ese momento, habían encausado sus demandas sociales ajenos a la militancia nacionalista. Su recorrido por América, independientemente de las polémicas posteriores, tuvo un efecto positivo en el trabajo de las sociedades catalanas de ideología separatista, las que incrementaron su acción pública y redefinieron el alcance de sus programas políticos.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Albert Balcells: Historia del nacionalisme català, dels orígens al nostre temps, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1992.

[2] Marcela Lucci: “La colectividad catalana en Buenos Aires en el siglo XX, una visión a través de los catalanes de América”, tesis Doctoral inédita, Universitat Autònoma de Barcelona, 2009.

[3] Joan M. Ferran: La Constitució catalana de L`Havana. Lleida, Pagès Editors, 2005.

[4] Josep Conangla I Fontanilles: La Constitució catalana de L`Havana i altres escrit, edició a cura de Joaquim Roy, Edicions de la Magrana, S. A., Barcelona, 1986.

[5] Sergio Ruiz García: “El asociacionismo español en Cuba. Un encuentro de identidades: el caso catalán (1840-1940)”, tesis Doctoral inédita, Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, 2015.

[6] Josep M. Roig Rosich: “Segona República I guerra civil”, en Manel Risques (dir): História de la Catalunya contemporània, de la guerra del Francès al nou Estatut, segona edició actualizada, Pòrtic, Barcelona, 2006.

Rubén Darío Lahuiller Chaviano: Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Desde el 2015 es Doctorante y su tesis de investigación es “Las sociedades regionales españolas en Cuba: presencia, adaptación y crecimiento (1899-1930)”. Entre 2001 y 2015 fue profesor del Departamento de Historia de Cuba de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana. Desde 2016 trabaja como investigador en el Instituto de Historia de Cuba.

Proyecto artístico “La mujer en la historia compartida”

Proyecto artístico “La mujer en la historia compartida”

Proyecto artístico “La mujer en la historia compartida”

Rolando Rensoli Medina

Diciembre 20, 2021

 

El Palacio del Segundo Cabo, ubicado en uno de los laterales de la Plaza de Armas, en el Centro Histórico de La Habana, es la sede del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, dirigido por Onedys Calvo Noya, historiadora del arte y profesora universitaria, con una trayectoria profesional reconocida y un entusiasmo desbordante.

Esas características personales favorecen para que una pléyade de jóvenes profesionales de igual especialidad, le sigan los pasos en un proyecto artístico que han denominado La mujer en la historia compartida, que transita ahora por realizaciones audiovisuales, pero cuyo objetivo macro es avanzar hacia otras formas del arte.

Pretende el abordaje, con enfoque de género, del papel de la mujer en la diversidad compleja de nuestro mundo natural y cultural.

Tres documentales son los primeros resultados del proyecto, con guion, producción y dirección enteramente de las especialistas del Centro, que han contado con el apoyo logístico de la Subdirección de Patrimonio Documental, de la Dirección de Patrimonio de la Oficina del Historiador de la ciudad, la emisora Habana Radio, el Centro Cultural A+ Espacios Adolescentes, la Delegación de la Unión Europea en Cuba y la embajada de Polonia.

Los orígenes de la idea datan del año 2020, pero a causa de la pandemia de la Covid-19, ha sido en este 2021 cuando fue posible concretarla.

Herencia y subversión. Imagen simbólica de la mujer es un documental de Onedys Calvo Noya y Amanda Ramírez Viñas que sirve, a consideración de este reportero, como entrada a las problemáticas específicas que abordan los otros materiales, pues es más general y holístico.

Abarca un universo amplio de criterios sobre la discriminación y los estereotipos de géneros, llevados de la mano de reconocidos especialistas que son entrevistados: el hogar y la familia y su consideración como patrimonio exclusivo de la mujer, la herencia cultural de la mujer negra lastrada desde una esclavitud coloreada, los estereotipos de belleza euroccidentales y los esfuerzos de superación personal de las féminas.

También refleja el uso o no, de sus derechos, la igualdad preconizada pero no lograda, la banalización cultural de los roles históricamente atribuidos a la mujer en la sociedad, la preferencia u orientación sexual.

Esos son, grosso modo, los temas que abordan con entera libertad entrevistados y entrevistadas. Un logro del documental es que no solo se trata el tema desde las perspectivas de “ellas sobre ellas”, sino también el de dos hombres que aportan sus criterios y experiencias.

Mujeres que danzan. Herencia, desafío y constancia. Es una realización de Yenny Hernández Valdés, que se explica por su propio título. Hacer de la danza su vida puede ser, además de una diversión o entretenimiento, un sueño, un logro, un proyecto de vida o una profesión, pero cuánto le cuesta a una mujer esa realización personal a partir de compartirla con los roles de género históricamente atribuidos a ella, hacerlo es todo un desafío, que requiere constancia, dedicación y estoicismo,

El tercer producto audiovisual, Las desobedientes, es quizás el más sugestivo y personalizado. Se debe al talento de Yainet Rodríguez Rodríguez, que indaga en ¿proezas? de mujeres atrevidas y transgresores que si bien, a los ojos, de los que creemos en la plena igualdad social de géneros, no sería “mucho o casi nada del otro mundo” si fueron heroicidades para la sociedad que les tocó vivir: usar pantalones como prendas de vestir, montar bicicleta o moto, escribir textos con “verbo encendido”, tener una profesión exitosa y no ser “alguien” por ser “la esposa de alguien”… sencillamente, desobedientes a las “normas de la buenas costumbres”.

En el futuro, el proyecto incluirá coloquios, exposiciones de artes plásticas y otras manifestaciones culturales para expresar la inconformidad e inquietudes de estas profesionales de historia del arte acerca de cómo se ha visto y aún se ve en muchos casos, a la mujer en papeles de subordinación irremediable al hombre, como secundarias en una sociedad machista y patriarcal y obligadas a respetar a quien les falta el respeto a diario por el mero hecho de considerarse cacique en su relación matrimonial y familiar.

Sin ser experto en la producción audiovisual, me atrevo a asegurar que los tres documentales reúnen los parámetros de calidad, a ello debe haber contribuido el talento de las realizadoras y la experiencia en estas lides del equipo de Habana Radio, que es mucho más que una emisora radial.

La mujer en la historia compartida debiera salir de los muros de cantería del Palacio del Segundo Cabo. Sus producciones audiovisuales podrían mostrarse en la Televisión Cubana o en la red de salas cinematográficas. Al menos yo, comparto esta historia.

 

[Tomado de Cubarte]