dest Bahía de La Habana

El legado docente de Valentín Sanz Carta en Cuba

1 Bahía de La Habana

Jesús Guanche Pérez

Marzo 26, 2021

 

Junto con una amplia obra pictórica, Valentín Sanz Carta (1849-1898) permanece durante 12 años al frente de la cátedra de Paisaje y Perspectiva de San Alejandro e imparte clases a varias decenas de alumnos, algunos de los cuales continúan cultivando el paisaje y el retrato como género pictórico en su posterior actividad profesional. Muchos obtienen importantes premios nacionales e internacionales; e incluso, también se dedican a la enseñanza de las artes plásticas en el país. El legado de este artista, nacido en Canarias y arraigado en Cuba, no podemos circunscribirlo a los resultados de su propia obra pictórica, que ha padecido el olvido de muchos críticos e historiadores del arte y ha sido merecedor del justo reconocimiento de otros, sino a la posibilidad multiplicadora que posee la actividad pedagógica bien orientada.

Desde su entrada en San Alejandro en 1886, logra cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje -limitado hasta entonces al contexto tradicional del aula-, pese a la abierta resistencia del entonces director de la Academia Miguel Melero. Emplea sus propias obras como base material de estudio en las copias de cuadros mediante diversas técnicas (al lápiz, al carbón, a la sepia, al creyón, a la acuarela o al óleo), y propicia, y en ocasiones costea, múltiples excursiones a diferentes lugares de interés en La Habana, como el Jardín Botánico y las márgenes (entonces limpias) del río Almendares.

De este modo obtiene éxitos crecientes -corroborados por la crítica de arte en su época- gracias a la motivación participativa de sus alumnos, a la vez que logra en la enseñanza del paisaje un proceso de observación y ejecución in situ, que inicialmente ha complementado con el entrenamiento de las diversas técnicas del dibujo y la pintura.

Entre sus principales discípulos figuran Ángel Porro Primelles (1864-1918) quien nace en la ciudad de Camagüey, entonces Puerto Príncipe; ingresa en San Alejandro a los 19 años y asiste a las clases de paisaje de Sanz, donde logra una verdadera identificación vocacional. Es acogido favorablemente por la crítica habanera, y en un artículo de La Habana Elegante (julio de 1888) Enrique Hernández Miyares señala que:

Este distinguido alumno del Sr. Sanz, presenta tres lienzos: dos composiciones del natural y una marina, copia de un cuadro original de su maestro; que constituyen tres notables obras de arte. ¡Qué vigorosa entonación, qué dulzura en el color y qué pastosidad! ¡Cuánta poesía! El señor Porro imprime a sus obras el sentimiento de su imaginación de artista y de poeta, porque para ser buen paisajista y apreciar las bellezas de la naturaleza, es necesario sentir toda la poesía […] en sus sublimes creaciones. Persevere sin desfallecer el joven Porro en la luminosa senda del arte y no dudamos que ni la fortuna le negará sus dones, ni sus lauros la gloria [1].

Otra de sus discípulas es Concepción Mercier García (1866-1934) también oriunda de Camagüey. Estudia en San Alejandro desde 1886 -recién creada la cátedra de Paisaje y Perspectiva- hasta 1889; bajo la guía del propio Sanz Carta y de Miguel Melero. Tras concluir sus estudios se dedica por entero a la pintura con significativos resultados nacionales e internacionales. Durante el concurso convocado con motivo de las actividades por el IV Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América en octubre de 1892, participa y obtiene una Mención Honorífica. También envía una obra a la Exposición de Chicago en 1893. En 1899 gana medalla de oro en la Exposición de Pintura de Santa Clara y participa mediante selección en la Exposición Universal de París en 1900. En ese mismo año, una breve reseña crítica de otra pintora señala: “Por las virtudes que adornan su alma de artista, por el amor a su arte, al cual ha consagrado toda su existencia, ha conquistado Conchita el cariño y estimación de todas las personas que la conocen y saben apreciar sus méritos” [2].

Se destaca también Aurelio Melero y Fernández de Castro (1870-1929), nacido en La Habana, matricula en San Alejandro con solo ocho años (1878) debido al ambiente familiar, pues su propio padre es el director de la Escuela. En el curso 1886-1887 se inicia en la asignatura de Paisaje y obtiene sobresaliente. Desde entonces hasta el curso 1898-1899 (10 cursos ininterrumpidos) es premiado con matrícula de honor y obtiene calificaciones muy satisfactorias en diversas asignaturas vinculadas con el paisaje y la escultura [3]. En septiembre de 1893 la revista habanera El Fígaro le dedica su portada, que reproduce un retrato del joven artista dibujado por Manuel del Barrio, junto a una crítica acerca de sus más recientes trabajos. En 1900 envía a la Exposición Universal de París un Retrato ecuestre de Antonio Maceo y realiza sus primeras colaboraciones como ilustrador de El Fígaro.

Otro joven talento es Manuel D. Lluch Beato (1865-1912), nacido en La Habana, culmina sus estudios de Bachiller en Artes en el Colegio de Belén y en 1880 es enviado a New York a estudiar inglés. Al año siguiente viaja a Madrid para iniciar la carrera de Ingeniería Naval, pero la interrumpe para dedicarse al aprendizaje del dibujo y la pintura. Matricula en San Alejandro en el curso 1886-1887; obtiene sobresaliente en Figura y es matrícula de honor en el curso 1888-1889. Pasa a ser alumno de Sanz durante los cursos 1891-1892 y 1892-1893, en los que alcanza sobresaliente y matrícula de honor por sus paisajes al lápiz, al carbón y por los estudios al óleo del natural, respectivamente [4].

En 1893 el propio Sanz Carta recomienda su nombramiento como Profesor Auxiliar de San Alejandro, y señala: “En algunas ocasiones he tenido oportunidad de apreciar sus dotes para la enseñanza, pues oficiosamente me ha auxiliado en la mía a causa muchas veces del número de alumnos, y en otras de ausencia por causas ajenas a mi voluntad. Estimo que es recomendable en beneficio de la enseñanza, su pretensión” [5].

Otro caso es el de Adriana Billini Gautreau (1865-1946), nacida en Santo Domingo, República Dominicana, muy joven viene a Cuba e ingresa en San Alejandro con 17 años. Sistemáticamente se mantiene como alumna durante 11 cursos consecutivos entre 1882-1894. Una de las acuarelas que expone como alumna en 1886 es elogiada por el periodista Ramón I. Arnao en las páginas de La Habana Elegante. Durante los años académicos 1892-1893 y 1893-1894 es discípula de Sanz Carta, y obtiene sobresaliente en estudios al óleo del natural en las clases de Paisaje. Posteriormente se dedica a la docencia y a la interpretación pictórica de temas cubanos, en los que logra varios reconocimientos internacionales. A principios de 1900 coordina varios números de la conocida revista Cuba y América dedicados a la pintura en Cuba. Junto con otros colaboradores caracteriza la obra de sus contemporáneos y valora altamente los “sabios y bondadosos consejos” de los maestros Valentín Sanz y Antonio Herrera para su generación.

Su discípulo Eduardo Morales Morales (1868-1938), nacido en La Habana, se inicia en San Alejandro a los 21 años durante el curso 1889-1890. En las clases de pintura obtiene sobresaliente en Naturaleza Muerta y Copias de Cuadros; por lo que se le confiere matrícula de honor. Al curso siguiente Sanz le imparte las asignaturas de estudios al Lápiz y al Carbón y Dibujo del Antiguo Griego [6]. Participa como expositor en 1917 en el II Salón de Bellas Artes de La Habana; se dedica también al tema del paisaje, entre cuyas obras se conocen Valle de Yumurí, Carretas y Zanja Real de Palatino.

Otra de las jóvenes es Rosa San Pedro Humares (1868-1897) nacida en La Habana, matricula en San Alejandro a los 14 años y se mantiene ininterrumpidamente desde el curso 1882-1883 hasta el de 1890-1891. Es de las primeras alumnas sobresalientes de Sanz Carta desde que este ocupa la cátedra de Paisaje en 1886 y logra en cuatro ocasiones la matrícula de honor [7]. Por los resultados obtenidos en sus estudios el propio Sanz la denomina mi gloria. Junto con otros contemporáneos, envía una Marina a la Exposición de Chicago de 1893, que más tarde reproduce la revista Cuba y América. Con motivo de la Exposición auspiciada por la sociedad gallega Aires d´a miña terra por el IV Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América obtiene un premio de pintura.

Se destaca además Manuel del Barrio Llorens (1873-1944), quien nace también en La Habana; en 1887 matricula Filosofía y Letras en la Universidad, pero al año siguiente se traslada para la especialidad de Derecho, carrera que comparte con sus estudios de pintura en San Alejandro. Recibe clases de paisaje con Sanz Carta durante el curso 1889-1890, tema que desarrolla posteriormente. Al mismo tiempo, trabaja como dibujante y redactor de la revista El Fígaro, que le dedica su portada en abril de 1891, y en esa ocasión señala: “Apenas cuenta diez y nueve años y ya es uno de los primeros dibujantes de La Habana. Una vocación decidida y cada día más vehemente por la pintura, puso desde muy niño el pincel y el lápiz en las manos del distinguido redactor de El Fígaro” [8]. 

La joven María Ariza Delange (1873-1959), natural de La Habana, estudia en la Academia desde 1885. Durante cuatro cursos consecutivos (1892-1896) recibe clases de paisaje con Sanz Carta, y por sus resultados sobresalientes obtiene tres matrículas de honor. En 1907 viaja a Europa y estudia un año en la Academia San Julián y en el Instituto Francés de París. Luego se traslada a España y continúa sus estudios de arte durante cuatro años bajo la dirección del profesor valenciano Cecilio Plá Gallardo (1860-1934) en Madrid. Regresa a Cuba en 1926 y vuelve a su inicial punto de partida, ya que ingresa en el profesorado de San Alejandro; al año siguiente ocupa en propiedad la cátedra de Historia del Arte, que desempeña hasta su fallecimiento. En 1931 pasa a desempeñar la Secretaría de la Escuela y junto con su actividad docent­e, imparte otros cursos y conferencias en la Universidad de La Habana y en la sociedad feminista Lyceum.

El estudiante Teódulo Jiménez Hernández (1879-1940), también natural de La Habana, entra en contacto con San Alejandro a los catorce años, en el curso 1893-1894; en la asignatura de Dibujo Elemental obtiene sobresaliente y se le confiere matrícula de honor. A partir de aquí realiza una excelente trayectoria que le permite alcanzar la matrícula de honor en todos los cursos siguientes. En el curso 1894-1895 obtiene sobresaliente en las asignaturas Dibujo del Antiguo Griego y Paisaje; así como los Estudios al Lápiz y al Carbón, ambos bajo la conducción de Sanz Carta. En los cursos subsiguientes igualmente logra sobresaliente en Paisajes con Acuarela y al Óleo [9]. Tras enfermar de los nervios copia y firma como Sanz y es oportunamente denunciado.

Quizá la figura más conocida es Antonio Rodríguez Morey (1872-1967). Durante la primera mitad del siglo XX es uno de los principales continuadores, junto con Domingo Ramos (1894-1956), del tema del paisaje rural cubano. Nacido en Cádiz, llega a Cuba de niño; estudia en el plantel de la Sociedad Económica de Amigos del País y cursa la segunda enseñanza en el Instituto de La Habana. Aunque su nombre no aparece en las actas de matrícula de San Alejandro ni se conserva en su expediente personal, he obtenido constancia de que recibió clases de paisaje con Sanz Carta durante el curso 1891-1892 [10].

En la sinopsis biográfica de Federico Sulroca Spencer (1860-1931) que realiza Benigno Vázquez en 1952 llega a señalar que “realizó sus estudios de pintura y dibujo bajo la dirección de los profesores Sanz Carta y don Miguel Melero” [11]; pero el vínculo con el catedrático de Paisaje tuvo que ser posterior, ya que Sulroca estudia en San Alejandro durante 1877-1881; es decir, antes de la llegada de Sanz a Cuba. Las relaciones de este artista con el catedrático de Paisaje se establecen en la década del 90 del siglo XIX, cuando el joven Sulroca trata de buscar alternativas a la enseñanza de la pintura en Cuba. Con el cese de la dominación colonial continúa sus actividades artísticas y logra vincularse a la enseñanza del dibujo y la pintura como profesor de San Alejandro.

En la reseña biográfica de Sanz Carta que efectúa Esteban Valderrama afirma que éste “tuvo la oportunidad de orientar al joven artista Armando Menocal” (1863-1942). De manera que sus relaciones con Sanz se establecen en el período 1890-1895, cuando Menocal reside temporalmente en la casa de su hermana, en la Calzada de Puentes Grandes. Desde julio de 1891 se vincula nuevamente con San Alejandro por medio de la Cátedra de Dibujo Elemental, en sustitución del recién fallecido profesor Antonio de Herrera y Montalbán, y allí conoce y admira la actividad pedagógica y la obra paisajística de Sanz.

Por ese tiempo Menocal ejecuta obras importantes como el retrato del Obispo de la Diócesis de La Habana, Monseñor Manuel Santander; el cuadro que realiza expresamente para la Exposición de Chicago de 1893, Reembarque de Colón por Bobadilla, cuya exhibición es desautorizada por el Comisionado Español en La Habana, debido a las cadenas que posee la figura del Gran Almirante y El derecho feudal, obra posteriormente premiada, entre otras.  

El alcance actual de este género pictórico en Cuba no puede dejar de asumir como patrimonio particular, el papel formador que desempeñó y el lugar muy destacado que ocupa Valentín Sanz Carta desde su ingreso en San Alejandro hasta 1898, período en que crea la simiente de una escuela del paisaje cubano.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

[1] Hernández Miyares, Enrique. “Academia de San Alejandro”, La Habana Elegante (La Habana), año VI, núm. 30, 22 de julio de 1888: 8.

[2] Billini, Adriana. «Conchita Mercier», en, Cuba y América (La Habana), vol. IV, núm. 78, 5 de mayo de 1900: 25.

[3] Expediente de Aurelio Melero y Fernández de Castro y Registro de alumnos, Libro 2º, folio núm. 249. Archivo de San Alejandro.

[4] Expediente de Manuel D. Lluch Beato y Registro de alumnos, Libro 2º, folio núm. 293-294. Archivo de San Alejandro.

[5] Carta de V. Sanz a Miguel Melero de 13 de diciembre de 1893. Expediente de Manuel D. Lluch. Archivo de la Escuela San Alejandro.

[6] Expediente de Eduardo Morales Morales y Registro de alumnos. Libro 2º, folio núm. 318. Archivo de San Alejandro.

[7] Expediente de Rosa San Pedro Humares y Registro de alumnos, Libro 2º, folio no 308. Archivo de San Alejandro.

[8] “Nuestros dibujantes. Manuel del Barrio”, El Fígaro (La Habana), año. VII, núm. 15, 26 de abril de 1891: 1.

[9] Expediente de Teódulo Jiménez y Registro de alumnos. Libro 2º.

[10] Escuela Profesional de Pintura y Escultura. Borrador de alumnos empezado el día 1 de septiembre para el año académico de 1890-1891. Antonio Rodríguez Morey, folio 42. Curso 1891-1892. Clase de Paisaje, Caballeros (Manuscrito). Archivo de la Escuela San Alejandro.

[11] Vázquez Rodríguez, Benigno. «Biografía de los pintores del período republicano», La pintura y la escultura en Cuba, La Habana, 1952: 130.

Jesús Guanche Pérez: Doctor en Ciencias Históricas y Licenciado en Historia del Arte. Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba en la especialidad de Antropología Cultural. Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba. Fue honrado en 2013 con el Premio de Investigación Cultural que otorga el Instituto de Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello por la obra de toda la vida y en fechas recientes con la Orden Carlos J. Finlay. También mereció el Premio Hortensia Pichardo con el texto Iconografía de africanos y descendientes en Cuba. Estudio, catálogo e imágenes, por la manera de abordar el tema de la trata, la esclavitud y su repercusión en la Isla. En 1999 el Cabildo Insular de Gran Canarias publicó su libro Valentín Sanz Carta en Cuba: un itinerario vital.

dest La actividad comercial de los catalanes en La Habana

La actividad comercial de los catalanes en La Habana

La actividad comercial de los catalanes en La Habana

Idania Esther Rodríguez Ortega

Marzo 19, 2021

 

La presencia catalana en La Habana constituye un importante bastión para medir toda actividad en la que incursionaron y lograron triunfar, de ahí que una abarcadora muestra demostrativa la constituya el desarrollo comercial. A pesar de los estrictos controles y prohibiciones que impuso la corona de España, unos pocos catalanes burlando las intrincadas leyes migratorias se habían instalado en Cuba; podría señalarse entre estos a Miguel de Ballester, al que se le ha considerado como el primero en extraer jugo de la caña de azúcar y convertirlo en azúcar y que se dice fue quien fundó el primer trapiche; José Gelabert, quien sembró las primeras plantaciones de café en la zona de Guanajay, poblado aledaño a La Habana. Al establecerse de manera oficial a finales del siglo XVIII y en el siglo XIX, se dedicaron a afianzar sus diversos comercios e inundaron las calles habaneras de O´Reilly, Obispo, Oficios, Mercaderes, Muralla y otras, convertidas en arterias principales de la actividad comercial. Están entre los primeros que incursionaron con sus fábricas de tabacos y cigarros, las de licores, panaderías y dulcerías, bares, restaurantes, bancarias, se podría afirmar que no hubo actividad que resultara desconocida para ellos. Los hijos de Cataluña contribuyeron al desarrollo comercial cubano y se entregaron a Cuba, haciendo de ella su segunda patria. Quizás algunos de los aquí tratados no sean los más conocidos, pero muestran la diversidad de los comercios. Demos paso a presentar una muestra del universo comercial de los catalanes en La Habana en la que aún perdura su impronta.

Exponentes de los comercios catalanes en La Habana

Comercios del siglo XIX

De los comercios del siglo XIX aún en la actualidad persisten, retando el tiempo, las edificaciones aunque muchos de ellos ya no se desempeñan para lo que fueron creados y otros sí se mantienen. Una pequeña muestra de éstos será expuesta, de los más relevantes y teniendo en cuenta la diversificación.

Fábrica de tabacos y cigarros Partagás

Fundada en 1845 en la calle Industria por Jaume Partagàs Rabell, quien llegó a Cuba procedente de Arenys de Mar el día 29 de julio de 1831. Por sus traslados hacia Pinar del Río en asuntos de negocios enviado por Joan Conill, otro catalán, en cuyos almacenes trabajaba y donde aprendió el oficio, Partagàs entra en contacto con las vegas de tabaco de la región de Vueltabajo, desde donde trasladaba las hojas hacia La Habana para venderlas y es así que decide independizarse y crear su propio negocio que resultó ser muy próspero. Llegó a convertirse en una de las más prestigiosas fábricas de elaboración de tabacos de Cuba conocida como “La Real Fábrica de Tabacos Partagás”, pero también atrajo muchas querellas comerciales que lo llevan a la muerte; aún en la actualidad con el mismo nombre “Partagás” continúa en existencia y produciendo los cotizados cigarros y tabacos del mismo nombre. Falleció Jaume Partagàs la noche del 17 de junio de 1868 por un disparo casi a quemarropa y fue enterrado en el Cementerio General “San Rosendo” que poseía la Iglesia Parroquial del término de Vueltabajo en Pinar del Río.

La fábrica de tabacos “La Escepción”

Su propietario Josep Gener y Batet fue un indiano, nació en Arbós, Baix, Penedés en el año 1831 y falleció en Barcelona en 1900.  Se estableció en Cuba desde 1884, primero en la ciudad de Pinar del Río donde compró una vega de tabaco denominada Hoyo de Monterrey, en San Juan y Martínez, y en La Habana fundó la fábrica de tabaco “La Escepción” en 1865 en las calles Monte y Zulueta, esta edificación existe aún. Contó con más de 400 trabajadores y consiguió una gran producción de cigarros, conocidos como “Decouflé” por su calidad tuvo gran aceptación en el mercado. Fue director de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en tres períodos: 1875-1876; 1883-1884 y1887-1888. Su comercio fue continuado por sus descendientes hasta el año 1959.

La farmacia y droguería La Reunión, “Droguería Sarrá”

Es creada en 1853, en La Habana, propiedad de Valentí Catalá y de Josep Sarrá, padre, al morir continúa su hijo Josep Sarrá Valldejuli, nacido en Malgrat de Mar, Maresme en 1839 y que falleciera en La Habana el 15 de octubre de 1898, fundaron  la farmacia y droguería “La Reunión” conocida popularmente por Droguería Sarrá y que se convirtiera en la preferida por la población. Poco tiempo después Valentí Catalá regresó a Cataluña y quedó en manos únicamente de la familia Sarrá. A su muerte, su viuda Celia Hernández Buchó y su hijo Ernesto lograron llevar a planos superiores esta farmacia convirtiéndola en un verdadero imperio a nivel internacional, fue denominada “La mejor del mundo”.

La primera fábrica de velas y jabones en La Habana.

En 1863 los señores Francisco Sallés, José Crusellas y Ventura Vilaró fundaron la fábrica de jabones y velas de Sallés, Crusellas y Cía., la cual para el año de 1869 cambia su objeto social por el de Crusellas, Hermanos y Cía. teniendo como socios activos a Juan y José Crusellas y más tarde a su hermano Ramón Crusellas quien fuera el iniciador y propulsor de los anuncios artísticos de promoción de la firma comercial en los diarios y revistas. Ramón Crusellas Faura nació en Arbós, Baix, Penedés en la primera mitad del siglo XIX y falleció en La Habana. En el año 1868 se trasladó a Cuba y se hizo cargo de la fábrica con su hermano José creando la Sociedad “Crusellas, Hnos. y Cía.” La unión de ambos hermanos conllevó a dar un nuevo giro a la firma al especializarse en productos de perfumería. Fue el creador del conocido jabón “Candado”. Fue presidente de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en el período de 1887-1888.

Bar-restaurante “El Floridita”

Sitio que se conoce como la “Cuna del Daiquirí”, todos sus propietarios fueron catalanes, oriundos de Lloret de Mar, Gerona, aunque quizás el más relevante de todos fue Constante Ribalaigua Vert. Nació en el año 1888 y falleció en La Habana en 1952. Muy joven llegó a La Habana en el año 1899 y fue recomendado desde Lloret de Mar para trabajar en La Florida”, nombre que tenía el establecimiento, del cual eran propietarios los hermanos Francisco y Narciso Sala Parera. Fue el último en entrar al bar como barman y devino su propietario.  

Ribalaigua perfeccionó este comercio, el cual llegó a ser tan popular que rebasó los marcos nacionales para pasar a planos internacionales; en ello tuvo mucho que ver la fama que le imprimió al bar la visita asidua del escritor norteamericano Ernest Hemingway cuyo lugar le sirvió como referencia para una de sus novelas, pero además era un reconocido degustador del coctel daiquirí que Constante Ribalaigua le preparaba.

Comercios en el Siglo XX

Una diversidad de comercios se extendió a lo largo del siglo XX, habían productos que se comercializaban aunque no eran producidos en Cuba pero tenían a su agente importador, “anís del mono” que se producía en Badalona y su agente único, J. Teixidor radicado en La Habana; “La Catalana” fue un establecimiento en la calle O´Reilly que adquirió gran reputación por sus variadas ofertas de víveres finos, panadería, dulcería y vinos; de Teodoro Llovera fue el Jardín “La Diamela” en la calle 23 y J, Vedado; la Tapicería “Los Novios” de Felipe Bargalló en la calle Barcelona en la que se ofrecían los servicios variados de adornista, fundas y cortinajes, visillos, tapetes, cojines y pantallas de seda; la Frutería “La Segunda Catalana” ubicaba en las calles Obispo y Cuba, un establecimiento de víveres finos, frutas, licores, refrescos y helados, fue fundado en el año 1911 por los señores Vila y Ventosa, heredando después Jaime Ventosa; Bartolomé Berenguer con un  Taller de Carpintería en el año 1914 en la calle Rodríguez, en la Víbora, el cual para el año 1928 era considerado uno de los mejores talleres de su tipo en La Habana, confeccionaba  tablillas de persianas y balancines, se achaflanaban tableros y se hacían soldaduras de todas clases; Andrés Cogul fundó la fábrica “La Suiza” de elaboración de Caramelos y Bombonería en el año 1920 que se ubicaba en la calle Belascoaín, por mencionar solo algunos aunque fueron constituidos muchos más.

Muy prolífera fue la actividad comercial catalana en toda Cuba, solo nos hemos referido a la actividad comercial en La Habana y en esta, una apretada síntesis pero de hecho ha quedado ampliamente demostrado que en la economía cubana la influencia de los catalanes fue relevante y muchos de estos comercios, además de conservar el nombre dado por su propietario catalán, han prevalecido hasta la actualidad. Decir catalanes en Cuba, era sinónimo de trabajo, comercio, actividad, industria, prevalecía en ellos como una especie de asociación de hermandad, entraban indistintamente ricos y pobres, grandes y pequeños, su unidad es el único secreto de su sorprendente prosperidad y para ayudarse mutuamente y hacer prevalecer sus tradiciones y su cultura crearon también otras asociaciones e instituciones, además de la mencionada sociedad benéfica, como el Centre Català, el Fomento Catalán, el Orfeó Català. 

Como conclusión por su clara descripción, las frases del escrito de la Condesa de Merlín, María de las Mercedes Santa Cruz, que refiere el libro La Fidelísima Habana de Gustavo Eguren, que muestra cómo ya desde el siglo XIX se vislumbró lo que sobrevendría en el siglo venidero acerca de la actividad comercial de los catalanes y así escribiría en su libro sobre la vida en La Habana: “…No hay pueblo en La Habana; no hay más que amos y esclavos. Los primeros se dividen en dos clases: la nobleza propietaria y la clase media comerciante. Esta se compone en su mayor parte de catalanes que, llegados sin patrimonio a la Isla, acaban por hacer grandes fortunas; comienzan a prosperar por su industria y economía…”.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Idania Esther Rodríguez Ortega: Licenciada en Educación en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Desde 2009 es historiadora y archivera de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña. Publicó los libros De Cataluña a Cuba… ¡Hacer las Américas! (2011) y Necrópolis Cristóbal Colón: El susurro de las piedras (2015) y un texto suyo integra la compilación Presencia Catalana (2012), editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Jalisco. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, la Cátedra Honorífica Catalana, Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de Catalanistas de América Latina y de la Red de Estudios sobre Cementerios y Espacios Funerarios de La Habana. Ha participado en múltiples eventos científicos nacionales e internacionales.

Velorio o banquete...

¿Velorio o banquete? La costumbre de comer, beber y fumar en los velatorios de difuntos

Velorio o banquete...

María Cristina Hierrezuelo Planas

Marzo 5, 2021

 

Entre las diversas costumbres trasladadas por los españoles a Cuba y que en mayor o menor medida aun matizan la vida cotidiana de los habitantes de la isla, se encuentra la de comer y beber en los velorios. Precisar aspectos relativos a su surgimiento resulta bastante complejo, pero se presume que todo comenzó en algún momento de la Edad Media, probablemente en el siglo XIII, en Irlanda. El hábito de muchos irlandeses de consumir los alimentos y las bebidas en vasijas de estaño solía provocar casos de envenenamiento o intoxicación por plomo -especialmente en quienes ingerían wisky y cerveza en grandes cantidades-, los que derivaban en la muerte o en estados catalépticos. La escasa o nula posibilidad de comprobar con rapidez y certeza de cuál de las dos circunstancias se trataba, generó la costumbre de que amigos y familiares permanecieran junto al cuerpo inanimado y aguardaran durante horas para verificar si era defunción o catalepsia. Durante la dilatada espera, “la vida continuaba” en el sentido de que los allí presentes comían, bebían, narraban anécdotas, hacían chistes y reían con la mayor naturalidad.

Esa particular manera de aguardar el desenlace cierto de lo acontecido, dio origen al velorio, asumido en términos generales como el tiempo transcurrido entre el deceso de una persona y el momento de su entierro, revestido de un carácter rayano en lo profano, alejado de cualquier elemento de corte religioso, aunque uno y otro suelen aparecer asociados y, en un determinado momento, pueden ser vistos como una unidad análoga a la existente entre el cuerpo y el alma.

Es de presumir que la costumbre del velatorio pasó de Irlanda a España y de allí a Cuba; pero también es lícito considerar que al igual que los irlandeses, los naturales del país ibérico por razones muy propias también forjaron la suya en el ámbito de las velaciones, la trasladaron a la Mayor de las Antillas, y ya en tierra caribeña, asumió sus propias características. Aunque es imposible  inferir el momento exacto de su introducción y puede presumirse que fue desde los primeros momentos de la colonización, debe señalarse que no han sido localizadas informaciones ilustrativas de cómo se manifestaba en Santiago de Cuba durante los siglos XVI, XVII y XVIII; sin embargo concerniente al XIX, diversos documentos y los testimonios legados por dos viajeros que visitaron la ciudad en la citada centuria, posibilitan conocer algunas informaciones sobre esta parte del ritual funerario, visto como un acto social de despedida a un ser querido.

Hipólito Pirón, santiaguero que se radicó en París y estuvo de visita en su ciudad natal durante el período comprendido entre 1859 y 1863, expuso que cuando una persona fallecía los familiares -para garantizar la presencia y permanencia de quienes en un número no menor de doce, aceptaban pasar toda la noche “en forma devota y triste”, les ofrecían dulces, comidas y bebidas, con el propósito de hacerles soportable la larga vigilia [1]. Esta información invita a pensar que en principio el brindis tenía como destinatarios a quienes concurrían con la obligación de mantenerse en vela durante toda la noche. Esa  velada fue reseñada en los términos siguientes:

En la sala donde se encuentran los concurrentes, se sirve una mesa abundante de manjares exquisitos y de vinos, y, durante toda la noche, comen, beben, conversan y ríen, pues los temas de su conversación no tienen nada de fúnebres. Los parientes del difunto se encuentran entre ellos y se comportan de igual manera; por momentos se separan y van a arrodillarse cerca del cadáver y lanzan gritos de lamentación [2].

Esta información contradice en cierta medida, lo expuesto por el propio Pirón en cuanto a la obligación de quienes participaban en el velatorio de mantener una actitud devota y triste durante toda la noche; por ello es posible aceptar que los veladores no cumplían este compromiso, y que quienes asistían al mortuorio, pero no en esa condición, también disfrutaban de las comidas y bebidas que eran servidas.

En cuanto al segundo de los viajeros, el pintor británico Walter Goodman, cuya estancia en la oriental ciudad se enmarca entre los años 1864 y 1869, tuvo a bien testimoniar sobre la extraordinaria capacidad de los dolientes de alternar los episodios de llanto con la ingestión de dulces, bizcochos, café y chocolate [3]; así como con el placer de fumar. Sobre este aspecto, con un tono donde se percibe algo de sorna, expresó: “Entonces recuerdo la teoría tan socorrida de que el tabaco es un buen desinfectante, porque la mayor parte de la concurrencia lo saborea, incluso las ancianas” [4].

El velorio de María Josefa Palma

Los aspectos expuestos por Piron y Goodman resultan susceptibles de ser probados mediante documentos de la época entre los cuales figuran cinco referidos a igual número de velatorios realizados en la ciudad; uno de ellos en 1819, tres en el decenio de 1830, y uno en el de 1850. Todos se refieren a eventos ocurridos en el entramado urbano y aunque no siempre aportan muchos detalles sobre los comestibles ofrecidos, se constata la presencia de algunos de los referidos por los dos viajeros antes citados y confirman que efectivamente en el evento luctuoso se comía y se bebía en abundancia.

En el velorio ocurrido en 1819, correspondiente a don Pedro Collazo, natural y vecino de Santiago de Cuba, fueron invertidos trece pesos por la comida y demás gastos correspondientes al entierro [5]; en el de un individuo llamado Tadeo de Moya, fueron pagados diez pesos y siete y medio reales por la compra de café, rosquitas, galletitas, etc. [6]; en el del francés Juan Brousse, maestro de armería y herrería, no se hace alusión a los productos, pero se expresa haber gastado veinte pesos en comida y bebida para los concurrentes en la casa y los criados empleados en el servicio [7]; y en el de una señora de nombre Genoveva Chovet, se registra el consumo de cerveza por valor de cuatro pesos [8].

Una muestra de la abundancia en cuanto a las comidas y bebidas brindadas en los mortuorios lo constituye el de la parda libre María Josefa Palma, alias Pepa, natural de Santiago de Cuba, vecina de calle baja de la Carnicería no. 63, soltera, y sin hijos, quien falleció el 30 de marzo de 1859 a la edad de 65 años. Los productos servidos destacaban por su variedad y cantidad y reafirman que en efecto estos eventos constituían verdaderos convites, donde los concurrentes comían, bebían y -como fue expuesto por Goodman-, consumían tabaco de manera colosal.

Resulta válido señalar que fumar era un hábito muy arraigado en los santiagueros, al extremo de darse casos de infantes de apenas tres años de edad, que según el testimonio legado por Piron, llevaban enormes tabacos en la boca, a imagen y semejanza de sus progenitores [9]. La estadounidense Caroline Wallace -quien residió en la urbe santiaguera entre los años 1861 y 1869-, relató con asombro el caso de una mujer que fumaba tanto como su esposo e hijo, y en esa familia “hasta el pequeño de cinco años parecía disfrutar de su cigarro” [10].

Para el velorio de María Josefa Palma fueron comprados 500 tabacos, una cifra que para los ojos del presente puede parecer excesiva, pero que a partir de la costumbre de los santiagueros y las santiagueras, parece aceptable y dice que los fumadores concurrentes pudieron deleitarse sin límites. Una lectura detenida del documento, indica que hubo una primera remesa de 400 la cual se agotó y entonces resultó necesario adquirir cien más. Pero los amantes de saborear las chucherías y disfrutar de una copa, también disfrutaron. Fueron adquiridos dos quesos, un jamón, galletas y mantequilla; buñuelos y empanadillas, seis libras de chocolate, café, azúcar blanca, y leche de vaca –ingredientes necesarios para elaborar un delicioso chocolate y un buen café-; dos libras de jamón, fideos, y tocino, -posiblemente para hacer una sopa-; y un queso para el almuerzo lo que permite presuponer que los otros dos a los cuales se hizo referencia eran para preparar bocadillos con las galletas, el jamón y la mantequilla.

Entre las compras realizadas para el velorio en análisis, aparece la de “dulces para la mesa”, información que permite colegir que efectivamente, tal como fue expuesto por Piron, en la pieza donde se congregaban los encargados de velar al cadáver se colocaba una mesa con confituras destinadas a quienes debían velar al fallecido. En materia de bebidas, la variedad fue evidente. Se compró aguardiente de caña y, también cinco botellas de ron, diez de vino, una de anisado, y una de ginebra. Entre los gastos aparece el pago de dos pesos a la cocinera encargada de la elaboración de los alimentos y tres, a dos sirvientas cuya misión consistiría en colocar los dulces en la mesa, y portar las bandejas con todo lo que se brindaba. El hecho de que cuatro personas fueran dedicadas a preparar los comestibles y servirlos junto con las bebidas y los tabacos, permite conjeturar la dimensión del ágape [11].

Resulta significativo que, como expresión genuina de los cambios que son propios a toda manifestación social, específicamente su adaptación al entorno, además de vino, cerveza, y ginebra, de indiscutible procedencia europea, en el siglo XIX figuraban el chocolate y el tabaco de genuino linaje americano, y también el café. A pesar de su origen africano, después de la inmigración francesa a Cuba, el llamado “néctar negro de los dioses blancos” se fue imponiendo de forma paulatina en el gusto de los cubanos hasta desplazar al chocolate en el consumo diario y erigirse como la bebida nacional. Su presencia en los velorios debió estar dada por sus propiedades estimulantes: ingerirlo contribuye a mantenerse despierto.

La costumbre en los siglos XX y XXI

La conjugación de los testimonios legados por Hipólito Piron y Walter Goodman, y la información contenida en los documentos de archivo revelan que efectivamente en el siglo XIX, los velorios emulaban con cualquier banquete, pero en la década de 1920, debido posiblemente a la expansión de las funerarias, la costumbre empezó a eclipsarse. Este hecho fue testimoniado en los siguientes términos: “[…] comienza a desaparecer la costumbre de ofrecer «banquetes» en las casas donde se velan los cadáveres, en que la concurrencia que se quedaba acompañando a los dolientes, era obsequiada a través de las horas con café o chocolate, galletas, jamón, pan con mantequilla y cigarros y tabacos” [12]. A partir de ese momento en el listado de los obsequios se mantuvieron el café, el chocolate y el tabaco, aunque en las zonas rurales, la situación no tuvo variaciones sustanciales, lo que pudo estar dado por el hecho de que muchos velatorios continuaron haciéndose en las casas.

Cinco siglos después de la llegada de los españoles a Cuba y de la fundación por ellos de la ciudad de Santiago de Cuba en el verano de 1515, la añeja costumbre de comer y beber en los velorios pervive, aunque atemperada a los nuevos tiempos. Es común que se brinde café, cuya elaboración y servicio corren a cargo de los empleados de la cafetería existente en la funeraria y donde también se expenden productos como pan, embutidos, tortillas, dulces y refrescos, que algunos compran y consumen, aunque en oportunidades los familiares prefieren adquirir esos víveres u otros similares en centros donde los productos ofertados tienen una mayor calidad, y los brindan a los que deciden velar el cadáver.

La situación en el campo es distinta. El llanto y la tristeza no son obstáculos para que los familiares sacrifiquen algún animal que puede ser un ave de corral, pero también un cerdo cuya carne frita o en fricasé, se ingiere junto con arroz, yuca, ñame, plátanos, o cualquier otra vianda de la cual se disponga; cuando es   época de maíz, suelen hacerse ayacas [13] y frituras; abunda el servicio de  café, y en ocasiones hay galletas y hasta cigarros [14]. El brindis es para todos los presentes y en el caso de la comida, se prepara de manera especial para quienes llegan procedentes de lugares distantes de aquel donde se efectúa el velatorio. En todo momento se hace patente la solidaridad de los vecinos con algún aporte, porque como decían los ancianos: “Para fiesta y velorio, siempre algo aparece”.

Pero comer y beber en los velorios tiene cada día menos adeptos. En la actualidad y en lo referido a la ciudad de Santiago de Cuba, algunos de los concurrentes que, por determinadas razones, no participan en la vigilia nocturna y se incorporan en horas de la mañana, suelen llevar desayuno para reconfortar a quienes permanecieron en vela, el que casi siempre consiste en un poco de café bien fuerte o de café con leche. En este nuevo contexto, las bebidas alcohólicas, específicamente el aguardiente y el ron –no así el vino y la cerveza- mantienen vigencia, aunque a diferencia del café que es repartido de manera abierta y generosa, quienes las consumen –por lo general a título personal y en un pequeño grupo-, lo hacen en las áreas exteriores de la funeraria, nunca en el lugar donde está expuesto el cadáver.

Un nuevo peligro acecha a la costumbre de ingerir comidas y bebidas en los velorios. Ante el avance que tiene la opción de la incineración y debido a ello la reducción del tiempo de exposición de los cadáveres en la funeraria, la añeja costumbre sufrirá variaciones ostensibles.

Última reflexión

Comer y beber en los velorios pondera el carácter social de este evento, en términos de ratificarlo como un espacio de sociabilidad informal donde brindar café –que es lo que generalmente se hace-, resulta la manera mediante la cual los familiares de un fallecido agradecen a los concurrentes el gesto de acompañarlos en un trance tan difícil como es despedir para siempre a un ser querido. También es una forma de demostrar a los vivos el amor que se sentía por el difunto, aunque este no pueda verlo.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Hippolyte Piron: La isla de Cuba. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1995, pp. 44-45.

[2] Ibídem.

[3] Walter Goodman: Un artista en Cuba. Editorial del Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965, p. 37.

[4] Ibídem.

[5] Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC). Juzgado de Primera Instancia, leg. 550, exp. 1.

[6] Ibídem, leg. 40, exp. 4.

[7] Ibídem, leg. 589, exp. 5.

[8] Ibídem, leg. 634, exp. 3.

[9] Hippolyte Piron: Ob. Cit., p. 49.

[10] Caroline Wallace: Santiago de Cuba antes de la guerra, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p. 67.

[11] IAHPSC. Juzgado de Primera Instancia, leg. 696, exp. 1.

[12] Carlos E. Forment Rovira: Crónicas de Santiago de Cuba II. Era republicana, Ediciones Alqueza, Santiago de Cuba, 2006, p. 563.

[13] Plato elaborado con el maíz tierno molido. Pequeñas porciones de la masa obtenida –a la cual se le agrega sal a gusto-, son envueltas en las hojas del propio fruto y luego se hierven. En el occidente de la Isla se le denomina tamal en hojas.

[14] En el caso de la ciudad de Baracoa, en cuyo territorio abunda el cultivo del cacao, es común que en los velorios se brinde chocolate.

María Cristina Hierrezuelo Plana: Doctora en Ciencias Históricas. Trabaja en el Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales, en la Universidad de Oriente, donde imparte asignaturas del ciclo de las historia generales. Ha participado como ponente en diversos eventos científicos tanto de carácter local como nacional e internacional; entre los cuales figuran diversas ediciones del coloquio El Caribe que nos une, en el marco del Festival del Caribe; de la Conferencia de Cultura Africana y Afroamericana, y del Evento Provincial de Historia e Historiografía convocados respectivamente por la Casa del Caribe, el centro Cultural Africano Fernando Ortiz y la Filial de la Unión de Historiadores de Cuba, todos en la provincia de Santiago de Cuba. Artículos de su autoría aparecen publicados en revistas  y libros, y es autora de los títulos Las olvidadas hijas de Eva (Ediciones Santiago, Cuba, 2206) y Tumbas para cimarronas (Ediciones Santiago, Cuba, 2013). Ha realizado actividades profesionales como profesora y asesora en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Francia y la República Bolivariana de Venezuela.

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Aporte de investigadores holandeses a la paleontología cubana

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Reinaldo Rojas Consuegra y Jorge Isaac Mengana

Febrero 26, 2021

 

Introducción

La Paleontología, disciplina científica ocupada en estudiar los fósiles presentes en las rocas cubanas, ha ocupado gran cantidad de paleontólogos cubanos y de otras partes del mundo, entre ellos holandeses.

Entre los macro fósiles, uno de los más importantes del registro paleontológico cubano son los  rudistas, grupo de moluscos cuyas conchas formaron grandes volúmenes de rocas calizas marinas, y que se extinguieron la final de periodo Cretácico, hace unos 66 millones de al mismo tiempo que los dinosaurios; probablemente a causa del impacto meteorítico de Chicxulub, Yucatán, México.

Desarrollo

Las noticias más antiguas de este grupo de moluscos “gigantes” datan de inicios del siglo XIX.  Sin embrago, la más importante contribución al conocimiento taxonómico y estratigráfico de este grupo fósil, fue estimulada por el profesor Luis Martin Robert Rutten, de la Universidad de Utrecht.

El holandés L. M. R. Rutten (1884 – 1946), estudió Geología en la Universidad de Utrecht, Holanda; presentó su tesis en Paleontología en 1909, a los 25 años de edad. Empleado en la compañía petrolera holandesa Bataafsche Petroleum Maatschappij, predecesora de la Royal Dutch Shell, condujo una expedición científica a Borneo; sus trabajos en la petrolera lo llevaron, además, a ampliar sus experiencias y conocimientos sobre la geología, la paleontología, y la cartografía de las cordilleras Béticas, la Antillas Holandesas, Cuba, Argentina, México y Perú.

A los 37 años de edad,  Rutten sustituyó a su viejo maestro Wichmann como professor en Geología, Paleontología y Cristalografía en la Universidad de Utrecht.  Por sus trabajos en exploración, él imprimió a su cargo profesoral una dimensión práctica, llevando a sus estudiantes a expediciones al extranjero.  Así, en 1930, dirigió a sus alumnos en una expedición a las Antillas Holandesas. Con posterioridad, en los años 1933 y 1938 realizó dos expediciones a Cuba, también acompañado de sus alumnos y esposa, Johanna Catharina Pekelharing.

Al matrimonio de Luis Martín y Johanna Catharina, le nació Martin G. Rutten, que estudió biología y geología; seguidor de los pasos de su padre, lo acompañó en expediciones a Cuba donde colectó los materiales suficientes para presentar en 1936, su tesis: Rudistids from the Cretaceous of Northern Santa Clara province, Cuba.

En 1919, a los 35 años de edad, Luis Martín  Robert Rutten, se convierte en Miembro Correspondiente de la Real Academia Holandesa de Ciencias y Artes, y Miembro Pleno de Número, a los 39 años de edad.  Fue autor o coautor de muchas publicaciones científicas.  El reconocimiento de la comunidad científica se hace realidad en el empleo de sus trabajos para nuevas publicaciones, y además, por haberle dedicado una especie de lagarto suramericano: Phyllodactylus rutteni.

El aporte de los paleontólogos holandeses, al avance  de los micro y macrofósiles es apreciable; sirva de ejemplo la contribución hecha al conocimiento de los rudistas de Cuba.

G. Rutten (1936), utilizando los ejemplares recolectados en 1933 al norte de la provincia de Las Villas junto al Dr. Tschopp, dio a conocer una nueva especie Chiapasella cubensis, pero además, describió taxonómicamente todo el material, reportando varios taxones.

En un primer trabajo, Thiadens (1936), describe del material colectado en la parte sur de la antigua provincia de Las Villas, reportando una nueva especie Bournonia planasi, reconociendo además, otras.   En su segundo trabajo, ese mismo año, reportó por primera vez para Cuba una asociación fósil del Cretácico Cenomaniano – Turoniano, procedente de la parte sur de Las Villas: Tepeyacia corrugata Palmer, Caprinuloidea perfecta Palmer, Caprinuloidea sp. y Coalcomana ramosa Boehm.

En el año 1937 L. W. J. Vermunt, publicó la descripción taxonómica del material recolectado en Cuba en 1933 en la provincia de Pinar del Río, donde describió seis nuevas especies: Orbignya mullerriedi, Biradiolites tschoppi, Biradiolites macgillavryi, Bournonia thiadensi, Durania palmeriTampsia rutteni. Además, reportó otras.

Varios trabajos de H. J. Mac Gillavry, dedicados a los rudistas (1932, 1935, 1937), hacen referencias a las especies cubanas, pero sin dudas, la obra de Mac Gillavry de 1937, es la más importante de todas las contribuciones que le preceden, y una de las fundamentales en estos estudios del Caribe y América.

Esta obra contiene una extensa revisión taxonómica de obligada consulta. Para Cuba en particular, el autor describió varias especies nuevas: Antillocaprina crassitela, Bournonia cancellata, Biradiolites adhaerens, Biradiolites  cf. adhaerens, Bournonia thiadensi, Bournonia nov. sect. sp., Mitrocaprina tschoppi, Mitrocaprina palmeri, Mitrocaprina cf. bayani, Vaccinites inaequicostatus vermunti. Además, en su revisión sinonimizó numerosos taxones ya conocidos de todo el hemisferio occidental, relacionándolos con los de Europa.

Años más tarde, se publicaron otros trabajos del grupo holandés: Wessen, quien incluyó en su estudio algunos rudistas de las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila; Keijzer trató las taxa del territorio camagüeyano y oriental; y Hermes J. J reportó y describió las especies del Cretácico Inferior Albiano en la provincia de Camagüey; comparables a la fauna ya reportada por Thiadens del territorio meridional villaclareño.

Listado de taxa de rudistas nombradas por los estudiosos holandeses, dedicadas por otros autores en honor a ellos, o dedicadas entre ellos mismos (Rojas-Consuegra 2004, 2005):

Familia Polyconitidae (Mac Gillavry) 1937

Familia Hippuritidae

Hippurites mullerriedi (Vermunt) 1937

Vaccinites macgillavryi (Palmer) 1933

Vaccinites vermunti (Mac Gillavry) 1937

Torreites tschoppi (MacGillavry) 1937

Familia Radiolitidae

Biradilites tschoppi (Vermunt) 1937

Bournonia planasi (Thiadens) 1936

Bournonia thiadensi (Vermunt) 1937

Tampsia rutteni (Vermunt) 1937

Chiapasella cubensis (Rutten) 1936

Familia Antillocaprinidae (Mac Gillavry) 1937

Antillocaprina crassitela (MacGillavry) 1937

Titanosarcolites macgillavryi (Alencáster) 1971

Familia Plagioptychidae

Mitrocaprina palmeri (Mac Gillavry) 1937

Conclusiones

Los trabajos de los holandeses en Cuba, fueron fundacionales en el estudio de algunos grupos fósiles, en particular para los rudistas donde se cuentan unos 12 taxones válidos, entre ellos dos familias, varios géneros y especies. Como resultado de aquellas colectas de fósiles, hoy se atesoran en la Universidad de Utrecht, la colección más importante de rudistas de Cuba, muy significativa para todo el Caribe. Todo científico cubano que se proponga el estudio de los rudistas, necesita consultar el material de dicha colección, por lo que es aspiración legítima de paleontólogos cubanos que esta sea emplazada, como corresponde, en suelo cubano.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Reinaldo Rojas Consuegra: Doctor en Ciencias Geológicas (CUJAE, 2004). Máster en Geología (UPR, 2001); Ingeniero Geólogo (URSS, 1986); Actualmente es Investigador Titular del Centro de Investigaciones del Petróleo. Investigador y curador de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba por 25 años (1990-2016); fue también vicedirector científico (2001-2004) y director (2007-2014) de dicha institución. Especialista en Invertebrados fósiles y estratigrafía. Es miembro del Grupo para el Patrimonio Geológico y de la Comisión de Patrimonio Natural del CNP. Autor y coautor de publicaciones y comunicaciones sobre geociencias, incluido patrimonio y socialización. Ha dirigido o codirigido una decena de proyectos científicos y ha sido el responsable, por la parte cubana, de varios proyectos internacionales y bilaterales, con especialistas de México, España, Japón, Estados Unidos, Reino Unido y otros países.

Jorge Isaac Mengana: Licenciado en Educación en la especialidad de geografía. Fue jefe de Promoción Cultural, Exhibiciones y Educación del Museo Nacional de Historia Natural de cuba. Desde 2010 es director de la Casa Museo Alejandro de Humboldt, institución adscrita a la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

Maestros de obras catalanes en Camagüey

Maestros de obras catalanes: artífices del Modernismo de finales del siglo XIX y principios del XX en Camagüey

Maestros de obras catalanes en Camagüey

Vivian Mas Sarabia y Jorge Blanco Mas

Febrero 19, 2021

 

Introducción

El surgimiento, formación y desarrollo de la cultura nacional cubana tuvo su base en los aportes culturales que provinieron de España, proceso que fue, en gran medida, estimulado por una fuerte emigración fomentada en la península, al comenzar a nutrir la población en Cuba cediéndole modelos y patrones, que pasaron a formar parte de la identidad nacional del país.

En Camagüey, se observa una arquitectura realizada a inicios del siglo XX que manifiesta significativamente los signos de maestros de obra catalanes. Es por ello que estudiar las edificaciones realizadas en ese período nos permite preservar esa arquitectura de alto valor estético.

Presencia de catalanes en Camagüey

Según consta en documentos oficiales, Camagüey tuvo, desde 1841, asentamientos de catalanes, e incluso, una empresa conocida como “colonización catalana” fue organizada en la antigua “Santa María del Puerto del Príncipe” por tres educadores catalanes que tenían la misión de “…facilitar la venida a Cuba de contingentes migratorios catalanes expertos en diversas ocupaciones y artesanías” (Conangla Fontanilles, 1954, p. 60)

Con la finalidad de agruparse para defender el ideal nacionalista catalán, se crearon asociaciones encargadas de difundir la cultura entre sus miembros. Contribuyeron a mantener el arte de la colonia catalana y se convirtieron en “…fieles depositarios de las más bellas tradiciones de su lejana tierra en nuestro país” (Chávez Álvarez, 1989, p. 15). Además de incentivar acciones culturales, en la ciudad se establecieron numerosos maestros de obra, albañiles, herreros, carpinteros, que transpolaron su experiencia y conocimientos e imprimieron en las obras realizadas por ellos el sello característico de su región natal.

Maestros de obras catalanes

A inicios del siglo XX, Camagüey no tenía casi arquitectos. Constructores cubanos como Rafael Bastida, Pompeyo Sariol, Orlando Freyre, entre otros, -que ejercían su labor desde el XIX-, dominaban la proyección de edificaciones (Llanes, 1985).

Aproximadamente desde 1895 comenzaron a llegar, procedente de Cataluña, un numeroso grupo de maestros de obras que, a fuerza de destreza y maña, dio muestras de poseer grandes habilidades y poco a poco ganaron prestigio en diferentes ramas de la construcción.

Nombres como Claudio Muns Piqué, Juan Llach Masdeu, Francisco Borrás Juan, Jaime Cruanyas, Ramón Ranté, Miguel Perulla, José Grau Sanou, Juan Albaijés Ciurana y Miguel Pons, expresaron su idiosincrasia a través del uso de elementos artísticos que incorporaron a las más significativas construcciones del período. Con el análisis de sus obras se podrán pormenorizar y distinguir constantes de diseño, que llegaron a convertirse en “escuela” dentro de la ciudad (Llanes, 1985).

Sin lugar a dudas, Claudio Muns Piqué [1], dejó excelentes muestras de su trabajo y durante el primer cuarto de siglo fue uno de los más destacados propulsores de la tendencia modernista en la ciudad. Además de construir su propia casa en Estrada Palma No. 44, realizó varias viviendas con decoraciones florales, que aún pueden apreciarse en la calle Avellaneda. “Claudio Muns era fachadista, se dedicaba a decorar los frentes de las edificaciones, tenía muy buen gusto y hacia las cosas perfectas…” [2]. Fue el encargado de remodelar la fachada del antiguo Ayuntamiento ubicado en Cisneros esquina a Martí y construyó la única vivienda con cariátides en el balcón sita en Avenida de los Mártires esquina a Rotario.  

Ramón Rante llegó a La Habana en 1906 y radicó en Camagüey desde 1914. Junto a otros constructores edificó la Iglesia sita en la calle Teniente Cañón -en la Vigía- y colaboró en la realización de la iglesia neogótica del Sagrado Corazón de Jesús, en la plaza de San Francisco.

No todos llegaron a Cuba en busca de mejoras económicas, tal es el caso de Jaime Cruanyas Feliú que nace en Canet de Mar, Barcelona, en abril de 1880 [3]. Desde muy joven, sintió vocación por la construcción y se hizo especialista en trabajos artísticos de jardinería. Viajó a Cuba en 1906, contratado por Higinio Moré, entonces dueño de la Tropical, -que lo conoce en Canet-, para que decorara el área exterior de su empresa. En los hoy conocidos Jardines de la Tropical, Cruanyas desplegó una maestría indiscutible: bancos, canteros, barandas rústicas, fueron realizadas con piedra y cerámica, al estilo del parque Güell de Gaudí.

Llegó a Camagüey en 1914, como jefe de una compañía constructora integrada por catalanes para realizar la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Fue en esta obra donde comenzó a familiarizarse con las nervaduras y elementos del estilo gótico. Trabajó en la construcción de la capilla Las Siervas de María ubicada en el Reparto Garrido entre 1926 y 1947. Su frente está decorado en azulejos y se observa un mural con la imagen de la Virgen de la Salud, realizado con este material. Muchos ingenieros y arquitectos de la época se asombraron con la solución dada a la cubierta, pues en su interior aparecían los nervios propios del gótico y por el exterior se apreciaba como una gran azotea plana. También realizó la Escuela de Artes y Oficios para los Salesianos, con talleres de carpintería, herrería y mecánica.

El azulejo y la cerámica fueron los materiales que más aseveraron la entrada del Art Nouveau y de los catalanes en la arquitectura. Entre las más importantes está la fábrica que perteneció a Jaime Cruanyas. Poseía una prensa de hacer mosaicos y azulejos, que mandó a comprar junto con catálogos a Francia, en ella realizó, por más de 40 años, disímiles trabajos que requirieron de su utilización: pisos, baños, zócalos, canteros, frisos y detalles de decoración en general, mostraron gran variedad de diseños y valores cromáticos. Construía fundamentalmente para la clase media. Enseñó el oficio a su hijo, de igual nombre, que fue dueño de una fábrica de mosaicos, ubicada en la calle 1ra del Reparto Vista Hermosa.

Juan Llach Masdeu, trabajó de muy joven en la región de Cataluña y llegó a Cuba con una rica experiencia que invirtió en numerosas edificaciones de la ciudad. Ejemplo de lo anterior es la vivienda de Martí No. 16 y las ubicadas en Apodaca No. 16 y No. 18 para la clase media.

El catalán Antonio Moya Andreu [4], regresó a España después de trabajar varios años en la provincia. Realizó diversas construcciones, consideradas como verdaderas joyas de la arquitectura camagüeyana. La vivienda de la Avenida Finlay No. 41, única de su tipo en el interior del país, es un vivo ejemplo de la expresión gaudiana. Si se compara su pretil ondulado con el remate de la casa Battló de Barcelona, se encontrarán semejanzas muy notorias en ambas viviendas.

La ubicada en Esteban Varona actualmente está muy transformada. Con dualidad de funciones, Moya situó la fábrica de jabones Tibidabo en el primer nivel y el segundo lo destinó a viviendas para la clase media. Se recreó con el uso de materiales pétreos en la Gruta del Casino, que asemeja una fuente natural. Es realizada en marzo de 1924 y está ubicada en el área arbolada más extensa de la ciudad.

Moya fue considerado como un verdadero artista inspirado en la enigmática figura de Antonio Gaudí. Utilizó elementos de la naturaleza y evocó fantasías y rarezas, que sorprende a todo el que analiza su arquitectura.

La incidencia de los maestros de obra catalanes fue muy amplia y diversa. Puede verse en una temática muy poco abordada -y olvidada- por los arquitectos actuales. Se trata de la arquitectura funeraria, que realizada por el catalán Francisco Borrás Juan [5], cuenta con un bello ejemplo -comparable a los de su tipo en La Habana- en el Cementerio General de Camagüey.

En 1919 se construyó una bóveda modernista -única en el interior del país- que se encuentra en el primer tramo cuadrante noroeste. Perteneció a una familia de abolengo: la de Carmen Machado de López, que urge conservarla, pues en la actualidad se encuentra en lamentable estado. Con seguridad existieron en la ciudad muchas obras que no están relacionadas en el trabajo, pero faltaron datos, elementos en expedientes y se ha perdido el testimonio de familias que regresaron a España o que han muerto. Es algo que vale la pena profundizar por lo novedoso del tema.

Se puede afirmar que el Art Nouveau o Modernismo, no llega puro a la ciudad y como parte del lenguaje ecléctico, tiende a mezclarse con otras corrientes para manifestar rasgos disímiles en sus soluciones. Combinaron elementos de la arquitectura modernista como: balcones de hierro en forma sinuosa, enchapes cerámicos, decoraciones con azulejos y detalles de pretiles ondulantes. Muy utilizado fue el esgrafiado con motivos florales y naturales utilizándose la línea de libre configuración propia del estilo (Mas Sarabia, 2000).

Conclusiones

Tras el análisis realizado puede afirmarse que, en el caso de Cuba, -desde finales del XIX y durante las tres primeras décadas del XX-, los antecedentes hispánicos y la presencia de españoles en la Isla marcaron, mucho más que en períodos anteriores, su influencia en la formación sociocultural del país. En este sentido, la potente emigración fomentada en la Península Ibérica, fue la encargada de no romper el vínculo cultural con España y las asociaciones fundadas por ellos, funcionaron como elementos de identidad cultural y permanencia de tradiciones.

Dentro de la emigración hispana que llegó a Cuba hay un predominio de gallegos, canarios y catalanes. Estos últimos se asentaron mayoritariamente en la región centro – oriental del país, y particularmente incidieron en la zona de Camagüey, por lo que se hizo evidente su estudio.

Cuando se recorre la ciudad de Camagüey se observa una arquitectura que denota evidentes muestras de la acción desarrollada por maestros de obra catalanes, que ocuparon un importante espacio en la ciudad, marcando en cada edificación su talento y su personalidad. Quizás parecerá excesivo hacer comparaciones entre las geniales obras de Gaudí y aquellas realizadas por Moya, Cruanyas, Llach, Grau, Borrás, Albaijés y Muns, -por sólo citar a algunos-, donde cada cual logró adecuarse a las características específicas del país, con soluciones locales pero con el sello inconfundible de elementos que provienen del vocabulario modernista.

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Los datos sobre el maestro de obra catalán Claudio Muns, fueron aportados por varias generaciones de catalanes, que aún viven en la ciudad, son ellas las señoras: Teresita Cruanyas y Carmen y Teresita Grau.

[2] Entrevista a las catalanas Carmen y Teresita Grau, hijas del herrero José Grau.

[3] En marzo del 2000 se le realizó una larga entrevista a Teresita Cruanyas, hija menor de Jaime, la cual brindó la información aquí recogida.

[4] En marzo del 2000 se le realizó una larga entrevista a Teresita Cruanyas, hija menor de Jaime, la cual brindó la información aquí recogida.

[5] Datos ofrecidos por Gustavo Sed Nieves.

Vivian Mas Sarabia: Doctora en Ciencias Técnicas. Arquitecta, Profesora Titular del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana y, desde 2014, es presidenta de la Comisión de la carrera Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural de ese centro de altos estudios. Es Miembro de Número de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula y de la Fundación Diego de Sagrado, en España. Obtuvo 4 premios nacionales otorgados por la Academia de Ciencias de Cuba y participó, como jurado, en la Categoría de Intervención del Patrimonio en 4 Salones Nacionales de Arquitectura. Formó parte del Tribunal en 3 carreras para su acreditación en Maestrías y Doctorados. Es miembro del Tribunal Permanente de Arquitectura para la obtención del Grado de Doctor en Ciencias Técnicas.

Jorge Blanco Mas: Es ingeniero civil y máster en Ciencias. Profesor Asistente del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Camagüey. Miembro de la red Fórum UNESCO – Universidad y Patrimonio (FUUP).

dest La ciudad de Trinidad

La ciudad de Trinidad y su región en la obra de Francisco Lavallée

La ciudad de Trinidad y su región en la obra de Francisco Lavallée

MSc. Bárbara O. Venegas Arbolaez

Febrero 12, 2021

 

El 18 de marzo de 1833 el Cabildo de la ciudad de Trinidad admitió el título de agrimensor de D. Francisco Lavallée y aprobó su petición para el uso y ejercicio de su profesión [1]. Sin embargo, en otra documentación se consigna su residencia anterior a dicha fecha: “Don Francisco Lavallée de Trinidad, 9 de octubre de 1832, calle de Jesús María Nº 13” [2]; y por si fuera poco, se cita un documento del Archivo Histórico Provincial de Sancti Spíritus, donde aparece como uno de los agrimensores que deslindó el hato San Pedro —que pertenecía a Trinidad y colindaba con otro de la jurisdicción espirituana— en 1831 [3]. Todo parece indicar que en este último año ya radicaba en la localidad y que solo después que comprobó las potencialidades económicas y profesionales que el lugar le ofrecía se decidió a establecer un compromiso fiscal con el gobierno. En el presente trabajo se considera 1831 como su fecha de arribo a la región trinitaria.

Años antes, en 1819, Francisco Lavallée llegó a Haití procedente de Francia para dedicarse al comercio. En su país natal había tenido otras experiencias como el intento de hacerse marino y sus estudios le permitieron entrar en la oficina del catastro, las cuales fueron muy útiles para su vida posterior.

Al deteriorarse la situación en Haití, tuvo que seguir la trayectoria de otros franceses que se habían radicado allí y pasó a La Habana, donde se encontraba ya en 1820, después residió en Puerto Príncipe, donde ejerció como agrimensor durante algunos años y alcanzó cierta notoriedad en la profesión, lo cual es muy probable que le facilitara el desenvolvimiento en Trinidad durante la década de 1830.  

En esta última trabajó intensamente y tuvo una activa vida social y política como representante de su nación y miembro de instituciones científicas: afiliado a la Sociedad Francesa de Estadística Universal en 1830 y a la Sociedad de Geografía de París en 1833 —con la que había comenzado a cartearse en 1832—; corresponsal de la Sociedad Económica de Amigos del País desde 1832; agrimensor geómetra de los dominios reales del departamento central y vice-cónsul de Francia en Trinidad en 1834; también en esta misma fecha inspector de los hospitales de la ciudad; y caballero de la Legión de Honor en 1835.

Pero, sin dudas, toda su actividad profesional y su proyección intelectual giró en torno a la geografía: creó mapas y planos topográficos e hidrográficos, y planos catastrales en diversas regiones del centro de la Isla; se mantuvo en comunicación y colaboración permanente con otros especialistas de su rama, de lo cual lo más representativo es su participación en el llamado mapa de Vives en 1835 y el Atlas cubano de Rafael Rodríguez en 1841-42; preparó colecciones de flora, fauna y minerales que envió a la Sociedad de Geografía de París, en respuesta a una convocatoria de la institución en 1837; y publicó Memoria histórica, geográfica y estadística sobre Cuba (1836), Noticia geográfica sobre la ciudad de Matanzas (1836), Noticia geográfica de la Isla de Pinos (1837), Noticia geográfica para servir a la geografía de Cuba, Matanzas, Mariel (1840), y Noticias históricas y geográficas sobre las ciudades de Trinidad, Sancti Spíritus y San Juan de los Remedios (1844).

El fechado de los trabajos de su autoría, su colaboración en proyectos cartográficos de carácter nacional orientados por la superioridad y su regreso a Francia en 1843 permite inferir que se marchó de la región trinitaria probablemente en 1842-43.

El agrimensor ante la plantación azucarera trinitaria [4]

Lavallée llegó a Trinidad en la etapa de auge de la plantación azucarera en la región, que constituía el complejo económico-social más relevante del Departamento Central de la Isla.

La condición de ciudad portuaria y comercial aportaba factores de modernización y cosmopolitismo, de ahí el atractivo para artistas, profesionales y técnicos de todo tipo para establecerse en ella y ponerse al servicio del gobierno y de los propietarios, que en el caso gubernamental encargaban planos y mapas de la ciudad, de proyectos de nuevas poblaciones, de la línea costera, de caminos y recursos hidráulicos. Por la parte de los hacendados se financiaban representaciones topográficas de sus propiedades para legalizar un dominio como dueño, inventariar y tasar un bien inmueble para venderlo o comprarlo, declararlo como herencia dentro de un testamento o, en su defecto, un intestado, etc.

Es válido aclarar que la confección de planos de las plantaciones esclavistas azucareras se había puesto en práctica en el Caribe insular desde el siglo XVIII con diversos motivos, no solo catastral o delimitador de propiedades, con fines de compraventa o herencia, sino para mostrar la red de caminos y el ordenamiento espacial de los componentes del complejo fabril, cuya representación cumplía una función que hoy llamaríamos de organización del trabajo, además de tributar a una estética paisajística, en este caso industrial. El investigador Esteban Acosta Rodríguez considera que “los planos no solo muestran una distribución sino además pueden ser leídos en términos de articulación del discurso y el poder de las clases dominantes en la conformación del diseño del paisaje” [5].

No obstante, otras lecturas son posibles: los indicadores referidos a grupos sociales subalternos como los esclavos y las diferentes prácticas socioculturales vinculadas a la vida en el ingenio y a su segregación típica, como la ubicación de la aldea o el barracón donde vivía dicha servidumbre, los cultivos y los árboles aislados, así como los jardines.

Indudablemente, el boom azucarero había provocado un efecto de similares dimensiones en la agrimensura en los campos de Cuba. Continuamente surgían todo tipo de conflictos entre los propietarios a causa de la imprecisión de los deslindes de las primeras concesiones de tierras, y sobre todo, a partir del decreto de 1819, que impuso nuevas delimitaciones agrícolas. A esto se añadía la transformación de numerosas haciendas ganaderas en plantaciones de café o de caña de azúcar, que requerían nuevas mediciones topográficas [6] y también la explotación de otras estructuras agrarias, como el sitio de labor y el potrero.

La enorme demanda de mediciones de tierras fue resuelta por agrimensores criollos y extranjeros, estos últimos de diversas procedencias. El citado año no es casual, es evidente la relación entre los aportes técnicos de los inmigrantes franceses, basados en conocimientos científicos; su rigor profesional, con la aplicación de instrumentos de medición precisos y eficientes; y la introducción de métodos modernos de conteo y medición de población, de propiedades y del espacio urbano, con el auge de la estadística, la agrimensura y la cartografía en la Cuba decimonónica.

El trabajo topográfico de Francisco Lavallée en la región trinitaria

La representación topográfica de la región trinitaria por Francisco Lavallée respondió a disímiles proyectos de diversas instancias de poder, que se pueden agrupar de la siguiente forma:

  1. Planos enviados a la Sociedad de Geografía de París, motivados por un interés geopolítico de identificación y reconocimiento de las características de un territorio geográficamente importante. Un ejemplo representativo es el Plano hidrográfico de los puertos de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes, comprendidos desde el río del Guaurabo hasta punta y río de Agabama, en la parte meridional de la Isla de Cuba, 1833.
  2. Planos solicitados por el gobierno colonial, o de interés gubernamental, relacionados con la trama urbana de Trinidad y el planeamiento de nuevas poblaciones, la línea costera y los recursos hidrográficos: Plano del puerto de la Boca, sin fecha; Plano demostrativo de la nueva población de Casilda, 1832; Plano hidrográfico de los puertos de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes… 1833; Plano hidrográfico topográfico de los tres puertos de Trinidad, 1842; y Plano topográfico, histórico y estadístico de la ciudad de Trinidad, 1842.

Todo parece indicar que este último surgió de una propuesta de los agrimensores Francisco Lavallée y Rafael Febles a la Corporación o Cabildo [7]. Al respecto la doctora Alicia García Santana considera que este fue el primer plano de la ciudad de Trinidad digno de este nombre, y donde proyectó su ensanche, según un ordenamiento regular, además de ser la base de todos los realizados con posterioridad [8].

  1. Planos encargados por los hacendados, referentes a ingenios y potreros: Plano topográfico del Ingenio Buenavista, 183…; Plano topográfico del potrero del río de Ay, 1836; y Plano demostrativo del Ingenio del Santo Cristo de los Destiladeros, 1842.

El valor histórico de la muestra de planos por encargo de propietarios reside básicamente en la lectura que ofrecen del fenómeno de la plantación azucarera y otras estructuras agrarias en cuanto a expresión física del espacio y usos agrícolas en los momentos culminantes del auge azucarero. Son documentos de carácter catastral levantados con belleza y cientificidad, y representan el fenómeno caracterizador del territorio: el desarrollo histórico de la plantación azucarera en el Valle de los Ingenios. El Plano Topográfico del Ingenio Buenavista, por ejemplo, constituye un modelo agrario de la plantación durante la etapa de la gran manufactura azucarera, que permite la reconstrucción de un paisaje histórico, de ahí que, según el criterio de Angelbello y Acosta [9], posibilita realizar el mejor estudio hasta ahora posible en un documento de este tipo dentro del complejo socioeconómico y cultural mencionado, pues toma en cuenta el relieve y la red hidrográfica, así como el uso de la tierra de la plantación, la parcelación perfecta de los campos de cañas y de las áreas destinadas a otro empleo agrario.

Pero en todos los casos, no importa la motivación ni la procedencia, la riqueza testimonial de la obra de Lavallée trasciende su época y ofrece una mirada hacia el interior del territorio, lo que vale decir, descubre parte de la identidad trinitaria en el reconocimiento y el protagonismo de espacios citadinos, agrarios y marítimos, cuya representación cartográfica los hace vivos, dinámicos y cambiantes. A la vez, la publicación y el envío de sus materiales a receptores como el gobierno colonial y sociedades científicas en Cuba y Francia disemina esa información y permite la trascendencia de lo local a lo universal; tiende un puente cultural y científico que invierte los términos: ya no es del centro a la periferia, sino de la periferia al centro.

La presencia de este cartógrafo y agrimensor francés en Trinidad en la primera mitad del siglo XIX dejó un legado perdurable para la ciudad y su región. Estos documentos integran el patrimonio atesorado en archivos de varias instituciones. De ahí que el objetivo principal de la presente investigación haya sido la demostración de la importancia que tuvo dicha obra para la representación del ámbito trinitario, no solo en términos espaciales, sino como código expresivo de la cultura y la sociedad decimonónica en el territorio.

El estudio de la producción intelectual de Lavallée en la región trinitaria permite identificar características propias de la Ilustración francesa en la conceptualización desde la ciencia y la racionalidad sobre el conjunto urbano, la plantación azucarera y la estructura agraria de propiedades rurales en sus manifestaciones específicas en Trinidad y su Valle de los Ingenios, favorecidos por el auge industrial azucarero de esa época.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Archivo Histórico de Trinidad. Fondo Ayuntamiento, actas capitulares, 18 de marzo de 1833.

[2] Guía de Forasteros en la siempre fiel Isla de Cuba, 1845, p. 261.

[3] Citado en Esteban Acosta Rodríguez. “Un geógrafo francés en Trinidad: Francisco Lavallée”. Revista Tornapunta (Oficina del Conservador de Trinidad), año VI, nº 8: 24 – 29; invierno 2012.

[4] Responde al concepto planteado por Esteban Acosta Rodríguez en La cartografía colonial trinitaria: los planos de las plantaciones esclavistas azucareras [Ponencia inédita].

[5] Esteban Acosta Rodríguez. La cartografía colonial trinitaria: los planos de las plantaciones esclavistas azucareras.

[6] Nicole Simon. “Francis Lavallée (1800-1864), Vice-cónsul de Francia en Trinidad y corresponsal de la Sociedad de Geografía”. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana) 75 (2): 90; mayo-agosto, 1984.

[7] Citado por Yudit Vidal Faife en Mapas y planos del Valle de los Ingenios. Estudio en archivos locales de Trinidad. Rescate de un documento cartográfico. [Trabajo de diploma inédito] Instituto Superior de Arte, Facultad de Conservación y Restauración de Bienes Muebles, La Habana, 2008, p. 58.

[8] Ídem.

[9] Silvia Teresita Angelbello Izquierdo y Esteban Acosta Rodríguez. Buenavista: patrimonio y paisaje. Revista Siga la marcha (Sancti Spíritus), n. 18: 28 – 33.

Bárbara O. Venegas Arbolaez: Máster en Ciencias de la Educación, Diplomada en Filosofía por la Universidad de La Habana y Licenciada en Filología. Investigadora Auxiliar. Profesora Auxiliar adjunta de la Filial Universitaria Municipal de Trinidad y correctora de la revista Tornapunta y otras publicaciones de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios. En 2012, obtuvo el Premio Nacional Emilio Roig de Leuchsenring y en 2014 el provincial Pérez Luna. Se desempeña profesionalmente como especialista de literatura y bibliotecas, promotora cultural e investigadora de historia y cultura regional. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y de la Sociedad Cultural José

Martí.

dest Nuestra Sra. de la Candelaria

Nuestra Señora de La Candelaria: tradición, costumbres y religiosidad se funden en su doble insularidad

Nuestra Sra. de la Candelaria

Dolores Guerra López

Febrero 5, 2021

 

El inmigrante hispano trajo consigo a América, su ideario reli­gioso y lo difundió por este conti­nente a tra­vés de los misioneros de diferentes  congregaciones. Así se extendió el culto a la Virgen Nuestra Señora de la Candelaria, que constituye la advocación mariana más importante que une a Cuba con Canarias. Está presente en toponímicos, iglesias, réplicas de imágenes y  patronazgos, entre otras.

Según  recoge la tradición, una imagen de la Virgen María, fue encontrada  en 1392 a la orilla del mar por dos pastores guanches, en la isla de Tenerife. La figura portaba una vela en la mano izquierda y cargaba a un niño en el brazo derecho, mientras que el pequeño llevaba en sus manos un pajarito de oro. Se desarrolla así, el primer culto a la Candelaria,  a raíz de que en 1497, el  Adelantado de las Islas Canarias Alonso Fernández de Lugo, celebró en la Cueva de  Achebinico la primera Fiesta de las Candelas, coincidiendo con la celebración de la presentación del Señor y la purificación ritual de la Virgen María.

Fue declarada Patrona Principal del Archipiélago Canario, por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos el día 12 de diciembre de 1867 y coronada canónicamente el 13 de octubre de 1889. Su imagen se encuentra en el camarín de la Basílica de la Candelaria, en Tenerife y es venerada en otros municipios de las restantes islas, con festividades que se celebran en febrero y en agosto [1].

Como consecuencia directa de las inmigraciones canarias fue introducido en Cuba, extendiéndose la devoción por diferentes países de América con asentamientos canarios.

Imágenes, parroquias y  devoción

Entre las advocaciones de la Virgen María, relacionadas la mayoría con imágenes y apariciones, la Candelaria tiene una especial significación porque  está vigente en diversas formas, en más de 24 países entre ellos, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Filipinas, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, Italia, Israel y Guinea Bissau.

En Cuba está presente, en ciudades y pueblos en sus más diversas formas:

Pinar del Río: San Luis y Municipio Consolación del Sur (Fiesta Patronal)

Artemisa: Municipio Candelaria (Toponimia y Fiesta Patronal)

La Habana: Rancho Boyeros, Wajay, (patrona), San Antonio de los Baños, (advocación e imágenes) Bejucal, (Se celebra la fiesta  patronal desde el siglo XVIII (1789).) Arroyo Naranjo, (Quinta de Salud Nuestra Señora de la Candelaria  e Iglesia de Santa Bárbara [2]) Guanabacoa [3].

Matanzas: Ceiba Mocha, San Fernando de Camarones (Patrona) y Palmar de Junco (Practicaban la lucha canaria, deporte tradicional canario).

Villa Clara: Santa Clara, Vueltas y Camajuaní

Cienfuegos: Municipio Cumanayagua (La Sierrita)

Sancti Spiritus: Yaguajay, Cabaiguán, La Sierpe, Trinidad (pueblo de Condado y la Popa, esta última se construyó con un propósito similar a su ermita gemela, en la ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia). Taguasco (La Larga), Santa Mauricia. (Por tratarse de festejos con muchas actividades laicas se conocen como Fiesta de la Larga y Santa Mauricia, sin alusión  a la patrona de La Candelaria).

Ciego de Ávila: Morón

Camagüey: Ciudad Camagüey

Santiago de Cuba: Marquesado de la Candelaria de Yarayabo: Título nobiliario creado por el monarca Fernando VII de España, el 14 de mayo de 1821 a favor de don Antonio Vaillant y Bertier. Sub-inspector del Batallón de Pardos de la plaza y Diputado de la Junta de Sanidad, Vocal de la de Censura y Alcalde ordinario de Santiago de Cuba. Donde se situó este marquesado en sus inicios se encuentra hoy ubicada la localidad de Yarayabo. [4]

Palmarito de Cauto: Consejo Popular y Municipio Mella (Fiesta popular y Verbena de La Candelaria)

Granma: Municipio de Yara, Consejo Popular El Espino, Las Candelarias (municipio de Manzanillo)  Consejo Popular  nº 12, San Francisco.

Bayamo: Consejo Popular  William Soler, municipio  Bayamo.

Quinta de Salud Nuestra Señora de La Candelaria: para los enfermos hospitalizados en la  Quinta Canaria, se levantó una  capilla, con una imagen de la Virgen Candelaria a instancias de Pablo Álvarez Caña, cronista social, natural del Puerto de la Cruz,  quién  encargó  una réplica de la que se venera en Tenerife. En esta instalación, celebró su matrimonio, el 8 de diciembre de 1946, con la escritora Dulce María Loynaz.

Sincretismo cultural

La Virgen de Candelaria es conocida como Oyá. Entre los símbolos que acompañan a estas dos deidades están la luz, el nueve y el agua.

Características de las fiestas de la Virgen de la Candelaria

  • Llegó mediante los canarios y sentó su patronazgo en diversos pueblos y ciudades donde se revitalizan tradiciones  acompañadas de las particularidades de los lugares de asentamientos.
  • Las ceremonias se asocian con la fertilidad de la tierra y los beneficios del agua, como símbolos de abundancia, fecundidad y vida.
  • Inician con la misa  como parte de los rituales religiosos (bautismos,  ofrendas y comuniones) y  continúa con la procesión. Se celebran además las fiestas populares dentro del  programa laico.
  • Se convirtieron en los festejos más importantes con un papel protagónico de las autoridades religiosas y civiles de cada territorio.
  • Mantienen la similitud  con las ceremonias  que se celebran en  Tenerife, en los elementos fundamentales.
  • Trajeron a Cuba, el conjunto de los inmigrantes isleños, como seña de identidad a la Candelaria, por ser la Virgen más extendida por todo el archipiélago canario y por constituir la inmigración tinerfeña la más numerosa.
  • En los últimos años algunas poblaciones han retomado determinados elementos de las antiguas fiestas patronales y los han  incorporado al día de su celebración, en particular los bailes, juegos y competencias.

Lo real y lo imaginario: el pelo, las uñas y las plantas

En diversos pueblos el 2 de febrero se revitalizan tradiciones populares que llegan hasta nuestros días. Tales ceremonias se asocian con la fertilidad de la tierra y los beneficios del agua, las cuales se traducen como abundancia, fecundidad y vida. De ahí que podar las plantas este día o cortarse el pelo deviene entonces de buen augurio para que renacieran más vigorosas.

Cierto o no, la iniciativa surge de los ritos de las personas, que atesoran interesantes historias y las transmite de generación en generación para contribuir a que no pocos decidan cortar o podar con la finalidad de que  se revitalicen. [5]

El agua. Un pozo para la virgen

Dice la tradición popular que a mediados del siglo XIX, una fuerte sequía afectó los pozos y manantiales del territorio de Candelaria. Fue entonces cuando los pobladores salieron por los caminos en busca de fuentes fluviales.

En el grupo que tomó la ruta de San Juan de Contreras-Sabana la Mar (hoy Barrancones), un esclavo de nombre José, cuando regresaba de la serranía se detuvo para aliviar su cansancio y casi por casualidad, descubrió una luz al lado izquierdo del camino: dicen que era la Virgen de la Candelaria y que sobre las piedras de donde nacía el reflejo, comenzó a brotar un manantial.

Después de comprobada la potabilidad de aquella agua, el Padre del poblado, organizó una procesión al  lugar y al llegar  comenzó a llover,  por lo que el sitio fue bendecido y bautizado con el nombre de “Pocito de la Virgen de la Candelaria”. Muchas voces hablan sobre los milagros de aquellas aguas, por los efectos saludables que les atribuyen. Desde entonces los devotos le dejan velas y flores a la santa en aquel sitio. Incluso, en los primeros días de febrero, se mantiene la tradición de hacer una vigilia para pedir bonanzas y paz [6].

Lo sagrado y lo festivo

Cuba en el siglo XXI está inserta en la modernidad, transformaciones que también se introducen en la programación de los diversos eventos festivo-religiosos, que algunos consideran “paganos” o “profanos”, no conscientes que en la tradición, estos elementos están matizados, porque aquí se reza y se baila, “se peca, se reza y se baila”.

Se ha transformado en sus manifestaciones la devoción religiosa hacia la Virgen de La Candelaria. Las misas y actos litúrgicos han cambiado, sin perder su debido respeto y solemnidad, matizados por un ambiente más cordial, de cantos, música y alegría. Muchas preguntas hacen parte de este debate. ¿Cómo disfrutar de la devoción religiosa y también de los goces de la danza, la música, la gastronomía y de las fiestas patronales? y ¿Cuál es el precio que tendría que pagar la tradición ante estas nuevas pautas de la llamada modernidad?

Lo que sí debe ser posible, es buscar los consensos y acuerdos mínimos de las industrias culturales, los decisores gubernamentales, las instituciones religiosas y académicas, para hallar los caminos más adecuados que generen acciones, desde una visión integral de la cultura.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Delgado Domínguez, Erasmo Juan. “Advocaciones Marianas en Canarias y América”, en Enciclopedia de España y América, Espasa Calpe, Argantonio, Madrid, 1988, pp. 123-128.

[2] Es una réplica de la Virgen de Candelaria traída desde Tenerife, que pertenecía a  la Quinta Canaria de La Habana y que al destruirse su capilla se colocó en esta iglesia aledaña al lugar. Actualmente la Asociación Canaria  de Cuba “Leonor Pérez Cabrera” con sus grupos folklóricos realiza representaciones culturales  dentro del recinto eclesiástico, en conmemoración a la fecha.

[3] Al demoler la Iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria, los mismos canarios la convierten en la iglesia de Santo Domingo, pero se sigue manteniendo el homenaje a la primigenia advocación.

[4] Santa Cruz Mallen, Francisco Xavier de. Historias de familias cubanas. Tomo 4tº, La Habana, Editorial Hércules, 1943.

[5] Entrevistas grupales no estructuradas realizadas en varios salones de belleza. La Habana, 2 de febrero 2019.

[6] Entrevista grupal no estructurada, realizada en la Iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, en Artemisa.  Febrero de 2018.

Dolores Guerra López: Licenciada en Educación, en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales, en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Doctora en Ciencias Históricas. Investigadora y Profesora Titulas del Instituto de Historia de Cuba y de las facultades de Artes y Letras; y Lenguas Extrajeras de la Universidad de La Habana. Es autora de varios libros y artículos relacionados con la asociatividad de los inmigrantes españoles en Cuba en los siglos XIX y XX, que se encuentran en publicaciones especializadas nacionales y extranjeras. Ha participado en diversos eventos científicos e imparte docencia en centros académicos y universidades nacionales e internacionales. Es miembro de consejos científicos en varias instituciones del  país y jurado permanente en  premios y concursos nacionales. Forma parte de organizaciones profesionales como Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC); Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC);  Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP); Unión Nacional de  Historiadores de Cuba (UNHIC); Asociación de Pedagogos de Cuba (APC); Asociación Canaria de Cuba “Leonor Pérez Cabrera”; Asociación de Naturales de los Ayuntamientos de A Golada y Puentes de García Rodríguez.

El pregón una herencia hispana en Cuba

El pregón: una herencia hispana en Cuba

El pregón una herencia hispana en Cuba

Edilinda Chacón Campbell

Enero 29, 2021

 

“¡Tierra a la vista!” fue la frase que identificó al dramatizado Después que llegó Colón, que diariamente hasta 1984 trasmitiera la emisora Radio Liberación. Con un guion apoyado en narraciones dialogadas el radio-oyente disfrutaba de pequeñas historias que descubrían hechos, costumbres y tradiciones ocurridas en nuestro país después del arribo del Almirante genovés en octubre de 1492, fecha que marcó además el inicio de una masiva emigración hispana hacia nuestra Isla.

Una de las prácticas culturales que los españoles trajeron a Cuba fue el pregón. Los estudiosos de la temática sostienen que su uso se remonta a la Edad Media y etimológicamente a la voz latina praeconĭum [1], la cual identifica a una proclama pronunciada de manera pública, con la intencionalidad manifiesta de que la mayor cantidad de personas tome conocimiento de la información difundida. En esa dirección, el Diccionario de Sinónimos y Antónimos sostiene como sus equivalentes a las palabras bando, anuncio, divulgación, aviso [2], entre otras. Sobre su utilización en España, la investigadora Carmela Pérez Salazar señala que: “En las fuentes medievales hispanorrománicas y en los textos hispánicos del Siglo de Oro, la palabra pregón aparece vinculada con la comunicación oral destinada a un colectivo. El término se refiere a la llamada que convoca al público destinatario de una noticia” [3].

Partiendo de lo anterior, la autora de este informe concibe la idea que el pregón llegó a América en la antes mencionada fecha cuando el marinero Rodrigo de Triana avizoró un promontorio y al grito de “¡Tierra a la vista!” hacía partícipe de la novedad al resto de la tripulación.

El pregón en Cuba

Existen evidencias de que el primer bando pronunciado en la Isla, tuvo como escenario a la villa de Santiago de Cuba en 1523. La proclama hizo pública la destitución de Diego Velázquez como Gobernador de la Isla de Cuba. Esa deposición era el resultado de la decisión adoptada por el rey Carlos V como solución a los enfrentamientos entre Velázquez y Hernán Cortés por la conquista de México. La misma decía lo siguiente:

(…) el monarca envió hacia Santiago de Cuba a Rodrigo de Paz y a Francisco de las Casas con esa Cédula Real y con órdenes expresas de ser pregonada en esa ciudad para conocimiento público de lo que había dispuesto. Así se cumplió en mayo de 1523 de manera aparatosa, “con trompetas; y Diego Velázquez”. Sobre ese hecho, el Cronista Mayor de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, opinó: “Aqueste pregón fue un notorio principio, y aun final conclusión de la perdición total de Diego Velázquez. [4]

El uso de las trompetas como medio para atraer la atención pone al descubierto la necesidad de que el contenido del anuncio fuera del conocimiento público, en tanto el rango del anunciador expresa el carácter oficial del mismo. De igual manera, el lugar de origen del edicto, ratifica la tesis de que esa práctica llegó a nuestro territorio a través de España.

Al perfil protocolar del pregón se le añade además el comercial. Desde los tiempos primigenios de la colonia existió el pregón comercial, finalidad con la cual ha llegado hasta nuestros días. Una manifestación de ese tipo de anuncio tenía lugar durante la venta de esclavos desde los albores de la colonia. Esos hombres y mujeres después de ser sometidos por la fuerza eran llevados a diferentes destinos entre los que se encontraba Cuba, donde eran vendidos como mercancía. En el acto además de exhibir al “objeto en venta”, se informaba a los concurrentes las cualidades físicas del mismo, así como las distintas labores en las cuales era posible emplearlo.

Con el transcurro del tiempo se fue imponiendo el pregón comercial, haciéndose acompañar por la utilización de textos melódicos con la intencionalidad de atraer la atención de los oyentes hacia los objetos en oferta. Sobre ese asunto, el etnólogo Miguel Barnet, sostiene que el pregón constituye una parte muy importante de la tradición cubana donde se expresan la profunda riqueza poética y musical del pueblo, realidades estas puestas de manifiesto durante la Colonia y la República y en ambos casos, el pregonero era un miembro de los estratos marginados de la sociedad.

Durante la época colonial podían ser pregoneros esclavos, libertos o poseedores de pequeños pero necesarios negocios como el panadero. Racialmente representaban la amalgama étnica que caracteriza al cubano, de modo que se les podía encontrar negros, blancos o mestizos. De igual manera existían entre ellos mujeres y hombres. También había algunos que no eran oriundos de estas tierras y que desde esos tiempos venían al país buscando mejores condiciones de vida.

El texto Un artista en Cuba del pintor inglés Walter Goodman justifica lo antes expresado. En el mismo el autor ofrece un retrato de una activa ciudad de Santiago de Cuba caracterizada por la presencia los más diversos oficios y el ir y venir de los vendedores: una esclava vendedora de leche, una segunda,-carretillera- que ofrecía gritando “¡las cositas!” entre las cuales había la cascarilla empleada como polvo facial, así como “cositas francesas consistentes en tortas y pasteles preparados por las francesas criollas” [5] y una tercera  vendedora de “¡dulces de guayaba!, ¡dulce de almíbar!” [6]. Alude además a un almidonero chino de nacimiento, un panadero de origen indio y el melancólico vendedor de hojas para caballos. Completaban el espectáculo las aguateras que según el artista eran mujeres mulatas -al menos en esa crónica- las que ofrecían el vital y preciado líquido. No en todos los casos Goodman refiere sobre la utilización del pregón por esos vendedores, pero se infiere su empleo, en especial en los casos de los esclavos, necesitados de comerciar una mercancía de la que se presume no eran dueños de la mercadería y por tanto tenían que rendirles cuentas a sus amos, de modo que, en ellos se imponía la divulgación de los productos con el objetivo de agilizar y garantizar la venta.

En la República el pregón se consolidó como una tradición identitaria del cubano y parte de la cultura inmaterial nación. Antiguos pregones perduran en el recuerdo de algunas personas. A modo de ejemplo una de ellas, María de los Reyes Castillo (Reyita), contaba con más de 90 años cuando testimonió sobre su vida. Al rememorar sobre los sitios donde vivió en Santiago de Cuba expresó: “De Barracones recuerdo los pregones de los vendedores ambulantes” [7]. A pesar de su avanzada edad no olvidaba dos de ellos. Uno era relacionado con un cambalache que decía: “Raspadura de maní por botella yo cambio; con el pico o con la bemba partida, yo cambio…”, y el otro con una venta: “Ayaca caliente, con picante o sin picante vamo´ a ver”. Como se observa en estos casos, el pregón era medio para un trueque y para una venta. En la época también se pregonaba la venta de billetes de lotería, de periódicos, etc.

Si bien la esencia divulgativa del pregón se mantuvo a pesar del paso del tiempo, en ocasiones los textos carecían de originalidad, color y musicalidad, omisiones imperdonables que el público receptor penalizaba con la no compra de los productos ofertados al infractor quien además era sometido a severas críticas como la siguiente: “Es un patán inconsciente, un cualquiera entre los de su oficio ¡Miren qué manera de pregonar flores!” [9], decía uno de los personajes de las Estampas de San Cristóbal tras haber escuchado a un insípido vendedor de flores en una de las calles de La Habana.

El pregón a lo largo del tiempo y de su historia ha mantenido una armónica relación dialéctica con diversos géneros de la cancionística cubana, desembocando en un proceso de mutuo enriquecimiento. En esa dirección el destacado escritor Miguel Barnet afirma que muchos de nuestros pregoneros toman préstamos de la música campesina y de otros géneros como el son y la guaracha, los adaptan y luego cantan a manera de pregón. De igual manera, destacados compositores han encontrado en algunos pregones motivos de inspiración para crear piezas musicales que han trascendido a nuestras fronteras y convertirse adquirido reconocido valor universal. Lo anterior se ejemplifica con el Manisero de Moisés Simons perpetuado con la voz de Rita Montaner, “la única”; la invitadora Frutas del Caney, del santiaguero Félix B. Caignet. En esa lista se incluyen otros como El dulcero, pregón de Ernesto Lecuona; Rica Pulpa, de Eliseo Grenet; Mango Mangüé, de Gilberto Valdés; Rica raspadura, de Mercedes Pedroso, entre otros.

En tiempos más recientes, algunos de esos títulos fueron difundidos en la voz de la camagüeyana Candita Batista, conocida artísticamente como la Vedette Negra de Cuba. Para la posteridad dejó grabado un disco que, bajo el título Pregones Cubanos, agrupa a El dulcero, Rica pulpa, Mango Mangué, Rica Raspadura, Frutas de los santos, En almíbar, Frutas del Caney, El tamalero se va, Maracas, Tamales con picazón, Pregones de San Cristóbal y Panqué con ajonjolí. En su voz esos pregones armónicamente imbricaron el pasado, el presente y el futuro de esa manifestación sociocultural.

Actualidad del pregón en la ciudad de Santiago de Cuba

La ciudad de Santiago de Cuba, caracterizada por su policromía cultural ha sido a lo largo de su historia una urbe donde sus calles han testimoniado el ambular de los pregoneros y sus pregones.

Sobre ese particular, relató mi padre:

En la plaza de Santiago de Cuba y principalmente en las barriadas era costumbre encontrarse con vendedores ambulantes pregonando su mercancía. Era algo bonito y formaba parte de lo diario. Algunos pregones eran como versos con rima y todo, otros no tan buenos. Ese vendedor casi siempre andaba a pie porque eso era oficio de la gente pobre. Recuerdo el carbonero que decía algo parecido a “carbón, llegó el carbonero, coge tu lata y haz tu guisado”. El hombre pasaba todos los días con una carretilla de caballo llena de carbón y con una pala en mano para despachar.

¿Y el helado? El vendedor, al que se decía el heladero, tenía un carrito de metal cerrado de como ¾ de metros de ancho montado sobre unas ruedas. A todo el ancho tenía como un tubo que servía para empujar el carro, pero lo curioso es que tenía unas campanitas que era su manera de anunciar su presencia. Todas esas cosas existieron más o menos hasta el 68 [10].

Desde el triunfo en enero de 1959 la Revolución Cubana tuvo que enfrentar la política hostil de los diferentes gobiernos de los Estados Unidos. En ese marco fue necesaria la toma de decisiones con vista a lograr una mayor optimización y distribución de los recursos del país. Una de esas medidas fue la Ofensiva Revolucionaria del año 1968. Como resultado de su aplicación los pequeños negocios que habían sobrevivido a las nacionalizaciones de principios de la década del sesenta pasaron a formar parte de la propiedad estatal. En el plano cultural esa medida tuvo como costo la desaparición de los vendedores ambulantes y con ellos los pregoneros y el pregón. En ese contexto la ciudad de Santiago de Cuba no fue una excepción.

Hacia la década de los años 80´, enfrascados en el rescate de los valores culturales de la nación, en la urbe santiaguera comenzaron a desarrollarse los Festivales del Pregón, los cuales devinieron espacios de participación popular con saldos positivos donde se pusieron de manifiesto la magia compositiva e interpretativa de los habitantes de la indómita provincia y ciudad.

Después de varias décadas de ausencia, el pregón resurge en las calles de nuestra Isla y en las santiagueras en particular. Ello ha estado compulsado a partir de las nuevas reformas económicas y la legalización del trabajo por cuenta propia en el cual se encuentra la opción de vendedor ambulante.

En el nuevo contexto, el pregón puede ser escuchado desde tempranas horas de la mañana hasta los horarios nocturnos, siendo los vendedores de pan los que generalmente inician con esa faena. Algunos de ellos antes de empezar su locución emiten un silbido y luego “pan, hay pan, pan suave, pan especial”, otros incluyen la mantequilla.  Además de esos se encuentran los yerberos, floreros, fruteros e incluso los que casi llevan un puesto de vianda consigo a partir de la heterogeneidad de productos que cargan o arrastran con el auxilio de una carretilla; en estos los anuncios son más largos. Entre sus pregones se escucha vecina…traigo yuca buena, fongo [11], calabaza bien amarilla, y ñame de agua. Conmigo su plato está seguro al mediodía vecina…”.

Un espacio en el cual se escuchan a los más diversos pregones son en las ferias agroindustriales que se desarrollan en la ciudad en determinados momentos del año. A las mismas concurren vendedores citadinos y foráneos, pero del perímetro provincial. Representan áreas rurales y urbanas; trabajadores estatales y no estatales. Y es justamente en esas circunstancias y en la pluralidad de ventas y tipos de trabajadores donde se certifica que el pregón es un evento que se corresponde con el trabajador no estatal ya que mientras los vendedores adscriptos a los establecimientos del estado permanecen en espera de la llegada de los consumidores; los otros se afanan en vender. Unos se mueven de un lado para otro, mientras otros se mantienen en un sitio determinado. A todos los une el uso del pregón en toda su diversidad y calidad interpretativa.

Una de las particularidades del pregón en la actualidad es que se ha convertido en un medio para adquirir determinados efectos. En ese sentido se solicitan artículos que unos consideran chatarras, pero sus demandantes valoran como materia prima o útiles con posibilidades de ser reciclados. A modo de ejemplo: “compro botellas vacías, plástica de refresco y de cerveza limpia.” De la misma manera otros solicitan la venta de planchas viejas, pedacitos de oro y de plata, pomos vacíos de perfume, por solo citar algunos casos. Por supuesto la compra es a un precio inferior al que se compra en los establecimientos habilitados para esos efectos.

En algunos de los textos se observa la carencia del ritmo, color y la astuta picardía que caracteriza al cubano. Relacionado con ese asunto dijo Bertha Lidia Hechavarría Heredia, cariñosamente conocida como Bertha la pregonera, quien hasta hace poco fuera la figura más representativa del pregón en la ciudad: “No, la gente no pregona, la gente dice cosas, sin ninguna originalidad. Todos repiten lo mismo. El verdadero pregón tiene su significado. El pregón hay que cantarlo.” Esta opinión fue ratificada por el vendedor ambulante Melquiades Martínez Isaac quien defiende que: soy pregonero porque lo que vendo lo digo cantando y en verso” [12].

Para Bertha, el pregón era vida y salvación. En una entrevista que se le realizara, comentó que en una ocasión antes de la legalización del trabajo por cuenta propia, vendía turrones en la céntrica Plaza de Marte y fue interpelada por agente del orden público quien la convidó a abandonar el sitio. Necesitada de vender aquellos dulces caseros, comenzó a cantar no me botes más de aquí/ a mí no me esté botando/ como yo soy pregonera/ yo te sigo pregonando” [13]. Esa astucia le permitió terminar la venta y a los que se encontraban a su alrededor corear lo que acababa de crear un pregón gracias a su genialidad y astucia.

Bertha era conocedora de muchos secretos vinculados al pregón. Sabía que, para vender era necesario atraer con el vestuario y por eso conjugaba con su figura reveladora del legado africano con trajes de alegres colores con collares, pulsos y aretes. Siempre con su cesta a la cabeza como digno orgullo de la presencia haitiana por su lado materno, se trasladaba diariamente desde el poblado de El Caney, donde residía hasta el centro de la ciudad donde recorría tramos de las calles Enramadas y Aguilera donde ofertaba la Parapipigalonea [14]. Así sedujo con su verso sencillo y sincero: “Yo soy la memoria viva y es la pura realidad/ con la raíz   de lo´ palo yo curo la enfermedad/ lo que natura nos da lo que natura nos da/ como el cantar del sinsonte yo vengo de allá del monte/ yo curo la enfermedad” [15].

En la ciudad de Santiago de Cuba, Bertha Lidia Hechavarría Heredia, se convirtió en el alma del pregón. Esa indiscutible verdad justificó que el último Festival del Pregón fuera dedicado a su memoria. En el mismo participaron niños y niñas quienes hicieron manifestación de sus destrezas histriónicas y demostraron que en Santiago de Cuba el pregón tuvo pasado, tiene presente y tendrá futuro.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Gerardo E. Chávez Spínola: El pregonero, vocero anónimo del imaginario social cubano, Disponible en: http://www.cubaliteraria.com/articulo.php?idarticulo=15516&idseccion=88.

[2] Carlos. Gispert: (Dirección): Diccionario de Sinónimos y Antónimos, p.462.

[3] Carmela Pérez- Salazar: “Pregones y bandos. Tradición escrita y transmisión oral en textos de autoridad”, p.4 “Pregones y bandos. Tradición escrita y transmisión oral en textos de autoridad, Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/CLAC/article/view/54531.

[4] Leocésar Miranda: Diego Velázquez: Colonizador y primer gobernador de la Isla de Cuba, p.34.

[5] Walter Goodman: Un artista en Cuba, p, 45.

[6] Ibídem: p, 46.

[7] Daysi Rubiera Castillo: Reyita, simplemente, p.65.

[8] Ídem.

[9] Jorge Mañach: Estampas de San Cristóbal, p.109.

[10] Entrevista realizada por la autora a Juan Gilberto Chacón Mayet, 12 de febrero de 2019.

[11] Plátano burro.

[12] Entrevista realizada por la autora a Melquiades Martínez Isaac, 6 de abril de 2019.

[13] Odalis, Riquenes Cutiño: Bertha Lidia Hechavarría Heredia, la vida en un pregón. Disponible en: https://fundacionsantiago495.wordpress.com/2010/07/24/bertha-lidia-hechavarria-heredia-la-vida-en-un-pregon/.

[14] Preparado hecho con raíces, cáscaras y hojas de diferentes plantas.

[15] Ídem.

Edilina Chacón Campbell. Máster en Estudios Cubanos y del Caribe. Profesora Auxiliar de Historia y Ciencias Sociales. Entre 1984 – 1990 se desempeñó como profesora de la Facultad de Preparatoria de la Universidad de Oriente, en las asignaturas de Historia de la URSS y Paisología de la Unión Soviética. Desde 1990 está vinculada al Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente, donde ha impartido diferentes asignaturas como Historia de la Revolución Cubana; Historia de Cuba: siglos XIX y XX, Historia General, Historia Contemporánea de Europa I, II y III; Historia Moderna de Europa I; Debates Históricos y Contemporáneos. Ha recibido varios cursos de postgrado y participado como ponente en eventos nacionales e internacionales. Desde 2010 hasta la fecha ha investigado la temática de procesos migratorios a Santiago de Cuba con énfasis en los desarrollados en las direcciones Cuba-Jamaica y a la inversa. En 2012 se vinculó al Proyecto de investigación “Los Procesos migratorios en la historia local de Santiago de Cuba 1800-1950”. Es coautora de dos libros de textos empleados en Cuba y Venezuela en la formación de trabajadores sociales venezolanos y participado como miembro de comisión científica de carácter nacional e internacional.

dest La presencia en La Habana de Sandú Darié

La presencia en La Habana de Sandú Darié

La presencia en La Habana de Sandú Darié

Yonlay Cabrera Quindemil

Enero 22, 2021

 

En 1941 arriba a Cuba el artista rumano Sandú Darié Laver. Desde su llegada comienza a trabajar como caricaturista (labor que había realizado en Francia entre los años 1926 y 1939). Pero su verdadera impronta en el contexto cubano empieza en el año 1949 con su segunda muestra personal en el Lyceum Lawn and Tennis Club de La Habana, donde comienza a trabajar con la abstracción geométrica como eje central de sus indagaciones plásticas.

La exposición se llamó Composiciones 1949, y consistía en cuadros abstractos de carácter lírico, con algunos atisbos de racionalización geométrica. Desde el título de la muestra, el artista nos presenta su voluntad de entender la creación pictórica como un proceso investigativo, donde las obras independientes son una instancia del conjunto genérico al cual pertenecen. A finales del año, Darié comienza a modificar tímidamente el bastidor donde se monta la tela, de modo que se extiende por fuera del marco físico de la obra. Este descubrimiento ahora nos resulta completamente común, pero en su momento rompía con una tradición muy sólida en los modos de preparar el lienzo para la pintura y por extensión de la concepción de las artes plásticas.

En el año 1950, realiza su segunda exposición personal en el mismo Lyceum. Esta se llamó Estructuras pictóricas 1950, y en ella el artista se vuelca completamente hacia la abstracción geométrica. La idea de las extensiones del bastidor sobre el marco de la tela se hace latente, y se expresa de forma mucho más consciente en la composición de la obra. En las palabras al catálogo, Darié describe sus estructuras pictóricas como especulaciones sobre la abstracción de la forma-cuadro en el espacio-tiempo. El proceso de concepción inicia por la división del rectángulo, obteniendo el triángulo como forma-cuadro elemental; la composición se basa en la variación de triángulos como nueva forma-cuadro en un espacio continúo y ello apoyado por un ritmo ortogonal con elementos agregados, que sugieren la prolongación del plano al infinito.

La reticencia del contexto ante este tipo de arte, instaron a Darié a realizar acciones de carácter pedagógico como visitas guiadas, conferencias y textos explicativos de las exposiciones. Aun cuando su obra era muy bien recibida por la crítica y la opinión internacional, el contexto cubano estaba lejos de entender la propuesta revolucionaria de este artista. Quizás por falta de tiempo o debido a las contingencias históricas, Darié nunca fue profesor directamente, pero sus declaraciones abrieron el camino para una gran sección del arte cubano de los años 50.

Uno de los colegas cubanos con los que Darié trabajó más de cerca fue Martínez Pedro. La interacción entre ellos nunca fue de creación conjunta, sino como intercambio de ideas y espacios expositivos (Primera exposición concreta, Facultad de Arquitectura, Universidad de La Habana, 1955). El trabajo con Martínez Pedro inició el interés de Darié en la colaboración, como una vía efectiva para la expansión y diversificación de su ideas y sensibilidad estética.

Entre los años 60 y 80 realiza trabajos para el Ballet en el diseño de vestuarios y escenografías (3 estructuras -Vida, Pasión, Esperanza, 1961; Forma, color y movimiento, 1962) y en la concepción del espectáculo como un todo (Dinamia, 1971). En colaboración con Juan Blanco, quien estuvo a cargo de la música, Darié concibe los murales para el Hospital Hermanos Ameijeiras (El día y La noche, 1982). Como colofón de sus proyectos en colaboración, Cosmorama – Poema espacial No.1 (1964) fue una de sus más efectivas incursiones en el cine.

El cosmorama como concepto existía desde el siglo trece, y fue usado ampliamente como atracción en las ferias y circos. Con el tiempo la confección de cosmoramas cayó en desuso. Según el Gran Diccionario de la Lengua Española LAROUSSE, el cosmorama es un aparato óptico que, mediante una cámara oscura, aumenta la imagen de un objeto. Darié reinterpreta este concepto, y en su poética los Cosmoramas representan la visión cosmogónica proyectada a partir del concepto de Pictomorfismo estructural o Pictomorfismo estructural transformable, bajo el dominio de controles ópticos y electrónicos. En palabras Darié, el Pictomorfismo estructural consiste en un nuevo estado dinámico de la pintura abstracta, para sugerir una mecánica relativista.

De los experimentos con los cosmoramas, destaca el material audiovisual Cosmorama – Poema espacial No.1, consistente en un estudio experimental de formas y estructuras en movimiento con luces y color, que logran imágenes plásticas en desarrollo. La cinta es una de las más interesantes expresiones del cine experimental en Cuba y es considerado por muchos el primer videoarte realizado a consciencia por un artista, para ser incluido en el contexto de las artes visuales.

Una de las marcas más evidentes de la producción de Darié en el contexto cubano, fue un importante grupo de obras de carácter monumental orientado a la reanimación urbanística; en la actualidad, estas obras forman parte activa de la identidad de los lugares donde están emplazadas. Aereopuertos para la paz, 1978, consiste en composiciones realizadas a partir de tubos de fibrocemento que remedan palomares, interpretados libremente por el artista sin perder su funcionalidad. En el proyecto inicial esta suerte de torres, estarían distribuidas a lo largo de todo el país, en las cercanías de las escuelas al campo. El Arbol Rojo, 1981, es una obra interactiva compuesta por elementos móviles que son activados por la acción del viento y la presencia del espectador. Ubicado a la entrada del Palacio Central de Pioneros en el Parque Lenin, el Árbol rojo es una bella pieza monumental de gran impacto sensorial.

Sandú Darié fue una de las figuras más importantes del contexto cubano entre los años 50 y 70. Su capacidad creativa se mantuvo vigente todo el tiempo hasta una fecha muy cercana a su muerte en el año 1991. Sin embargo, la atención a sus logros fue mermando a principios de los ochenta y, ni siquiera la gran muestra retrospectiva que le dedicara el Museo Nacional de Bellas Artes en el año 1988, lograron reubicar la atención del público especializado en su trabajo. Solo muy recientemente su obra se ha ido revalorizando y cotizando a el mercado mundial, al tiempo que es incluido en exposiciones colectivas temáticas.

Por otra parte, sus investigaciones están todavía latentes, pues muchos de los caminos que abrió se continúan explorando como parte del arte contemporáneo.

La figura de Darié ha estado relegada por demasiado tiempo, ya es tiempo de comenzar a recuperar su memoria y lo que va quedando de la obra que realizó.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Yonlay Cabrera Quindemil. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Creador visual, diseñador y crítico de arte. Desde 2010 trabaja con los Nuevos Medios como artista e investigador. Ha realizado varias exposiciones personales en Cuba y ha participado en muestras colectivas en el extranjero. En 2017 presentó DIAGRAMAS 2017, una exposición en la que se evidenciaba la influencia de la geometría y de los sistemas modulares de Sandú Darié. A propósito de la exhibición, ofreció una conferencia en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales titulada Las investigaciones inconclusas de Sandú Darié, circunscrita al 7mo. Salón de Arte Contemporáneo.

dest Dos paradigmas de modernidad en Sntgo de Cuba

Dos paradigmas de modernidad en el Santiago de Cuba decimonónico. Grabado y fotografía franceses

Dos paradigmas de modernidad en Sntgo de Cuba

Aida Liliana Morales Tejeda

Enero 15, 2021

 

La inmigración francesa asentada en Santiago de Cuba desde fines del siglo XVIII, luego de la revolución de Saint Domingue, y consolidada como una pujante colonia en las tres primeras décadas de la centuria decimonónica, fomentó, difundió sus costumbres y contribuyó notablemente a canalizar el proceso modernizador en toda la sociedad santiaguera. De manera que su savia, el nuevo modelo de vida que irradió, así como las novedosas formas de comportamiento que aportaron, han llevado a decir a historiadores como Juan Pérez de la Riva que “sólo la región oriental conservó una población francesa compacta y durable que impuso su lengua y modo de vida” [1]. Mientras, el destacado intelectual José Antonio Portuondo aseveraba que impuso un “[…] ambiente de refinada cortesía [que] fue desbravando la parda adustez de la colonia y fue naciendo en el ánimo propicio del criollo una manera más alta de sensual refinamiento” [2].

En esas oleadas arribaron personas con disímiles profesiones, algunos dedicados a diversas manifestaciones de las artes plásticas, quienes coadyuvaron a impulsar su práctica y desarrollo. Para ello, además de los talleres y las escuelas privadas, fueron inauguradas numerosas academias, hasta fundar la Academia de Dibujo Natural Príncipe Alfonso (1859). Dirigida inicialmente por Buenaventura Martínez, en ella se hicieron patentes los cánones del academicismo de influencia europea, fundamentalmente francesa y española, en temas como el paisaje y el retrato los cuales marcaron el quehacer de los pintores santiagueros del siglo, entre ellos: Joaquín Cuadras, Baldomero Guevara (Merito), José Uranio Carbó, Federico Martínez Matos y Félix y José Joaquín Tejada Revilla.

Uno de los rubros privilegiados fue el grabado, el cual ha llegado a la actualidad como una de las manifestaciones con mayor solidez, creatividad artística y con características muy propias que permiten hablar de una escuela santiaguera en esta manifestación, aún por estudiar en toda su magnitud.

Un instrumento relevante para la promoción y desarrollo de la litografía y otras artes de impresión fue la prensa, a partir de los anuncios publicitarios que además del texto incorporaban imágenes, algunas de una calidad artística indudable. En Santiago de Cuba El Diario Redactor [3], desde inicios de la década de 1840, sostuvo un espacio para la publicidad. Era, en términos actuales, un potente dinamizador subliminal que determinaba que sus potenciales consumidores fijaran algunos productos, al subrayar su eficacia y las ventajas que obtendrían al comprarlos.

Por su parte los establecimientos dedicados a la comercialización de ropas se valieron de las posibilidades de las ilustraciones como forma de promoción. Un ejemplo fehaciente, lo encontramos en el reconocido sastre francés Augusto Arnoult, quien supo aquilatar la importancia de la imagen como forma de promoción; por ello contrató los servicios del litógrafo G. Chavrol de Burdeos, para que le estampara los comprobantes de recibo de la mercancía. Tal acción es indicativa del constante intercambio con la ciudad francesa, potente en su desarrollo cultural y con una escuela pujante de grabado.

El cartógrafo y miniaturista Luis Francisco Delmés [4], establecido en Santiago de Cuba en 1832, tuvo una academia de dibujo de pintura y grabado, con diferentes ubicaciones dentro del tejido urbano local, grababa armas, bastones, cristalería, de manera que su quehacer contribuyó al impulso modernizador de las costumbres y las maneras de vivir de los santiagueros decimonónicos. Sus planos, realizados en 1833, 1840, 1845, 1856, 1857, 1858, 1860 y 1861, resultan elocuentes por la minuciosidad extraordinaria con las que recrea la ciudad y sus principales edificaciones.

También practicaban este trabajo los litógrafos Emilio L. Lamy y Carlos Collet. Ambos recorrieron en 1861 el Departamento Oriental con el propósito de dibujar y litografiar distintos lugares de esta vasta región. El periplo dio por resultado la publicación, en noviembre de 1862, del Álbum pintoresco del Departamento Oriental de la Isla. Colección de vistas de ciudades, villas, pueblos, ingenios, cafetales y paisajes, influido por el Álbum Isla de Cuba pintoresca dibujado y litografiado por el bordelés Federico Miahle que fuera realizado dos décadas antes en La Habana.

El Álbum pintoresco del Departamento Oriental de la Isla, fue una obra de inspiración romántica y mostraba una portada lujosamente cromolitografiada, lo cual es indicativo del adelanto de su taller litográfico, a la altura de los habaneros que habían introducido en 1860 las máquinas procedentes de Francia para la realización de este tipo de reproducción. Contenía 32 litografías, cuyas vistas principales se correspondían con el paisaje geográfico y social de la Isla, al incluir las ciudades de Santiago de Cuba, Manzanillo, Baracoa, Nuevitas, Camagüey, Gibara, Holguín, Las Tunas y El Cobre “y demás pueblecillos pintorescos. Los ingenios, cafetales y paisajes serán los más importantes y pintorescos” [5].

Su entrega se dividió en ocho partes, cada una con cuatro imágenes a medio iluminar con filete dorado, incluía gratuitamente un plano grabado de la ciudad de Santiago de Cuba; se referiría posiblemente al que dos años antes litografiara Lamy sobre la base del dibujo ejecutado por el empleado de Obras Públicas José López. El costo de cada entrega de cuatro láminas “a medio iluminar” sería de 2 pesos 12 reales. No habría que desembolsar ningún monto hasta no recibir la entrega. Noventa y cinco suscriptores apoyaron la idea, todos pertenecientes al patriciado de la zona oriental.

Se recalcaba la habilidad del dibujante y litógrafo Collet y del establecimiento de impresión de Lamy, pues las vistas evidenciaban la limpieza del tiro a dos colores y un fino dibujo. Muchas de estas obras también sirvieron como parte de las ambientaciones de la vivienda.

De estas obras, algunas se localizan en la Biblioteca Nacional José Martí, y algunos investigadores, entre ellos Zoila Lapique han hecho mención de ellas. Desafortunadamente parece que no se llegó a completar el recorrido. En pleno siglo XXI y, gracias a la generosidad del profesor Emilio Cueto, podemos contar con un número importante de estos grabados, que permiten reconstruir el desarrollo alcanzado por el Departamento Oriental de la Isla en los albores de la década del 60 de la centuria decimonovena. Emilio Cueto logró recopilar 19 imágenes originales, la mayor cantidad de grabados lo tiene la ciudad de Santiago de Cuba.

Los ambientes domésticos y su decoración

La casa santiaguera en el siglo XVIII tendía a la sobriedad y al empleo de muebles y otros objetos con fines más utilitarios que decorativos. En tanto, la alta sociedad santiaguera, informada por medio de los viajes y la lectura de los cambios que ocurrían en el mundo occidental, mostró en el paso al siglo XIX una predisposición a mejorar los ambientes de sus residencias.

La incorporación, a las viviendas, de obras pictóricas, artes decorativas, reproducciones litográficas y más adelante las técnicas de la fotografía, provenientes por lo general de Francia, constituyó también signo de jerarquía social y refinamiento. El afán por adquirir obras artísticas se debía más a factores de moda o de ostentación como clase social, que a un verdadero sentido de apreciación, análisis y deleite.

No existían grandes colecciones particulares, a juzgar por la cantidad de obras presentes en los inventarios, pero sí con claves temáticas diferentes a las de orden religioso existentes desde el siglo XVIII y algunos pocos retratos. La convergencia en un mismo inmueble de obras de diferentes facturas y temáticas, indican la pluralidad de miras en las que se movía el pensamiento del patriciado local. Las extensas paredes de las viviendas constituyeron el marco apropiado para su exhibición. Los temas favorecidos fueron el retrato, los paisajes, las escenas bucólicas y galantes, la historia, asuntos mitológicos y religiosos, con predominio, desde el punto de vista estético, de las escuelas neoclásica y romántica.

El desarrollo y difusión de las nuevas técnicas de impresión de imágenes, en especial de la litografía, permitió la reproducción seriada de obras maestras del arte universal. A Santiago de Cuba llegaban reproducciones litográficas de obras de pintores como Jean Antoine Watteau y Jean Honoré Fragonard, con imágenes de frívolas fêtes galantes, que decoraban los ambientes principales de las residencias y causaban deleite a sus propietarios. Asimismo, destacaban cuadros litografiados e iluminados de paisajes románticos, o la recreación de la antigüedad clásica, como los poseídos por doña Nicolasa Vidal que mostraban en seis escenas de la historia de Roma [6]. De igual modo, se comercializaban otros referentes a la interpretación de acontecimientos históricos, entre ellos: la conquista de México por Hernán Cortés, y a la vida y campañas de Napoleón, tal como Emilio Bacardí en Vía Crucis describe la hacienda cafetalera La Fortuné donde, se mostraba un grabado, dividido en dos pequeños cromos, que representaban escenas de la traslación y el entierro del cadáver de Napoleón.

Mientras, la moda impuesta a nivel internacional por iniciativa de la burguesía holandesa del siglo XVII de incluir mapas y planos en la decoración doméstica también se hizo patente. Fue frecuente contar con reproducciones de la ciudad de Santiago de Cuba, ejecutadas principalmente por los grabadores franceses Luis Francisco Delmés y Emilio Lamy.

La técnica del daguerrotipo, fue la que cambió el rumbo de la decoración en la capital del Departamento Oriental. El adelanto técnico – artístico quedó establecido en La Habana el 3 de enero de 1841 por el norteamericano George Washington Halsey. En Santiago de Cuba se tuvo en cuenta cuando D. G. Seixas, a fines de 1844, abrió en la calle Enramadas no. 115 una casa dedicada a tales fines. Fueron pioneros en su introducción otros artistas como Eugenio Lacroix, Luis Francisco Delmés, Carlos Harrison y Marcos Valette quienes aprovecharon la bonanza económica para hacer de su arte un negocio rentable.

En la ciudad hubo una explosión en relación con la apertura de establecimientos dedicados a la nueva invención. Entre 1832 y 1870, se estableció una red de talleres que contribuyó a crear un entramado cultural y en torno a ella cristalizó una inquietud creadora que aglutinó además de las figuras ya mencionadas, a otros artistas extranjeros y santiagueros, algunos cultivadores de las artes plásticas como Baldomero Guevara (Merito), Joaquín Cuadras o Cosme Vallejo. Alcanzó tal auge que, en 1851 la Sociedad Económica de Amigos del País propició un concurso público para exposiciones donde se incluía al daguerrotipo, además de otras manifestaciones artísticas.

Algunos traían equipos para comercializar y se dedicaron además a la enseñanza de esas técnicas a los criollos que, con el tiempo, se perfeccionaron y llegaron a fundar varios establecimientos en áreas céntricas de la ciudad. Por ejemplo, Marcos Valette se ofrecía por 3 onzas españolas para dar lecciones a aquellos interesados en aprender este arte. Pusieron a la ciudad en consonancia con las novedades de la reproducción de imágenes que se daban en otras urbes europeas o latinoamericanas como la litografía, la galvanografía, los panoramas, los dioramas, el daguerrotipo y la fotografía.

Esta última expresión artística significó una transformación en la escenografía de los ambientes principales del mundo doméstico. Acaparó espacio en los mismos sitios preferenciales ocupados hasta entonces por retratos pictóricos y grabados. Propició la más rápida reproducción de las imágenes de esa burguesía urbana que pretendía inmortalizarse por medio del retrato – foto, tanto individual como familiar en el que concurren, al igual que en los cánones neoclásicos imperantes en la pintura oficial: la idealización de las apariencias, el rechazo a la fealdad y nuevas formas de escenificación.

Al ser menos costosa que la reproducción pictórica, dio la posibilidad de una extensión hacia otras capas de la sociedad, con lo cual al decir de Roger Henri Guerrand se experimentó un proceso de “democratización del retrato” y se diversificaron las representaciones iconográficas [7]. En pocos minutos se lograba lo que antes demoraba días o meses. Sus precios fueron desde tres hasta veinte pesos en función de la cantidad, tamaño, lujo de las cubiertas, número de personas en los grupos y tipo de reproducción: tarjetas iluminadas a $8.50 la docena, retratos de imitación de marfil de $8.50 a 2 onzas, retratos de porcelana de $12.75 a 2 onzas.

La rapidez en la toma e impresión de las imágenes permitió el surgimiento del coleccionismo de retratos de familiares y amigos, con lo cual se iniciaron los árboles genealógicos fotográficos que terminaron por ser un patrimonio que se sucedió de generación en generación y ha perdurado como memoria visual y saber familiar. Eran una forma de recomposición de la familia y su historia, mostrados como trofeos que renovaban la nostalgia. Estas primeras fotografías imponían una serie de convenciones relacionadas con las posturas y normas gestuales, en correspondencia con los patrones establecidos. Se advertía a las mujeres que llevaran vestidos de tonalidades oscuras o de telas estampadas preferiblemente rayadas, a cuadros, pintadas, con los cuales realzaban por contraste la belleza femenina y el acabado del retrato.

Durante esos años se desarrolla en Europa un conjunto de mejoras técnicas al daguerrotipo, lo cual redujo el tiempo de exposición, hasta el descubrimiento en 1851 de la impresión instantánea. Ninguna de esas novedades tardó en ser conocida y aplicada en Santiago de Cuba. El 17 de julio de 1849, Carlos Harrison anunciaba la introducción de los retratos al electro daguerrotipo. Mientras, en el salón fotográfico de Durán y Hermanos se creaban los Retratos de busto conocidos como duranotipos. Convivieron con el daguerrotipo: el ambrotipo; el marfilotipo, empleado fundamentalmente en retratos pequeños para insertar en dijes, alfileres, sortijas; el molinatipo y la galvanografía, todos tanto al natural como iluminados, retratos fotográficos en papel, a la tinta china y con colores a la aguada así como retratos al pastel.

Todo este proceso técnico devenido arte, dentro del ámbito doméstico, actuó como elemento de resemantización de las pautas culturales vinculadas a la acción de retratarse, y como vehículo para explicitar aquellos momentos dignos de ser inmortalizados, a los ojos de esa clase detentadora del poder. En el plano familiar se consagraron para la posteridad los acontecimientos trascendentales a ese mundo: casamientos, bautizos, retratos individuales o familiares y hasta de fallecidos; el acto de ir a retratarse constituyó todo un evento por lo que ello implicaba en el plano sentimental y de representación social.

La presencia francesa en Santiago de Cuba durante las primeras seis décadas del siglo XIX, suscitó un acelerado proceso de transformaciones en la vida cotidiana de sus grupos dominantes. Si bien otras ciudades cubanas asimilaron también comportamientos y modas de ascendencia francesa por ser precisamente Francia el centro artístico cultural más importante del mundo en aquel lapso, fue aquí donde la influencia gala resultó más significativa en Cuba, justamente por el carácter, cantidad, composición, procedencia e impronta dejada por esa inmigración aquí. Ello ha posibilitado que dentro del proceso de sincretismo cultural experimentado, el componente francés sea fundamental en la identidad de la ciudad y no un ingrediente más.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Juan Pérez de la Riva: La conquista del espacio cubano, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2004, p. 105.

[2] José Antonio Portuondo Valdor: “Presencia francesa en el Oriente cubano”, en Les français dans l´ Orient Cubain. Maison de Pays Ibériques, Bordeaux, 1993. Coordination et presentation de Jean Lamore, p. 36.

[3] Fue inaugurado en los primeros años de la década del 30 del siglo XIX, fue la publicación periódica de más larga vida en la etapa colonial en Santiago de Cuba y aún con sus limitaciones, difundió lo mejor del pensamiento cultural y científico de la época tanto de la región oriental, como de Cuba y el mundo; sus páginas dieron cabida a literatos de la talla de Manuel María Pérez, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), Luisa Pérez de Zambrana, Tristán de Jesús Medina, entre otros.

[4] La doctora María Elena Orozco Melgar ha realizado un pormenorizado estudio de su vida y obra. Vid., “Santiago de Cuba hacia 1840. Los planos de Luis Francisco Delmés”, en Del Caribe, no. 25/96 y “Louis François Delmés (el cartógrafo francés de Santiago de Cuba), en Militaria. Revista de Cultura Militar, no. 20/2006.

[5] BPECFRV: El Redactor, 17 de noviembre de 1862. De esta publicación hoy día no se cuenta con ningún ejemplar, hasta donde ha podido indagarse.

[6] Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC): Juzgado de Primera Instancia, Materia: Testamentos, leg. 620, no. 8, 1843.

[7] Roger Henri Gerrand: “Espacios privados”, en Philippe Ariès y Georges Duby: Historia de la vida privada. De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial, p. 401

[8] BPECFRV: El Redactor, 31 de julio de 1855.

Aida Liliana Morales Tejada: Doctora en Ciencias sobre Arte por la Universidad de La Habana y Doctora en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos en cotutela por la Universidad de Oriente, Cuba y la Universidad Michel de Montaigne, Burdeos 3, Francia. Jefa del Departamento de Investigaciones Históricas y Aplicadas de la Oficina del Conservador de la ciudad Santiago de Cuba y, desde 1999, es Profesora Auxiliar del Departamento de Historia del Arte en la Universidad de Oriente. También es presidenta de la filial provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, vicepresidenta de la sección Literatura de la Filial Provincial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y secretaria científica de la Cátedra de Estudios Franco Cubanos y Caribeños Montaigne-Montesquieu. Sus investigaciones versan sobre la historia de la cultura, enfocadas en la arquitectura y el urbanismo santiagueros. Ha participado en un centenar de eventos nacionales e internacionales vinculados a la historia, la arquitectura, la conservación, promoción y divulgación del patrimonio, efectuados en Cuba y el extranjero.