Copia 2 Altolaguirre y Zambrano

Dos malagueños, una isla. Un acercamiento a las obras de María Zambrano y Manuel Altoaguirre durante su estancia en Cuba

2 Altolaguirre y Zambrano

Anet González Valdés

Yohannia Pérez Valdés

Junio 11, 2021

 

Durante la guerra civil española, y luego del establecimiento de la dictadura de Francisco Franco, se produjo un éxodo de intelectuales hacia otros países, tanto europeos, como americanos. Uno de los destinos elegidos fue Cuba, lugar donde no solo encontraron refugio, sino también un espacio en el que podían seguir desarrollando sus competencias intelectuales y mantener la lucha por España, ahora desde el otro lado del Atlántico.

María Zambrano y Manuel Altolaguirre no solo comparten el lugar de origen, Málaga, sino que también sufrieron el exilio. Ellos encontraron en la isla un sitio donde continuar sus quehaceres literarios, filosóficos, políticos. Durante este período convivieron en el mismo círculo intelectual, lo que los llevó a colaborar en disímiles ocasiones, así como a compartir con otras destacadas figuras tanto cubanas como españolas. La temática del exilio se encuentra convertida en poesía en sus textos, ambos poetas la aprehenden y vuelcan en sus creaciones.

Zambrano, Altolaguirre y grupo Orígenes

En diversos momentos, el exilio trajo de la mano a Zambrano hacia Cuba. Así la isla la acogió en varios períodos, un total de 13 años. Durante sus viajes a Cuba se vinculó al movimiento intelectual y se desempeñó en varias actividades docentes. Impartió clases, cursos y conferencias en universidades, como el Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Científicas en La Habana (1940) y el Ateneo, donde ofreció un curso sobre Ortega y Gasset, de quien fuera discípula, y otro sobre San Juan de la Cruz. De igual manera, se vinculó al movimiento de exiliados españoles que existía en la isla y desarrolló un curso sobre ética griega en la Escuela Libre de La Habana, fundada entre cubanos y españoles, y dirigida por Doctor J. Miguel Irisarri.

El contexto espacio-temporal, sus indagaciones intelectuales y su sensibilidad poética y filosófica la vincularon con un grupo de poetas, novelistas y ensayistas cubanos que luego se aglutinarían en la revista Orígenes. El primer día de su llegada a La Habana conoció a José Lezama Lima, con quien mantuvo una relación muy especial, que puede apreciarse en un extenso epistolario que advierte la profunda amistad que nació entre estos dos escritores.

Orígenes conforma una parte indisoluble de la obra y el pensamiento zambraniano y, además, significó el primer encuentro de la poeta con la creación de Lydia Cabrera, Virgilio Piñera, Wifredo Lam, Cintio Vitier, Fina García Marruz, etc. La revista funcionó como una bisagra donde se articularon y retroalimentaron obras de la malagueña y muchos cubanos. Tal es el caso de La Cuba secreta, ensayo donde define las virtudes y singularidades poéticas de los miembros de Orígenes, que pone en evidencia su cercanía con el grupo [1]. En este ensayo, además, establece su relación con la isla, sobre la que llega a afirmar: “Y así, sentí a Cuba poéticamente, no como cualidad sino como sustancia misma. Cuba: sustancia poética visible ya. Cuba: mi secreto” [2].

Ella era parte de lo que llamaría Eliseo Diego:

Toda una constelación de ingenios como habrá habido pocas en lo que va de siglo, aunque entonces no nos percatáramos de ello […]. Nos reuníamos en torno a nuestra María solo por el placer de escucharla. Hasta el propio José Lezama Lima callaba para oírla [3].

Altolaguirre también mantuvo un estrecho vínculo con los intelectuales de la isla. Él y Concha Méndez, su esposa también poeta española, enseguida volvieron a tener contacto con quienes habían conocido en Europa, como Alejo Carpentier, José María Chacón y Calvo, Juan Marinello y Nicolás Guillén, además de establecer nuevas relaciones. En Cuba encontraron el espacio idóneo, pues los cubanos se sentían cercanos con la guerra civil no solo por los lazos que aún se tenían con España, sino por los sucesos revolucionarios que habían acontecido recientemente en la isla.

El matrimonio enseguida encontró auxilio en muchos de sus amigos, quienes buscaron los medios para brindarle apoyo. En poco tiempo ya le habían agenciado varias conferencias y lecturas, además, recibieron varios donativos, como el brindado por una de los mayores mecenas del arte cubano, María Luisa Gómez Mena, que les permitió comprarse una imprenta. Con La Verónica, nombre que recibe la máquina, comienza uno de los capítulos más fructíferos en el arte de la impresión, no solo para el matrimonio, sino para Cuba.

En La Verónica verían la luz dos números de Espuela de plata, dirigida por Lezama Lima, una de las primeras revistas donde confluyen personalidades como Virgilio Piñera y Cintio Vitier. Además, una vez establecido en México continuó colaborando con ellos. En 1954, en una de sus visitas a la isla, publica un texto en la revista Orígenes.

De impresores y revistas

Desde la llegada de Zambrano a Cuba, sus escritos aparecieron en prestigiosas publicaciones periódicas de la isla. Ya desde Espuela de plata mantuvo una estrecha colaboración con Lezama Lima, que aumentaría con la llegada de Orígenes. Pero sus ensayos pueden leerse también en revistas como Bohemia, La Gaceta de Cuba, Ciclón, Credo, Crónica, Cuadernos de la Universidad del Aire, La Torre, Nuestra España y Universidad de La Habana. Sus ensayos “Las dos metáforas del conocimiento” y “San Juan de la Cruz”, fueron publicados en La Verónica, publicación dirigida por Manuel Altolaguirre en colaboración con Concha Méndez. Esta revista, que llevaba el nombre de la imprenta, fue una de las tantas que nació bajo el celoso cuidado del matrimonio.

Y es que Altolaguirre desde muy joven se vinculó con la labor de impresor. En su haber tiene varios títulos de revistas que resultan claves para estudiar la literatura española de la etapa, como Ambos (1923) y Litoral (1926-1929), que recogen a los escritores que luego serían conocidos como la Generación del 27, en la que él se incluye, entre otras. Además, varias colecciones de cuadernos de poesía en las que pueden encontrarse desde autores españoles como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén y Miguel Hernández; también escritores latinoamericanos que aún eran poco conocidos como Pablo Neruda, César Vallejo y Nicolás Guillén.

Una vez en Cuba, con su imprenta La Verónica se realizaron varias publicaciones, como Nuestra España (1939-1941), revista que se convirtió en portavoz de los republicanos exiliados en Cuba, Atentamente (1940) y La Verónica, entre otras. Se imprimieron dos colecciones: “El ciervo herido”, dedicada a autores españoles tanto clásicos como recientes, en donde aparecen los poemarios Nube temporal, del propio Altolaguirre y Lluvias enlazadas, de Concha Méndez, y “Héroe”, que se nucleaba con autores de la isla. Aquí aparecieron títulos tan cruciales para la literatura cubana como Cuentos negros de Cuba, de Lydia Cabrera, Indagación al choteo, de Jorge Mañach, Sabor eterno y Júbilo y fuga, de Emilio Ballagas, entre otros. Entre todas estas ediciones, uno de los primeros textos que vieron la luz fueron Versos sencillos y luego Versos libres de José Martí.

Pero en La Verónica no solo se imprimían textos vinculados a la literatura, sino también catálogos de galerías y pintores. Y es que las artes todas confluyeron en un momento en el que se respiraba cultura, talento.

El exilio como espacio de creación

Las obras más importantes de Zambrano vieron la luz lejos de su patria o fueron motivadas por su condición de exiliada, que para ella no comienza al abandonar el país, sino que el expulsado se forma mediante diferentes fases (refugiado, desterrado, exiliado). Así, desde su pensamiento poético y filosófico, da una nueva definición de exilio. En su poesía, el camino hacia el exilio no se inicia con el abandono de la tierra natal, porque un ideal de ella acompaña al expulsado. Luego, este sentimiento se va transmutando primero en resistencia (en el estado de refugiado), para devenir aceptación (desterrado). En la condición de desterrado ya no se anhela la lejanía, se crea un nuevo sentir de expulsión y distancia, y es esta pérdida la que construye el estado de exilio:

Y mientras, el desterrado mira, sueña con los ojos abiertos, se ha quedado atónito sin llanto y sin palabra, como en estado de pasmo. Y si atiende a su oficio, sea el mismo o diferente de aquel que tenía, no le saca de esa mudez, aunque para cumplirlo haya de hablar. Ningún quehacer le hace salir de ese estado en que todo se ve fijo, nítido, presente, mas sin relación [4].

Al finalizar la dictadura española, Zambrano regresa a su tierra natal, y en 1979 ve la luz Los bienaventurados, obra cumbre donde formula todas sus teorías y experiencia como exiliada. En esta publicación logró condensar sus vivencias y dio un nuevo sentido y definición a la condición de exiliado. El libro describe la etapa del exilio:

Como una peregrinación y como un desierto, como símbolo de lo desconocido, es un espacio infinito, donde hallar una nueva patria y también donde poder encontrarse a sí mismo.

Así, en la poesía de Zambrano, el viaje del expulsado traspasa las fronteras de un viaje físico hacia el exilio, para convertirse también en un viaje espiritual, donde reencontrarse lejos de la tierra natal.

Pero para el exiliado existen varias clases de viajes, además del físico y el interior, hay otro que ronda como una constante la obra de Zambrano: el regreso. El reencuentro con los sitios abandonados, pero no olvidados. Al volver, como en un viaje hacia la nostalgia, nunca se llega al lugar imaginado, añorado, porque tras la partida solo existe en el recuerdo, en la poesía, y es a través de ella que Zambrano lo alcanza.

En esta búsqueda de sí, se pasa por un período de metamorfosis, dejando atrás parte de la patria para luego hallar una “patria prenatal”, como Zambrano llamó a Cuba por sus años y experiencias vividas en La Habana:

Y siempre pensé que al haber sido arrancada tan pronto de Andalucía tenía que darme el destino esa compensación de vivir en La Habana tanto tiempo, pues que las horas de la infancia son más lentas. Y ha sido así, en La Habana recobré mis sentidos de niña, y la cercanía del misterio [5].

En 1940 Altolaguirre publica Atentamente. Se trata de una revista de un solo autor, de dos números que cada uno cuenta con dos capítulos. Aquí dio a conocer sus memorias, sus vivencias y su experiencia como exiliado. Desde el distanciamiento que le brindaba Cuba, ya pasado el tiempo prudente, decide escribir sobre sus experiencias al tener que abandonar España. No solo se trata de tener que dejar su patria, del fracaso de la guerra, aquí refleja lo que tuvo que atravesar. Él narra a viva voz sus experiencias, las que comparte con otros exiliados. Su estancia en el campo de concentración en Francia, lo que vio sufrir a los otros españoles, no es parte de su pasado, sino el presente que lo impulsa a escribir estas páginas.

Apuntes finales

María Zambrano llega por primera vez a Cuba en 1936, Manuel Altolaguirre lo hace en 1939, cuando ya los republicanos habían perdido la guerra. El arribo de ambos tiene varios puntos en común, llegaron por cuestiones del azar, Zambrano iba en camino a Chile cuando deciden hacer una escala; Altolaguirre, por su parte, tomó un barco rumbo a México, pero debe desembarcar en Santiago de Cuba para que su hija recibiera atención médica. Estos dos malagueños colaboraron en más de una ocasión. Zambrano escribió un hermoso prólogo para El solitario, misterio en un acto, de Concha Méndez, y en La Verónica se publicaron ensayos de ella.

Era el azar quien los trajo por primera vez, pero ellos decidieron quedarse y retornar. Como ha quedado demostrado, la Isla se convirtió en un espacio de espera en el exilio, pero también de creación y reflexión. Patria prenatal para Zambrano, terreno fecundo para Altolaguirre. A decir de Nicolás Guillén, recibieron en el rostro el “sol cubano, tantas veces entrevisto […] desde su Málaga natal, sumergida también en la misma blanca luz de nuestra isla” [6].

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Este ensayo nace tras la publicación de Diez poetas cubanos, 1948, de Cintio Vitier.

[2] Publicado en Endymion, Madrid, 1996.

[3] María Zambrano en Orígenes, Ediciones del Equilibrista, México D.F., 1987.

[4] María Zambrano: Los bienaventurados, Ediciones Siruela, 2004.

[5] María Zambrano: La Cuba secreta y otros ensayos, ed.cit.

[6] Matías Marchino Pérez y María Rubio Martín: Nicolás Guillén: hispanidad, vanguardia y compromiso social, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2004.

Anet González Valdés: Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana. Fue redactora-editora de Ediciones Boloña, en la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana y coordinadora del Premio Casa Víctor Hugo, que estimula la investigación y la creación artística y literaria referidos a los contactos e influencias recíprocas entre las culturas francesa y cubana. En 2017 participó en el Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), realizado en Lima, Perú.

Yohannia Pérez Valdés: Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana. Profesora Instructora de Español básico de la Facultad de Artes y Letras y editora de las publicaciones académicas de la Editorial Universidad de La Habana. En 2010 se graduó del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y en 2011 obtuvo la Beca de Creación Literaria “Caballo de Coral”.

Francisco Prat Puig

Francisco Prat Puig. Su esencia universal

Francisco Prat Puig

Yaumara López Segrera

Mayo, 28, 2021

 

El 11 de noviembre de 1906 en la Pobla de Lillet, provincia de Barcelona, Cataluña, España, nace el mayor de los tres hijos del matrimonio de Conrado Prat Fábregas y Luisa Puig Metó que fue inscrito con el nombre de Francisco Conrado Prat Puig en la partida de nacimiento número 67, tomo 8, folio 29, como certificó Don Pedro Barral Pedrals, juez municipal de la villa, en el acta expedida el 4 de junio de 1939, año de la Victoria.

Muy joven se traslada con su familia a Santa Coloma de Farnés, provincia de Gerona, donde conjuntamente con jóvenes contemporáneos a él, y gracias a la intensa preparación brindada por su padre, se presenta a los exámenes libres del Bachillerato y obtiene dicho título en 1926 [1].

El interés por continuar estudios, por una parte, y los escasos recursos familiares por otra, lo precisan a trabajar como pasante de abogado, mozo de botica y ayo de colegios privados para poder pagar sus estudios superiores. Así cursó las especialidades de Licenciatura y Doctorado en Filosofía y Letras [2] y Licenciatura en Derecho, en el período de 1926 a 1930 en la Universidad de Barcelona.

Se titula Licenciado en Derecho el 21 de enero de 1931, como se certifica en registro especial de la Sección de Títulos con el número 37 y folio 108, y de Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Historia, como se asevera en el certificado número 150 de folio 101. Ambos documentos están refrendados con la firma del rector Don Jaime Leiva [3].

En 1931 se presenta en oposición para la Cátedra de Segunda Enseñanza del Instituto de Mataró, comarca catalana, y ya con la categoría de Profesor Titular desempeña su labor como docente hasta 1937. Conjuntamente con esta actividad, trabaja como auxiliar de la Cátedra de Arqueología Antigua de la Universidad de Barcelona, simultáneamente ejercía como secretario en el Instituto de Segunda Enseñanza de Mataró y se prepara para su Doctorado. Debido a su empeño personal logró que a dicha institución educacional pudieran incorporarse alumnos pobres en igualdad de condiciones.

Su continua labor de investigación tiene como resultado el descubrimiento de un acueducto romano en Pineda, acerca del cual presenta un trabajo en un concurso convocado por el Instituto de Estudios Catalanes, por el cual recibe el premio “Martorell” [4] en el año 1933.

En el año 1936, el Departamento de Memorias de la Sección Histórico-arqueológica del propio instituto, publica dicho trabajo; por este mérito la Universidad Autónoma de Barcelona, tenía el propósito de otorgarle la categoría de Doctor, hecho que no tuvo lugar por el estallido de la Guerra Civil Española, en 1936.

Como militante activo de los partidos políticos catalanistas de izquierda se alista en el frente del Pirineo como voluntario. Fue nombrado “Miliciano de la Cultura”, especie de comisario político, de la brigada 131, segundo Batallón, el 11 de octubre de 1938. Desempeñó, además, transitoriamente, la jefatura de una base de instrucción militar.

Al ser derrotadas las tropas republicanas por las fuerzas franquistas, el Gobierno francés ofrece refugio a los partidarios de la malograda República Española. Prat fue detenido y enviado a un campo de refugiados en Agde [5], departamento de Hérault, Francia, donde trabajó como enfermero, conjuntamente con varios médicos refugiados, en la enfermería conformada por ellos mismos.

El caudal de conocimientos de Prat y su espíritu resuelto propiciaron el intercambio intelectual con el jefe del campamento de refugiados, Monsieur Georges Benoit-Guyod, por intereses afines a la arqueología y la cultura en general.

Transcurre entonces un período de trabajo y descubrimientos arqueológicos en Agde hasta que se le hace oportuna la salida de Francia con los documentos de identificación de su cuñado que había fallecido. Su salida sería por el puerto de Burdeos hasta Nueva York, y luego a Miami de donde parte hacia La Habana.

Con 33 años llega a Cuba. Esta sería su patria adoptiva y el lugar en donde transcurrió la mayor parte de su laboriosa y fructífera vida.

Cuba. La Habana (1939-1948)

Entre los principales propósitos de Prat figuraría establecer relaciones con personalidades de la cultura habanera que pudieran introducirlo en la intelectualidad cubana, y así lograr trabajar para el sustento de la familia, siempre pensando en su irrebatible preparación profesional y su competencia. Su acercamiento e identificación con esta, su segunda patria, lo conducen a adoptar la ciudadanía cubana el 16 de abril de 1947 [6].

En su afán de profundizar sus conocimientos acerca del fenómeno cultural cubano, concurrió a cursos impartidos por la institución Hispano Cubana de Cultura y en la Universidad de La Habana sobre tópicos de Cultura Latinoamericana y cubana. Paralelamente a su superación profesional y a la labor como docente, iniciaría su obra como restaurador en nuestro país.

La restauración de la iglesia de Santa María del Rosario, en el año 1940, a la que dedicaría sus más denodados esfuerzos, es considerada como el punto de partida de dicha faena. No tardaría entonces en ser reconocida la figura de Prat entre los intelectuales de todo el país, quienes no tuvieron reparos en solicitar su concurso en diversas ocasiones.

Así ocurrió en 1942 cuando Pedro Cañas Abril y Felipe Martínez Arango, presidente y secretario respectivamente de la Comisión Pro Monumentos, Edificios y Lugares Artísticos de Santiago de Cuba, requieren su presencia para que impartiera conferencias sobre arquitectura colonial; marco este que fue propicio para invitarlo a formar parte del claustro de profesores de la ya esbozada Universidad de Oriente.

Esta visita a Santiago de Cuba se sumó a sus disímiles periplos realizados a través de toda la isla, con el propósito de estudiar la arquitectura cubana. Su agudo sentido de la observación le permitió detectar en uno de los extremos de lo que fuera la Plaza de Armas de la ciudad, un edificio a todas luces muy antiguo al cual, luego de exhaustivas investigaciones, identificó como la casa más antigua de Cuba y quizás de América, la cual según sus palabras: “Es el primer paso o punto de partida de una tradición constructiva criolla”.

En 1947, en el Congreso de Historia Local en San Juan, Puerto Rico, el Doctor Francisco Prat Puig recibiría los Votos de Gracias por su libro El Pre Barroco en Cuba. Actualmente dicha obra es considerada bibliografía básica a consultar por todos los interesados en el estudio de la génesis de la arquitectura en nuestro país.

Prat, con el conocimiento del proyecto de instauración de la Universidad de Oriente, visita nuevamente Santiago de Cuba para dar conferencias en la Sociedad de Estudios Superiores de Oriente (SESO) y participa en la fundación de dicha Universidad en 1947. Un año después se establece definitivamente en Santiago.

Santiago de Cuba (1948-1997)

El 20 de febrero de 1948 se incorpora a la Universidad de Oriente, donde ejerce como profesor en la entonces Facultad de Filosofía y Letras. Su labor no se limitaría solamente a la docencia, pues en 1951 tomó parte en el concurso para el proyecto del nuevo Ayuntamiento de Santiago de Cuba, cuya solución estuvo inspirada en un diseño de Cabildo para esta ciudad en el siglo XVIII y el cual le valió el polémico primer lugar.

A inicios de la década del sesenta se le confiaría la restauración del Castillo del Morro de Santiago de Cuba, con el total amparo de la recién creada Comisión de Monumentos y la disposición y apoyo de dirigentes de la misma y del Ministerio de Cultura.

Toda actividad llevada a cabo por Prat no constituyó un obstáculo para el total desempeño de su más anhelado propósito: la docencia. La pasión por su profesión como maestro, aprendida desde muy niño, lo encaminó a participar en la obra más humana de la Revolución Cubana: la Campaña de Alfabetización.

Desde inicios de los sesenta desempeñó múltiples cargos tales como: decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1961-1963), decano de la Escuela de Historia (1963-1968), decano de la Facultad de Humanidades (1963-1965), director del Departamento de Historia de la Cultura y asesor de la Biblioteca Central de la Universidad de Oriente y del Archivo de Historia de la misma (1966).

Sus inquietudes profesionales lo llevan a interesarse por eventos de su especialidad en el extranjero, así participó en el Congreso de Historia de Sevilla, donde su presencia se limitó a intervenir en las discusiones y formar parte de las comisiones que le designaron. En 1973, se suscribe al XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte en Granada, donde presenta como ponencia “La casa de Diego Velásquez y el Museo de Ambiente Histórico” [7], publicado en las actas de dicho evento. Su estancia en España fue favorable para que 50 discípulos de hacía 30 años se valieran de la misma con el fin de rendirle homenaje al apreciado e inolvidable profesor.

En la segunda mitad de la década del setenta continuó su análisis acerca de nuestra arquitectura y profundizó sus estudios para determinar el carácter y naturaleza de la cultura material cubana de los siglos XVIII y XIX para publicar una edición ampliada del Pre barroco (1975-1977), la cual no se llevó a cabo.

Proseguía su labor con la Comisión Nacional de Monumentos, donde ejercería como asesor durante 3 años. Su trabajo en la provincia de Santiago de Cuba comprendió restauraciones de casas de vital importancia histórica, varias ambientaciones además de montajes de museos como, por ejemplo: Casa del Poeta José María Heredia, Fuerte de Yarayó, Casa Museo de Ambiente Histórico Cubano, entre otras.

Una etapa culminante en la faena de este infatigable hombre, maestro entre maestros, apasionado y sensible, comenzaría en la década del ochenta. El 17 de febrero de 1981, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, se le otorgó el Doctorado en Ciencias del Arte que, de acuerdo con la ley promulgada en 1974: “Podrá ser conferida como especial excepción a las personas que, sin ser candidatos a Doctor en Ciencias, sean reconocidos notoriamente por su trabajo científico destacado, innovaciones o descubrimientos”. Un año más tarde sería nombrado Profesor de Mérito de la Universidad de Oriente.

La Oficina Técnica de Restauración del Centro Histórico de Santiago de Cuba contó con su asesoramiento en los años 1988 y 1989, dos años después de haber sido fundada. Su tarea como consultante de especialistas, pertenecientes a dicha oficina técnica, le permitió transmitir sus experiencias y conocimientos, y formó discípulos que hoy figuran dentro del equipo profesional de la Oficina del Conservador de la ciudad de Santiago de Cuba, encargados de rescatar, restaurar y preservar nuestro patrimonio arquitectónico.

La realización de uno de sus más preciados sueños se llevaría a efecto con el proyecto futuro de un museo de arte con objetivos pedagógicos, en el cual serían expuestos un cúmulo de piezas de alto valor recopiladas por él a lo largo de toda su vida profesional. El Centro Cultural Francisco Prat Puig de Santiago de Cuba, inaugurado el 1ro. de agosto de 2003, guarda celosamente esta colección y realiza numerosas acciones culturales destinadas a enriquecer la espiritualidad de los santiagueros.

Retirado de la docencia directa en su casa de El Caney, pero dispuesto a recibir a todo aquel necesitado de una consulta, una valoración o una crítica, transcurrirían sus últimos años de vida. Es entonces cuando España, su primera patria, vuelve sus ojos hacia uno de sus ilustres hijos cuya vida profesional no pasaría inadvertida. Así le honra con la Orden Isabel La Católica el 6 de diciembre de 1991, dada en Madrid el 8 de mayo de 1992.

Fue la primera condecoración de esta jerarquía que en el presente siglo se le otorga a un cubano y cuyos antecedentes se remontan a 1880, cuando las autoridades coloniales por mandato de la Real Corte Ibérica se la impusieran al senador santiaguero Don José Bueno y Blanco.

En Barcelona, por acuerdo del 9 de marzo de 1993, la Generalitat de Catalunya le otorga su más alta distinción La Cruz de San Jorge: “Por su seria contribución al estudio, la difusión y recuperación del arte en Cuba, por su trabajo de restauración y la fundación de dos museos. Por los serios y rigurosos aportes eruditos en el ámbito de la Arquitectura, la Arqueología y la Historia del Arte”. Dada en Barcelona el 27 de abril de 1993, por los señores presidentes y secretario de Gobierno.

El 28 de mayo de 1997 fallece el Doctor Francisco Conrado Prat Puig, maestro, restaurador, hombre de mente preclara y luminosa; quien, aun cuando su partida fue silenciosa, se mantiene presente entre nosotros cual celoso vigía de la obra engendrada en Santiago de Cuba, que un buen día lo hechizara y atrajera a sus mestizas calles.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Expediente docente de Francisco Prat Puig, situado en el Departamento de Recursos Humanos de la Universidad de Oriente.

[2] Por beca otorgada por Botet y Liró y Francisco Montsalvatge, archivo personal.

[3] Estos títulos se encuentran en poder de la familia.

[4] Famoso arqueólogo catalán, presidente del jurado que otorgaba el premio en su nombre en el Instituto de Estudios Catalanes.

[5] Prat llega a Agde el 15 de marzo de 1939 y es ubicado en la barraca Año 2 del campo No. 1.

[6] Como se signa en el acta No. 66, t. 9, Folio 213 de la sección de ciudadanías del Registro de Marianao.

[7] Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, CIHA, Separata, Granada 3-8 de septiembre, 1973, “La casa de Diego Velázquez y el Museo de Ambiente Histórico Cubano”, Francisco Prat Puig, Universidad de Oriente, Cuba (publicados solo 2 capítulos centrales de 7 iniciales).

Yaumara López Segrera: Doctora en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos en cotutela por la Universidad de Oriente, Cuba y la Universidad Michel de Montaigne, Burdeos 3, Francia, con la investigación Del Paradigma Tecnológico al Paisaje Arqueológico: presencia francesa y cultura del café en el sudeste cubano en la primera mitad del siglo XIX. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Desde 2014 es codirectora del proyecto de cooperación internacional Los caminos del café, financiado por la Unión Europea, la Fundación Malongo y la Oficina del Conservador de la ciudad de Santiago de Cuba. Es directora del Centro de Interpretación y Divulgación del Patrimonio Cultural Cafetalero: Casa Dranguet.

Fachada de la fábrica de tabacos y cigarros H. Upmann y Cía. Calle de Carlos III No. 159

La contribución de la inmigración alemana a la cultura material habanera durante los años 1901-1930

Fachada de la fábrica de tabacos y cigarros H. Upmann y Cía. Calle de Carlos III No. 159

Michael Cobiella García

Mayo 21, 2021

 

En los años que corren de 1901 a 1930, Alemania tuvo un importante peso en las distintas actividades económicas que surgieron y se desarrollaron en La Habana, así como en los vínculos comerciales que se propiciaban entre este país y Cuba. Tanto la Alemania kaiseriana, o Segundo Reich alemán, primeramente, como la posterior Alemania de Weimar ocuparon de facto posiciones cimeras en los vínculos económico-comerciales con la Isla durante todos estos años [1]. En Cuba, y en especial en La Habana, también existió una pequeña pero muy importante comunidad de inmigrados y residentes alemanes que mucho contribuyó al desarrollo de este tipo de actividades y vínculos. Es por estas razones que la ponencia tiene como objetivo esencial estudiar cuáles fueron las principales contribuciones e influencias de la inmigración (componentes étnicos) alemana a la cultura material habanera durante este período de tiempo específico. El análisis de estos aportes será abordado teniendo en cuenta algunas áreas concretas de la llamada cultura material, en estrecha relación con la presencia económico-comercial alemana, y la coexistencia de una colectividad de inmigrantes y residentes temporales de esta nacionalidad en la capital. Con el estudio de los aspectos esenciales de la contribución alemana a la cultura material habanera se busca propiciar una nueva arista investigativa con la cual continuar el largo camino cognoscitivo que debe determinar, y tratar de evaluar, antropológicamente, el significado verdadero de la impronta de estos inmigrantes en la historia etnocultural de la nación cubana durante la primera mitad del siglo XX.

La contribución alemana a la cultura material habanera no solo dependió de las inversiones monetarias directas que este país realizó en la urbe capitalina, si bien se puede afirmar que esta jugó un papel fundamental. La existencia misma de un amplio comercio trasatlántico entre la mayor de las Antillas con Alemania, posibilitó que un importante número de corporaciones industriales, comerciales, financieras y de servicios de diverso tipo, procedentes de esta nación, se establecieran directamente en La Habana, o estuvieran representadas por comerciantes comisionistas alemanes o, incluso, en muchos casos, por cubanos e hispanos que actuaban en este contexto económico-comercial. De hecho, Alemania ocupaba, y ocupó durante todos estos años, posiciones importantes, solamente superada por los Estados Unidos, Gran Bretaña y España [2].

A lo largo de estos 30 años, numerosas compañías alemanas incursionaron en el creciente mercado importador habanero, buscando crear potenciales consumidores nacionales, y tratando de penetrar varios importantes sectores económico-comerciales de la ciudad, en franca competencia con la hegemónica presencia empresarial estadounidense y británica. Sus ofertas incluyeron numerosos productos industriales, agrícolas, textiles, de ferretería, materias primas de primera necesidad, combustibles y servicios de diverso tipo, y muchos de ellos estuvieron respaldados por una acertada publicidad, por la calidad y el prestigio de las marcas registradas en los diferentes renglones [3]. Por otra parte, en estos mismos años, varios miembros de la comunidad alemana asentados en La Habana constituyeron una serie de compañías, algunas de ellas con capital mixto cubano, hispano o estadounidense, o establecieron negocios privados y personales de mediana o gran envergadura, generalmente de tipo industrial-comercial, con el objetivo de importar productos manufacturados o semimanufacturados de variada diversidad, provenientes de Alemania o del pujante y creciente mercado exportador estadounidense; además, con vistas a exportar productos agrícolas, materias primas y otros recursos naturales del país. Fue, entonces, gracias a las distintas operaciones de estas compañías, con sede permanente y registro legal en la capital, que fueron introducidos cuantiosos productos industriales, materias primas y combustibles de procedencia fundamentalmente alemana y estadounidense [4].

En este período de más de un cuarto de siglo, los principales aportes alemanes a la llamada cultura material estuvieron centrados principalmente en los renglones económicos de la producción agroindustrial y de los servicios públicos, dirigidos hacia las áreas específicas de la técnica, tecnología e instrumentos de trabajo, y del transporte. Esto no quiere decir que se niegue o desestime otro tipo de aportes a la cultura material habanera fuera de estas categorías. Sin embargo, entendemos que la información documental y bibliográfica analizada nos afirma que dichos aportes, como había venido ocurriendo desde el siglo xix, estuvieron dirigidos, y se hicieron mucho más evidentes, en las áreas de la cultura material referidas antes.

Al menos hasta donde se tiene información, el aporte alemán en esta área de la cultura material se orientó principalmente hacia el transporte terrestre, en especial el vinculado con los automotores o vehículos propulsados por motores de petróleo-diesel, gasolina o gas. Razones sobradas existen para constatar el porqué de este comportamiento. Una de ellas fue el hecho innegable del potencial tecnológico y constructivo de la industria automovilística teutona en esa época. A comienzos del xx, la industria del automóvil y de los motores de combustión interna en Alemania era una de las más poderosas a nivel global, con una capacidad de fabricación para la exportación ascendente, con marcas registradas de autos y camiones bien establecidas en el mercado internacional, y muy reputadas por los expertos del ramo. En el transcurso de estas tres décadas, se constató la presencia de los destacados fabricantes Benz & Cie. (motores, accesorios, autos y camiones marca Benz), Daimler Motoren Gesellschaft (motores, accesorios, camiones y autos marca Mercedes) y, a partir de su unificación, en 1926, Daimler-Benz AG; también los autos con pieza-patente Heymann para usarlos sobre líneas de FC, vía estándar.

Además, entraron productos importados, por lo general bujías, carburadores y magnetos, de los también renombrados fabricantes de accesorios R. Bosch GmbH y Ernst Eisemann & Cie. GmbH, ambos de Stuttgart, así como neumáticos y llantas Continental, producidas por la afamada compañía Continental AG. Para lograr sus objetivos, de conformar un gusto y predilección por sus ofertas comerciales, y de crear una necesidad cultural consumista en cierto sustrato de la población habanera, los futuros clientes potenciales contaron, como ya se ha dicho, con la colaboración de compañías de comerciantes importadores establecidas en la capital [5].

En cuanto al sector del transporte marítimo, las contribuciones alemanas fueron muy limitadas si las comparamos con las realizadas en los vehículos de motor de explosión. La documentación consultada, no obstante, permitió establecer la introducción de algunas pocas embarcaciones, en este caso de tipo y con fines militares, por vía de la capital. Se trató de barcos de guerra de pequeña envergadura, comisionados por la marina cubana y fabricados por el astillero naval alemán J. W. Klawitter de Danzig, Prusia. También, se emplearon 4 barcos de vapor de mediano tonelaje de fabricación y tecnología alemanas en el período aproximado de 1918-1921. Estas embarcaciones, Adelheid, Bavaria, Kydonia y Olivant, habían sido capturadas por las autoridades habaneras a finales de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, los documentos estudiados solo precisan el fabricante de uno de ellos, el Kydonia, construido en el astillero AG “Neptun” Schiffswerft & Maschinenfabrik de Rostock. Tampoco se conocen los tipos de labores en los que se emplearon dichos navíos durante el período mencionado [6].

Por su parte, en el transporte terrestre ferroviario, las contribuciones alemanas fueron mucho más importantes, quizá a un nivel semejante a las del transporte automotor. Estas se hicieron más evidentes en los ferrocarriles vinculados con la agroindustria azucarera. La no existencia de inversiones directas o indirectas en el sector de los servicios públicos, vinculados al ferrocarril urbano o rural, condicionó que estos aportes solo se manifestaran en la transportación de distintos tipos de mercancías, cargas, así como en otras labores varias, que se realizaban en algunos centrales azucareros y colonias cañeras pertenecientes a compañías privadas, tanto nacionales como extranjeras. Por lo general, estas propiedades industriales o agrícolas azucareras estuvieron fuera de los límites territoriales de La Habana. La mayoría de las contribuciones realizadas en los ferrocarriles estuvo vinculada con la introducción del más avanzado material rodante de fabricación alemana, en especial de locomotoras de vapor para acoplar a trenes de carga de diversa tipología y de vagones para la transportación básicamente de caña y de azúcar, aunque algún que otro material rodante halado pudo haberse introducido. Este material rodante consistió en locomotoras de vapor fabricadas por las firmas Berliner Maschinenbau AG, de Berlín, A. Borsig GmbH, de Berlín, Henschel & Sohn GmbH, de Kassel, Orenstein & A. Koppel AG, de Berlín, y por la R. Wolf AG, de Magdeburg, que a partir de 1921 asumió el nombre de Maschinenfabrik Buckau R. Wolf AG, así como vagones de carga de la firma radicada en los Estados Unidos, pero fundada con capital alemán, Koppel Industrial Car & Equipment Co., con sede en Pennsylvania. Es decir, ellas tuvieron el sello identitario tecnológico teutón, pero se diseñaron y construyeron siguiendo las necesidades estructurales y técnicas de los ferrocarriles azucareros cubanos, a pesar de que en este sector las importaciones de material estadounidense controlaron el mercado habanero y cubano por extensión [7].

La agroindustria azucarera fue uno de los renglones donde más se puso de manifiesto la entrada y utilización de los aportes técnicos y tecnológicos alemanes durante estos 30 años, a pesar de que en esta área de la economía cubana, la de mayor importancia en el país, no hubo inversiones directas teutonas en este período. La información consultada nos permitió sacar a la luz la presencia en el mercado cubano de un total de 8 grandes corporaciones alemanas fabricantes de variado tipo de maquinaria eléctrica, de vapor e hidráulica, para la producción del azúcar, así como de tractores, arados de vapor y numerosos implementos agrícolas para el cultivo de la caña, y para otros fines agrícolas no cañeros, ejemplo de ellos, las mochas y machetes de la celebrada marca Luckhaus & Gunther de la ciudad de Remscheid [8].

Las firmas más destacadas en la fabricación de maquinaria azucarera fueron, por orden alfabético: A. Niedlich & Cie., Maschinenfabrik & Eisengießerei, de Breslau; A. Wernicke Maschinenbau AG, de Halle; Braunschweigische Maschinenbauanstalt AG, de Braunschweig; Burckhardt & Weiss, de Sangerhausen; J. Kemna-Breslau, de Breslau; Sangerhausen Maschinenfabrik & Eisengrießerei AG, de Sangerhausen; Vogel & Balcke, de Hamburg y Wegelin & Hübner Machinenfabrik & Eisengießerei AG, de Halle.

También, se introdujeron algunos tractores motoarado sistema stock de manufactura alemana. Estos fabricantes tuvieron su base de operaciones principal en la capital, pero las ventas de sus productos industriales se destinaban a todo el país. No obstante, como en el caso de los británicos, fueron innegables sus contribuciones a la cultura material habanera, pues en la ciudad era donde se recibían, ensamblaban, comercializaban y transportaban estas maquinarias. En el mercado nacional se introdujo, entonces, maquinaria industrial azucarera de manufactura alemana, que estableció un paradigma por la calidad de su manufactura y por la gran eficiencia obtenida en las distintas operaciones en las que se emplearon. A su vez, en los campos cañeros del país, y en otras áreas de la agricultura, se emplearon instrumentos de trabajo de procedencia alemana, como machetes, azadones, segadoras y arados de diferentes tipos fabricados en la ya mencionada ciudad de Remscheid [9].

Como se ha podido apreciar, el capitalismo alemán incursionó con mucho ímpetu en importantes esferas de la economía y el comercio que ya se desarrollaban, o comenzaban a articularse, en La Habana de principios del siglo XX. Su presencia, sin duda de importante magnitud y fuerza, marcada por la eficiencia y experiencia, les permitió competir, a pesar de la rivalidad, frente a los principales antagonistas imperialistas, los Estados Unidos y el Reino Unido de la Gran Bretaña, durante todos estos años.

La existencia de una pequeña comunidad, pero muy significativa desde el punto de vista económico-social, coadyuvó en igual medida a propagar los patrones culturales e ideológicos esgrimidos por este capitalismo de ultramar y, sobre todo, sirvió de instrumento para reafirmar su presencia económico-comercial. Su objetivo primordial, acorde con los postulados más fieles del ideal imperialista en boga, fue tratar de crear una especie de necesidad subjetiva, que iba muchas veces más allá de las verdaderas urgencias materiales de la población cubana, sobre la trascendencia de adquirir, consumir y aplicar toda una serie de productos, técnicas, tecnologías y conocimientos prácticos made in Germany, como medios “lógicos” de garantizar la edificación de una nueva sociedad, a tono con los sacrosantos postulados civilizatorios de la cultura occidental de la época. Premisas que, en definitiva, eran pensadas, elaboradas, esgrimidas y propagandizadas por los centros del poder económico, político-ideológico y cultural, uno de los cuales, sin duda alguna, era Alemania.

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Véanse Luis Valdés-Roig: El comercio exterior de Cuba y la guerra mundial, Imprenta Avisador Comercial, La Habana, 1920, pp. 142-143, 145,151-156,160-161 y 290-292; Oscar Zanetti Lecuona: Los cautivos de la reciprocidad. La burguesía cubana y la dependencia comercial, Ediciones ENPES, La Habana, 1989, pp. 15-16, 24-25 y 78-79.

[2] Para un primer acercamiento al tema, en el caso de las contribuciones alemanas, véanse Michael Cobiella: “Los componentes británicos y alemanes y los procesos étnico-culturales en la ciudad de La Habana (1901-1930)”, tesis de Doctorado en Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía e Historia, La Habana, 2013, pp. 100-112; Michael Cobiella y otros: Presencia alemana en Cuba, Fundación Fernando Ortiz y Ediciones GEO, La Habana, 2008, hojas anverso y reverso.

[3] Véanse Luis Valdés-Roig: ob.cit., pp. 142-143, 145, 151-156, 160-161 y 290-292; Oscar Zanetti: ob.cit., 1927, pp. 15-16, 24-25, 78-79.

[4] Véanse Directorio de Cuba 1927: ob.cit.; Directorio de información general de la República de Cuba 1912, Imprenta Rambla, Bouza y Cía., La Habana, 1912; Directorio de información general de la República de Cuba 1914, Imprenta Rambla, Bouza y Cía., La Habana, 1914; Directorio de información general de la República de Cuba 1916, J. A. Borges del Junco, La Habana, 1916; Directorio de información general de la República de Cuba 1918, s/e, La Habana, 1918; Directorio general de la República de Cuba, Imprenta Rambla y Bouza, La Habana, 1907-1908; El Libro de Cuba 1925, República de Cuba, La Habana, 1925, p. 788; Guía Comercial e Industrial de Cuba, Imprenta La Prueba, La Habana, 1926; Guía Directorio del comercio, profesiones e industrias de la Isla de Cuba, Bailly-Bailliere e Hijos, Madrid, 1909; Guía Directorio de la República de Cuba, Publicada por Bailly-Bailliere-Riera, S. A., Barcelona, 1920; Guía Directorio de la República de Cuba, Anuarios Bailly-Bailliere y Riera reunidos, S. A., Barcelona, 1924; Guía Directorio de la República de Cuba, Anuarios Bailly-Bailliere y Riera reunidos, S. A., Barcelona, 1926; Libro azul de Cuba 1917, s/e, La Habana, 1917; Libro Azul de Cuba 1918, s/e, La Habana, 1918; Libro de Cuba. Cincuentenario de la independencia 1902-1952, s/e, La Habana, 1954, p. 910.

[5] Véanse Directorio de Cuba 1927: ob.cit.; Directorio de información general de la República de Cuba 1912: ob.cit.; Directorio de información general de la República de Cuba 1916: ob.cit.; Directorio general de la República de Cuba: ob.cit., 1907-1908; Adolfo Dollero: Cultura cubana (Cuban culture), Imprenta El Siglo xx, La Habana, 1916, p. 472; Guía Comercial e Industrial de Cuba: ob.cit.; Guía Directorio de la República de Cuba: ob.cit., 1920; Guía Directorio de la República de Cuba: ob.cit., 1924; Libro azul de Cuba 1917: ob.cit., pp. 168-169, 196-198.

[6] Véanse ANC. Fondo Secretaría de la Presidencia. Leg. 44, orden 77; Leg. 84, orden 20; Leg. 90, orden 35.

[7] Véanse ANC. Fondo Donativos y Remisiones. Leg. 402, orden 8; Directorio de información general de la República de Cuba 1912: Ob.Cit.; Directorio de información general de la República de Cuba 1916: ob.cit.; Directorio general de la República de Cuba: ob.cit., 1907-1908; Leach, G. A. P.: Industrial steam locomotive of Cuba, Industrial Railway Society, s/l, 1997, pp. 7, 10-14, 79-105.

[8] Véanse Directorio de Cuba 1927: ob.cit.; Directorio de información general de la República de Cuba 1918: ob.cit.; Guía Directorio de la República de Cuba: ob.cit., 1920; Guía Directorio de la República de Cuba: ob.cit., 1924; Reginald Lloyd: Impresiones de la República de Cuba en el siglo xx. Historia, gente, comercio, industria y riqueza, Lloyds Greater Britain Publishing, Londres, 1913, pp. 265; Hendrick C. Prinsen: Cane sugar and its manufacture, Norman Rodger, London, 1924, s/p.

[9] Véanse Libro azul de Cuba 1912, ed.cit., p. 166; Guía Directorio del comercio, profesiones e industrias de la Isla de Cuba, ob.cit.; Libro de Cuba, ob.cit., p. 792; Reginald Lloyd, ob.cit., pp. 265 y 469; George Clark Musgrave, Cuba: the land of opportunity, Simpkin, Marshall, Kent, London, 1919, p. 40.

Michael Cobiella García: Doctor en Ciencias Históricas y Máster en Antropología. Diplomado en Antropología Cultural e Investigador Asistente. Profesor Auxiliar en la Facultad de Español para no Hispanohablantes y de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

La mujer bajo el prisma de Martí

Con el alma encendida: la mujer bajo el prisma de José Martí

La mujer bajo el prisma de Martí

“¿Por qué una flor nace en un vaso de Sevres, se le ha de privar del aire y de la luz? ¿Por qué la mujer […] se le ha de oprimir el pensamiento, y so pretexto de un recato gazmoño, obligarla a que viva escondiendo sus impresiones, como un ladrón esconde su tesoro en una cueva?”  

José Martí

 

MSc. Dúnyer Pérez Roque

Mayo 20, 2021

 

En medio de una época plagada de prejuicios y de desigualdades de género y de oportunidades hacia la mujer, José Martí resaltó sus innegables méritos. Las construcciones sociales creadas sobre la mujer hicieron que se tuviera un criterio preconcebido sobre su rol social, político, familiar y económico, lo que denunció cuando expresó: “[…] No hay regalo mayor para los ojos de los hombres que una cabeza femenina sin más adorno que su propio pelo” [1]. Él, como cualquier otro hijo de su tiempo, tenía una definición establecida sobre cómo debían ser: “La mujer bella y sana, aunque decir sana es decir bella, no anda con menjurjes y retoques: la frente, lisa. La boca, sin colorete. La oreja, sin aretes [2]. Para el Apóstol de la independencia cubana, “no es que falte a la mujer capacidad alguna de las que posee el hombre, sino que su naturaleza fina y sensible le señala quehaceres más difíciles y superiores” [3]. No obstante, a estas concepciones, vio en ellas cualidades innatas que la colocaban en una posición ética y moral superior a los hombres.

Todavía en el siglo XIX la mujer no había logrado obtener elementales derechos cívicos, como el sufragio universal, el derecho de reunión, libertad de expresión, o a decidir abiertamente con quien casarse. Era vista como el resumen de las virtudes del hogar, la madre de los futuros hijos, o el trofeo de caza que servía para ser exhibido, y poco más. Sufría de abusos físicos, psicológicos, familiares, sociales y económicos de parte de una sociedad patriarcal que limitaba su rol y frenaba su emancipación.

Martí, en cambio, cuestionó las construcciones en torno a aquellas adjetivadas como viles y despreciables. Apreciaba en ellas los mejores atributos de los seres humanos: “Es una mano de mujer, vara de mago, que espanta búhos y sierpes, y ojos de Midas, que trueca todo en oro” [4]. Consideraba que estas tenían el derecho de rebelarse cuando eran pisoteadas y maltratadas y apoyaba esta facultad cuando sucedía –de enorme mérito dado que no era frecuente este tipo de pensamiento en esos tiempos–. Para el Maestro, la mujer era más que un objeto sexual y las alertó al respecto:

Rebeláos, oh mujeres, contra esas seducciones vergonzosas; ved antes de daros, si se os quiere, como se adquiere una naranja, para chuparla, y arrojarla, o si se os ama dulce, penetrante, espiritual y tiernamente, sin sacudida, sin predominio, ni obsesiones de deseo: si se busca, la primera bestia nueva os vence. Rebeláos, contra esa brutal y repugnante persecución de los sentidos: dejad de ser carne que morder y gozo que beber: resistíos, y no os quejéis de ser infortunadas mientras no sepáis ser fuertes. Pues que lo sabéis, estad al aviso: se os busca casi siempre para el gozo. ¿No os levanta e irrita esta brutalidad? ¿No tenéis la cabeza bastante fuerte para resistir estas embriageces de la carne? [5].

Martí conoció a muchas mujeres excepcionales a las cual tuvo en alta estima. Entre ellas, por ejemplo, se encuentran Mariana Grajales y Sarah Bernhardt. Sobre la cubana dijo: “De negro va siempre vestida, pero es como si la bandera la vistiese. […] Y es música la sangre cuando cuenta ella del ejército todo que se juntó por el Camagüey para caer sobre las Villas […] ¡Fáciles son los héroes, con tales mujeres!” [6]. A Sarah la conoció brevemente en París, pero le impresionó su arte y sus maneras de mujer emancipada: “[…] Ella hará lo que desea: tiene algo del primer Buonaparte; ella finge el desdén, aunque su alma está llena de amistad y franqueza porque lo cree necesario para ser respetada. ¿De dónde viene? ¡De la pobreza! ¿Adónde va? ¡A la gloria!” [7].  También expresó que “[…] ella sabe amar sin duda pero no se ocupa de esos asuntos demasiados femeninos; es esa alma soberbia, soñadora de todas las alturas, alma de águila superioridad irresistible la que nos hace bajar la cabeza” [8].

Estas escasas líneas no alcanzan para ilustrar en su totalidad el pensamiento martiano sobre la mujer. Empero, este embozo arroja un haz de luz sobre esta temática compleja, diversa y llena de contrastes; quedará para empresas futuras profundizar en ella. Una certeza meridiana  encontraba en ellas, pues “[…] cuando la mujer  […] unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.

 

Notas

[1] “Recuerdos”, OC 13: 407.

[2] “Prosa de próceres”, OC 15: 183.

[3] “Sobre los Estados Unidos”, La Nación, Buenos Aires, 10 de agosto de 1887, OC 11: 215.

[4] “Carta de Nueva York”, La Opinión Nacional, Caracas, 11 de abril de 1882, OC 9: 288.

[5] Fragmentos, OC 22: 211.

[6] “Antonio Maceo”, Patria, Nueva York, 6 de octubre de 1893, OC 4: 453.

[7] “Sarah Bernhardt”, OC 15: 246.

[8] Ibídem, p. 247.

[9] “De las damas cubanas”, Patria, Nueva York, 7 de mayo de 1892, OC 5: 16-17.

Dúnyer J. Pérez Roque: Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana en 2012. Culminó su Maestría en Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba en 2017. Ha sido ponente en eventos científicos nacionales e internacionales, y ha publicado artículos en revistas culturales. Es Miembro de la Asociación Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), de la Sección Cuba de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), y colaborador de la Society for Irish Latin American Studies (SILAS).

25 Pablo Andrés Pittaluga

Tras las huellas de la presencia italiana en las minas de Cuba

25 Pablo Andrés Pittaluga

Pablo Andrés Pitaluga

Abril 30, 2021

 

Para los investigadores que durante años hemos profundizado en aspectos medulares de la historia local y su vínculo con sucesos que hoy forman parte de la historia de la nación cubana, el fenómeno de la emigración ha constituido una premisa para conocer la peculiaridad y las tradiciones de cada región.

Con el descubrimiento de América, la explotación de los recursos naturales por parte de los colonizadores españoles, trajo consigo el exterminio paulatino de la población originaria de la Mayor de las Antillas, carencia resuelta con la llegada de negros africanos, obligados, como sus antecesores, a trabajar bajo un régimen de esclavitud en las minas de la Isla.

En el siglo XIX, la decadencia de mano de obra barata obligó al gobierno español a la contratación de trabajadores extranjeros en la extracción de minerales; italianos con experiencia en esta rama, obligados por las penurias que afrontaban en su país de origen, engrosaron la larga lista de inmigrantes que arribaron a la isla.

Sobre esta presencia, el investigador italiano Doménico Capolongo, en el octavo volumen de su obra Emigración y presencia italiana en Cuba, al hacer referencia a las tragedias de la emigración italiana en la mayor de las Antillas, escribió:

Otro peligro para los emigrantes en Cuba lo constituían las minas. El problema se puso preocupante en el año 1860 en particular por un grupo de toscanos. El Cónsul Arruga da la noticia al Ministerio en Italia en un despacho del 24 de marzo, concerniente a los trabajadores italianos en las minas de Cuba. El 27 de mayo el Ministerio le comunica a Arruga que se ha informado al Gobernador General de la Toscana de la suerte infeliz encontrada por los trabajadores toscanos en La Habana, mientras se confía en el celo del Cónsul por su protección.

Se tiene confirmación de este asunto en una posterior comunicación, enviada por el Ministerio (italiano) al Cónsul en fecha 28 noviembre 1860, en la cual se trata el caso particular de una mujer de Liorna que se queja del comportamiento del marido, el cual, partido para trabajar en las minas de cobre con un grupo de toscanos en noviembre de 1859, son cinco meses que no le envía la remisa mensual.

Exhortados por el amigo Capolongo e interesados en profundizar sobre un tema apenas abordado por los historiadores e investigadores cubanos, nos dimos a la tarea de examinar en los archivos todo lo relacionado a la contratación de trabajadores italianos en las minas.

Para nuestra sorpresa, en el año 2012, tras largos meses de prolongada búsqueda, en el Archivo Nacional de Cuba en La Habana, fue hallado entre documentos de la Secretaría de Gobierno Superior Civil de la Isla de Cuba, del año 1860, un expediente y una carta del Gobernador del Departamento Oriental, el brigadier Antonio López de Letona, en la que describe un suceso prácticamente desconocido, se trata exactamente de lo referido antes por Capolongo.

El expediente se abre como consecuencia de haberse resistido a cumplir sus contratos varios operarios italianos en la empresa minera Consolidada del Cobre, cuya clase de trabajo es enteramente desconocida en el país y en el cual se han venido desempeñando durante 7 meses.

Contratados en Liorna (Livorno) por la empresa minera Consolidada del Cobre, estos jornaleros italianos zarparon de la península itálica con destino a La Habana en noviembre de 1859, donde se desempeñarían como mecánicos y peritos en las minas del oriente cubano.

Meses después, en julio del año 1860, ante el descontento por el incumplimiento del pago acordado, los mineros italianos paralizaron las labores de extracción y se presentaron ante el Capitán del Partido del Cobre quejándose de los atropellos a que eran sometidos. Tras varios días de protestas y de paro total, la empresa se vio obligada a realizar nuevos ajustes.

Inducido por los sucesos, el gobernador del Departamento Oriental, oído el criterio del Ayuntamiento y amparado en el acta de conciliación celebrado por capitanes ante capitanes del partido, los cuales solicitan su intervención como máxima autoridad, dirige una carta a la Secretaría de Gobierno Civil de la Isla de Cuba, junto a un expediente, manifestando su preocupación por la actitud de los trabajadores italianos, declarando nulo el contrato contraído con estos operarios y disponiendo, conforme al carácter del mismo, reembarcarlos por cuenta de la empresa a no ser que, prefiriendo domiciliarse en el país, obtengan la licencia del gobierno. He aquí la carta:

Excelentísimo Señor:

Elevo a las superiores manos de V. E. el expediente formado de este gobierno con motivo de resistirse al trabajo varios operarios italianos contratados por la empresa consolidada del Cobre.

Según se dignara V. E. observar al instruirse de esas diligencias, el síndico de este ayuntamiento declaró nulo el contrato celebrado entre esos trabajadores y la empresa, resolviendo que se procediera sin pérdida de tiempo al reembarque de los operarios que se nieguen a ratificarlo a no ser que, prefiriendo domiciliarse en el país, obtengan el permiso con arreglo a lo prevenido en las disposiciones vigentes en el particular.

Dispuesta la notificación, ha representado la compañía minera consolidada, apelando ante la superioridad de lo resuelto por el síndico, con mi conformidad en el expediente del asunto.

Al cursar de los antecedentes considero oportuno informar respecto de uno de los extremos que dicha instancia contiene.

Efectivamente, manifestando en ella que mi antecesor declaro el 15 de octubre del 1858, que las disposiciones del Gobierno Superior acerca de los extranjeros no eran aplicables a los mecánicos y peritos contratados por la empresa minera; lo cual elevo a V. E. el espíritu y letra de aquella declaratoria, que en copia se halla en el expediente, siendo muy extraño que tan violenta interpretación halla confundido a los capitanes, ingenieros, etc. (que son los peritos facultativos) con los grupos de jornaleros y trabajadores que es la clase a que corresponden los italianos

V. E. en su vista se dignara resolver lo que considera de justicia.

23 de mayo de 1860

Excmo. Sr. Antonio L. de Letona.

Ante esto, el representante de la empresa minera se queja y pide la renovación de la medida del gobernador, y recibe la respuesta siguiente: “La disposición del gobierno de Cuba del 10 de octubre de 1858, no deroga, ni podía derogar. Porque no estaba en sus facultades la disposición de este gobierno sobre introducción de trabajadores extranjeros”.

Al conocerse la noticia, los fundidores criollos en desacuerdo con la medida tomada, detuvieron sus labores, protestando enérgicamente en defensa de sus colegas italianos, lo que originó una fuerte represión por parte de la policía para el restablecimiento del orden, muchos fueron acusados de provocadores y de iniciar la huelga, siendo expulsado el fundidor Manuel Gutiérrez.

Hasta aquí los documentos. Aún se desconoce el paradero de este grupo de toscanos, una vez finalizadas las protestas: ¿retornaron a su país de origen?, ¿se domiciliaron en el país? Quedan, pues, todavía interrogantes por develar. Una cosa es cierta: nunca antes los jornaleros italianos estuvieron tan unidos a los criollos de la isla.

Con el estallido de la guerra en octubre de 1868, desapareció toda actividad en las minas situadas precisamente en Puerto Príncipe y Santiago, las zonas más afectadas por las operaciones.

El ciclo del cobre cubano del XIX podía darse por concluido al finalizar la década del sesenta. No es hasta principios del siglo XX que se inicia un nuevo período en la historia de la minería en Cuba.

El descubrimiento de nuevos yacimientos en la zona más occidental de la Isla y la constitución de la empresa minera Matahambres S. A. el 24 de febrero de 1913, abría un nuevo ciclo en la extracción del mineral en Cuba; a los inicios, el reclutamiento de la fuerza de trabajo era deficiente. Se utilizaba el procedimiento de anunciar los contratos en la prensa habanera. Pocos hombres, sin embargo, quedaban como trabajadores de las minas al constatar la situación en Matahambre: lo penoso del trabajo y el bajo salario. Uno de los asesores de la empresa propuso modificar la escala salarial, establecer la jornada de trabajo de 8 horas y anunciar estas condiciones en los periódicos de los centros mineros de Europa, los Estados Unidos y América Latina. La recomendación fue aceptada en lo que se refiere a la importación de trabajadores, ya que, a partir de 1920, la fuerza de trabajo de la mina se componía de 27 nacionalidades, fundamentalmente europeas, destacándose un gran número de italianos procedentes de la provincia de Potenza situada en la Italia meridional; entre ellos los hermanos Garofalo y los Amalfi, quienes llegaron a desempeñarse como mecánicos y suministradores de madera para la elaboración de polines destinados a las minas. Apellidos cuya descendencia llega a nuestros días.

Con la creación en el año 2014 del grupo de estudios sobre la Presencia italiana en Vueltabajo, integrado por destacados historiadores e investigadores pinareños como el Doctor Jorge Freddy Ramírez Pérez, se abre un nuevo período en el estudio de una emigración que, aunque menor, marcó pautas en el quehacer cultural, político y económico de la nación cubana, dando continuidad al trabajo realizado por el investigador italiano Doménico Capolongo en su obra de 9 volúmenes sobre Emigración y presencia italiana en Cuba.

Los aportes de estos estudios son significativos, lo que nos ha obligado a realizar cuatro seminarios en los últimos años; debemos destacar el papel desempeñado por el Doctor Ernesto Marziota, Oscar Zanetti y Emilio Cueto, así como el apoyo de la embajada de Italia en Cuba, sin la cual no hubiera sido posible la realización de estos seminarios.

Perpetuar la historia, ha sido el legado de nuestros ancestros, que nos enseñaron, que la identidad de un pueblo, está en sus raíces.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Pablo Andrés Pitaluga Pitaluga: Escritor e investigador sobre la inmigración y presencia italiana en Cuba. Forma parte del Comité Científico de los Seminarios sobre Emigración y Presencia Italiana en Cuba y del Consejo Editorial del periódico digital Ecos de Mantua. Ha publicado numerosos textos en revistas, periódicos, compilaciones y espacios digitales especializados, entre ellos Náufragos italianos devenidos artífices de una historia. Junto a Miguel Ángel Díaz Catalá es coautor del libro Cuentos de Camino. En la actualidad se desempeña como Especialista Principal en la Dirección de Eventos y Servicios Académicos Internacionales de la Universidad de La Habana. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba.

dest Asentamiento hebreo en La Hab Vieja

Cultura y tradiciones en el asentamiento hebreo de La Habana Vieja; una mirada desde el fondo Abraham Marcus Matterin

Princ Asentamiento hebreo en La Hab Vieja

Adriana Hernández Gómez de Molina

Abril 23, 2021

 

Introducción

Tradicionalmente los judíos, como grupo social y religioso, se han asentado en barrios separados con sus propias normas y costumbres [1] donde transcurre la vida judía separada del resto de la sociedad, debido en primer lugar a la necesidad de cercanía comunitaria para llevar a cabo con éxito su vida cotidiana regida por las prescripciones de la Halajá [2],  pero también al estatus de separación respecto a la sociedad cristiana impuesto por la Iglesia desde 1179 en el III Concilio de Letrán (esto fue fundamentalmente cierto en Europa, donde a partir de los siglos XIV- XV ciertos barrios judíos como el veneciano, comenzaron a denominarse guettos, imponiéndose el principio de separación por sobre el de voluntad propia de agruparse).

Desde finales del siglo XI se tienen noticias de la existencia de espacios urbanístico habitado por judíos en ciudades como Barcelona conocido como el Call [3]; Toledo, donde existe una judería desde el siglo X en el originario barrio de San Martín [4], y un “arrabal de los judíos” en Andalucía;  pero a diferencia de Europa y otros lugares del cercano Oriente y Norte de África, los asentamientos urbanos de judíos en el nuevo mundo se fueron conformando en fechas muy posteriores, sobre todo en el siglo XIX, a medida que las diferentes oleadas de inmigrantes arribaron a ciudades como Buenos Aires o Ciudad México [5], o en fechas tan tardías como las primeras décadas del siglo XX, como en el caso del llamado “barrio judío” de la Habana Vieja.

El “barrio judío” de La Habana

La comunidad hebrea que habría de formarse en Cuba -con mayor grado de concentración en la Habana- data de principios del siglo XX a partir de las diferentes oleadas migratorias, fundamentalmente de judíos sefarditas provenientes imperio Turco Otomano y ashkenazíes de Europa oriental. 

Fue La Habana Vieja la que albergó los inaugurales asentamientos de hebreos -tanto de sefardíes como de ashkenazís-  irónicamente en calles denominadas Inquisidor, Santa Clara, Picota, Egido y Mercaderes, entre otras aledañas al puerto y al ferrocarril, zona urbana que ofrecía posibilidades de alojamiento económico y facilidades para las operaciones comerciales. Fue allí -como en otros asentamientos judíos del nuevo mundo- que los recién llegados establecieron su propio entorno cultural, tratando de reproducir con sus sinagogas, restaurantes, carnicerías, panaderías, colegios y escuelas, los ambientes originales de sus lugares de procedencia.

No obstante existir notables diferencias entre el asentamiento hebreo de La Habana Vieja -más propio de inmigrantes del siglo XX- y un clásico barrio judío medieval (los judíos en La Habana no habitarán en un espacio urbano separado del resto de la sociedad) hay un elemento que iguala todo asentamiento urbano hebreo tanto en el viejo como en el nuevo mundo: la cultura e identidad judía condicionada por la necesidad de cercanía comunitaria para llevar a cabo con éxito la vida cotidiana siguiendo sus propias normas rituales, dietéticas, festividades y tradiciones, y esto se manifiesta en una vida colectiva, resultado del “bagaje étnico y cultural común” [6] que los distingue como pueblo. Y quizás sea este elemento determinante a la hora de referirnos -de manera coloquial y sin reparos- a la compacta trama de seis manzanas enmarcadas por las calles Santa Clara, San Ignacio e Inquisidor [7] como “barrio judío” de La Habana Vieja.

Un periodista cubano de la época se refería al “típico olor a cebollas fritas en aceite, papas y cueros curtidos (…)” [8] en el barrio judío de La Habana Vieja, el mismo que -con sus variaciones- debió existir en un barrio medieval europeo. Tal información reza en un amarillento recorte de prensa aparecido en un legajo del fondo Abraham Marcus Matterin conservado por el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la ciudad.

Un colectivo humano revelado a través de un fondo

El fondo Marcus Matterin (documental y fotográfico), preservado por el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la ciudad [9], constituye un valioso testimonio de la inserción económica, social y cultural de los hebreos a la sociedad cubana y colección de obligada consulta para todo aquel que se interese por la historia de los hebreos en Cuba.

¿Quién fue Abrahm Marcus Matterin y como determinó en el entorno cultural de la comunidad judía?

Abraham Marcus Matterin fue un escritor, periodista, bibliógrafo, y sobre todo un promotor cultural hebreo- cubano que nació en Kaunas, Lituania y vino a Cuba junto a su familia en la masiva oleada migratoria de 1924 [10]. La labor intelectual que desplegó, no solo dentro de la comunidad hebrea, sino también en la sociedad cubana dando a conocer los valores universales de la cultura judía y los aportes de este grupo social al patrimonio nacional, le ha valido el calificativo de “figura de mayor relevancia de la intelectualidad hebreo- cubana” [11] y “el judío más integrado de Cuba” [12].

¿Cómo no habría un intelectual de esta talla interesarse por su propio entorno cultural comunitario (Marcus Matterin era vecino de Curazao No. 16, entre Luz y Acosta en la Habana Vieja)? Adentrándonos en el fondo se puede discernir cómo construyó la colectividad hebrea su propio entorno cultural.

¿Cómo construyó la colectividad judía su propio entorno cultural?

  • Reproduciendo con su red asociativa y comercial sus ambientes originarios.

Aun hoy, permanece la huella de la presencia tanto de “tucos” [13] como de “polacos” [14] en el centro histórico de la ciudad, en los inmuebles de lo que fuera la primera sinagoga sefardita Shevet Ahim (1914), la ortodoxa ashkenazí Adath Israel, o en local desvencijado del antes próspero restaurante Moshé Pipik; en la panadería Flor de Berlín, el Café Lily, o la Carnicería kosher, aun en funciones para la actual comunidad hebrea cubana.

Sin embargo, cuando en su manuscrito inédito Breve Historia de los hebreos en Cuba Matterin habla del aporte económico de los judíos, se nota cierta preferencia a mencionar el de la rama ashkenazí, relegando a un segundo plano el de los hebreos sefarditas. ¿Acaso los hebreos sefarditas no formaron parte de la urdimbre económica del llamado barrio judío? ¿O acaso su énfasis estuvo dado más bien en el elemento religioso? Aunque la calle Muralla era conocida como la calle de los “polacos”, donde según periodista de la época “cuando uno quiere comprar una ganga va a Muralla”, acentuando así la mayoritaria tendencia de este sector a transitar del comercio ambulante al pequeño negocio in situ -sobre todo de confecciones- los sefarditas también prosperaron económicamente, tanto así, que a finales de los años 50 estuvieron en condiciones de erigir un magnífico Templo en 17 y E en el Vedado- el Centro Sefaradí-  testigo del avance económico que alcanzaron.

  • Estableciendo toda una red de asociaciones comunitarias: benéficas, económicas, educativas, deportivas, editoriales, generalmente nucleadas alrededor de la que fuera la decana de las organizaciones hebreas radicadas en Cuba: el Centro Israelita fundado en 1925 en Zulueta No. 37 altos.

Desde el fondo emerge un Álbum Almanaque Conmemorativo del 25 Aniversario  del Centro Israelita que nucleaba asociaciones  como el Comité Antituberculoso y de Protección a los Enfermos Mentales [15], la Asociación de Vendedores Ambulantes, revistas como Oifgang y el Estudiante Hebreo, y hasta un Internado para Mujeres (que mostraba el interés por la moral y las buenas costumbres); clubes deportivos, bibliotecas y salas de conferencias donde se desarrolló en esencia la vida comunitaria habanera  hasta que se inauguró el Patronato de la Casa de la Comunidad Hebrea en 1955. La mayoría de los artículos en yiddish [16] que contiene el álbum, nos habla del arraigo cultural europeo en el núcleo originario de La Habana Vieja.

  • Desarrollando una activa labor editorial

Tanto Curazao No.16 (hogar de Marcus Matterin) como la Sol No. 153 (Editorial del periódico Vida Habanera [17]) se revelan a través del fondo como verdaderos centros de promoción cultural de la colonia hebrea habanera, donde se editaban sus principales publicaciones, algunas de ellas con un alcance más allá de la comunidad.

  • Identificándose con los símbolos patrios cubanos y con la figura de José Martí.

El interés de los hebreos por la figura de José Martí y los símbolos patrios cubanos puede aquilatarse por la cantidad de folletos dedicados al apóstol editados por la Agrupación Cultural Hebreo- Cubana [18] de la cual Matterin fue director y editor; el homenaje que rindió la colonia hebrea al centenario del Apóstol y de la bandera cubana través de actos solemnes en sus principales instituciones, así como la edición del libro Martí y la comprensión humana de Marco Pitchon, prologado por Fernando Ortiz. De este último, el mismo Ortiz dijo: “Las páginas de este libro serán de las mejores en la historia de los judíos cubanos (…) llevará el mensaje de Martí a muchos ámbitos donde éste es desconocido (…) Esto debe llevarnos a los cubanos a reconocer cuan imperdonable es la negligencia al no haber preparado y publicado todavía la oficial, definitiva y anotada edición de las obras completas de José Martí”.

  • La labor de puente cultural de Abraham Marcus Matterin

Imposible resultaría describir –por problemas de espacio- la riquísima vida cultural comunitaria preconizada por Marcus Matterin que vinculó a este grupo social con el contexto cultural cubano; escogeré a manera de ilustración, algunas de las que considero más representativas.

El 29 de enero de 1940 tuvo lugar una velada artístico -cultural conmemorando el natalicio de José Martí. Frente al micrófono se encuentra haciendo uso de la palabra el Dr. Herminio Portell Vilá.  El Dr. Emilio Roig de Leuschsering (el sexto de derecha a izquierda) estuvo a cargo del resumen del acto, a su lado Matterin, quien fue el encargado de la apertura y maestro de ceremonia.

El 21 de agosto de 1940 se produjo otra velada conmemorativa al centenario de Emilio Zolá en el Centro Israelita, organizada por la Unión Juvenil Hebrea de la cual Matterin era presidente. La actividad contó con la presencia del Dr. Emilio Roig de Leuschering y como conferencista el célebre intelectual cubano José Antonio Ramos.

El 5 de abril de 1942 tuvo lugar un homenaje al poeta Pablo Neruda organizado por la Unión Juvenil Hebrea. La foto muestra la presidencia del acto formada -de izquierda a derecha- por el poeta hebreo cubano José Resnik, encargado de la recitación de un poema de Neruda traducido al yiddish, Félix Pita Rodríguez quien estuvo a cargo de la presentación del poeta, Matterin, maestro de ceremonias, Rosita Groseman, recitadora hebreo cubana, Francisco Martínez Allende, dramaturgo español y José Faín, cantor. De pie, leyendo sus últimos poemas pablo Neruda.

En los años 50 la comunidad hebrea homenajeó al Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway. En la foto aparece el escritor junto a Matterin y al Dr. Félix Rayler, quien junto a Marcus ocupará la directiva de la Agrupación Cultural Hebrea Cubana.  

El 25 de mayo de 1955, la Agrupación llevó a cabo un acto cultural en memoria del sabio hebreo Albert Einstein en los salones del Patronato de 13 e I en el Vedado. A la actividad asistieron figuras científicas de renombre relacionadas con la comunidad y con la figura de Einstein como el Dr. Gustavo Pittaluga Fattorini, célebre hematólogo que vivió los últimos años de su vida en Cuba como exiliado antifascista; el Dr. Domingo Gómez de Gimeranez, cardiólogo y matemático cubano admirado por Einstein.

Entre los amigos personales de Marcus se encontraba el entonces historiador de la ciudad Dr. Emilio Roig de Leuchsering, fiel participante de muchas de las actividades organizadas por la comunidad hebrea. De igual forma, varias figuras destacadas de la comunidad -como el mismo Matterin- tenían un sitial de honor en las reuniones de la Oficina del Historiador como nos muestra la fotografía tomada en el palacio de Lombillo en la que aparecen entre otros Matterin, junto a Juan Marinello y Emilio Roig. También a su círculo de amistades pertenecían el poeta Nicolás Guillén, el Dr. Fernando Ortiz, el destacado intelectual y político cubano, Salvador García Agüero [19] y el escritor y crítico español Juan Chabá [20], entre otros.

Una foto de incalculable valor emerge desde Hasefer o El Libro, órgano oficial de la Biblioteca de la Casa de la Comunidad Hebrea con motivo de la visita que hiciera la poetisa chilena Gabriela Mistral para celebrar el centenario del Apóstol. En la misma, aparece el premio Nobel junto a Matterin, conversando en el Ateneo de La Habana [21].

Una comunidad comprometida con su tiempo

La cultura promovida por Matterin desde el seno de la comunidad hebrea fue una cultura militante.

Así lo atestigua la actuación de la juventud hebrea que el 21 de octubre de 1941, cuando en pleno apogeo de la guerra convocó a un mitin antifascista donde participaron además de Matterin (presidente de la Unión Juvenil Hebrea), Aaron Radlow, Secretario General y Abraham Simjovich (Flavio Grobart) junto a destacadas personalidades intelectuales y políticas cubanas [22].

O una foto con fecha del 26 de julio de 1959 con una nota en el reverso escrita por Marcus que reza “Campamento Estado de Israel, bienvenido a tu casa campesino: durante la concentración del 26 de julio de 1959 la Casa de la comunidad hebrea de Cuba recibió y albergó a los campesinos que vinieron a La Habana” [23].

A manera de conclusión

Podemos constatar un núcleo originario de inmigrantes hebreos asentado en La Habana Vieja que reproduce con su red asociativa y comunitaria los elementos básicos de las tradiciones y la cultura judía en determinado espacio urbano, por lo que con ponderación típica de cubanos hablamos de “barrio judío” de La Habana.

Que esta colectividad construyó su propio entorno cultural tratando de reproducir sus ambientes de origen, destacándose por su red asociativa comunitaria y su labor editorial, y de manera muy particular por vincularse activamente a la vida cultural nacional a través de la labor figuras de alto calibre intelectual como Abraham Marcus Matterin.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Adriana Hernández Gómez de Molina. El antisemitismo en Europa. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2016, p. 17.

[2] Ley rabínica que rige la vida comunitaria judía.

[3] La palabra deriva del latín callis, que significa camino, de donde proviene también la palabra calle en castellano.  (Magdalena, J. R “Etimología no semítica del Call” Call 2. Tárrega, 1987, pp. 7- 16, citado por María Josep Estanyol Fuentes Los judíos catalanes. PPU, S.A., Barcelona, 2011, p. 14.

[4] Lugar asignado por los árabes a los judíos tras la conquista de Toledo, entre la puerta del Cambrón y el río Tajo.

[5] El origen de la comunidad judía en Argentina (en oposición al concepto de inmigración esporádica e individual) data -según Judith Laikin Elkin- de 1860, cuando dos matrimonios judíos fueron autorizados por las autoridades civiles argentinas. Posteriormente en 1873 fue fundada la primera organización comunitaria, la Congregación Israelita. En el caso de México, además de los asentamientos individuales en Aguas Calientes, Jalapa, Jalisco o Ciudad México, en 1861 un grupo de aproximadamente cien hombres se organizaron en Ciudad México, para mantener encuentros regulares y recoger fondos con fines religiosos. Ver Judith Laikin Elkin. The Jews of Latin American. The Lynne Rienner Publishers, INC, USA, 2014, pp. 37 y 41.

[6] Judith Bokser L., “El antisemitismo: recurrencias y cambios históricos”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Autónoma de México (UNAM) D. F, mayo- diciembre de 1001, año/vol. XLIV, núm. 182- 183, p. 107.

[7] Maritza Corrales C., “Cuba, paraíso recobrado para los judíos”, ¿De dónde son los cubanos? Graciela Chailloux Lafitta (coordinadora), Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 178.

[8] Recortes del suplemento Pueblo. Juan Sánchez “Los judíos en Cuba”, AHOHC, Fondo Marcus Matterin, Legajo 286, Exp. 14, s.f.

[9] Al fallecer Abraham Marcus Matterin el 2 de mayo de 1983, la Dirección de Vivienda cerró su casa por no tener herederos.  Meses después Adela Dworin, colaboradora y amiga de Marcus, actual presidenta de la Comunidad Hebrea de Cuba contactó con el Dr. Eusebio Leal para garantizar la preservación de los libros, fotografías, recortes de prensa y otros documentos personales de Matterin, surgiendo así el fondo Abraham Marcus Matterin en el Archivo de la Oficina del Historiador.

[10] Las restricciones migratorias norteamericanas de 1921 y 1924 (leyes de cuota) hizo que muchos judíos de Europa oriental (ashkenazíes) decidieran usar a Cuba como vía de tránsito hacia los EE.UU. Según Robert M. Levine, a finales de 1924, un total de 24 mil judíos residía en Cuba, un gran número de los cuales en espera de una visa de entrada a los Estados Unidos. Levine, Robert. M. Tropical Diaspora. The Jewish experience in Cuba. University Press of Florida, 1993, p. 94.

[11] Hernández Pérez, Dariana. “Órbita de Abraham Marcus Matterin” (Tesis de Licenciatura) Facultad de Filosofía, Historia y Sociología, Universidad de La Habana, junio de 2004, p. 11.

[12] Maritza Corrales Capestany. Abraham Marcus Matterin. “El judío más integrado de Cuba” (ponencia). Segundo Coloquio Presencias Europeas en Cuba, Centro para la Interpretación de las relaciones culturales Cuba- Europa: Palacio del Segundo Cabo, mayo 2018.

[13] Como se les llamaba en Cuba a los hebreos sefarditas.

[14] Como se les llamaba en Cuba a los hebreos ashkenazíes.

[15] Fondo Marcus Matterin Fototeca.

[16] Lengua de los judíos ashkenazíes de Europa Oriental que se desarrolló del vernáculo judeo- alemán.

[17] Habaner Lern (1932- 1961) dirigido por S. M. Kaplan y A. L.  Dubelman.

[18] Abraham Marcus Matterin: “Martí y las discriminaciones raciales”; César Tiempo. “Martí el quijote de la manigua”; Abraham Z. Vainstein. “De cara al sol” Fondo Marcus Matterin, legajos 277 y 279.

[19] Salvador García Agüero. Maestro normalista, intelectual y político cubano negro, que militó en las filas del Partido Comunista desde joven.

[20] Juan Chabás. Poeta, novelista y crítico literario español adscrito a la generación del 27, que muere en Cuba en 1954, como exiliado republicano.

[21] “Hasefer” El Libro (1956- 1958) Número extraordinario, No.1, Año 1, agosto de 1958, La Habana, Cuba. Fondo Marcus Matterin.

[22] Dr. Salvador García Agüero (quien hizo el resumen del acto); Sra. Clmentina Serra, del ejecutivo de la Juventud Revolucionaria Cubana; Sr. Vicente Aja, Presidente de las juventudes Evangélicas, y Dr. Luis Álvarez Tabío, entre otros.

[23] Fondo Marcus Matterin Fototeca.

Adriana Hernández Gómez de Molina: Licenciada en Historia en la Universidad de La Habana desde 1987, Máster en Ciencias Históricas y Relaciones Internacionales desde 2011, y actualmente profesora Auxiliar del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana en la asignatura Historia Universal y miembro del claustro de profesores de la Maestría de Historia Contemporánea de la facultad de Historia de la Universidad de La Habana. Su línea de investigación es “Los judíos en Cuba” y cuenta con publicaciones sobre el tema en Cuba y en el extranjero, entre las que se destaca su libro El Antisemitismo en Europa, publicado por la editorial cubana Ciencias Sociales en 2016.

dest Abraham Marcus Matterin...

Abraham Marcus Matterin. “El judío más integrado de Cuba”

Abraham Marcus Matterin...

Maritza Corrales Capestany

Abril 16, 2021

 

Muchos de los que hayan visto fotos antiguas de la Comunidad y revisado El Diario de La Marina, Información, Excelsior, Carteles, El País, Avance o El Mundo, alguna vez se habrán preguntado quién es ese hombre omnipresente, que aparece en todas. En unas con bigote y espejuelos, en otras sin ellos, delgado o pasado de libras, de pelo negro o canoso, según el decursar de los años.

Como un ser humano se define por sus acciones, decidí hablarles sobre este hombre a quien Don Fernando, con sobrada justicia, catalogara como el “judío más integrado de Cuba”.

Matterin nació en la capital lituana en 1916, pero para los cubanos fue uno más de nuestros “polacos”. Llegó a Cuba en 1924 como parte de la gran inmigración judía de Europa del Este desviada hacia la isla por las Leyes de Cuota norteamericanas. Se asentó con sus padres en la calle Curazao, en La Habana Vieja, entrañable entorno que solo abandonó a su muerte en 1983.

El que lo haya seleccionado para esta presentación no fue un hecho aleatorio. Hay dos razones fundamentales.

Primero, porque su trayectoria resume 4 puntos que considero de interés de este grupo migratorio: la decidida vocación progresista que aportaron a nuestra cultura política, las inteligentes estrategias institucionales que desarrollaron en su proceso de inserción, la evolución de la lengua como signo identitario y el surgimiento de una generación-puente con unnuevo constructo cubaneidad-judeidad.

Y segundo, porque a Marcus le debo, y deseo agradecérselo hoy públicamente cuando se cumplen 35 años de su fallecimiento, el haberme convertido en estudiosa de la vida judía en Cuba.

Aporte a nuestra cultura política

Hay tres aspectos que, en parte, explicarían el por qué aquellos pioneros judíos estuvieron representados muy por encima de su peso poblacional en la izquierda cubana:

  • El bagaje socio-político que traían de Europa (militantes del Partido y la Liga Juvenil comunistas, del Bund y Poalei Sion Linke). [1]
  • El estado de frustración y rebeldía nacional que encontraron, producto de nuestra malograda independencia, agravado por la ferocidad de la dictadura machadista.
  • El asombro de que el espacio cubano, discriminatorio sin duda por sus desigualdades económicas y sociales, no los sometiera como grupo étnico-religioso a tipo alguno de exclusión singular.

Estas circunstancias, combinadas con las penurias económicas familiares, forzaron a Marcus a abandonar los estudios para trabajar como preparador de calzado, y resultaron claves para su definición ideológica. Muy joven entra en el Sindicato de Obreros del Calzado y funda, con el destacado dirigente comunista judío Archik Radlow, la Unión Juvenil Hebrea.

Es en esa organización que comienza su amistad con los más renombrados intelectuales del Partido como Juan Marinello, Nicolás Guillén, Salvador García Agüero. Y con otros, fellow travelers o de centro, religiosos o ateos, como Fernando Ortiz, Emilio Roig, Luis Gómez Wangüemert, Lezama Lima, José Luciano Franco, José Antonio Portuondo, Félix Pita, Juan David, Fernando Campoamor. Y esos amigos fueron los conferencistas de las instituciones en que desarrolló su incansable labor de promoción, los que prestaron su pluma y cedieron su tribuna para destacar los aportes de la minoría hebrea a la economía, la sociedad y la cultura cubana.

Estrategia institucional

Marcus comprendió que para accionar fructíferamente con la sociedad cubana debía cultivar —y en eso fue un maestro— un nivel de relaciones interpersonales que le permitieran proyectar positivamente a su comunidad, como también entendió la necesidad estratégica de que esas relaciones se cimentaran dentro de un marco institucional. Por eso crea:

  • En 1940, con Radlow, la Unión Juvenil Hebrea, organización-fachada del grupo comunista, que intentaba recuperar aquel nivel de influencia, detentado en los años veinte y treinta dentro de la clase obrera judía, y que fuera considerablemente mermado por el Pacto Molotov-von Ribbentrop.
  • En 1953, con Félix Reyler, la Agrupación Cultural Hebreo-Cubana. Otra recreación de los movimientos alternativos del Partido -tras el cambio en la correlación de fuerzas tanto en el plano internacional como interno (constitución del Estado de Israel, inicio de la Guerra Fría, golpe de Estado de Batista, viraje de la URSS en su política hacia Israel)- que esta vez imbricaría a los filocomunistas con una parte de la comunidad tradicional, moderadamente progresista y portadora de una nueva identidad social, con el objetivo de privilegiar un judaísmo laico distanciado de actitudes sionistas extremas.

Matterin impulsó y participó en cuanto homenaje se diera a intelectuales que visitaban el país (Neruda, Gabriela Mistral, Castelao) y trabajó con la Hispanocubana de Cultura, el Frente Nacional Antifascista, la Sociedad Colombista Panamericana y muchas otras instituciones nacionales e internacionales resaltando siempre, de modo efectivo, el papel de las organizaciones judías.

Poseía ese instinto que define a los buenos periodistas: el de saber ubicarse en el lugar adecuado en el momento preciso. Fue un inteligente promotor cultural, que alternaba su trabajo cotidiano con aquello que más placer le daba: hablar en público, divulgar la cultura judía y acercarla a los gentiles, ser el puente entre esta minoría de inmigrantes y la sociedad que tan generosamente les acogiera. Bien expresó el otro Fernando, me refiero a Campoamor, en uno de los reconocimientos que en vida le hicieran:

(…) Marcus no ha perdido tiempo sin trabajar por la colonia hebrea; trabajar cada día, como una hormiga, a veces solitario y no siempre comprendido. (…) Este hombre bueno ha hecho como nadie más, tapando generosa y pudorosamente el vacío y el silencio de otros. Ha ganado para la causa de los hebreos cifras humanas que, sin anotarse en libros de contabilidad, dan un balance de respeto a su obra, donde jamás asoma la fatiga.

Prueba de estas palabras son los múltiples cargos que ostentó dentro y fuera de la comunidad judía, los volúmenes dedicados a la Madre hebrea en la literatura y el arte y el número extraordinario de Hasefer, el Libro, los folletos sobre Los hebreos y la Bandera Cubana, Martí y las discriminaciones raciales, el magazine especial de El Mundo Ilustrado, las revistas que fundó (Hebraica, Israelia, Reflejos Israelitas, Comunitarias), las innumerables conferencias impartidas sobre sus temas preferidos: Martí, Einstein, Bergson, la participación de los hebreos en el ajedrez y el cine, los conciertos de música clásica, folklórica y sinagogal, o las distinciones recibidas: Caballero de la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes y la Orden del Centenario de la Bandera Cubana.

Fiel a la ancestral tradición judía por el libro, montó una imprenta en su casa donde publicó la mayor parte de los trabajos que salieron de la comunidad. Entre los más importantes, los del Centenario de José Martí, con los que los hebreos cubanos desarrollaron la más impresionante sucesión de homenajes que minoría alguna en Cuba le haya dedicado al Héroe Nacional.

La lengua, señal identitaria y el nuevo constructo cubaneidad-judeidad

En Cuba los judíos perciben su escisión cultural y lingüística, pero en modo alguno se sienten excluidos por ella.

  • En los inicios escriben en ídish porque es el idioma que portan y la modalidad lingüística que mejor expresa —como referente de identidad y forma de supervivencia cultural— la equidistancia de su cultura y la de la sociedad receptora.
  • Luego una parte de esa generación, llegada muy joven como Marcus, a la que después se suman los nacidos en la isla, contempla la realidad circundante con una porosidad distinta. Abandonan parcialmente el paradigma histórico-cultural de sus padres y reivindican un dualismo que proclama la unión de lo diferente y que gesta —en una reafirmación de cubanía y judeidad— su bifronte identidad, perfilando el rostro de una generación-puente que escribe en español porque comprende que ese común denominador presupone el real diálogo entre las dos culturas.

Estas publicaciones y actos significan no solo una reinterpretación, a la luz de la cosmovisión judía, de contenidos sociales y culturales con metáforas de resistencia ante la dictadura de Batista, sino que devienen estrategia en su búsqueda por encontrar núcleos de pertenencia que les permitan redefinir el nuevo constructo cubaneidad-judeidad. Elaboración participativa y multigrupal de una memoria colectiva que funciona como la socialización de un mito donde la nación es patrimonio de todos y, por tanto, anclaje posible de identidad.

Marcus se propuso sensibilizar a la opinión pública cubana, al tiempo que preservaba la memoria histórica judía. Por ello es, sin duda, el integrante de esa generación-puente que mejor trasciende lo cultural, en su sentido más estrecho, al involucrarse en todas las manifestaciones de la vida comunitaria.

Lo vemos promoviendo actividades de ayuda en la celebración del aniversario del Comité Anti-tuberculoso. Tradicionales como la elección de la Reina Esther en Purim [2]. Sionistas pues —como publicista innato que conocía muy bien el valor de la imagen— sabía la necesidad de hacer comprender a la sociedad cubana la importancia que para el pueblo judío significaba la existencia de un estado, nombrando “Estado de Israel” a la escuela pública No. 13 de La Habana Vieja. Y de divulgación, para resaltar la contribución de la minoría hebrea al mundo y a Cuba, con los homenajes a los médicos, científicos y revolucionarios judíos, en particular aquellos que participaron en nuestras luchas de independencia.

Fiel a la innata rebeldía de su espíritu osado e iconoclasta, publica en una de sus revistas el cuento de Jaime Sarusky Parece que se quieren mucho, que ataca la muy enraizada tradición de la dote entre los judíos. O se erige precursor de un concepto, fácil de comprender y abordar en la actualidad no así en aquellos años, el del ecumenismo, haciendo que la Comunidad donara a la obra, en favor de los pobres, que desarrollaba el Padre Testé y la Iglesia Católica.

Quiero leerles unas palabras suyas que reflejan cuánto llegó Marcus a comprender y querer a este pueblo que él denominaba “pequeño país de grandes hombres”:

Mi judaísmo, que no es religioso sino tradicional, hace que sienta orgullo legítimo por ser judío, por la historia de nuestro pueblo, por la contribución de su ideología a la vida social y ética, por las grandes personalidades de su historia. Pero al mismo tiempo, también siento orgullo por ser cubano, por figuras (…) como José Martí, Maceo, Gómez. Una vez di una conferencia titulada Pequeño país de grandes hombres. Cuba es un país pequeño, sin embargo, sus realizaciones científicas, culturales e históricas están fuera del contexto de los países pequeños.

Cuando el fascismo comenzó a ahogarlo todo en Alemania, Erich María Remarque se fue a vivir a Suiza. Allí lo entrevistaron y la única pregunta que se me quedó grabada fue: “Señor Remarque ¿Se sentía muy solo viviendo tantos años en Alemania?”. La respuesta fue un no inmediato. El periodista le preguntó por qué y Remarque respondió: “Porque yo soy un judío alemán. Y yo soy un judío cubano. ¿Comprende? Es una dualidad que no excluye a uno del otro (…) lo judío y lo cubano se complementan. Esa es mi opinión sincera, sin falso patriotismo, sin chovinismo (…) puedo decir que soy un judío cubano”.

Fue precisamente ese orgullo y la devoción con que hablaba de su pueblo y de mi isla, lo que me atrajo de él cuando lo conocí en la oficina de Wangüemert en los años sesenta.

Pienso que es un lugar común, pero desafortunadamente cierto, eso de que casi nadie es profeta en su tierra. El momento de su muerte no fue debidamente sentido ni recogido por las instituciones de esos dos pueblos por los que tanto trabajó y a los que tanto amó, aunque en otras tierras un gran poeta como José Kozer y algunos periodistas le hicieran justicia recordándolo como el indiscutible “guardián del judaísmo en Cuba”.

Permítanme terminar visualizando a Marcus en su biblioteca, imagen tan familiar para todos los que lo conocimos, y con otra frase del amigo Campoamor: “A esas horas en que se reposa del trabajo, queda una colmena iluminada (…) la biblioteca donde Abraham construye su vigilia, honrando la tradición.”

Allí en su biblioteca, aunque ya no esté, permanece ese cubano-judío (y concédanme la licencia de invertir el término), sefardí y asquenazí como el mismo un día me confesara, que tantos puentes tendió entre nuestras dos culturas.

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

[1] Bund (abreviación de Unión General de Obreros Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), primer partido obrero judío fundado en Vilna, en 1897. Poalei Tzion Linke (Obreros de Sion de Izquierda), escisión del movimiento obrero sionista-socialista establecido en Rusia en 1905, que se acercó a la Internacional Comunista.

[2] Purim, fiesta que conmemora la salvación de los judíos de Persia por la reina Esther.

Maritza Corrales Capestany: Doctora. Graduada de Historia del Arte, Gestión Comercial y Estudios Orientales (Unesco). Ha cursado varios estudios de posgrado en historia económica y social de Cuba. Historiadora de la presencia hebrea en Cuba y colaboradora de instituciones académicas como la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana y la Fundación Fernando Ortiz. Autora de varios libros y ensayos publicados por editoriales cubanas y extranjeras. Fue guionista de La Isla Elegida, primer documental sobre la presencia sefaradí en Cuba.

Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula

Las mujeres en la gesta de independencia cubana

Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula

Álvaro Verde Tribons

Abril 15, 2021

 

Las experiencias bélicas, con su inhumano espiral de violencia y simultánea desestabilización económica, producen una profunda crisis en la sociedad pero también generan nuevos procesos sociales y políticos, inéditas emergencias de comportamientos en actores hasta el momento invisibles como pueden ser las mujeres. Aunque indudablemente el límite de las consecuencias se vio velado por la pertenencia a la estructura clasista-estamental de la Cuba colonial, las guerras independentistas de la segunda mitad del siglo XIX, de manera general, abrieron ventanas que permitieron la oxigenación ideológica y ciertas libertades para los sectores femeninos implicados en el fragor de la causa redentora. La partida de los hombres al campo de batalla dejó a esposas, madres e hijas en estado de desamparo y de menor control patriarcal, obligándolas a quebrar los roles tradicionales de “pasividad” y dependencia para gestionar, prácticamente por sí mismas, el mandato primero en medio de un contexto de desolación y muerte: sobrevivir.

Los anales de las gloriosas gestas cubanas no son exiguos en registrar el papel de las patriotas en los diversos escenarios de lucha. La libertad como meta convocó a muchas a seguir el sueño nacional. Otras, desprovistas de seguridad, continuaron el camino del estandarte tricolor por los vínculos familiares y evadiendo las típicas prácticas represivas de la soldadesca colonialista (maltrato, violación, cárcel, fusilamiento).

En la manigua, en el exilio, en poblados y en ciudades, previo a los gritos de independencia y durante las contiendas, figuraron mujeres tanto de la élite insular como del pueblo llano, blancas y negras, libres y esclavas. Se les vio de enfermeras, conspiradoras, recaudadoras de fondos, fundadoras de clubes, costureras, mensajeras, benefactoras profusas y soldados del Ejército Libertador.  

Muy tempranamente, en los predios de la Guerra del 95, José Martí exaltaba los sentimientos nacionales evocando en sus loas a las veteranas de la Guerra Grande: Mariana Grajales, María Cabrales y Bernarda del Toro. Resultan familiares a las generaciones contemporáneas los nombres de Ana Betancourt, la mujer de Guáimaro; Candelaria Figueredo, la Abanderada de Bayamo; Isabel Rubio, capitana de Sanidad; Rosa Castellanos, la Bayamesa, antigua esclava, capitana y enfermera insigne en las dos guerras; Mercedes Sirvén, única mujer que llegó al grado de Comandante del Ejército Libertador; y Emilia Casanova, esposa de Cirilo Villaverde, en cuya mansión de Filadelfia se aunaban recursos y municiones para la guerra de Cuba.   

La posterior reconstrucción del pasado libertario por más de un siglo ha proyectado al presente nombres olvidados de heroínas de cuyos quehaceres tendió también la Independencia. El acervo de Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula (1851-1935), con apenas 17 años, quedó contenido en la confección de la bandera enarbolada en Yara por Carlos Manuel de Céspedes en 1868 y que hoy se puede apreciar en el Museo de la Ciudad de La Habana.

La Sierra Maestra fue el refugio donde las manzanilleras hermanas Cancino establecieron una escuela para ofrecer instrucción a los niños de la zona, una vez que su padre y hermano mayor cayeran peleando en la Guerra del 68. De las tres, Manuela, la más reconocida por sus dotes de poetisa, cumplió años de prisión durante la última contienda por conspirar contra España y, en 1900, moriría en absoluta pobreza.

En el Combate de Jicarita de 1896, llanuras de Matanzas, María Hidalgo (m. 1956) al ver abatido al portaestandarte, tomó la enseña cubana y no dejó caerla a pesar de estar herida de gravedad, acto de heroísmo que le valió el título de Abanderada de Jicarita.

Al cerrar el ciclo independentista, el costo había sido alto y la República no compensó. La sustitución del viejo orden por otro nuevo, dejó mucho que desear en términos de participación y democracia. Infelizmente, se trató de hacer entrar en cintura a quienes habían roto los límites establecidos. Las mujeres fueron de las primeras en retronar a sus espacios tradicionales mediante nuevos sistemas de adoctrinamiento. Las utopías pendientes volverían a reclamar su denuedo en los escenarios por venir.

 

Notas

Álvaro Verde Tribons: Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Director de la Casa Museo Simón Bolívar, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

dest Palma City

Palma City: tierra de asentamiento europeo

Palma City

Niola Fuentes Felicó

Abril 9, 2021

 

Introducción

En la actualidad el tema de las migraciones constituye una problemática mundial, en el cual está inmerso nuestro país. En esta investigación se aborda el tema de las inmigraciones europeas, producidas hacia la comunidad de Palma City, fundamentalmente en las tres primeras décadas del siglo XX.

Un elemento fundamental, relacionado con los inmigrantes asentados en Palma City, lo constituye el puerto de La Guanaja, ubicado en las proximidades de esta comunidad. Este puerto durante la etapa colonial fue el principal de la jurisdicción de Puerto Príncipe. Otro puerto que jugó un papel fundamental fue el puerto de la ciudad de Nuevitas.

Desarrollo

En la comunidad de Palma City es fuerte la presencia alemana porque sus pobladores así lo confirman, debido a las huellas que dejaron en el ambiente sociocultural de la zona. Aún de esta forma se corrobora incluso con algunos: “(…) Mi abuelo no era alemán, era austriaco. ¡Mira esta foto!, fue tirada en Viena, pertenecía a un grupo musical (…)”, planteamientos de este tipo llevan a inferir que Palma City no solo fue una comunidad de alemanes, sino de asentamiento europeo, donde convergen diferentes nacionalidades.

Como antecedente fundamental de la inmigración extranjera en Palma City, se tiene la penetración del capital de los Estados Unidos en nuestro país, representado por la Cuban Land Company, que puso en práctica una intensa campaña propagandística con el objetivo de estimular la emigración primeramente de ciudadanos norteamericanos y después de europeos hacia la isla de Cuba, con el objetivo de fundar una serie de comunidades, similares a las establecidas en la Florida, Texas y California. El logro de este objetivo les permitía un mayor dominio del territorio cubano.

Así la Cuban Land Company penetra en el valle de Cubitas y funda una de las primeras comunidades de norteamericanos en Cuba, Gloria City (1900), fundan además Piloto City, Columbia City, Garden City, Packing House, entre otras, en esta última los agricultores lavaban y envasaban las frutas antes de enviarlas al mercado. Cerca de este territorio, pero perteneciente en la actualidad al municipio Esmeralda fundan también Palma City.

Palma City, según documentos de la época, se constituye alrededor del año 1900, cuando el reverendo H. Ekilmer se centraliza en una finca llamada San José, propiedad de Don Juan Bencomo. Este reverendo viaja a los Estados Unidos para obtener apoyo y queda organizada la San José Fonit Company, firma también encargada de organizar la acción colonizadora. De esta forma el lugar adquiere el nombre Palma City.

Así comienzan a llegar los europeos de diferentes nacionalidades hacia Palma City, descendientes de españoles ya había en la zona desde la etapa colonial. Estos nuevos inmigrantes, primeramente arribaban por el puerto de Nuevitas, luego se trasladaban en goletas y otras embarcaciones al puerto de La Guanaja, muy próximo a la comunidad de Palma City o por el puerto de Viaro, cerca de Gloria City.

Entre los años 1900 y 1901, comienzan a llegar los primeros alemanes a Palma City. “En Palma City vivían decenas de alemanes que se dedicaban a la siembra de naranjas y otros cultivos. Ellos fueron llegando a Cuba en los mismos años que los norteamericanos, pero preferían estar cerca unos de otros y por ese camino hicieron de Palma City un poblado de alemanes (…)” [1]

Según la investigación, en Palma City no solo se asentaron alemanes, sino españoles, austriacos, franceses, checos y yugoslavos, entre otros. En una misma familia se integraron miembros de diferentes nacionalidades europeas.

Entre las familias más significativas de europeos en Palma City, se encuentra la familia de Karl Bischof Machenna, procedente de Salzburgo (Austria). Decide emigrar para evadir el servicio militar, llega a Palma City en compañía de su hermano Zeple. El austriaco, se considera un hombre emprendedor y culto, que hizo suya la comunidad de Palma City, su historia se ha trasmitido en su familia de generación en generación. Sus descendientes conservan los rasgos físicos de su raza, guardan sus objetos y pertenencias como verdaderas reliquias.

Familia de Luis Kemple: de origen alemán, se instala en Palma City en el año 1905. Luis Kemple construyó la casa típica que quedaba en Palma City (destrozada por el huracán Irma), era carpintero, jugador de dominó. Su esposa, Teresa Gemple, hija de Stephen Gemple murió en Palma City de tuberculosis. Años más tarde, Luis Kemple regresó a Alemania, con parte de la familia, antes del año 1956.

Familia Gemple-Eppler: Stephen Gemple, alemán, padre de Alfredo Gemple, tenía una finca de cítrico cercana a la finca de la familia Bischof, en la comunidad aún vive una hija del matrimonio de alemanes Alfredo Gemple y Alina Eppler. La hija, llamada Gertrudis Gemple Eppler tiene 75 años de edad, actualmente vive en Palma City.

Familia Russ: los hermanos alemanes, Juan Russ y Federico Russ llegaron juntos a Palma City.

Familia García González: la francesa Juana González Etcheverry llega a Cuba aproximadamente en el año 1913. Contrae matrimonio con un hombre de origen español, que provenía de Guáimaro, al que le fue quemada su tienda en una de las guerras de independencia. Se asientan en Palma City e instalan la primera tienda existente en el lugar. En el año 1919 Juana queda viuda a los 23 años de edad y regresa a Francia con sus tres hijos. En el año 1924, vuelve a Palma City para vender sus propiedades; ante la situación internacional decide quedarse en Cuba y pide a su hermana María González Etcheverry que traiga sus tres hijos de regreso a Palma City.

Epifanía: primera iglesia de Palma City

La primera iglesia de Palma City se construyó en el año 1907, su primer nombre fue Epifanía, los pobladores le llamaron en aquel entonces “El milagro de los tres reyes magos”, debido a que fue construida por tres alemanes. Su primer sacerdote fue Monseñor Hilderbrad, de origen alemán, vivía en la planta alta de la iglesia, también brindaba servicios en la iglesia católica de Gloria City.

Actividades económicas y sociales

Entre las actividades que realizaron los inmigrantes europeos en Palma City constan el desmonte de enormes extensiones de tierra para convertirlas en campos de cultivos, dedicados a la siembra de cítricos, fundamentalmente la naranja. Esta actividad se considera el renglón económico más importante y la principal fuente de ingreso para los pobladores. Se realizaban otras actividades complementarias como el cultivo del cocotero, del plátano y la explotación de maderas preciosas. Esta última ya se practicaba desde el año 1900; el alemán Leo Lust era el dueño de la primera sierra de Palma City, procesaba en el aserrío los bolos extraídos de los desmontes de la zona, era un hombre emprendedor.

Realizaban fiestas con amigos, se visitaban, celebraban fechas significativas como cumpleaños, Navidad, fin e inicio de un nuevo año, participaban en las actividades de la Iglesia Católica, hacían fiestas. Festejaban en las playas; algunas familias poseían embarcaciones, iban a visitar amistades a otras colonias existentes, incluso llegaban hasta Nuevitas por toda la costa. También visitaban Gloria City (mayormente vivían norteamericanos). La dueña del hotel de esta colonia era austriaca.

En 1938, el escritor norteamericano Ernest Hemingway emprende un viaje por carretera a Camagüey, con el ánimo de visitar Gloria City, comunidad de norteamericanos y europeos que había sido fundada a principios de siglo en el norte de la llanura camagüeyana. [2]

Las construcciones típicas se muestran en sus viviendas de madera, de puntal alto en su generalidad, pudiendo ser de uno o dos niveles, cubiertas de guano (las primeras que surgen) y zinc, pisos de madera encerada. La cimentación de pilotes de madera que llegaban hasta el estrato resistente y como ejemplo significativo la vivienda que resiste el paso del ciclón del 32.

Existieron eventos dolorosos que marcaron las vidas de los inmigrantes de Palma City. La llegada fue un evento doloroso para ellos y para las familias que trajeron consigo, pues al entrar en la zona descubren que no había tal ciudad, solo bosques profundos y un suelo muy rojo esperando para ser utilizado, sufren una gran decepción y se dan cuenta de la gran estafa de la Cuban Land Company.

El ciclón del 32 provocó grandes daños en los cultivos de la zona, se destrozaron las plantaciones de cocoteros, los platanales y los grandes campos de cítricos. Las casas de viviendas fueron arrasadas en su totalidad, dejando en la ruina a estos pobladores.

La Segunda Guerra Mundial. Ante este suceso, los inmigrantes alemanes de Palma City fueron acusados de espías, la mayoría fueron llevados presos; cuentan los descendientes que incluso algunos niños se quedaron solos en las casas ante las ausencias de sus padres. “En Palma City y Columbia City las casas quedaban solitarias y se derruían con el viento y la lluvia […] en poco tiempo las casas estaban ruinosas, los acusaban de dar suministro a los submarinos. Deben haber sentido miedo, sobre todo los niños, con los guardias amenazándolos. A los de Palma City no era para que lo estuvieran persiguiendo como bandoleros; el ejército los velaba de día y de noche.”[3] Estas palabras coinciden con los planteamientos que  cuentan algunos descendientes sobre las peripecias que pasaron sus antecesores.

El huracán Irma, acontecido en septiembre del 2017, azotó el norte de la isla de Cuba, destrozó la casa típica de los alemanes que quedaba en la comunidad de Palma City.

Los aportes de los inmigrantes europeos que se asentaron en esta comunidad reflejan el rico legado que dejaron a sus descendientes, expresado en sus tradiciones sociales que se mezclaron con las del cubano y con las de otros inmigrantes que vivieron en la zona. Trajeron consigo semillas para plantar en la tierra y las adaptaron al suelo rojo de Palma City, también utilizaron cultivos que ya existían en el país. Sus casas típicas constituyen un atractivo de la arquitectura, construidas con maderas preciosas de Palma City y reflejan el desarrollo cultural de sus países de orígenes, transculturados al nuestro. Aportaron sus tradiciones y costumbres dejadas como leyendas, al igual que sus apellidos, que prevalecen de generación en generación.

Conclusiones

Palma City no solo fue una comunidad de asentamiento alemán, sino de asentamiento europeo, con un protagonismo fuerte de la presencia alemana, cuyos elementos perduran por la mezcla de los descendientes con personas de otros orígenes. Para estos inmigrantes, no siempre la vida fue gloria, desde los primeros momentos de su llegada tuvieron que trabajar muy fuerte para sobrevivir en el suelo rojo, algunos triunfaron como los Bischof, otros regresaron a su país de origen en la medida que el tiempo se lo permitió. Los inmigrantes alemanes se ganaron un protagonismo en la comunidad, fueron personas muy emprendedoras e inteligentes, por eso sus huellas no han sido borradas de la comunidad de Palma City.

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Enrique Cirules: Conversación con el último norteamericano, Ed. José Martí, La Habana, 2012, p. 22.

[2] Enrique Cirules: ob.cit., p. 247.

[3] Ibídem, p. 24.

Niola Fuentes Felicó: Máster en Ciencias de la Educación Superior. Actualmente realiza estudios Doctorales. Museóloga especialista del Museo Municipal de Esmeralda, Camagüey. Profesora Asistente de la sede universitaria  municipal. Posee 25 años de experiencia en la actividad educacional y 10 vinculados al trabajo museal.

dest Los cuentos de mentiras

Los cuentos de mentiras: la herencia cubana del español Conde de Castañeda, y del alemán, Barón de Münchhausen

Los cuentos de mentiras

Pedro Adolfo Machado Aguiar

Abril 2, 2021

 

En Cuba existe una narración oral muy especial, los cuentos de mentiras. Sus cultores conviven entre la gente, fundamentalmente en las zonas rurales, porque sus principales creadores son los campesinos, aunque se pueden encontrar en el entorno citadino, debido a la enorme movilidad sociocultural que ha tenido dicha tradición. Este fenómeno, que es en esencia una tradición narrativa oral, posee como característica fundamental que su denominación popular (de mentiras o de mentirosos) no tiene nada que ver con la condición ética ni moral de las personas, o sea que son cuentos.

Ejemplos de su presencia en la literatura oral llevada a escritura son las obras de Samuel Feijoo (con su personaje Comandante Padilla) y de Onelio Jorge Cardoso (con su famoso Juan Candela). Mientras que, en la literatura de investigación, la obra de María del Carmen Victori Ramos: Cuba: expresión literaria oral y actualidad [1], surgido de la elaboración del Atlas Etnográfico de Cuba, recoge este arquetipo de cuento, aunque no lo agrupa en lo particular con el nombre “de mentirosos”. Precisamente una entrevista realizada a la mencionada investigadora orientó el camino para su examen:

(…) esos cuentos no son evidentemente de antecedentes africanos. Nosotros tenemos el antecedente chino y otros más, pero son en pequeñas muestras, en limitadas zonas y actividades (…) pero estos cuentos son de antecedentes hispánicos, pero esos antecedentes hispánicos no son exactamente cuentos hispánicos, su arquetipo, su estructura son de cuentos europeos y la estructura que se ha rastreado es el Barón de la Castaña, o sea, hasta el Barón de Münchhausen …[El barón de la Castaña] es en realidad una refundición española popular tradicional del barón alemán. Es también la aceptación de un hecho tradicional recogido por alguien (…) [2]

Así que uno de los textos raíz de esta tradición se halla en el universalmente famoso Las aventuras del Barón de Münchhausen, que recoge las historias extraordinarias del noble alemán y que fueron recopiladas por Gottfried August Burger [3].

Pero también aparece mencionado en el análisis de la investigadora el Barón de la Castaña, el cual en el libro de Maxime Chevalier, Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX) se le menciona con el nombre de Don Manrique, que es un miembro de la familia aristocrática Manrique de Lara, que ostentaba entre otros títulos el de Conde de Castañeda. Este personaje, como lo refiere Chevalier, fue un famosísimo “mentiroso” del Siglo de Oro español (1492-1681), cuyas hazañas cuenteras –por comparación cronológica– son más antiguas que las del Barón de Münchhausen, pero se encuentra menos visibilizado que este último.

Una de las mentiras de Don Manrique la reproduce Maxime Chevalier en su obra, que la toma de Crónica burlesca de Francesillo de Zúñiga:

El rey se partió deste lugar para un lugar llamado Ampudia, y allí vino a él Don Pedro Manrique, marqués de Aguilar, y le dijo: “Tengo un monte en Aguilar adonde Vuestra Alteza matará muchos puercos”. El rey le demandó cuenta del monte, y el Marqués le dijo: “Señor, yo maté el otro día un puerco muy grande y hállele entre las espaldas una encina de dos brazadas”. El rey se maravilló desto que el Marqués dijo, y dijole: “Marqués, mentira parece esa, ¿cómo pudo ser?”. Y él, medio riendo, dijo: «Señor, habrá tres años que andando a monte un mi criado le dio una lanzada, y era tiempo de bellotas, y el puerco se revolvió en el suelo y metiósele una bellota por la herida, y con el tiempo que cogió y con el calor que él tenía se le crió esta encina” [4].  

Es importante resaltar, como reprodujo Chevalier de las fuentes consultadas, que el favorito contexto para las mentiras de los caballeros españoles era el de la caza en el monte. Por eso refiere que la fama de mentirosos que gozaban los cazadores era proverbial y firmemente establecida en el Siglo de Oro. En el cual “suelen alargarse, y en materia de caza mentir a porfía unos con otros” [5].

En otro pasaje sobre este caballero se cuenta que: “Estando un día debatiendo con un cazador suyo en presencia de muchos señores, dijo el Marqués al criado: “¡Oh, como mientes fulano!”. Respondió él: “Señor, si yo miento, vuestra merced me las gana arrimadas a la pared” [6].

El arribo a Cuba de esta creación cultural desde España es insondable para los estudiosos cubanos; no obstante, en el libro Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, del autor de este trabajo, se ofrece como posibilidad de sus primeras apariciones, propiamente cubanas, el contexto de las guerras de independencia del siglo XIX. Lo cual está asociado, por lógica histórica, con el complejo proceso de formación de la nacionalidad cubana.

De ese tiempo son los cuentos “Clemente y su Cao Pepe” y “Timbolo, el muerto que hablaba” [7]; los cuales junto con otros perdidos en el tiempo por su atributo oral, debieron de servir de medio de entretenimiento o pasatiempo divertido para los insurrectos mambises.

En dicho libro Yo se lo creo, además de una agrupación se hace una amplia caracterización de los cuentos de mentiras: primero, que en el espectáculo de narración oral se dan expresiones de toda clase: asombro, admiración, malestar, réplica y contrarréplica donde la frase “Yo se lo creo” permite sentar las bases de respeto entre los cuenteros, para continuar en la porfía por decir la mayor mentira; pero en un mayor por ciento los cuentos son una gran diversión, que los hacen aceptables, sin reparo, en todo tipo de reunión social del cubano., etc. Segundo, que la mentira en esta tradición no está en nada relacionada con la ética ni la conducta moral en la sociedad, sino con la “fabulación de la cotidianidad dentro de patrones literarios orales”; o sea, que no se busca conscientemente con este tipo de mentira una ventaja económica, sino más bien, un reconocimiento público de índole espiritual y al parecer inconsciente e intrascendente; pero que verdaderamente sus resultados son de mayor resonancia, porque son mentiras que portan una esencia estética. Tercero, que los velorios de muertos son las imágenes más folclóricas de las reuniones sociales de los cubanos donde se narran estos cuentos de mentiras. En un velorio donde esté presente un cuentero mentiroso, rompe todos los cánones de la sobriedad social hacia un acontecimiento tan serio e impactante como es el de la muerte. Muchas veces, a los grupos que se forman para escucharlos, les tiene que salir al paso alguna persona presente en el lugar o se tienen que autodisolver por las escandalosas carcajadas que llaman su atención. Porque el disfrute de los mismos se manifiesta fundamentalmente con la risa, el humor, por eso se debe definir como cuentos humorísticos.

Lo más genuino de su presencia en Cuba es la circulación de los cuentos, porque en ellos encontramos la forma y el contenido del cuento de mentira español. Por ejemplo, en el libro Yo se lo creo aparece recogido un cuento que transmite con enorme fidelidad el arquetipo del cuento del Conde de Castañeda sobre el puerco con la encina en el lomo, suceso asombroso teniendo en consideración el paso de cinco siglos entre uno y otro cuento:

Estando yo en Saratoga conocí un hombre llamado Gerardo que me hizo un cuento. Él tenía una yegua flaca muy lastimada del lomo, y le tiró ceniza, porque decían que la ceniza sana, pero con la ceniza iban semillas de calabaza y él no se dio cuenta. La yegua siguió flaca y la soltó para el potrero para que se muriera, porque aquello no tenía vida. Pero…al cabo de unos cuantos meses se fija para el monte y ve una mata de calabaza muy frondosa y parida. ¡Y que esa mata caminaba! Cuando se acerca ve con asombro que era la yegua la que llevaba la mata de calabaza, pues se había mejorado; le había nacido en la matadura la planta y en esos momentos la arrastraba cargada de calabazas.[8]

Igualmente se aprecia en Cuba la ascendencia española de esa tradición oral en la forma como sociabilizan los cuentos los cuenteros entre ellos. Por ejemplo, en su libro Chevalier relata las apreciaciones que hicieron los contemporáneos del Siglo de Oro, como la del oidor (juez de la Real Audiencia) Eugenio Salazar, quien resaltó la controversia que entonces se daban entre los cuenteros como, por ejemplo, la que se dio sobre la porfía del tamaño de un rábano:

El otro compañero pareciéndole quedaba corto si no ponía algún servicio en esta mesa que sobrepujase al tamaño de estos rábanos, dijo: “Pues, ¿de estos rábanos se maravilla V. m (Vuestra merced).?  Por cierto que yo he visto repollos en el reino de Murcia, que apenas se pueden llevar media docena de una carretada. [9]

Y exponía Chevalier con respecto a la investigación del tema:

No he conseguido dar con un texto que documente tal costumbre en forma indiscutible. Pero no sorprendería que la contienda de mentira fuera pasatiempo de los caballeros españoles del Siglo de Oro, puesto que florecía en la corte de Francia durante el reinado de Luis XIII, y sabemos que el propio mariscal de Bassompierre no se desdeñaba en participar en tales justas. [10]

De ahí la frase “Yo se lo creo”, que da título al libro sobre los cuentos de mentirosos, porque es la que realmente usan los cuenteros cubanos para poner la de ellos en la fiesta del cuento. O sea, que no se usa una frase ofensiva, sino que se le da el crédito de la “verdad” a la narración, para después contar otro de superior fabulación, creatividad, imaginación, o sea, de una mayor mentira.

Manifestaciones de admiración por dicha tradición oral

Ha sido tal la admiración a esta forma de expresión del ser humano que, en Rusia, lugar donde el famoso barón alemán estuvo de servicio militar un tiempo y donde se le ha considerado prácticamente como “mentiroso oficial”, hay un club de Nietos de Münchhausen en Kaliningrado (antigua Königsberg). Los cuales, siguiendo la tradición mentirosa, el club ha acumulado cierto número de “pruebas históricas” de la presencia del barón en Königsberg. Por ejemplo, cuentan con un antiguo tálero (moneda) de plata “devuelto” a Kaliningrado por el alcalde de Bodenwerder (lugar de nacimiento del barón en Alemania), como deuda por una jarra de cerveza bebida por Münchhausen, la Orden de Santa Ana concedida por Pablo I de Rusia al barón por su “intachable servicio” y el esqueleto de una ballena en cuya tripa el barón estuvo atrapado una temporada. Incluso el 18 de junio de 2005 se inauguró un monumento al barón, que fue regalado a Kaliningrado por Bodenwerder, y que representa a Münchhausen montando sobre la bala de cañón. También existe un monumento dedicado al barón en la ciudad donde nació.

Pero los cubanos no se han quedado atrás, porque además de su actualidad en la espiritualidad de la gente, fundaron en horas de la noche del 30 de octubre de 1938, en La Habana, en el barrio de Puentes Grandes, casa no.51, un Club de los Mentirosos, como así lo certifica el Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba, y que no conserva lamentablemente información alguna sobre la cuentería, aunque sí el Reglamento, el acta de constitución con los nombres de sus integrantes, la elección de una nueva directiva en 1940 y su anulación en 1953. [11]

Como toda asociación de recreo y sport de su tiempo tuvo también el propósito de auxilio y apoyo mutuo. Pero lo que más llama la atención, en vista de que era una organización de mentirosos, que dentro de los deberes de los asociados aparecía: “no decir mentiras que perjudiquen al Estado, Provincia o Municipio, Entidad o Persona, pues en tal caso no será defendido por este Club y será dado de baja”. O sea, que confirma lo dicho en el libro Yo se lo creo, sobre el cuidado ético del contenido del cuento y su basamento en cuestiones de imaginación exclusivamente.

En esencia, el Club de los mentirosos, fundada por creadores de esa variedad literaria, es una sociedad que emula culturalmente con la rusa Nietos de Münchhausen, a pesar de que dicha asociación fuera de corta existencia, ya que el 2 de enero de 1953 le fue cancelada su inscripción en el Negociado de Asociaciones.

Pero, se recalca, en el orden cultural ese limitado espacio de tiempo e información del club no le resta merito valorativo en su estudio; ya que se puede calificar la fundación del Club de los mentirosos en La Habana, como un hecho raro y valioso. Es la expresión concreta de la masividad y movilidad que había alcanzado en Cuba esta manifestación cultural, porque los cuentos tienen orígenes campesinos pero su único símbolo asociativo  aparece en  la ciudad, en la capital de la república específicamente; por diferencias entre la ciudad y el campo harto conocidas, que no son necesarias abordar; así como que es también una evidencia histórica del porqué todavía existen personas en este país que cultivan los cuentos de mentiras; y que sean a su vez continuadores inconscientes de una tradición europea y verdaderos herederos del español, Conde de Castañeda, y del alemán Barón de Münchhausen.

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

[1] Antigua investigadora del Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello.

[2] María del Carmen Victori Ramos, en Pedro Adolfo Machado Aguiar: Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, Ediciones Matanzas, 2007, en nota, p.15.

[3] Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen (Bodenwerder, 11 de mayo de 1720 – íd., 22 de febrero de 1797) fue un barón alemán que en su juventud sirvió de paje a Antonio Ulrico II, duque de Brunswick-Luneburgo, y más tarde se alistó al ejército ruso. Sirvió en él hasta 1750, tomando parte en dos campañas militares contra los turcos. Al volver a casa, Münchhausen supuestamente narró varias historias increíbles sobre sus aventuras. Las historias sobre Münchhausen fueron recopiladas y publicadas por primera vez por un autor anónimo en 1781, la cual fue versionada al inglés en 1785 por Rudolf Erich Raspe, bajo el título: Narración de los Maravillosos Viajes y Campañas del Barón Münchhausen en Rusia (Baron Münchhausen’s Narrative of his Marvellous Travels and Campaigns in Russia), también llamada Las sorprendentes aventuras del Barón Münchhausen (The Surprising Adventures of Baron Münchhausen). En 1786 Gottfried August Bürger tradujo las historias de Raspe de vuelta al alemán y las amplió con nuevas aportaciones del folclore popular. Las publicó bajo el título Viajes maravillosos por mar y tierra: Campañas y aventuras cómicas del barón de Münchhausen (Wunderbare Reisen zu Wasser und zu Lande: Feldzüge und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchhausen). Esta versión, de un tono profundamente satírico, es la más conocida por los lectores alemanes en la actualidad.

[4] Maxime Chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), P.68.

[5] Ídem.

[6] Luis de Pinedo: Libro de Chistes, p.112, en Maxime Chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), P.68.

[7] El cuento del Cao se encuentra en Cuba: expresión literaria oral y actualidad, p.17, de María del Carmen Victori Ramos; mientras que el de Timbolo es un trabajo del periodista Argelio Santiesteban publicado en Juventud Rebelde, el 11 de diciembre de 2005.

[8] Pedro Adolfo Machado Aguiar: Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, p.70.

[9] Maxime chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), p.71.

[10] Ídem. François de Bassompierre. Cortesano francés que firmó el Tratado de Madrid del 26 de abril de 1621.

[11] Archivo Nacional de Cuba. Registro de Asociaciones, Legajo 274, no.7615 (19381953)

Pedro Adolfo Machado Aguiar: Licenciado en Educación, especialidad Biología (1984) e Historia (2006). Investigador Agregado. Labora en el Instituto de Historia de Cuba con el grado científico de Master en Estudios Regionales y Locales. Posee experiencia laboral como Promotor cultural en la Casa de Cultura de Santa Cruz del Norte, provincia Mayabeque (1997-2003) y como Museólogo en el Museo Provincial Palacio de Junco de Matanzas (2004-2008). Ha sido ponente en talleres municipales, nacionales e internacionales de cultura, museología, historia regional y local y movimiento obrero y campesino, muchos de los cuales se han publicados y premiados. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y de la Sociedad Cultural José Martí (Filial Deportiva Beisbol de Siempre).