dest La ciudad de Trinidad

La ciudad de Trinidad y su región en la obra de Francisco Lavallée

La ciudad de Trinidad y su región en la obra de Francisco Lavallée

MSc. Bárbara O. Venegas Arbolaez

Febrero 12, 2021

 

El 18 de marzo de 1833 el Cabildo de la ciudad de Trinidad admitió el título de agrimensor de D. Francisco Lavallée y aprobó su petición para el uso y ejercicio de su profesión [1]. Sin embargo, en otra documentación se consigna su residencia anterior a dicha fecha: “Don Francisco Lavallée de Trinidad, 9 de octubre de 1832, calle de Jesús María Nº 13” [2]; y por si fuera poco, se cita un documento del Archivo Histórico Provincial de Sancti Spíritus, donde aparece como uno de los agrimensores que deslindó el hato San Pedro —que pertenecía a Trinidad y colindaba con otro de la jurisdicción espirituana— en 1831 [3]. Todo parece indicar que en este último año ya radicaba en la localidad y que solo después que comprobó las potencialidades económicas y profesionales que el lugar le ofrecía se decidió a establecer un compromiso fiscal con el gobierno. En el presente trabajo se considera 1831 como su fecha de arribo a la región trinitaria.

Años antes, en 1819, Francisco Lavallée llegó a Haití procedente de Francia para dedicarse al comercio. En su país natal había tenido otras experiencias como el intento de hacerse marino y sus estudios le permitieron entrar en la oficina del catastro, las cuales fueron muy útiles para su vida posterior.

Al deteriorarse la situación en Haití, tuvo que seguir la trayectoria de otros franceses que se habían radicado allí y pasó a La Habana, donde se encontraba ya en 1820, después residió en Puerto Príncipe, donde ejerció como agrimensor durante algunos años y alcanzó cierta notoriedad en la profesión, lo cual es muy probable que le facilitara el desenvolvimiento en Trinidad durante la década de 1830.  

En esta última trabajó intensamente y tuvo una activa vida social y política como representante de su nación y miembro de instituciones científicas: afiliado a la Sociedad Francesa de Estadística Universal en 1830 y a la Sociedad de Geografía de París en 1833 —con la que había comenzado a cartearse en 1832—; corresponsal de la Sociedad Económica de Amigos del País desde 1832; agrimensor geómetra de los dominios reales del departamento central y vice-cónsul de Francia en Trinidad en 1834; también en esta misma fecha inspector de los hospitales de la ciudad; y caballero de la Legión de Honor en 1835.

Pero, sin dudas, toda su actividad profesional y su proyección intelectual giró en torno a la geografía: creó mapas y planos topográficos e hidrográficos, y planos catastrales en diversas regiones del centro de la Isla; se mantuvo en comunicación y colaboración permanente con otros especialistas de su rama, de lo cual lo más representativo es su participación en el llamado mapa de Vives en 1835 y el Atlas cubano de Rafael Rodríguez en 1841-42; preparó colecciones de flora, fauna y minerales que envió a la Sociedad de Geografía de París, en respuesta a una convocatoria de la institución en 1837; y publicó Memoria histórica, geográfica y estadística sobre Cuba (1836), Noticia geográfica sobre la ciudad de Matanzas (1836), Noticia geográfica de la Isla de Pinos (1837), Noticia geográfica para servir a la geografía de Cuba, Matanzas, Mariel (1840), y Noticias históricas y geográficas sobre las ciudades de Trinidad, Sancti Spíritus y San Juan de los Remedios (1844).

El fechado de los trabajos de su autoría, su colaboración en proyectos cartográficos de carácter nacional orientados por la superioridad y su regreso a Francia en 1843 permite inferir que se marchó de la región trinitaria probablemente en 1842-43.

El agrimensor ante la plantación azucarera trinitaria [4]

Lavallée llegó a Trinidad en la etapa de auge de la plantación azucarera en la región, que constituía el complejo económico-social más relevante del Departamento Central de la Isla.

La condición de ciudad portuaria y comercial aportaba factores de modernización y cosmopolitismo, de ahí el atractivo para artistas, profesionales y técnicos de todo tipo para establecerse en ella y ponerse al servicio del gobierno y de los propietarios, que en el caso gubernamental encargaban planos y mapas de la ciudad, de proyectos de nuevas poblaciones, de la línea costera, de caminos y recursos hidráulicos. Por la parte de los hacendados se financiaban representaciones topográficas de sus propiedades para legalizar un dominio como dueño, inventariar y tasar un bien inmueble para venderlo o comprarlo, declararlo como herencia dentro de un testamento o, en su defecto, un intestado, etc.

Es válido aclarar que la confección de planos de las plantaciones esclavistas azucareras se había puesto en práctica en el Caribe insular desde el siglo XVIII con diversos motivos, no solo catastral o delimitador de propiedades, con fines de compraventa o herencia, sino para mostrar la red de caminos y el ordenamiento espacial de los componentes del complejo fabril, cuya representación cumplía una función que hoy llamaríamos de organización del trabajo, además de tributar a una estética paisajística, en este caso industrial. El investigador Esteban Acosta Rodríguez considera que “los planos no solo muestran una distribución sino además pueden ser leídos en términos de articulación del discurso y el poder de las clases dominantes en la conformación del diseño del paisaje” [5].

No obstante, otras lecturas son posibles: los indicadores referidos a grupos sociales subalternos como los esclavos y las diferentes prácticas socioculturales vinculadas a la vida en el ingenio y a su segregación típica, como la ubicación de la aldea o el barracón donde vivía dicha servidumbre, los cultivos y los árboles aislados, así como los jardines.

Indudablemente, el boom azucarero había provocado un efecto de similares dimensiones en la agrimensura en los campos de Cuba. Continuamente surgían todo tipo de conflictos entre los propietarios a causa de la imprecisión de los deslindes de las primeras concesiones de tierras, y sobre todo, a partir del decreto de 1819, que impuso nuevas delimitaciones agrícolas. A esto se añadía la transformación de numerosas haciendas ganaderas en plantaciones de café o de caña de azúcar, que requerían nuevas mediciones topográficas [6] y también la explotación de otras estructuras agrarias, como el sitio de labor y el potrero.

La enorme demanda de mediciones de tierras fue resuelta por agrimensores criollos y extranjeros, estos últimos de diversas procedencias. El citado año no es casual, es evidente la relación entre los aportes técnicos de los inmigrantes franceses, basados en conocimientos científicos; su rigor profesional, con la aplicación de instrumentos de medición precisos y eficientes; y la introducción de métodos modernos de conteo y medición de población, de propiedades y del espacio urbano, con el auge de la estadística, la agrimensura y la cartografía en la Cuba decimonónica.

El trabajo topográfico de Francisco Lavallée en la región trinitaria

La representación topográfica de la región trinitaria por Francisco Lavallée respondió a disímiles proyectos de diversas instancias de poder, que se pueden agrupar de la siguiente forma:

  1. Planos enviados a la Sociedad de Geografía de París, motivados por un interés geopolítico de identificación y reconocimiento de las características de un territorio geográficamente importante. Un ejemplo representativo es el Plano hidrográfico de los puertos de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes, comprendidos desde el río del Guaurabo hasta punta y río de Agabama, en la parte meridional de la Isla de Cuba, 1833.
  2. Planos solicitados por el gobierno colonial, o de interés gubernamental, relacionados con la trama urbana de Trinidad y el planeamiento de nuevas poblaciones, la línea costera y los recursos hidrográficos: Plano del puerto de la Boca, sin fecha; Plano demostrativo de la nueva población de Casilda, 1832; Plano hidrográfico de los puertos de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes… 1833; Plano hidrográfico topográfico de los tres puertos de Trinidad, 1842; y Plano topográfico, histórico y estadístico de la ciudad de Trinidad, 1842.

Todo parece indicar que este último surgió de una propuesta de los agrimensores Francisco Lavallée y Rafael Febles a la Corporación o Cabildo [7]. Al respecto la doctora Alicia García Santana considera que este fue el primer plano de la ciudad de Trinidad digno de este nombre, y donde proyectó su ensanche, según un ordenamiento regular, además de ser la base de todos los realizados con posterioridad [8].

  1. Planos encargados por los hacendados, referentes a ingenios y potreros: Plano topográfico del Ingenio Buenavista, 183…; Plano topográfico del potrero del río de Ay, 1836; y Plano demostrativo del Ingenio del Santo Cristo de los Destiladeros, 1842.

El valor histórico de la muestra de planos por encargo de propietarios reside básicamente en la lectura que ofrecen del fenómeno de la plantación azucarera y otras estructuras agrarias en cuanto a expresión física del espacio y usos agrícolas en los momentos culminantes del auge azucarero. Son documentos de carácter catastral levantados con belleza y cientificidad, y representan el fenómeno caracterizador del territorio: el desarrollo histórico de la plantación azucarera en el Valle de los Ingenios. El Plano Topográfico del Ingenio Buenavista, por ejemplo, constituye un modelo agrario de la plantación durante la etapa de la gran manufactura azucarera, que permite la reconstrucción de un paisaje histórico, de ahí que, según el criterio de Angelbello y Acosta [9], posibilita realizar el mejor estudio hasta ahora posible en un documento de este tipo dentro del complejo socioeconómico y cultural mencionado, pues toma en cuenta el relieve y la red hidrográfica, así como el uso de la tierra de la plantación, la parcelación perfecta de los campos de cañas y de las áreas destinadas a otro empleo agrario.

Pero en todos los casos, no importa la motivación ni la procedencia, la riqueza testimonial de la obra de Lavallée trasciende su época y ofrece una mirada hacia el interior del territorio, lo que vale decir, descubre parte de la identidad trinitaria en el reconocimiento y el protagonismo de espacios citadinos, agrarios y marítimos, cuya representación cartográfica los hace vivos, dinámicos y cambiantes. A la vez, la publicación y el envío de sus materiales a receptores como el gobierno colonial y sociedades científicas en Cuba y Francia disemina esa información y permite la trascendencia de lo local a lo universal; tiende un puente cultural y científico que invierte los términos: ya no es del centro a la periferia, sino de la periferia al centro.

La presencia de este cartógrafo y agrimensor francés en Trinidad en la primera mitad del siglo XIX dejó un legado perdurable para la ciudad y su región. Estos documentos integran el patrimonio atesorado en archivos de varias instituciones. De ahí que el objetivo principal de la presente investigación haya sido la demostración de la importancia que tuvo dicha obra para la representación del ámbito trinitario, no solo en términos espaciales, sino como código expresivo de la cultura y la sociedad decimonónica en el territorio.

El estudio de la producción intelectual de Lavallée en la región trinitaria permite identificar características propias de la Ilustración francesa en la conceptualización desde la ciencia y la racionalidad sobre el conjunto urbano, la plantación azucarera y la estructura agraria de propiedades rurales en sus manifestaciones específicas en Trinidad y su Valle de los Ingenios, favorecidos por el auge industrial azucarero de esa época.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Archivo Histórico de Trinidad. Fondo Ayuntamiento, actas capitulares, 18 de marzo de 1833.

[2] Guía de Forasteros en la siempre fiel Isla de Cuba, 1845, p. 261.

[3] Citado en Esteban Acosta Rodríguez. “Un geógrafo francés en Trinidad: Francisco Lavallée”. Revista Tornapunta (Oficina del Conservador de Trinidad), año VI, nº 8: 24 – 29; invierno 2012.

[4] Responde al concepto planteado por Esteban Acosta Rodríguez en La cartografía colonial trinitaria: los planos de las plantaciones esclavistas azucareras [Ponencia inédita].

[5] Esteban Acosta Rodríguez. La cartografía colonial trinitaria: los planos de las plantaciones esclavistas azucareras.

[6] Nicole Simon. “Francis Lavallée (1800-1864), Vice-cónsul de Francia en Trinidad y corresponsal de la Sociedad de Geografía”. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana) 75 (2): 90; mayo-agosto, 1984.

[7] Citado por Yudit Vidal Faife en Mapas y planos del Valle de los Ingenios. Estudio en archivos locales de Trinidad. Rescate de un documento cartográfico. [Trabajo de diploma inédito] Instituto Superior de Arte, Facultad de Conservación y Restauración de Bienes Muebles, La Habana, 2008, p. 58.

[8] Ídem.

[9] Silvia Teresita Angelbello Izquierdo y Esteban Acosta Rodríguez. Buenavista: patrimonio y paisaje. Revista Siga la marcha (Sancti Spíritus), n. 18: 28 – 33.

Bárbara O. Venegas Arbolaez: Máster en Ciencias de la Educación, Diplomada en Filosofía por la Universidad de La Habana y Licenciada en Filología. Investigadora Auxiliar. Profesora Auxiliar adjunta de la Filial Universitaria Municipal de Trinidad y correctora de la revista Tornapunta y otras publicaciones de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios. En 2012, obtuvo el Premio Nacional Emilio Roig de Leuchsenring y en 2014 el provincial Pérez Luna. Se desempeña profesionalmente como especialista de literatura y bibliotecas, promotora cultural e investigadora de historia y cultura regional. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y de la Sociedad Cultural José

Martí.

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