dest La Fiesta de Monserrate en Matanzas

La Fiesta de Monserrate en Matanzas: orígenes y pervivencia

La Fiesta de Monserrate en Matanzas

Mireya Cabrera Galán

Enero 8, 2021

 

Catalanes en Cuba

A finales del siglo XVIII en España se vivió una atmósfera económica particular. Esta tuvo su centro en Cataluña donde se estaba experimentando la mayor revolución industrial conocida por la península. Protagonistas de esa modernización industrial y agrícola, los catalanes se constituyeron en el flujo migratorio más importante de Cuba en esferas como la economía, la educación, la política y la sociedad en general. En la segunda mitad del siglo XX, el poder económico de los comerciantes, industriales y banqueros de esa procedencia era casi total en la zona occidental de la Isla, a pesar de constituir solamente el diez por ciento de su población. En 1898 Barcelona dominaba el 51% del comercio insular y los catalanes eran dueños de importantes industrias como la del ron y el tabaco.

La Fiesta de Monserrate en Matanzas. Génesis

Fundada por pobladores canarios en 1693, Matanzas tendrá en la colonia catalana una de las presencias españolas de mayor repercusión en la economía, el comercio, las finanzas y el arte [1]. La fuerza de esta comunidad y sus necesidades espirituales de trasladar al nuevo espacio geográfico los rasgos y costumbres de la patria chica originaron fenómenos socio–culturales como la celebración de la Fiesta de Monserrate, surgida en el último cuarto de la centuria decimonona y conocida después de 1980 por la denominación de Fiesta de la Colla.

Estas festividades estuvieron regidas en los primeros tiempos por la Sociedad de Beneficencia de Naturales y Oriundos de Cataluña e Islas Baleares [2] y en los albores del siglo XX por la Colonia Española. Inicialmente tuvieron un acento predominantemente rural y su principal propósito fue el de venerar a la patrona de Cataluña en un ambiente rubricado por las sonoridades musicales, las danzas, los cantos, las recetas culinarias y los juegos infantiles de la tierra natal.

En septiembre de 1870 (los días 7 y 8) los naturales de Asturias convocaron una romería que puede estimarse como el antecedente de la Fiesta de Monserrate. Pensada para celebrar la fiesta nacional de su patrona, Nuestra Señora de Covadonga, la peregrinación tuvo como epicentro el Paseo de Santa Cristina (hoy José Martí), en el barrio extra puentes de Versalles y en ella intervino una representación de la comunidad catalana. Motivados por este suceso, unos días después los catalanes anunciaron en la prensa local “Anem, anem a Monserrate” (“Vamos, vamos a Monserrate”). Ataviados con el tradicional traje de su suelo y al ritmo de sus danzas y cantos populares peregrinaron hasta el citado Paseo, siendo esta la génesis de la también llamada fiesta catalana.

El 8 de septiembre de 1871, tras obtener superior permiso eclesiástico, tuvo efecto la primera gran romería catalana en las Alturas de Simpson, accidente geográfico situado al noroeste, en la zona más elevada de la ciudad, lo cual remitía a los catalanes a su sagrada montaña de Montserrat y al convento de igual nombre. Para rendir honores a su Patrona, la Virgen de Montserrat se encargó la construcción de una capilla provisional al ebanista y carpintero de ese origen Juan Mateu Borotau. Como dato curioso, el diario Aurora del Yumurí promovió, durante los días precedentes la venta de barretinas [3], en la tienda La Oriental.

Después del toque de diana y de la misa celebrada frente al Palacio de Gobierno, dio inicio la peregrinación, durante la cual se repartió coca azucarada y “mistela” (vino dulce) y uno de los Nois de Casa [4] pronunció un discurso con el lema Surt del Born, roda el Mond y torna al Born (“A pesar de que se pueda recorrer todo el mundo se acaba por volver a los orígenes”). Para la ocasión la sociedad de recreo Casino Español puso a disposición sus salones y las calles fueron adornadas con cortinas, banderas y gallardetes con los colores nacionales oro y grana. El éxito de esta celebración despertó en otros grupos regionales la inquietud por organizar festividades semejantes.

Ermita de Monserrate

En 1872 en el seno de la Sociedad de Beneficencia de Naturales y Oriundos de Cataluña e Islas Baleares (conocida poco después por la denominación de Beneficencia Catalana y Balear) surge la idea de consagrar una ermita a la Virgen de Monserrate en las referidas alturas de Simpson. El hacendado José Baró Sureda, secretario de la entidad, presentó ante la Junta Directiva la moción correspondiente, que fue aprobada por unanimidad.

Entonces fue nombrada una Comisión integrada por Baró y por otros miembros de la directiva. Aprobado el proyecto y el presupuesto, la Ermita fue construida por el Maestro de Obras Bartolomé Borrel, también de origen catalán. Poco antes de su inauguración, la imagen de la Moreneta (“la pequeña dama negra”) [5] fue trasladada desde Barcelona a Matanzas. El escultor Juan Roig y Soler la talló en boj a tamaño natural y a semejanza de la existente en el monasterio catalán.

Tras su arribo a Matanzas la escultura en madera fue trasladada el 29 de noviembre de 1875 a la Iglesia Parroquial. Una vez allí, se colocó a la derecha del altar mayor y a continuación se inició la celebración del Rosario, Novena, Letanías y el gran Salve, a toda orquesta y bajo la dirección del maestro Juan Torroella. Tras este preámbulo y precedido por el repique general de campanas, el 8 de diciembre de 1875, la población catalana y matancera, en general, peregrinó hasta a las alturas de Matanzas. La imagen de la “Moreneta” fue llevada en andas por ocho catalanes y seguida por representantes de otras regiones de España.

Características de la Fiesta

Excepto las primeras realizadas antes del emplazamiento de la ermita, la Fiesta de Monserrate era organizada por los acaudalados catalanes establecidos en la ciudad. Solía convocarse en diciembre, coincidiendo con la celebración de la Virgen de la Purísima Concepción de María, Patrona de España, no así con la fecha oficial de la patrona de Cataluña, el 27 de abril. En esta primera etapa, los ofrecimientos duraban generalmente tres días. Salvo algunas excepciones, el programa se repetía cada año y de él formaban parte todas las sociedades españolas y los cubanos, que junto a sus pendones y gallardetes se hacían acompañar por la orquesta de Miguel Faílde, a quien la mayor de las Antillas debe la creación de su baile nacional, el danzón. Los festejos quedaban inaugurados a las doce del día con un repique de campanas proveniente de la ermita. Al atardecer, a las cinco, una banda militar recorría las principales calles yumurinas y al ritmo de cánticos populares los romeros se trasladaban al pequeño templo, donde a las seis se celebraba una misa de Salve a toda orquesta. La jornada concluía con un baile que duraba gran parte de la noche.

El segundo día (casi siempre el 8) era el más intenso y significativo. La banda de música del Cuerpo de Bomberos daba el toque de diana a la par que en la ermita repicaban las campanas. Al compás de la banda los peregrinos llegaban a la iglesia parroquial para desde allí emprender la procesión por las principales calles de la ciudad (todas engalanadas) con rumbo a las alturas de Simpson. A las nueve de la mañana se oficiaba misa con acompañamiento de orquesta en la explanada de la ermita ante la audiencia de las sociedades de beneficencia y de todo el pueblo yumurino.

Los juegos de participación daban inicio a las dos o tres de la tarde. De todos ellos (olla, paella, corrida de sacos) el más gustado era la cucaña, pues el competidor que lograra subir hasta lo más alto del palo ensebado y quitar el banderín de la cima, era premiado con diez pesos del Banco Español. Unas horas después, a las cinco, se organizaba una vez más la procesión en sentido opuesto. Por la noche se efectuaba un baile.

El tercer y último día se realizaba también una gran misa cantada o rezada. Posteriormente, a las doce, los romeros interpretaban danzas nacionales que eran presididas por la entrañable Sardana, de naturaleza catalana, mientras que a las tres de la tarde disfrutaban de los mismos juegos convocados el día anterior. Parte consustancial de los festejos era la degustación de recetas culinarias autóctonas como la “escudella” [6], la “carn d´olla am pilota” y gallina, el guisado de carne con frijoles, la ternera estofada y la natilla quemada. Estos platillos se hacían acompañar por ensaladas de pimientos, cebollas y aceitunas, pan y vino de San Vicente. Una de las fiestas más lucidas fue la de 1879, que estuvo favorecida por la multitud participante y por el buen tiempo. El bucólico panorama del Valle de Yumurí y la vista del nacimiento del sol constituyeron el marco apropiado para los cientos de peregrinos. Incontables tiendas [7] dispuestas en los alrededores de la ermita permitían el descanso de las familias durante los días que duraba el jolgorio.

A partir de 1880 el programa contó con la participación del coro La Armonía adscripto a la Beneficencia Catalana y Balear, cuyo vínculo con la fiesta se mantuvo hasta 1900, aproximadamente. Para 1883 la ermita se engalanó con una nueva imagen de la Virgen regalada por José Fontanal. Ese mismo año se trasladaron desde La Habana numerosas familias y el coro La Colla de San Mus, cuyos 125 miembros portaban el traje típico de su tierra.

Suspendida en 1885 por el fallecimiento del monarca Alfonso XII, durante la cita del siguiente año la plazoleta que da frente de la ermita fue engalanada con cuatro esculturas representativas de las provincias catalanas (Barcelona, Lérida, Tarragona y Gerona). La fecha marca también el surgimiento de La Colla de Monserrate, agrupación humorística y musical, compuesta por cuarenta hombres que vistiendo los típicos trajes catalanes que se organizaban de forma jerárquica portando según el cargo atributos de cocina de una vara de largo (cucharón, cuatro cuchillos e igual número de tenedores, cucharas, sartenes, cacerolas, coladores y espumaderas, en correspondencia seguramente con la cifra de provincias catalanas) [8]. Con su coro y orquesta la Colla de Monserrate hizo las delicias de los romeros por varios años, legando a la actual fiesta sus iniciativas, atributos de cocina y su denominación.

Como dato curioso, aquel 1886 comenzaron a brindar servicio las guaguas que, colocadas frente al hotel Louvre, se encargaban de trasladar a los interesados hasta la ermita. Otro rasgo distintivo es el que se incorpora en 1888 cuando la urbe es recorrida por cuatro carros alegóricos a las referidas provincias. La notoriedad alcanzada en toda la Isla por la fiesta catalana fue la razón por la que en 1890 acudieron a Matanzas cinco mil excursionistas procedentes de La Habana, Cienfuegos, Sagua y Cárdenas. De igual forma una comisión de los ayuntamientos de Monistrol y Coll Bató, ambos municipios de Cataluña. En la ocasión el nuevo estandarte de la sociedad catalana fue apadrinado por el Capitán General de la Isla Camilo Polavieja y por su esposa.

Declive y renacimiento

A inicios de la década de 1890 la situación económica y político social de Matanzas no era la floreciente de la época precedente. De igual manera, se inicia el ocaso de la Fiesta de Monserrate, que fuera suspendida en 1891 y en 1893, el primer año por la ausencia del presidente de la Sociedad Catalana. Nuevamente se celebraron en 1894, pero no con el éxito acostumbrado. Con el inicio de la Guerra del 95 su lucimiento y afluencia declinaron, suspendiéndose oficialmente en 1896.

Con el cese de la colonia y el advenimiento de la República, la Fiesta de Monserrate se reactiva bajo otras circunstancias históricas y organizativas. En octubre de 1901 la Beneficencia Catalana y Balear traspasa la propiedad de la ermita a la Colonia Española. Esta había sido fundada en 1899 y a ella se habían ido integrando todas las sociedades regionales de Matanzas, excepto la gallega que pasó a ser parte del Centro Gallego de La Habana. De tal manera, fue la Colonia Española con sede en el Casino Español, la encargada de patrocinar desde entonces aquella.

En esta nueva etapa los festejos se dedican a la virgen de la Covadonga y, con posterioridad, a la Purísima Concepción. El 8 de diciembre de 1902 se colocó en la ermita un altar destinado a esta advocación. No obstante, la tradición continuó, como antaño, tributando a la patrona de los catalanes.  La primera gran fiesta del período tuvo efecto en 1903. En este convite se abrazaron en una todas las representaciones peninsulares de Matanzas como muestra del aliento multicultural que caracterizará al festejo en el siglo XX. Junto a la barretina bermeja, resaltaban los atuendos típicos: el pañuelo aragonés, el zaragüey valenciano, el casquete zamorano y el bonete leonés. Debe connotarse que se mantuvieron vigentes algunos signos de la fiesta original: el repique de campanas, los disparos de voladores, la romería, la misa en la ermita y los tradicionales juegos catalanes e hispanos, en general. Sobrevivieron asimismo la actuación de la Banda del Cuerpo de Bomberos y las danzas españolas que se alternaban con las cubanas, particularmente con la de Aniceto Díaz, que en los años veinte animó con frecuencia almuerzos y otros eventos sociales.

Un cambio significativo fue la realización de la fiesta en un único día. Con el tiempo se acordó que se fijara el segundo domingo de diciembre, aunque no coincidiera con la celebración de la Purísima Concepción. Por su parte, el menú que se ofrecía en los almuerzos y en los puestos distaba de ser el tradicional catalán. En lugar de la escudella aquellos descendientes de España degustaban jamón, pierna de puerco, salchichón de Pamplona, aceitunas aliñadas, huevos  a la Malagueña,  turrones de Jijón y Alicante,  jalea de Aranjuez y queso manchego. En ocasiones a esta diversidad de platos hispanos se incorporaba un menú más criollo: arroz con pollo o pescado, con algunas otras variaciones según cada fiesta.

A partir de 1913 con el surgimiento de la Colla Catalunya (1913–1916) la cita se realizó con su participación y la de los restantes clubes españoles. Después del toque de diana y del izamiento de las banderas en la ermita y el Casino Español  la peregrinacion marchaba desde los alrededores de este a las alturas de Simpson. Encabezaba la peregrinación  la escuadra de la Colla de Cataluña que era seguida, en este orden, por la Banda de Bomberos, el Pendón de Castilla, las comisiones catalana, gallega, vasco–monatañesa, sevillana, gaditana y canaria, todas portando sus respectivos estandartes. Cerraban este desfile el Club Asturiano y la directiva del Casino Español.

Con el avance del siglo la tradición fue perdiendo su autenticidad inicial, tomando paulatinamente un cariz más burgués que popular a tono con el aliento elitista de su organizador, el Casino Español. Como dato de interés en 1919 las jóvenes del Conservatorio Masriera de La Habana llevaron en andas la Virgen, a la vez que entonaban El Virolai, himno dedicado a la patrona de Cataluña. Ese año con la presencia del cónsul, el obispo y otras autoridades se bendijo la nueva imagen de culto.

Para 1920 según expresa la propia prensa “se habían agotado las iniciativas”. Un lustro más tarde, en 1926, la Colonia Española puso fin a la legendaria celebración prohibiendo la participación masiva en ella y autorizando únicamente  a sus socios y clubes regionales para organizar almuerzos, romerías y bailes. Tal arbitrariedad tuvo eco inmediato en la prensa:

Se rompe una de las costumbres mas arraigadas de esta ciudad […]. Toda, toda Matanzas subía año tras año, en la fecha del segundo domingo de diciembre esa cuesta hermosa […] En la peregrinacion confundíanse las clases todas, desde la más encumbrada, hasta  la más humilde obrera y gozaban todas por igual con los festejos y las diversiones que allí se ofrecían. Desde el cese de la soberanía española en Cuba ha ido decayendo esa fiesta de Monserrat hasta llegar a la triste realidad de hoy: su suspensión[9].

A finales de la década de 1930 el salón aledaño a la ermita (hoy restaurante) era alquilado para actos y almuerzos por instituciones sociales, religiosas y escolares. Algunas romerías se celebraron por estos años, pero la entrada a ellas había que pagarla y durante los cincuenta dejaron de ser oficiales.

Rescate en 1981

La tradición fue rescatada, con el apelativo de Fiesta de La Colla, en 1981 como parte de la encomiable labor del Atlas de la Cultura Popular Tradicional del Ministerio de Cultura. Ninguna de las fiestas patronales, ni siquiera la de San Carlos Borromeo, Patrono de Matanzas, alcanzaron el nivel de convocatoria y lustre de la Fiesta o Colla de Monserrate, mezcla de tradiciones religiosas y paganas. Vigente hasta hoy, de ella se apropiaron canarios, gallegos, vizcaínos, asturianos y aragoneses hasta llegar a constituirse en una gran celebración que, al ritmo de gaitas, panderetas, tamboriles y de la muñeira y el cante, simboliza hoy toda la herencia cultural legada por la raíz hispana a nuestra identidad cubana.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] En Matanzas, los catalanes se integraron orgánicamente a la comunidad local, desempeñando en su seno un papel decisivo. En el ámbito de la economía estuvieron vinculados a empeños tan importantes como el Banco San Carlos; la entonces emergente industria mecánica y metalúrgica; la producción cafetalera y azucarera; el comercio de importación y exportación, uno de los más voluminosos del siglo XIX y la Compañía del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla del Encomendador.

[2] La Sociedad de Beneficencia de Naturales y Oriundos de Cataluña e Islas Baleares inició su labor el 9 de marzo de 1872.   Dirigida por Francisco Aballí y Estebe (San Feliú de Guíxols, 1806- Matanzas, 1877), tuvo su predecesora en la sección matancera de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en La Habana, constituida en 1840 y devenida casa matriz en 1851. De las corporaciones regionales de Matanzas, la de Beneficencia Catalana y Balear será la única que cuente con un templo propio dedicado a Nuestra Señora de Monserrate. Su Junta directiva la componían 16 miembros.

[3] Gorra de lana cocida de una sola pieza generalmente de color rojo, aunque también negro y verde. Hoy en desuso es símbolo de Cataluña.

[4] Nois de casa. Término que se aplica a los niños menores de 7 y por extensión a los jóvenes.

[5] El color oscuro de la Virgen es la razón por la cual los catalanes apodaron a su patrona “La Moreneta”. En contraposición a la creencia popular esa coloración no responde a la representación de una virgen africana, ni a la tonalidad de la madera o los revestimientos de la pintura. Según las descripciones históricas, el oscurecimiento de la talla de la Virgen responde al tiempo transcurrido y al humo de las velas.

[6] A las cinco de la tarde degustaron la escudella, plato tradicional de la cocina catalana. Este potaje incluye numerosos ingredientes, lo cual es la razón de su exquisito sabor: garbanzos, carne cocida, butifarras, tocino, costillas y huesos de cerdo, cordero, pollo, col, papas, zanahorias, nabos, puerro, huevo batido, pan rallado, arroz y fideos gruesos, cebolla, ajo y perejil.

[7] Las tiendas de campañas eran espaciosas y estaban cubiertas de flores, gallardetes e inscripciones alegóricas a las fiestas. Solían estar provistas de bebidas, pasteles y otros platillos para obsequiar a los visitantes.

[8] Ernesto Chávez Álvarez: La Fiesta Catalana, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1989, p.40.

[9] El Imparcial, 11 de diciembre de 1926. (Recorte de periódico).

Mireya Cabrera Galán. Licenciada. Especialista en Arqueología Histórica de la Oficina del Conservador de la ciudad de Matanzas. A realizado numerosos cursos de postgrado, entre los que se encuentran, Protección del patrimonio cultural inmueble; Historia aborigen y colonial de Matanzas; Historia Regional del Occidente de Cuba; Valoración y tasación de obras de arte (I y II); Introducción a las Fuentes del Arte Virreinal I y II; Problemas de la Historia Universal; El Museo: Sus conceptos, definiciones y usos. Es miembro del Consejo Científico de la Dirección Provincial de Cultura y del Equipo de Estudios Culturales del Municipio de Matanzas, de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNIHC), de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. (UNEAC, Filial Matanzas) y del Grupo Asesor del Centro Provincial de las Artes Visuales en Matanzas. Ha participado en eventos científicos como Taller Atenas, Jornada Científica de Cultura, Concurso Provincial de Historia Pedro José Guiteras, Taller Nacional Museología y Sociedad, Fiesta de Iberoamérica y Congreso de Pensamiento. Ostenta numerosos reconocimientos y premios y ha publicado diversos títulos.

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Los italianos Manfredi, Pennino y Strenta y sus casas marmoleras en La Habana

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Diciembre 18, 2020

 

El presente trabajo pretende dar a conocer la labor de tres personajes italianos al frente de sus compañías y casas marmoleras en la primera mitad del siglo XX en nuestra capital, y nos circunscribimos a La Habana en esta ocasión, a pesar de que sus trabajos fueron reconocidos en todo el territorio nacional.

La presencia italiana en la importación, producción y comercialización del mármol en Cuba se referencia desde el siglo XIX, pero, cobró mayor fuerza en el pasado siglo XX, cuando la mayoría de las obras escultóricas, se realizaron como preferencia, con este material.

Desde las últimas décadas del siglo XVIII, el mármol fue la piedra utilizada para los pavimentos, revestimientos de escaleras, fuentes, estatuas y el mobiliario de patios y jardines, de ahí la necesidad de que existieran en la Isla, importadores y trabajadores del mármol. En este ramo, los inmigrantes italianos tuvieron primacía; ya fuera en las mansiones particulares de la alta burguesía cubana (Ej. Casa de Lili Cunill en 11 y Paseo, Vedado, por solo citar un ejemplo); en la necrópolis habanera -donde se hacen incontables estos trabajos-, o en importantes proyectos civiles como el Capitolio Nacional.

Los italianos Almo Strenta, los Mármoles de Giuseppe Pennino y Gallo y la casa de Paolo Manfredi, impregnaron de sus obras las construcciones habaneras.

Los mármoles importados de Carrara fueron los más solicitados, por lo que se hace interminable mencionar dónde fueron utilizados. Para todos es conocido que la obra por excelencia donde se puede apreciar la mayor variedad de esos mármoles italianos es el Capitolio Nacional.

Pero, con este trabajo se pretende destacar a tres de las compañías y talleres más significativos de aquellos italianos del ramo establecidos en La Habana, teniendo en cuenta el amplio trabajo desplegado por ellos en nuestro territorio nacional.

Se puede ver cómo en la primera mitad del siglo XX, los Directorios, Guías Comerciales y la Revista de Arquitectura, anunciaban las distintas fábricas y casas comerciales de procedencia italiana, que una vez radicadas aquí trabajaron por encargo.

El italiano Almo Strenta

Hasta el momento, se desconoce cómo llegó Almo Strenta a Cuba, porque estuvo radicado en México desde finales del siglo XIX y a principios del XX firmemente establecido en ese país. Pero su apellido aparece en muchas obras de nuestra nación (Ej. En la terminal de ferrocarril de Morón, una de las más importantes). En la primera década del siglo XX tuvo que llegar a La Habana, aunque no hemos encontrado aún la fecha precisa; porque poseía aquí una compañía importadora de mármoles italianos en general y se dedicaba a las labores constructivas, de diseño y de escultura. A mediados de 1917 su taller estaba establecido en la calle Sol No. 95 antiguo (No. 417 actual) en la Habana Vieja y ofrecía trabajos para edificios, monumentos, estatuas y toda clase de actividades del ramo. Ese mismo año aparecían anuncios suyos en la revista del Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba y través de estos se ha podido documentar la historia de Strenta en La Habana y de su casa comercial.

Almo Strenta estaba asociado con un señor de apellido Mola y se desempeñó como director técnico de la Casa Mola y Strenta, importadora de mármoles y estatuas de Italia. Se referencia que muchos de los trabajos artísticos con que cuenta La Habana, fueron salidos precisamente de esa casa situada en la calle Sol.

En 1929, su casa marmolera aparece asociada con el señor Beltrán, participando en la obra del Capitolio Nacional; se ubicaba en esta fecha, en la esquina de Genios y Malecón y se relata en las fuentes periodísticas las acciones llevadas a cabo en el trascendental edificio, ahora extendidas a la piedra de capellanía. Una década más tarde habían cambiado de sede hacia la calle Agua Dulce No. 61-63 [1].

A finales de 1940 aparece un primer anuncio de la marmolería, con igual ubicación, pero en propiedad de Gallo y Cía., ofreciendo trabajos en mármoles de Carrara, piedra de Capellanía y pisos de terrazo. Se mantuvo en activo hasta 1958, fecha hasta la cual hemos podido seguir el paso de la compañía de Almo Strenta y los negocios que este italiano en su paso por la capital desarrolló de forma exitosa. En 1945, desaparece definitivamente su nombre de la firma, que se hace llamar solamente Gallo y Hermanos, o Gallo y Cía., tal vez porque abandonó la isla y regresó definitivamente a México. De ahí que este trabajo esté sujeto a una investigación más profunda que permita subsanar algunas de estas imprecisiones.

Entre las obras ejecutadas por Almo Strenta y su compañía en la capital constan evidencias en el ya mencionado Capitolio Nacional, el hotel Sevilla, el edificio de la Compañía Cubana de Teléfonos de Águila y Dragones y varias residencias privadas. Lo cierto es que los trabajos salidos de esta marmolera con sus representantes, abarcó los primeros 60´ años del siglo XX en Cuba.

El italiano Giuseppe Pennino

El italiano Giuseppe Pennino estableció en nuestra capital una compañía para trabajar en varias obras constructivas. Estuvo radicada primero en la misma calle Sol, en el No. 9 antiguo (No. 125 actual) y sus anuncios se fecharon en la primera mitad del siglo XX.

Pero, entre 1929 y hasta 1958, su casa marmolera aparece registrada en los anuncios de la época en la Avenida de Menocal o Calzada de Infanta No. 1056 esquina a Desagüe y se describe como “Almacén y elaborador de mármol y granito (…) propiedad del italiano Víctor E. Citarella Pennino (…)” evidentemente, un miembro de la misma familia. Esta referencia indiscutiblemente se corresponde al año 1958; porque los anuncios encontrados en las páginas de la Revista Arquitectura, patentizan que la empresa era propiedad de Giuseppe Pennino, quien españolizó su nombre estando aquí por José, desde 1929 hasta aproximadamente 1948.

El profesor Juan de las Cuevas, nos dejó otro dato de la marmolería de Pennino, en su obra 500 años de construcciones en Cuba cuando afirmó “En 1940, Pennino (…) reinicia la explotación de las canteras llamadas “Del Presidio”, usando la mano de obra de los reclusos” [2]. Por lo que su accionar se había extendido a la antigua Isla de Pinos, cuyos mármoles fueron alcanzando importancia en el mercado de materiales de la construcción de nuestro país; mercado que fue creciendo en la década del 50´, con la construcción de la Plaza Cívica (actual Plaza de la Revolución) y los edificios que la rodeaban, donde se utilizó mucha piedra extraída de dichas canteras.

Se ha dicho que Pennino alcanzó grandes éxitos con su empresa, la cual no sólo importaba mármoles hacia toda la Isla, sino que contrataba a famosos escultores italianos para realizar las obras solicitadas por los clientes cubanos.

En 1912 adquirió en subasta pública una hermosa residencia de la Avenida Paseo, en el Vedado, donde se estableció José (Giuseppe) Pennino Barbato y su esposa Emmanuela, conocida como Lita, apelativo que cinceló en el frontón de la fachada; por esa época se dedicaron a hermosearla. Más tarde, entre 1922-1926, el matrimonio italiano se la arrendó a Carlos Manuel de Céspedes (hijo) y desde 1926 hasta la década de 1980 fue habitada por los Pennino y sus descendientes. Esta familia italiana nunca abandonó la Isla.

El italiano Paolo Manfredi

Por su parte, el italiano Paolo Manfredi se desempeñó como gerente de su propia compañía y por años estuvo al frente de esta casa importadora de estatuas y mármoles italianos, a la que se deben importantes trabajos en distintos lugares de la isla. En la calle Amargura No. 66 antiguo (No. 302 actual) en la Habana Vieja, se establecieron los talleres y laboratorios de donde salieron importantes piezas.

Esta compañía ítalo-cubana, también conocida como Casa Manfredi, se dedicó a la importación de mármoles italianos y a la elaboración de estatuas y adornos para jardines. En las revistas se anunciaba: “Esculturas para Jardines, terraza y cementerio”, “Mármol, Pisos (Especialidad de Carrara)”, y “Mármoles Ornamentales”. Ello da muestra de la variedad de sus trabajos.

La sede de su compañía se ubicó desde los años 20´ en las calles Oquendo y Maloja, en el actual municipio de Centro Habana.

Entre los monumentos notables donde dejó estampada su impronta la firma se encuentra el propio edificio de la compañía de teléfonos en La Habana de Águila y Dragones. El logo, en metal y a relieve, que se ubica en el centro del piso de la entrada, rodeado de mármol de Carrara con un ribete rojizo que lo destaca, fueron suministrados y colocados por la casa Manfredi.

Aunque este trabajo se circunscribe a La Habana, es meritorio mencionar el altar de mármol de Carrara para la iglesia Catedral del Santísimo Salvador de Bayamo, actual provincia de Granma, que ostenta la declaratoria de Monumento Nacional; el Monumento a José Martí en Cienfuegos y el de la Libertad en Remedios, todos ejecutados por la Casa Manfredi.

También se ha dicho que en los años ’50 en el barrio de La Ceiba en Playa, se concentró un nutrido número de inmigrantes italianos, motivados por el éxito alcanzado por las distintas casas marmoleras en la capital. La marmolería allí ubicada recibía y preparaba las planchas de piedra para los distintos usos que se le iban a dar y contaba con un salón de exposición de las obras realizadas en Cuba y aquellas llegadas desde Italia a solicitud de un cliente. En las proximidades se formó un parque, que sus vecinos llamaron “de la marmolería”, donde se reunían los trabajadores en sus horas de asueto y acudían los interesados a observar los trabajos y acordar el encargo. 

De tal forma continuaron los italianos dejando su quehacer de un extremo a otro de la isla y en las más importantes obras constructivas de carácter civil y público, privado y a escala urbana, en parques, paseos y monumentos conmemorativos, así como aquellos asociados al hermoseamiento de la capital y el resto de sus provincias [3].

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Se desconoce la razón exacta, pero puede relacionarse con los proyectos del arquitecto francés Forestier a finales de la década de 1920, que habían augurado para esa área urbana, una centralidad semejante a otras de la ciudad. Los proyectos, sin embargo, no llegaron a concretarse hasta los años 1945-1949.

[2] Cuevas Toraya, Juan de las. Quinientos años de construcciones en Cuba. Chavín Editores, S.L., Madrid, 2001. p. 154.

[3] La presencia italiana en la industria de materiales para la construcción y decoración en Cuba no se detuvo, pero, en 1958, se restringió la producción y comercialización del mármol. Otros renglones vieron entonces favorecidos por la introducción de tecnologías italianas.

Zenaida Iglesias Sánchez: Máster en Rehabilitación del Patrimonio Cultural y Licenciada en Historia por la Universidad de La Habana. Desde 1987 trabaja en la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana y se encuentra al frente del grupo de investigación histórica de la empresa RESTAURA desde la década del 90. Es Miembro del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio; de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula y de la Comisión Provincial de Monumentos. Ha desarrollado múltiples temas de investigación relacionados con el patrimonio y el urbanismo.

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La impronta italiana en la escultura conmemorativa de Santiago de Cuba

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Aida Liliana Morales Tejeda

Diciembre 11, 2020

 

Un preámbulo necesario

La llegada del siglo XX, cambió la imagen de la ciudad en cuanto a su proyección monumentaria. Un conjunto de factores políticos, económicos y sociales permitió la realización de numerosas obras de carácter conmemorativo y de recordación de las principales figuras de la recién concluida guerra de independencia.

Al evaluar el comportamiento estético formal del tipo conmemorativo un cuestionamiento nos surge ¿La escultura conmemorativa realizada en Santiago responde a los cánones de la modernidad? 

Si por modernidad entendemos las realizaciones que por esa misma época llevaban a cabo los artistas europeos adscriptos a los “ismos”, entonces el patrón académico seguido por nuestras construcciones conmemorativas resultaba desfasado o retrógrado. Sin embargo, la asimilación de esta escultura académica desde la perspectiva del desarrollo estético–social de Santiago de Cuba, resultaba novedosa si tomamos en cuenta que hasta ese momento el canon artístico imperante se relacionaba con la tradición greco–latina, bien en su versión neoclásica, proveniente de mediados de la centuria decimonónica, o de los nuevos aires del eclecticismo entonces en boga.

Este interés hacia esa forma de hacer, se debe, en gran medida, a que la burguesía local y la jerarquía estatal se proyectan por la realización de esculturas que más que obras de arte fueran la exteriorización de las “glorias pasadas” donde el pueblo pudiera ir a rendir tributo de recordación, o sea que tuvieran un fin didáctico tomando en cuenta que la mayor parte de la población era analfabeta (70 %), estas grandes construcciones conmemorativas servirían de marco propicio para “hablar” del fervor patriótico y de una conciencia nacional. 

Artistas europeos, fundamentalmente italianos y españoles, van a tener un nuevo campo de intervención para proyectar este ideal escultórico en Cuba. Se aprecia gran predominio del realismo, dado en gran medida por las propias bases de los concursos, donde se dejaban preestablecidas las características formales del monumento, el material a emplear, así como los elementos alegóricos; todo ello lastraba la capacidad creadora del artista, por demás extranjero y desconocedor del sitio donde sería emplazado el conjunto escultórico. Por lo tanto, aún cuando se enviaban fotos del representado, en ocasiones algunas obras fueron rechazadas por el poco parecido que guardaban con la figura a la que se dedicaba, cuestión duramente criticada por los periodistas e intelectuales de la época.

Al respecto el investigador español José Marín Medina plantea que:

[…] dentro del academicismo o sirviendo a la mentalidad burguesa, a los móviles románticos y a los encargos oficiales, no hay posibilidad de realizarse en el concepto de creatividad, ya que éste incluye los de intuición, iniciativa y previsión de futuro (lo cual, a su vez, presupone el desarrollo de la personalidad, de la identidad del propio creador).

[…] los encargos oficiales jamás buscaron alentar la creación escultórica, sino disponer de unos instrumentos importantes (el predicamento de los mármoles tallados y de los bronces fundidos) para su política. No se encargó escultura, sino descripción, conmemoración y homenaje. Así que era obligada la estatua grande, las actitudes solemnes y fácilmente reconocibles, a tono con el personaje o con los fastos, con el recordatorio y la inscripción. A veces no se dejó libertad al artista siquiera para recurrir o no al complemento de los elementos florales y de las alegorías mitológicas.

Diversas fueron las tipologías coexistentes: conjuntos monumentales, bustos sobre pedestales, escultura funeraria, escultura vinculada a la ornamentación de edificios y las tarjas. A las tres primeras dedicaremos mayor atención en esta investigación por ser las concentradoras de un considerable número de exponentes que dan la medida del desarrollo alcanzado por la manifestación en la ciudad. Las otras dos, tienen una menor incidencia y de manera general la abordaremos a continuación.

La obra del escultor italiano Ugo Luisi

No es posible estudiar la escultura conmemorativa realizada en los tres primeros decenios del siglo XX en esta provincia de Cuba sin evaluar la trayectoria artística del escultor Ugo Luisi, cuyo nombre hasta hace pocos años no significaba nada a las nuevas generaciones de santiagueros, pues su obra se había perdido en el tiempo y la desmemoria. Hoy reaparece en la historia de la cultura nuestra a partir de los estudios que sobre la manifestación y la personalidad ha realizado la autora de este artículo [2].

Sus creaciones –tanto las de mayor vuelo como aquellas de más modesta calidad, realizadas acorde a las exigencias de un país y una ciudad que despertaban a los nuevos aires de modernidad– se constituyen en referentes iconográficos de patriotas e intelectuales cubanos. Vistas éstas desde la perspectiva actual, contienen valores estéticos y lenguajes que difieren en solidez y proyección, pero que en su momento fueron determinantes y en algunos casos significaron puntos de giro en la escultura monumentaria y marcaron pautas dentro de la trama urbana de las diferentes localidades.

Su producción escultórica puede considerarse dentro de los cánones academicistas con evidente influencia del escultor Antonio Canova. En ella se aprecia el predominio del realismo, dado en buena medida por las propias bases de los concursos, que dejaban preestablecidas las características formales del monumento, el material a emplear, así como los elementos alegóricos; todo ello lastraba la capacidad creadora del artista, por demás extranjero y desconocedor del sitio donde sería emplazado el conjunto escultórico.

Trabajó las dos vertientes: los conjuntos monumentarios y los bustos. Nacido en Pietrasanta, provincia de Lucca, el 15 de noviembre de 1877, murió en esa ciudad el 16 de abril de 1943. Su inclinación hacia el arte escultórico, favorecido por la coincidencia histórica de nacer en esta región reconocida como la capital de los trabajos en mármol, le permitió en 1911 fundar, junto a su hermano Darío, la Sociedad Ugo Luisi y Cia; su taller contaba con maquinarias modernas para la ejecución de los trabajos artísticos e industriales en mármoles y piedras, tenía poder para ejecutar transacciones comerciales, así como el establecimiento y ejercicio de cualquier industria similar. En las postrimerías del XIX y primeros años del siglo XX, laboró en el área centroamericana, bajo la razón social Luisi y Ferrecuti radicada en Managua, Nicaragua, donde en 1916 intervino en un concurso propuesto por el “Comité Bronce Darío” a fin de erigirle un conjunto monumental al bardo Rubén Darío.

No obstante, aunque la antigua región oriental concentra la mayor cantidad de exponentes, se encuentran obras de su autoría en otras partes del territorio nacional. En Santa Clara se le adjudicó la ejecución del monumento a Miguel Gerónimo Gutiérrez, una de las primeras construcciones conmemorativas en esta ciudad del centro de la isla[3]; mientras, en La Habana participó en el Concurso librado para inmortalizar la figura del mayor general Máximo Gómez Báez y modeló un conjunto de bustos de próceres cubanos cincelados en mármol ubicados en una de las galerías del Palacio de los Capitanes Generales; [4] en Gibara, pequeña población del norte oriental, rubricó una bella obra escultórica consagrada a las madres. Así mismo en Sancti Spíritus se localizan dos bustos que inmortalizan a Judas y Manuel Moles Echemendía, patriotas naturales de esa tierra.

Tuvo la oportunidad de visitar Santiago de Cuba en varias ocasiones [5]. Quizás, al recorrer su entorno urbano, encontrara puntos de convergencia ambientales y geográficos con Pietrasanta, pues ambas están rodeadas por el mar, las montañas y poseen una gran bahía, lo cual le confiere similares características. Este aspecto, unido a la existencia de una dinámica colonia italiana, pudo constituir uno de los móviles que lo llevó a mantener durante años un amplio intercambio con esta zona del país.

Nombró en 1913 como su representante legal en Santiago de Cuba y cualquier otra ciudad cubana a Antonio Manfrediz y Arubla, con amplios poderes referidos a los negocios a que se dedica la sociedad que representa, reclamar los derechos que le correspondan a la misma, pagar las liquidaciones de los créditos y representarlo en los concursos para escultores y contratistas de obras que fueran convocados dentro del territorio nacional” [6]. En este último aspecto, Manfrediz constituyó pieza clave, pues su sagacidad negociadora contribuyó a que se le concedieran las más significativas realizaciones escultóricas realizadas en la urbe en el período referido.

Participa en los primeros concursos organizados en Santiago de Cuba a fin de perpetuar en mármoles y bronces a hijos destacados de estas tierras. El primero [7], en 1910, tuvo como figura homenajeada a Francisco Vicente Aguilera; aquí presentó el proyecto Lux, que quedó como finalista dentro de los 18 propuestos, adjudicándose el primer premio a su coterráneo Umberto Dibianco [8].

El segundo se verificó en 1912, a iniciativas del Consejo Provincial de Oriente, cuyo objetivo máximo era la ejecución de doce conjuntos conmemorativos dedicados a honrar la memoria de valerosos hijos de las tierras orientales –generales Francisco Sánchez Hechavarría, Joaquín Castillo Duany y Guillermo Moncada (Santiago de Cuba), José Maceo Grajales (Loma del Gato), Julio Grave de Peralta (Holguín), Bartolomé Masó (Manzanillo), Calixto García (Holguín), Vicente García (Las Tunas) y Arcadio Leyte Vidal (Mayarí)–, o significativos acontecimientos históricos acaecidos durante las guerras independentistas –a los fusilados de Jiguaní en 1868 y 1895, a los fusilados de Holguín en 1868 y 1895, y a los hijos de Victoria de las Tunas, víctimas de la Guerra de Independencia–. Luego de arduas deliberaciones entre los miembros de la comisión, el jurado dictaminó a favor de las propuestas presentadas por Ugo Luisi y Cia.

En su trayectoria como escultor, 1912 sería un año significativo, ya que en ocasión de su estancia en la ciudad con el propósito de participar en este concurso, varias maestras de la Escuela # 3 “Spencer”, le trasmitieron la propuesta de ejecutar un busto a José Martí para ser colocado en el Templete donde reposaban sus restos en el cementerio Santa Ifigenia; idea acogida por el artista quien se comprometió a confeccionar la obra sin más costo que el valor del material necesario. Un año después, quedaba develado el sobrio monumento [9]. Este retrato del Apóstol tiene una gran trascendencia, pues fue empleado para acuñar las primeras monedas de carácter nacional y uso corriente en el país.

A lo largo de más de dos décadas (1915 – 1930) mantuvo un sostenido trabajo, y de sus talleres llegaron hasta la tierra santiaguera conjuntos monumentales imprescindibles en el entorno urbano por su escala monumental, riqueza volumétrica y la ampulosidad en los detalles simbólico–expresivos empleados. En 1918 se inauguraron dos dedicados a figuras de la historia cubana: al poeta romántico José Maria Heredia y al primer presidente de la república Tomás Estrada Palma [10]; en 1926 quedó develado el monumento al general José Maceo Grajales situado en el Paseo de Martí, fue la primera obra dedicada a este paladín negro.

En el caso del retrato la composición era de menor escala. Su mejor exponente se localiza en la plazuela de Trinidad y esta dedicado al general Guillermo Moncada. Otros se encuentran en diferentes espacios urbanos al Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes en la Granja Escuela Agrícola de Oriente (actual Motel San Juan); al pedagogo santiaguero Luis María Buch (retirado); al periodista Desiderio Fajardo Ortiz (El Cautivo) ubicado en el Paseo Martí y al general Rafael Portuondo Tamayo, situado en el parque de la Restauración. Su actuación llegó al cementerio Santa Ifigenia, donde se puede admirar el sobrio mausoleo dedicado a Tomás Estrada Palma inaugurado el 24 de febrero de 1924 [11].

Estudiar el legado dejado por este escultor en Santiago de Cuba, nos permitió sugerir que su nombre fuera ostentado por la Escuela Taller inaugurada en 1998 por la Oficina del Conservador de la Ciudad con apoyo de la organización italiana APS. Esta institución tiene el noble propósito de formar a jóvenes en antiguos oficios vinculados a la restauración como herrería, carpintería, yesería, ebanistería, entre otros. En estos casi diez años de vida ha logrado revitalizar estas valiosas tradiciones artesanales.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] José Marín Medina: La Escultura Española Contemporánea (1800–1978), EDARCÓN, Madrid, 1978, p. 14.

[2] Me refiero a libro La escultura conmemorativa en Santiago de Cuba: 1900 – 1958, Ediciones Santiago, 2008, Premio de la Crítica Científico – Técnica, 2008, de rubricado por la autora de este artículo. Trabajos vinculados al tema han aparecido en la revista SIC y en los libros Ciudadanos en la nación, Aproximaciones a los Maceo y La Historia en la Palabra IV. Francisco Vicente Aguilera, Padre de la República de Cuba. El destacado intelectual Luis de Soto Sagarra, en La escultura en Cuba, editado en 1927, lo refiere como uno de los escultores que había trabajado en el país.

[3] Se localiza en el parque La Pastora sito en la calle Cuba entre Pastora y Síndico. Es el homenaje de Santa Clara a uno de los próceres de la gesta de independencia del siglo XIX. Fue develado el 20 de mayo de 1919.

[4] “Un palacio entre sombras y luces”, en Opus Habana, Vol. III, No. 2, 1999, pp.4-15.

[5] Aparece consignada en la prensa su presencia el 19 de marzo de 1914 a propósito de la licitación del emplazamiento de las obras.

[6] AHPSC. Protocolos Notariales, Pedro Secundino Silva, 1913.

[7] Fue promovido por un comité dirigido por el doctor Ambrosio Grillo Portuondo. Otros cargos fueron ocupados por José Jané, vicepresidente; Eduardo Calás, tesorero; Prisciliano Espinosa Julivert, secretario; vocales, Eudaldo Tamayo, Tomás Padró, doctor Guillermo Fernández Mascaró, Joaquín Navarro, Justo R. Campiña, Eduardo Colina y Bartolomé Sagaró.

[8] Natural de Pietrasanta, provincia de Lucca en Italia. Profesor de escultura. Su representante legal en Santiago de Cuba fue Prisciliano Espinosa Julivert, quien era además el secretario del comité Gestor del monumento a Francisco Vicente Aguilera. De su autoría también es el monumento a José Martí ubicado en el parque central de Palma Soriano, inaugurado en 1913.

[9] Para mayor información consultar el libro de Omar López y Aida Morales: Piedras imperecederas: ruta funeraria de José Martí, Editorial Oriente – Oficina del Conservador de la Ciudad, 1999.

[10] Este monumento fue ubicado en la intersección de la Avenida 24 de Febrero (Trocha) y la calle Santo Tomás (Félix Pena), constituyó en la ciudad la única muestra de estatua sedente sobre pedestal. Fue retirado a inicios de la década de 1960, debido mayormente a consideraciones políticas, dado lo controvertida y polémica que es la figura representada.

[11] Una vez concluido el proceso de ejecución del monumento al primer presidente de la república, a fines de 1922 la Comisión Pro Estrada Palma, se propuso embellecer la tumba donde descansaban sus restos. Para ello convocó un concurso internacional, que fue evaluado por una comisión técnica compuesta por los artistas José Medrano, José Bofill, José Joaquín Tejada y Luis Desangles. Su costo ascendió a $ 5. 500.

Aida Liliana Morales Tejada: Doctora en Ciencias sobre Arte por la Universidad de La Habana y Doctora en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos en cotutela por la Universidad de Oriente, Cuba y la Universidad Michel de Montaigne, Burdeos, Francia. Jefa del Departamento de Investigaciones Históricas y Aplicadas de la Oficina del Conservador de la ciudad de Santiago de Cuba y,d esde 1999, es profesora Auxiliar del Departamento de Historia del Arte en la Universidad de Oriente. También es presidenta de la filial provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, vicepresidenta de la sección Literatura de la Filial Provincial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y secretaria científica de la Cátedra de Estudios Franco Cubanos y Caribeños Montaigne-Montesquieu. Sus investigaciones versan sobre la historia de la cultura, enfocadas en la arquitectura y el urbanismo santiagueros. Ha participado en un centenar de eventos nacionales e internacionales vinculados a la historia, la arquitectura, la conservación, promoción y divulgación del patrimonio, efectuados en Cuba y el extranjero.

dest Los vínculos entre dos naciones

Los vínculos entre dos naciones: Italia y Cuba

Los vínculos entre dos naciones

Zenaida Iglesias Sánchez

Diciembre 4, 2020

 

Encuentro entre culturas europeas y americanas

 El marino genovés Cristóbal Colón llegó a las costas de Cuba en octubre de 1492, trazando la ruta de ida y regreso a través del Atlántico entre Europa y América. ¿Podemos afirmar que fue el primer italiano que oficialmente llegó a nuestra isla? Los españoles que colonizaron el territorio llegaron acompañados de algunos extranjeros: portugueses, griegos, alemanes, italianos y muy pocos franceses. Esos primeros italianos fueron principalmente marineros y soldados.

Viajeros italianos

 El escritor Francesco Gemelli, llegó a La Habana en 1697 donde permaneció tres meses. Recorrió territorios desconocidos y de esta experiencia vio la luz la obra Vuelta al Mundo. Sus apuntes, se consideran uno de los pocos testimonios del paso de un viajero italiano por esta fecha. El periodista Antonio Gallenga, llegó en 1873. Afirma el Dr. Oscar Zanetti, que La Habana constituyó el principal objetivo de sus observaciones, pero que el asunto que más le interesaba era la situación política de la isla. Sus impresiones quedaron recogidas en el volumen The Pearl of The Antilles.

Asentamientos. Triscornia y Pogolotti (La Habana)

A José Triscornia se debe el poblado del mismo nombre en Casablanca. En1802 fue uno de sus vecinos más pudientes, allí construyó un muelle, un carenero, un almacén y un taller, terraplenó terrenos anegadizos y por la colina construyó su casa. Luego fundó la Compañía “Madan y Triscornia”, integrada por el carenero, una fábrica de pólvora, otra de clavos y varios almacenes. José Triscornia falleció en 1813, pero allí quedaron sus descendientes y el poblado continuó su desarrollo a principios del siglo XX.

El proyecto del Barrio “Redención”, en 1910 se debe al italiano Dino Pogolotti, quien asumió la construcción de las 1000 casas en La Habana con su propio capital y en terrenos de su propiedad. Fue el primer barrio obrero de Cuba y América Latina. Llevó a cabo importantes empresas, por ejemplo: junto a la calzada de Puentes Grandes construyó un tejar, una bodega que llamó “Cuba-Italia” y un teatro. Junto al paradero de tranvías de Marianao construyó un pequeño centro comercial y el café “Torino”. Emprendió la urbanización del reparto Larrazabal. Trazó el barrio industrial “Padre Zamora” y la urbanización de la finca de recreo “San Rafael en la carretera de Guanajay, entre otros trabajos que emprendió junto a sus hermanos. Regresó a Italia, donde falleció en 1923. Había llegado a Cuba a finales del siglo XIX.

Guerras de Independencia

No se puede hablar de los vínculos de Italia con Cuba en las guerras de independencia, sin mencionar la figura de Giuseppe Garibaldi, quien manifestó abiertamente su apoyo a la causa de los cubanos. Fernando Ortiz ha dicho que si bien no peleó en los campos de Cuba el espíritu de Garibaldi fue mambí. Una tarja rememora su estancia en La Habana. Hecho que se considera improbable para unos, para otros no, porque comentan que llegó de incógnito. Lo cierto que hasta el presente es tema de debate y estudios futuros que puedan desentrañar esta controversia.

Italia contribuyó con la causa independentista en lo político, social y financiero, también aportó combatientes que regaron con su sangre el suelo cubano, se considera el primero al siciliano Aquiles Avilés caído durante el asalto a Las Tunas. Por otra parte, el parlamento italiano fue el único del mundo que rindió un minuto de silencio por la caída de Antonio Maceo, en tributo de respeto y admiración.

Federico Falco fundó en 1896 el Comité Italiano Central por la Libertad de Cuba en su casa de Roma. En 1898 viajó a Cuba junto a 75 italianos voluntarios para brindar ayuda los mambises. Fue nombrado Comandante del Cuerpo Militar del Ejército de Liberación. Luego obtuvo la ciudadanía cubana y al finalizar la contienda representó a Cuba en las misiones diplomáticas. Con la familia Coyula que se estableció en Regla, se vinculó nuestro Apóstol José Martí, porque en su casa se conspiraba a favor de la independencia. Por Pedro Coyula, Martí fue invitado a pronunciar las palabras de inauguración en el Liceo de Regla en 1879. Miguel Coyula, fue comandante del Ejército Libertador y reconocido patriota del territorio.

Arquitectura y Urbanismo

En el trazado de nuestras fortificaciones con marcada influencia del Renacimiento italiano, donde participaron ingenieros militares y maestros de obras llegados desde esa nación. Fueron ellos: Bautista Antonelli, “el profesional de mayor reputación que ejerció en Cuba en el siglo XVI”. Estuvo al frente de la construcción del castillo del Morro, La Punta y las obras de la Zanja Real. Propuso cerrar la boca del puerto con una cadena de gruesos maderos unidos por peines de hierro, para impedir la entrada de embarcaciones enemigas. Los diez años que trabajó en Cuba se le reconocen como su “decenio de gloria”. Cristóbal de Rodas Antonelli, su sobrino, trabajó en las mismas obras como ayudante. A Cristóbal de Rodas se debe también el primer plano regulador de La Habana. Juan Bautista Antonelli, hijo de Bautista Antonelli, trabajó en la construcción del castillo del Morro de San Pedro de la Roca en Santiago de Cuba y en la construcción del fuerte de Santa Dorotea de la Luna de la Chorrera (1646) en La Habana, para proteger la desembocadura del río Almendares.

A mediados del siglo XIX arquitectos, pintores y escultores, contribuyeron al embellecimiento de los espacios públicos y edificios de gobierno.  Giuseppe Gaggini, a pesar de que nunca estuvo en Cuba y sus trabajos los realizó por encargo, dejó una importante obra: la fuente de Los Leones en la Plaza de San Francisco y la fuente de la India o de La Noble Habana, que nos identifica hasta nuestros días en un extremo del Paseo del Prado. Ambas modeladas en mármol blanco de Carrara. A Cucchini se debe la autoría de la estatua de Cristóbal Colón, que se encuentra en el patio del Palacio de los Capitanes Generales. Otras se realizaron por autores desconocidos y se trajeron desde Italia, como la fuente de Neptuno. Estas desempeñaron una doble función: ornamental y útil como abasto de agua. De Carlo Nicoli y Manfredi (1843-1915), el reconocido Monumento a Cervantes inaugurado en 1908 en parque que tomó este nombre. El Monumento a Máximo Gómez corresponde a la autoría de Aldo Gamba, inaugurado en 1935.

La necrópolis habanera Cristóbal Colón, atesora un sinnúmero de obras creadas por las manos de reconocidos artistas italianos, algunos han quedado en el anonimato, como la ejecución de la réplica de La Piedad de Miguel Ángel en el Panteón de don Miguel González de Mendoza. El Panteón de los Condes de la Mortera corresponde al escultor italiano Marco Gianninazi; El Panteón de María Josefa Pérez de Urría fue realizado por el escultor italiano Pietro de Costa en 1875; [1] El Panteón de los Emigrados Revolucionarios, fue construido por José Pennino; La escultura exenta de bronce fundido es obra de A. Vannetti; La Capilla Aspuru (1917) ejecutada por la Casa Marmolera “J. Casella”. La puerta, está firmada por el escultor Rafaello Romanelli en Florencia.

El Capitolio

Si un escultor italiano se destacó en la primera mitad del siglo XX, fue Angelo Zanelli, con sus monumentales esculturas realizadas para el Capitolio Nacional. Aunque en el edificio se destacaron muchos maestros de las bellas artes de Italia. Estas fueron: La República, considerada en su momento la primera más grande bajo techo; La Virtud Tutelar y el Trabajo, que flanquean la entrada principal del Capitolio, justo al final de la gran escalinata. [2]

La Avenida de Italia, antes Galiano

A principios del XX cuando se cambiaron los nombres antiguos de las calles por los de patriotas cubanos y de las naciones que apoyaron la lucha del pueblo cubano. Galiano se nombró Avenida de Italia.

En las artes

La pintura

Al artista italiano José Perovani se le reconoce en el altar mayor de la Catedral de La Habana, la pintura al fresco La Asunción; La cena con los doce Apóstoles y La potestad de la iglesia dada a San Pedro. El altar mayor, las esculturas y los trabajos de orfebrería estuvieron a cargo del italiano Bianchini y fueron ejecutadas en Roma en las primeras décadas del siglo XIX.

El Teatro

A pocos días de inaugurado el Coliseo de La Habana (1775) se efectuó por primera vez la presentación de una compañía de ópera italiana en la Isla, luego fueron incontables los artistas de esta nación que desfilaron por su escenario. Lo mismo sucedió en el Teatro Tacón, donde se presentó la Adelina Patti, considerada la primera soprano durante muchos años. De las presentaciones de Marietta Gazzaniga se ha dicho: que después se sus actuaciones “el lujoso teatro Tacón quedaba bastante mal parado, por el aluvión de flores lanzadas a los pies de la actriz”. [3]

El teatro Nacional se inauguró (1915) con un elenco operístico considerado de lujo, para la ocasión: Lucrecia Bori, Juanita Capella; Guido Ciccolini y Giuseppe di Luca entre otros; entre los directores de orquesta se destacó Arturo Bovi quien se quedó a vivir en La Habana, donde fundó un conservatorio de música junto a su esposa.

En 1920 llegó Enrico Caruso a la capital cubana. Algunos afirman que se hospedó en el hotel Sevilla. Eleonora Duse, la diva de las tablas europeas actuó en La Habana en 1924. Inauguró su temporada en el teatro Nacional del Prado, presentando la obra La puerta cerrada del dramaturgo italiano Marco Praga.

La impronta en Cuba de prestigiosos italianos

Meucci vino a Cuba contratado como mecánico para el teatro de Tacón en compañía de su mujer, Ester Mochi, encargada del vestuario. En el propio teatro, perfeccionó el teléfono acústico y en nuestra isla realizó sus primeros experimentos sobre la más importante invención de su vida; además de otras, como el filtro purificador de agua; un aparato para purificar el guarapo de caña de los ingenios; un nuevo método para podar los árboles de naranja y limón con mayor rendimiento; también diseñó e introdujo las molduras de yeso que se colocaban en los cielos rasos de los edificios de la ciudad. En la década del 50´ los esposos emigraron a los Estados Unidos. Aunque parezca increíble, fue en el año 2002 cuando se reconoció a Antonio Meucci como el verdadero inventor del teléfono. [4]

En la botánica y otras ramas del saber durante el siglo XX, entre los italianos que brindaron su aporte al desarrollo de nuestra agricultura se encuentran: Ernesto Mosé Simonello, el primer microbiólogo agrícola dedicado a la sanidad vegetal en nuestro país (1920); el Dr. Mario Calvino quien trabajó para lograr nuevas variedades de nuestros principales cultivos, introdujo plantas forrajeras para incrementar el ganado y además luchó por elevar el nivel de vida del campesinado. Junto a Calvino trabajaron otros italianos y su esposa Eva, que gracias a su presencia y labor, se iniciaron en nuestro país las actividades de la mujer en la rama científica de la agricultura. Gustavo Pitaluga destacó en la medicina, la historia y el humanismo.  En 1937 ofreció conferencias sobre el estudio de la sangre. En 1942 se radicó en nuestra isla donde redactó importantes textos. Fue amante incansable de la cultura en todas sus manifestaciones. Estudió la proyección de la mujer en la historia y escribió el que se considera su mejor libro producido en Cuba: Grandeza y servidumbre de la mujer, que lo acreditó como historiador, ensayista y filósofo. Falleció en La Habana en 1956.

República

Asociaciones y personalidades

Las relaciones entre ambos países se gestaron desde inicios de la República (1902). Pero se vieron interrumpidas en los años de la II Guerra Mundial En consonancia con el momento histórico que vivían los italianos radicados en la isla, crearon asociaciones con el objetivo de aunar los sentimientos de solidaridad y ayuda mutua, para el triunfo de los ideales democráticos y la futura liberación de Italia.

En 1942 se creó la Asociación Italiana Antifascista, para reunir a los italianos antifascistas residentes en nuestra isla y desarrollar lazos de solidaridad entre las naciones del mundo, interactuando con asociaciones similares que estuvieran radicadas en nuestra isla o en el extranjero. Se llamó después Asociación Ítalo-Cubana Antifascista y en 1945 Asociación Democrática Ítalo-Cubana “Giusseppe Garibaldi” por haber dejado de existir el problema bélico. Su objetivo fue reunir a los italianos amantes de la democracia residentes en la isla y a los cubanos que simpatizaban con la lucha del pueblo italiano.

Un personaje controvertido

Orestes Ferrara Marino (1876-1972), quien se destacó en vida política y social de nuestro país y su trayectoria se considera controvertida. Participó en las luchas por la independencia de nuestra nación y fue ascendido en varias ocasiones. Participó en la batalla de Las Tunas junto a Calixto García, más tarde se unió a las tropas de Máximo Gómez. Durante la República tomó parte activa en la vida política de la nación y desempeñó importantes cargos. Se convirtió en fiel colaborador de Machado primero y de Batista después. En 1928 hizo construir la vivienda donde habitaría hasta su salida definitiva de Cuba, a la que dio el nombre de “La Dolce Dimora”.  Las obras estuvieron en manos de los reconocidos arquitectos Govantes y Cabarrocas. La mansión se levantó a pocos pasos de la Universidad, mostrando en su apariencia marcada influencia de los palacios del renacimiento florentino. Luego del triunfo de la revolución, cesaron todos sus cargos por lo que decidió radicarse en su país. Murió en Roma con avanzada edad el 16 de febrero de 1972.

Las Escuelas de Arte

Proyecto que se encargó al arquitecto Ricardo Porro en la década del 60´. Para llevarlo a efecto llamó a dos arquitectos italianos: Roberto Gottardi y Vittorio Garatti. Este proyecto marcó una pauta en la arquitectura cubana de la segunda mitad del siglo XX por su contenido formal. El mismo quedó inconcluso algunos años después de comenzadas las obras, sin embargo, marcó la vida de estos profesionales en sus estrechos vínculos con nuestra nación. Roberto Gottardi Folín llegó a Cuba en 1960, recién comenzada la Revolución cubana y comenzó de inmediato a desarrollar su obra constructiva. A su autoría se debe el diseño de la Escuela de Artes Escénicas (1961-1965) dentro del conjunto de las escuelas de artes. Gottardi se adentró con brazos solidarios y mucha iniciativa en la actividad constructiva que se llevó a cabo en nuestro país durante los años 60´ y 70´. En el año 2016 se le entregó el Premio Nacional de Arquitectura en merecido reconocimiento a su desempeño en nuestro país. A la autoría de Vittorio Garatti se debió el diseño de la Escuela de Ballet y la Escuela de Música (inconclusa), caracterizada por el empleo de la bóveda catalana y la cerámica, en magnífica composición con el entorno natural, en la que se han destacado la presencia de rasgos eróticos y sensuales. Se marchó de la isla en 1974, pero siempre ha regresado manteniendo estrecho vínculo con nuestro país. Desarrolla en el presente siglo el proyecto El Anillo del Caribe para conectar a los países insulares y caribeños por vía marítima y del ferrocarril.

De tal forma, la huella de Italia en nuestra isla ha estado presente al largo de los siglos, desde el mismo momento de la conquista, hasta nuestros días, en todas las ramas del saber.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Luego de la construcción del cementerio de Espada (1806) las casas marmoleras comenzaron a trabajar el arte funerario, produciendo primeramente las lápidas para cerrar los nichos. Eran piezas seriadas, donde aparecía el nombre del taller y la dirección donde se confeccionaban. Con la apertura del cementerio de Colón (1876) los talleres extendieron sus trabajos a la escultura. Entre las principales casas marmoleras se destacan: Biasca, La Italia, y Triscornia.

[2] Giuseppe Mastellari realizó varios los frisos que decoran los hemiciclos de la Cámara de Representantes y del Senado, inspirado en leyendas y motivos grecorromanos. Otros en bronce y mármol se deben a la autoría del maestro Vittorio Remuzzi.

[3] “Un comerciante avispado se apresuró a elaborar un pan especial llamado “de Gazzaniga”, que pronto se castellanizó como gaceñiga, término identificativo de un sabroso panqué, por mucho tiempo comercializado en el país, que adquirió carta de ciudadanía en el vocabulario popular cubano.” Depestre Catony, Leonardo. Cien mujeres célebres en La Habana. Ed. José Martí. La Habana. 2014. P. 20.

[4] Por resolución emitida en el Boletín Oficial de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, honrando la vida y creación de Meucci, en lugar de Alexander Graham Bell, reconociendo la autoría de su invención.

Zenaida Iglesias Sánchez: Máster en Rehabilitación del Patrimonio Cultural y Licenciada en Historia por la Universidad de La Habana. Desde 1987 trabaja en la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana y se encuentra al frente del grupo de investigación histórica de la empresa RESTAURA desde la década del 90. Es Miembro del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio; de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula y de la Comisión Provincial de Monumentos. Ha desarrollado múltiples temas de investigación relacionados con el patrimonio y el urbanismo.

dest Las rondallas en Cuba

Las rondallas en Cuba. Historia, cultura y tradición

Las rondallas en Cuba

Marcos Fidel Prieto Prawl y Marcos Antonio Santana Hernández

Noviembre 27, 2020

 

Introducción

La fusión cultural de la que fue partícipe la Isla de Cuba, durante más de cuatro siglos, trajo consigo el florecimiento de nuevas tradiciones en disímiles territorios del país, que sirvieron de abrigo para los emigrantes españoles y ofrecieron a sus descendientes un variado e innegable legado. Dada la masividad de los viajes, su presencia en el territorio caribeño se hizo profusa, ayudando a forjar la identidad del criollo, principalmente en el sector rural. Actualmente hallamos sus huellas no solo en el lenguaje y el modo de ser del cubano, sino en su música, sus bailes, su literatura, su arquitectura, sus tradiciones religiosas, costumbres alimenticias y demás ramas de la sociedad. También en países como Venezuela, Uruguay y Puerto Rico la emigración Canarias se destacó en igual sentido.

En nuestro país se comenzó a gestar un movimiento musical canario muy fuerte, principalmente en las provincias centrales y occidentales del país que fue donde más se asentaron los canarios traídos a Cuba. Este movimiento se destacó por la presencia de agrupaciones danzarias y musicales que defendían una tradición, las cuales poseían diferentes formatos según la manifestación artística; en el caso de la música el formato era la rondalla.

El término “rondalla” se utiliza para nombrar agrupaciones musicales formadas por un coro masculino o mixto y un conjunto denominado de pulso y púa, que se compone de guitarras, laúdes, bandurrias, mandolinas y otros instrumentos de cuerdas. Además, en este formato se incluyen instrumentos típicos de percusión traídos de Canarias como el timple, el tambor gomero, la caña, y algunos aerófonos.   

Por lo antes plateando el objetivo de este trabajo es investigar qué importancia han tenido las rondallas como fenómeno cultural en la comunidad de hispanos en Cuba, su impacto en la sociedad y su aporte patrimonial a nuestro país.

 

Desarrollo

Los primeros habitantes de las islas afortunadas que llegaron a Cuba, vinieron en los viajes de Cristóbal Colón, los cuales participaron en las acciones de la conquista y posterior colonización de la isla caribeña. De este modo se iniciaba un fenómeno migratorio de casi cinco siglos. Los motivos para que hombres y mujeres abandonaran su querida tierra fueron múltiples, ya sea por las precarias condiciones económicas o por los conflictos bélicos en los que se veía envuelta España, producto a los cuales los jóvenes canarios eran arrancados de sus hogares y obligados a partir a la guerra.

Este acontecimiento de emigración-inmigración alcanza su clímax en el período de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

Se plantea que en el período comprendido entre 1835 y 1850 arribaron a las costas cubanas cerca de 16 300 canarios. En un cuadro estadístico realizado en 1846, a cargo del Capitán General Leopoldo O´Donnell, se afirma que por esta fecha existían en Cuban 27 251 personas provenientes de Canarias. En la segunda mitad del siglo XIX se registran datos de alrededor 30 000 canarios, lo que suponía en aquel momento casi la mitad de la población de esa colonia.

Festividades que sirvieron al contexto de la práctica musical y danzaria de origen canario en Cuba

A principios del siglo XX, el poblado de Pozas, ubicado en el centro del país, en el municipio de Cabaiguán, consistía en casitas muy pobres alrededor de un viejo fortín español y unos cientos de caballerías de terreno casi virgen. Cuando se inaugura, en 1902, el Ferrocarril Central, el cual tenía estación en el centro del poblado, la vida del lugar se tornó diferente. En este período las tierras comienzan a llenarse de agricultores, generalmente canarios.

El paisaje rural se fue transformando con el impulso de la multitud, de esta forma aparecieron la sitiería, con sus casitas con techo de guano, los rústicos vegueríos y otros sembrados de alimentos. Entre las tradiciones traídas por los isleños como comienza a ponerse de manifiesto en actos festivos y conmemorativos aparecen la música y la danza. Un ejemplo muy conocido es la fiesta patronal dedicada a la virgen de la Candelaria, celebrada el 2 de febrero en varias de las provincias del país. La ocasión cuenta con la presentación del tradicional Baile Canario de la Lanza o Danza de las Cintas como también se le conoce en Tenerife desde mediados del XVIII hasta la fecha.

En otros poblados se realizaban también parrandas, inspiradas en las Fiestas Lustrales palmeras, en la Bajada de la Virgen de las Nieves, y en las calles se presenciaban cabezones, muñecos enormes dentro de los cuales se introducían personas para darles vida y danzar, réplica sin dudas de los cabezudos o papahuevos de las fiestas canarias.

Se ha comprobado que desde 1907 se celebran en los campos cubanos estas fiestas y no contaban con elementos religiosos, sino que se comportaba como un verdadero acontecimiento cultural y recreativo. En medio de esta festividad se realizaba también un certamen de belleza femenina que más tarde se convierte en La Reina del Tabaco.

En este contexto llegan a la zona de Pozas dos inmigrantes canarios José Garcés Hernández y Juan “Chimijo”, creando el primero, en 1929, el grupo musical, y el segundo, en 1933, el formato danzario. Garcés, era natural de Los Realejos, en Tenerife, donde había nacido el 15 de julio de 1902; llegó a Cuba en 1922 y estuvo solo quince días en Pinar del Río, pues tenía familia en Las Villas, hasta que vino para Cabaiguán en 1924 radicándose finalmente en Pozas.

Entre las celebraciones que mantiene un lugar significativo en Cabaiguán desarrolladas por estos dos inmigrantes canarios y sus familiares, está la Fiesta de la Cruz, el 3 de mayo, celebrada desde entonces hasta la actualidad en esta zona.[1]

Estas festividades son celebradas en Cuba desde la segunda mitad del siglo XIX, en muchos asentamientos canarios, con una particularidad diferente en cada territorio. Sin embargo, era un elemento común la presencia central de la cruz, la cual era adornada con prendas, flores y otros objetos, realizándose en muchas ocasiones singulares competencias entre territorios, casas o personas.

De esta misma forma, en el resto del país muchos emigrantes isleños se reunían en las tardes después del trabajo, para cantar y bailar la música del terruño que tanto añoraban. Desde aquel entonces esta tradición se ha mantenido de generación en generación en agrupaciones como: Danza Isleña de Pozas, agrupación centenaria de Cabaiguán, provincia de Santi Spíritus; Rumores del Teide en Villa Clara; Los Magos en Chambas, provincia de Ciego de Ávila; Canarios de Pinar en Pinar del Río, Pueblo Isleño también en Santi Spíritus; Grupo de Danza Tamarco en La Habana y Rondalla Típica Cubana; entre otros.

Origen y evolución de la Rondalla Típica Cubana

La creación de la agrupación Islas Canarias tuvo lugar en la segunda quincena del año 2002, en uno de los salones de la Asociación Canaria de Cuba Leonor Pérez Cabrera. La sociedad comenzó a radicar en el edificio de la calle Monserrate No. 258, entre las calles Neptuno y Ánimas en 1992. En 1998, nace un cuerpo de baile, a iniciativa del ya fallecido presidente Carmelo González Acosta, dirigido por la profesora Belinda Crespo, que llevaría el nombre de Tamarco.

Con el tiempo la sociedad se sumergió en un proceso de crecimiento desde todos los puntos de vista. En aras de lograr un mejor espectáculo folklórico donde hubiera mayor participación de los jóvenes descendientes y los socios culturales surge la idea de fundar un grupo musical que junto al cuerpo de baile, que cumpliese uno de los formatos más tradicionales de las Hespérides: una rondalla, que llevaría por nombre Rondalla Típica Cubana.

Muchos fueron los jóvenes que se sintieron atraídos por los aires que envolvían a la Sociedad Canaria. Asociados, descendientes y no descendientes se vincularon de una forma u otra con la creación de la Rondalla. En su mayoría eran aficionados, con poco o ningún conocimiento de la música, sin embargo, otros, ya estaban instruyéndose sobre el tema e, incluso, se estaba graduando del nivel elemental y medio en música. La Academia de Etnografía y Tradiciones Canarias en Cuba representaría un paso de avance en la preparación cultural de todos los alumnos que pertenecían a las diferentes especialidades. Además, esta recibió el apoyo del gobierno de canarias quien ha enviado durante más de 20 años diferentes profesores y agrupaciones del folklor canario.

Los integrantes en su paso por la Academia han aprendido desde pequeños a interpretar los instrumentos típicos canarios y cubanos (de la tradición campesina); entre ellos la bandurria, el laúd, instrumentos de percusión menor y el timple que alcanzara gran popularidad entre los muchachos, debido a su tamaño y a su timbre característico. Otro aspecto importante ha sido la preparación vocal con una técnica de canto que se mezcla entre lo lírico y lo popular, muy característicos de los cantadores de las islas, que le dan un toque especial a la música cubana por la amplia gama de géneros que puede abarcar este tipo de técnica vocal.

Conclusiones

Toda esta actividad ha generado durante todos esos años ponencias muy interesantes de diferentes autores de todo el país y que sin duda han nutrido a la biblioteca de la Asociación Canaria y han servido de herramienta a los profesores para las clases de la Academia de Etnografía y Tradiciones Canarias en Cuba.

Esta investigación pertenece actualmente al catálogo de investigaciones de la música tradicional cubana del CIDMUC (Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana). Forma parte de la historia, cultura y tradición de nuestro país, que juega un papel importante en la identidad del cubano, convirtiendo esta tradición en patrimonio nacional de nuestra nación.

Las rondallas en Cuba son y serán una tradición que, mientras existan descendientes o no descendientes apasionados por el arte traído de estas lejanas tierras, nunca morirá. Siempre existirán personas como los que hoy integran la Rondalla Típica Cubana que defenderán sus raíces y sobre todo pondrán en alto el nombre de la cultura de nuestro país que es tan diversa y rica en todos sus sentidos.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Su antecedente se localiza entre las festividades más antiguas de la Villa de Los Realejos, Tenerife, donde aparece la Invención de la Santa Cruz, mandada a celebrar por el Obispo Don Diego de Muros, tras darse por finalizada la conquista de la Isla de Tenerife (1496).

Marcos Fidel Prieto Prawl. Licenciado en Música, Master en Musicología y Composición del Instituto Superior de Arte (ISA). Ha recibido diplomados pre-doctorales de Patrimonio Musical Hispano-cubano en el Colegio Universitario de San Gerónimo de la Habana, impartidos por la Dra. Miriam Escudero. Profesor de Música y director de la Rondalla Típica Cubana de la Asociación Canaria de Cuba Leonor Pérez Cabrera (2004 hasta la fecha). Pertenece al CIDMUC (Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana). Durante 2 años integró el Coro Polifónico de La Habana como tenor segundo, bajo la dirección de Carmen Collado. Actuó junto a agrupaciones corales nacionales e internacionales en los Festivales de coro: América Canta, Coro Habana, Festival de coros de Santiago de Cuba bajo la dirección de Electo Silva, Digna Guerra, Carmen Collado y Alina Orraca. Ha compartido escenario con músicos prestigiosos y grupos nacionales e internacionales como: TZASIRAXIS, Los Gofiones, Los Cesteros, La Parranda de Teror, Bentahot, El Carnaval de Tenerife, el Ballet Español de Cuba, Benito Cabrera, la Orquesta del ICRT, Frank Fernández, Cintio Vitier, Omara Portuondo, Chucho Valdés, Guido López Gavilán, Roberto Valera, Víctor Pelegrini, Luis Manuel Molina, Trío Amanecer, Efraín Amador, Erdwin Bichot, compañía “Ballet Español de Cuba” dirigido por Eduardo Veitía en 2016. Gran Teatro de la Habana Alicia Alonzo, Pancho Amat y el Cabildo del Son y la Orquesta sinfónica de la ENA.

Marcos Antonio Santana Hernández. Ha participado en diversos eventos nacionales e internacionales presentando trabajos investigativos como: La música en la enseñanza de la Geografía. Es integrante de la Rondalla Típica Cubana como solista vocal e instrumentista de percusión menor cubana y canaria. Ha recibido cursos de canto, locución y otras manifestaciones como integrante de la Academia de Etnografía y Tradiciones Canarias, la que integra desde el año 2010. Participó en el Concurso “La Nueva Voz” en su 8va edición 2014, obteniendo mención especial y varios premios colaterales, compartiendo escenario con Waldo Mendoza y Farah María. Participó en el Concurso Festival Cubano Canario de la Décima “Indio Naborí” en su edición 2015 con los jueces María Victoria Rodríguez, Luis Paz Esquivel “Papillo” y Edwin Bicho, obteniendo el Primer Premio y el Premio de la Popularidad. Participó en los festivales de artistas aficionados de la FEU a nivel de Universidad y a nivel provincial, obteniendo en ambos concursos premio de oro en la categoría de solista y dúo (2017 y 2018). Colaboró en la grabación del nuevo disco de la cantante María Victoria Rodríguez, grabando los coros y un dúo con dicha cantante titulado “Bajo un palmar”, en agosto del 2018.

dest Conferencia Magistral de apertura del II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018

Conferencia Magistral de apertura del II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018

Conferencia Magistral de apertura del II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018

Eusebio Leal Spengler

Noviembre 20, 2020

 

Con mucho placer inauguramos este II Coloquio de las Presencias europeas en Cuba: Personalidades europeas en Cuba. Sobre este tema van a dilucidar y a debatir las conferencias que han de celebrarse en esta ocasión tan importante. Me alegro de verlos reunidos y me alegro de que el Palacio del Segundo Cabo cumpla el cometido para el cual fue diseñado, como centro de interpretación de relaciones mutuas. Me alegro muchísimo de que esa vocación sea subrayada cada día con nuevas iniciativas, que van desde la búsqueda de una señal evidente del arte o la cultura de los países que integran la Unión [Unión Europea] en el Palacio, para que sientan una identificación con él, y se vean en él representados. También, en la necesaria difusión del pensamiento y conocimiento en todas las ramas de las ciencias del saber, de la vida cultural en términos generales y, en este caso, abordando a importantísimas personalidades, muchas de las cuales pasan como en puntillas a esta altura de la historia y es como si volver a encontrarlas resultase un descubrimiento.

¿Qué podemos decir cuando hablamos de los temas históricos y hacemos suposiciones de lo que pudo pasar, de lo que fue, pudo ser posible y no fue? Con esto me refiero a que en 1992 se produjo un debate grande en todo el continente americano sobre cómo debíamos abordar el tema del “descubrimiento” de América. En Cuba, el Dr. Antonio Núñez Jiménez trató de hallar una fórmula: el descubrimiento o el encuentro reciproco entre las culturas del nuevo y el viejo mundo.

En realidad, América era nueva para Europa, vieja para sí misma. No sabemos en realidad si existió alguna vez un concepto sobre todo el continente como un conjunto geográfico, etnológico, cultural y político. Lo cierto es que, grandes civilizaciones habitaron en esta parte del mundo y, como todo lo que suele compararse, resulta equívoco a los ojos del investigador este tipo de comparación. Se trata de decir que una parte, quiere decir Europa, personificada y representada, en nuestro caso, por la figura del almirante Cristóbal Colón, era el proceso civilizatorio, y que del lado de acá se encontraba la barbarie.

Hace unas pocas horas se acaba de hacer un descubrimiento importantísimo gracias a la tecnología y es que, sin tocar los grandes bosques centroamericanos, se ha podido realizar una imagen de las grandes ciudades mayas que permanecen más allá de las pirámides, los observatorios y caminos ya descubiertos, y hablan de que las hipótesis anteriores sobre la densidad poblacional, por ejemplo, se derrumban ante la existencia de un vaso comunicante entre lo que fueron consideradas ciudades estados que se derrumbaron por una causa, todavía hoy, digna de todo tipo de especulaciones, aproximadamente en el siglo X de nuestra era, y que ya eran arqueología y antigüedad cuando fueron, por vez primera, avizoradas por los hombres de Europa.

Cuando Cortés llegó a México procedente de Cuba, todo esto ocurre en el año 1519, se sorprende por venir de Italia y haber estado en las grandes campañas militares del gran capitán Gonzalo Fernández de Córdova, de que le resultaba familiar la civilización que estaba levantada sobre el lago de Tenochtitlán, con calzadas, con sus palacios, con sus templos, aunque absolutamente diferentes, al mundo que ellos recordaban. Cuando otro ve sobre el lago venezolano actual un palafito, le llaman a aquel palafito una Venezuela, quiere decir, una especie de Venecia.

Continuamente la memoria de Europa venía sobre lo que aparecía ante nosotros. Quizás el diario de Colón sea el libro obligatorio de lectura, porque en el diario se suceden las comparaciones. Por ejemplo, al llegar frente a la costa atlántica de Holguín, dice y razona casi poéticamente “margaritas y bledos como en Andalucía en verano”. O le recuerda la Peña de los enamorados aquel largo montículo que trae a su memoria lo que venía de España del sur.

Para los españoles que llegaron posterior a aquel grupo inicial, la visión de España debía repetirse a partir de su propia memoria cultural, sentimental, culta, y construyeron una nueva España, una Castilla del oro, una nueva Galicia, por ejemplo, una nueva Granada, tratando de reproducir ese mundo. Hasta cierto punto, ese mundo, que era también profundamente mestizo de culturas y civilizaciones, todo lo que coincidió en el Mediterráneo volvía ahora a aparecer ante ellos en la forma de pueblo nuevos.

¿Qué habría ocurrido de haber sido a la inversa? ¿Qué habría ocurrido de no haber ocurrido? ¿Cuál habría sido el desarrollo de los pueblos y las civilizaciones que habían alcanzado en el mundo azteca, en el mundo peruano, un grado de concentración de poder, en que las pequeñas civilizaciones y culturas que formaron ambas latitudes del continente, habíase ya formulado como estados en un periodo de desarrollo superior? Sin embargo, pesa sobre esto grandes incógnitas. ¿Por qué no la rueda, por ejemplo? No que no había un animal capaz de hacer tracción del carro, sin embargo, en China, todavía hoy, se lleva el carro por una persona que lo arrastra. ¿Por qué no la rueda? ¿Por qué no una formulación idiomática escrita, en el caso del Perú? ¿Por qué solamente el enigma de los pequeños cardones anudados con los cuales se pueden realizar las cuentas, como en el ábaco oriental? ¿Por qué no otras expresiones que permitieron se convirtieran en los jinetes del Apocalipsis el caballo, el acero, la rueda y la pólvora, por ejemplo, que son los elementos dominantes?

Sin embargo, en ese intercambio necesario surgieron también deslumbramientos. El deslumbramiento ante un tubérculo de los Andes, la papa, que se lograba deshidratar, aprovechando las intemperancias del clima andino y que conquistó a Europa. ¿Por qué el maíz, llamado equívocamente el grano turco, se convirtió en determinante para la alimentación de las personas y del ganado? ¿Qué pasaría hoy en Bélgica, en Alemania, en Suiza, sin aquellas pequeñas semillas encontradas en el mercado de Tenochtitlán como moneda de cambio: el cacao? ¿Qué pasaría en Italia para hacer la piza, sin el tomate centroamericano, llamado allá pomodoro? ¿Qué pasaría y qué sería de nosotros sin el buey y la vaca, sin la gallina díscola, sin la insaciable cabra y la oveja, que modificaron todo el panorama económico hasta ese momento sostenible? ¿Qué ocurrió con el intercambio de enfermedades? Todavía hoy se discute la procedencia de algunas.

Entonces, el intercambio fue diverso. Por amor o por la fuerza surgió un mestizaje. Primero por la ausencia de la mujer en la conquista, mayoritariamente; y segundo, por la pasión despertada por una nueva forma de belleza, absolutamente diferente. De otra manera no se puede concebir el amor de Cortés por la que fue llamada Doña Marina, y “Malinche” para los que consideran de su relación con él una traición. Sin embargo, José Martí señala que, con Martín Cortés, hijo de ambos, le nació al conquistador en América el primer rebelde.

¿O, qué pensar de la odisea en el Marañón de Lope de Aguirre? ¿Qué pensar de aquella primera República imaginaria proclamada en ese intento descabellado de crear, en ese ámbito tan extraño y tan ajeno? Se han hecho películas, novelas; hasta el gran escritor venezolano Miguel Otero Silva ha escrito una obra memorable, por solo citar una, sobre la locura de Lope de Aguirre.

Conquistadores y predicadores que comenzaron a ver el surgimiento de una nueva situación bajo un cielo nuevo y una tierra nueva: una nueva teología. Era necesario una adecuación y esa adecuación surgió de la fantasía o de la imaginación, o de una revelación divina. De esa manera, la Virgen de Guadalupe de extremeña se convirtió en aquella que, ya de antigüedad sobre ese cerro, veneraban los antiguos como una deidad en forma de mujer. Se convirtió en la aparecida en las tierras de Portugal, después del Tratado de Tordesillas y Alcobendas que dividió el mundo a partir de que el Papa, que era valenciano, el Papa Alejandro VI, el Papa Borgia, pasó su dedo sobre el globo terráqueo, queriendo poner paz entre las dos potencias que en ese momento se disputaban el dominio del mar.

Sin embargo, Portugal estaba demasiado entretenida y conmocionada con sus descubrimientos a lo largo de la costa africana, para interesarse en aquello que, según una arraigada tradición, el suegro de Colón le reveló como secreto: “más allá de las columnas de Hércules, hay otro mundo”. Ese otro mundo que él vio cuando enfrentó a leguas de distancias en la mar, la salida de un río cauteloso que venía de lo que consideraba la “teta del mundo”. Creía que allí estaba el cresoneso aureo o se encontraba el paraíso terrenal perdido. En realidad, cuando se acerca al conocimiento verdadero como navegante, hombre de un poderoso y extraordinario olfato sensitivo, dice en esta parte “vuestras majestades tienen un otro mundo”. Se derrumbaba el concepto ptolemaico sobre la forma de la Tierra. Nacía una nueva concepción, la que él había dialogado a lo largo del tiempo con el gran sabio florentino Paolo del Pozzo Toscanelli, cuyas cartas con Colón son muy interesantes para interpretar el viaje colombino.

¿Qué habría pasado si una de las cuatro repúblicas marineras italianas hubiera sido la protagonista? Quizás Génova, con más probabilidades que Amalfi, o que Venecia, interesada solamente en establecer relaciones de comercio en el Mediterráneo, que apuntaban al oriente. En realidad, le correspondió a Cristóbal Colón, y es lo inexorable. Lo importante no fue su viaje de llegada. Lo que conmovió al mundo y cambió la historia fue su regreso, el volver. ¿A dónde volvió? A Portugal, llevado por la tempestad. ¿Cuál fue la primera lección de geografía? La que ofrecieron los indígenas de Cuba al rey de Portugal, tomando habas y colocándolas sobre el mantel, señalando que procedían de islas. O esa escena cuando la reina católica recibe, en el Monasterio de Guadalupe, para ser bautizados a los indígenas antillanos con nombres españoles por vez primera, cuando todavía se discutía si el hombre americano tenía o no un alma inmortal, cosa que fue resuelta en el famoso debate teológico e ideológico que se realiza en Valladolid y en el cual las Casas, para algunos el autor de la leyenda negra y para otros, fundamentalmente para nosotros los americanos, el primero que, a partir de su vocación como fraile dominico, como también lo fue Montesino y lo fueron otros pioneros de la desacralización de la conquista como sucedo de dominación que trata de imponer como criterio una forma superior que es la evangelización: trasladar el concepto cristiano de Europa y de la España que en ese momento acababa de consumar la reconquista de los territorios en los cuales los pueblos árabes habían permanecido desde el año 711, hasta que se colocó la bandera de los reyes sobre lo alto del torreón de la antigua fortaleza y castillo granadino.

Del encuentro de las culturas del nuevo y el viejo mundo nació una nueva civilización totalmente diferente, sin que por esto quiera yo prescindir de la pervivencia en América de la comunidad indígena que hoy, precisamente hoy, 500 años después, reivindica sus derechos de identidad, cosa que en realidad es un acontecimiento de importancia grande, sobre todo porque prueba que el indio americano no fue exterminado sino que está ahí, vive ahí, independientemente de la intensidad del choque, de la violencia del abrazo, del sentido dominador del recién llegado, que al final, de conquistador, se vuelve conquistado.

¿Y cuándo será conquistado? Cuando nazca de ese mestizaje una forma nueva de civilización. Se ve mucho en México, cuando vemos las imágenes pintadas por los artistas en las cuales nace el mundo de las castas, hasta que irán apareciendo voces tan importantes como, la de la peor de todas, Sor Juana Inés de la Cruz, voz americana; Rosa de Lima; o, Martín de Porres, también en Lima, un negro donado al convento de Santo Domingo y que se convierte en el primer santo negro de la iglesia occidental y del continente americano. Es también en el inca Garcilaso de la Vega, la voz grande, enterrado precisamente en un lugar deslumbrante: en la mezquita de Córdova, porque el mundo del judaísmo, el mundo del islam, en agosto de 1492, se trasladó también a América. Y ya puede afirmar el obispo Baca Calderón, años después en La Habana, que la ciudad estaba infestada de moriscos y, sobre la fachada del Convento de San Francisco de Asís en La Habana, aparece la estrella de Israel grabada en el escudo de un prelado. Lo descubrió el historiador César García del Pino en los documentos testamentarios del obispo Pedro Agustín Morel de Santa Cruz, nacido en la actual República Dominicana, en la isla de La Española, que murió judaizante en el momento final de su vida.

Una cultura abarcadora, que hizo a Europa ver diferente al mundo, que amplió el mundo. Era el mundo en que Miguel Ángel ampliaba en la arquitectura, en que Rafael lo hacía en la pintura, en que Palestrina lo hacía en la música, en que Tomás Luis de Victoria lo realizaba en el pensamiento, en que las Casas y Montesino lo hacían en el tema de los derechos humanos. Por eso, cuando miramos el conjunto de las relaciones, tienen que basarse fundamentalmente en el hecho cultural, que es determinante, que no permite una visión más amplia, más universal, más importante, menos opresiva, más comunicativa, más dialogante, más humana, más esperanzada y, por ende, con una visión de futuro.

Cuando ante la urgencia de restaurar mi ciudad, que el año próximo cumplirá su 500 aniversario, tuve que enfrentar la posibilidad de realizar un proyecto, en mi primera y única visita a la Unión Europea, que fue muy importante y cordial, hablando con antiguos amigos que se encontraban entonces en el seno de los organismos europeos, encontré eco para una iniciativa: un lugar para la interpretación de las relaciones recíprocas. Para que esa idea lograra ser modelada fue necesario mucha discusión, con mis propios colaboradores y conmigo mismo. No había sido solamente una iniciativa para buscar dinero. La cuestión no era solo economía, era cultural. Teníamos que hallar una respuesta cultural para un centro histórico vivo, donde está presente en la arquitectura, en la forma de hablar, en la forma de vivir, en el componente étnico, social y espiritual de los cubanos, su sentido ecuménico de la vida, de la cultura y la sociedad.

Si entramos en Centro Habana vemos la arquitectura más imaginativa, llena toda de pájaros, de rocallas, de esculturas, de atlantes, de visiones maravillosas, todo ello creado con una increíble capacidad de soñar. Es el eclecticismo, lo que quizás más conviene a nuestros gustos.

No creo, y así lo conocí en mis clases, que la Edad Media era un periodo oscuro. Al contrario, fue un momento de grandes iluminaciones y grandes creaciones. Solamente puede interpretarse cuando alguien entra en Chartres, o uno va a la catedral de Amiens, o cuando uno va a alguno de los otros grandes monumentos europeos que explican esta época. Una época de oscuridad y de barbarie peor que la nuestra, ninguna. Sin embargo, es el tiempo que nos tocó vivir, no pudimos escoger otro. Por tanto, por su naturaleza, es el mejor porque es el nuestro.

Debemos encarar esa realidad apasionadamente, cultamente. Por eso la necesidad, en una cultura insular, de hablar las lenguas, de comunicarse con el mundo, de asomarse al Malecón, o pensar que el mar no separa sino une. Y las relaciones con Europa son fundamentales, sobre todo en el caso de las relaciones culturales, que es el tema que me corresponde. Cuando no se puede hablar de ninguna otra cosa, que son generalmente batallas mecánicas, debemos apelar a la espiritualidad, al sentido de la razón pura, y entonces encontraremos cuánto influyó en nosotros, particularmente en Cuba.

Cuando pensamos en nuestras relaciones con Inglaterra, con o sin el Brexit, debemos afirmar que el desarrollo de Cuba, y particularmente de La Habana, se produjo en que rompe y fractura el monopolio comercial de Sevilla, patria espiritual y de memoria de nosotros, y aparece de pronto el comercio con el norte. La arqueología que aparece en el Castillo de la Fuerza revela los caminos de ese comercio: el comercio de la azúcar, el comercio del tabaco, el comercio de los rones. Cuando hablamos de las relaciones con los Países Bajos, entonces prohibidas porque protagonizaban una guerra que duró un siglo con España, resulta ser que en las excavaciones en la Plaza Vieja encontramos las pipas de fumar que traían los que venían de Flandes. Y cómo no acudir a las imágenes del Museo Nacional, donde los cubanos coleccionaron las tablas y las pinturas de los grandes maestros del arte de los Países Bajos. Cómo prescindir, cuando hablamos del mundo de nuestra cultura, de Alemania, o de Italia, o de Francia, o de Portugal, o de cualquiera de las naciones aquí hoy representadas.

Siento esa realidad, no podemos prescindir de esa realidad. Está en el idioma, está en las costumbres, está en las formas de vestir, aunque a veces sean un poco arbitrarias. Como decía Martí, “éramos una visión con el calzón de Inglaterra y con la montera de España”.

Interpretar, reunir, encontrar. Cómo podemos hablar de las ciencias naturales en Cuba sin Humboldt, cómo podemos hablar sin esas grandes figuras de la historia que estuvieron con nosotros. Cómo hablar de la geografía y la cartografía cubana sin pasar por esa sala [Sala de Cartografía, Palacio del Segundo Cabo] y encontrar de quiénes son herederos nuestros cartógrafos y geógrafos.

Pertenecemos a una civilización occidental y cristiana, lo que ocurre es que el mundo cambió a partir del viaje de Colón. Hoy, China es una realidad; antes era un sueño solo imaginado por el almirante en las lecturas de Marco Polo. Hoy es una realidad esa ampliación del mundo. Hoy conocemos el mundo del oriente mucho más allá de lo que conocimos de la España musulmana que llegó a nosotros. Así está escrito en el verso de Martí: “amo la tierra florida, musulmana o española, donde rompió su corola la poca flor de mi vida”.

Esa es la verdad. Ver con los ojos de mundo. Isla en lo geográfico, jamás en la cultura. Ese es el mensaje y esa es la razón de ser de la intensa relación que debemos tener con Europa. Por eso hablamos de Iberoamérica, pero nosotros somos hispanoamericanos, porque ese concepto ibérico llegó a nosotros solamente posterior. Martí tratando de resolverlo se planteó “nuestra América”, que llevó ese nombre por el cartógrafo Américo Vespucio, que no fue, por cierto, envidioso de la gloria de Colón.

Sin embargo, cuando Bolívar quiere definir su gran creación política, le llama Colombia, devolviéndole el nombre de su creador. ¿Saben por qué? Porque los hechos históricos se pueden explicar, pero no se pueden mutilar. Sería dar coces con el aguijón, como se dice, si tratamos ahora de decir que somos indígenas, en el caso de Cuba, nosotros somos africanos, nosotros somos hispanodescendientes. No, nosotros somos cubanos, que somos el fruto del encuentro, y contribuiremos a la paz y cultura futura en la medida en que veamos al cubano como una síntesis de culturas y civilizaciones, que una vez en este mar Caribe, se convirtió en el Mediterráneo americano.

Esta es, a mi juicio, la única verdad defendible y posible.

Muchas gracias.

Esbozo de las relaciones Cuba-Rusia desde el siglo XIX hasta la actualidad

Esbozo de las relaciones Cuba-Rusia desde el siglo XIX hasta la actualidad

Esbozo de las relaciones Cuba-Rusia desde el siglo XIX hasta la actualidad

Patricia Andino Díaz

Octubre 23, 2020

 

En fecha tan temprana como 1530 ya se conocía en Rusia el nombre de Cuba, citado por vez primera en un manuscrito del monje Máximo el Greco, que trataba sobre la situación en América luego de la llegada de los colonizadores españoles. No obstante, pasarían más de dos siglos para que llegaran a Cuba los primeros viajeros rusos, a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Estos viajeros eran hombres de letras, marinos, científicos, y dejaron plasmadas sus impresiones sobre el país y su gente en sus relatos de viaje, artículos y libros. Desde aproximaciones poéticas como la de Alexandr Rotchev, quien escribiera que Cuba era “Una isla floreciente en constante primavera sobre la llanura azul del mar…”, hasta los ensayos científicos de Alexandr Lakier o Igor Sivers, este último autor de Cuba, la perla de Las Antillas. Curiosidades de un viaje y de una investigación, una monografía sobre nuestro país, con abundantes datos históricos, geográficos, económicos, culturales y políticos. Anexo al libro, Sivers confeccionó una Bibliografía sobre Cuba que incluía 81 títulos, con trabajos de intelectuales cubanos como Félix Arrate, Ignacio de Urrutia, Fernando Valdés, Francisco de Arango y Parreño o José Antonio Saco.

Por aquella época ya Saco había escrito el libro Historia de la esclavitud, una investigación sobre esta práctica en diversas sociedades. El capítulo 26 estaba dedicado a la Esclavitud y la servidumbre en Rusia, y analizaba el problema del régimen de servidumbre en aquel país.

No obstante, en el siglo XIX el acercamiento a Rusia por parte de los intelectuales cubanos, versó más sobre temas culturales. El periodista y político matancero Martín Morúa Delgado publicó en varios números de Revista Cubana un profundo estudio de la literatura rusa; igualmente investigaron sobre el tema críticos literarios como Enrique José Varona, Manuel Sanguily, José de Armas y Cárdenas y Aurelio Mitjans.

José Martí también discurrió sobre la literatura en ese país, y fue él, según criterio de Julio Le Riverend, quien despertó el interés de la opinión pública cubana hacia las obras de clásicos de la literatura rusa como Pushkin, Gogol, Tolstoi y Dostoievski.

Martí también conocía sobre las artes plásticas rusas, y admiraba la obra del pintor Vasily Vereschaguin, por ello, en 1889 escribió para la prensa argentina un artículo crítico sobre una exhibición de pinturas de Vereschagin en New York. Es interesante que este pintor estuvo en Cuba, en al año 1902, con el propósito de pintar una serie de cuadros sobre la historia de la guerra hispano-cubana-norteamericana.

Precisamente en esta guerra participaron tres jóvenes rusos. Llegaron a Cuba en septiembre de 1896, desde New York, con la expedición del general Rius Rivera. El destacamento se dirigió al campamento de Antonio Maceo, que entonces se encontraba en los remates de Guane, y el 24 de septiembre los voluntarios rusos participaron en su primer combate. Solo lucharían junto a los mambises una vez más, pues uno de ellos resultó herido en combate, otro enfermó de fiebre amarilla y el tercero se quedó a cuidar de ellos. Poco después fueron hechos prisioneros por los españoles, enviados a La Habana y encarcelados en El Morro hasta que fueron entregados al cónsul ruso en La Habana, y luego enviados a New York.

Durante todo el siglo XIX el gobierno ruso apoyó los derechos de España sobre sus colonias americanas. Pero al finalizar la guerra del 95 y convertirse Cuba, en 1902, en una República, el zar Nicolás II, mediante documento oficial, reconoció a la nueva república y abogó por el fortalecimiento de la amistad y la comprensión entre ambos países.

Cuando en 1917 fue derrocado el absolutismo zarista, el gobierno y la clase dominante cubana saludaron como positiva la instauración de la república rusa, pero después de la Revolución de Octubre su posición cambió radicalmente y se rompieron las relaciones diplomáticas hasta los años 40, cuando, gracias al poderoso movimiento de solidaridad con la Unión Soviética desplegado por las masas obreras, campesinas y estudiantiles cubanas, se restablecieron. El nuevo vínculo entre los países fue poco duradero, y en 1947 el gobierno cubano decidió suspender las actividades de su legación en Moscú.

Ese ámbito político de encuentros y desencuentros influyó fuertemente en las relaciones comerciales entre ambos países, por lo que en las dos primeras décadas del siglo XX el intercambio de mercancías entre Cuba y Rusia fue muy pobre, predominando la exportación de productos cubanos. En el período comprendido entre 1902 y 1917 el tabaco fue el producto fundamental de las exportaciones cubanas hacia Rusia, sustituido por el azúcar en la década de 1930, después de la gran crisis económica mundial del 29, y en los años 40, durante la Segunda Guerra Mundial.

De la mano de la crisis y las guerras llegó a Cuba un elevado número de inmigrantes de Europa Oriental que deseaban ir hacia Estados Unidos, entre ellos, muchos judíos rusos. Atrapados en nuestro país, algunos se adaptaron a su vida en Cuba e, incluso, llegaron a tener establecimientos muy exitosos, como la tienda-taller de bolsas y carteras de piel Industrias Tarzán, la tienda de ropa interior de señoras de Isaac Yagodnik, o la fábrica de artículos de ropa para campo, playa y deportes de Gabriel Wainstein. Fuera de La Habana, se conoce que el ruso Aaron Koritzky era director y propietario de un tren funerario en Isla de la Juventud, con oficinas en Nueva Gerona, y es muy conocido el hotel La Rusa, en Baracoa, abierto por una dama de la nobleza rusa: Mima Rubenskaya.

En el ámbito cultural, en la primera mitad del siglo XX fueron numerosos los intelectuales cubanos que escribieron sobre Rusia. En 1905 varios periodistas y escritores alzaron su voz en defensa del escritor ruso Máximo Gorki. En los años 1920 muchos de los integrantes del Grupo Minorista escribieron sobre la Unión Soviética en diarios y revistas, y en 1928 el periodista Sergio Carbó publicó el libro Un viaje a la Rusia Roja, una crónica sobre su visita a Moscú.

En aquellos años también visitaron Cuba varios intelectuales soviéticos. Tal vez uno de los más importantes fue el poeta Vladimir Maiakovski, quien estuvo en Cuba solo un día, en julio de 1925. La visita a la ciudad le inspiró la escritura del poema Black and White, una alegoría burlesca de la lucha de clases en Cuba.

También en la década de 1920 viajó a Cuba el famoso compositor, pianista y director de orquesta Rajmáninov. Llegó a Cuba en 1923 invitado por la Sociedad Cubana Pro-Arte Musical, y ofreció conciertos en el entonces Teatro Nacional. Siete años después, en 1930, actuó en el Teatro Auditorium, en La Habana, Serguéi Prokófiev.

Pero sin dudas, entre los momentos más importantes del intercambio cultural entre Rusia y Cuba, en la primera mitad del siglo XX, destacan las visitas a la Isla de la legendaria bailarina rusa Ana Pavlova. Llegó a La Habana, por primera vez, en 1915, y debutó en el teatro Payret, acompañada por una orquesta cubana. Regresó a Cuba en 1917 y en 1918, y aunque siempre sus mayores actuaciones fueron en La Habana, también se presentó en el Teatro Luisa Martínez Casado, de Cienfuegos; en el Teatro Sauto, de Matanzas; y en el Teatro Oriente, de Santiago de Cuba. En uno de sus viajes Ana conoció personalmente a Ernesto Lecuona, quien le compuso la canción Vals de la mariposa.

Cuba fue el primer país de Latinoamérica donde la Pavlova se presentó, desafortunadamente, aquella era una época en la que en nuestro país el ballet aún no era muy popular, no existían escuelas para su enseñanza y tampoco bailarines clásicos cubanos. No obstante, muchos investigadores de la danza en Cuba consideran que sus presentaciones contribuyeron a sumar el arte del ballet a la cultura nacional.

Otra artista rusa de renombre en nuestro país es Mariana de Gonitch, quien llegó a Cuba en 1940, cuando ya era muy celebrada en Europa. Decidió radicarse en Cuba, y cinco años después, en 1945, creó la Academia de Canto Mariana de Gonitch, para contribuir al desarrollo del canto lírico en Cuba.

Y en el propio año 1945 se fundó en La Habana, precisamente con el propósito de fomentar los vínculos culturales entre ambas naciones, el Instituto de Intercambio Cultural Cubano-Soviético. Su órgano de difusión era la revista Cuba y la URSS, que tenía entre su consejo de redacción a Fernando Ortiz, Emilio Roig, y otros.

Y entre los cubanos que visitaron Rusia, no puede dejar de mencionarse a José Raúl Capablanca. El gran ajedrecista viajó a Rusia, por primera vez, en 1913, invitado a participar en el Torneo Internacional de Ajedrez de Petersburgo. Quedó en segundo lugar y fue proclamado por el Zar Nicolás II como Gran Maestro del Ajedrez.

Capablanca volvió a Rusia en 1925, siendo campeón del mundo, para participar en el I Torneo Internacional de Moscú. Y regresaría en 1935 y en 1936 invitado a otros eventos internacionales. En cada una de sus visitas, recorría distintas ciudades, ofrecía simultáneas de ajedrez, impartía conferencias y escribía artículos.

Luego del triunfo de la Revolución cubana, en 1959, la Unión Soviética fue uno de los primeros estados en reconocer al Gobierno Revolucionario cubano. El 8 de mayo de 1960 se establecieron las relaciones diplomáticas entre Cuba revolucionaria y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Desde entonces, y hasta principios de la década de 1990, se estableció entre ambos países una colaboración integral que abarcó la política, la economía, la esfera militar, la investigación científica, la docencia y la cultura.

Desde el punto de vista de la investigación científica fue de suma importancia el primer vuelo espacial conjunto Cuba-Unión Soviética, para el que colaboraron unos 200 científicos e ingenieros cubanos. La mayor parte de los equipos para los experimentos a ser realizados en el espacio se construyó en Cuba, y finalmente en septiembre de 1980 el cubano Arnaldo Tamayo Méndez se convirtió en el primer latinoamericano en viajar al espacio, y Cuba en el noveno país en tener una representación espacial.

En el ámbito literario fueron numerosas las traducciones, el trabajo conjunto para la creación de antologías, y se creó, en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, un departamento de literaturas rusa y soviética. Acá se publicaron millones de ejemplares de libros soviéticos, siendo uno de los primeros El tren blindado 14-69. Mientras, en la URSS se editaron colecciones de poesía cubana, la obra de Guillén, se tradujeron y publicaron novelas como El siglo de las luces y El reino de este mundo, de Carpentier; o Bertillón 166, de José Soler Puig. Hoy, aún en muchas casas cubanas se conservan ejemplares de las populares revistas rusas Sputnik, Misha y Novedades de Moscú.

En el campo musical, visitaron Cuba distintos conjuntos de baile, la Orquesta Sinfónica de la Filarmónica de Moscú y orquestas de cámara de las distintas repúblicas que integraban el campo socialista. Por su parte, entre los músicos cubanos que ofrecieron funciones en la URSS destacan Bola de Nieve; Omara Portuondo; Elena Burke; o el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. El gran pianista y compositor Frank Fernández realizó sus cinco años de estudios superiores en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, y ha actuado como solista, varias veces, con las Orquestas Filarmónica y Sinfónica de Moscú.

En cuanto a la danza, es imposible no hablar de la relación de Alicia Alonso con el ballet ruso. En 1948 Alicia y Fernando Alonso abrieron en Cuba su compañía de ballet profesional, y luego una academia de enseñanza, y en los años 50 marcharon hacia la Unión Soviética para continuar su carrera. Regresaron después del triunfo de la Revolución, y en 1960 quedó organizado el Ballet Nacional de Cuba. Desde entonces obtuvieron un gran triunfo, en la URSS, las giras de esta compañía, y en Cuba, las giras del Ballet del Teatro Bolshoi. Acá bailaron grandes bailarines soviéticos, como la prima ballerina assoluta Maia Plisetskaia y su hermano Azari Plisetski, quien fuera partenaire de Alicia Alonso durante diez años.

Las artes plásticas también tuvieron un papel importante en el intercambio cubano-soviético, y a lo largo de los años se sucedieron numerosas exposiciones de pintura contemporánea y clásica, de cerámica, de artes decorativas y aplicadas, de cartel político. A través del intercambio entre artistas y muestras expositivas, la cultura y la estética soviética influyeron bastante en el lenguaje plástico cubano de los años 70 y 80, y afirman algunos especialistas que la persistencia de una poética de lo ruso en el imaginario creativo de muchos artistas cubanos es innegable.

En cuanto a la cinematografía, el primer filme soviético proyectado en Cuba tras el triunfo de la Revolución fue Cuando vuelan las cigüeñas, del director Mijaíl Kalatózov, que contó con un gran éxito de público. Mientras, en la URSS se proyectaron los mejores filmes y documentales cubanos, entre ellos: La muerte de un burócrata y Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea; Lucía y Días de noviembre, de Humberto Solás; El joven Rebelde, de Julio García Espinosa; y otras.

En 1964 se filmó la primera coproducción soviético-cubana, titulada Soy Cuba, una película que, a decir del crítico cinematográfico Luciano Castillo, “posee tal grado de perfección formal que la fotografía aún hoy sorprende a estudiosos y técnicos”.

En cuanto a la arquitectura, al triunfo de la Revolución cubana el estado decidió iniciar inmediatamente acciones constructivas de contenido social, y se realizaron fuertes inversiones en la industria de materiales de la construcción, estableciendo una base material para afrontar el acelerado crecimiento de las obras. Muchas de esas construcciones contaron con asesoramiento, maquinarias, materiales, trabajadores y especialistas soviéticos. Entre las obras más importantes construidas en aquellos años se halla el Puerto Pesquero de La Habana; el Hospital Lenin en Holguín; la Termoeléctrica del Mariel; la Termoeléctrica Renté en Santiago de Cuba; la Refinería de petróleo y la inconclusa Central Electronuclear de Juraguá en Cienfuegos. Pero sin dudas la obra arquitectónica más significativa de las edificadas por los rusos en Cuba es el inmueble principal de su embajada: una torre de hormigón armado y fuerte volumetría que domina el paisaje circundante con su desmesurada altura y que destaca por su estética, para muchos, semejante a un gran robot.

Sumamente importante fue también el intercambio docente entre Cuba y la URSS, y desde principios de los años 1960 miles de estudiantes cubanos partieron hacia las repúblicas socialistas, y a su regreso, ya graduados, se incorporaron a la docencia superior, a la investigación y a la producción.

La mayoría de esos hombres que fueron a estudiar a la Unión Soviética volvieron a la Isla casados con rusas. De este modo, la mayoría de los rusos que hoy vive en Cuba son mujeres, que tuvieron hijos aquí y se han adaptado e integrado a la sociedad cubana. Para esa gran comunidad se decidió levantar en La Habana un templo ortodoxo ruso, que fue consagrado como Catedral en 2008 y está dedicado a la Virgen de Kazán.

En su Centro Cultural se imparten clases de ruso, un idioma que tuvo mucha resonancia en nuestro país en las décadas del 60 y el 70, cuando pasó a formar parte –junto con el inglés– de los planes nacionales de estudio de la enseñanza elemental, media y superior. De la apropiación de ese idioma, el resultado más evidente en la sociedad cubana actual son los nombres de muchas y muchos cubanos, fueran o no descendientes de rusos.

Aun muchas personas rememoran con nostalgia la carne enlatada soviética, conocida popularmente como carne rusa, o las compotas de manzana. Y queda en la memoria habanera el restaurante Moscú. Hoy, resurge el interés por esa gastronomía, y han surgido en La Habana varios restaurantes privados especializados en comida rusa, como Nazdarovie, ubicado en Malecón, y Tabarish, en Miramar.

Por muchos años en los hogares cubanos era habitual encontrar matrioskas de adorno, y electrodomésticos soviéticos, muchos de los cuales, ya expirada su vida útil, se emplean hoy como objetos decorativos de restaurantes-paladares y tiendas particulares de artesanías. Sí perviven en circulación en nuestras calles los Moskvichs, los Ladas y los Volgas; también las motos Ural y los camiones Kamaz, y aún hoy el transporte aéreo es mayoritariamente ruso.

Con mucha menos frecuencia que antes, los niños cubanos todavía ven como parte de la programación televisiva infantil muñequitos soviéticos, y muchos son seguidores de las nuevas aventuras de Masha y el Oso. Y todavía se especula sobre la pérdida del brillante ruso de 25 quilates, supuestamente tomado de una de las coronas del último zar de Rusia, que bajo la cúpula del Capitolio Nacional marcaba el kilómetro cero de la Carretera Nacional.

De esta manera, y pese a la gran distancia geográfica entre Cuba y Rusia, es extensa e intensa la historia conjunta de ambas naciones, que han mantenido, por mucho tiempo, un intercambio cultural, económico y político fructífero.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Patricia Andino Díaz: Licenciada en Historia del Arte y Máster en Gestión y Preservación del Patrimonio Cultural por la Universidad de La Habana. Desde 2007 se desempeña como investigadora en la Empresa RESTAURA, adscrita a la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado numerosos textos en medios nacionales y extranjeros.

Giselle González García y Claudia Alemañy Castilla

Presencia irlandesa en Guanabacoa durante el siglo XIX

Giselle González García y Claudia Alemañy Castilla

Giselle González García y Claudia Alemañy Castilla

Octubre 17, 2020

 

Nombres de origen irlandés son más comunes en Cuba de lo que la mayoría de los cubanos (y los irlandeses) piensan. Apellidos como O’Farrill, Moran, O’Reilly y O’Halloran están tan extendidos que han dejado de ser solo irlandeses y se han imbricado en la identidad cubana.

Guanabacoa fue durante la época colonial una región rica en tierras cultivables, por lo tanto, atractiva para migrantes pobres en búsqueda de una mejor vida. También, durante la primera mitad del siglo XIX había una creciente demanda de trabajadores industriales capacitados – preferentemente blancos, como los irlandeses y los canarios. Nuestra élite local estaba seriamente preocupada por el crecimiento de la población negra y demandaba la importación de colonos europeos para contrarrestarla. Las sacarocracia cubana –nombre con el que frecuentemente se denomina a la oligarquía azucarera– pensaba que los irlandeses eran perfectos para este cometido. Sin embargo, por sus ideas liberales, su maduro pensamiento político y su capacidad para la rebelión, pronto los irlandeses colisionaron con las autoridades españolas [1]. Los abusos a los que fueron sometidos son solo comparables con los que enfrentaron aquellos de origen africano.

¿Cuántas personas de origen irlandés llegaron a Cuba durante la Época Colonial? Aunque estudios recientes [2] han demostrado cuán extendida a lo largo de la Isla se encuentra la presencia irlandesa, esta pregunta solo puede ser respondida de manera fragmentada dado que un estudio detallado y exhaustivo no ha sido intentado aún. Por lo tanto, nuestra investigación micro-histórica propone determinar el número real de migrantes irlandeses en Cuba a través de fuentes locales como archivos parroquiales y archivos históricos municipales.

Teniendo en cuenta que el catolicismo ya era hacia 1830 un rasgo importante de la identidad nacional irlandesa [3]; que era este además un rasgo importante que tanto los cubanos del siglo XIX como los irlandeses tenían en común, y que los archivos parroquiales (AP) contienen un registro de la mayoría de los bautizos, matrimonios y defunciones acontecidas desde el siglo XVI hasta la actualidad: su consulta se hacía ineludible.

Los libros parroquiales están divididos en dos categorías: Pardos y Españoles. Es en esta última donde encontramos la presencia de una amplia miríada de europeos, incluyendo a los irlandeses. El uso de esta fuente nos permitió encontrar conexiones familiares entre varias familias de origen irlandés, los puertos a través de los que llegaron a Cuba, así como información de las distintas actividades socio-económicas que fungieron en la localidad. El contraste de esta información con la disponible en el Archivo Histórico del Museo Municipal de Guanabacoa (AHMG) y en el Archivo Nacional de Cuba (ANC) enriqueció nuestro estudio.

Para un mejor entendimiento de las más de veinte familias de origen irlandés que encontramos en Guanabacoa, las hemos subdividido en dos grupos diferentes: Migrantes Directos y Migrantes Indirectos [4].

Migrantes Directos: en esta categoría presentamos a aquellos irlandeses que parecen haberse asentado en Cuba sin haber estado antes, de manera prolongada, en ninguna otra región del hemisferio. Estos nacieron en Irlanda y en su mayoría contrajeron matrimonio con personas de origen hispano, sus descendientes u otros migrantes europeos.

Algunos ejemplos de las familias que responden a la caracterización que hasta aquí se ha hecho son: los O’Connors [5] –fundada por Juan O’Connor y O’Kelly, procedente de Cork, de profesión agrimensor, que se asentó alrededor de 1810 en el área de Guanabo-Santa María; los MacReadys [6] – a quienes encontramos inter-relacionados por la vía matrimonial con los O’Connors de Guanabo; los Cardiffs [7] –fundada por Juana Cardiff quien nació en Irlanda aproximadamente en 1835; los Rians [8] –quienes se unieron a la familia de origen neerlandés Englemare y en cuya esfera de relaciones encontramos a otra posible irlandesa Ana O’Leary; los Carrigans [9] –que junto a los Padilla conformaron una familia irlandesa-canaria, fundada por Luis Carrigan y Catalina Kiff quiénes llegaron a Cuba, se asentaron en Matanzas y hacia 1888 ya se habían trasladado hacia Guanabacoa; los Lahiffs [10] –cuya fundadora Maria Lahiff nació en Limerick en fecha aún desconocida; los Cowans [11] –que ha sido una de las pocas familias que hemos podido rastrear hasta la actualidad, fundada por Guillermo Henrique Cowan, médico irlandés nacido en Dublín hacia finales del siglo XVIII y quien ya se encontraba en Cuba en 1814; y los Galbraiths [12] –fundada por Tomás Galbraith quien se asentó en el área de Regla hacia 1840. Esta familia listó más de veinte miembros en el censo de 1893. Aunque se trasladaban constantemente entre Cárdenas, Regla, la Habana y Guanabacoa, en esta última ya se habían avecinado hacia 1886. Los miembros varones de esta familia recibieron una educación formal y eran capaces de leer y escribir, lo que les permitió alcanzar posiciones de clase media y realizar trabajos como el de empleado.

Migrantes Indirectos: En esta división hemos incluidos a aquellos migrantes de origen irlandés que re-emigraron hacia Cuba procedentes de una región que no es Irlanda. En esta categoría hemos sub-dividido a los migrantes de acuerdo a las regiones de las que llegaron a la Isla.

  1. Migrantes procedentes de España: aquí encontramos a algunas de las más antiguas familias de origen irlandés asentadas en Cuba. Muchos de estos hiberno-españoles eran oficiales en los ejércitos españoles. La participación irlandesa en estos data del siglo XVI.

Ejemplos de las familias son encontradas son: los O’Reillys –fundada por Alejandro O’Reilly McDowel originario de Dublín, su miembro más importante en Guanabacoa fue Manuel O’Reilly y Ruiz de Apodaca [13] quien fuera Gobernandor Militar de la Villa; los O’Hallorans –familia presente en Cuba desde el siglo XVII en la que el servicio militar parece haberse convertido en tradición; y los O’Ryans [14] –fundada por Gabriel O’Ryan a finales del siglo XVIII.

  1. Migrantes procedentes de Inglaterra: “La Isla Hermana”, como Gran Bretaña era denominada en la prensa unionista irlandesa, recibió un gran influjo de migrantes irlandeses. Inglaterra y Norteamérica –entiéndase aquí por el territorio hoy comprendido por Estados Unidos y Canadá– fueron los principales destinos de los irlandeses antes de la Gran Hambruna (1845). Muchas de estas familias, con apellidos irlandeses fácilmente distinguibles, se asentaron en Inglaterra en fecha que no hemos podido determinar todavía, sin embargo, es importante destacar que a pesar de la presión político-social a la que pudieron haber estado sometidos en esta región, continuaban siendo devotos católicos. Hemos identificado como pertenecientes a esta sub-categoría a: los Hughes-Fighes –iniciada por una mujer Ana Fighe Hogan, [15] irlandesa, que contrajo matrimonio con Pedro Hughes, quien nació en Inglaterra de padres irlandeses; los Dillon-Davis [16], los Callahans [17], los Murphys [18] y los O’Donovans [19] quienes llegaron a Cuba en la década del 60 procedentes de Puerto Rico y permanecieron en Guanabacoa hasta los años 1920s.
  2. Migrantes procedentes del Caribe: La presencia irlandesa en el Caribe, mayoritariamente en colonias inglesas y españolas, ha sido el objeto de recientes estudios. Los roles desempeñados por los irlandeses iban desde terratenientes y dueños de esclavos hasta siervos escriturados o convictos condenados al exilio. Aunque miles de irlandeses migraron de forma voluntaria o involuntaria al Caribe, en Guanabacoa solo pudimos identificar tres familias con este origen: los O’Donovans (ya anteriormente mencionados) que llegaron desde Puerto Rico; los Kellys desde Nassau en las Bahamas y los famosos O’Farrills desde Monserrate.
  3. Migrantes procedentes de los Estados Unidos: Hacia los años 1830s, Nueva York ya teníauna gran comunidad de migrantes irlandeses. A lo largo del siglo los Estados Unidos se consolidaron como el primer destino de los irlandeses. Muchos de los que vinieron a Cuba lo hicieron a través de este puerto, entre estos pudimos identificar en Guanabacoa a los McNinneys – familia interconectada con casi todas las demás familias de este grupo, y cuyo miembro fundador Frank McNinney (nacido en Irlanda cerca de 1843) pasó de maquinista, a comerciante, a director de los primeros equipos de baseball locales; [20] los Connellys, los O’Connors (hasta ahora sin relación con la familia de igual apellido anteriormente mencionada), los Moores, los Parker-Manions [21] –quienes se relacionaron con los McKaen y los Hughes, los Aunins-Rigneys [22]; y los McDonnagh- Hurlez –relacionados con los Pearsons, los Stea y los McNinneys [23].

Estas familias comparten importantes rasgos:

  1. Dado su paso por los Estados Unidos adquirieron la ciudadanía estadounidense, por lo que muchos de estos irlandeses han sido comúnmente confundidos con otros estadounidenses de diferente origen y no han sido percibidos por la historiografía cubana como irlandeses.
  2. Sus actividades económicas los llevaron a hacer frecuentes viajes entre la Habana y Nueva York, declarando ser ciudadanos estadounidenses en los puertos de entrada y salida para agilizar sus trámites migratorios, mientras que declaraban ser irlandeses en los registros parroquiales.
  3. Muchos de los miembros de estas familias practicaban actividades comerciales.
  4. Hicieron significativas contribuciones a la cultura local. (Ejemplo: los McNinneys, quienes estuvieron relacionados con la fundación de los primeros clubes de baseball en Guanabacoa). Es en las familias de este subgrupo que encontramos redes familiares extendidas. Fue a través de la elección de padrinos y madrinas de bautizo y matrimonio, así como de testigos, que los irlandeses dejaron evidencia de su sistema de relaciones.

Conclusiones

De manera general, las familias que hemos mencionado eran católicas. Su catolicismo permitió que la memoria de su presencia en Guanabacoa sobreviviera a través de su recogida en registros parroquiales que además evidencian la manera en que estas familias interactuaron entre sí y su grado de asimilación a la comunidad local. Su catolicismo también fue un factor que potenció su asimilación e incluso determinó los nombres que recibían los descendientes de estos migrantes, los

que adquirieron nombres cada vez más locales y menos traducibles al lenguaje materno de los migrantes.

Tomando como referencia nociones básicas sobre la diáspora irlandesa, se puede afirmar que aunque los irlandeses fueron ciertamente un grupo notable, pero frecuentemente confundido con otros grupos étnicos, en la Guanabacoa de la época no eran el grupo étnico predominante.

Consideramos que esta investigación abre el camino para comenzar a desentrañar a través del uso de fuentes locales, la verdadera dimensión de la presencia irlandesa en Cuba. Un estudio de lo local a lo general es necesario. Como hemos demostrado, una investigación de este tipo no solo identificará a estos migrantes sino que también evidenciará los lazos sociales, afectivos y de parentesco entre ellos. Los resultados expuestos aquí –que no son más que los de solo una parroquia en Guanabacoa– son solo el comienzo para lo que puede llegar a ser una investigación más extensa sobre la presencia irlandesa a lo largo de la Isla.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Sobre este tema ver: Margaret Brehony: Irish Migration to Cuba, 1835-1845: Empire, Ethnicity, Slavery and ‘Free’ Labour. Tesis Doctoral. Centro para Estudios Irlandeses, Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de Irlanda, Galway (NUIG), (marzo de 2012). (Inédita).

[2] Ver: Rafael Fernández Moya: “The Irish Presence in the History and Placenames of Cuba.” En: Journal of Irish Migration Studies in Latin America, Vol.5, No. 3, 2007, pp: 189-197.

[3] Para un estudio más detallado sobre los rasgos de la identidad nacional irlandesa ver: Giselle González García: ¿Irlanda Imaginada? Ideas Nacionalistas y Construcción Identitaria en: The Dublin Penny Journal (1832-1836) y The Irish Penny Journal (1840-1841). Tesis de Licenciatura. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, 2016. (Inédita)

[4] Esta subdivisión responde a la información con la que contábamos hasta la fecha, esta investigación no ha concluido y los resultados mostrados aquí sólo deben considerarse como preliminares.

[5] Ver: Juan O’Connor O’Kelly: AP/LD 11 (1824-1830), p.109, no. 729; Dionisio O’Connor Pérez: AP/LB 20 (1818-1822), p.88; Carlos Manuel O’Connor Pérez: AP/LB 20 (1818-1822), p.168; María Carlota O’Connor Pérez: AP/LB 21 (1822- 1826), p.98, no. 615; María Eduarda O’Connor Pérez: AP/LM 7 (1856-1865), p.43 y AP/LD 18 (1864-1868), p.214; Juan O’Connor Pérez: AP/LD 19 (1868-1871), p.24 (Del Libro de Defunciones (LD) 19 solo queda en la actualidad el índice, el libro ya no existe); Ana María Rita Llanger O’Connor: AP/LB 27 (1853-1858), p.68, no. 309 y AHMG: Censo (1890): 8.2.; Serafina Llanger O’Connor: AP/LB 27 (1853-1858), p.210, no. 967; Ramón Calixto Llanger O’Connor: AP/LB 27 (1853- 1858), p.336, no. 1471.

[6] Ver: María de los Dolores O’Connor MacReady: AP/LB 25 (1843-1848), p.137, no. 541 y AP/LD 18 (1864-1868), p.126; José Manuel O’Connor MacReady: AP/LB 30 (1864-1867), p.236, no. 1041.

[7] Ver: Juana Cardiff de Peláez: AHMG: Hoja de Censo 8.3 (1893) y José Peláez Cardiff: AHMG: Hoja de Censo 8.2 (1890).

[8] Ver: Juan Enrique Englemare Rian: AP/LB 27 (1853-1858), p.350, no. 1530.

[9] Ver: María Josefa Carrigan Padilla: AP/LB 38 (1887-1889), p.383, no. 942.

[10] Ver: María Lahiff: AP/LM 9 (1873-1879), p. 116 y AP: Pliegos matrimoniales de D. Enrique Jagües y Da. María Lahiff, marzo 24, 1875. También encontramos a un Luis Adolfo Harang Lahiff, pero hasta ahora no se ha probado ninguna conexión con María Lahiff, su muerte está registrada en el índice del LD 25 (1889-1893), p.400, pero este libro no ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, en el AHMG: Hoja de Censo no.2 (1895) la familia Harang está recogida. Esta declaró provenir de los Estados Unidos y en la hoja de censo ya referenciada aparece una Maria L. Harang, nacida en 1847. En este mismo listado aparecen Francisco L. Crogan, a Maria L. Hansen y Antonio Fish, quienes podrían haber sido integrantes de una red familiar extendida o una red migratoria de esta familia.

[11] Copia Certificada del Matrimonio entre Guillermo Henrique Cowan y María de la Concepción Gómez, Archivo de la Iglesia Catedral de la Habana, LM 9 (1814), p.17, no.27; Carlos Federico Cowan Gómez: Archivo de la Iglesia Catedral de La Habana, LM (1844), p. 44, no. 99. Un agradecimiento profundo a la familia Cowan-Canino, especialmente a Rachell Cowan, por concedernos generosamente acceso al archivo privado de la familia.

[12] Ver: Sarah Galbraith: AHMG: Hoja de Censo 2 (1893); Sarah María Lopez Galbraith: AP/LB 38 (1887-1889), p.247, no. 608; Carlos Manuel Lopez Galbraith: AP/LB 39 (1889-1891), p.170, no. 397; Dolores Galbraith: AHMG. Hoja de Censo 3 (1893).

[13] Ver: María Francisca O’Reilly Pedroso: AP/LM 12 (1890-1900), p.68, no. 70; María de la Asunción O’Reilly Pedroso: AP/LB 36 (1883), p.287, no. 336.

[14] Ver: AHMG: Hoja de Censo 2(1895); María Concepción O’Ryan: AP/LM 8 (1865-1873), p.160; María O’Ryan: AP/LM 10 (1879-1885), p.340; María de las Mercedes O’Ryan: AP/LB 24 (1836-1843), p.193, no. 860.

[15] Ver: María Elisa Hughes Fighe: AP/LB 32 (1870-1874), p.253, no. 603.

[16] Ver: Manuel Federico Dillon Davis Sánchez: AP/LM 12 (1890-1900), p.41, no. 43; Arturo Adolfo Dillon Davis Sánchez: AP/LM 12 (1890-1900), p.301, no. 362; Francisca Davis Granados: AP/LD 18 (1864-1868), p.146; AHAMG: Hoja de Censo 8.2 (1890).

[17] Ver: AHMG: Hoja de Censo 8.1 (1896).

[18] Ver: Juan Murphy: AP/LM 8 (1865-1873), p.226.

[19] Ver: AHMG: Hoja de Censo 8.2 (1890); Martina O’Donovan Sánchez: AP/LM 9 (1873-1879), p.167; Lucrecia O’Donovan Sánchez: AP/LM 9 (1873-1879), p.178 y AP/LD 32(1898-1922), p.209; Fernando Pallarés O’Donovan: AP/LB 33(1874-1878), p.414, no. 1375 y AP/LD 21(1876-1880), p.276; Eduardo Zarragoitía O’Donovan: AP/LD 28 (1897), p.154; Herminia Pallarés O’Donovan: AP/LD 30 (1897-1898), p.426; Graciela Zarragoitía O’Donovan: AP/LD 32(1898-1922), p.292; Pablo Manuel Zarragoitía O’Donovan: AP/LB 33(1874-1878), p.463.

[20] Ver: AHMG: Hoja de Censo 8.2 (1890), Hoja de Censo (1882); Hoja de Censo 8.3 (1894); Juana Altagracia McNinney Burns: AP/LB 33 (1874-1878), p.133, no. 460; Eduardo Enrique McNinney Burns: AP/LB 34 (1878-1880), p.187, no. 398; Juan Clarence McNinney Burns: AP/LB 34 (1878-1880), p.453, no. 817; Maria Elisa McNinney Burns: AP/LB 37 (1884-1887), p.504, no. 597; The New York Times: December 9, 1896; J. A. Martiez; Felix Julio Alfonso & Yasel Porto: Enciclopedia biográfica del beisbol cubano. Vol.1.Editorial José Martí, La Habana, 2015, pp:282-283 y p.318; Ruben Cordero Milan & Roberto Garcia Prieto: Historia del Beisbol en Guanabacoa. Ponencia presentada en el II Coloquio de Historia Municipal de Guanabacoa, AHMG: 39/14 (1990).

[21] Ver: Santiago Roberto Parker Manion: AP/LB 31(1867-1870), p.74.

[22] Ver: María Teresa Aunin Rigney: AP/LB 36(1883-1905), p.460, no. 562.

[23] Ver: Eleonora Carmen McDonnagh Hurlez: AP/LB 38(1887-1889), p.378, no. 926.

Giselle González García: Máster en Historia y Estudios Irlandeses en la Universidad de Concordia, Canadá. Desde 2013 es contribuyente oficial de la Enciclopedia Digital “EnCaribe.org” y desde 2017 es miembro del Comité Ejecutivo de la Sociedad para los Estudios Irlandeses en América Latina (SILAS).

Claudia Alemañy Castilla: Licenciada en Periodismo. Es reportera-redactora de prensa de la Revista Juventud Técnica, especializada en temas de ciencia, tecnología y medio ambiente. Se ha centrado en el periodismo científico e hipermedial.

dest Lourdes Méndez Vargas

Dos personalidades europeas en Arroyo Blanco: Winston Churchill y Orestes Ferrara

Lourdes Méndez Vargas

Lourdes M. Méndez Vargas

Octubre 9, 2020

 

Una Isla larga y relativamente bien poblada; una geopolítica de sobra comprometida con grandes intereses foráneos; un clima y una feracidad como garantías de bienestar permanente; unos elementos sociales y culturales, atractivos lo suficiente, como para convidar al más desdeñoso de los prohombres de época cualquiera; un país, a la altura del siglo XIX, en vías de convertirse ya en nación perteneciente al transitado mundo occidental; todo ello, y mucho más, parece estar condicionando un trasiego permanente de personalidades extranjeras por toda Cuba. Ajetreo este que, a saberse, se había iniciado desde el minuto mismo de aquel choque cultural imponente comenzado a producirse a partir de los meses finales de 1492. La existencia en el ámbito decimonónico de la Isla de un anuario denominado guía de forasteros es prueba de la necesidad de registrar tantas idas y venidas de gente ilustre de afuera a través de toda la geografía nuestro territorio insular.  

La procedencia de los célebres arribados a Cuba no podía ser en su mayoría otra que Europa –así como se habrá argumentado y seguirá argumentándose cumplidamente en este Coloquio– debido al vínculo cultural primigenio del viejo continente con nuestro país, entre otras razones, seguramente. Y resulta ser que, esas visitas y hasta largas permanencias de connotadas personalidades europeas y norteamericanas –pero mayormente europeas– no se ha limitado nunca a esta siempre atrayente ciudad capital de La Habana. Si no que, por el contrario, ellas pueden encontrarse lo mismo en cualquiera de las relativamente grandes ciudades llamadas del interior, y como es el caso del contenido de esta charla, en un intrincado y apenas conocido pueblo del Centro del país.

En 1868, como es sabido, un acontecimiento enorme, una poderosa circunstancia convulsiva, llegaría para hacer noticia a Cuba y condicionar a partir de entonces todo el acontecer de la Isla, hasta su final confuso en el célebre verano de 1898: nuestras esforzadas guerras por la independencia nacional. Durante aquellas tres décadas fundamentales, por lo atractivo de tal enfrentamiento anticolonial americano, y por lo tardío que este resultó con relación al resto del continente, vale decir por ello en momento de mayor facilidad de comunicación y desplazamiento interoceánico, infinidad de personalidades extranjeras estuvieron presentes en Cuba, y muy especialmente, en los territorios orientales y centrales en los que tuvo lugar la contienda entre cubanos y españoles  la mayor parte del tiempo.

En medio de aquella circunstancia, la guerra, y a causa de ella, en Arroyo Blanco, un pueblo espirituano [1], ocurren hechos sumamente curiosos, relacionados con la presencia de personalidades europeas. Al menos dos altísimas figuras, que lo serían sin dudas, posteriormente, durante el siglo XX, vivieron incluso allí verdaderos dramas que estuvieron a punto de quitarles la vida, en momentos de la juventud de ambos. Ocupado el lugar por el Ejército de Operaciones español durante casi todo el tiempo de la contienda, conteniendo ese poblado a su interior, y en sus alrededores, importantes instalaciones militares coloniales, especialmente durante la última guerra, nuestra Guerra del 95, Arroyo Blanco atesora hoy para su historia local la visita, en similares edades juveniles, del célebre británico Winston Churchill, y del reconocido italiano –napolitano– Orestes Ferrara y Marino.

Churchill, llegó al poblado, para pernoctar varios días en él, formando parte como observador en una columna española en plenas operaciones de campaña, en los tiempos iniciales de la guerra, momento preciso en que en la propia zona tenía lugar la constitución definitiva del Ejército Invasor cubano, dispuesto a llevar la guerra rebelde hacia el occidente de la Isla. Ferrara, en cambio, llegaría a Arroyo Blanco en el instante final de la contienda, en el verano de 1898, con veintidós años de edad. El joven italiano formaba parte del Estado Mayor del Mayor General José Miguel Gómez, Jefe de la Primera División del Cuarto Cuerpo –Las Villas–, y estaba a cargo de asuntos jurídicos de la División.

Veamos el caso del joven subteniente de caballería británico Winston Churchill, a partir de la contratapa del libro Arroyo Blanco: La Ruta Cubana de Churchill, Un episodio de la Guerra del 95, de Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus, 2013, de la autora de esta propia ponencia: 

El 30 de noviembre de 1895, Winston Churchill cumple 21 años en el poblado cubano de Arroyo Blanco. Allí le acontecen eventos de especial importancia: su bautismo de fuego y la inserción en una de las coyunturas más peligrosas de la guerra. La columna española que le alberga se acerca a la mayor reunión de las armas cubanas hasta esa fecha: casi 5000 hombres listos a defender el despegue de la Invasión a Occidente. La interacción entre el Ejército Invasor y la fuerza española no puede ser más comprometida: incluye tres jornadas y un combate dirigido por Antonio Maceo. Este libro rinde homenaje a Churchill y a los fundadores de nuestra nación que coinciden con él en La Reforma, el 2 de diciembre de 1895.   

El hombre que capitaneó con desvelo contra Hitler toda la descomunal conflagración armada que sería luego la II Guerra Mundial, tuvo, según sus propias palabras, su “bautismo de fuego” a los 21 años de edad, a la salida de este pueblo cubano casi desconocido. La presencia de Churchill en la guerra de Cuba, en territorios del Centro de la Isla, entre noviembre y diciembre de 1895, trajo consigo la escritura desde varios puntos de nuestro país de cinco cartas o artículos suyos para ser publicadas por el periódico británico Daily Graphic. Estos documentos constituyen los primeros escritos publicados de quien fuera luego Premio Nobel de literatura muchos años después. Una de esas cartas al periódico inglés fue escrita y fechada en Arroyo, Blanco el 27 de noviembre de 1895. Y numerosas, y muy valiosas, son las noticias que nos deja sobre nuestro propio país y nuestra propia guerra, en 1895, el sagaz joven político en ciernes.

Celia Sandys, nieta de Churchill, al visitar Arroyo Blanco en febrero de 2015, una vez que hubo de conocer de este trabajo de investigación y de ese libro cubano, expresó sobre el recuerdo que su abuelo pudo haber guardado del poblado cubano el resto de su vida: “lo tuvo siempre en su corazón”.

El caso de la permanencia del joven napolitano Orestes Ferrara y Marino en Arroyo Blanco resulta similar al de Churchill, pero ubicado en la posición inversa: Ferrara llega al poblado no al inicio de la guerra en 1895, sino exactamente a su final, en 1898. Llega, por el contrario, formando parte del Ejército Libertador Cubano, para participar en la acción que arrancaría de manos españolas al viejo y bien fortificado pueblo [2]: la toma de Arroyo Blanco.

Tanto su biografía, Una Mirada sobre Tres siglos, Memorias, como su Capítulo “La Toma de Arroyo Blanco”, de su libro Mis Relaciones con Máximo Gómez, incluyen elementos sobre la presencia de Ferrara en Arroyo Blanco y la importancia de lo acontecido en este poblado para su futura vida pública durante el siglo XX. Especialmente el capítulo mencionado anteriormente, contiene, en sus 15 páginas, un recuento detallado de la que fue quizás la última acción armada de envergadura de nuestra Guerra del 95.   

Se sabe que la presencia de extranjeros en nuestros Ejército Libertador fue cuantiosa, y de enorme trascendencia para cada una de las tres guerras. Incluye una considerable cantidad de generales y de altos oficiales, entre ellos incluso el propio General en Jefe Máximo Gómez. Sin embargo, de todos ellos, de entre los de la Guerra del 95, pocos transitaron luego el siglo XX con la celebridad del italiano y cubano Orestes Ferrara y Marino. Habiendo llegado a Arroyo Blanco como Teniente Coronel, el 26 de julio de 1898, salió de ese poblado seis días después, en virtud del esforzado combate que tuvo lugar en él, llevándose los grados de Coronel y una aureola de prestigio que él mismo se encargaría luego y siempre de recordar y reconocer. Y más curioso aún, dejando hasta hoy su recuerdo entre los pobladores que de generación en generación se trasmiten, entre las memorias de aquel cruento combate de casi nueve horas de cañonazos y gloriosos asaltos a resguardados fuertes y fortines, la osadía del combatiente italiano que subiera al árbol para permitir al artillero la correcta ubicación de los disparos de su cañón sobre uno de los dos fuertes principales.        

Conocida resulta la ubicación de Ferrara dentro de la vida pública y política cubana durante las tres primeras décadas de la joven y tormentosa república mediatizada. Cuestionado su acontecer incluso en muchos de sus actos: como parlamentario, diplomático, ministro. No obstante, en planos más amplios, es incontestable el reconocimiento internacional a su valía intelectual, tanto en círculos europeos como norteamericanos: por su valiosa producción literaria, y por sus aportes extraordinarios como académico, jurista, sobre todo al dominio del derecho internacional público. Sobre Enrique IV, Isabel la Católica, El Papa Borgia, Maquiavelo, José Martí, son algunos de sus libros, biografías en su mayoría, de altísimo vuelo literario y reconocimiento mundial. Encumbrados reconocimientos de universidades de Argentina, República Dominicana; de la Liga de Las Naciones; de Academias de España, Cuba, México, Francia, quedaron en manos de Orestes Ferrara y Marino: el valeroso italiano de la mata que, entre una lluvia de balas españolas, a riesgo de su vida, colimara, el cañón en la batalla por la toma de Arroyo Blanco.

Sobre Winston Churchill, un dato más de su actualidad en el poblado que nos ocupa: el museo de Arroyo Blanco exhibe hoy, entre otros materiales referentes a su permanencia allí, un dibujo que el futuro Primer Ministro inglés realizó, en su sitio, de su total autoría, al entonces poblado de Arroyo Blanco.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Poblado perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus, en el Centro del país.

[2] Arroyo Blanco fue fundado a mediados del siglo XVIII, dos kilómetros al norte de su ubicación actual, por un grupo de propietarios de fincas ganaderas de origen espirituano. Entre los pobladores establecidos en el siglo XX, en momento del desplazamiento de la Parroquia San José de Arroyo Blanco hacia el sitio actual, se encontraba el matrimonio Sánchez Valdivia, padres del mayor General y prócer espirituano Serafín Sánchez Valdivia. José Joaquín Sánchez Marín, el padre de la valerosa familia de varios altos oficiales del Ejército Libertador, además de ganadero, agrimensor, había sido incluso quien trazara las calles del actual poblado. Algo debió quedar del señorío sus casonas, cuando tanto en 1895, como en 1898, a pesar de los destrozos de la guerra –incluida la reconcentración de Weyler– dos jóvenes europeos, de origen aristocrático, Churchill y Ferrara, en sus respectivas memorias, usaran para Arroyo Blanco el apelativo de ciudad.

Lourdes M. Méndez Vargas: Licenciada por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales. Entre 1982 y 1989 trabajó como Funcionaria de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina y de 1989 a 1996 en el Servicio Diplomático. Desde 2012 es Miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba. Es autora del libro Arroyo Blanco, la ruta cubana de Churchill y en proceso de edición se encuentra Arroyo Blanco 1898: el otro final de la guerra. Ha escrito varios artículos y ensayos en publicaciones periódicas sobre temas históricos, mayormente sobre Sudamérica, región donde ejerció sus funciones diplomáticas.

dest La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

Alejandro Hartmann Matos

Septiembre 26, 2020

 

Este personaje llegó a Baracoa cuando esta era la capital del Oro Verde. En esos momentos la Ciudad Primada exportaba entre dos y tres millones de racimos de guineos (banano) por año hacia los Estados Unidos como destino principal. La acompañó su apuesto esposo ruso judío, Alberto Menasse. Arribaron por la bahía en uno de los tantos vapores que cotidianamente entraban desde la capital, Santiago de Cuba, o de Nuevitas o desde otros puertos del país, de Estados Unidos o de las islas cercanas con quienes siempre tuvimos vínculos comerciales. Su nombre era Magdalena Rovenskaya pero llevaba el apellido de su esposo Alberto Menasse. Según me ha contado su hijo adoptivo René Frómeta Jiménez:

Ella nació en la Siberia por casualidad, cuando la madre fue a ver a su padre que estaba destacado allí por el gobierno zarista; vivía en la Avenida Nevski y estudió en el mejor colegio de Petrogrado. Varias institutrices le enseñaron una vasta cultura. Hablaba seis idiomas Su padre fue ajusticiado por la revolución bolchevique. Salió casada con Albert de la Rusia revolucionaria y viajaron por Java, Constantinopla y varios países de Europa. El canto fue su preferencia personal por lo que educó su voz con los mejores profesores de la época. Era soprano-dramático. Ellos vivieron en París cuatro años, desde el 1924 hasta el 1928.  En su exilio actuó en los más importantes teatros de Francia, Italia y España. Ella dio conciertos en el Gran Teatro de la Ópera de París, en la Scala de Milano, Italia y en Las Palmas de Gran Canaria, España. Mima era su nombre artístico, y sus más allegados amigos, vecinos y trabajadores la denominaban así, pero la mayor parte de la población la siguen denominando la Rusa. Para ella, cantar, era una imprescindible expresión del sentimiento.

Aurelio Toirac, conocido como Yeyo nos relató que él siendo un muchacho de 15 años, se deleitaba oírla cantar en la casa de la profesora de música y pianista, Esclarecida Guilarte. Me afirmó que ella y su esposo llegaron en el 1930 a nuestra ciudad.

Ella en sus presunciones siempre comentaba a todos que no sabía exactamente su edad. Era dama de exquisito gusto, de detalles, de buenos modales, de estar siempre a la moda. Se establecieron aquí porque se habían enterado en la capital de un auge económico que tenía Baracoa, pero se encontraron con otra realidad triste: “una tacita rota y tirada en un rincón”, según le expresó al poeta y periodista Félix Contreras. En mis inquietudes de adolescentes ella siempre fue una intriga. Recuerdo que cuando estaba de vacaciones o en cualquier oportunidad que se me daba para estar en mi ciudad, cuando yo convivía con mi abuela materna, mi tía y mi hermana en la Ciudad de las Columnas, trataba de pasar por el Hotel Miramar -así fue el nombre que ella le puso, pero siempre la fuerza de la expresión popular lo ha denominado Hotel de la Rusa-, para ver aquella interesante y legendaria mujer que me cautivaba por las distintas historias que había tejido la población baracoana acerca de ella. En los primeros tiempos de su llegada, la acusaron de espía y, en otra, la relacionaron con la famosa prostituta francesa Rachel, pero después la comunidad se percató que todos aquellos comentarios habían sido fabulaciones.

Ella y su esposo se integraron a la cotidianidad, establecieron pequeños negocios y su esposo Albert se incorporó a una de las cuatro logias de la ciudad, hasta que solicitaron a las autoridades construir su famoso hotel el 7 de junio de 1952. Ella ya se había convertido en un personaje místico que le daba a Baracoa un toque distintivo. Siempre me cautivó su prestancia, su mística figura, la altivez de sus gestos, su dominio de varios idiomas y una sensibilidad especial por el canto, pero lo que más me conmovió de ella fue que Baracoa se convirtió en parte de su corazón y se incorporó a nuestra sociedad hasta que sus alientos se pararon para siempre.

Entregó su hotel al Gobierno Revolucionario y no aceptó nada de dinero. Fidel Castro Ruz, como Primer Ministro se hospedó el 29 de enero de 1960, acompañado de Celia Sánchez Manduley, el Doctor Antonio Núñez Jiménez y otros acompañantes. Nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, estuvo alojado el 12 de junio de 1960. También lo visitaron el entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Raúl Castro Ruz, Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y Ernesto Che Guevara con su esposa Aleida March y otros compañeros. Nos contó René que en una ocasión Raúl y el Che le hicieron una invitación para que fuera a ver el progreso de Rusia y ella les contestó: “les estoy muy agradecida, pero me encuentro muy bien en mi patria chiquita que es Cuba y en mi Baracoa aplatanada”.

Todos conocieron su historia y su identificación plena con la Revolución. Su desinterés y espontánea voluntad de entregar su hotel, parte de su dinero, joyas y otros haberes a la nueva sociedad cubana; de hacer vida activa como miembro de la FMC, los Comités de Defensa de la Revolución y la Cruz Roja. Pienso que Baracoa le cambió su manera de ver la vida de aristócrata rusa a mujer envuelta en el cariño y en esa forma de ser de la gente de nuestro terruño, que lo entrega todo a quienes aman a nuestra tierra, aunque no sea de ellos.

Nos contó René que tanto ella como Albert amaban la naturaleza y sentían una fuerte atracción por los paisajes de Baracoa, por sus ríos y playas:

En las excursiones que hacíamos a los mismos, Mima tenía como hobby recoger caracoles, piedras y arbolitos que por los efectos del agua semejaban animales, peces, los cuales guardaba cuidadosamente. Todavía conservo en mi casa varios de ellos. Ella nunca se bañó porque tenía una piel muy sensible que cuidaba con deleitación. Siempre se protegía con sus sombrillas de nuestro fuerte sol en esos paseos y en los recorridos por la ciudad.

En el cine-teatro Encanto de la localidad había dos lunetas fijas para la familia Menasse. Las dos primeras de la quinta fila. “A veces yo la acompañaba y en otras ocasiones iba Albert, pero nadie las ocupaba, aunque estuviera lleno el cine”.

Magdalena tenía un trago preferido:

Ella tomaba bebida seca: una línea de whisky, otra de menta y le añadía hielo frappé. También degustaba los mejores vinos, que tomaba con diferentes platos. Su comida predilecta era el Galusi o Palomita, como ella le llamaba. Este se confeccionaba de la siguiente manera: se cortaban trocitos de pollo, jamón, bacón, y carne de res. Se cocían en un sofrito de mantequilla con distintas especias como ajo, cebolla, ajíes, etc., y se ligaba con el arroz semihervido. Se hacían bolas y se envolvían en hojas de col. Se acomodaban en un caldero que contenía agua, puré de tomate y especias. Se tapaba hasta que estuviera semiseco. Después se ponía en una bandeja para comer.

Magdalena y Albert no tuvieron hijos por cuestiones de la naturaleza y decidieron adoptar a René, un niño de 9 años hijo de una familia campesina pobre, pero muy respetuoso y trabajador. Vivió 49 años con Mima.

Mima y Albert fueron mis verdaderos padres porque a partir de los 9 años me dieron calor, comprensión, abrigo, cariño, cultura, educación. Me pusieron en el mejor de los colegios y me enseñaron a ser organizado, cumplidor, amar a Cuba y Baracoa. Jamás los podré olvidar. Yo vi morir a Albert en uno de sus viajes a Santiago de Cuba, en 1956. Estuve al lado de Mima en todos los momentos difíciles de su terrible enfermedad hasta su fallecimiento el 5 de septiembre de 1978.

El día siguiente fue su entierro. Recuerdo que las calles por donde pasó el cortejo fúnebre estaban llenas. La banda municipal encabezaba el sepelio, después dos hileras con muchas coronas de los distintos organismos e instituciones, las autoridades, los estudiantes, los obreros, las federadas, o sea, el pueblo dándole el último adiós.

Hay algunos que opinan que Alejo Carpentier la hizo famosa cuando escribió su novela La consagración de la primavera y la aludió en su personaje de Vera. Pienso que su notoriedad ha estado en su embrujada figura que de boca en boca ha trascendido el tiempo y el espacio.

El decimista Óscar Romero Laffita escribió de ella

Mima La Rusa

Con su blonda cabellera

y su vestimenta blanca,

era una sonrisa blanca

vestida de guayabera.

Era Rusa: era extranjera,

como un tinte de manzana.

Era flor de la mañana

un perfumado botón

que amó a la Revolución

como una mujer cubana.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Alejandro Hartmann Matos: Doctor. Historiador de Baracoa y directos del Museo Fuerte Matachín. Vicepresidente de la Red de Oficinas del Conservador e Historiador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Ha dedicado más de 40 años a divulgar, promover e investigar la historia y la cultura de su ciudad natal: Baracoa. Es autor de varios libros, entre ellos Los días de Colón en Baracoa, Los franceses en Baracoa, y Baracoa, la cuna del cacao en Cuba.