Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula

Las mujeres en la gesta de independencia cubana

Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula

Álvaro Verde Tribons

Abril 15, 2021

 

Las experiencias bélicas, con su inhumano espiral de violencia y simultánea desestabilización económica, producen una profunda crisis en la sociedad pero también generan nuevos procesos sociales y políticos, inéditas emergencias de comportamientos en actores hasta el momento invisibles como pueden ser las mujeres. Aunque indudablemente el límite de las consecuencias se vio velado por la pertenencia a la estructura clasista-estamental de la Cuba colonial, las guerras independentistas de la segunda mitad del siglo XIX, de manera general, abrieron ventanas que permitieron la oxigenación ideológica y ciertas libertades para los sectores femeninos implicados en el fragor de la causa redentora. La partida de los hombres al campo de batalla dejó a esposas, madres e hijas en estado de desamparo y de menor control patriarcal, obligándolas a quebrar los roles tradicionales de “pasividad” y dependencia para gestionar, prácticamente por sí mismas, el mandato primero en medio de un contexto de desolación y muerte: sobrevivir.

Los anales de las gloriosas gestas cubanas no son exiguos en registrar el papel de las patriotas en los diversos escenarios de lucha. La libertad como meta convocó a muchas a seguir el sueño nacional. Otras, desprovistas de seguridad, continuaron el camino del estandarte tricolor por los vínculos familiares y evadiendo las típicas prácticas represivas de la soldadesca colonialista (maltrato, violación, cárcel, fusilamiento).

En la manigua, en el exilio, en poblados y en ciudades, previo a los gritos de independencia y durante las contiendas, figuraron mujeres tanto de la élite insular como del pueblo llano, blancas y negras, libres y esclavas. Se les vio de enfermeras, conspiradoras, recaudadoras de fondos, fundadoras de clubes, costureras, mensajeras, benefactoras profusas y soldados del Ejército Libertador.  

Muy tempranamente, en los predios de la Guerra del 95, José Martí exaltaba los sentimientos nacionales evocando en sus loas a las veteranas de la Guerra Grande: Mariana Grajales, María Cabrales y Bernarda del Toro. Resultan familiares a las generaciones contemporáneas los nombres de Ana Betancourt, la mujer de Guáimaro; Candelaria Figueredo, la Abanderada de Bayamo; Isabel Rubio, capitana de Sanidad; Rosa Castellanos, la Bayamesa, antigua esclava, capitana y enfermera insigne en las dos guerras; Mercedes Sirvén, única mujer que llegó al grado de Comandante del Ejército Libertador; y Emilia Casanova, esposa de Cirilo Villaverde, en cuya mansión de Filadelfia se aunaban recursos y municiones para la guerra de Cuba.   

La posterior reconstrucción del pasado libertario por más de un siglo ha proyectado al presente nombres olvidados de heroínas de cuyos quehaceres tendió también la Independencia. El acervo de Candelaria Acosta Fontaigne, Cambula (1851-1935), con apenas 17 años, quedó contenido en la confección de la bandera enarbolada en Yara por Carlos Manuel de Céspedes en 1868 y que hoy se puede apreciar en el Museo de la Ciudad de La Habana.

La Sierra Maestra fue el refugio donde las manzanilleras hermanas Cancino establecieron una escuela para ofrecer instrucción a los niños de la zona, una vez que su padre y hermano mayor cayeran peleando en la Guerra del 68. De las tres, Manuela, la más reconocida por sus dotes de poetisa, cumplió años de prisión durante la última contienda por conspirar contra España y, en 1900, moriría en absoluta pobreza.

En el Combate de Jicarita de 1896, llanuras de Matanzas, María Hidalgo (m. 1956) al ver abatido al portaestandarte, tomó la enseña cubana y no dejó caerla a pesar de estar herida de gravedad, acto de heroísmo que le valió el título de Abanderada de Jicarita.

Al cerrar el ciclo independentista, el costo había sido alto y la República no compensó. La sustitución del viejo orden por otro nuevo, dejó mucho que desear en términos de participación y democracia. Infelizmente, se trató de hacer entrar en cintura a quienes habían roto los límites establecidos. Las mujeres fueron de las primeras en retronar a sus espacios tradicionales mediante nuevos sistemas de adoctrinamiento. Las utopías pendientes volverían a reclamar su denuedo en los escenarios por venir.

 

Notas

Álvaro Verde Tribons: Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Director de la Casa Museo Simón Bolívar, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

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