dest Asentamiento hebreo en La Hab Vieja

Cultura y tradiciones en el asentamiento hebreo de La Habana Vieja; una mirada desde el fondo Abraham Marcus Matterin

Princ Asentamiento hebreo en La Hab Vieja

Adriana Hernández Gómez de Molina

Abril 23, 2021

 

Introducción

Tradicionalmente los judíos, como grupo social y religioso, se han asentado en barrios separados con sus propias normas y costumbres [1] donde transcurre la vida judía separada del resto de la sociedad, debido en primer lugar a la necesidad de cercanía comunitaria para llevar a cabo con éxito su vida cotidiana regida por las prescripciones de la Halajá [2],  pero también al estatus de separación respecto a la sociedad cristiana impuesto por la Iglesia desde 1179 en el III Concilio de Letrán (esto fue fundamentalmente cierto en Europa, donde a partir de los siglos XIV- XV ciertos barrios judíos como el veneciano, comenzaron a denominarse guettos, imponiéndose el principio de separación por sobre el de voluntad propia de agruparse).

Desde finales del siglo XI se tienen noticias de la existencia de espacios urbanístico habitado por judíos en ciudades como Barcelona conocido como el Call [3]; Toledo, donde existe una judería desde el siglo X en el originario barrio de San Martín [4], y un “arrabal de los judíos” en Andalucía;  pero a diferencia de Europa y otros lugares del cercano Oriente y Norte de África, los asentamientos urbanos de judíos en el nuevo mundo se fueron conformando en fechas muy posteriores, sobre todo en el siglo XIX, a medida que las diferentes oleadas de inmigrantes arribaron a ciudades como Buenos Aires o Ciudad México [5], o en fechas tan tardías como las primeras décadas del siglo XX, como en el caso del llamado “barrio judío” de la Habana Vieja.

El “barrio judío” de La Habana

La comunidad hebrea que habría de formarse en Cuba -con mayor grado de concentración en la Habana- data de principios del siglo XX a partir de las diferentes oleadas migratorias, fundamentalmente de judíos sefarditas provenientes imperio Turco Otomano y ashkenazíes de Europa oriental. 

Fue La Habana Vieja la que albergó los inaugurales asentamientos de hebreos -tanto de sefardíes como de ashkenazís-  irónicamente en calles denominadas Inquisidor, Santa Clara, Picota, Egido y Mercaderes, entre otras aledañas al puerto y al ferrocarril, zona urbana que ofrecía posibilidades de alojamiento económico y facilidades para las operaciones comerciales. Fue allí -como en otros asentamientos judíos del nuevo mundo- que los recién llegados establecieron su propio entorno cultural, tratando de reproducir con sus sinagogas, restaurantes, carnicerías, panaderías, colegios y escuelas, los ambientes originales de sus lugares de procedencia.

No obstante existir notables diferencias entre el asentamiento hebreo de La Habana Vieja -más propio de inmigrantes del siglo XX- y un clásico barrio judío medieval (los judíos en La Habana no habitarán en un espacio urbano separado del resto de la sociedad) hay un elemento que iguala todo asentamiento urbano hebreo tanto en el viejo como en el nuevo mundo: la cultura e identidad judía condicionada por la necesidad de cercanía comunitaria para llevar a cabo con éxito la vida cotidiana siguiendo sus propias normas rituales, dietéticas, festividades y tradiciones, y esto se manifiesta en una vida colectiva, resultado del “bagaje étnico y cultural común” [6] que los distingue como pueblo. Y quizás sea este elemento determinante a la hora de referirnos -de manera coloquial y sin reparos- a la compacta trama de seis manzanas enmarcadas por las calles Santa Clara, San Ignacio e Inquisidor [7] como “barrio judío” de La Habana Vieja.

Un periodista cubano de la época se refería al “típico olor a cebollas fritas en aceite, papas y cueros curtidos (…)” [8] en el barrio judío de La Habana Vieja, el mismo que -con sus variaciones- debió existir en un barrio medieval europeo. Tal información reza en un amarillento recorte de prensa aparecido en un legajo del fondo Abraham Marcus Matterin conservado por el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la ciudad.

Un colectivo humano revelado a través de un fondo

El fondo Marcus Matterin (documental y fotográfico), preservado por el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la ciudad [9], constituye un valioso testimonio de la inserción económica, social y cultural de los hebreos a la sociedad cubana y colección de obligada consulta para todo aquel que se interese por la historia de los hebreos en Cuba.

¿Quién fue Abrahm Marcus Matterin y como determinó en el entorno cultural de la comunidad judía?

Abraham Marcus Matterin fue un escritor, periodista, bibliógrafo, y sobre todo un promotor cultural hebreo- cubano que nació en Kaunas, Lituania y vino a Cuba junto a su familia en la masiva oleada migratoria de 1924 [10]. La labor intelectual que desplegó, no solo dentro de la comunidad hebrea, sino también en la sociedad cubana dando a conocer los valores universales de la cultura judía y los aportes de este grupo social al patrimonio nacional, le ha valido el calificativo de “figura de mayor relevancia de la intelectualidad hebreo- cubana” [11] y “el judío más integrado de Cuba” [12].

¿Cómo no habría un intelectual de esta talla interesarse por su propio entorno cultural comunitario (Marcus Matterin era vecino de Curazao No. 16, entre Luz y Acosta en la Habana Vieja)? Adentrándonos en el fondo se puede discernir cómo construyó la colectividad hebrea su propio entorno cultural.

¿Cómo construyó la colectividad judía su propio entorno cultural?

  • Reproduciendo con su red asociativa y comercial sus ambientes originarios.

Aun hoy, permanece la huella de la presencia tanto de “tucos” [13] como de “polacos” [14] en el centro histórico de la ciudad, en los inmuebles de lo que fuera la primera sinagoga sefardita Shevet Ahim (1914), la ortodoxa ashkenazí Adath Israel, o en local desvencijado del antes próspero restaurante Moshé Pipik; en la panadería Flor de Berlín, el Café Lily, o la Carnicería kosher, aun en funciones para la actual comunidad hebrea cubana.

Sin embargo, cuando en su manuscrito inédito Breve Historia de los hebreos en Cuba Matterin habla del aporte económico de los judíos, se nota cierta preferencia a mencionar el de la rama ashkenazí, relegando a un segundo plano el de los hebreos sefarditas. ¿Acaso los hebreos sefarditas no formaron parte de la urdimbre económica del llamado barrio judío? ¿O acaso su énfasis estuvo dado más bien en el elemento religioso? Aunque la calle Muralla era conocida como la calle de los “polacos”, donde según periodista de la época “cuando uno quiere comprar una ganga va a Muralla”, acentuando así la mayoritaria tendencia de este sector a transitar del comercio ambulante al pequeño negocio in situ -sobre todo de confecciones- los sefarditas también prosperaron económicamente, tanto así, que a finales de los años 50 estuvieron en condiciones de erigir un magnífico Templo en 17 y E en el Vedado- el Centro Sefaradí-  testigo del avance económico que alcanzaron.

  • Estableciendo toda una red de asociaciones comunitarias: benéficas, económicas, educativas, deportivas, editoriales, generalmente nucleadas alrededor de la que fuera la decana de las organizaciones hebreas radicadas en Cuba: el Centro Israelita fundado en 1925 en Zulueta No. 37 altos.

Desde el fondo emerge un Álbum Almanaque Conmemorativo del 25 Aniversario  del Centro Israelita que nucleaba asociaciones  como el Comité Antituberculoso y de Protección a los Enfermos Mentales [15], la Asociación de Vendedores Ambulantes, revistas como Oifgang y el Estudiante Hebreo, y hasta un Internado para Mujeres (que mostraba el interés por la moral y las buenas costumbres); clubes deportivos, bibliotecas y salas de conferencias donde se desarrolló en esencia la vida comunitaria habanera  hasta que se inauguró el Patronato de la Casa de la Comunidad Hebrea en 1955. La mayoría de los artículos en yiddish [16] que contiene el álbum, nos habla del arraigo cultural europeo en el núcleo originario de La Habana Vieja.

  • Desarrollando una activa labor editorial

Tanto Curazao No.16 (hogar de Marcus Matterin) como la Sol No. 153 (Editorial del periódico Vida Habanera [17]) se revelan a través del fondo como verdaderos centros de promoción cultural de la colonia hebrea habanera, donde se editaban sus principales publicaciones, algunas de ellas con un alcance más allá de la comunidad.

  • Identificándose con los símbolos patrios cubanos y con la figura de José Martí.

El interés de los hebreos por la figura de José Martí y los símbolos patrios cubanos puede aquilatarse por la cantidad de folletos dedicados al apóstol editados por la Agrupación Cultural Hebreo- Cubana [18] de la cual Matterin fue director y editor; el homenaje que rindió la colonia hebrea al centenario del Apóstol y de la bandera cubana través de actos solemnes en sus principales instituciones, así como la edición del libro Martí y la comprensión humana de Marco Pitchon, prologado por Fernando Ortiz. De este último, el mismo Ortiz dijo: “Las páginas de este libro serán de las mejores en la historia de los judíos cubanos (…) llevará el mensaje de Martí a muchos ámbitos donde éste es desconocido (…) Esto debe llevarnos a los cubanos a reconocer cuan imperdonable es la negligencia al no haber preparado y publicado todavía la oficial, definitiva y anotada edición de las obras completas de José Martí”.

  • La labor de puente cultural de Abraham Marcus Matterin

Imposible resultaría describir –por problemas de espacio- la riquísima vida cultural comunitaria preconizada por Marcus Matterin que vinculó a este grupo social con el contexto cultural cubano; escogeré a manera de ilustración, algunas de las que considero más representativas.

El 29 de enero de 1940 tuvo lugar una velada artístico -cultural conmemorando el natalicio de José Martí. Frente al micrófono se encuentra haciendo uso de la palabra el Dr. Herminio Portell Vilá.  El Dr. Emilio Roig de Leuschsering (el sexto de derecha a izquierda) estuvo a cargo del resumen del acto, a su lado Matterin, quien fue el encargado de la apertura y maestro de ceremonia.

El 21 de agosto de 1940 se produjo otra velada conmemorativa al centenario de Emilio Zolá en el Centro Israelita, organizada por la Unión Juvenil Hebrea de la cual Matterin era presidente. La actividad contó con la presencia del Dr. Emilio Roig de Leuschering y como conferencista el célebre intelectual cubano José Antonio Ramos.

El 5 de abril de 1942 tuvo lugar un homenaje al poeta Pablo Neruda organizado por la Unión Juvenil Hebrea. La foto muestra la presidencia del acto formada -de izquierda a derecha- por el poeta hebreo cubano José Resnik, encargado de la recitación de un poema de Neruda traducido al yiddish, Félix Pita Rodríguez quien estuvo a cargo de la presentación del poeta, Matterin, maestro de ceremonias, Rosita Groseman, recitadora hebreo cubana, Francisco Martínez Allende, dramaturgo español y José Faín, cantor. De pie, leyendo sus últimos poemas pablo Neruda.

En los años 50 la comunidad hebrea homenajeó al Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway. En la foto aparece el escritor junto a Matterin y al Dr. Félix Rayler, quien junto a Marcus ocupará la directiva de la Agrupación Cultural Hebrea Cubana.  

El 25 de mayo de 1955, la Agrupación llevó a cabo un acto cultural en memoria del sabio hebreo Albert Einstein en los salones del Patronato de 13 e I en el Vedado. A la actividad asistieron figuras científicas de renombre relacionadas con la comunidad y con la figura de Einstein como el Dr. Gustavo Pittaluga Fattorini, célebre hematólogo que vivió los últimos años de su vida en Cuba como exiliado antifascista; el Dr. Domingo Gómez de Gimeranez, cardiólogo y matemático cubano admirado por Einstein.

Entre los amigos personales de Marcus se encontraba el entonces historiador de la ciudad Dr. Emilio Roig de Leuchsering, fiel participante de muchas de las actividades organizadas por la comunidad hebrea. De igual forma, varias figuras destacadas de la comunidad -como el mismo Matterin- tenían un sitial de honor en las reuniones de la Oficina del Historiador como nos muestra la fotografía tomada en el palacio de Lombillo en la que aparecen entre otros Matterin, junto a Juan Marinello y Emilio Roig. También a su círculo de amistades pertenecían el poeta Nicolás Guillén, el Dr. Fernando Ortiz, el destacado intelectual y político cubano, Salvador García Agüero [19] y el escritor y crítico español Juan Chabá [20], entre otros.

Una foto de incalculable valor emerge desde Hasefer o El Libro, órgano oficial de la Biblioteca de la Casa de la Comunidad Hebrea con motivo de la visita que hiciera la poetisa chilena Gabriela Mistral para celebrar el centenario del Apóstol. En la misma, aparece el premio Nobel junto a Matterin, conversando en el Ateneo de La Habana [21].

Una comunidad comprometida con su tiempo

La cultura promovida por Matterin desde el seno de la comunidad hebrea fue una cultura militante.

Así lo atestigua la actuación de la juventud hebrea que el 21 de octubre de 1941, cuando en pleno apogeo de la guerra convocó a un mitin antifascista donde participaron además de Matterin (presidente de la Unión Juvenil Hebrea), Aaron Radlow, Secretario General y Abraham Simjovich (Flavio Grobart) junto a destacadas personalidades intelectuales y políticas cubanas [22].

O una foto con fecha del 26 de julio de 1959 con una nota en el reverso escrita por Marcus que reza “Campamento Estado de Israel, bienvenido a tu casa campesino: durante la concentración del 26 de julio de 1959 la Casa de la comunidad hebrea de Cuba recibió y albergó a los campesinos que vinieron a La Habana” [23].

A manera de conclusión

Podemos constatar un núcleo originario de inmigrantes hebreos asentado en La Habana Vieja que reproduce con su red asociativa y comunitaria los elementos básicos de las tradiciones y la cultura judía en determinado espacio urbano, por lo que con ponderación típica de cubanos hablamos de “barrio judío” de La Habana.

Que esta colectividad construyó su propio entorno cultural tratando de reproducir sus ambientes de origen, destacándose por su red asociativa comunitaria y su labor editorial, y de manera muy particular por vincularse activamente a la vida cultural nacional a través de la labor figuras de alto calibre intelectual como Abraham Marcus Matterin.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Adriana Hernández Gómez de Molina. El antisemitismo en Europa. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2016, p. 17.

[2] Ley rabínica que rige la vida comunitaria judía.

[3] La palabra deriva del latín callis, que significa camino, de donde proviene también la palabra calle en castellano.  (Magdalena, J. R “Etimología no semítica del Call” Call 2. Tárrega, 1987, pp. 7- 16, citado por María Josep Estanyol Fuentes Los judíos catalanes. PPU, S.A., Barcelona, 2011, p. 14.

[4] Lugar asignado por los árabes a los judíos tras la conquista de Toledo, entre la puerta del Cambrón y el río Tajo.

[5] El origen de la comunidad judía en Argentina (en oposición al concepto de inmigración esporádica e individual) data -según Judith Laikin Elkin- de 1860, cuando dos matrimonios judíos fueron autorizados por las autoridades civiles argentinas. Posteriormente en 1873 fue fundada la primera organización comunitaria, la Congregación Israelita. En el caso de México, además de los asentamientos individuales en Aguas Calientes, Jalapa, Jalisco o Ciudad México, en 1861 un grupo de aproximadamente cien hombres se organizaron en Ciudad México, para mantener encuentros regulares y recoger fondos con fines religiosos. Ver Judith Laikin Elkin. The Jews of Latin American. The Lynne Rienner Publishers, INC, USA, 2014, pp. 37 y 41.

[6] Judith Bokser L., “El antisemitismo: recurrencias y cambios históricos”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Autónoma de México (UNAM) D. F, mayo- diciembre de 1001, año/vol. XLIV, núm. 182- 183, p. 107.

[7] Maritza Corrales C., “Cuba, paraíso recobrado para los judíos”, ¿De dónde son los cubanos? Graciela Chailloux Lafitta (coordinadora), Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 178.

[8] Recortes del suplemento Pueblo. Juan Sánchez “Los judíos en Cuba”, AHOHC, Fondo Marcus Matterin, Legajo 286, Exp. 14, s.f.

[9] Al fallecer Abraham Marcus Matterin el 2 de mayo de 1983, la Dirección de Vivienda cerró su casa por no tener herederos.  Meses después Adela Dworin, colaboradora y amiga de Marcus, actual presidenta de la Comunidad Hebrea de Cuba contactó con el Dr. Eusebio Leal para garantizar la preservación de los libros, fotografías, recortes de prensa y otros documentos personales de Matterin, surgiendo así el fondo Abraham Marcus Matterin en el Archivo de la Oficina del Historiador.

[10] Las restricciones migratorias norteamericanas de 1921 y 1924 (leyes de cuota) hizo que muchos judíos de Europa oriental (ashkenazíes) decidieran usar a Cuba como vía de tránsito hacia los EE.UU. Según Robert M. Levine, a finales de 1924, un total de 24 mil judíos residía en Cuba, un gran número de los cuales en espera de una visa de entrada a los Estados Unidos. Levine, Robert. M. Tropical Diaspora. The Jewish experience in Cuba. University Press of Florida, 1993, p. 94.

[11] Hernández Pérez, Dariana. “Órbita de Abraham Marcus Matterin” (Tesis de Licenciatura) Facultad de Filosofía, Historia y Sociología, Universidad de La Habana, junio de 2004, p. 11.

[12] Maritza Corrales Capestany. Abraham Marcus Matterin. “El judío más integrado de Cuba” (ponencia). Segundo Coloquio Presencias Europeas en Cuba, Centro para la Interpretación de las relaciones culturales Cuba- Europa: Palacio del Segundo Cabo, mayo 2018.

[13] Como se les llamaba en Cuba a los hebreos sefarditas.

[14] Como se les llamaba en Cuba a los hebreos ashkenazíes.

[15] Fondo Marcus Matterin Fototeca.

[16] Lengua de los judíos ashkenazíes de Europa Oriental que se desarrolló del vernáculo judeo- alemán.

[17] Habaner Lern (1932- 1961) dirigido por S. M. Kaplan y A. L.  Dubelman.

[18] Abraham Marcus Matterin: “Martí y las discriminaciones raciales”; César Tiempo. “Martí el quijote de la manigua”; Abraham Z. Vainstein. “De cara al sol” Fondo Marcus Matterin, legajos 277 y 279.

[19] Salvador García Agüero. Maestro normalista, intelectual y político cubano negro, que militó en las filas del Partido Comunista desde joven.

[20] Juan Chabás. Poeta, novelista y crítico literario español adscrito a la generación del 27, que muere en Cuba en 1954, como exiliado republicano.

[21] “Hasefer” El Libro (1956- 1958) Número extraordinario, No.1, Año 1, agosto de 1958, La Habana, Cuba. Fondo Marcus Matterin.

[22] Dr. Salvador García Agüero (quien hizo el resumen del acto); Sra. Clmentina Serra, del ejecutivo de la Juventud Revolucionaria Cubana; Sr. Vicente Aja, Presidente de las juventudes Evangélicas, y Dr. Luis Álvarez Tabío, entre otros.

[23] Fondo Marcus Matterin Fototeca.

Adriana Hernández Gómez de Molina: Licenciada en Historia en la Universidad de La Habana desde 1987, Máster en Ciencias Históricas y Relaciones Internacionales desde 2011, y actualmente profesora Auxiliar del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana en la asignatura Historia Universal y miembro del claustro de profesores de la Maestría de Historia Contemporánea de la facultad de Historia de la Universidad de La Habana. Su línea de investigación es “Los judíos en Cuba” y cuenta con publicaciones sobre el tema en Cuba y en el extranjero, entre las que se destaca su libro El Antisemitismo en Europa, publicado por la editorial cubana Ciencias Sociales en 2016.

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Abraham Marcus Matterin. “El judío más integrado de Cuba”

Abraham Marcus Matterin...

Maritza Corrales Capestany

Abril 16, 2021

 

Muchos de los que hayan visto fotos antiguas de la Comunidad y revisado El Diario de La Marina, Información, Excelsior, Carteles, El País, Avance o El Mundo, alguna vez se habrán preguntado quién es ese hombre omnipresente, que aparece en todas. En unas con bigote y espejuelos, en otras sin ellos, delgado o pasado de libras, de pelo negro o canoso, según el decursar de los años.

Como un ser humano se define por sus acciones, decidí hablarles sobre este hombre a quien Don Fernando, con sobrada justicia, catalogara como el “judío más integrado de Cuba”.

Matterin nació en la capital lituana en 1916, pero para los cubanos fue uno más de nuestros “polacos”. Llegó a Cuba en 1924 como parte de la gran inmigración judía de Europa del Este desviada hacia la isla por las Leyes de Cuota norteamericanas. Se asentó con sus padres en la calle Curazao, en La Habana Vieja, entrañable entorno que solo abandonó a su muerte en 1983.

El que lo haya seleccionado para esta presentación no fue un hecho aleatorio. Hay dos razones fundamentales.

Primero, porque su trayectoria resume 4 puntos que considero de interés de este grupo migratorio: la decidida vocación progresista que aportaron a nuestra cultura política, las inteligentes estrategias institucionales que desarrollaron en su proceso de inserción, la evolución de la lengua como signo identitario y el surgimiento de una generación-puente con unnuevo constructo cubaneidad-judeidad.

Y segundo, porque a Marcus le debo, y deseo agradecérselo hoy públicamente cuando se cumplen 35 años de su fallecimiento, el haberme convertido en estudiosa de la vida judía en Cuba.

Aporte a nuestra cultura política

Hay tres aspectos que, en parte, explicarían el por qué aquellos pioneros judíos estuvieron representados muy por encima de su peso poblacional en la izquierda cubana:

  • El bagaje socio-político que traían de Europa (militantes del Partido y la Liga Juvenil comunistas, del Bund y Poalei Sion Linke). [1]
  • El estado de frustración y rebeldía nacional que encontraron, producto de nuestra malograda independencia, agravado por la ferocidad de la dictadura machadista.
  • El asombro de que el espacio cubano, discriminatorio sin duda por sus desigualdades económicas y sociales, no los sometiera como grupo étnico-religioso a tipo alguno de exclusión singular.

Estas circunstancias, combinadas con las penurias económicas familiares, forzaron a Marcus a abandonar los estudios para trabajar como preparador de calzado, y resultaron claves para su definición ideológica. Muy joven entra en el Sindicato de Obreros del Calzado y funda, con el destacado dirigente comunista judío Archik Radlow, la Unión Juvenil Hebrea.

Es en esa organización que comienza su amistad con los más renombrados intelectuales del Partido como Juan Marinello, Nicolás Guillén, Salvador García Agüero. Y con otros, fellow travelers o de centro, religiosos o ateos, como Fernando Ortiz, Emilio Roig, Luis Gómez Wangüemert, Lezama Lima, José Luciano Franco, José Antonio Portuondo, Félix Pita, Juan David, Fernando Campoamor. Y esos amigos fueron los conferencistas de las instituciones en que desarrolló su incansable labor de promoción, los que prestaron su pluma y cedieron su tribuna para destacar los aportes de la minoría hebrea a la economía, la sociedad y la cultura cubana.

Estrategia institucional

Marcus comprendió que para accionar fructíferamente con la sociedad cubana debía cultivar —y en eso fue un maestro— un nivel de relaciones interpersonales que le permitieran proyectar positivamente a su comunidad, como también entendió la necesidad estratégica de que esas relaciones se cimentaran dentro de un marco institucional. Por eso crea:

  • En 1940, con Radlow, la Unión Juvenil Hebrea, organización-fachada del grupo comunista, que intentaba recuperar aquel nivel de influencia, detentado en los años veinte y treinta dentro de la clase obrera judía, y que fuera considerablemente mermado por el Pacto Molotov-von Ribbentrop.
  • En 1953, con Félix Reyler, la Agrupación Cultural Hebreo-Cubana. Otra recreación de los movimientos alternativos del Partido -tras el cambio en la correlación de fuerzas tanto en el plano internacional como interno (constitución del Estado de Israel, inicio de la Guerra Fría, golpe de Estado de Batista, viraje de la URSS en su política hacia Israel)- que esta vez imbricaría a los filocomunistas con una parte de la comunidad tradicional, moderadamente progresista y portadora de una nueva identidad social, con el objetivo de privilegiar un judaísmo laico distanciado de actitudes sionistas extremas.

Matterin impulsó y participó en cuanto homenaje se diera a intelectuales que visitaban el país (Neruda, Gabriela Mistral, Castelao) y trabajó con la Hispanocubana de Cultura, el Frente Nacional Antifascista, la Sociedad Colombista Panamericana y muchas otras instituciones nacionales e internacionales resaltando siempre, de modo efectivo, el papel de las organizaciones judías.

Poseía ese instinto que define a los buenos periodistas: el de saber ubicarse en el lugar adecuado en el momento preciso. Fue un inteligente promotor cultural, que alternaba su trabajo cotidiano con aquello que más placer le daba: hablar en público, divulgar la cultura judía y acercarla a los gentiles, ser el puente entre esta minoría de inmigrantes y la sociedad que tan generosamente les acogiera. Bien expresó el otro Fernando, me refiero a Campoamor, en uno de los reconocimientos que en vida le hicieran:

(…) Marcus no ha perdido tiempo sin trabajar por la colonia hebrea; trabajar cada día, como una hormiga, a veces solitario y no siempre comprendido. (…) Este hombre bueno ha hecho como nadie más, tapando generosa y pudorosamente el vacío y el silencio de otros. Ha ganado para la causa de los hebreos cifras humanas que, sin anotarse en libros de contabilidad, dan un balance de respeto a su obra, donde jamás asoma la fatiga.

Prueba de estas palabras son los múltiples cargos que ostentó dentro y fuera de la comunidad judía, los volúmenes dedicados a la Madre hebrea en la literatura y el arte y el número extraordinario de Hasefer, el Libro, los folletos sobre Los hebreos y la Bandera Cubana, Martí y las discriminaciones raciales, el magazine especial de El Mundo Ilustrado, las revistas que fundó (Hebraica, Israelia, Reflejos Israelitas, Comunitarias), las innumerables conferencias impartidas sobre sus temas preferidos: Martí, Einstein, Bergson, la participación de los hebreos en el ajedrez y el cine, los conciertos de música clásica, folklórica y sinagogal, o las distinciones recibidas: Caballero de la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes y la Orden del Centenario de la Bandera Cubana.

Fiel a la ancestral tradición judía por el libro, montó una imprenta en su casa donde publicó la mayor parte de los trabajos que salieron de la comunidad. Entre los más importantes, los del Centenario de José Martí, con los que los hebreos cubanos desarrollaron la más impresionante sucesión de homenajes que minoría alguna en Cuba le haya dedicado al Héroe Nacional.

La lengua, señal identitaria y el nuevo constructo cubaneidad-judeidad

En Cuba los judíos perciben su escisión cultural y lingüística, pero en modo alguno se sienten excluidos por ella.

  • En los inicios escriben en ídish porque es el idioma que portan y la modalidad lingüística que mejor expresa —como referente de identidad y forma de supervivencia cultural— la equidistancia de su cultura y la de la sociedad receptora.
  • Luego una parte de esa generación, llegada muy joven como Marcus, a la que después se suman los nacidos en la isla, contempla la realidad circundante con una porosidad distinta. Abandonan parcialmente el paradigma histórico-cultural de sus padres y reivindican un dualismo que proclama la unión de lo diferente y que gesta —en una reafirmación de cubanía y judeidad— su bifronte identidad, perfilando el rostro de una generación-puente que escribe en español porque comprende que ese común denominador presupone el real diálogo entre las dos culturas.

Estas publicaciones y actos significan no solo una reinterpretación, a la luz de la cosmovisión judía, de contenidos sociales y culturales con metáforas de resistencia ante la dictadura de Batista, sino que devienen estrategia en su búsqueda por encontrar núcleos de pertenencia que les permitan redefinir el nuevo constructo cubaneidad-judeidad. Elaboración participativa y multigrupal de una memoria colectiva que funciona como la socialización de un mito donde la nación es patrimonio de todos y, por tanto, anclaje posible de identidad.

Marcus se propuso sensibilizar a la opinión pública cubana, al tiempo que preservaba la memoria histórica judía. Por ello es, sin duda, el integrante de esa generación-puente que mejor trasciende lo cultural, en su sentido más estrecho, al involucrarse en todas las manifestaciones de la vida comunitaria.

Lo vemos promoviendo actividades de ayuda en la celebración del aniversario del Comité Anti-tuberculoso. Tradicionales como la elección de la Reina Esther en Purim [2]. Sionistas pues —como publicista innato que conocía muy bien el valor de la imagen— sabía la necesidad de hacer comprender a la sociedad cubana la importancia que para el pueblo judío significaba la existencia de un estado, nombrando “Estado de Israel” a la escuela pública No. 13 de La Habana Vieja. Y de divulgación, para resaltar la contribución de la minoría hebrea al mundo y a Cuba, con los homenajes a los médicos, científicos y revolucionarios judíos, en particular aquellos que participaron en nuestras luchas de independencia.

Fiel a la innata rebeldía de su espíritu osado e iconoclasta, publica en una de sus revistas el cuento de Jaime Sarusky Parece que se quieren mucho, que ataca la muy enraizada tradición de la dote entre los judíos. O se erige precursor de un concepto, fácil de comprender y abordar en la actualidad no así en aquellos años, el del ecumenismo, haciendo que la Comunidad donara a la obra, en favor de los pobres, que desarrollaba el Padre Testé y la Iglesia Católica.

Quiero leerles unas palabras suyas que reflejan cuánto llegó Marcus a comprender y querer a este pueblo que él denominaba “pequeño país de grandes hombres”:

Mi judaísmo, que no es religioso sino tradicional, hace que sienta orgullo legítimo por ser judío, por la historia de nuestro pueblo, por la contribución de su ideología a la vida social y ética, por las grandes personalidades de su historia. Pero al mismo tiempo, también siento orgullo por ser cubano, por figuras (…) como José Martí, Maceo, Gómez. Una vez di una conferencia titulada Pequeño país de grandes hombres. Cuba es un país pequeño, sin embargo, sus realizaciones científicas, culturales e históricas están fuera del contexto de los países pequeños.

Cuando el fascismo comenzó a ahogarlo todo en Alemania, Erich María Remarque se fue a vivir a Suiza. Allí lo entrevistaron y la única pregunta que se me quedó grabada fue: “Señor Remarque ¿Se sentía muy solo viviendo tantos años en Alemania?”. La respuesta fue un no inmediato. El periodista le preguntó por qué y Remarque respondió: “Porque yo soy un judío alemán. Y yo soy un judío cubano. ¿Comprende? Es una dualidad que no excluye a uno del otro (…) lo judío y lo cubano se complementan. Esa es mi opinión sincera, sin falso patriotismo, sin chovinismo (…) puedo decir que soy un judío cubano”.

Fue precisamente ese orgullo y la devoción con que hablaba de su pueblo y de mi isla, lo que me atrajo de él cuando lo conocí en la oficina de Wangüemert en los años sesenta.

Pienso que es un lugar común, pero desafortunadamente cierto, eso de que casi nadie es profeta en su tierra. El momento de su muerte no fue debidamente sentido ni recogido por las instituciones de esos dos pueblos por los que tanto trabajó y a los que tanto amó, aunque en otras tierras un gran poeta como José Kozer y algunos periodistas le hicieran justicia recordándolo como el indiscutible “guardián del judaísmo en Cuba”.

Permítanme terminar visualizando a Marcus en su biblioteca, imagen tan familiar para todos los que lo conocimos, y con otra frase del amigo Campoamor: “A esas horas en que se reposa del trabajo, queda una colmena iluminada (…) la biblioteca donde Abraham construye su vigilia, honrando la tradición.”

Allí en su biblioteca, aunque ya no esté, permanece ese cubano-judío (y concédanme la licencia de invertir el término), sefardí y asquenazí como el mismo un día me confesara, que tantos puentes tendió entre nuestras dos culturas.

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

[1] Bund (abreviación de Unión General de Obreros Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), primer partido obrero judío fundado en Vilna, en 1897. Poalei Tzion Linke (Obreros de Sion de Izquierda), escisión del movimiento obrero sionista-socialista establecido en Rusia en 1905, que se acercó a la Internacional Comunista.

[2] Purim, fiesta que conmemora la salvación de los judíos de Persia por la reina Esther.

Maritza Corrales Capestany: Doctora. Graduada de Historia del Arte, Gestión Comercial y Estudios Orientales (Unesco). Ha cursado varios estudios de posgrado en historia económica y social de Cuba. Historiadora de la presencia hebrea en Cuba y colaboradora de instituciones académicas como la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana y la Fundación Fernando Ortiz. Autora de varios libros y ensayos publicados por editoriales cubanas y extranjeras. Fue guionista de La Isla Elegida, primer documental sobre la presencia sefaradí en Cuba.

dest Palma City

Palma City: tierra de asentamiento europeo

Palma City

Niola Fuentes Felicó

Abril 9, 2021

 

Introducción

En la actualidad el tema de las migraciones constituye una problemática mundial, en el cual está inmerso nuestro país. En esta investigación se aborda el tema de las inmigraciones europeas, producidas hacia la comunidad de Palma City, fundamentalmente en las tres primeras décadas del siglo XX.

Un elemento fundamental, relacionado con los inmigrantes asentados en Palma City, lo constituye el puerto de La Guanaja, ubicado en las proximidades de esta comunidad. Este puerto durante la etapa colonial fue el principal de la jurisdicción de Puerto Príncipe. Otro puerto que jugó un papel fundamental fue el puerto de la ciudad de Nuevitas.

Desarrollo

En la comunidad de Palma City es fuerte la presencia alemana porque sus pobladores así lo confirman, debido a las huellas que dejaron en el ambiente sociocultural de la zona. Aún de esta forma se corrobora incluso con algunos: “(…) Mi abuelo no era alemán, era austriaco. ¡Mira esta foto!, fue tirada en Viena, pertenecía a un grupo musical (…)”, planteamientos de este tipo llevan a inferir que Palma City no solo fue una comunidad de alemanes, sino de asentamiento europeo, donde convergen diferentes nacionalidades.

Como antecedente fundamental de la inmigración extranjera en Palma City, se tiene la penetración del capital de los Estados Unidos en nuestro país, representado por la Cuban Land Company, que puso en práctica una intensa campaña propagandística con el objetivo de estimular la emigración primeramente de ciudadanos norteamericanos y después de europeos hacia la isla de Cuba, con el objetivo de fundar una serie de comunidades, similares a las establecidas en la Florida, Texas y California. El logro de este objetivo les permitía un mayor dominio del territorio cubano.

Así la Cuban Land Company penetra en el valle de Cubitas y funda una de las primeras comunidades de norteamericanos en Cuba, Gloria City (1900), fundan además Piloto City, Columbia City, Garden City, Packing House, entre otras, en esta última los agricultores lavaban y envasaban las frutas antes de enviarlas al mercado. Cerca de este territorio, pero perteneciente en la actualidad al municipio Esmeralda fundan también Palma City.

Palma City, según documentos de la época, se constituye alrededor del año 1900, cuando el reverendo H. Ekilmer se centraliza en una finca llamada San José, propiedad de Don Juan Bencomo. Este reverendo viaja a los Estados Unidos para obtener apoyo y queda organizada la San José Fonit Company, firma también encargada de organizar la acción colonizadora. De esta forma el lugar adquiere el nombre Palma City.

Así comienzan a llegar los europeos de diferentes nacionalidades hacia Palma City, descendientes de españoles ya había en la zona desde la etapa colonial. Estos nuevos inmigrantes, primeramente arribaban por el puerto de Nuevitas, luego se trasladaban en goletas y otras embarcaciones al puerto de La Guanaja, muy próximo a la comunidad de Palma City o por el puerto de Viaro, cerca de Gloria City.

Entre los años 1900 y 1901, comienzan a llegar los primeros alemanes a Palma City. “En Palma City vivían decenas de alemanes que se dedicaban a la siembra de naranjas y otros cultivos. Ellos fueron llegando a Cuba en los mismos años que los norteamericanos, pero preferían estar cerca unos de otros y por ese camino hicieron de Palma City un poblado de alemanes (…)” [1]

Según la investigación, en Palma City no solo se asentaron alemanes, sino españoles, austriacos, franceses, checos y yugoslavos, entre otros. En una misma familia se integraron miembros de diferentes nacionalidades europeas.

Entre las familias más significativas de europeos en Palma City, se encuentra la familia de Karl Bischof Machenna, procedente de Salzburgo (Austria). Decide emigrar para evadir el servicio militar, llega a Palma City en compañía de su hermano Zeple. El austriaco, se considera un hombre emprendedor y culto, que hizo suya la comunidad de Palma City, su historia se ha trasmitido en su familia de generación en generación. Sus descendientes conservan los rasgos físicos de su raza, guardan sus objetos y pertenencias como verdaderas reliquias.

Familia de Luis Kemple: de origen alemán, se instala en Palma City en el año 1905. Luis Kemple construyó la casa típica que quedaba en Palma City (destrozada por el huracán Irma), era carpintero, jugador de dominó. Su esposa, Teresa Gemple, hija de Stephen Gemple murió en Palma City de tuberculosis. Años más tarde, Luis Kemple regresó a Alemania, con parte de la familia, antes del año 1956.

Familia Gemple-Eppler: Stephen Gemple, alemán, padre de Alfredo Gemple, tenía una finca de cítrico cercana a la finca de la familia Bischof, en la comunidad aún vive una hija del matrimonio de alemanes Alfredo Gemple y Alina Eppler. La hija, llamada Gertrudis Gemple Eppler tiene 75 años de edad, actualmente vive en Palma City.

Familia Russ: los hermanos alemanes, Juan Russ y Federico Russ llegaron juntos a Palma City.

Familia García González: la francesa Juana González Etcheverry llega a Cuba aproximadamente en el año 1913. Contrae matrimonio con un hombre de origen español, que provenía de Guáimaro, al que le fue quemada su tienda en una de las guerras de independencia. Se asientan en Palma City e instalan la primera tienda existente en el lugar. En el año 1919 Juana queda viuda a los 23 años de edad y regresa a Francia con sus tres hijos. En el año 1924, vuelve a Palma City para vender sus propiedades; ante la situación internacional decide quedarse en Cuba y pide a su hermana María González Etcheverry que traiga sus tres hijos de regreso a Palma City.

Epifanía: primera iglesia de Palma City

La primera iglesia de Palma City se construyó en el año 1907, su primer nombre fue Epifanía, los pobladores le llamaron en aquel entonces “El milagro de los tres reyes magos”, debido a que fue construida por tres alemanes. Su primer sacerdote fue Monseñor Hilderbrad, de origen alemán, vivía en la planta alta de la iglesia, también brindaba servicios en la iglesia católica de Gloria City.

Actividades económicas y sociales

Entre las actividades que realizaron los inmigrantes europeos en Palma City constan el desmonte de enormes extensiones de tierra para convertirlas en campos de cultivos, dedicados a la siembra de cítricos, fundamentalmente la naranja. Esta actividad se considera el renglón económico más importante y la principal fuente de ingreso para los pobladores. Se realizaban otras actividades complementarias como el cultivo del cocotero, del plátano y la explotación de maderas preciosas. Esta última ya se practicaba desde el año 1900; el alemán Leo Lust era el dueño de la primera sierra de Palma City, procesaba en el aserrío los bolos extraídos de los desmontes de la zona, era un hombre emprendedor.

Realizaban fiestas con amigos, se visitaban, celebraban fechas significativas como cumpleaños, Navidad, fin e inicio de un nuevo año, participaban en las actividades de la Iglesia Católica, hacían fiestas. Festejaban en las playas; algunas familias poseían embarcaciones, iban a visitar amistades a otras colonias existentes, incluso llegaban hasta Nuevitas por toda la costa. También visitaban Gloria City (mayormente vivían norteamericanos). La dueña del hotel de esta colonia era austriaca.

En 1938, el escritor norteamericano Ernest Hemingway emprende un viaje por carretera a Camagüey, con el ánimo de visitar Gloria City, comunidad de norteamericanos y europeos que había sido fundada a principios de siglo en el norte de la llanura camagüeyana. [2]

Las construcciones típicas se muestran en sus viviendas de madera, de puntal alto en su generalidad, pudiendo ser de uno o dos niveles, cubiertas de guano (las primeras que surgen) y zinc, pisos de madera encerada. La cimentación de pilotes de madera que llegaban hasta el estrato resistente y como ejemplo significativo la vivienda que resiste el paso del ciclón del 32.

Existieron eventos dolorosos que marcaron las vidas de los inmigrantes de Palma City. La llegada fue un evento doloroso para ellos y para las familias que trajeron consigo, pues al entrar en la zona descubren que no había tal ciudad, solo bosques profundos y un suelo muy rojo esperando para ser utilizado, sufren una gran decepción y se dan cuenta de la gran estafa de la Cuban Land Company.

El ciclón del 32 provocó grandes daños en los cultivos de la zona, se destrozaron las plantaciones de cocoteros, los platanales y los grandes campos de cítricos. Las casas de viviendas fueron arrasadas en su totalidad, dejando en la ruina a estos pobladores.

La Segunda Guerra Mundial. Ante este suceso, los inmigrantes alemanes de Palma City fueron acusados de espías, la mayoría fueron llevados presos; cuentan los descendientes que incluso algunos niños se quedaron solos en las casas ante las ausencias de sus padres. “En Palma City y Columbia City las casas quedaban solitarias y se derruían con el viento y la lluvia […] en poco tiempo las casas estaban ruinosas, los acusaban de dar suministro a los submarinos. Deben haber sentido miedo, sobre todo los niños, con los guardias amenazándolos. A los de Palma City no era para que lo estuvieran persiguiendo como bandoleros; el ejército los velaba de día y de noche.”[3] Estas palabras coinciden con los planteamientos que  cuentan algunos descendientes sobre las peripecias que pasaron sus antecesores.

El huracán Irma, acontecido en septiembre del 2017, azotó el norte de la isla de Cuba, destrozó la casa típica de los alemanes que quedaba en la comunidad de Palma City.

Los aportes de los inmigrantes europeos que se asentaron en esta comunidad reflejan el rico legado que dejaron a sus descendientes, expresado en sus tradiciones sociales que se mezclaron con las del cubano y con las de otros inmigrantes que vivieron en la zona. Trajeron consigo semillas para plantar en la tierra y las adaptaron al suelo rojo de Palma City, también utilizaron cultivos que ya existían en el país. Sus casas típicas constituyen un atractivo de la arquitectura, construidas con maderas preciosas de Palma City y reflejan el desarrollo cultural de sus países de orígenes, transculturados al nuestro. Aportaron sus tradiciones y costumbres dejadas como leyendas, al igual que sus apellidos, que prevalecen de generación en generación.

Conclusiones

Palma City no solo fue una comunidad de asentamiento alemán, sino de asentamiento europeo, con un protagonismo fuerte de la presencia alemana, cuyos elementos perduran por la mezcla de los descendientes con personas de otros orígenes. Para estos inmigrantes, no siempre la vida fue gloria, desde los primeros momentos de su llegada tuvieron que trabajar muy fuerte para sobrevivir en el suelo rojo, algunos triunfaron como los Bischof, otros regresaron a su país de origen en la medida que el tiempo se lo permitió. Los inmigrantes alemanes se ganaron un protagonismo en la comunidad, fueron personas muy emprendedoras e inteligentes, por eso sus huellas no han sido borradas de la comunidad de Palma City.

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Enrique Cirules: Conversación con el último norteamericano, Ed. José Martí, La Habana, 2012, p. 22.

[2] Enrique Cirules: ob.cit., p. 247.

[3] Ibídem, p. 24.

Niola Fuentes Felicó: Máster en Ciencias de la Educación Superior. Actualmente realiza estudios Doctorales. Museóloga especialista del Museo Municipal de Esmeralda, Camagüey. Profesora Asistente de la sede universitaria  municipal. Posee 25 años de experiencia en la actividad educacional y 10 vinculados al trabajo museal.

dest Los cuentos de mentiras

Los cuentos de mentiras: la herencia cubana del español Conde de Castañeda, y del alemán, Barón de Münchhausen

Los cuentos de mentiras

Pedro Adolfo Machado Aguiar

Abril 2, 2021

 

En Cuba existe una narración oral muy especial, los cuentos de mentiras. Sus cultores conviven entre la gente, fundamentalmente en las zonas rurales, porque sus principales creadores son los campesinos, aunque se pueden encontrar en el entorno citadino, debido a la enorme movilidad sociocultural que ha tenido dicha tradición. Este fenómeno, que es en esencia una tradición narrativa oral, posee como característica fundamental que su denominación popular (de mentiras o de mentirosos) no tiene nada que ver con la condición ética ni moral de las personas, o sea que son cuentos.

Ejemplos de su presencia en la literatura oral llevada a escritura son las obras de Samuel Feijoo (con su personaje Comandante Padilla) y de Onelio Jorge Cardoso (con su famoso Juan Candela). Mientras que, en la literatura de investigación, la obra de María del Carmen Victori Ramos: Cuba: expresión literaria oral y actualidad [1], surgido de la elaboración del Atlas Etnográfico de Cuba, recoge este arquetipo de cuento, aunque no lo agrupa en lo particular con el nombre “de mentirosos”. Precisamente una entrevista realizada a la mencionada investigadora orientó el camino para su examen:

(…) esos cuentos no son evidentemente de antecedentes africanos. Nosotros tenemos el antecedente chino y otros más, pero son en pequeñas muestras, en limitadas zonas y actividades (…) pero estos cuentos son de antecedentes hispánicos, pero esos antecedentes hispánicos no son exactamente cuentos hispánicos, su arquetipo, su estructura son de cuentos europeos y la estructura que se ha rastreado es el Barón de la Castaña, o sea, hasta el Barón de Münchhausen …[El barón de la Castaña] es en realidad una refundición española popular tradicional del barón alemán. Es también la aceptación de un hecho tradicional recogido por alguien (…) [2]

Así que uno de los textos raíz de esta tradición se halla en el universalmente famoso Las aventuras del Barón de Münchhausen, que recoge las historias extraordinarias del noble alemán y que fueron recopiladas por Gottfried August Burger [3].

Pero también aparece mencionado en el análisis de la investigadora el Barón de la Castaña, el cual en el libro de Maxime Chevalier, Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX) se le menciona con el nombre de Don Manrique, que es un miembro de la familia aristocrática Manrique de Lara, que ostentaba entre otros títulos el de Conde de Castañeda. Este personaje, como lo refiere Chevalier, fue un famosísimo “mentiroso” del Siglo de Oro español (1492-1681), cuyas hazañas cuenteras –por comparación cronológica– son más antiguas que las del Barón de Münchhausen, pero se encuentra menos visibilizado que este último.

Una de las mentiras de Don Manrique la reproduce Maxime Chevalier en su obra, que la toma de Crónica burlesca de Francesillo de Zúñiga:

El rey se partió deste lugar para un lugar llamado Ampudia, y allí vino a él Don Pedro Manrique, marqués de Aguilar, y le dijo: “Tengo un monte en Aguilar adonde Vuestra Alteza matará muchos puercos”. El rey le demandó cuenta del monte, y el Marqués le dijo: “Señor, yo maté el otro día un puerco muy grande y hállele entre las espaldas una encina de dos brazadas”. El rey se maravilló desto que el Marqués dijo, y dijole: “Marqués, mentira parece esa, ¿cómo pudo ser?”. Y él, medio riendo, dijo: «Señor, habrá tres años que andando a monte un mi criado le dio una lanzada, y era tiempo de bellotas, y el puerco se revolvió en el suelo y metiósele una bellota por la herida, y con el tiempo que cogió y con el calor que él tenía se le crió esta encina” [4].  

Es importante resaltar, como reprodujo Chevalier de las fuentes consultadas, que el favorito contexto para las mentiras de los caballeros españoles era el de la caza en el monte. Por eso refiere que la fama de mentirosos que gozaban los cazadores era proverbial y firmemente establecida en el Siglo de Oro. En el cual “suelen alargarse, y en materia de caza mentir a porfía unos con otros” [5].

En otro pasaje sobre este caballero se cuenta que: “Estando un día debatiendo con un cazador suyo en presencia de muchos señores, dijo el Marqués al criado: “¡Oh, como mientes fulano!”. Respondió él: “Señor, si yo miento, vuestra merced me las gana arrimadas a la pared” [6].

El arribo a Cuba de esta creación cultural desde España es insondable para los estudiosos cubanos; no obstante, en el libro Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, del autor de este trabajo, se ofrece como posibilidad de sus primeras apariciones, propiamente cubanas, el contexto de las guerras de independencia del siglo XIX. Lo cual está asociado, por lógica histórica, con el complejo proceso de formación de la nacionalidad cubana.

De ese tiempo son los cuentos “Clemente y su Cao Pepe” y “Timbolo, el muerto que hablaba” [7]; los cuales junto con otros perdidos en el tiempo por su atributo oral, debieron de servir de medio de entretenimiento o pasatiempo divertido para los insurrectos mambises.

En dicho libro Yo se lo creo, además de una agrupación se hace una amplia caracterización de los cuentos de mentiras: primero, que en el espectáculo de narración oral se dan expresiones de toda clase: asombro, admiración, malestar, réplica y contrarréplica donde la frase “Yo se lo creo” permite sentar las bases de respeto entre los cuenteros, para continuar en la porfía por decir la mayor mentira; pero en un mayor por ciento los cuentos son una gran diversión, que los hacen aceptables, sin reparo, en todo tipo de reunión social del cubano., etc. Segundo, que la mentira en esta tradición no está en nada relacionada con la ética ni la conducta moral en la sociedad, sino con la “fabulación de la cotidianidad dentro de patrones literarios orales”; o sea, que no se busca conscientemente con este tipo de mentira una ventaja económica, sino más bien, un reconocimiento público de índole espiritual y al parecer inconsciente e intrascendente; pero que verdaderamente sus resultados son de mayor resonancia, porque son mentiras que portan una esencia estética. Tercero, que los velorios de muertos son las imágenes más folclóricas de las reuniones sociales de los cubanos donde se narran estos cuentos de mentiras. En un velorio donde esté presente un cuentero mentiroso, rompe todos los cánones de la sobriedad social hacia un acontecimiento tan serio e impactante como es el de la muerte. Muchas veces, a los grupos que se forman para escucharlos, les tiene que salir al paso alguna persona presente en el lugar o se tienen que autodisolver por las escandalosas carcajadas que llaman su atención. Porque el disfrute de los mismos se manifiesta fundamentalmente con la risa, el humor, por eso se debe definir como cuentos humorísticos.

Lo más genuino de su presencia en Cuba es la circulación de los cuentos, porque en ellos encontramos la forma y el contenido del cuento de mentira español. Por ejemplo, en el libro Yo se lo creo aparece recogido un cuento que transmite con enorme fidelidad el arquetipo del cuento del Conde de Castañeda sobre el puerco con la encina en el lomo, suceso asombroso teniendo en consideración el paso de cinco siglos entre uno y otro cuento:

Estando yo en Saratoga conocí un hombre llamado Gerardo que me hizo un cuento. Él tenía una yegua flaca muy lastimada del lomo, y le tiró ceniza, porque decían que la ceniza sana, pero con la ceniza iban semillas de calabaza y él no se dio cuenta. La yegua siguió flaca y la soltó para el potrero para que se muriera, porque aquello no tenía vida. Pero…al cabo de unos cuantos meses se fija para el monte y ve una mata de calabaza muy frondosa y parida. ¡Y que esa mata caminaba! Cuando se acerca ve con asombro que era la yegua la que llevaba la mata de calabaza, pues se había mejorado; le había nacido en la matadura la planta y en esos momentos la arrastraba cargada de calabazas.[8]

Igualmente se aprecia en Cuba la ascendencia española de esa tradición oral en la forma como sociabilizan los cuentos los cuenteros entre ellos. Por ejemplo, en su libro Chevalier relata las apreciaciones que hicieron los contemporáneos del Siglo de Oro, como la del oidor (juez de la Real Audiencia) Eugenio Salazar, quien resaltó la controversia que entonces se daban entre los cuenteros como, por ejemplo, la que se dio sobre la porfía del tamaño de un rábano:

El otro compañero pareciéndole quedaba corto si no ponía algún servicio en esta mesa que sobrepujase al tamaño de estos rábanos, dijo: “Pues, ¿de estos rábanos se maravilla V. m (Vuestra merced).?  Por cierto que yo he visto repollos en el reino de Murcia, que apenas se pueden llevar media docena de una carretada. [9]

Y exponía Chevalier con respecto a la investigación del tema:

No he conseguido dar con un texto que documente tal costumbre en forma indiscutible. Pero no sorprendería que la contienda de mentira fuera pasatiempo de los caballeros españoles del Siglo de Oro, puesto que florecía en la corte de Francia durante el reinado de Luis XIII, y sabemos que el propio mariscal de Bassompierre no se desdeñaba en participar en tales justas. [10]

De ahí la frase “Yo se lo creo”, que da título al libro sobre los cuentos de mentirosos, porque es la que realmente usan los cuenteros cubanos para poner la de ellos en la fiesta del cuento. O sea, que no se usa una frase ofensiva, sino que se le da el crédito de la “verdad” a la narración, para después contar otro de superior fabulación, creatividad, imaginación, o sea, de una mayor mentira.

Manifestaciones de admiración por dicha tradición oral

Ha sido tal la admiración a esta forma de expresión del ser humano que, en Rusia, lugar donde el famoso barón alemán estuvo de servicio militar un tiempo y donde se le ha considerado prácticamente como “mentiroso oficial”, hay un club de Nietos de Münchhausen en Kaliningrado (antigua Königsberg). Los cuales, siguiendo la tradición mentirosa, el club ha acumulado cierto número de “pruebas históricas” de la presencia del barón en Königsberg. Por ejemplo, cuentan con un antiguo tálero (moneda) de plata “devuelto” a Kaliningrado por el alcalde de Bodenwerder (lugar de nacimiento del barón en Alemania), como deuda por una jarra de cerveza bebida por Münchhausen, la Orden de Santa Ana concedida por Pablo I de Rusia al barón por su “intachable servicio” y el esqueleto de una ballena en cuya tripa el barón estuvo atrapado una temporada. Incluso el 18 de junio de 2005 se inauguró un monumento al barón, que fue regalado a Kaliningrado por Bodenwerder, y que representa a Münchhausen montando sobre la bala de cañón. También existe un monumento dedicado al barón en la ciudad donde nació.

Pero los cubanos no se han quedado atrás, porque además de su actualidad en la espiritualidad de la gente, fundaron en horas de la noche del 30 de octubre de 1938, en La Habana, en el barrio de Puentes Grandes, casa no.51, un Club de los Mentirosos, como así lo certifica el Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba, y que no conserva lamentablemente información alguna sobre la cuentería, aunque sí el Reglamento, el acta de constitución con los nombres de sus integrantes, la elección de una nueva directiva en 1940 y su anulación en 1953. [11]

Como toda asociación de recreo y sport de su tiempo tuvo también el propósito de auxilio y apoyo mutuo. Pero lo que más llama la atención, en vista de que era una organización de mentirosos, que dentro de los deberes de los asociados aparecía: “no decir mentiras que perjudiquen al Estado, Provincia o Municipio, Entidad o Persona, pues en tal caso no será defendido por este Club y será dado de baja”. O sea, que confirma lo dicho en el libro Yo se lo creo, sobre el cuidado ético del contenido del cuento y su basamento en cuestiones de imaginación exclusivamente.

En esencia, el Club de los mentirosos, fundada por creadores de esa variedad literaria, es una sociedad que emula culturalmente con la rusa Nietos de Münchhausen, a pesar de que dicha asociación fuera de corta existencia, ya que el 2 de enero de 1953 le fue cancelada su inscripción en el Negociado de Asociaciones.

Pero, se recalca, en el orden cultural ese limitado espacio de tiempo e información del club no le resta merito valorativo en su estudio; ya que se puede calificar la fundación del Club de los mentirosos en La Habana, como un hecho raro y valioso. Es la expresión concreta de la masividad y movilidad que había alcanzado en Cuba esta manifestación cultural, porque los cuentos tienen orígenes campesinos pero su único símbolo asociativo  aparece en  la ciudad, en la capital de la república específicamente; por diferencias entre la ciudad y el campo harto conocidas, que no son necesarias abordar; así como que es también una evidencia histórica del porqué todavía existen personas en este país que cultivan los cuentos de mentiras; y que sean a su vez continuadores inconscientes de una tradición europea y verdaderos herederos del español, Conde de Castañeda, y del alemán Barón de Münchhausen.

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

[1] Antigua investigadora del Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello.

[2] María del Carmen Victori Ramos, en Pedro Adolfo Machado Aguiar: Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, Ediciones Matanzas, 2007, en nota, p.15.

[3] Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen (Bodenwerder, 11 de mayo de 1720 – íd., 22 de febrero de 1797) fue un barón alemán que en su juventud sirvió de paje a Antonio Ulrico II, duque de Brunswick-Luneburgo, y más tarde se alistó al ejército ruso. Sirvió en él hasta 1750, tomando parte en dos campañas militares contra los turcos. Al volver a casa, Münchhausen supuestamente narró varias historias increíbles sobre sus aventuras. Las historias sobre Münchhausen fueron recopiladas y publicadas por primera vez por un autor anónimo en 1781, la cual fue versionada al inglés en 1785 por Rudolf Erich Raspe, bajo el título: Narración de los Maravillosos Viajes y Campañas del Barón Münchhausen en Rusia (Baron Münchhausen’s Narrative of his Marvellous Travels and Campaigns in Russia), también llamada Las sorprendentes aventuras del Barón Münchhausen (The Surprising Adventures of Baron Münchhausen). En 1786 Gottfried August Bürger tradujo las historias de Raspe de vuelta al alemán y las amplió con nuevas aportaciones del folclore popular. Las publicó bajo el título Viajes maravillosos por mar y tierra: Campañas y aventuras cómicas del barón de Münchhausen (Wunderbare Reisen zu Wasser und zu Lande: Feldzüge und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchhausen). Esta versión, de un tono profundamente satírico, es la más conocida por los lectores alemanes en la actualidad.

[4] Maxime Chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), P.68.

[5] Ídem.

[6] Luis de Pinedo: Libro de Chistes, p.112, en Maxime Chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), P.68.

[7] El cuento del Cao se encuentra en Cuba: expresión literaria oral y actualidad, p.17, de María del Carmen Victori Ramos; mientras que el de Timbolo es un trabajo del periodista Argelio Santiesteban publicado en Juventud Rebelde, el 11 de diciembre de 2005.

[8] Pedro Adolfo Machado Aguiar: Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, p.70.

[9] Maxime chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), p.71.

[10] Ídem. François de Bassompierre. Cortesano francés que firmó el Tratado de Madrid del 26 de abril de 1621.

[11] Archivo Nacional de Cuba. Registro de Asociaciones, Legajo 274, no.7615 (19381953)

Pedro Adolfo Machado Aguiar: Licenciado en Educación, especialidad Biología (1984) e Historia (2006). Investigador Agregado. Labora en el Instituto de Historia de Cuba con el grado científico de Master en Estudios Regionales y Locales. Posee experiencia laboral como Promotor cultural en la Casa de Cultura de Santa Cruz del Norte, provincia Mayabeque (1997-2003) y como Museólogo en el Museo Provincial Palacio de Junco de Matanzas (2004-2008). Ha sido ponente en talleres municipales, nacionales e internacionales de cultura, museología, historia regional y local y movimiento obrero y campesino, muchos de los cuales se han publicados y premiados. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y de la Sociedad Cultural José Martí (Filial Deportiva Beisbol de Siempre).

dest Bahía de La Habana

El legado docente de Valentín Sanz Carta en Cuba

1 Bahía de La Habana

Jesús Guanche Pérez

Marzo 26, 2021

 

Junto con una amplia obra pictórica, Valentín Sanz Carta (1849-1898) permanece durante 12 años al frente de la cátedra de Paisaje y Perspectiva de San Alejandro e imparte clases a varias decenas de alumnos, algunos de los cuales continúan cultivando el paisaje y el retrato como género pictórico en su posterior actividad profesional. Muchos obtienen importantes premios nacionales e internacionales; e incluso, también se dedican a la enseñanza de las artes plásticas en el país. El legado de este artista, nacido en Canarias y arraigado en Cuba, no podemos circunscribirlo a los resultados de su propia obra pictórica, que ha padecido el olvido de muchos críticos e historiadores del arte y ha sido merecedor del justo reconocimiento de otros, sino a la posibilidad multiplicadora que posee la actividad pedagógica bien orientada.

Desde su entrada en San Alejandro en 1886, logra cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje -limitado hasta entonces al contexto tradicional del aula-, pese a la abierta resistencia del entonces director de la Academia Miguel Melero. Emplea sus propias obras como base material de estudio en las copias de cuadros mediante diversas técnicas (al lápiz, al carbón, a la sepia, al creyón, a la acuarela o al óleo), y propicia, y en ocasiones costea, múltiples excursiones a diferentes lugares de interés en La Habana, como el Jardín Botánico y las márgenes (entonces limpias) del río Almendares.

De este modo obtiene éxitos crecientes -corroborados por la crítica de arte en su época- gracias a la motivación participativa de sus alumnos, a la vez que logra en la enseñanza del paisaje un proceso de observación y ejecución in situ, que inicialmente ha complementado con el entrenamiento de las diversas técnicas del dibujo y la pintura.

Entre sus principales discípulos figuran Ángel Porro Primelles (1864-1918) quien nace en la ciudad de Camagüey, entonces Puerto Príncipe; ingresa en San Alejandro a los 19 años y asiste a las clases de paisaje de Sanz, donde logra una verdadera identificación vocacional. Es acogido favorablemente por la crítica habanera, y en un artículo de La Habana Elegante (julio de 1888) Enrique Hernández Miyares señala que:

Este distinguido alumno del Sr. Sanz, presenta tres lienzos: dos composiciones del natural y una marina, copia de un cuadro original de su maestro; que constituyen tres notables obras de arte. ¡Qué vigorosa entonación, qué dulzura en el color y qué pastosidad! ¡Cuánta poesía! El señor Porro imprime a sus obras el sentimiento de su imaginación de artista y de poeta, porque para ser buen paisajista y apreciar las bellezas de la naturaleza, es necesario sentir toda la poesía […] en sus sublimes creaciones. Persevere sin desfallecer el joven Porro en la luminosa senda del arte y no dudamos que ni la fortuna le negará sus dones, ni sus lauros la gloria [1].

Otra de sus discípulas es Concepción Mercier García (1866-1934) también oriunda de Camagüey. Estudia en San Alejandro desde 1886 -recién creada la cátedra de Paisaje y Perspectiva- hasta 1889; bajo la guía del propio Sanz Carta y de Miguel Melero. Tras concluir sus estudios se dedica por entero a la pintura con significativos resultados nacionales e internacionales. Durante el concurso convocado con motivo de las actividades por el IV Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América en octubre de 1892, participa y obtiene una Mención Honorífica. También envía una obra a la Exposición de Chicago en 1893. En 1899 gana medalla de oro en la Exposición de Pintura de Santa Clara y participa mediante selección en la Exposición Universal de París en 1900. En ese mismo año, una breve reseña crítica de otra pintora señala: “Por las virtudes que adornan su alma de artista, por el amor a su arte, al cual ha consagrado toda su existencia, ha conquistado Conchita el cariño y estimación de todas las personas que la conocen y saben apreciar sus méritos” [2].

Se destaca también Aurelio Melero y Fernández de Castro (1870-1929), nacido en La Habana, matricula en San Alejandro con solo ocho años (1878) debido al ambiente familiar, pues su propio padre es el director de la Escuela. En el curso 1886-1887 se inicia en la asignatura de Paisaje y obtiene sobresaliente. Desde entonces hasta el curso 1898-1899 (10 cursos ininterrumpidos) es premiado con matrícula de honor y obtiene calificaciones muy satisfactorias en diversas asignaturas vinculadas con el paisaje y la escultura [3]. En septiembre de 1893 la revista habanera El Fígaro le dedica su portada, que reproduce un retrato del joven artista dibujado por Manuel del Barrio, junto a una crítica acerca de sus más recientes trabajos. En 1900 envía a la Exposición Universal de París un Retrato ecuestre de Antonio Maceo y realiza sus primeras colaboraciones como ilustrador de El Fígaro.

Otro joven talento es Manuel D. Lluch Beato (1865-1912), nacido en La Habana, culmina sus estudios de Bachiller en Artes en el Colegio de Belén y en 1880 es enviado a New York a estudiar inglés. Al año siguiente viaja a Madrid para iniciar la carrera de Ingeniería Naval, pero la interrumpe para dedicarse al aprendizaje del dibujo y la pintura. Matricula en San Alejandro en el curso 1886-1887; obtiene sobresaliente en Figura y es matrícula de honor en el curso 1888-1889. Pasa a ser alumno de Sanz durante los cursos 1891-1892 y 1892-1893, en los que alcanza sobresaliente y matrícula de honor por sus paisajes al lápiz, al carbón y por los estudios al óleo del natural, respectivamente [4].

En 1893 el propio Sanz Carta recomienda su nombramiento como Profesor Auxiliar de San Alejandro, y señala: “En algunas ocasiones he tenido oportunidad de apreciar sus dotes para la enseñanza, pues oficiosamente me ha auxiliado en la mía a causa muchas veces del número de alumnos, y en otras de ausencia por causas ajenas a mi voluntad. Estimo que es recomendable en beneficio de la enseñanza, su pretensión” [5].

Otro caso es el de Adriana Billini Gautreau (1865-1946), nacida en Santo Domingo, República Dominicana, muy joven viene a Cuba e ingresa en San Alejandro con 17 años. Sistemáticamente se mantiene como alumna durante 11 cursos consecutivos entre 1882-1894. Una de las acuarelas que expone como alumna en 1886 es elogiada por el periodista Ramón I. Arnao en las páginas de La Habana Elegante. Durante los años académicos 1892-1893 y 1893-1894 es discípula de Sanz Carta, y obtiene sobresaliente en estudios al óleo del natural en las clases de Paisaje. Posteriormente se dedica a la docencia y a la interpretación pictórica de temas cubanos, en los que logra varios reconocimientos internacionales. A principios de 1900 coordina varios números de la conocida revista Cuba y América dedicados a la pintura en Cuba. Junto con otros colaboradores caracteriza la obra de sus contemporáneos y valora altamente los “sabios y bondadosos consejos” de los maestros Valentín Sanz y Antonio Herrera para su generación.

Su discípulo Eduardo Morales Morales (1868-1938), nacido en La Habana, se inicia en San Alejandro a los 21 años durante el curso 1889-1890. En las clases de pintura obtiene sobresaliente en Naturaleza Muerta y Copias de Cuadros; por lo que se le confiere matrícula de honor. Al curso siguiente Sanz le imparte las asignaturas de estudios al Lápiz y al Carbón y Dibujo del Antiguo Griego [6]. Participa como expositor en 1917 en el II Salón de Bellas Artes de La Habana; se dedica también al tema del paisaje, entre cuyas obras se conocen Valle de Yumurí, Carretas y Zanja Real de Palatino.

Otra de las jóvenes es Rosa San Pedro Humares (1868-1897) nacida en La Habana, matricula en San Alejandro a los 14 años y se mantiene ininterrumpidamente desde el curso 1882-1883 hasta el de 1890-1891. Es de las primeras alumnas sobresalientes de Sanz Carta desde que este ocupa la cátedra de Paisaje en 1886 y logra en cuatro ocasiones la matrícula de honor [7]. Por los resultados obtenidos en sus estudios el propio Sanz la denomina mi gloria. Junto con otros contemporáneos, envía una Marina a la Exposición de Chicago de 1893, que más tarde reproduce la revista Cuba y América. Con motivo de la Exposición auspiciada por la sociedad gallega Aires d´a miña terra por el IV Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América obtiene un premio de pintura.

Se destaca además Manuel del Barrio Llorens (1873-1944), quien nace también en La Habana; en 1887 matricula Filosofía y Letras en la Universidad, pero al año siguiente se traslada para la especialidad de Derecho, carrera que comparte con sus estudios de pintura en San Alejandro. Recibe clases de paisaje con Sanz Carta durante el curso 1889-1890, tema que desarrolla posteriormente. Al mismo tiempo, trabaja como dibujante y redactor de la revista El Fígaro, que le dedica su portada en abril de 1891, y en esa ocasión señala: “Apenas cuenta diez y nueve años y ya es uno de los primeros dibujantes de La Habana. Una vocación decidida y cada día más vehemente por la pintura, puso desde muy niño el pincel y el lápiz en las manos del distinguido redactor de El Fígaro” [8]. 

La joven María Ariza Delange (1873-1959), natural de La Habana, estudia en la Academia desde 1885. Durante cuatro cursos consecutivos (1892-1896) recibe clases de paisaje con Sanz Carta, y por sus resultados sobresalientes obtiene tres matrículas de honor. En 1907 viaja a Europa y estudia un año en la Academia San Julián y en el Instituto Francés de París. Luego se traslada a España y continúa sus estudios de arte durante cuatro años bajo la dirección del profesor valenciano Cecilio Plá Gallardo (1860-1934) en Madrid. Regresa a Cuba en 1926 y vuelve a su inicial punto de partida, ya que ingresa en el profesorado de San Alejandro; al año siguiente ocupa en propiedad la cátedra de Historia del Arte, que desempeña hasta su fallecimiento. En 1931 pasa a desempeñar la Secretaría de la Escuela y junto con su actividad docent­e, imparte otros cursos y conferencias en la Universidad de La Habana y en la sociedad feminista Lyceum.

El estudiante Teódulo Jiménez Hernández (1879-1940), también natural de La Habana, entra en contacto con San Alejandro a los catorce años, en el curso 1893-1894; en la asignatura de Dibujo Elemental obtiene sobresaliente y se le confiere matrícula de honor. A partir de aquí realiza una excelente trayectoria que le permite alcanzar la matrícula de honor en todos los cursos siguientes. En el curso 1894-1895 obtiene sobresaliente en las asignaturas Dibujo del Antiguo Griego y Paisaje; así como los Estudios al Lápiz y al Carbón, ambos bajo la conducción de Sanz Carta. En los cursos subsiguientes igualmente logra sobresaliente en Paisajes con Acuarela y al Óleo [9]. Tras enfermar de los nervios copia y firma como Sanz y es oportunamente denunciado.

Quizá la figura más conocida es Antonio Rodríguez Morey (1872-1967). Durante la primera mitad del siglo XX es uno de los principales continuadores, junto con Domingo Ramos (1894-1956), del tema del paisaje rural cubano. Nacido en Cádiz, llega a Cuba de niño; estudia en el plantel de la Sociedad Económica de Amigos del País y cursa la segunda enseñanza en el Instituto de La Habana. Aunque su nombre no aparece en las actas de matrícula de San Alejandro ni se conserva en su expediente personal, he obtenido constancia de que recibió clases de paisaje con Sanz Carta durante el curso 1891-1892 [10].

En la sinopsis biográfica de Federico Sulroca Spencer (1860-1931) que realiza Benigno Vázquez en 1952 llega a señalar que “realizó sus estudios de pintura y dibujo bajo la dirección de los profesores Sanz Carta y don Miguel Melero” [11]; pero el vínculo con el catedrático de Paisaje tuvo que ser posterior, ya que Sulroca estudia en San Alejandro durante 1877-1881; es decir, antes de la llegada de Sanz a Cuba. Las relaciones de este artista con el catedrático de Paisaje se establecen en la década del 90 del siglo XIX, cuando el joven Sulroca trata de buscar alternativas a la enseñanza de la pintura en Cuba. Con el cese de la dominación colonial continúa sus actividades artísticas y logra vincularse a la enseñanza del dibujo y la pintura como profesor de San Alejandro.

En la reseña biográfica de Sanz Carta que efectúa Esteban Valderrama afirma que éste “tuvo la oportunidad de orientar al joven artista Armando Menocal” (1863-1942). De manera que sus relaciones con Sanz se establecen en el período 1890-1895, cuando Menocal reside temporalmente en la casa de su hermana, en la Calzada de Puentes Grandes. Desde julio de 1891 se vincula nuevamente con San Alejandro por medio de la Cátedra de Dibujo Elemental, en sustitución del recién fallecido profesor Antonio de Herrera y Montalbán, y allí conoce y admira la actividad pedagógica y la obra paisajística de Sanz.

Por ese tiempo Menocal ejecuta obras importantes como el retrato del Obispo de la Diócesis de La Habana, Monseñor Manuel Santander; el cuadro que realiza expresamente para la Exposición de Chicago de 1893, Reembarque de Colón por Bobadilla, cuya exhibición es desautorizada por el Comisionado Español en La Habana, debido a las cadenas que posee la figura del Gran Almirante y El derecho feudal, obra posteriormente premiada, entre otras.  

El alcance actual de este género pictórico en Cuba no puede dejar de asumir como patrimonio particular, el papel formador que desempeñó y el lugar muy destacado que ocupa Valentín Sanz Carta desde su ingreso en San Alejandro hasta 1898, período en que crea la simiente de una escuela del paisaje cubano.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

[1] Hernández Miyares, Enrique. “Academia de San Alejandro”, La Habana Elegante (La Habana), año VI, núm. 30, 22 de julio de 1888: 8.

[2] Billini, Adriana. «Conchita Mercier», en, Cuba y América (La Habana), vol. IV, núm. 78, 5 de mayo de 1900: 25.

[3] Expediente de Aurelio Melero y Fernández de Castro y Registro de alumnos, Libro 2º, folio núm. 249. Archivo de San Alejandro.

[4] Expediente de Manuel D. Lluch Beato y Registro de alumnos, Libro 2º, folio núm. 293-294. Archivo de San Alejandro.

[5] Carta de V. Sanz a Miguel Melero de 13 de diciembre de 1893. Expediente de Manuel D. Lluch. Archivo de la Escuela San Alejandro.

[6] Expediente de Eduardo Morales Morales y Registro de alumnos. Libro 2º, folio núm. 318. Archivo de San Alejandro.

[7] Expediente de Rosa San Pedro Humares y Registro de alumnos, Libro 2º, folio no 308. Archivo de San Alejandro.

[8] “Nuestros dibujantes. Manuel del Barrio”, El Fígaro (La Habana), año. VII, núm. 15, 26 de abril de 1891: 1.

[9] Expediente de Teódulo Jiménez y Registro de alumnos. Libro 2º.

[10] Escuela Profesional de Pintura y Escultura. Borrador de alumnos empezado el día 1 de septiembre para el año académico de 1890-1891. Antonio Rodríguez Morey, folio 42. Curso 1891-1892. Clase de Paisaje, Caballeros (Manuscrito). Archivo de la Escuela San Alejandro.

[11] Vázquez Rodríguez, Benigno. «Biografía de los pintores del período republicano», La pintura y la escultura en Cuba, La Habana, 1952: 130.

Jesús Guanche Pérez: Doctor en Ciencias Históricas y Licenciado en Historia del Arte. Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba en la especialidad de Antropología Cultural. Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba. Fue honrado en 2013 con el Premio de Investigación Cultural que otorga el Instituto de Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello por la obra de toda la vida y en fechas recientes con la Orden Carlos J. Finlay. También mereció el Premio Hortensia Pichardo con el texto Iconografía de africanos y descendientes en Cuba. Estudio, catálogo e imágenes, por la manera de abordar el tema de la trata, la esclavitud y su repercusión en la Isla. En 1999 el Cabildo Insular de Gran Canarias publicó su libro Valentín Sanz Carta en Cuba: un itinerario vital.

dest La actividad comercial de los catalanes en La Habana

La actividad comercial de los catalanes en La Habana

La actividad comercial de los catalanes en La Habana

Idania Esther Rodríguez Ortega

Marzo 19, 2021

 

La presencia catalana en La Habana constituye un importante bastión para medir toda actividad en la que incursionaron y lograron triunfar, de ahí que una abarcadora muestra demostrativa la constituya el desarrollo comercial. A pesar de los estrictos controles y prohibiciones que impuso la corona de España, unos pocos catalanes burlando las intrincadas leyes migratorias se habían instalado en Cuba; podría señalarse entre estos a Miguel de Ballester, al que se le ha considerado como el primero en extraer jugo de la caña de azúcar y convertirlo en azúcar y que se dice fue quien fundó el primer trapiche; José Gelabert, quien sembró las primeras plantaciones de café en la zona de Guanajay, poblado aledaño a La Habana. Al establecerse de manera oficial a finales del siglo XVIII y en el siglo XIX, se dedicaron a afianzar sus diversos comercios e inundaron las calles habaneras de O´Reilly, Obispo, Oficios, Mercaderes, Muralla y otras, convertidas en arterias principales de la actividad comercial. Están entre los primeros que incursionaron con sus fábricas de tabacos y cigarros, las de licores, panaderías y dulcerías, bares, restaurantes, bancarias, se podría afirmar que no hubo actividad que resultara desconocida para ellos. Los hijos de Cataluña contribuyeron al desarrollo comercial cubano y se entregaron a Cuba, haciendo de ella su segunda patria. Quizás algunos de los aquí tratados no sean los más conocidos, pero muestran la diversidad de los comercios. Demos paso a presentar una muestra del universo comercial de los catalanes en La Habana en la que aún perdura su impronta.

Exponentes de los comercios catalanes en La Habana

Comercios del siglo XIX

De los comercios del siglo XIX aún en la actualidad persisten, retando el tiempo, las edificaciones aunque muchos de ellos ya no se desempeñan para lo que fueron creados y otros sí se mantienen. Una pequeña muestra de éstos será expuesta, de los más relevantes y teniendo en cuenta la diversificación.

Fábrica de tabacos y cigarros Partagás

Fundada en 1845 en la calle Industria por Jaume Partagàs Rabell, quien llegó a Cuba procedente de Arenys de Mar el día 29 de julio de 1831. Por sus traslados hacia Pinar del Río en asuntos de negocios enviado por Joan Conill, otro catalán, en cuyos almacenes trabajaba y donde aprendió el oficio, Partagàs entra en contacto con las vegas de tabaco de la región de Vueltabajo, desde donde trasladaba las hojas hacia La Habana para venderlas y es así que decide independizarse y crear su propio negocio que resultó ser muy próspero. Llegó a convertirse en una de las más prestigiosas fábricas de elaboración de tabacos de Cuba conocida como “La Real Fábrica de Tabacos Partagás”, pero también atrajo muchas querellas comerciales que lo llevan a la muerte; aún en la actualidad con el mismo nombre “Partagás” continúa en existencia y produciendo los cotizados cigarros y tabacos del mismo nombre. Falleció Jaume Partagàs la noche del 17 de junio de 1868 por un disparo casi a quemarropa y fue enterrado en el Cementerio General “San Rosendo” que poseía la Iglesia Parroquial del término de Vueltabajo en Pinar del Río.

La fábrica de tabacos “La Escepción”

Su propietario Josep Gener y Batet fue un indiano, nació en Arbós, Baix, Penedés en el año 1831 y falleció en Barcelona en 1900.  Se estableció en Cuba desde 1884, primero en la ciudad de Pinar del Río donde compró una vega de tabaco denominada Hoyo de Monterrey, en San Juan y Martínez, y en La Habana fundó la fábrica de tabaco “La Escepción” en 1865 en las calles Monte y Zulueta, esta edificación existe aún. Contó con más de 400 trabajadores y consiguió una gran producción de cigarros, conocidos como “Decouflé” por su calidad tuvo gran aceptación en el mercado. Fue director de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en tres períodos: 1875-1876; 1883-1884 y1887-1888. Su comercio fue continuado por sus descendientes hasta el año 1959.

La farmacia y droguería La Reunión, “Droguería Sarrá”

Es creada en 1853, en La Habana, propiedad de Valentí Catalá y de Josep Sarrá, padre, al morir continúa su hijo Josep Sarrá Valldejuli, nacido en Malgrat de Mar, Maresme en 1839 y que falleciera en La Habana el 15 de octubre de 1898, fundaron  la farmacia y droguería “La Reunión” conocida popularmente por Droguería Sarrá y que se convirtiera en la preferida por la población. Poco tiempo después Valentí Catalá regresó a Cataluña y quedó en manos únicamente de la familia Sarrá. A su muerte, su viuda Celia Hernández Buchó y su hijo Ernesto lograron llevar a planos superiores esta farmacia convirtiéndola en un verdadero imperio a nivel internacional, fue denominada “La mejor del mundo”.

La primera fábrica de velas y jabones en La Habana.

En 1863 los señores Francisco Sallés, José Crusellas y Ventura Vilaró fundaron la fábrica de jabones y velas de Sallés, Crusellas y Cía., la cual para el año de 1869 cambia su objeto social por el de Crusellas, Hermanos y Cía. teniendo como socios activos a Juan y José Crusellas y más tarde a su hermano Ramón Crusellas quien fuera el iniciador y propulsor de los anuncios artísticos de promoción de la firma comercial en los diarios y revistas. Ramón Crusellas Faura nació en Arbós, Baix, Penedés en la primera mitad del siglo XIX y falleció en La Habana. En el año 1868 se trasladó a Cuba y se hizo cargo de la fábrica con su hermano José creando la Sociedad “Crusellas, Hnos. y Cía.” La unión de ambos hermanos conllevó a dar un nuevo giro a la firma al especializarse en productos de perfumería. Fue el creador del conocido jabón “Candado”. Fue presidente de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en el período de 1887-1888.

Bar-restaurante “El Floridita”

Sitio que se conoce como la “Cuna del Daiquirí”, todos sus propietarios fueron catalanes, oriundos de Lloret de Mar, Gerona, aunque quizás el más relevante de todos fue Constante Ribalaigua Vert. Nació en el año 1888 y falleció en La Habana en 1952. Muy joven llegó a La Habana en el año 1899 y fue recomendado desde Lloret de Mar para trabajar en La Florida”, nombre que tenía el establecimiento, del cual eran propietarios los hermanos Francisco y Narciso Sala Parera. Fue el último en entrar al bar como barman y devino su propietario.  

Ribalaigua perfeccionó este comercio, el cual llegó a ser tan popular que rebasó los marcos nacionales para pasar a planos internacionales; en ello tuvo mucho que ver la fama que le imprimió al bar la visita asidua del escritor norteamericano Ernest Hemingway cuyo lugar le sirvió como referencia para una de sus novelas, pero además era un reconocido degustador del coctel daiquirí que Constante Ribalaigua le preparaba.

Comercios en el Siglo XX

Una diversidad de comercios se extendió a lo largo del siglo XX, habían productos que se comercializaban aunque no eran producidos en Cuba pero tenían a su agente importador, “anís del mono” que se producía en Badalona y su agente único, J. Teixidor radicado en La Habana; “La Catalana” fue un establecimiento en la calle O´Reilly que adquirió gran reputación por sus variadas ofertas de víveres finos, panadería, dulcería y vinos; de Teodoro Llovera fue el Jardín “La Diamela” en la calle 23 y J, Vedado; la Tapicería “Los Novios” de Felipe Bargalló en la calle Barcelona en la que se ofrecían los servicios variados de adornista, fundas y cortinajes, visillos, tapetes, cojines y pantallas de seda; la Frutería “La Segunda Catalana” ubicaba en las calles Obispo y Cuba, un establecimiento de víveres finos, frutas, licores, refrescos y helados, fue fundado en el año 1911 por los señores Vila y Ventosa, heredando después Jaime Ventosa; Bartolomé Berenguer con un  Taller de Carpintería en el año 1914 en la calle Rodríguez, en la Víbora, el cual para el año 1928 era considerado uno de los mejores talleres de su tipo en La Habana, confeccionaba  tablillas de persianas y balancines, se achaflanaban tableros y se hacían soldaduras de todas clases; Andrés Cogul fundó la fábrica “La Suiza” de elaboración de Caramelos y Bombonería en el año 1920 que se ubicaba en la calle Belascoaín, por mencionar solo algunos aunque fueron constituidos muchos más.

Muy prolífera fue la actividad comercial catalana en toda Cuba, solo nos hemos referido a la actividad comercial en La Habana y en esta, una apretada síntesis pero de hecho ha quedado ampliamente demostrado que en la economía cubana la influencia de los catalanes fue relevante y muchos de estos comercios, además de conservar el nombre dado por su propietario catalán, han prevalecido hasta la actualidad. Decir catalanes en Cuba, era sinónimo de trabajo, comercio, actividad, industria, prevalecía en ellos como una especie de asociación de hermandad, entraban indistintamente ricos y pobres, grandes y pequeños, su unidad es el único secreto de su sorprendente prosperidad y para ayudarse mutuamente y hacer prevalecer sus tradiciones y su cultura crearon también otras asociaciones e instituciones, además de la mencionada sociedad benéfica, como el Centre Català, el Fomento Catalán, el Orfeó Català. 

Como conclusión por su clara descripción, las frases del escrito de la Condesa de Merlín, María de las Mercedes Santa Cruz, que refiere el libro La Fidelísima Habana de Gustavo Eguren, que muestra cómo ya desde el siglo XIX se vislumbró lo que sobrevendría en el siglo venidero acerca de la actividad comercial de los catalanes y así escribiría en su libro sobre la vida en La Habana: “…No hay pueblo en La Habana; no hay más que amos y esclavos. Los primeros se dividen en dos clases: la nobleza propietaria y la clase media comerciante. Esta se compone en su mayor parte de catalanes que, llegados sin patrimonio a la Isla, acaban por hacer grandes fortunas; comienzan a prosperar por su industria y economía…”.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Idania Esther Rodríguez Ortega: Licenciada en Educación en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Desde 2009 es historiadora y archivera de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña. Publicó los libros De Cataluña a Cuba… ¡Hacer las Américas! (2011) y Necrópolis Cristóbal Colón: El susurro de las piedras (2015) y un texto suyo integra la compilación Presencia Catalana (2012), editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Jalisco. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, la Cátedra Honorífica Catalana, Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de Catalanistas de América Latina y de la Red de Estudios sobre Cementerios y Espacios Funerarios de La Habana. Ha participado en múltiples eventos científicos nacionales e internacionales.

Velorio o banquete...

¿Velorio o banquete? La costumbre de comer, beber y fumar en los velatorios de difuntos

Velorio o banquete...

María Cristina Hierrezuelo Planas

Marzo 5, 2021

 

Entre las diversas costumbres trasladadas por los españoles a Cuba y que en mayor o menor medida aun matizan la vida cotidiana de los habitantes de la isla, se encuentra la de comer y beber en los velorios. Precisar aspectos relativos a su surgimiento resulta bastante complejo, pero se presume que todo comenzó en algún momento de la Edad Media, probablemente en el siglo XIII, en Irlanda. El hábito de muchos irlandeses de consumir los alimentos y las bebidas en vasijas de estaño solía provocar casos de envenenamiento o intoxicación por plomo -especialmente en quienes ingerían wisky y cerveza en grandes cantidades-, los que derivaban en la muerte o en estados catalépticos. La escasa o nula posibilidad de comprobar con rapidez y certeza de cuál de las dos circunstancias se trataba, generó la costumbre de que amigos y familiares permanecieran junto al cuerpo inanimado y aguardaran durante horas para verificar si era defunción o catalepsia. Durante la dilatada espera, “la vida continuaba” en el sentido de que los allí presentes comían, bebían, narraban anécdotas, hacían chistes y reían con la mayor naturalidad.

Esa particular manera de aguardar el desenlace cierto de lo acontecido, dio origen al velorio, asumido en términos generales como el tiempo transcurrido entre el deceso de una persona y el momento de su entierro, revestido de un carácter rayano en lo profano, alejado de cualquier elemento de corte religioso, aunque uno y otro suelen aparecer asociados y, en un determinado momento, pueden ser vistos como una unidad análoga a la existente entre el cuerpo y el alma.

Es de presumir que la costumbre del velatorio pasó de Irlanda a España y de allí a Cuba; pero también es lícito considerar que al igual que los irlandeses, los naturales del país ibérico por razones muy propias también forjaron la suya en el ámbito de las velaciones, la trasladaron a la Mayor de las Antillas, y ya en tierra caribeña, asumió sus propias características. Aunque es imposible  inferir el momento exacto de su introducción y puede presumirse que fue desde los primeros momentos de la colonización, debe señalarse que no han sido localizadas informaciones ilustrativas de cómo se manifestaba en Santiago de Cuba durante los siglos XVI, XVII y XVIII; sin embargo concerniente al XIX, diversos documentos y los testimonios legados por dos viajeros que visitaron la ciudad en la citada centuria, posibilitan conocer algunas informaciones sobre esta parte del ritual funerario, visto como un acto social de despedida a un ser querido.

Hipólito Pirón, santiaguero que se radicó en París y estuvo de visita en su ciudad natal durante el período comprendido entre 1859 y 1863, expuso que cuando una persona fallecía los familiares -para garantizar la presencia y permanencia de quienes en un número no menor de doce, aceptaban pasar toda la noche “en forma devota y triste”, les ofrecían dulces, comidas y bebidas, con el propósito de hacerles soportable la larga vigilia [1]. Esta información invita a pensar que en principio el brindis tenía como destinatarios a quienes concurrían con la obligación de mantenerse en vela durante toda la noche. Esa  velada fue reseñada en los términos siguientes:

En la sala donde se encuentran los concurrentes, se sirve una mesa abundante de manjares exquisitos y de vinos, y, durante toda la noche, comen, beben, conversan y ríen, pues los temas de su conversación no tienen nada de fúnebres. Los parientes del difunto se encuentran entre ellos y se comportan de igual manera; por momentos se separan y van a arrodillarse cerca del cadáver y lanzan gritos de lamentación [2].

Esta información contradice en cierta medida, lo expuesto por el propio Pirón en cuanto a la obligación de quienes participaban en el velatorio de mantener una actitud devota y triste durante toda la noche; por ello es posible aceptar que los veladores no cumplían este compromiso, y que quienes asistían al mortuorio, pero no en esa condición, también disfrutaban de las comidas y bebidas que eran servidas.

En cuanto al segundo de los viajeros, el pintor británico Walter Goodman, cuya estancia en la oriental ciudad se enmarca entre los años 1864 y 1869, tuvo a bien testimoniar sobre la extraordinaria capacidad de los dolientes de alternar los episodios de llanto con la ingestión de dulces, bizcochos, café y chocolate [3]; así como con el placer de fumar. Sobre este aspecto, con un tono donde se percibe algo de sorna, expresó: “Entonces recuerdo la teoría tan socorrida de que el tabaco es un buen desinfectante, porque la mayor parte de la concurrencia lo saborea, incluso las ancianas” [4].

El velorio de María Josefa Palma

Los aspectos expuestos por Piron y Goodman resultan susceptibles de ser probados mediante documentos de la época entre los cuales figuran cinco referidos a igual número de velatorios realizados en la ciudad; uno de ellos en 1819, tres en el decenio de 1830, y uno en el de 1850. Todos se refieren a eventos ocurridos en el entramado urbano y aunque no siempre aportan muchos detalles sobre los comestibles ofrecidos, se constata la presencia de algunos de los referidos por los dos viajeros antes citados y confirman que efectivamente en el evento luctuoso se comía y se bebía en abundancia.

En el velorio ocurrido en 1819, correspondiente a don Pedro Collazo, natural y vecino de Santiago de Cuba, fueron invertidos trece pesos por la comida y demás gastos correspondientes al entierro [5]; en el de un individuo llamado Tadeo de Moya, fueron pagados diez pesos y siete y medio reales por la compra de café, rosquitas, galletitas, etc. [6]; en el del francés Juan Brousse, maestro de armería y herrería, no se hace alusión a los productos, pero se expresa haber gastado veinte pesos en comida y bebida para los concurrentes en la casa y los criados empleados en el servicio [7]; y en el de una señora de nombre Genoveva Chovet, se registra el consumo de cerveza por valor de cuatro pesos [8].

Una muestra de la abundancia en cuanto a las comidas y bebidas brindadas en los mortuorios lo constituye el de la parda libre María Josefa Palma, alias Pepa, natural de Santiago de Cuba, vecina de calle baja de la Carnicería no. 63, soltera, y sin hijos, quien falleció el 30 de marzo de 1859 a la edad de 65 años. Los productos servidos destacaban por su variedad y cantidad y reafirman que en efecto estos eventos constituían verdaderos convites, donde los concurrentes comían, bebían y -como fue expuesto por Goodman-, consumían tabaco de manera colosal.

Resulta válido señalar que fumar era un hábito muy arraigado en los santiagueros, al extremo de darse casos de infantes de apenas tres años de edad, que según el testimonio legado por Piron, llevaban enormes tabacos en la boca, a imagen y semejanza de sus progenitores [9]. La estadounidense Caroline Wallace -quien residió en la urbe santiaguera entre los años 1861 y 1869-, relató con asombro el caso de una mujer que fumaba tanto como su esposo e hijo, y en esa familia “hasta el pequeño de cinco años parecía disfrutar de su cigarro” [10].

Para el velorio de María Josefa Palma fueron comprados 500 tabacos, una cifra que para los ojos del presente puede parecer excesiva, pero que a partir de la costumbre de los santiagueros y las santiagueras, parece aceptable y dice que los fumadores concurrentes pudieron deleitarse sin límites. Una lectura detenida del documento, indica que hubo una primera remesa de 400 la cual se agotó y entonces resultó necesario adquirir cien más. Pero los amantes de saborear las chucherías y disfrutar de una copa, también disfrutaron. Fueron adquiridos dos quesos, un jamón, galletas y mantequilla; buñuelos y empanadillas, seis libras de chocolate, café, azúcar blanca, y leche de vaca –ingredientes necesarios para elaborar un delicioso chocolate y un buen café-; dos libras de jamón, fideos, y tocino, -posiblemente para hacer una sopa-; y un queso para el almuerzo lo que permite presuponer que los otros dos a los cuales se hizo referencia eran para preparar bocadillos con las galletas, el jamón y la mantequilla.

Entre las compras realizadas para el velorio en análisis, aparece la de “dulces para la mesa”, información que permite colegir que efectivamente, tal como fue expuesto por Piron, en la pieza donde se congregaban los encargados de velar al cadáver se colocaba una mesa con confituras destinadas a quienes debían velar al fallecido. En materia de bebidas, la variedad fue evidente. Se compró aguardiente de caña y, también cinco botellas de ron, diez de vino, una de anisado, y una de ginebra. Entre los gastos aparece el pago de dos pesos a la cocinera encargada de la elaboración de los alimentos y tres, a dos sirvientas cuya misión consistiría en colocar los dulces en la mesa, y portar las bandejas con todo lo que se brindaba. El hecho de que cuatro personas fueran dedicadas a preparar los comestibles y servirlos junto con las bebidas y los tabacos, permite conjeturar la dimensión del ágape [11].

Resulta significativo que, como expresión genuina de los cambios que son propios a toda manifestación social, específicamente su adaptación al entorno, además de vino, cerveza, y ginebra, de indiscutible procedencia europea, en el siglo XIX figuraban el chocolate y el tabaco de genuino linaje americano, y también el café. A pesar de su origen africano, después de la inmigración francesa a Cuba, el llamado “néctar negro de los dioses blancos” se fue imponiendo de forma paulatina en el gusto de los cubanos hasta desplazar al chocolate en el consumo diario y erigirse como la bebida nacional. Su presencia en los velorios debió estar dada por sus propiedades estimulantes: ingerirlo contribuye a mantenerse despierto.

La costumbre en los siglos XX y XXI

La conjugación de los testimonios legados por Hipólito Piron y Walter Goodman, y la información contenida en los documentos de archivo revelan que efectivamente en el siglo XIX, los velorios emulaban con cualquier banquete, pero en la década de 1920, debido posiblemente a la expansión de las funerarias, la costumbre empezó a eclipsarse. Este hecho fue testimoniado en los siguientes términos: “[…] comienza a desaparecer la costumbre de ofrecer «banquetes» en las casas donde se velan los cadáveres, en que la concurrencia que se quedaba acompañando a los dolientes, era obsequiada a través de las horas con café o chocolate, galletas, jamón, pan con mantequilla y cigarros y tabacos” [12]. A partir de ese momento en el listado de los obsequios se mantuvieron el café, el chocolate y el tabaco, aunque en las zonas rurales, la situación no tuvo variaciones sustanciales, lo que pudo estar dado por el hecho de que muchos velatorios continuaron haciéndose en las casas.

Cinco siglos después de la llegada de los españoles a Cuba y de la fundación por ellos de la ciudad de Santiago de Cuba en el verano de 1515, la añeja costumbre de comer y beber en los velorios pervive, aunque atemperada a los nuevos tiempos. Es común que se brinde café, cuya elaboración y servicio corren a cargo de los empleados de la cafetería existente en la funeraria y donde también se expenden productos como pan, embutidos, tortillas, dulces y refrescos, que algunos compran y consumen, aunque en oportunidades los familiares prefieren adquirir esos víveres u otros similares en centros donde los productos ofertados tienen una mayor calidad, y los brindan a los que deciden velar el cadáver.

La situación en el campo es distinta. El llanto y la tristeza no son obstáculos para que los familiares sacrifiquen algún animal que puede ser un ave de corral, pero también un cerdo cuya carne frita o en fricasé, se ingiere junto con arroz, yuca, ñame, plátanos, o cualquier otra vianda de la cual se disponga; cuando es   época de maíz, suelen hacerse ayacas [13] y frituras; abunda el servicio de  café, y en ocasiones hay galletas y hasta cigarros [14]. El brindis es para todos los presentes y en el caso de la comida, se prepara de manera especial para quienes llegan procedentes de lugares distantes de aquel donde se efectúa el velatorio. En todo momento se hace patente la solidaridad de los vecinos con algún aporte, porque como decían los ancianos: “Para fiesta y velorio, siempre algo aparece”.

Pero comer y beber en los velorios tiene cada día menos adeptos. En la actualidad y en lo referido a la ciudad de Santiago de Cuba, algunos de los concurrentes que, por determinadas razones, no participan en la vigilia nocturna y se incorporan en horas de la mañana, suelen llevar desayuno para reconfortar a quienes permanecieron en vela, el que casi siempre consiste en un poco de café bien fuerte o de café con leche. En este nuevo contexto, las bebidas alcohólicas, específicamente el aguardiente y el ron –no así el vino y la cerveza- mantienen vigencia, aunque a diferencia del café que es repartido de manera abierta y generosa, quienes las consumen –por lo general a título personal y en un pequeño grupo-, lo hacen en las áreas exteriores de la funeraria, nunca en el lugar donde está expuesto el cadáver.

Un nuevo peligro acecha a la costumbre de ingerir comidas y bebidas en los velorios. Ante el avance que tiene la opción de la incineración y debido a ello la reducción del tiempo de exposición de los cadáveres en la funeraria, la añeja costumbre sufrirá variaciones ostensibles.

Última reflexión

Comer y beber en los velorios pondera el carácter social de este evento, en términos de ratificarlo como un espacio de sociabilidad informal donde brindar café –que es lo que generalmente se hace-, resulta la manera mediante la cual los familiares de un fallecido agradecen a los concurrentes el gesto de acompañarlos en un trance tan difícil como es despedir para siempre a un ser querido. También es una forma de demostrar a los vivos el amor que se sentía por el difunto, aunque este no pueda verlo.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Hippolyte Piron: La isla de Cuba. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1995, pp. 44-45.

[2] Ibídem.

[3] Walter Goodman: Un artista en Cuba. Editorial del Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965, p. 37.

[4] Ibídem.

[5] Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC). Juzgado de Primera Instancia, leg. 550, exp. 1.

[6] Ibídem, leg. 40, exp. 4.

[7] Ibídem, leg. 589, exp. 5.

[8] Ibídem, leg. 634, exp. 3.

[9] Hippolyte Piron: Ob. Cit., p. 49.

[10] Caroline Wallace: Santiago de Cuba antes de la guerra, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p. 67.

[11] IAHPSC. Juzgado de Primera Instancia, leg. 696, exp. 1.

[12] Carlos E. Forment Rovira: Crónicas de Santiago de Cuba II. Era republicana, Ediciones Alqueza, Santiago de Cuba, 2006, p. 563.

[13] Plato elaborado con el maíz tierno molido. Pequeñas porciones de la masa obtenida –a la cual se le agrega sal a gusto-, son envueltas en las hojas del propio fruto y luego se hierven. En el occidente de la Isla se le denomina tamal en hojas.

[14] En el caso de la ciudad de Baracoa, en cuyo territorio abunda el cultivo del cacao, es común que en los velorios se brinde chocolate.

María Cristina Hierrezuelo Plana: Doctora en Ciencias Históricas. Trabaja en el Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales, en la Universidad de Oriente, donde imparte asignaturas del ciclo de las historia generales. Ha participado como ponente en diversos eventos científicos tanto de carácter local como nacional e internacional; entre los cuales figuran diversas ediciones del coloquio El Caribe que nos une, en el marco del Festival del Caribe; de la Conferencia de Cultura Africana y Afroamericana, y del Evento Provincial de Historia e Historiografía convocados respectivamente por la Casa del Caribe, el centro Cultural Africano Fernando Ortiz y la Filial de la Unión de Historiadores de Cuba, todos en la provincia de Santiago de Cuba. Artículos de su autoría aparecen publicados en revistas  y libros, y es autora de los títulos Las olvidadas hijas de Eva (Ediciones Santiago, Cuba, 2206) y Tumbas para cimarronas (Ediciones Santiago, Cuba, 2013). Ha realizado actividades profesionales como profesora y asesora en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Francia y la República Bolivariana de Venezuela.

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Aporte de investigadores holandeses a la paleontología cubana

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Reinaldo Rojas Consuegra y Jorge Isaac Mengana

Febrero 26, 2021

 

Introducción

La Paleontología, disciplina científica ocupada en estudiar los fósiles presentes en las rocas cubanas, ha ocupado gran cantidad de paleontólogos cubanos y de otras partes del mundo, entre ellos holandeses.

Entre los macro fósiles, uno de los más importantes del registro paleontológico cubano son los  rudistas, grupo de moluscos cuyas conchas formaron grandes volúmenes de rocas calizas marinas, y que se extinguieron la final de periodo Cretácico, hace unos 66 millones de al mismo tiempo que los dinosaurios; probablemente a causa del impacto meteorítico de Chicxulub, Yucatán, México.

Desarrollo

Las noticias más antiguas de este grupo de moluscos “gigantes” datan de inicios del siglo XIX.  Sin embrago, la más importante contribución al conocimiento taxonómico y estratigráfico de este grupo fósil, fue estimulada por el profesor Luis Martin Robert Rutten, de la Universidad de Utrecht.

El holandés L. M. R. Rutten (1884 – 1946), estudió Geología en la Universidad de Utrecht, Holanda; presentó su tesis en Paleontología en 1909, a los 25 años de edad. Empleado en la compañía petrolera holandesa Bataafsche Petroleum Maatschappij, predecesora de la Royal Dutch Shell, condujo una expedición científica a Borneo; sus trabajos en la petrolera lo llevaron, además, a ampliar sus experiencias y conocimientos sobre la geología, la paleontología, y la cartografía de las cordilleras Béticas, la Antillas Holandesas, Cuba, Argentina, México y Perú.

A los 37 años de edad,  Rutten sustituyó a su viejo maestro Wichmann como professor en Geología, Paleontología y Cristalografía en la Universidad de Utrecht.  Por sus trabajos en exploración, él imprimió a su cargo profesoral una dimensión práctica, llevando a sus estudiantes a expediciones al extranjero.  Así, en 1930, dirigió a sus alumnos en una expedición a las Antillas Holandesas. Con posterioridad, en los años 1933 y 1938 realizó dos expediciones a Cuba, también acompañado de sus alumnos y esposa, Johanna Catharina Pekelharing.

Al matrimonio de Luis Martín y Johanna Catharina, le nació Martin G. Rutten, que estudió biología y geología; seguidor de los pasos de su padre, lo acompañó en expediciones a Cuba donde colectó los materiales suficientes para presentar en 1936, su tesis: Rudistids from the Cretaceous of Northern Santa Clara province, Cuba.

En 1919, a los 35 años de edad, Luis Martín  Robert Rutten, se convierte en Miembro Correspondiente de la Real Academia Holandesa de Ciencias y Artes, y Miembro Pleno de Número, a los 39 años de edad.  Fue autor o coautor de muchas publicaciones científicas.  El reconocimiento de la comunidad científica se hace realidad en el empleo de sus trabajos para nuevas publicaciones, y además, por haberle dedicado una especie de lagarto suramericano: Phyllodactylus rutteni.

El aporte de los paleontólogos holandeses, al avance  de los micro y macrofósiles es apreciable; sirva de ejemplo la contribución hecha al conocimiento de los rudistas de Cuba.

G. Rutten (1936), utilizando los ejemplares recolectados en 1933 al norte de la provincia de Las Villas junto al Dr. Tschopp, dio a conocer una nueva especie Chiapasella cubensis, pero además, describió taxonómicamente todo el material, reportando varios taxones.

En un primer trabajo, Thiadens (1936), describe del material colectado en la parte sur de la antigua provincia de Las Villas, reportando una nueva especie Bournonia planasi, reconociendo además, otras.   En su segundo trabajo, ese mismo año, reportó por primera vez para Cuba una asociación fósil del Cretácico Cenomaniano – Turoniano, procedente de la parte sur de Las Villas: Tepeyacia corrugata Palmer, Caprinuloidea perfecta Palmer, Caprinuloidea sp. y Coalcomana ramosa Boehm.

En el año 1937 L. W. J. Vermunt, publicó la descripción taxonómica del material recolectado en Cuba en 1933 en la provincia de Pinar del Río, donde describió seis nuevas especies: Orbignya mullerriedi, Biradiolites tschoppi, Biradiolites macgillavryi, Bournonia thiadensi, Durania palmeriTampsia rutteni. Además, reportó otras.

Varios trabajos de H. J. Mac Gillavry, dedicados a los rudistas (1932, 1935, 1937), hacen referencias a las especies cubanas, pero sin dudas, la obra de Mac Gillavry de 1937, es la más importante de todas las contribuciones que le preceden, y una de las fundamentales en estos estudios del Caribe y América.

Esta obra contiene una extensa revisión taxonómica de obligada consulta. Para Cuba en particular, el autor describió varias especies nuevas: Antillocaprina crassitela, Bournonia cancellata, Biradiolites adhaerens, Biradiolites  cf. adhaerens, Bournonia thiadensi, Bournonia nov. sect. sp., Mitrocaprina tschoppi, Mitrocaprina palmeri, Mitrocaprina cf. bayani, Vaccinites inaequicostatus vermunti. Además, en su revisión sinonimizó numerosos taxones ya conocidos de todo el hemisferio occidental, relacionándolos con los de Europa.

Años más tarde, se publicaron otros trabajos del grupo holandés: Wessen, quien incluyó en su estudio algunos rudistas de las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila; Keijzer trató las taxa del territorio camagüeyano y oriental; y Hermes J. J reportó y describió las especies del Cretácico Inferior Albiano en la provincia de Camagüey; comparables a la fauna ya reportada por Thiadens del territorio meridional villaclareño.

Listado de taxa de rudistas nombradas por los estudiosos holandeses, dedicadas por otros autores en honor a ellos, o dedicadas entre ellos mismos (Rojas-Consuegra 2004, 2005):

Familia Polyconitidae (Mac Gillavry) 1937

Familia Hippuritidae

Hippurites mullerriedi (Vermunt) 1937

Vaccinites macgillavryi (Palmer) 1933

Vaccinites vermunti (Mac Gillavry) 1937

Torreites tschoppi (MacGillavry) 1937

Familia Radiolitidae

Biradilites tschoppi (Vermunt) 1937

Bournonia planasi (Thiadens) 1936

Bournonia thiadensi (Vermunt) 1937

Tampsia rutteni (Vermunt) 1937

Chiapasella cubensis (Rutten) 1936

Familia Antillocaprinidae (Mac Gillavry) 1937

Antillocaprina crassitela (MacGillavry) 1937

Titanosarcolites macgillavryi (Alencáster) 1971

Familia Plagioptychidae

Mitrocaprina palmeri (Mac Gillavry) 1937

Conclusiones

Los trabajos de los holandeses en Cuba, fueron fundacionales en el estudio de algunos grupos fósiles, en particular para los rudistas donde se cuentan unos 12 taxones válidos, entre ellos dos familias, varios géneros y especies. Como resultado de aquellas colectas de fósiles, hoy se atesoran en la Universidad de Utrecht, la colección más importante de rudistas de Cuba, muy significativa para todo el Caribe. Todo científico cubano que se proponga el estudio de los rudistas, necesita consultar el material de dicha colección, por lo que es aspiración legítima de paleontólogos cubanos que esta sea emplazada, como corresponde, en suelo cubano.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Reinaldo Rojas Consuegra: Doctor en Ciencias Geológicas (CUJAE, 2004). Máster en Geología (UPR, 2001); Ingeniero Geólogo (URSS, 1986); Actualmente es Investigador Titular del Centro de Investigaciones del Petróleo. Investigador y curador de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba por 25 años (1990-2016); fue también vicedirector científico (2001-2004) y director (2007-2014) de dicha institución. Especialista en Invertebrados fósiles y estratigrafía. Es miembro del Grupo para el Patrimonio Geológico y de la Comisión de Patrimonio Natural del CNP. Autor y coautor de publicaciones y comunicaciones sobre geociencias, incluido patrimonio y socialización. Ha dirigido o codirigido una decena de proyectos científicos y ha sido el responsable, por la parte cubana, de varios proyectos internacionales y bilaterales, con especialistas de México, España, Japón, Estados Unidos, Reino Unido y otros países.

Jorge Isaac Mengana: Licenciado en Educación en la especialidad de geografía. Fue jefe de Promoción Cultural, Exhibiciones y Educación del Museo Nacional de Historia Natural de cuba. Desde 2010 es director de la Casa Museo Alejandro de Humboldt, institución adscrita a la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.

Maestros de obras catalanes en Camagüey

Maestros de obras catalanes: artífices del Modernismo de finales del siglo XIX y principios del XX en Camagüey

Maestros de obras catalanes en Camagüey

Vivian Mas Sarabia y Jorge Blanco Mas

Febrero 19, 2021

 

Introducción

El surgimiento, formación y desarrollo de la cultura nacional cubana tuvo su base en los aportes culturales que provinieron de España, proceso que fue, en gran medida, estimulado por una fuerte emigración fomentada en la península, al comenzar a nutrir la población en Cuba cediéndole modelos y patrones, que pasaron a formar parte de la identidad nacional del país.

En Camagüey, se observa una arquitectura realizada a inicios del siglo XX que manifiesta significativamente los signos de maestros de obra catalanes. Es por ello que estudiar las edificaciones realizadas en ese período nos permite preservar esa arquitectura de alto valor estético.

Presencia de catalanes en Camagüey

Según consta en documentos oficiales, Camagüey tuvo, desde 1841, asentamientos de catalanes, e incluso, una empresa conocida como “colonización catalana” fue organizada en la antigua “Santa María del Puerto del Príncipe” por tres educadores catalanes que tenían la misión de “…facilitar la venida a Cuba de contingentes migratorios catalanes expertos en diversas ocupaciones y artesanías” (Conangla Fontanilles, 1954, p. 60)

Con la finalidad de agruparse para defender el ideal nacionalista catalán, se crearon asociaciones encargadas de difundir la cultura entre sus miembros. Contribuyeron a mantener el arte de la colonia catalana y se convirtieron en “…fieles depositarios de las más bellas tradiciones de su lejana tierra en nuestro país” (Chávez Álvarez, 1989, p. 15). Además de incentivar acciones culturales, en la ciudad se establecieron numerosos maestros de obra, albañiles, herreros, carpinteros, que transpolaron su experiencia y conocimientos e imprimieron en las obras realizadas por ellos el sello característico de su región natal.

Maestros de obras catalanes

A inicios del siglo XX, Camagüey no tenía casi arquitectos. Constructores cubanos como Rafael Bastida, Pompeyo Sariol, Orlando Freyre, entre otros, -que ejercían su labor desde el XIX-, dominaban la proyección de edificaciones (Llanes, 1985).

Aproximadamente desde 1895 comenzaron a llegar, procedente de Cataluña, un numeroso grupo de maestros de obras que, a fuerza de destreza y maña, dio muestras de poseer grandes habilidades y poco a poco ganaron prestigio en diferentes ramas de la construcción.

Nombres como Claudio Muns Piqué, Juan Llach Masdeu, Francisco Borrás Juan, Jaime Cruanyas, Ramón Ranté, Miguel Perulla, José Grau Sanou, Juan Albaijés Ciurana y Miguel Pons, expresaron su idiosincrasia a través del uso de elementos artísticos que incorporaron a las más significativas construcciones del período. Con el análisis de sus obras se podrán pormenorizar y distinguir constantes de diseño, que llegaron a convertirse en “escuela” dentro de la ciudad (Llanes, 1985).

Sin lugar a dudas, Claudio Muns Piqué [1], dejó excelentes muestras de su trabajo y durante el primer cuarto de siglo fue uno de los más destacados propulsores de la tendencia modernista en la ciudad. Además de construir su propia casa en Estrada Palma No. 44, realizó varias viviendas con decoraciones florales, que aún pueden apreciarse en la calle Avellaneda. “Claudio Muns era fachadista, se dedicaba a decorar los frentes de las edificaciones, tenía muy buen gusto y hacia las cosas perfectas…” [2]. Fue el encargado de remodelar la fachada del antiguo Ayuntamiento ubicado en Cisneros esquina a Martí y construyó la única vivienda con cariátides en el balcón sita en Avenida de los Mártires esquina a Rotario.  

Ramón Rante llegó a La Habana en 1906 y radicó en Camagüey desde 1914. Junto a otros constructores edificó la Iglesia sita en la calle Teniente Cañón -en la Vigía- y colaboró en la realización de la iglesia neogótica del Sagrado Corazón de Jesús, en la plaza de San Francisco.

No todos llegaron a Cuba en busca de mejoras económicas, tal es el caso de Jaime Cruanyas Feliú que nace en Canet de Mar, Barcelona, en abril de 1880 [3]. Desde muy joven, sintió vocación por la construcción y se hizo especialista en trabajos artísticos de jardinería. Viajó a Cuba en 1906, contratado por Higinio Moré, entonces dueño de la Tropical, -que lo conoce en Canet-, para que decorara el área exterior de su empresa. En los hoy conocidos Jardines de la Tropical, Cruanyas desplegó una maestría indiscutible: bancos, canteros, barandas rústicas, fueron realizadas con piedra y cerámica, al estilo del parque Güell de Gaudí.

Llegó a Camagüey en 1914, como jefe de una compañía constructora integrada por catalanes para realizar la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Fue en esta obra donde comenzó a familiarizarse con las nervaduras y elementos del estilo gótico. Trabajó en la construcción de la capilla Las Siervas de María ubicada en el Reparto Garrido entre 1926 y 1947. Su frente está decorado en azulejos y se observa un mural con la imagen de la Virgen de la Salud, realizado con este material. Muchos ingenieros y arquitectos de la época se asombraron con la solución dada a la cubierta, pues en su interior aparecían los nervios propios del gótico y por el exterior se apreciaba como una gran azotea plana. También realizó la Escuela de Artes y Oficios para los Salesianos, con talleres de carpintería, herrería y mecánica.

El azulejo y la cerámica fueron los materiales que más aseveraron la entrada del Art Nouveau y de los catalanes en la arquitectura. Entre las más importantes está la fábrica que perteneció a Jaime Cruanyas. Poseía una prensa de hacer mosaicos y azulejos, que mandó a comprar junto con catálogos a Francia, en ella realizó, por más de 40 años, disímiles trabajos que requirieron de su utilización: pisos, baños, zócalos, canteros, frisos y detalles de decoración en general, mostraron gran variedad de diseños y valores cromáticos. Construía fundamentalmente para la clase media. Enseñó el oficio a su hijo, de igual nombre, que fue dueño de una fábrica de mosaicos, ubicada en la calle 1ra del Reparto Vista Hermosa.

Juan Llach Masdeu, trabajó de muy joven en la región de Cataluña y llegó a Cuba con una rica experiencia que invirtió en numerosas edificaciones de la ciudad. Ejemplo de lo anterior es la vivienda de Martí No. 16 y las ubicadas en Apodaca No. 16 y No. 18 para la clase media.

El catalán Antonio Moya Andreu [4], regresó a España después de trabajar varios años en la provincia. Realizó diversas construcciones, consideradas como verdaderas joyas de la arquitectura camagüeyana. La vivienda de la Avenida Finlay No. 41, única de su tipo en el interior del país, es un vivo ejemplo de la expresión gaudiana. Si se compara su pretil ondulado con el remate de la casa Battló de Barcelona, se encontrarán semejanzas muy notorias en ambas viviendas.

La ubicada en Esteban Varona actualmente está muy transformada. Con dualidad de funciones, Moya situó la fábrica de jabones Tibidabo en el primer nivel y el segundo lo destinó a viviendas para la clase media. Se recreó con el uso de materiales pétreos en la Gruta del Casino, que asemeja una fuente natural. Es realizada en marzo de 1924 y está ubicada en el área arbolada más extensa de la ciudad.

Moya fue considerado como un verdadero artista inspirado en la enigmática figura de Antonio Gaudí. Utilizó elementos de la naturaleza y evocó fantasías y rarezas, que sorprende a todo el que analiza su arquitectura.

La incidencia de los maestros de obra catalanes fue muy amplia y diversa. Puede verse en una temática muy poco abordada -y olvidada- por los arquitectos actuales. Se trata de la arquitectura funeraria, que realizada por el catalán Francisco Borrás Juan [5], cuenta con un bello ejemplo -comparable a los de su tipo en La Habana- en el Cementerio General de Camagüey.

En 1919 se construyó una bóveda modernista -única en el interior del país- que se encuentra en el primer tramo cuadrante noroeste. Perteneció a una familia de abolengo: la de Carmen Machado de López, que urge conservarla, pues en la actualidad se encuentra en lamentable estado. Con seguridad existieron en la ciudad muchas obras que no están relacionadas en el trabajo, pero faltaron datos, elementos en expedientes y se ha perdido el testimonio de familias que regresaron a España o que han muerto. Es algo que vale la pena profundizar por lo novedoso del tema.

Se puede afirmar que el Art Nouveau o Modernismo, no llega puro a la ciudad y como parte del lenguaje ecléctico, tiende a mezclarse con otras corrientes para manifestar rasgos disímiles en sus soluciones. Combinaron elementos de la arquitectura modernista como: balcones de hierro en forma sinuosa, enchapes cerámicos, decoraciones con azulejos y detalles de pretiles ondulantes. Muy utilizado fue el esgrafiado con motivos florales y naturales utilizándose la línea de libre configuración propia del estilo (Mas Sarabia, 2000).

Conclusiones

Tras el análisis realizado puede afirmarse que, en el caso de Cuba, -desde finales del XIX y durante las tres primeras décadas del XX-, los antecedentes hispánicos y la presencia de españoles en la Isla marcaron, mucho más que en períodos anteriores, su influencia en la formación sociocultural del país. En este sentido, la potente emigración fomentada en la Península Ibérica, fue la encargada de no romper el vínculo cultural con España y las asociaciones fundadas por ellos, funcionaron como elementos de identidad cultural y permanencia de tradiciones.

Dentro de la emigración hispana que llegó a Cuba hay un predominio de gallegos, canarios y catalanes. Estos últimos se asentaron mayoritariamente en la región centro – oriental del país, y particularmente incidieron en la zona de Camagüey, por lo que se hizo evidente su estudio.

Cuando se recorre la ciudad de Camagüey se observa una arquitectura que denota evidentes muestras de la acción desarrollada por maestros de obra catalanes, que ocuparon un importante espacio en la ciudad, marcando en cada edificación su talento y su personalidad. Quizás parecerá excesivo hacer comparaciones entre las geniales obras de Gaudí y aquellas realizadas por Moya, Cruanyas, Llach, Grau, Borrás, Albaijés y Muns, -por sólo citar a algunos-, donde cada cual logró adecuarse a las características específicas del país, con soluciones locales pero con el sello inconfundible de elementos que provienen del vocabulario modernista.

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Los datos sobre el maestro de obra catalán Claudio Muns, fueron aportados por varias generaciones de catalanes, que aún viven en la ciudad, son ellas las señoras: Teresita Cruanyas y Carmen y Teresita Grau.

[2] Entrevista a las catalanas Carmen y Teresita Grau, hijas del herrero José Grau.

[3] En marzo del 2000 se le realizó una larga entrevista a Teresita Cruanyas, hija menor de Jaime, la cual brindó la información aquí recogida.

[4] En marzo del 2000 se le realizó una larga entrevista a Teresita Cruanyas, hija menor de Jaime, la cual brindó la información aquí recogida.

[5] Datos ofrecidos por Gustavo Sed Nieves.

Vivian Mas Sarabia: Doctora en Ciencias Técnicas. Arquitecta, Profesora Titular del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana y, desde 2014, es presidenta de la Comisión de la carrera Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural de ese centro de altos estudios. Es Miembro de Número de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula y de la Fundación Diego de Sagrado, en España. Obtuvo 4 premios nacionales otorgados por la Academia de Ciencias de Cuba y participó, como jurado, en la Categoría de Intervención del Patrimonio en 4 Salones Nacionales de Arquitectura. Formó parte del Tribunal en 3 carreras para su acreditación en Maestrías y Doctorados. Es miembro del Tribunal Permanente de Arquitectura para la obtención del Grado de Doctor en Ciencias Técnicas.

Jorge Blanco Mas: Es ingeniero civil y máster en Ciencias. Profesor Asistente del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Camagüey. Miembro de la red Fórum UNESCO – Universidad y Patrimonio (FUUP).

dest La ciudad de Trinidad

La ciudad de Trinidad y su región en la obra de Francisco Lavallée

La ciudad de Trinidad y su región en la obra de Francisco Lavallée

MSc. Bárbara O. Venegas Arbolaez

Febrero 12, 2021

 

El 18 de marzo de 1833 el Cabildo de la ciudad de Trinidad admitió el título de agrimensor de D. Francisco Lavallée y aprobó su petición para el uso y ejercicio de su profesión [1]. Sin embargo, en otra documentación se consigna su residencia anterior a dicha fecha: “Don Francisco Lavallée de Trinidad, 9 de octubre de 1832, calle de Jesús María Nº 13” [2]; y por si fuera poco, se cita un documento del Archivo Histórico Provincial de Sancti Spíritus, donde aparece como uno de los agrimensores que deslindó el hato San Pedro —que pertenecía a Trinidad y colindaba con otro de la jurisdicción espirituana— en 1831 [3]. Todo parece indicar que en este último año ya radicaba en la localidad y que solo después que comprobó las potencialidades económicas y profesionales que el lugar le ofrecía se decidió a establecer un compromiso fiscal con el gobierno. En el presente trabajo se considera 1831 como su fecha de arribo a la región trinitaria.

Años antes, en 1819, Francisco Lavallée llegó a Haití procedente de Francia para dedicarse al comercio. En su país natal había tenido otras experiencias como el intento de hacerse marino y sus estudios le permitieron entrar en la oficina del catastro, las cuales fueron muy útiles para su vida posterior.

Al deteriorarse la situación en Haití, tuvo que seguir la trayectoria de otros franceses que se habían radicado allí y pasó a La Habana, donde se encontraba ya en 1820, después residió en Puerto Príncipe, donde ejerció como agrimensor durante algunos años y alcanzó cierta notoriedad en la profesión, lo cual es muy probable que le facilitara el desenvolvimiento en Trinidad durante la década de 1830.  

En esta última trabajó intensamente y tuvo una activa vida social y política como representante de su nación y miembro de instituciones científicas: afiliado a la Sociedad Francesa de Estadística Universal en 1830 y a la Sociedad de Geografía de París en 1833 —con la que había comenzado a cartearse en 1832—; corresponsal de la Sociedad Económica de Amigos del País desde 1832; agrimensor geómetra de los dominios reales del departamento central y vice-cónsul de Francia en Trinidad en 1834; también en esta misma fecha inspector de los hospitales de la ciudad; y caballero de la Legión de Honor en 1835.

Pero, sin dudas, toda su actividad profesional y su proyección intelectual giró en torno a la geografía: creó mapas y planos topográficos e hidrográficos, y planos catastrales en diversas regiones del centro de la Isla; se mantuvo en comunicación y colaboración permanente con otros especialistas de su rama, de lo cual lo más representativo es su participación en el llamado mapa de Vives en 1835 y el Atlas cubano de Rafael Rodríguez en 1841-42; preparó colecciones de flora, fauna y minerales que envió a la Sociedad de Geografía de París, en respuesta a una convocatoria de la institución en 1837; y publicó Memoria histórica, geográfica y estadística sobre Cuba (1836), Noticia geográfica sobre la ciudad de Matanzas (1836), Noticia geográfica de la Isla de Pinos (1837), Noticia geográfica para servir a la geografía de Cuba, Matanzas, Mariel (1840), y Noticias históricas y geográficas sobre las ciudades de Trinidad, Sancti Spíritus y San Juan de los Remedios (1844).

El fechado de los trabajos de su autoría, su colaboración en proyectos cartográficos de carácter nacional orientados por la superioridad y su regreso a Francia en 1843 permite inferir que se marchó de la región trinitaria probablemente en 1842-43.

El agrimensor ante la plantación azucarera trinitaria [4]

Lavallée llegó a Trinidad en la etapa de auge de la plantación azucarera en la región, que constituía el complejo económico-social más relevante del Departamento Central de la Isla.

La condición de ciudad portuaria y comercial aportaba factores de modernización y cosmopolitismo, de ahí el atractivo para artistas, profesionales y técnicos de todo tipo para establecerse en ella y ponerse al servicio del gobierno y de los propietarios, que en el caso gubernamental encargaban planos y mapas de la ciudad, de proyectos de nuevas poblaciones, de la línea costera, de caminos y recursos hidráulicos. Por la parte de los hacendados se financiaban representaciones topográficas de sus propiedades para legalizar un dominio como dueño, inventariar y tasar un bien inmueble para venderlo o comprarlo, declararlo como herencia dentro de un testamento o, en su defecto, un intestado, etc.

Es válido aclarar que la confección de planos de las plantaciones esclavistas azucareras se había puesto en práctica en el Caribe insular desde el siglo XVIII con diversos motivos, no solo catastral o delimitador de propiedades, con fines de compraventa o herencia, sino para mostrar la red de caminos y el ordenamiento espacial de los componentes del complejo fabril, cuya representación cumplía una función que hoy llamaríamos de organización del trabajo, además de tributar a una estética paisajística, en este caso industrial. El investigador Esteban Acosta Rodríguez considera que “los planos no solo muestran una distribución sino además pueden ser leídos en términos de articulación del discurso y el poder de las clases dominantes en la conformación del diseño del paisaje” [5].

No obstante, otras lecturas son posibles: los indicadores referidos a grupos sociales subalternos como los esclavos y las diferentes prácticas socioculturales vinculadas a la vida en el ingenio y a su segregación típica, como la ubicación de la aldea o el barracón donde vivía dicha servidumbre, los cultivos y los árboles aislados, así como los jardines.

Indudablemente, el boom azucarero había provocado un efecto de similares dimensiones en la agrimensura en los campos de Cuba. Continuamente surgían todo tipo de conflictos entre los propietarios a causa de la imprecisión de los deslindes de las primeras concesiones de tierras, y sobre todo, a partir del decreto de 1819, que impuso nuevas delimitaciones agrícolas. A esto se añadía la transformación de numerosas haciendas ganaderas en plantaciones de café o de caña de azúcar, que requerían nuevas mediciones topográficas [6] y también la explotación de otras estructuras agrarias, como el sitio de labor y el potrero.

La enorme demanda de mediciones de tierras fue resuelta por agrimensores criollos y extranjeros, estos últimos de diversas procedencias. El citado año no es casual, es evidente la relación entre los aportes técnicos de los inmigrantes franceses, basados en conocimientos científicos; su rigor profesional, con la aplicación de instrumentos de medición precisos y eficientes; y la introducción de métodos modernos de conteo y medición de población, de propiedades y del espacio urbano, con el auge de la estadística, la agrimensura y la cartografía en la Cuba decimonónica.

El trabajo topográfico de Francisco Lavallée en la región trinitaria

La representación topográfica de la región trinitaria por Francisco Lavallée respondió a disímiles proyectos de diversas instancias de poder, que se pueden agrupar de la siguiente forma:

  1. Planos enviados a la Sociedad de Geografía de París, motivados por un interés geopolítico de identificación y reconocimiento de las características de un territorio geográficamente importante. Un ejemplo representativo es el Plano hidrográfico de los puertos de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes, comprendidos desde el río del Guaurabo hasta punta y río de Agabama, en la parte meridional de la Isla de Cuba, 1833.
  2. Planos solicitados por el gobierno colonial, o de interés gubernamental, relacionados con la trama urbana de Trinidad y el planeamiento de nuevas poblaciones, la línea costera y los recursos hidrográficos: Plano del puerto de la Boca, sin fecha; Plano demostrativo de la nueva población de Casilda, 1832; Plano hidrográfico de los puertos de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes… 1833; Plano hidrográfico topográfico de los tres puertos de Trinidad, 1842; y Plano topográfico, histórico y estadístico de la ciudad de Trinidad, 1842.

Todo parece indicar que este último surgió de una propuesta de los agrimensores Francisco Lavallée y Rafael Febles a la Corporación o Cabildo [7]. Al respecto la doctora Alicia García Santana considera que este fue el primer plano de la ciudad de Trinidad digno de este nombre, y donde proyectó su ensanche, según un ordenamiento regular, además de ser la base de todos los realizados con posterioridad [8].

  1. Planos encargados por los hacendados, referentes a ingenios y potreros: Plano topográfico del Ingenio Buenavista, 183…; Plano topográfico del potrero del río de Ay, 1836; y Plano demostrativo del Ingenio del Santo Cristo de los Destiladeros, 1842.

El valor histórico de la muestra de planos por encargo de propietarios reside básicamente en la lectura que ofrecen del fenómeno de la plantación azucarera y otras estructuras agrarias en cuanto a expresión física del espacio y usos agrícolas en los momentos culminantes del auge azucarero. Son documentos de carácter catastral levantados con belleza y cientificidad, y representan el fenómeno caracterizador del territorio: el desarrollo histórico de la plantación azucarera en el Valle de los Ingenios. El Plano Topográfico del Ingenio Buenavista, por ejemplo, constituye un modelo agrario de la plantación durante la etapa de la gran manufactura azucarera, que permite la reconstrucción de un paisaje histórico, de ahí que, según el criterio de Angelbello y Acosta [9], posibilita realizar el mejor estudio hasta ahora posible en un documento de este tipo dentro del complejo socioeconómico y cultural mencionado, pues toma en cuenta el relieve y la red hidrográfica, así como el uso de la tierra de la plantación, la parcelación perfecta de los campos de cañas y de las áreas destinadas a otro empleo agrario.

Pero en todos los casos, no importa la motivación ni la procedencia, la riqueza testimonial de la obra de Lavallée trasciende su época y ofrece una mirada hacia el interior del territorio, lo que vale decir, descubre parte de la identidad trinitaria en el reconocimiento y el protagonismo de espacios citadinos, agrarios y marítimos, cuya representación cartográfica los hace vivos, dinámicos y cambiantes. A la vez, la publicación y el envío de sus materiales a receptores como el gobierno colonial y sociedades científicas en Cuba y Francia disemina esa información y permite la trascendencia de lo local a lo universal; tiende un puente cultural y científico que invierte los términos: ya no es del centro a la periferia, sino de la periferia al centro.

La presencia de este cartógrafo y agrimensor francés en Trinidad en la primera mitad del siglo XIX dejó un legado perdurable para la ciudad y su región. Estos documentos integran el patrimonio atesorado en archivos de varias instituciones. De ahí que el objetivo principal de la presente investigación haya sido la demostración de la importancia que tuvo dicha obra para la representación del ámbito trinitario, no solo en términos espaciales, sino como código expresivo de la cultura y la sociedad decimonónica en el territorio.

El estudio de la producción intelectual de Lavallée en la región trinitaria permite identificar características propias de la Ilustración francesa en la conceptualización desde la ciencia y la racionalidad sobre el conjunto urbano, la plantación azucarera y la estructura agraria de propiedades rurales en sus manifestaciones específicas en Trinidad y su Valle de los Ingenios, favorecidos por el auge industrial azucarero de esa época.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Archivo Histórico de Trinidad. Fondo Ayuntamiento, actas capitulares, 18 de marzo de 1833.

[2] Guía de Forasteros en la siempre fiel Isla de Cuba, 1845, p. 261.

[3] Citado en Esteban Acosta Rodríguez. “Un geógrafo francés en Trinidad: Francisco Lavallée”. Revista Tornapunta (Oficina del Conservador de Trinidad), año VI, nº 8: 24 – 29; invierno 2012.

[4] Responde al concepto planteado por Esteban Acosta Rodríguez en La cartografía colonial trinitaria: los planos de las plantaciones esclavistas azucareras [Ponencia inédita].

[5] Esteban Acosta Rodríguez. La cartografía colonial trinitaria: los planos de las plantaciones esclavistas azucareras.

[6] Nicole Simon. “Francis Lavallée (1800-1864), Vice-cónsul de Francia en Trinidad y corresponsal de la Sociedad de Geografía”. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana) 75 (2): 90; mayo-agosto, 1984.

[7] Citado por Yudit Vidal Faife en Mapas y planos del Valle de los Ingenios. Estudio en archivos locales de Trinidad. Rescate de un documento cartográfico. [Trabajo de diploma inédito] Instituto Superior de Arte, Facultad de Conservación y Restauración de Bienes Muebles, La Habana, 2008, p. 58.

[8] Ídem.

[9] Silvia Teresita Angelbello Izquierdo y Esteban Acosta Rodríguez. Buenavista: patrimonio y paisaje. Revista Siga la marcha (Sancti Spíritus), n. 18: 28 – 33.

Bárbara O. Venegas Arbolaez: Máster en Ciencias de la Educación, Diplomada en Filosofía por la Universidad de La Habana y Licenciada en Filología. Investigadora Auxiliar. Profesora Auxiliar adjunta de la Filial Universitaria Municipal de Trinidad y correctora de la revista Tornapunta y otras publicaciones de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios. En 2012, obtuvo el Premio Nacional Emilio Roig de Leuchsenring y en 2014 el provincial Pérez Luna. Se desempeña profesionalmente como especialista de literatura y bibliotecas, promotora cultural e investigadora de historia y cultura regional. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y de la Sociedad Cultural José

Martí.