20190923-Azulejos dedicados a Eça de Queiroz

Luces de Portugal sobre Cuba

20190923-Azulejos dedicados a Eça de Queiroz

Ángel Jesús Pérez Ruiz

Enero 7, 2022

 

La presencia portuguesa en Cuba que, si bien no es cuantificablemente notoria, puede exhibir ribetes interesantes, siglo a siglo, desde que las carabelas Pinta y La Niña y la carraca Santa María arribasen a nuestras costas el 27 de octubre de 1492 [1].

Con niveles de población y territorio similares, desde 1911, Cuba y Portugal comparten oficialmente a ambos lados del Atlántico una historia de relaciones ininterrumpidas que se sobreponen al paso del tiempo y muestran hoy una perspectiva ascendente. Existe en Portugal una pequeña villa llamada Cuba, con casi 5000 habitantes en pleno corazón del Alentejo. Allí, cada sábado 28 de octubre, justo 705 años después de que Colón descubriese la isla que más tarde llevaría el nombre del pueblo, los cubenses han vivido un momento importante de su historia local, al inaugurar el primer monumento dedicado al descubridor en suelo lusitano, en data semejante del 2016.

¿Pura casualidad?

En Cuba de Portugal hay una estatua al Almirante sospechosamente frente al Palacio del Duque de Beja, del que, según estudiosos de la hipótesis portuguesa, el navegante era hijo ilegítimo.

En su libro Cristovão Colombo, agente secreto do rei Dom Joao II, de Mascarenhas Barreto, publicado en Portugal en 1988, se asegura que existen numerosos indicios para pensar que Colón era portugués. El investigador luso, Manuel Luciano da Silva, instalado en los Estados Unidos ha coincidido con la hipótesis. Mientras que la presidenta de la Academia Portuguesa de Historia, Manuela Mendoza de Matos, se inclina también por esa idea.

Los portugueses en sus viajes hacia Cuba tuvieron una identidad compartida, es decir, se entremezclaron con la población española. Se pierden en la memoria histórica la composición de las continuas tripulaciones que comenzaron a arribar y a asentarse entre la población tras la colonización.

El Centro de Estudios Demográficos de Cuba ubica al primer censo en 1774, referido por el gobernador Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba (t. IV, 1866); sin embargo, ya en 1604 y 1607 se hace un conteo específico para los residentes portugueses en La Habana, lo que arroja que su presencia temprana en la demografía cubana era del 25 % de la población [2].

A partir de la segunda mitad del siglo XVI la población extranjera aumentó de manera progresiva en la isla de Cuba. Refieren las cartas del gobernador Pedro Valdés al rey de España en dos de sus primeras misivas, la del 25 de septiembre y el 22 de diciembre de 1602: “[…] más de dos terçias partes de los que ressiden en esta isla son de diferentes naçiones y la mayor dellas portugueses.”

En otras dos oportunidades, el 15 de diciembre de 1605 y el 12 de agosto de 1607, destaca la presencia de los portugueses en el país con su foco neurálgico en La Habana. Hacia 1606, ellos constituían la mitad del total de los europeos residentes en el país [3].

En 1604 denunciaba a la Corona sobre el abandono de una nao de la flota e infiltración ilegal en la Villa de San Cristóbal de dos matrimonios y una mujer soltera, sobre los que, tras un interrogatorio entre los miembros de la Flota, recayó una sospecha por su hablar en un “español extraño”.

Las escalas y estancias de las flotas, de retorno a España, hizo que aumentara el comercio. Proliferaron las tabernas de vino, regentadas principalmente por portugueses, pero no es descartable que también hayan incursionado en panaderías y pastelerías, tal y como las hicieron proliferar en el territorio brasileño, en el canadiense, o en el que actualmente ocupa Venezuela.

Es conocida la emigración portuguesa hacia Canarias a todo lo largo de los siglos XIV y XV, huyendo de persecuciones religiosas, buscando mejoras económicas y tierras atractivas para cosechas. Los portugueses se establecieron en Gran Canaria antes que los castellanos, en la época de la expansión africana.

Es conocido que los portugueses de Madeira fueron los que iniciaron el cultivo de la caña de azúcar y la tecnología de los trapiches azucareros. No demoraron en exportar sus experiencias hacia otros territorios, por lo que entre los destinos están las Canarias.

Se sugiere que la caña de azúcar pudo haber sido introducida por canarios, y ante ello lanzamos una pregunta que puede tornarse inescrutable incógnita. Los portuguesismos en el habla canaria son abundantes, reflejo de una influencia de inmigrantes portugueses a las islas desde el inicio.

No olvidar el origen latín de la lengua portuguesa, que evoluciona alrededor del siglo XIII, época en que no había diferencia notable entre el portugués y el gallego, también conocida como época del período galaico-portugués. ¿Podemos establecer con exactitud qué cantidad de portugueses se quedaron en Galicia cuando las fronteras se separaron? ¿Podemos determinar de cuántos gallegos y sus descendientes de hasta cuatro generaciones está compuesta la actual población cubana? Cifra innumerable, pasando por figuras cumbres de nuestra historia Patria.

Cuéntese entre los reconocidos en la isla a Don Matías Pérez, o quizás Pires, quien el 29 de junio de 1856 voló tan alto y tan lejos que nadie lo vio descender, quedando entre todos los habaneros la imagen del que se fue para no volver, parafraseando la canción. El hecho y su frase, se insertaron para siempre en el refranero popular.

Dieciséis años después de este hecho, con tan solo 27 años de edad arriba a La Habana el 20 de diciembre de 1872 un natural de Póvoa de Varzim, en la norteña localidad de Porto, Portugal, nombrado Cónsul de primera clase de aquel país en las Antillas Españolas: José María Eça de Queirós, a la postre el principal exponente de letras lusitanas realistas en el siglo XIX.

Se le veía en los alrededores del Hotel Inglaterra departiendo con huéspedes de procedencia sajona, o quizás atravesando por la calle de los Obispos para dirigirse a la Columnata Egipciana, donde se observa un mural de azulejos con la imagen del autor, hechos en la internacionalmente multipremiada fábrica de cerámica de Viúvas de Lamego.

En Cuba escribió muy poco, ya que desplegó una mayor actividad diplomática destinada a la denuncia de los chinos coolíes que eran traídos como “asalariados”, cuando en realidad eran tratados como esclavos. Ante el escándalo salido a la luz pública, los portugueses decidieron eliminar a Macao como punto de embarque para el contrabando de coolíes y dictó severas medidas contra quien intentase infringir la medida. No cabe dudas de que “alguien” influyó con creces en ello.

El político recibió del Imperio Chino un bello bastón con empuñadura de oro, y según sus propias palabras, había contribuido a que los asiáticos en Cuba tuviesen “más pan y menos azote” [4].

La presencia portuguesa en Cuba tuvo además la impronta académica del pedagogo Antonio de Sena Faria de Vasconcelos quien, en 1915, orienta la Reforma Pedagógica que ensaya, ejerciendo el cargo de Inspector Especial en la Secretaría de Beneficencia.

El triunfo de la Revolución Cubana marcó un impasse en las relaciones cubano-portuguesas, país entonces gobernado por Marcelo Caetano, pero tras el paso de la Revolución de los Claveles Rojos, el 25 de abril de 1974, el general Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los jefes del movimiento luso, muestra simpatías hacia el pensamiento del líder cubano Fidel Castro y no tarda en venir al aniversario 22 del ataque al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1975 como invitado de honor. Resultó un punto de viraje de nuestras relaciones. Desde entonces se han incrementado en todas las esferas entre ambos países y pueblos.

El genio del flamenco Paco de Lucía, que tanto compartió con la guitarrística cubana, era de origen materno portugués. Su señora madre se llamó Lúzia Gomes y era oriunda de Castro Marim; visitó Cádiz en 1934 y ahí quedó prendido de su belleza el guitarrista Antonio Sánchez de Algeciras, se casaron y su nombre se españolizó, pasando a llamarse Lucía Gómez. Tuvieron cinco hijos, que eran llamados “los de Lucía”. Antes de fallecer en 2014, Paco tuvo innumerables colaboraciones con la musicología cubana.

Cuéntense entre sus contrapartes al maestro Leo Brower, al guitarrista Reynier Mariño o al inolvidable Juan Formell, entre otros.

El presidente Marcelo Rebelo de Sousa, durante su visita a Cuba en noviembre del 2016, destacó la victoria cubana en la votación en Naciones Unidas contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos, y manifestó su propósito de contribuir al incremento de las relaciones no solo de Portugal, sino también de todos los miembros de la Unión Europea con Cuba.

El 17 de febrero del 2017 quedó oficialmente constituida la Cátedra de Estudios de Lengua y Literatura Portuguesa “Eça de Queirós”, adscrita al Instituto Camões de Portugal y a la Universidad de La Habana. Ella ha comenzado a traer empresas culturales que incrementan la presencia e influencia cultural portuguesa en Cuba.

El padre de las letras portuguesas, Luís Vaz de Camões, ha sido perpetuado en estatua en la esquina de Mercaderes y Obispo e invita a sumergirnos en sus fascinantes páginas. A menos de 100 metros, el expresidente Jorge Sampaio colocó una placa en las afueras de la Columnata Egipciana, para perpetuar la estancia de Nosso Eça en la capital. En el centro histórico de la ciudad pueden verse las magníficas losas de Viúvas de Lamego en determinadas esquinas neurálgicas.

Restan aún estudios demográficos para establecer cuántos descendientes de tercera, cuarta o más generaciones tenemos en Cuba. El Doctor Aurelio Francos estableció en 1999 la existencia de 19 portugueses residentes directos en Cuba, y es nuestro reto buscar a más descendientes “entremezclados”, pues esa presencia, cual estrellas fugaces, está marcada por la característica que la hace por veces invisible a los ojos, quizás porque es esencial, como nos diría para la eternidad El Principito, de Saint Exúpery.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Fray Bartolomé de las Casas llamaba a veces a la nave con el nombre de la Capitana y con mayor frecuencia con el de “nao”, como llamaban los portugueses a las carracas.

[2] Ismael Sarmiento Ramírez y Aroa Huerta Quintana: Una mirada a la isla de Cuba en tiempos del gobernador Pedro de Valdés, a través de sus cartas al Rey (1602-1608), versión Digital.

[3] Así pues, los datos estadísticos se referían originalmente a los datos demográficos de una ciudad o estado determinados (“Estadística”). El primer censo que consta en nuestra historiografía, concebido y desarrollado en 1774. Inicialmente referido por el historiador Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba (t. IV, 1866); sus datos también aparecieron en un cuadro comparativo publicado en el censo de 1827. Citando a Lohania Aruca en su trabajo Los primeros censos de Cuba Colonial, soporte digital s/d., CEDEM, La Habana, 2013.

[4] Mário Quartin Graça: Eça de Queiróz em Havana. S/P, versión digital, Blogue do Centro Nacional de Cultura, Lisboa, Portugal, 2016.

Ángel Jesús Pérez Ruiz: Máster en Pedagogía Profesional y Licenciado en Educación, especialidad traducción e Interpretación. Profesor Asistente de Lengua Portuguesa en la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana y responsable del Departamento de Portugués. Traductor e Intérprete Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Presidente de la Cátedra de Estudios Lingüísticos y Literarios “Eça de Queirós” de la Universidad de La Habana.

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Francesc Macià y las asociaciones catalanas de Cuba

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Rubén Darío Lahuiller Chaviano

Diciembre 24, 2021

 

En 1928, Francesc Macià i Llussà llegaba a La Habana acompañado de Ventura Gassol, poeta y dirigente del partido Estat Català. Cuba era el último destino de su gira por tierras americanas en busca de apoyo a la causa catalanista. Para esa fecha, Macià ya era una personalidad de enorme prestigio en las filas del independentismo catalán. Este era el resultado de 20 años dedicados a la vida política de la región, lapso en el que había experimentado un gradual proceso de radicalización de su pensamiento político, el que le había conducido a asumir posiciones ideológicas republicanas de izquierda y a defender la separación de Cataluña del estado centralista español. En este sentido, dos momentos son clave en su biografía: la fundación en 1919 de la Federación Nacionalista Democrática y en 1922 la creación del Estat Català; este último fue un partido que se situó al margen de la vida parlamentaria, con una proyección inequívocamente independentista, que se tradujo en su pretensión de agrupar a todo el nacionalismo de izquierda y en seguir la vía insurreccional al estilo de los nacionalistas irlandeses.

Por sus ideas, Macià se vería obligado a exiliarse en Francia a solo un mes del comienzo de la dictadura del general Primo de Rivera. En este país crearía el Comité Central Separatista Catalán, organismo que tendría como fin la coordinación de un programa de acción insurreccional entre las fuerzas que se encontraban en el exilio, el directorio del partido Estat Català –el cual seguía funcionando de manera clandestina en Barcelona–, y los núcleos catalanes en América. Todo este proceso organizativo daría lugar al intento fallido de invasión a Cataluña en 1926, que sería conocido como la Conspiración de Prats de Molló [1].

La ayuda económica brindada por la emigración catalana en América fue fundamental para el sostenimiento de este proyecto independentista. Desde 1924 en Buenos Aires, los autodenominados “catalanes de América” realizaron significativos aportes en metálico al tesoro del Estat Català, a través de una comisión denominada Contribució Patriòtica, la cual canalizaba los esfuerzos financieros de los integrantes del Casal Català y del Comitè Llibertat porteños, entre otras sociedades catalanistas [2].

En cuanto a Cuba, si bien el colectivo catalán era muy inferior en número al existente en Argentina, su contribución en dinero fue considerable; así, Joan M. Ferran en su libro La Constitució catalana de L’ Havana, estimaba que la Mayor de las Antillas aportó el 47 % del total recibido por Macià entre 1923 y 1930, y las asociaciones de La Habana, Santiago de Cuba y Camagüey, en ese orden, las principales donantes [3]. A conclusiones similares llegaba Joaquín Roy, en un ensayo introductorio a la obra política y periodística de Josep Conangla i Fontanilles, cuando analizaba el monto del financiamiento cubano dirigido al sostenimiento del Comité del Partido durante su permanencia en Francia; en este texto señalaba, además, el valor económico que tuvo para el líder independentista su recorrido por la isla, ya que a la salida de La Habana de regreso a Europa llevaba consigo 7500 dólares y 500 000 francos resultado de las colectas [4].

La idea de viajar hacia este lado del Atlántico ya había sido valorada por el líder catalán desde 1922. En ese año, el Centre Català de La Habana le cursa una invitación para que visite nuestro país en función de establecer contacto directo con las sociedades catalanas de la capital; dos años después, el Centre Català de Mendoza cursaría una invitación similar. Aunque ninguna de estas propuestas llegó a materializarse en ese momento, Macià no descuidó la comunicación con estas y otras organizaciones simpatizantes con la causa; en cuanto a Cuba, mantendría una fluida correspondencia con el Centre Català, con la dirección del Club Separatista No. 1 desde su misma fundación en junio de 1922, además de con el Group Nacionalista Radical Catalunya y el Club Separatista No. Onze, ambos de Santiago de Cuba.

Este nivel de contactos era expresión de un proceso de politización que estaba experimentando el sector más activo de la colectividad catalana de la Mayor de las Antillas. En el caso del Centre Català de La Habana —asociación con la que Macià estableció una relación muy estrecha—, los cambios también ocurrieron a nivel normativo; ya en la temprana fecha de 1911 el Centre encabezaba sus nuevos estatutos con una Declaración de Principios en la que afirmaba el giro hacia lo político de la hasta ese momento institución cultural catalana, al hacer manifiesto su apoyo a la autonomía de la región. Doce años más tarde (el 8 de octubre de 1923), el Casal habanero volvería a renovar esta Declaración de Principio, pero esta vez desechando por completo la aspiración de alcanzar un régimen autonómico, ya que consideraban que esta solicitud era irremediablemente incompatible con el sistema regresivo e intransigente del gobierno centralista español. En 1924, la asociación declaraba oficialmente su carácter separatista y consideraba al Estat Catalá como la organización legítimamente fiel a los intereses de Cataluña [5].

El compromiso que se desprendía de esta declaración se puso en evidencia durante la estancia de Macià en la isla. Previo a su llegada, el estado de ánimo general que primaba entre los catalanes residentes en el país era de júbilo e incluso de cierta exaltación eufórica; este particular entusiasmo en buena medida era el reflejo de la imagen heroica con que la prensa nacionalista catalana de la Isla había retratado a su figura. Así, por ejemplo, la revista La Nova Catalunya, publicación de carácter regional y órgano oficial del Centre, le recibía con un editorial en donde lo describía como “un ejemplo glorioso de los santos rebeldes y de todos los sacrificios a favor del ideal supremo de Cataluña y de los principios patrióticos.”

Su estancia en Cuba se desarrolló sin ningún tipo de contratiempo, una situación muy diferente a la que atravesó en su viaje al Cono Sur; en particular, su arribo a Buenos Aires fue sumamente accidentado, ya que requirió de dos ingresos clandestinos desde Uruguay y de un proceso legal de solicitud de asilo político para lograr que fuese efectivo. Aunque la representación diplomática española en la Mayor de las Antillas trató de maniobrar para que las autoridades cubanas expulsaran a Macià y a Ventura Gassol, la respuesta de la Cancillería no dejó ningún tipo de dudas: en un comunicado emitido al respecto, aclaraba que el dirigente nacionalista podía permanecer en el territorio nacional, siempre que no violase o infringiera la legislación y que, sin reparar en sus ideas políticas, podía contar con todas las garantías que ofrecía la Constitución cubana a los extranjeros.

En este apoyo, sin duda debió influir las simpatías que existían entre políticos y figuras del gobierno cubano por la causa catalana, sobre todo en aquellos que provenían del antiguo mambisado; muestra de ello fue la invitación que a su llegada le hiciera el general del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo para compartir con él en su finca La Belinda, en este encuentro, también participaron los directivos del Centre Català, el anfitrión mandaría a colocar junto a la enseña nacional la Estelada Blava, símbolo del independentismo catalán. Más inesperado fue el homenaje que le harían las fuerzas militares de la ciudad de Camagüey, las cuales, en reconocimiento de su condición de excoronel del ejército español, le rendirán honores militares a su llegada a esta villa.

Por otra parte, el Centre Català no escatimaría recursos en pos de darle el mayor esplendor y dimensión pública al conjunto de actividades preparadas para obsequiarle; con este fin efectuarían galas culturales, banquetes y visitas por los sitios de relieve histórico de la ciudad, en los que el líder nacionalista sería escoltado por una amplia representación de la emigración. Con idéntico boato y solemnidad sería agasajado en Camagüey y Santiago de Cuba, destinos siguientes en su recorrido por el país. En esa última ciudad será el invitado de honor de la sociedad Group Nacionalista Radical Catalunya, la que aprovecharía que su presencia en esta urbe coincidía con la fecha patriótica catalana del 11 de septiembre, para que presidiera la celebración y de esta manera darle más realce a la festividad.

Más allá de este tipo de actos, la visita de Francesc Macià en nuestro país tuvo un enorme valor político para la consolidación del movimiento catalanista de la isla. Su presencia en esta, daría impulso a las coordinaciones que el Centre Català y el Club Separatista No. 1 habían ido realizando con las asociaciones catalanas existentes en otras localidades del territorio nacional, en función de lo que sería conocido como La Asamblea Constituyente del Separatismo Catalán en Cuba. La Asamblea, presidida por Macià, se propondría cumplir con dos grandes objetivos: la elaboración de una constitución provisional para la futura República Catalana y la creación del Partido Separatista Revolucionario de Cataluña (PSRC). La redacción de la Constitución quedó a cargo de Josep Conangla i Fontanilles y su contenido estuvo definido por tres ideas generales: el establecimiento de una república democrática y representativa; la reposición de las fronteras naturales de Cataluña; y la oficialización de la lengua catalana. En cuanto al Partido, este era presentado como el relevo del Estat Català, dirigido a integrar a los catalanes que estando en el exilio, la emigración o en España aceptaran el programa revolucionario de la organización; su meta era la total independencia de la región y la instauración de una república inspirada en los principios democráticos tradicionales de Cataluña y en las corrientes modernas de libertad y progreso. En la última sesión de la Asamblea se toma como acuerdo la identificación absoluta con la dirección revolucionara de Macià y se le reconocía como el líder indiscutible de la recién creada estructura partidista.

La creación del PSRC era la ruta que estas organizaciones proponían para dejar atrás el papel subordinado que se les había asignado en la lucha por la independencia de Cataluña. El reconocimiento de Macià y Gassol, de los resultados alcanzados en la magna reunión, demostraba, por tanto, un nuevo tipo de compromiso entre el núcleo del movimiento nacionalista, que laboraba desde el exilio en el Viejo Continente, y la emigración políticamente activa radicada en Ultramar. Este compromiso entre los dos grupos implicaba un tipo de relación que ampliaba el modelo de colaboración que había primado entre ellos hasta ese momento, en el cual las asociaciones de emigrados básicamente solo tenían la función de brindar apoyo económico.

Sin embargo, la luna de miel entre estas asociaciones y Macià no sobrevivirá mucho tiempo después de su regreso a Europa. En primer lugar, en los próximos dos años y ante la situación revolucionaria que se estaba gestando en Cataluña, como consecuencia del enorme desgaste del régimen de Primo de Rivera, la estrategia de acción del dirigente catalán pasaría de priorizar los contactos con la emigración a centrarse en consolidar la base de apoyo de su partido entre las fuerzas internas contrarias al directorio militar, a la vez que estrechará los vínculos del Estat Català con otras organizaciones separatistas de izquierda, lo que condujo, en marzo de 1931, ya en el umbral de la Segunda República, a la creación de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Por otra parte, y ante la resistencia del Comité del Estat Català, el cambio de nombre de la entidad por el de PSRC nunca llegó a materializarse, tampoco tendría mucho éxito el reconocimiento de una comisión constituida desde Cuba por miembros del nuevo partido. A pesar de esto, las distintas sociedades catalanas que desde Cuba se habían involucrado en el proyecto independentista continuaron reclamándole al caudillo catalán que cumpliera con los compromisos que había forjado durante su estancia en la isla. El Centre Català fue la institución que durante más tiempo persistió en este esfuerzo; Las cartas y cablegramas que se preservan de esta correspondencia, demuestran la insistencia del Centre en temas como el destino del PSRC, la posible aplicación de la Constitución redactada en La Habana y el reconocimiento del papel desempeñado por las asociaciones de emigrados en la consecución de la independencia.

Macià contestará con demora, a veces con meses de diferencia, pero fuera de una misiva circular a todas las organizaciones americanas, en la que expresaba su agradecimiento por la labor y los sacrificios realizados por estas, poco será lo que adelante respecto a los otros temas. Cuando en abril de 1931 el dirigente nacionalista declaraba el establecimiento de la República Catalana –después de ganar con su partido Esquerra Republicana de Catalunya las elecciones municipales–, la comunicación entre este y las asociaciones en Cuba había disminuido drásticamente. A partir de esa fecha, la dura realidad política que tendrá que enfrentar en España, le obligará a atemperar sus aspiraciones para el futuro de Cataluña. Solo unos días después de la proclamación de soberanía desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, se vería obligado a renegociar el estatus de la región, ante la tenaz resistencia del gobierno provisional de la Segunda República española a consentir la independencia catalana. El resultado sería la obtención de un estatuto de autonomía que servirá de base a la formación del gobierno de la Generalitat de Catalunya, mucho más amplio en poder de lo que había tenido nunca el país, pero muy inferior al de concepción federalista presentado por Macià en las Cortes [6].

Ante estos hechos, las reacciones de las organizaciones catalanistas de la Isla irán desde el desencanto hasta la incomprensión y el enojo. Las más radicales le tildarán de traidor; este es el caso del Group Nacionalista Radical Catalunya de Santiago de Cuba, cuyo presidente Salvador Carbonell sacaría adelante una resolución en la que además de definir la total separación del caudillaje de Macià, le despojaba de su nombramiento de presidente de honor y le solicitaba la devolución de la estelada confeccionada por las mujeres de la sociedad y que se le había entregado durante su visita a la sede de la asociación. También el Block Nacionalista Cathalonia de Guantánamo le notificará a Macià la decepción que les había causado la aprobación del Estatuto, su ruptura con ERC y su intención de seguir con el ideal independentista de Cataluña. El Centre Català será mucho más comedido, aunque expresará por escrito su desaprobación ante la desaparición del principio de autodeterminación que estaba presente en la primera propuesta de estatuto, mantendrá abierta la puerta a la colaboración con la Generalitat.

A pesar de todas estas críticas, la nueva institución fue el mejor resultado posible al que en ese momento podía aspirar el catalanismo independentista. Al margen del holgado triunfo de ERC en las elecciones de 1931, existían marcadas divergencias hacia el interior de la coalición sobre el camino a seguir, además, no todas las fuerzas políticas en Cataluña estaban a favor de una solución tan radical; a esto hay que añadir que las agrupaciones nacionalistas en el poder no tenían la capacidad militar para enfrentarse a los efectivos con los que contaba el gobierno de la Segunda República, lo que quedaría demostrado en 1934, cuando el ejército republicano derrocaría al gobierno de Lluís Companys i Jover y pondría fin al estatuto de autonomía.

El 25 de diciembre de 1933, algo más de un año después de creada la Generalitat, su primer presidente, Francesc Macià i Llussà fallecía a la avanzada edad de 75 años. La labor que desarrolló, tanto en España como en el exilio, fue esencial para la coordinación y avance de un movimiento nacionalista de izquierda en Cataluña; la combinación de figura política con la de hombre de acción, sumado a su carisma natural, le permitieron atraer a las filas del independentismo a sectores populares y de la clase obrera que, hasta ese momento, habían encausado sus demandas sociales ajenos a la militancia nacionalista. Su recorrido por América, independientemente de las polémicas posteriores, tuvo un efecto positivo en el trabajo de las sociedades catalanas de ideología separatista, las que incrementaron su acción pública y redefinieron el alcance de sus programas políticos.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Albert Balcells: Historia del nacionalisme català, dels orígens al nostre temps, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1992.

[2] Marcela Lucci: “La colectividad catalana en Buenos Aires en el siglo XX, una visión a través de los catalanes de América”, tesis Doctoral inédita, Universitat Autònoma de Barcelona, 2009.

[3] Joan M. Ferran: La Constitució catalana de L`Havana. Lleida, Pagès Editors, 2005.

[4] Josep Conangla I Fontanilles: La Constitució catalana de L`Havana i altres escrit, edició a cura de Joaquim Roy, Edicions de la Magrana, S. A., Barcelona, 1986.

[5] Sergio Ruiz García: “El asociacionismo español en Cuba. Un encuentro de identidades: el caso catalán (1840-1940)”, tesis Doctoral inédita, Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, 2015.

[6] Josep M. Roig Rosich: “Segona República I guerra civil”, en Manel Risques (dir): História de la Catalunya contemporània, de la guerra del Francès al nou Estatut, segona edició actualizada, Pòrtic, Barcelona, 2006.

Rubén Darío Lahuiller Chaviano: Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Desde el 2015 es Doctorante y su tesis de investigación es “Las sociedades regionales españolas en Cuba: presencia, adaptación y crecimiento (1899-1930)”. Entre 2001 y 2015 fue profesor del Departamento de Historia de Cuba de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana. Desde 2016 trabaja como investigador en el Instituto de Historia de Cuba.

Arnaldo Pou Pujols

Arnaldo Pou Pujols. Un artista de su tiempo

Arnaldo Pou Pujols

Vicente Robinson Echevarría

Diciembre 17, 2021

 

La siguiente ponencia está diseñada con el fin de promover la figura del artista Arnaldo Pou Pujol, emigrante balear, asentado en la comunidad de Surgidero de Batabanó, quien se destacó por una importante obra artística fotográfica, además de una amplia participación social en la comunidad.

Su obra ha sido muy importante para el estudio y el conocimiento de la cultura popular y tradicional de la comunidad.

Arnaldo constituye un representante insigne de la promoción y el desarrollo de los procesos culturales que tuvieron lugar en la comunidad durante los siglos XIX y XX. A través de su obra artística Arnaldo Pou Pujol creó una manera muy peculiar de representar el patrimonio local arquitectónico, artístico y laboral de la comunidad de Surgidero de Batabanó, incidiendo en el desarrollo de otras manifestaciones culturales y potenciando la participación y creación de diferentes espacios culturales para la difusión de la cultura entre los ciudadanos en la comunidad.

Es importante el estudio, la promoción de la vida y obra de Pou, ya que permite conocer, reflexionar y atesorar toda una época pasada con repercusiones para conocer el presente.

Olvidar los vínculos de este creador con el desarrollo sociocultural de la comunidad contribuiría a la desmemoria, la omisión de manera negativa en el arraigo a las raíces y al sentido de pertenencia, de identidad, interés por la cultura creada en el tiempo y hacedora de los valores identitarios.

El objetivo general del estudio consiste en promover en los diferentes espacios la vida y obra del artista balear Arnaldo Pou Pujol.

El estudio de la figura de Arnaldo Pou Pujol (muy poco conocida en la comunidad y el país) se considera necesario e importante por su labor cultural y cívica. Es una guía para poder conocer los antecedentes de la cultura local, su memoria histórica, sus tradiciones y el legado testimonial de una época reflejada en sus trabajos artísticos, que han permitido fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia de los sujetos comunitarios a través del tiempo.

Pero no solo desde las inquietudes de la labor artística se destacó la obra de este hombre, sino además en su propia vida, la que dedicó a inquietudes sociales a favor de la comunidad.

Ubicación de la comunidad de Surgidero de Batabanó en la época

La comunidad de Surgidero de Batabanó está ubicada al sur de la provincia de Mayabeque (antigua provincia La Habana), su principal actividad económica es la pesca de escamas y esponjas, además de las actividades comerciales y de servicios que florecieron en gran medida en la comunidad.

Datos biográficos de Arnaldo Pou Pujol

Arnaldo Pou Pujol nace el 2 de julio de 1887 en Andraixt, Palma de Mallorca, Islas Baleares, llega a Cuba posiblemente antes del 11 de abril de 1898. En la comunidad realiza diferentes oficios, tales como aprendiz de operarios en la Casa de Armadora, propiedad del comerciante Arturo Homs. Entre los años 1910 y 1920 realiza su labor fotográfica (cerca de 2000 ejemplares) que constituyen parte del patrimonio gráfico e histórico de Surgidero de Batabanó postcolonial; imágenes necesarias para el estudio y análisis de la comunidad a principios del siglo XX, su obra es el reflejo de una época y por el concepto artístico que desarrolla se puede clasificar como vanguardista.

En su obra fotográfica refleja la arquitectura local, la vida laboral en actividades productivas como la pesca y la elaboración del carbón, así como escenas familiares.

Con imágenes muy naturales refleja y plasma para siempre los elementos portadores de la cultura popular tradicional de la localidad, estableciendo un sitio propio con su labor fotográfica de estilo humanista y testimonial.

En 1910 se vincula a la logia y se inicia como periodista local en el periódico La Opinión.

Se inicia formalmente en la masonería el 5 de julio de 1911, donde alcanza el grado de Aprendiz. Su espíritu cultural lo lleva a fundar la sociedad Luz Preclara, la cual se organizó como un centro de estudios sociales con el fin de educar e instruir al pueblo trabajador, y los hijos de este, a cuyo objeto, tendrá un local apropiado para el fácil acceso de los mismos.

Esta sociedad llegó a poseer una biblioteca, los alumnos asistían en horarios diversos, diurnos, y nocturnos, se realizaban conferencias, veladas culturales, la sociedad admitiría en su seno a “toda persona sin distinción de sexo, ni raza y a cuantos anhelaran el mejoramiento tanto individual como social”.

Contrae matrimonio el 11 de julio de 1914 con María Luisa Tres Arteaga, de profesión maestra; el 14 de junio de 1918, se inicia en el Supremo Consejo de Colón Rosa Cruz de la Logia Escocista; el 13 de abril de 1924 obtiene el ejercer Grado y se convierte en Soberano Príncipe de Rosa Cruz, Caballero del Águila y del Pelícano, miembro Soberano del Capítulo Virtud.

En 1918 labora en el Centro Balear de Ciudad Habana; el 12 de abril de 1921 es Venerable Maestro de la Logia Virtud, recibe el premio a la Constancia y otras Logias lo proclaman miembro de honor.

En 1921 viaja a España, a su regreso funda la imprenta La Opinión. Es presidente de la delegación Centro Nuevo Balear de Surgidero, desde el que inicia una amplia labor sociocultural; es redactor del semanario Juventud Demócrata donde escribe de historia y de asuntos laborales; tiene un espacio fijo en la revista Renovación.

En la década del cuarenta se integra al comité Por un Batabanó mejor, donde realizó una importante labor comunitaria.

En 1936 forma parte de la directiva del comité de Ayuda al Pueblo Español. Muere el 2 de abril de 1940 en Surgidero de Batabanó.

Valoración de la obra artística y la vida de Arnaldo Pou Pujols

La obra de Arnaldo Pou, desde una visión cultural, es de gran trascendencia en los espacios comunitarios y para comprender una época comprometida en la vida de los sujetos comunitarios.

Para ubicar la obra de este artista es necesario tratar diferentes conceptos, entre ellos, la cultura:

El término Kultur, en sentido figurado, aparece en Alemania hacia el siglo XVII aproximadamente, con la misma connotación que en francés, por lo que la cultura se identificó con los valores profundos y originales de la burguesía de la época.

La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es todo complejo que incluye el conocimiento, las ciencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad.

La cultura popular tradicional es el conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundada en la tradición, expresada por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad como expresión de su identidad cultural y social; las normas y los valores se trasmiten oralmente, por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, la lengua, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes.

Como expresa el concepto, la cultura popular tradicional es creada por el pueblo, de ahí su carácter popular; es tradicional por su práctica en el tiempo y los espacios comunitarios, contextualizados y modernos que la actualizan en su práctica cotidiana.

La cultura popular tradicional surge de la población que es, a su vez, exponente y destinatario, se trasmite por sus ejecutores, que son portadores de una herencia fundada en el tiempo, una práctica que posibilita su conservación y desarrollo.

En el plano artístico, los emigrantes introducen con ellos escuelas y corrientes en los lugares de asentamientos logrando en algunos casos imponerlas; en otros asumen los patrones de los anfitriones, o se produce una mezcla que puede dar lugar a la aparición de otras culturas.

Pou en su vasta obra recorre los caminos de la cultura popular tradicional al recrear las escenas cotidianas y populares del entorno comunitario: festejos, faenas laborales, arquitectura local, familias, etcétera. Nada que pueda aportar a la memoria histórica de una época y de sus protagonistas escapa a su lente.

Arnaldo Pou fue el artista comprometido con su tiempo y con la sociedad, en su obra dejó para la memoria histórica todo un universo social, étnico, laboral, arquitectónico y las tradiciones de una é poca.

Pou, a su vez, creó escuelas para niños pobres, fortaleció la masonería local, creó equipos deportivos, estuvo al lado de las ideas más nobles, estuvo al frente del Centro Nuevo, que reunía a los emigrantes de Islas Baleares y donde proyectó una labor altruista que aún es difícil de olvidar.

Hoy la casa de cultura municipal lleva su nombre, así como la cátedra Arnaldo Pou desde el CUM, que perpetua la memoria del artista; su obra es ejemplo para las nuevas generaciones de artistas locales, especialmente artistas plásticos, los cuales han realizado obras basadas en sus temas.

Conclusiones

La figura de Arnaldo Pou constituye uno de los máximos exponentes de la cultura local, por su importancia artística y cultural.

El conocimiento de la obra de este artista, constituye un importante factor para el desarrollo, sostenimiento y conservación de la cultura popular tradicional comunitaria.

Recomendaciones

Recomendamos potenciar el estudio de la vida y obra de Arnaldo Pou, con talleres, simposios, y otros eventos que permitan conocer, a profundidad, el legado de este artista no solo por los creadores, sino por todos los miembros de la comunidad.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Vicente Robinson Echevarría: Máster en Estudios Socioculturales de Trabajo Universitario y Licenciado en Geografía. Profesor Asistente de Antropología y Metodología de la Investigación en el Centro Universitario Municipal de Batabanó, Mayabeque. Su línea de investigación es la cultura popular tradicional, la oralidad y los juegos tradicionales y juguetes. Es miembro activo de la Cátedra Martiana de la Universidad de Oriente y de la Academia de Historia de Cuba.

21 brendes en su oficina

Johann Friedrich Berndes. Un miembro muy distinguido del empresariado y de la comunidad alemana en La Habana de finales del siglo XIX y principios del XX

21 brendes en su oficina

Michael Cobiella García

Diciembre 10, 2021

 

Los intereses comerciales, financieros, migracionales, científicos, colonizadores, y hasta políticos y artístico-culturales de los alemanes en Cuba cobraron un mayor auge y se ponderaron paulatinamente a principios del siglo XX, y, en especial, a partir de 1818, con el levantamiento de la prohibición jurídica vigente por la Corona española para practicar el comercio libre y el establecimiento de población europea no hispana en estas tierras caribeñas. Cuba se convirtió, si es que ya no lo era desde hacía mucho tiempo, en el imaginario de ciertos alemanes ilustrados e informados, en punto de atracción para distintos inmigrantes y residentes temporales, gracias a varias de sus riquezas tropicales como el azúcar, el café, el tabaco, frutos menores y el comercio de esclavos [1].

Si bien Alemania no constituía una nación unificada en esos primeros tiempos, los comerciantes, banqueros y consignatarios de buques de las ciudades hanseáticas principales del norte alemán, como Hamburg, Bremen y Lubeck, fueron de las pioneras en establecer vínculos económicos con distintas ciudades portuarias cubanas, en especial con La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Trinidad, Sancti Spíritus y Santiago de Cuba. A los vínculos comerciales de importación y exportación, mayorista o minorista, se unieron las primeras inversiones directas de algunas firmas de comerciantes banqueros, refaccionistas e hipotecarias, teutonas en el cultivo de caña, la producción de azúcar, de café y de tabaco, en los años cuarenta y principios de los cincuenta [2].

Un número importante de estos comerciantes refaccionistas llegaron a controlar y devinieron en significativos hacendados azucareros, sobre todo en la región de Cienfuegos, Trinidad y Sancti Spíritus, y llegaron a poseer 44 ingenios en 1860, aunque estos se redujeron a 14 en 1886, como consecuencia de la Guerra de los Diez Años, y el posterior proceso de centralización de la producción. La constitución del Imperio Alemán, en 1871, favoreció el proceso de nuevas inversiones de capital directas, hechas por individuos en solitario o por compañías de asociados, en otros sectores aparte del azúcar, el tabaco y el café. Los seguros y la actividad bancaria, aunque ya existía la Banca Upmann desde 1844, las industrias mineras, de la jarcia, la generación de electricidad, el calzado, la alimentaria, de productos de aseo, así como en los servicios de agua y el alcantarillado, entre otros, fueron los más representativos. A partir de esta década y hasta finales del siglo xix, la penetración del capitalismo alemán en Cuba se acrecentó de manera significativa. La introducción de instrumentos y herramientas de trabajo, de técnicas y tecnologías y materias primas de fabricación alemana, más el consiguiente conocimiento científico teórico-práctico para utilizarlas, el know-how, fueron muy importantes en sectores como la agricultura cañera y no cañera, la producción azucarera, el transporte ferroviario y el automotriz, en la industria alimentaria (cervecera), en la generación de electricidad, así como en otras actividades industriales, artesanales, de los servicios y en diferentes sectores primordiales de la vida cotidiana, caracterizada como moderna o civilizada, en especial en las zonas urbanas [3].

Es precisamente en esta época de significativa presencia económico-comercial alemana en la isla que aparece en la escena nacional la figura del inmigrante Johann Friedrich Berndes, nacido en 1842, en Brasil, de padres teutones. Llega a La Habana en 1868, en plena Guerra de los Diez Años. Sin embargo, su preparación técnico-profesional, avalada ya por una experiencia práctica en el mundo de los negocios, hace que, aun en plena guerra, entre a formar parte de la firma comercial Berndes, Murtfeld y Cía., y que poco después, en 1873, abra su propio negocio; al año siguiente, el nombre de su firma, J. F. Berndes y Cía. aparece recogida como comerciantes exportadores de tabaco torcido y en rama y de cigarrillos, sita en la calle de Mercaderes No. 7, en el Directorio General y Comercial de La Habana e Isla de Cuba del año 1874 [4].

Las actividades comerciales y financieras de Johann Friedrich Berndes se expandieron y acrecentaron durante las dos décadas siguientes del siglo XIX, así su compañía, dedicada mayormente al comercio de exportación de tabaco torcido y en rama, y de otros frutos y productos del país, pero también de importación de productos industriales alemanes varios, aparece registrada en cada una de las principales fuentes comerciales y empresariales de esta época, como, por ejemplo, Directorio general isla de Cuba, 1884, Directorio general para 1884-1885 de la Isla de Cuba, México y principal comercio de New York, 1884, Directorio Mercantil, 1888, Guía comercial y de forasteros de La Habana e Isla de Cuba, 1894, el Report on the Commercial and Industrial conditions of the island of Cuba, de Robert Porter, de 1898, y la Guía Directorio del comercio, profesiones e industrias de la Isla de Cuba, 1899.

A finales de ese siglo XIX, la firma J. F. Berndes y Cía. es considerada, sin duda, una de las sociedades comerciales alemanas más importante de La Habana y del resto de Cuba; sus negocios se han expandido también al sector financiero, fue representante de la compañía de seguros inglesa The Northern Assurance Co. Ltd., la tercera más grande, por el volumen de sus operaciones, en el país [5].

Con la llegada del nuevo siglo, la posición económica y el prestigio social de Johann F. Berndes siguen solidificándose, no es solo uno de los principales exportadores alemanes de tabaco en rama y torcido y de cigarrillos del país, sino que también se va a especializar en la importación de todo tipo de maquinaria e instalaciones industriales azucareras, así como de sistemas, aparatos e instalaciones eléctricas, de turbinas de vapor, hidráulicas y de gas, de motores de combustión interna y estacionarios, de gasolina y diesel, de automóviles, así como de abonos naturales y fertilizantes químicos. J. F. Berndes y Cía. será, además, representante y comisionista de importantes y afamadas firmas alemanas fabricantes de muchos de los productos antes mencionados, como la Maschinenfabrik Ausburg Nürnberg (M.A.N.), la Allgemeine Elektrizitäts Gesellschaft (A.E.G.) y la Daimler Motoren Gesellschaft, pero también de compañías estadounidenses en el mercado habanero.

En 1904, da un paso más e invierte en el sector industrial vinculado a los productos de aseo y de baño al constituir, como accionista mayoritario, la Cía. Industrial de Cuba, con fábricas y almacenes en El Vedado y La Ceiba. No obstante, la sede principal de sus negocios sigue residiendo, como desde finales del siglo XIX, en la Calle Cuba, No. 64 [6].

Hacia 1917, poco antes de la entrada de Cuba en la Primera Guerra Mundial, Johann Friedrich Berndes, junto con sus 2 hijos, ha alcanzado el pináculo de su éxito comercial, financiero e industrial; según recoge el Libro Azul de Cuba, publicado en ese año: “…su empresa representa a más de 60 compañías de los EE.UU. y de Europa, tiene 46 empleados de oficinas, 30 operarios en sus talleres, fábricas y almacenes y siete agentes viajeros que recorren toda la República […], el crédito que goza la Casa Berndes puede igualarse al primero del país […] está considerada una de las casas de comercio mejores de Cuba”. Ya en esta época, la dirección principal de sus negocios ha pasado a manos de sus hijos, nacidos en La Habana, René Berndes, como presidente, y Charles E. Berndes, como vicepresidente [7].

Pero Johann Friedrich Berndes también se destacó como uno de los principales miembros de la comunidad alemana asentada en La Habana no solo por sus actividades económicas. Su prestigio y estima social fueron por igual relevantes en las actividades socioculturales y diplomáticas, que desplegó durante casi cinco décadas de estancia en esta ciudad, como representante fiel de esa colonia de inmigrantes europeos en la capital. De ahí que, sin ninguna duda, fuera el teuton escogido para fungir como el primer presidente del Casino Alemán de La Habana Deutscher Verein von Havanna, desde su oficialización ante las autoridades coloniales hispanas, en 1888, y hasta 1906, a partir de entonces, y, según algunas fuentes, hasta su muerte, ocupó el cargo de presidente honorífico.

También fue durante todos estos años el presidente de la Sociedad Alemana de Beneficencia Deutscher Hülfsverein, asociación que, hasta donde recogen las fuentes documentales del Registro de Asociaciones, no fue debidamente oficializada ante las autoridades coloniales ni las republicanas, y funcionó en los marcos de la comunidad de inmigrados y residentes alemanes, en la legalidad jurídica que le proporcionaba la institucionalidad del Casino Alemán, aunque esto aún está por fundamentar con nuevos estudios e investigaciones. Igualmente, fue directivo de la Cámara de Comercio Alemana de La Habana Deutsche Handelskammer in Havanna, hasta su cierre en 1918, producto del estado de beligerancia entre Cuba y la Alemania Kaiseriana durante estos años finales de la Primera Guerra Mundial.

En el campo de la actividad diplomática, al ser uno de los miembros más antiguos de la colonia alemana en la Isla, fue designado como delegado diplomático y cónsul del Imperio Alemán en La Habana en varias ocasiones, hasta finales de 1917. También fue el representante diplomático y cónsul principal en Cuba del Imperio Austro-Húngaro hasta la declaración del estado de guerra entre Cuba y este país en ese mismo año [8].

Johann Friedrich Berndes, se casó con la cubana Dolores Bosch en los años setenta del siglo XIX, y tuvo tres hijos: Charles E., René y Graciela Berndes, dando inicio a una de las principales familias cubano-alemanas de La Habana. Sus hijos fueron inscritos como alemanes, pero continuaron fomentando las relaciones exomatrimoniales al casarse con hombres y mujeres del país. Esta era, una vez más, como había sido con el fundador Juan Federico, la continuación de esta familia cubano-alemana, los Berndes, en los anales históricos y etnoculturales de la ciudad capital [9].

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Véanse Rolando Álvarez Estévez y Marta Guzmán Pascual: Alemanes en Cuba (siglos xviii al xix), Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 1-20, 48-50, 64-65, 72-74 y 100-101; Michael Cobiella: “Los componentes británicos y alemanes y los procesos étnico-culturales en la ciudad de La Habana (1901-1930)”, tesis de Doctorado en Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía e Historia, La Habana, 2013, pp. 100-112; Michael Cobiella y otros: Presencia alemana en Cuba, Fundación Fernando Ortiz y Ediciones GEO, La Habana, 2008, hojas anverso y reverso.

[2] Ibídem.

[3] Véanse Rolando Álvarez Estévez y Marta Guzmán Pascual: ob.cit., pp. 21-41, 46-47, 51-63, 66-70; Michael Cobiella: ob.cit., pp. 100-112; Michael Cobiella y otros: ob.cit.

[4] Véanse Directorio General y Comercial de La Habana e Isla de Cuba, 1874; Reginald Lloyd: Impresiones de la República de Cuba en el siglo XX. Historia, gente, comercio, industria y riqueza, Lloyds Greater Britain Publishing, Londres, 1913, pp. 433-434; Libro Azul de Cuba 1917, s/e, La Habana, 1917, pp. 196-198.

[5] Véanse Directorio general isla de Cuba, 1884, Directorio general para 1884-1885 de la Isla de Cuba, México y principal comercio de New York, 1884, Directorio Mercantil, 1888, Guía comercial y de forasteros de La Habana e Isla de Cuba, 1894; Guía directorio del comercio, profesiones e industrias de la Isla de Cuba, 1899; Robert Porter: Report on the Commercial and Industrial conditions of the island of Cuba, 1898; Reginald Lloyd: ob.cit., pp. 433-434; Libro Azul de Cuba 1917, ob.cit., pp. 196-198.

[6] Véanse Directorio de Cuba 1927. Ed. Schneer, S. A., La Habana, 1927; Directorio de información general de la República de Cuba 1912, Imprenta Rambla, Bouza y Cía., La Habana, 1912; Directorio de información general de la República de Cuba 1914, Imprenta Rambla, Bouza y Cía., La Habana, 1914; Directorio de información general de la República de Cuba 1916, J. A. Borges del Junco, La Habana, 1916; Directorio de información general de la República de Cuba 1918, s/e, La Habana, 1918; Directorio general de la República de Cuba, Imprenta Rambla y Bouza, La Habana, 1907-1908; El Libro de Cuba 1925, República de Cuba, La Habana, 1925, p. 788; Guía Comercial e Industrial de Cuba, Imprenta La Prueba, La Habana, 1926; Guía Directorio del comercio, profesiones e industrias de la Isla de Cuba, Bailly-Bailliere e Hijos, Madrid, 1909; Guía Directorio de la República de Cuba, Bailly-Bailliere-Riera, S. A., Barcelona, 1920; Guía Directorio de la República de Cuba, Anuarios Bailly-Bailliere y Riera reunidos, S. A., Barcelona, 1924; Guía Directorio de la República de Cuba, Anuarios Bailly-Bailliere y Riera reunidos, S. A., Barcelona, 1926; Reginald Lloyd: ob.cit., pp. 426-427 y 433-434; Libro Azul de Cuba 1917: ob.cit., pp. 196-198.

[7] Libro Azul de Cuba 1917: ob.cit., p. 198.

[8] Véanse ANC. Fondo Registro de Asociaciones (FRA). Leg. 410, exp. 12021; Leg. 512, exp. 15491; Leg. 1135, expedientes 23769, 23770 y 23772. Adolfo Dollero: Cultura cubana (Cuban culture), Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1916, pp. 260 y 440.

[9] En este trabajo las fuentes documentles se encuentran íntegras en las notas al pie. Excepto: Archivo Nacional de Cuba (ANC). Fondo Registro de Asociaciones (FRA), que también fue consultado por el autor de esta ponencia. (N. de la E.).

Michael Cobiella García: Doctor en Ciencias Históricas y Máster en Antropología. Diplomado en Antropología Cultural e Investigador Asistente. Profesor Auxiliar en la Facultad de Español para no Hispanohablantes y de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

Historia-de-la-Medicina-

Un médico de La Habana investigando en el París de finales del siglo XIX

Historia-de-la-Medicina-

Gema Desireé Cristóbal Querol

Diciembre 3, 2021

 

Francisco Marill Solar, médico ubicado en La Habana del siglo XIX, obtiene la Autorización Real para una comisión de investigación en el extranjero con el objetivo de estudiar las afecciones nerviosas. Viaja a París y, durante seis meses, trabaja con médicos reconocidos en dos hospitales de esa ciudad. De regreso a Cuba redactará sus resultados, que serán enviados junto a un informe de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana al Ministerio de Ultramar. Los resultados de su investigación nunca vieron la luz. Con este trabajo se pretende estudiar el movimiento y la difusión científica entre América y Europa a través de la presencia en Cuba de este médico y de la participación de las instituciones científicas en estos procesos.

Barcelona-La Habana-París [1]

Francisco Marill Solar se doctoró en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona en 1874. En 1876 se constata su presencia en La Habana cuando solicita la autorización del Gobierno para ejercer su profesión en Cuba [2]. Tuvo que trasladarse por enfermedad a Europa a finales de la década del ochenta y solicita llevar a cabo una estancia de investigación en París. Por Real Orden de 15 de enero de 1889 fue nombrado por el Gobierno para realizar un estudio sobre afecciones nerviosas durante seis meses en París.

Viajó hasta Francia en junio de 1889 y estuvo allí hasta diciembre de ese mismo año. En el expediente que se conserva en el Archivo Histórico Nacional de España [3] se puede observar el recorrido que tuvo en su estancia de investigación, los resultados de la misma y su interés posterior en la publicación.

Como se puede observar en el documento manuscrito donde recogió sus resultados, el Doctor Marill se presenta como médico del hospital civil Nuestra Señora de las Mercedes de La Habana, miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, socio fundador de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, socio corresponsal de la Academia y Laboratorio de las Ciencias Médicas de Cataluña y de la Academia Médico-Farmacéutica de Barcelona.

Estancia en Francia

El prestigio y la influencia de la práctica científica de la Francia del siglo XIX, así como el trabajo de sus médicos, era bien reconocida. Por ello, no es extraño que el Doctor Marill eligiese París para realizar el estudio de las afecciones nerviosas, lo que le permitiría compartir y aprender de grandes personalidades médicas. La estancia de seis meses se desarrolló en el Hospital de la Salpêtriere y en el Hospicio Bicêtre.

El Doctor Marill explica de forma detallada los tratamientos, el estudio y algunos de los casos más particulares de ambas instituciones. La clínica del Hospital la Salpêtriere estaba dirigida por el profesor Jean Martin Charcot y constituía el centro científico para el estudio de las afecciones nerviosas más grande de Francia. Algunos casos de los enfermos del sistema nervioso que estaban en el servicio clínico del profesor Charcot se utilizaban para planteárselos a los alumnos. El servicio se componía de cuatro salas con 100 camas y en él eran recibidas mujeres francesas y extranjeras. Además, contaba con 50 camas para hombres, 30 para niños y 200 para epilépticos. También cabe destacar la incidencia que hace el Doctor Marill en las diferentes estancias que se encontraban en el Hospital, consideradas necesarias para la investigación: el laboratorio de Anatomía Patológica que dirigía el profesor Paul Richer, el laboratorio de Fisiología, el museo, la sala de baños, el gabinete electroterápico dirigido por el Doctor Vigonroux, y por supuesto, el anfiteatro donde Charcot explicaba las lecciones para los estudiantes.

El Doctor Marill hace hincapié en los resultados de su investigación en la difusión de la práctica científica que se realizaba en el servicio del Salpêtriere. Existían dos publicaciones que completaban el método de enseñanza del profesor Charcot: por un lado, la Nueva Iconografía de la Salpêtriere, que se empezó a publicar en 1888 por los Doctores Guille de la Tourette, Paul Richer y Albert Loude, en esa publicación se presentaban con fotografías y figuras las historias de enfermos tratados en la clínica; y, por otro lado, la otra publicación eran notas tomadas en el curso por los alumnos de Charcot que se publicaban semanalmente.

En el Hospicio Bicêtre el Doctor Marill trabajó con el Doctor Dejerine, en las afecciones nerviosas. El centro estaba destinado a hombres inválidos, donde se llegaron a concentrar más de 3000 en el año 1889. Así, el Doctor Marill detallaba:

En el mes de mayo de 1889 era de 3308, de ellos 393 alienados y 219 epilépticos, hay además los párvulos de los que 186 son alienados, 23 epilépticos no alienados, 177 idiotas paralíticos e histéricos, sección importante que se encuentra a cargo del Doctor Bourneville discípulo del Doctor Charcot; el resto son valetudinarios e individuos atacados de afecciones nerviosas diversas.

El Doctor Dejerine fue discípulo del profesor Vulpian y contaba con grandes conocimientos de neuropatología. Era profesor agregado de la Facultad de Medicina de París. El Hospicio, a pesar de encontrarse lejos de París, era visitado por muchos doctores extranjeros. El Doctor Dejerine estaba a cargo de 200 camas, la mayor parte de ellas ocupadas por enfermos con afecciones raras. El número total de individuos con afecciones del sistema nervioso y que pertenecían a este servicio era de cerca de 600.

La clínica se complementaba con un laboratorio que contenía gran número de piezas patológicas de enfermedades del sistema nervioso, así como un servicio fotográfico para inmortalizar los casos más interesantes de estudio. El Doctor Marill destacaba que se hacían más de 300 autopsias al año.

La estancia en París permitió al médico conocer de cerca el trabajo que se estaba realizando en centros de referencia mundiales.

De vuelta a Cuba

El Doctor Marill consideraba que su estancia de investigación en París había sido provechosa, pues después del servicio del profesor Charcot en la Salpêtriere, era el del Doctor Dejerine el centro de enseñanza más importante de París, y quiso poner en práctica en la Isla lo que había visto en las instituciones francesas.

Comentaba el médico que en la isla de Cuba no existía un lugar específico para curar y estudiar las afecciones nerviosas. Además, aseguraba que, pese a que se habían creado varias cátedras en la Facultad de Medicina, y una era la de Neuropatología con inclusión de las alteraciones mentales, no se habían sacado a concurso las plazas.

Avalado por los datos sobre los afectados de afecciones nerviosas en Cuba durante el período 1882-1886, llegaron al Hospital Civil Nuestra Señora de las Mercedes 1328 pacientes; el Doctor Marill proponía que se destinase un espacio dentro de este hospital para tratar este tipo de enfermedades, además de estudiar los casos para una mejora de la práctica médica. Áreas específicas para el tratamiento y un laboratorio de anatomía patológica, tan necesario para el estudio de estas afecciones, eran parte importante de su proyecto.

Los resultados de la investigación se enviaron junto a un informe de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana al Ministerio de Ultramar. La Academia no consideró eficiente el estudio hecho por el médico, sin embargo, valoró positivamente y como un progreso científico el establecimiento de los servicios médicos que planteaba el Doctor Marill en el Hospital Civil de Nuestra Señora de las Mercedes, pero complicado de ejecutar.

La difusión de su investigación se vio truncada por decisión de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana que a través de un informe desaconsejaba su publicación.

A modo de conclusión

Francisco Marill Solar se formó en Barcelona, trabajó en La Habana e investigó en París. Con la intención de poner en práctica el estudio y el tratamiento que se llevaba a cabo en Francia, propuso para Cuba nuevas formas de abordar las afecciones nerviosas, pero encontró una respuesta negativa desde la institución científica que debía avalarle. Desde el Gobierno se apoyó la decisión de la Academia.

Este trabajo es solo el comienzo de una investigación que se está llevando a cabo y de la que se esperan resultados que aporten a la historia de la medicina en Cuba.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Este trabajo forma parte del proyecto de investigación HAR2014-57245-P Espacios públicos del saber en la encrucijada del siglo XIX al XX, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.

[2] ANC, Instrucción pública, 334, Exp. 19421.

[3] AHN, Ultramar, 4858, Exp. 12.

Gema Desireé Cristóbal Querol: Máster en Gestión de la Documentación, Bibliotecas y Archivos y Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente es Personal Investigador en Formación por la Universidad Complutense de Madrid, donde realiza su tesis Doctoral en Ciencias de la Documentación sobre los fondos documentales de la Real Casa de Maternidad de La Habana en el siglo XIX.

06 Marca de tabaco La Flor de J.A. Bances, producida en la década de 1880 en la fábrica Partagás

De Asturias a La Habana: J. A. Bances, un industrial aventajado

06 Marca de tabaco La Flor de J.A. Bances, producida en la década de 1880 en la fábrica Partagás

Patricia Andino Díaz y Yamira Rodríguez Marcano

Noviembre 19, 2021

 

Los emigrados asturianos asentados en Cuba entre la segunda mitad del siglo xix y principios del siglo XX se dedicaron fundamentalmente a las actividades económicas relacionadas con el comercio, la banca, la agricultura y la industria azucarera. Un mismo empresario podía involucrarse en más de un giro, de aquí que fueran también llamados “industriales”, tal es el caso de Juan Antonio Bances, comerciante-banquero que contribuyó con su pericia y trabajo al crecimiento económico de la isla en el período mencionado.

Los comerciantes-banqueros desempeñaron importantes funciones en la economía colonial, y hasta tanto no se organizó la banca en Cuba, fueron los que llevaron el peso de la actividad bancaria en el país. Inicialmente ellos vendían todo tipo de mercancías que importaban a Cuba desde los mercados internacionales, tales como harina y otros alimentos, artículos de droguería, ferretería, equipos de diversa magnitud y bienes de amplio consumo. Su tránsito hacia las gestiones bancarias comenzó con la venta regular de estos productos a crédito, y llegó a alcanzar mayores inversiones, con las que también se ganaban grandes intereses. El préstamo se concedía, por lo general, a quien tenía mayor solvencia, como el dueño de ingenio o el cultivador de caña, café o tabaco. La suma adelantada habitualmente se extendía para adquirir la madera que utilizaban para transportar el azúcar, comprar el tasajo o el bacalao para alimentar a las dotaciones de esclavos, o sea, era refaccionada a los hacendados azucareros hasta que, tras la venta de la cosecha, dispusieran de efectivo suficiente con que pagar el capital y los intereses. El llamado contrato de refacción se convirtió en un mecanismo por medio del cual los hacendados obtenían crédito. Todo este engranaje permitía mantener altos los índices de desarrollo económico del país.

Así se consolidó la posición de algunos comerciantes españoles, los cuales formaron sus propias casas bancarias, como el catalán Narciso Gelats o Juan Antonio Bances, por solo citar dos firmas destacadas que continuaron funcionando en el siglo XX.

Juan Antonio Bances Álvarez nació en 1820 en la pequeña parroquia asturiana de San Román, en el valle del río Nalón, una de las localidades más pobladas de Candamo. Dentro de los 78 consejos de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, Candamo destaca por la cueva de la Peña, descubierta en 1913 y considerada el más importante conjunto de arte rupestre del Paleolítico ubicado al occidente de España. Asimismo, es reconocido por su producción de sidra y por la calidad de sus cultivos, principalmente la fresa, lo que motiva la celebración del Festival de la Fresa, el primer fin de semana de junio.

Actualmente, la población de Candamo ronda los 2200 habitantes; de ellos, el 43.8 % lleva el apellido Bances en primer o segundo lugar. Las viviendas están agrupadas en caseríos que conservan sus nombres de raíz medieval y sus construcciones vernáculas.

El concejo de Candamo fue una de las zonas de mayor emigración asturiana hacia Cuba. Entre aquellos emigrantes estaba Juan Antonio Bances, quien pertenecía a una familia de banqueros y muy joven —no se ha logrado precisar el año— vino a La Habana con intención de incrementar el patrimonio familiar.

En 1853 fundó una sociedad mercantil colectiva, denominada Bances y Compañía. Estaba compuesta por dos socios: el propio Juan Antonio y su sobrino Juan Francisco de Asís Bances y Menéndez Conde. El capital de la sociedad ascendía a 100 000 pesos, aportado de la siguiente forma: 95 000 por Bances y 5000 por su sobrino. La firma tenía su oficina en el segundo piso de Obispo No. 21, hoy Nos. 117-119, entre Oficios y Mercaderes, casa que pasaría íntegramente a su propiedad en 1881, y se mantuvo en manos de sus herederos hasta 1951.

Este emprendedor candamino sabiamente se instaló en el centro comercial de la época ya que, en la segunda mitad del siglo XIX, la calle Mercaderes era comparada con el Wall Street de New York, así como en el siglo XX lo fue la calle Aguiar. En Mercaderes se hallaba el Banco del Comercio, el Registro de la Propiedad e Hipotecas, el Colegio de Corredores de Comercio, varias compañías importadoras y de seguros de todo tipo; numerosas casas de cambio, fábricas de tabaco, chocolate, papel; restaurantes y fondas. Era el sitio por excelencia del agiotaje, por lo que en las horas más intensas del día se tornaba un hervidero de cambistas, en el que se mezclaban el aventurero y la verdadera aristocracia comercial. El Directorio Criticón de La Habana comentaba en los años de 1880: “Ser comerciante de la calle Mercaderes parece una garantía de solidez, y como es antigua esta reputación, se conserva en la conciencia general”. A Juan Antonio Bances le bastaba con doblar la esquina para sumergirse en el mundo de lo que hoy llamaríamos el sector terciario.

Su firma se dedicaba fundamentalmente al giro de letras, tanto a las plazas de la Isla de Cuba como la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, Candamo destaca por la cueva de la Peña, descubierta en 1913 y considerada el más importante conjunto de arte rupestre del Paleolítico ubicado al occidente de España. Asimismo, es reconocido por su producción de sidra y por la calidad de sus cultivos, principalmente la fresa, lo que motiva la celebración del Festival de la Fresa, el primer fin de semana de junio.

Actualmente, la población de Candamo ronda los 2200 habitantes; de ellos, el 43.8 % lleva el apellido Bances en primer o segundo lugar. Las viviendas están agrupadas en caseríos que conservan sus nombres de raíz medieval y sus construcciones vernáculas.

El concejo de Candamo fue una de las zonas de mayor emigración asturiana hacia Cuba. Entre aquellos emigrantes estaba Juan Antonio Bances, quien pertenecía a una familia de banqueros y muy joven —no se ha logrado precisar el año— vino a La Habana con intención de incrementar el patrimonio familiar.

En 1853 fundó una sociedad mercantil colectiva, denominada Bances y Compañía. Estaba compuesta por dos socios: el propio Juan Antonio y su sobrino Juan Francisco de Asís Bances y Menéndez Conde. El capital de la sociedad ascendía a 100 000 pesos, aportado de la siguiente forma: 95 000 por Bances y 5000 por su sobrino. La firma tenía su oficina en el segundo piso de Obispo No. 21, hoy Nos. 117-119, entre Oficios y Mercaderes, casa que pasaría íntegramente a su propiedad en 1881, y se mantuvo en manos de sus herederos hasta 1951.

Este emprendedor candamino sabiamente se instaló en el centro comercial de la época ya que, en la segunda mitad del siglo XIX, la calle Mercaderes era comparada con el Wall Street de New York, así como en el siglo XX lo fue la calle Aguiar. En Mercaderes se hallaba el Banco del Comercio, el Registro de la Propiedad e Hipotecas, el Colegio de Corredores de Comercio, varias compañías importadoras y de seguros de todo tipo; numerosas casas de cambio, fábricas de tabaco, chocolate, papel; restaurantes y fondas. Era el sitio por excelencia del agiotaje, por lo que en las horas más intensas del día se tornaba un hervidero de cambistas, en el que se mezclaban el aventurero y la verdadera aristocracia comercial. El Directorio Criticón de La Habana comentaba en los años de 1880: “Ser comerciante de la calle Mercaderes parece una garantía de solidez, y como es antigua esta reputación, se conserva en la conciencia general”. A Juan Antonio Bances le bastaba con doblar la esquina para sumergirse en el mundo de lo que hoy llamaríamos el sector terciario.

Su firma se dedicaba fundamentalmente al giro de letras, tanto a las plazas de la Isla de Cuba como a los Estados Unidos, México, Puerto Rico, Santo Domingo, y otras islas del Caribe; también, a España peninsular, Islas Baleares, Islas Canarias, Francia e Inglaterra, principalmente. Asimismo, se ocupaba de las comisiones mercantiles, la negociación de hipotecas y la concesión de préstamos.

Bances y Compañía está considerada como la primera empresa en realizar masivamente remesas de dinero de los emigrantes asturianos en Cuba, actividad que siguió atendiendo en todo el siglo XIX, bien directamente o a través de corresponsales en Madrid y Barcelona.

La distribución de utilidades era del 95 % para Bances y el 5 % para su socio, percibiendo unos sueldos de 500 y 200 pesos respectivamente.

Desde su fundación, la casa bancaria obtuvo resultados altamente satisfactorios, inclinando su línea de inversión, primero, a la financiación de cosechas tabacaleras, y luego, al negocio de la fabricación de puros.

Su incursión en este ramo de la economía cubana data de 1850, cuando funda, junto a su amigo y paisano Julián Álvarez Granda, la fábrica de puros Henry Clay.

Las oficinas radicaban en Aguacate No. 98 antiguo, hoy No. 406, y la fábrica estaba en la Calzada de Luyanó, ocupando un edificio de filiación neoclásica que llegó a abarcar casi toda la manzana. Henry Clay se dedicaba al cultivo, compra, fabricación y venta de tabaco; tenía como objetivo exportar a países de distintos continentes y establecer nuevas fábricas, talleres y almacenes, según fuera necesario. La sociedad de Bances con Julián Álvarez duró hasta 1875 y la fábrica siguió produciendo con éxito hasta el siglo XX.

Al disolver esa sociedad, Bances constituyó otra, con el tabaquero Tomás Gutiérrez. Bajo la razón social de Bances y Gutiérrez, producían la marca La Perfección del Tabaco, con fábrica en Calzada del Monte No. 78.

Bances fue uno de los accionistas de la Sociedad Anónima del Crédito Industrial, banco fundado en 1856 con el propósito fundamental de apoyar a las empresas industriales, y en el cual también tenían participaciones Juan Conill, el conde de Jibacoa, Kessel y Compañía, Guillermo Zaldo, entre otros. Igualmente, Bances pertenecía al Círculo de Hacendados, el cual sirvió, en primer lugar, para coordinar la acción de los principales hacendados y capitales con intereses en el azúcar. Del mismo modo, estuvo implicado con Manuel Guilledo en la firma Bances, Guilledo y Compañía, que en 1873 pasó a liquidación.

En la prensa de la época aparece la asociación de Bances y González, igualmente en la industria del tabaco, y en la década de 1860 Juan Antonio Bances aparecía asociado a Tomás Díaz. Girando bajo la razón social de Díaz, Bances y Compañía, producían las marcas Almirante de Ruyter, Bellamar, Carolina, Flor de Díaz, Bances y Compañía, Flor de P. Bances, Flor de Tomás Díaz, y otras. El viajero norteamericano Samuel Hazard destacaba que la producción de sus empresas alcanzaba en esta época 13 millones de puros al año.

Las alianzas temporales entre empresarios posibilitaban el incremento de fortunas individuales, al mismo tiempo que contribuían a diversificar y desarrollar la economía de la Isla. Este maridaje entre manufactureros y mercaderes, hacendados y banqueros, posibilitaba que los segundos financiaran, parcialmente, las inversiones emprendidas por los primeros, de manera que los riesgos a correr fueran menores para ambas partes.

Por el prestigio ganado hasta ese momento, Bances fue el primer ejecutivo de las empresas del Gobierno español en Cuba, y una de las primeras responsabilidades que tuvo a su cargo fue la compra de hojas para la Real Fábrica de Tabacos en Sevilla. También fue suministrador de hojas de tabaco para la Arrendataria Española.

Hacia 1870, este industrial aventajado era el representante en La Habana de la firma británica Banco Rothschild, y trabajaba para la Casa del Conde Murrieta, en Londres, con la cual estaba asociado. Fue miembro fundador y presidente de la Unión de Fabricantes de Tabaco y de la Asociación de Fabricantes de Cigarros de la Isla de Cuba.

Por su riqueza y conexiones en las esferas del tabaco y la banca, Bances y Compañía se convirtió en la primera opción financiera para el negocio tabacalero. Plantadores, fabricantes y demás personas implicadas en este ramo, acudían a él cuando necesitaban préstamos, convirtiéndose así en acreedor de la empresa Partagás desde los tiempos en que su fundador, Jaime Partagás, la dirigía.

Cuando esta fábrica pasó a manos de sus herederos, el negocio comenzó a confrontar problemas económicos, y Bances se convirtió en el titular de una deuda que crecía cada vez más. Al no poder cumplir con los plazos de la misma, y luego de varios juicios y apelaciones, el comerciante banquero asumió formalmente el control de la compañía el 22 de julio de 1876.

Tomó posesión de la fábrica Partagás y creó un nuevo Consejo de Administración presidido por él, en el que se encontraba su amigo y coterráneo Ramón Cifuentes Llano, reconocido en el mundo del tabaco y futuro propietario de la fábrica en el siglo XX. Su capital como banquero le permitió a Bances incrementar las ganancias y el tamaño de esta empresa radicada en el edificio de la calle Industria No. 160, en cuya sede logró fundar, a finales del siglo xix, una nueva marca: La Flor de J. A. Bances.

En ocasiones, la compañía llegó a tener, entre tabaco elaborado, productos por embarcar, tabaco en rama almacenado y consignaciones pendientes de liquidación, un capital ascendente a 1 200 000 pesos. Cuando Bances asumió el control de Partagás, esta empresa era una más de sus tantas inversiones en el ámbito tabacalero.

En 1900 Juan Antonio Bances se retiró del negocio y transfirió la propiedad de los puros Partagás a la Sociedad Cifuentes, Fernández y Compañía, constituida por Ramón Cifuentes Llano y Antonio Fernández, pero se mantuvo como director. Los nuevos dueños de la fábrica se encargaron de garantizar la alta calidad del tabaco y su esmerada presentación.

Bances se encontraba entre los 50 primeros asturianos que respondieron al llamado de fundar el Centro Asturiano de La Habana, en mayo de 1886, con el propósito de fomentar y estrechar los lazos de unión y vínculos entre los asturianos y sus descendientes, contribuir al realce del nombre de Asturias en Cuba y proporcionar a los asociados asistencia a sus enfermedades, instrucción y recreo. Su influencia era tal, que fue considerado entre los candidatos de más peso a la Presidencia, obteniendo el segundo lugar en la votación. Fue, además, Coronel de Ingenieros del Cuerpo de Voluntarios de La Habana.

Gracias a la inteligencia de Bances para los negocios, su casa bancaria sobrevivió a la crisis provocada por la Guerra de 1895 y logró llegar con solvencia a los inicios de la República.

En 1904, la firma bancaria Bances y Compañía renovó su memorando de asociación; 3 años después —con la muerte de Juan Antonio— se disolvía para reconstituirse como sociedad comanditaria en 1908. Continuaba radicando en la casa de la calle Obispo y mantenía la misma razón social, aunque se extendía el plazo de la sociedad a 10 años, es decir hasta 1918. Su objeto social era dedicarse a los negocios de banca, especialmente el giro de letras, y el desempeño de comisiones mercantiles, además de otros negocios de lícito comercio. Los continuadores de Bances y Compañía mantuvieron la visión de la antigua firma, empeñada siempre en diversificar los activos, de ahí que en 1909 adquirieran las marcas de fideos y pastas para sopas Cuba-Cataluña y El Progreso, modificando su diseño con autorización de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo.

No obstante haber ampliado su capital, la empresa no pudo sobreponerse a la crisis de 1920, y en 1921 el banco se declaró en estado de suspensión de pagos ante la Comisión Temporal de Liquidación de Bancos. Entonces se vendieron todos sus activos, pero los ingresos de la venta no fueron suficientes para satisfacer las deudas. Después de la liquidación de Bances y Compañía, sociedad en comandita, la Comisión acordó la disolución de la Junta de Liquidadores y el cierre del banco.

Juan Antonio Bances no vivió los últimos cambios operados en la compañía que había fundado, pues falleció el 23 de julio de 1907, a los 87 años de edad. Entre sus propiedades se hallaban efectivos en The Royal Bank of Canada, cuentas en plata y oro americanos, dos casas en la calle Industria, una en Reina, el Hotel Campoamor de Cojímar, una fábrica de fideos en Santiago de Cuba, la finca Río Hondo y la hacienda Hato de la Cruz, de 800 hectáreas, en el municipio de Consolación del Sur, en Pinar del Río. Esa hacienda, dedicada en lo fundamental al cultivo del tabaco, la adquirió de la familia Partagás cuando se hizo de la fábrica.

Además de hombre de negocios, Juan Antonio Bances fue uno de los grandes defensores del asociacionismo como una manera de mantener viva las raíces. Así, mantuvo el vínculo con Candamo, y en especial, con su parroquia natal, San Román, a la que hizo numerosos legados monetarios, beneficiando la escuela de la localidad y la capilla de Valdemora. En Cuba, fue fundador de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Asturias, creada en 1877, de la cual fue su vicepresidente, y a su muerte, dejó 10 000 pesos a la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana, y otro tanto al hospital de ancianos.

De su vida personal no se conoce mucho, solo que, a la edad de 60 años, y aún soltero, conoció a Luisa Matilde Ángela de Marigny Sentmanat, una norteamericana perteneciente a una de las familias más aristocráticas y opulentas de New Orleans. Nacida en 1841, era 20 años más joven que él, había quedado viuda del señor Nevil Alfred Soulé en 1878. Se casaron en 1880 en el Sagrario de la Catedral de La Habana, y vivieron juntos 11 años, hasta la muerte de ella, en 1891.

Poco tiempo después de su boda, Bances compró un edificio medieval en el Pirineo Francés, conocido como Castillo de Coumes, que años antes había sido propiedad de Pierre Soulé, padre del primer esposo de Ángela. Entre 1883 y 1887 lo reformó por completo, transformándolo en una cómoda mansión.

No obstante su condición de emigrantes, y poseer propiedades en otros países, ambos están enterrados en el Cementerio Cristóbal Colón de La Habana, y como testigo de la posición social y económica de su dueño, en un panteón ubicado en la zona más cara del cementerio, la de monumentos de primera categoría, donde un metro cuadrado de terreno costaba 30 pesos oro.

 

Notas

* Conferencia presentara en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Patricia Andino Díaz: Licenciada en Historia del Arte y Máster en Gestión y Preservación del Patrimonio Cultural por la Universidad de La Habana. Desde 2007 se desempeña como investigadora en la Empresa RESTAURA, adscrita a la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado numerosos textos en medios nacionales y extranjeros.

Yamira Rodríguez Marcano: Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Trabaja como especialista en estudios históricos en RESTAURA, empresa adscrita a la Oficina del Historiador de La Habana. En la emisora Habana Radio conduce la revista semanal “Habáname” dedicada al patrimonio además de otros programas radiales dentro del perfil cultural. También forma parte del equipo de escritores del programa televisivo Andar La Habana. Muchos de sus trabajos han sido publicados en diferentes medios nacionales y extranjeros.

Tradiciones y fiestas catalanas en La Habana

Tradiciones y fiestas catalanas en La Habana

Tradiciones y fiestas catalanas en La Habana

Idania Esther Rodríguez Ortega

Noviembre 12, 2021

 

El Centre Català de La Habana fue una institución creada por los catalanes que, entre sus fundamentos, tenía mantenía las tradiciones de la colonia catalana en Cuba. Fundado en 1882 en la ciudad de La Habana, poco tiempo después desaparece para reaparecer en 1905 y ya para el año 1911 renace con mayor fuerza legal al aprobarse los nuevos estatutos y una declaración de principios impulsada por Josep Conangla Fontanilles, importante hombre de la colonia catalana, que fue en tres ocasiones su presidente.

Los catalanes siempre fueron solidarios con los cubanos, de ahí que también tuvieran en cuenta la celebración de las fiestas y fechas patrióticas e históricas de los cubanos. En los cubanos, la música catalana permeó en su preferencia por lo que poco a poco se va introduciendo en el repertorio de los artistas cubanos. 

Las tradiciones catalanas celebradas en Cuba más representativas son:

  • Carnestoltes
  • Sant Jordi y el Día del libro y la rosa
  • Sant Joan
  • Fiesta Nacional de Cataluña: 11 de septiembre
  • La Castanyada
  • El Tió de Nadal

Fechas patrióticas relevantes cubanas celebradas por los catalanes

  • Grito de Yara, 10 de octubre de 1868Jdjd
  • Grito de Baire, 24 de febrero de 1895

Tomemos como ejemplo de esta celebración en La Habana, el 24 de febrero de 1928 en el Centre Catalá de la Habana que realizó una magnífica velada patriótica-cultural donde se puso de manifiesto una vez más el talento artístico de los catalanes de La Habana. En poesía hubo derroche de buen gusto: El nostre crit de Baire [1] de J. Carner-Ribalta, En días de esclavitud de Juan Clemente Zenea. La música selecta, recital a piano por la joven profesora Roseta Armengol, Canciones catalanas por Cecilia Llobera de Fabré acompañada al piano por Antoni P. de Jaúregui mientras que la parte cubana estuvo a cargo de Eusebio Delfín Qué boca la tuya, La negra noche, Uranga y El pobre Adán. Una inserción entre la música catalana y la música cubana, incluyendo esta música en ambos repertorios, cubanos como catalanes.

Importante también es el exponente más representativo de la música popular catalana con las conocidas Cantatas de Havaneres surgidas en Cuba acompañadas por la nostalgia del emigrante, cuyo tema central es la añoranza, el amor dejado atrás, fundamentalmente. En el año 2001 se crea en la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña el grupo de havaneres Veus d’Ultramar [2] presencia indispensable en cualquier celebración tradicional catalana, patriótica o programas culturales de música cubana, cantadas en idioma catalán o en castellano.

Las Horas de Radio Catalanas en La Habana

El domingo 5 de abril de 1931 se inauguraron las Horas de Radio Catalanas transmisiones realizadas todos los domingos, de 10 a 11 de la mañana y los miércoles de 9 a 10 de la noche que divulgaron la cultura catalana en nuestro país con notables audiciones de música y poesía catalanas por medio de la radio. A partir del año 1943, como apéndice de las Horas de Radio Catalana, se comienza a radiar un nuevo programa que después sustituyó al primero con el nombre de “Catalunya Parla”, se divulgaba arte, cultura y patriotismo catalán. La música que daba comienzo a estas trasmisiones fue siempre, la sardana La Santa Espina.

Tradiciones catalanas relevantes celebradas en Cuba.

La celebración de las tradiciones catalanas en Cuba es un importante medidor de cómo los catalanes habían traído con ellos las manifestaciones artísticas, las celebraciones de fechas importantes que en Cataluña eran objeto de festividad. Siendo la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña la única institución representativa de los catalanes oficialmente, ha acogido estas celebraciones. Algunas de estas fiestas tradicionales se han convertido en fiestas que los cubanos celebramos como nuestras y en algunas provincias son verdadero exponente característico de las fiestas tradicionales de dicha región.

Carnestoltes: mes de febrero

Es el carnaval de Cataluña data desde la Edad Media, preside este carnaval el Rey Carnestoltes y consiste en una exhibición de disfraces ridículos y grotescos y durante 3 días, en grupos por las calles, bailan incansablemente. También realizan comparsas y desfiles de carrozas. En las primeras décadas del siglo XX, en La Habana, se celebraba y siempre en el mes de febrero precediendo al tiempo de Cuaresma, tiempo en el que recesan todas las actividades festivas. Se dedicaba un día para el Carnestoltes infantil y otro para el de adultos que era de mayor duración. Comparsas salían por las calles habaneras hasta regresar a la sede del Centre Català y otro día se dedicaba al baile de disfraces, eran premiados los mejores disfraces. Continúa siendo una de las fiestas tradicionales de más arraigo popular hasta la actualidad.

Sant Jordi. Mito, leyenda y tradición: 23 de abril

Se celebra desde finales del siglo XIV y proviene de la leyenda del Caballero Sant Jordi y el rescate de la princesa con la muerte del dragón más la rosa que le regala a la misma. Sant Jordi comienza a ser considerado el patrón de Cataluña definitivamente a partir del siglo XIX, durante el proceso de recuperación de la identidad catalana. Su día se celebra el 23 de abril, día de Fiesta Nacional en Cataluña. El día de Sant Jordi centra su celebración también, como el Día del Libro y de La Rosa, por la costumbre de regalar libros por el Día de Sant Jordi y los enamorados rosas.

Esta fiesta catalana en La Habana tiene además una tendencia religiosa porque se une la celebración de Sant Jordi con la celebración a la Virgen de Montserrat (La Moreneta) ambos patrones de Cataluña por la religiosidad católica. Es así que al celebrarse por los catalanes en Cuba se realizara en la Ermita de Montserrat y actualmente en la Sociedad Catalana.

Sant Joan: 24 de junio

La llegada del solsticio de verano tiene como punto de partida la festividad de Sant Joan o San Juan y encarna muchas fiestas en honor al sol, al fuego. Uno de los rasgos más distintivos son las hogueras donde se queman madera, muebles viejos, papeles o trastos y la preside un muñeco de trapo que también termina en la hoguera. El fuego se acompaña con música y baile de la verbena.

Los catalanes en el Centre Català de La Habana la celebraban cada año, sin embargo, esta tradición fue acogida por el pueblo camagüeyano, donde se establecieron también catalanes y se ha convertido en un festejo que celebra siempre el legendario Camagüey, es el día más animado del carnaval, que en esta ciudad se celebra en junio y ha sido así hasta nuestros días.

Fiesta Nacional De Cataluña: 11 de septiembre

La caída de Barcelona el 11 de septiembre del año 1714 y la instauración de un régimen de ocupación hace que las instituciones catalanas sean disueltas y abolidas la Generalitat y todo el aparato de gobierno y libertades catalanas. Aunque derrotado, el pueblo catalán fue capaz de preservar su lengua y conllevó al renacimiento de la cultura catalana por lo que se ha convertido en la Fiesta Nacional de Cataluña. En La Habana, en Cuba, se inicia su celebración en el año 1911 por el Centre Català, engalanando con flores la figura relevante de aquella gesta, Rafael de Casanovas, con una guardia de honor por hombres, mujeres, jóvenes y niños. Un destacado orador rememoraba los hechos de 1714, entre estos Emilio Roig de Leuschering, Fernando Ortiz, Juan Marinello, todos de ascendencia catalana.

La Castanyada: 1ro. de noviembre

Sus orígenes vienen dados por un homenaje a los muertos. Con un banquete más o menos familiar que venía a ser los restos de los antiguos banquetes funerarios. Además de las castañas tostadas se comen boniatos y “panellets” [3] y vino dulce o blanco; después pasó a ser una celebración carácter festivo reúne a las familias, grupos de amigos para realizar una algazara.

Tradicionalmente eran celebradas en La Habana; las castañas eran traídas desde Europa y se comían tostadas, aunque también se realizaba un gran banquete y había baile y alegría. En la Sociedad Catalana era celebrada por los cursos de idioma catalán impartidos en la propia sede en que el grupo de alumnos y su profesora con alegría compartían el vino dulce y los dulces, una versión de los “panellets” a lo cubano.

El tió de Nadal: 25 de diciembre

La celebración infantil catalana en la Navidad, tradición que proviene desde hace siglos, cuando se pretendía, atendiendo a las antiguas prácticas rituales, propiciar la abundancia y la unidad familiar en mitad del invierno. El “tió” es el símbolo del árbol, de la fertilización cíclica, pero en invierno el árbol está dormido y hay que despertarlo a bastonazos para que nos dé sus frutos que serán en esta ocasión nueces, turrones u otras golosinas. Es por excelencia una celebración infantil, así los niños dan golpes con un bastón a un tronco hueco con un canto para que este les ofrezca turrones con nueces, avellana o piñón, también les tiene la sorpresa de un juguete, un material de estudio, en fin, un regalo. En Cuba, aunque por regla general es una festividad de los niños, se ha arraigado la costumbre de cerrar las clases de catalán hasta el nuevo año con la celebración del “Tió de Nadal”.

Conclusiones

Son muchas y variadas las fiestas y tradiciones catalanas que se celebraron por años y muchas que aún se celebran, solamente se refieren las más relevantes, quedaría otro espacio donde pudieran conocerse las cantatas de habaneras con el tradicional “cremat” [4] y la gastronomía que caracterizan estos festejos y tradiciones catalanas, algunas mencionadas en el escrito.

Con este estudio de las principales manifestaciones y celebraciones tradicionales, ha quedado demostrado fehacientemente el deseo, el empeño y el logro, de no dejar morir la cultura catalana, aquellos catalanes que residieron en Cuba y que ahora sus descendientes continúan a través de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Traducido: Nuestro Grito de Baire.

[2] Voces de Ultramar.

[3] Dulce originario de Cataluña.

[4] Tipo de bebida que tiene un proceso de realización característico.

Idania Esther Rodríguez Ortega: Licenciada en Educación en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. A partir del año 2009 comienza a desempeñarse como historiadora y archivera de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña. Tiene publicado los libros De Cataluña a Cuba… ¡Hacer las Américas! (2011) y Necrópolis Cristóbal Colón: El susurro de las piedras (2015). En el mes de noviembre del año 2018 fue una de las galardonadas con el XXX Premio Josep Maria Batista i Roca-Memorial Enric Garriga Trullols otorgado por el Instituto de Proyección Exterior de la Cultura Catalana (IPECC) en Barcelona, a los catalanes y catalanófilos del exterior por mantener la presencia catalana en el mundo y aumentar el conocimiento de los Países Catalanes y la Cultura catalana. Miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), miembro de la Cátedra Honorífica Catalana, Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de Catalanistas de América Latina (ACAL) y de la Red de Estudios sobre Cementerios y Espacios Funerarios de La Habana. Ha participado en múltiples Eventos Científicos tanto nacionales como extranjeros. Labora de conjunto con la ONG internacional Archiveros sin Fronteras de Cataluña en el rescate y digitalización de los fondos documentales de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña desde el año 2014.

August Ferran y Andrés

La obra plástica del artista mallorquín August Ferran y Andrés (1814-1879) durante su estancia en La Habana

August Ferran y Andrés

Cristina Rodríguez Samaniego, Irene Gras Valero y Bárbara Beatriz Laffita Menocal

Noviembre 5, 2021

 

Apuntes biográficos

Antes de situarlo en La Habana, cabe seguir la trayectoria vital y artística de August Ferran por diversas ciudades. Primero en Palma de Mallorca, lugar de su nacimiento, acaecido el 11 de octubre de 1814 [1], en el seno de una familia de vocación artística. De hecho, su padre, Adrià Ferran y Vallés, regentó un taller consagrado a la escultura religiosa, así como a la producción de mobiliario y de otros elementos ornamentales. Por otra parte, uno de sus dos hermanos mayores, Adrià Ferran y Andrés, se dedicaría con éxito a la miniatura y a la creación de marcos y de molduras decorativas.

Barcelona constituiría a su vez un centro clave para la formación artística de la familia. Tanto Adrià Ferran padre como August, se matricularon en la Escuela de Dibujo de la ciudad condal. Del primero sabemos que lo hizo en algún momento, durante el período comprendido entre 1785 y 1794, mientras que el nombre de August figura en el libro de matrícula del año 1827 [2]. Su hermano Adrià se presentó a los premios extraordinarios y a las gratificaciones de la Escuela durante los cursos 1824-1825 y 1825-1826 [3].

Poco después, a inicios de la década de 1830, ambos hermanos decidieron trasladarse a Madrid y completar así su formación en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Sin duda estos fueron años de gran intensidad expositiva, especialmente para August, que llegó a concurrir en tres de los certámenes organizados por la Academia con diversas esculturas. A su vez se iniciaría como ilustrador, gracias a su participación en la revista El Observatorio Pintoresco Español. El siguiente destino de Ferran sería París.

Estancia en Cuba: 1849-1879

Al año siguiente, August viaja a Cuba, y este se convertiría en su viaje decisivo. Concretamente, llegó el 5 de abril de 1849, en una fragata que había partido de Francia [4]. Allí residiría hasta su muerte, acaecida 30 años más tarde, el 28 de junio de 1879; se consagró a la docencia y continuó con su praxis artística, especialmente en el campo de la pintura religiosa, el retrato y la ilustración.

Pocas semanas después de su llegada, August empezó a impartir clases en la escuela de la Real Academia de Bellas Artes de San Alejandro, desempeñando un papel notable durante su trayectoria docente y de gestión de la misma. Sin embargo, no es el propósito del presente estudio detenerse o profundizar en este aspecto, sino examinar la producción plástica del artista en La Habana.

Para proceder a dicho análisis, hemos dividido la obra del artista en diversos apartados, correspondientes a las diferentes temáticas y géneros que cultivó. El corpus artístico se encuentra constituido por óleos, esbozos a lápiz, grafito o crayón, y por litografías. El Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (MNBA) atesora un número destacado de obras de Ferran, al igual que la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana, donde se conservan buena parte de las litografías, especialmente en lo que concierne a las ilustraciones de revistas [5].

Tipos y costumbres

Recién llegado a Cuba, Ferran recibió el encargo de participar, junto con el pintor, miniaturista y escenógrafo cubano José Baturone, en la ilustración del llamado Álbum californiano, publicado por entregas de cuatro láminas entre 1849 y 1850, y conocido de manera popular con el nombre de Tipos californianos. Dicho álbum presentaba una especie de colección “de tipos observados y dibujados por [los autores]”, que mostraba la caracterización de los mineros buscadores de oro, a partir de la recreación de su aspecto y de sus costumbres. La imprenta de Francisco Luis Marquier [6], en La Habana, se encargó de su edición, la cual no abarcó más de 12 láminas en total, de las cuales Ferran firmó la segunda, cuarta, quinta, octava, decimoprimera y duodécima [7]. Sin duda este tipo de temática, dentro de la evolución del grabado en Cuba, resulta significativa por cuanto supone abandonar la primacía de los paisajes y de los motivos etnográficos, con el fin de aproximarse a la plasmación de lo popular y de lo cotidiano. En este caso se trataba de ilustrar los productos de la industria tabacalera, en auge en dicho momento, y el mundo de los mineros que buscaban enriquecerse con el hallazgo de oro.

Algunas teorías apuntan la posibilidad de que Ferran se hubiera desplazado hasta San Francisco en 1849, para conocer de primera mano la idiosincrasia de dicho mundo. Este planteamiento se sustenta en la atribución a Ferran de dos óleos con vistas de San Francisco, pertenecientes a la colección de la Universidad de Berkeley [8]. Sin embargo, el hecho de que la segunda de estas obras contenga al dorso la firma de E. Pingret, nos induce a descartar dicha atribución y, por ende, a poner en tela de juicio su viaje a California. En contraposición a la mencionada hipótesis, consideramos que el autor pudo haber observado a los mineros en la propia ciudad de La Habana, dado que esta constituía un destacado puerto de escala entre América y Europa, por el que también transitaban muchos trabajadores fascinados por la fiebre del oro.

Los años comprendidos entre el final de la década de 1830 y la primera parte de la década del cuarenta, fueron especialmente prolíficos en el cultivo del género costumbrista. En Iberoamérica encontramos por ejemplo: Las habaneras vistas por sí mismas (1847), Los cubanos pintados por sí mismos (1852), Los mexicanos pintados por sí mismos (1854) o Tipos y costumbres de la Isla de Cuba por los mejores autores de este género (1881). Sin duda, la influencia del romanticismo en el desarrollo de los sentimientos nacionalistas resultó clave para el éxito de dicho género.

En el contexto específico de la realidad cubana, el costumbrismo fue acogido como estilo por la intelectualidad criolla, con el fin de expresar sus inquietudes en la búsqueda de unas raíces nacionales y describir así las costumbres que le resultaban comunes de manera solapadamente crítica [9]. De hecho, para muchos de estos escritores, las burlas y las sátiras a dichas costumbres representaban un pretexto para el ataque al contexto político colonial, dada la imposibilidad de enfrentarse directamente al gobierno colonialista a causa de la censura [10]. Dichas caracterizaciones de “tipos”, como observamos en las ilustraciones de Ferran, mostraban un relato sobre un personaje determinado —en este caso, los buscadores de oro— que presentaba cierta peculiaridad, ya fuera por su manera de vestir o de hablar, o bien por su oficio [11]. A nivel estilístico, la estética desarrollada por Ferran en estos casos oscila entre el realismo y cierto aire romántico, ya que como acabamos de comentar, la mencionada búsqueda de las raíces nacionales se relaciona a nivel ideológico con el romanticismo.

La colaboración de Ferran en diversas publicaciones periódicas de la isla de tono claramente sarcástico, como por ejemplo El Almendares. Periódico semanal, literario y de modas; La Charanga. Periódico literario joco-serio y casi sentimental [12]; El Almanaque cómico, político y literario de Juan Palomo; y El Correo habanero. Periódico literario, científico, satírico-burlesco y de modas, permiten constatar que el artista continuó cultivando el mencionado género durante las décadas de 1850 y 1860. Observamos la caracterización de estereotipos yankees [13] y de nativos enriquecidos que visten como criollos [14], así como la recreación de escenas burlonas [15], las cuales en definitiva nos ofrecen una mirada mordaz de la actualidad social. Podemos hablar de representaciones ejecutadas con trazo ligero y definido, a la par que perspicaces y sutiles, donde el artista demuestra conocer en profundidad la fisonomía humana, tanto a nivel corporal como psicológico.

Los retratos

Sin duda, el retrato fue el género más cultivado en la isla durante el período colonial. Más allá de sus aspectos artísticos o estéticos, el retrato suscitaba gran interés como testimonio visual de las diferentes clases sociales de la colonia, especialmente de las más favorecidas [16]. Según José Rodríguez Morey, la mayoría de los retratos pintados por Ferran representaban a los diversos Capitanes Generales que gobernaron Cuba durante dicho período; sin embargo, muchos de ellos fueron trasladados a España al finalizar la era colonial [17]. Uno de los retratos más destacados de Ferran representa al teniente general Pedro de Alcántara Téllez-Girón, príncipe de Anglona y Marqués de Jabalquinto [18]. A nivel formal, el protagonista posa de manera autoritaria, ataviado con uniforme militar y sus numerosas condecoraciones, haciendo ostentación de su poder. Ningún otro elemento compositivo distrae la atención del espectador, ya que el fondo se encuentra configurado por paisaje marítimo apenas detallado que confiere cierta profundidad a la escena. A diferencia del estilo de los hermanos Madrazo, que Ferran había cultivado durante su estancia en Madrid, aquí el artista se deja influir por la intensidad y la calidez cromáticas propias del retrato colonial. Otro de sus retratos destacados, conservado en la Biblioteca Nacional, es el dedicado al escritor Eduardo G. Lebredo. Este aparece enfrentándose al espectador con una mirada intensa [19], sin la rigidez que posee otro retrato de la misma serie, dedicado a Félix Varela [20].

Pintura religiosa

Junto con la retratística, el género religioso fue uno de los más cultivados durante el período colonial. El MNBA conserva diversos óleos de Ferran, de dimensiones más bien reducidas, ejecutados sobre tela o cartón. Es el caso de Cristo y la Samaritana, La resurrección (1858), Salomé o La huida a Egipto (1858) [21]. Su estética resulta sin duda menos innovadora que algunas de sus ilustraciones, aunque resulta notable el cromatismo vivo que utiliza y que adquiere protagonismo ante el valor de la línea.

También cabe destacar las pinturas de La Santísima Trinidad y San Vicente de Paúl ejecutadas para ornamentar el transepto de la iglesia de Nuestra Señora de la Merced de La Habana. Dado que el templo fue finalizado a mediados de la década de 1860, es probable que dichas obras fueran ejecutadas durante ese período. El estilo de Ferran en estos dos casos denota la influencia del barroco colonial, en consonancia con la estética general de la construcción. De hecho, ambas pinturas se enmarcan en una estructura arquitectónica, flanqueada por columnas y rematada por un sobrio tímpano de inspiración clásica, que produce un efecto teatral de reminiscencias barrocas. San Vicente de Paúl, vestido con sus hábitos y acompañado por una corte de ángeles y querubines, se eleva majestuoso en el cielo. De modo similar, en La Santísima Trinidad, el Padre —que sostiene la bola del mundo— y el Hijo —que porta el instrumento de su tortura, la cruz— descansan sobre otra gran nube, iluminados por la luz del Espíritu Santo. Cabe añadir que en la base de las columnas que flanquean la pintura de San Vicente de San Paúl se encuentran dos medallones dorados que bien pudieran pertenecer al artista mallorquín. El primero de ellos está dedicado a la Virgen y adopta un estilo mucho más moderno que las mencionadas pinturas. Rodeando su delicada figura podemos leer la siguiente inscripción: “Oh María concebida sin pecado rogad por nosotros que recurrimos a vos”. El segundo medallón reproduce dos escudos y también un símbolo, conformado por la inicial “M” y una Cruz en la parte alta, que hace alusión a la unión de la Virgen y Jesucristo. Sospechamos de la autoría de dichas piezas, a causa de una información otorgada por Manuel Ossorio, según la cual Ferran habría ejecutado tres medallones “simbolizando un Ave María, el Escudo de la comunidad y una Gloria de Jesucristo” para el Convento de Santa Clara [22], construcción edificada a escasas calles de la mencionada iglesia de Nuestra Señora de la Merced.

Consideraciones finales: un artista mallorquín en la Cuba colonial

Podemos afirmar a modo de conclusión, que el artista mantuvo hasta cierto punto el eclecticismo que configuraba su estilo y pudo seguir tratando algunos de los géneros que ya había cultivado antes de su partida a Cuba, como son las ilustraciones satíricas, la pintura religiosa o el retrato, gracias, en buena parte, al hecho de que estos mismos géneros eran los que mayor repercusión tenían en La Habana colonial. Durante su estancia en la isla, su trazo ganó en viveza, expresividad y soltura, sobre todo en el ámbito de las ilustraciones, donde el artista pudo gozar de mayor libertad.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Este artículo se enmarca dentro del proyecto de investigación Entre ciudades: paisajes culturales, escenas e identidades (1888-1929) financiado por el MCOC (Ref: HAR2016-78745-P), y ha recibido la ayuda de otro proyecto: Mapa de los oficios de la escultura, 1775-1936. Profesión, mercado e instituciones: de Barcelona a Iberoamérica, financiado por MINECO (Ref. HAR2013-43715-P), así como del Instituto Ramon Llull. Cabe añadir que en el presente estudio dejamos de lado las aportaciones de Ferran en el ámbito de la escultura, disciplina que también cultivó.

[1] Registro de Bautismos de la Parroquia de San Miguel de Palma, años 1812-1822, Archivo Diocesano de Mallorca (ADM). ADM I/48-B/24, folio 54.

[2] Libro que da razón de los discípulos matriculados en la Escuela Gratuita de Dibujo establecida en la Real Casa Lonja de la Ciudad de Barcelona a expensas de la Real Junta Particular de Comercio de Cataluña, lo cual dio principio el día 23 de enero de 1775. Archivo de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi de Barcelona (RACBASJ).

[3] Reial Junta Comerç. Escola Nobles Arts. Premis-alumnes 1787-1835.

[4] Fernando Alcolea: Un pintor testimonio de la ‘Fiebre del oro’ en California (1849-1850), versión en línea: http://wm1640482.web-maker.es/AugustoFerranyAndres.

[5] En total hemos podido documentar cerca de 70 obras localizadas en La Habana.

[6] El taller litográfico de Marquier fue uno de los más importantes de la Cuba de mediados de siglo XIX. Además de los Tipos californianos, el año 1856 publicó la serie Isla de Cuba pintoresca, compuesta por las vistas de las principales ciudades de la isla. Olga Lópe Núñez: “Imágenes de Cuba colonial”, en Grabados coloniales cubanos, La Habana, Museo Nacional de La Habana, 1998, p. 10.

[7] La colección más amplia de litografías del Álbum reside en la California History Room de Sacramento, California Hist. Room (CALIF); Picture Collection; PHOTO ALBUM-V: ** F865.F37 1850. Imágenes consultables en línea: http://catalog.library.ca.gov. El MNBA atesora diversos bocetos de este proyecto, además de láminas ya acabadas. Véase los Nos. inv. 11.506, 11.438, 11.423, 11.413, 07.114.

[8] Janice T. Driesbach: “Scenes from Mining Life”. en Art of the Gold Rush, Oakland Museum, Crocker Art Museum, National Museum of American Art, 1998, p. 17.

[9] Ramón Guerra Díaz: Historia de la cultura cubana (1838-1878) (Parte 3). De lo criollo a lo cubano, una literatura en busca de su identidad, versión en línea: http://www.monografias.com/trabajos94/historia-cultura-cubana-1838-1878-parte-3.

[10] Salvador Bueno: Costumbristas cubanos del siglo xix, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1958. Hemos consultado la siguiente edición: Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999 [versión en línea: http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark].

[11] María Esther, Pérez Salas: Costumbrismo y litografía en México: un nuevo modo de ver, México, UNAM, 2005, p. 53.

[12] Subtítulo: “Muy pródigo de bromas, pero no pesadas, y de cuentos, pero no de chismes; muy abundante de sátiras, caricaturas y otras cosas capaces de arrancar lagrimas a una vidriera”.

[13] “Costumbres yankees”, El Almanaque Cómico, político y literario de Juan Palomo, Año II, 1871, p. 37. La ilustración viene acompañada de la siguiente leyenda: “Al revolver de una esquina…Godd…!”.

[14] “Modas: trajes de invierno”, La Charanga, No. 37, 23 de enero de 1859.

[15] Impresiones, expresiones y comprensiones: divergencias de opinión”, La Charanga, No. 39, 6 de febrero de 1859.

[16] Colección de Arte Cubano, La Habana, Museo Nacional de Bellas Artes, 2006, p. 44.

[17] José Rodríguez Morey: Diccionario de artistas plásticos de Cuba. Obra inédita, Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, s/p.

[18] No. inv. 06.75

[19] “Galería de escritores cubanos. Eduardo G. Lebredo”, El Almendares, t. 1, No. 14, 18 de abril de 1852.

[20] “Galería de escritores cubanos. Félix Varela”, El Almendares, t. 1, No. 12, 04 de abril de 1852.

[21] Nos. inv. 07.1464, 07.1462, 07.1463 y 07.1531 respectivamente. Es posible que algunos de los óleos constituyeran modelos para otras obras.

[22] Manuel Ossorio Y Bernard: Galería biográfica de artistas españoles del siglo xix, Vol. 1, Madrid, Ramón Moreno, 1868, p. 238.

Cristina Rodríguez Samaniego: Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona y Licenciada en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha realizado varios proyectos financiados de investigación posdoctoral en el extranjero. Como Profesora Lectora imparte asignaturas vinculadas al arte europeo de los siglos XIX y XX en la Universidad de Barcelona. Miembro del grupo de investigación GRACMON. Entre 2014 y 2016 fue investigadora principal del proyecto “Mapa de los oficios de la escultura, 1775-1936. Profesión, mercado e instituciones de Barcelona en Iberoamérica”, y también comisaria de diversas exposiciones sobre escultura catalana. Es también autora de numerosas publicaciones en torno al Noucentisme, la escultura académica, la escultura catalana en el contexto internacional y la docencia artística en el siglo XIX. Sus líneas de investigación son escultura académica y formación artística, arte catalán de los siglos XIX-XX, relaciones artísticas entre Cataluña América Latina, los oficios de la escultura.

Irene Gras Valero: Doctora y Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona. Imparte asignaturas vinculadas al arte europeo de los siglos XIX y XX y teoría del arte en la Universidad de Barcelona. Su línea de investigación es la pintura y la literatura en el Modernismo, el Simbolismo y el Decadentismo, el entresiglos XIX-XX, la escultura y las relaciones entre Cataluña y América. Dentro de GRACMON, actualmente colabora como investigadora en el proyecto “Entre ciudades: paisajes culturales, escenas e identidades (1888-1929)”. Ha participado en congresos nacionales e internacionales y ha publicado varios artículos y capítulos de libros sobre sus ámbitos de especialidad.

Bárbara Beatriz Laffita Menocal: Máster en Historia del Arte y Coordinadora de las actividades científicas de la Cátedra de Cultura Catalana de la Universidad de La Habana. Desde 2009, es Profesora Asistente de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Ha intervenido en carios congresos científicos sobre la presencia catalana en Cuba.

Antonio_de_Sena_Faria_de_Vasconcelos

Un ilustre académico portugués

Antonio_de_Sena_Faria_de_Vasconcelos

Ángel Jesús Pérez Ruiz, Carlos Dativo y Antonio Cristiano Borges

Octubre 29, 2021

 

En la tarde del 12 de octubre de 1915 atraca en la bahía de La Habana un vapor a bordo del cual se encontraba el académico portugués Antonio Sena Faria de Vasconcelos, natural de Castelo Branco, nacido en 1880, de 35 años de edad. Invitado en calidad de Inspector Especial por la Secretaría de Sanidad y Beneficencia cubana. Formado en Derecho en la Universidad de Coimbra, era descendiente de jueces y letrados, lo que le facilitó desde muy joven tener acceso a los escritos de filósofos de pensamiento avanzado de entonces, entre ellos Carlos Marx y Federico Engels, cuyas obras leyó con interés especial, aún desde posiciones de conservadurismo.

Su posterior quehacer profesional no llegó a ser considerado propiamente el de un político, sino más bien el de un cronista de las necesidades sociales objetivas desde la pedagogía, aunque sin duda, su pensamiento evolucionó con los años, en interés de un mayor acercamiento crítico al entorno que lo rodeó.

En 1900 da a conocer su primera obra escrita titulada El materialismo histórico y la reforma religiosa del siglo XVI, de enfoques progresistas para aquella época.

Matriculó en la Escuela Nueva de Bruselas y desde allí frecuentó la Escuela Libre Internacional de Enseñanza Superior, donde se recibió como Doctor en Ciencias Sociales con “La más grande distinción”, premio que ningún alumno, incluidos los belgas, obtenía desde 10 años atrás.

Alumno y amigo del afamado pedagogo belga Adolphe Ferriére, estudia con especial interés el nacimiento y desarrollo de las Escuelas Nuevas en Alemania, Francia e Inglaterra y funda en 1911 una escuela experimental en Biérges, Bélgica, con 30 preceptos de escuela-taller, cuyo éxito al cumplir plenamente 28 de ellos, le valió la categoría de “abanderado”, que le atribuyó su tutor.

Observó los horrores de la Primera Guerra Mundial desde suelo belga, que conllevaron a que ningún padre dejase a sus hijos asistir a una escuela por peligro de un ataque. Esto lo hace encaminarse hacia Suiza, donde desde la Academia Juan Jacobo Russeau, continúa sus estudios y trabajos de campo en escuelas de aquel país, pero los tentáculos de la conflagración multinacional por toda Europa, hacen que su amigo y tutor Ferriére le recomiende viajar a América para continuar su importante obra con la paz necesaria para ello.

Fue entonces que, conocedores de esa intención, el secretario de Sanidad y Beneficencia de Cuba Doctor Enrique Núñez y el Doctor Juan Ramón Xiqués, presidente de la Fundación Luz Caballero, invitan a Vasconcelos a asesorar procesos pedagógicos para la enseñanza primaria y de nivel medio en Cuba.

En el archipiélago caribeño encontró un gobierno presidido por Mario García Menocal, veterano de la guerra de independencia, ahora corrupto alineado a los Estados Unidos, tristemente célebre por las elecciones fraudulentas que dieron margen a la “Chambelona”. Además, se topó con un sistema económico lleno de contrastes, donde las “vacas gordas” abrían la ilusión de algunos, colocando una venda a lo que realmente existía en el resto del país.

Sin embargo, reconoció con admiración que la idea de la Escuela Nueva había sido ya acariciada por iconos de las ciencias y el pensamiento social cubanos de la talla de Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, José Martí y Carlos Juan Finlay, entre otros muchos de inobjetable estatura intelectual.

Apreció, igualmente, una Secretaría de Sanidad y Beneficencia resultado de la primera unificación de salud pública en el mundo, fundada desde el 26 de enero de 1909, aunque atenazada a los intereses privados de los grandes círculos de poder, tanto locales como norteamericanos. Puso manos a la obra y desplegó todos sus esfuerzos por asesorar y aplicar la Teoría de la Escuela Nueva, basada en 30 preceptos destinados a lograr una mayor autodeterminación del estudiantado, cimentada sobre sus propios experimentos e interactuaciones con el entorno.

Con ese fin aprovechó las capacidades del Colegio Inglés del Doctor Lastra en La Habana y la recién creada filial de la Fundación Luz y Caballero en Cienfuegos, que inauguró Xiqués el 7 de agosto de 1915, tan solo 2 meses antes a su llegada.

Se exponen a continuación algunos de los preceptos enarbolados por Faria:

  1. a) Una escuela alejada del entorno urbano, con las mejores opciones para entrar en contacto con la Naturaleza.
  2. b) Lograr la escuela mixta de varones y señoritas en una misma aula.
  3. c) Sistema de internado, en casas separadas de 10-15 alumnos.
  4. d) Vincular prácticas de estudio-trabajo socialmente útil, en horarios alternos, como modelo pedagógico predominante.
  5. e) El ejercicio de la crítica y la autocrítica colectivas en los análisis pedagógicos de evolución del desempeño, con plena participación de los alumnos, donde cada cual comparaba sus trabajos más recientes con los anteriores.
  6. f) Un sistema de autosuficiencia en alumnos, donde ellos mismos se encargarían de su higiene interna y de cocinar sus alimentos.

Ganó simpatías y adeptos entre muchos docentes en Cuba, entre quienes destacaban Carlos de la Torre y Alfredo Aguayo; con este último compartió ideas que fructificaron en su manual titulado Pedagogía científica, y cuya Didáctica de la Escuela Nueva ha resultado asignatura básica en las Ciencias Pedagógicas de la Universidad de Coimbra, especialmente en las asignaturas referentes al magisterio de la Enseñanza Primaria.

Los sectores más conservadores del gobierno de García Menocal no tenían demasiado interés en “hacer pensar y hacer menos dependientes a todos los hombres futuros del país”, léase que solo a los de familias pudientes, por lo que mostraron una recurrente indiferencia a la gestión de Faria en Cuba.

Ante esa desconcertante realidad muy ajena al sentir de los pedagogos dignos de Cuba, el Doctor Faria decide partir hacia Bolivia en 1917, donde fue nombrado director de la Escuela Normal de Sucre y de la Revista Pedagogía.

La Patria lusitana reclamó al hombre de las aulas tras el término de la Primera Guerra Mundial en Europa, y Faria regresa a Portugal en 1920, como profesor de las Universidad Libre y de la Escuela Normal Superior, ambas de Lisboa.

Asimismo, fundó el Instituto de Orientación Profesional de aquella capital y fue su primer director.

También escribió en la revista de Seara Nova, perteneciente al movimiento cultural y cívico de corte político homónimo, fundado en 1921.

Desde allí él y sus colegas llegaron a proponer una educación abierta, gratis para todos los estratos sociales, y la respuesta gubernamental fue centrar una atención diferenciada sobre ellos, por lo que entraron en una delicada situación cuando asume el poder la tiranía salazarista.

Fallece en agosto de 1939, no sin antes denunciar la amenaza del fascismo para la Humanidad y la eventualidad de que “un sistema con mayor justicia social” sería el llamado a enfrentársele con mejores probabilidades de éxito.

En el siglo XXI, pedagogos portugueses y brasileños han decidido reproducir sus Obras completas, con algunos trabajos inéditos hasta ahora. Sus teorías se han asumido como un referente válido en nuestras más recientes experiencias nacionales relacionadas con el sistema estudio-trabajo dentro de las instituciones educacionales. No olvidar, a partir del triunfo de la Revolución, la experiencia inicial de las escuelas al campo, que precedieron a las escuelas en el campo subvidididas en ESBEC, IPUEC, tecnológicos y vocacionales, cuya elección optativa lastimosamente se ha deprimido en los últimos años.

Invitamos entonces a no desperdiciar la oportunidad de hojear la obra escrita de Antonio Sena Faria de Vasconcelos, cuya impronta dejó una importante huella en Cuba y aporta puntos de coincidencia con el pensamiento pedagógico cubano.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Ángel Jesús Pérez Ruiz: Máster en Pedagogía Profesional y Licenciado en Educación, especialidad traducción e Interpretación. Profesor Asistente de Lengua Portuguesa en la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana y responsable del Departamento de Portugués. Traductor e Intérprete Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Presidente de la Cátedra de Estudios Lingüísticos y Literarios “Eça de Queirós” de la Universidad de La Habana.

Carlos Alberto Dativo: Vicepresidente de la ONG académica Univesidesafio, Portugal.

António Cristiano Borges: Doctor. Profesor de la Facultad de Letras de Lisboa, Portugal.

01 Hermann D. Hupmann

Hermann Dietrich Upmann: el fundador de H. Upmann

01 Hermann D. Hupmann

Raúl Martell Álvarez

Octubre 22, 2021

 

De los alemanes que viajaron a Cuba a finales del siglo XIX, destaca Hermann Dietrich Upmann, uno de los seis varones de los nueve hijos que engendraron Hermann Friedrich Upmann, maestro relojero y comerciante, y su esposa Johanne Friederike Birkemeyer. El personaje que nos ocupa nació el 1ro. de mayo de 1816, en la ciudad de Bielefeld, perteneciente a la región de Renania del Norte, en Westfalia, Alemania.

Transcurrieron cerca de cuatro siglos del descubrimiento del tabaco en Cuba y a mediados del siglo XIX, con 23 años de edad Hermann Dietrich Upmann, arribara a finales del año 1839, por el puerto de La Habana, después de siete semanas de viaje, a la isla que tanto deseaba conocer, aunque ya la deleitaba a través de fumar las hojas de la Nicotina Tabacum que llegaban a Europa, a la ciudad portuaria de Bremen, en su forma cilíndrica de un color carmelita claro.

Cuentan que Hermann Dietrich Upmann, durante la travesía hacia América por el Océano Atlántico, conoció un pasajero inglés que le comentó la posibilidad de abrirse paso en Cuba en los negocios del tabaco y le trasmitió los primeros elementos concerniente a las bondades de esta planta, así como le enseñó los prolegómenos de convertirla en tabaco.

Mientras tanto, el auge de la elaboración de puros, en la segunda mitad del siglo XIX en la isla, permitía que aprendices entraran en los chinchales o pequeños talleres en número creciente para aprender a elaborar el ya preciado producto.

Hermann Dietrich se aventuró con entusiasmo a instruirse rápidamente en el arte de la producción tabacalera; ya durante esa primera etapa comenzó a enviar mazos de tabacos de diez o más unidades a sus familiares y amigos radicados en Bremen. En ocasiones, recibió quejas de algunos de sus receptores sobre diferencias en las calidades de esos envíos, por lo cual se percató que ya se estaban falsificando sus remisiones. Incluso sus hermanas, que atendían una pequeña tienda de vender tabacos ubicada al costado de la alcaldía de la ciudad Bielefeld, se quejaron de esta situación. Entonces decidió que en la cinta que envolvían sus atados de tabacos debía estampar su firma para garantizar que la calidad de los tabacos que dispensaba procedía de su producción.

En un pequeño local en la calle San Miguel No. 75, en la zona de extramuros, en la ciudad de La Habana, Hermann comenzó a producir tabacos y fue creando, lo que existe todavía, como la reconocida marca de habanos H. Upmann, que ocupa actualmente un lugar entre las siete primeras marcas de habanos de mayor consumo en todo el mundo.

Apoyado en una rigurosa disciplina y habilidad organizativa, no tarda muchos años en formar parte de un grupo de tabaqueros que se extendieron desde pequeños locales donde producían puros, hasta crear sus propias marcas y fundar sus fábricas. Así, el ambicioso y diligente germano amplía sus empeños y concibe una marca y funda una fábrica con el nombre de H. Upmann: H por su nombre y Upmann por su apellido.

En la década del cuarenta del siglo XIX se estaba produciendo un verdadero auge en la producción y comercialización de los tabacos de la isla, que pasó a ser la segunda fuente de ingresos del país por su presencia en los mercados europeos y norteamericano.

Sobre la fecha exacta en que en 1844 salió al mercado la producción de tabacos bajo la marca H. Upmann existen diferentes criterios en la historiografía consultada. Este autor no ha encontrado en los archivos cubanos esa fecha exacta. Generalmente, se toma como referencia el 15 de octubre, porque 100 años después, en 1944, para conmemorar el centenario de la marca, se inauguró en esa fecha una nueva sede en Amistad No. 407/409.

Con un gran sentido administrativo y larga visión productiva y comercial, lo que se denominaría en la actualidad como logística, él empieza a constituir un grupo de instalaciones que garantizarían alcanzar altos niveles de realización de su producción. Con el uso de la litografía en la mitad del siglo XIX se comenzaron a adornar las cajas con etiquetas de un color y posteriormente de otros colores, habilitaciones que embellecían los envases y sellaban las cajas.

Hermann Dietrich consignó su firma en las etiquetas que adornaban por fuera y por dentro los envases que acomodaban sus puros. Un paso importante fue también la identificación y personalización de cada uno de sus puros, en esto también fue de los que primeros que anudó una cinta o etiqueta que se llamó anilla, alrededor de sus aromáticos productos.

Algo digno de significar es que identificaba claramente cada una de las empresas que establecía al señalar la localidad donde se asentaba, es decir “Habana” a su fábrica y marca de tabacos en Cuba, y “Bremen” a su firma llamada H. Upmann and Company-Bremen, por estar ubicada en esa ciudad, dirigida por su joven sobrino Hermann Friedrich Heinrich Upmann. En Nueva York funda otra filial en 1871, dirigida también por otro pariente Carl Friedrich Wilhelm Gustav Upmann, quien antes lo acompañó algunos años en Cuba, para ayudarlo y a su vez entrenarse en el mundo del habano.

La firma H. Upmann and Company-Bremen todavía existe, ahora bajo la dirección del último sucesor de Hermann, llamado Heinrich Dietrich Carl Upmann, nacido el 15 de mayo de 1937, quien ya cumplió 80 años.

Una situación muy singular y también difícil para el fundador fue que una vez establecido en Cuba se trasladó a Bremen para contraer matrimonio con la joven Amalie Wilhelmine Gravenhorst, el 30 de noviembre de 1848 y la trajo a La Habana, donde enfermó y falleció unos meses después, como consecuencia de la fiebre amarilla, el 12 de septiembre de 1849. Sus restos yacen en una bóveda de tierra en la Necrópolis de Colon, junto a otros alemanes amigos, que incluso formaron parte de sus negocios como socios. Su matrimonio no tuvo descendientes.

Un par de años después de fundar su fábrica, recibió la visita de uno de sus hermanos, August Ludwig, dos años menor que él, para ayudarlo y también para aprender acerca de las técnicas de producción, organización y dirección tabacalera que empleaba su hermano.

Hermann Dietrich Upmann y sus socios alemanes se adentraron en los vericuetos del negocio tabacalero, apoyados en la puntualidad y seriedad que caracterizan a los germanos, hasta llegar a producir un habano de excelencia, empleando las mejores hojas de la zona de Vueltabajo, donde poseían tierras que garantizaban la obtención de hojas de primera calidad. El nivel alcanzado en la producción de habanos H. Upmann fue insuperable, apoyado en un estricto control de calidad.

En general, el boom de la producción de habanos logró cifras muy altas. La fábrica fundada por él alcanzó niveles de producción de hasta 25 millones de puros, lo que le permitió ostentar denominaciones de: “Proveedor de su Majestad Don Alfonso XII Rey de España” y “Con privilegio de uso las reales armas”. Fue una de las mayores fábricas exportadoras de tabacos a Inglaterra, Estados Unidos, España, Sudáfrica y muchos países de Suramérica.

En 1852, Hermann se asoció con Friedrich Wilhelm Gudewill y fundó la compañía naviera Gudewill and Upmann, con sede en la ciudad portuaria de Bremen y con la ruta La Habana-New York-Bremen. Su objetivo logístico era asegurar la transportación de sus tabacos en tiempo y en buenas condiciones de Cuba a Alemania y al resto de los países consumidores a pesar de la larga travesía transoceánica.

La forma de exportar los puros se realizaba en grandes cajas de pino seco que agrupaban de 5000 a 10 000 tabacos en mazos de 50 o de 100 unidades. Para identificar esas producciones se imprimían con fuego en las cajas los datos fundamentales de sus productores, a esa etiqueta se le llamaba “hierro”. Esta identificación era realmente bastante fácil de imitar por los falsificadores de marcas, por lo que algunos de los más importantes productores, entre ellos, Herman Dietrich, idearon colocar sus tabacos en envases más pequeños y manuables, que además guardaran celosamente el aroma y la calidad de sus tabacos, así surgieron las cajas de cedro que contenían 25 unidades en hileras de 8-9-8.

En 1860, convencido de la calidad de sus habanos y para evitar falsificaciones, introdujo etiquetas en cada caja de oloroso cedro, identificándolas y diferenciándolas de las demás con su propia rúbrica en cada una de las habilitaciones de sus cajas. Un paso importante fue también la identificación y personalización de cada uno de sus puros, para lograr una mayor seguridad. En Cuba, fue de los que primeros que anudó una cinta o etiqueta, que se llamó anilla, a cada uno de sus aromáticos productos.

Otro dato importante a destacar en el tema de los cambios administrativos en H. Upmann, es que estuvo entre las primeras fábricas que contaron con un lector de tabaquearía, cuando en mayo de 1866 permitió la presencia de este singular personaje en sus talleres. Igual de interesante es que el lector de tabaquería en las fábricas era seleccionado en asamblea por votación y aclamación de los tabaqueros.

Los Upmann fundadores fueron respetuosos de las demandas de torcedores y despalilladores acerca de la permanencia del lector de tabaquería; tradición que se mantiene hasta nuestros días. Heinrich Dietrich Upmann había erigido una institución comercial y financiera de amplio rango, bajo la denominación de Casa Upmann y Compañía, con la intención de poder operar actividades de producción y comercialización de tabaco y también como comerciantes comisionistas en negocios varios, lo cual indica su larga visión de apoyarse en una organización vertical de su firma.

Así, en 1868 funda una agencia bancaria bajo la dirección de su sobrino Heinrich (Henrique) Upmann. El capital inicial fue de 220 000 pesos, de los que Hermann Dietrich aportó el 90 %, el 10 % restante lo aportaron su sobrino Henrique y su socio Wilhelm (Guillermo) Rocholl; por cierto, los restos de la esposa de este socio yacen en la misma bóveda de tierra donde se encuentran los de la esposa del fundador.

El banco de Upmann era considerado como una de las firmas financieras más influyente de la isla. Esta aparece como una de las que mayor cantidad de cuotas (4000 pesos) aportaba como contribución a la Corona. La institución no se circunscribía a las clásicas funciones bancarias; o sea, a los préstamos, depósitos, etc., sino que, paralelamente, realizaba inversiones en diferentes áreas de la economía del país, en sectores como el industrial, donde funcionaba como accionista, en la extracción petrolera, la agricultura, el comercio, las fianzas y los seguros, entre otros negocios financieros.

El Banco Upmann llegó a ser el banco extranjero, aparte de las entidades españolas, de mayor prestigio y reputación por su solvencia y vasta experiencia en esta actividad durante más de medio siglo. Sus oficinas principales se encontraban en el regio edificio sito en Amargura y Mercaderes, y llegaron a tener sucursales en otras zonas de la ciudad; fue considerado uno de los bancos más importante en la región del Caribe.

Otro aspecto de este multifacético empresario fue que siempre mantuvo una estrecha relación con su ciudad natal Bielefeld, la que visitaba con frecuencia durante sus estancias en Bremen. A solicitud de sus hermanas Dorothea (Dora) y Caroline (Lina) inaugura, el 6 de octubre de 1876 (día de cumpleaños de Dora) un asilo de damas solteras, sin amparo familiar, en una edificación de estilo clásico de tres pisos para albergarlas, solo debían reunir tres condiciones: tener por los menos 50 años cumplidos, gozar de una buena reputación y profesar la religión evangélica. Para la construcción de esa instalación aportó la cantidad de 120 000 marcos. La capacidad del asilo era para 50 damas.

En 1894, residiendo en Bremen, fallece Hermann Dietrich Upmann, dejando un testamento donde detalla minuciosamente cómo se debía distribuir su fortuna entre sus parientes y allegados. Hermann Dietrich Upmann, multimillonario, fue una de los personajes más destacados, tanto de la ciudad de Bremen como de su natal Bielefeld, donde es considerado como un importante benefactor y personaje con una activa vida económica y social.

Sus descendientes alemanes fueron continuadores de su legado de disciplina y organización; igualmente, las tres generaciones de Upmann cubanos se han destacado en esferas como el deporte, la ciencia, la música, la docencia y otras ramas de la sociedad cubana con idénticas características.

En el libro Fumando en La Habana. Los Upmann. Una familia alemano-cubana, publicado en La Habana, por Ediciones Cubanas en el año 2016, se recoge en detalle esta rica y larga historia de dedicación al trabajo.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Raúl Martell Álvarez: Licenciado en Economía en la Escuela Superior de Economía de Berlín, Alemania. Se ha dedicado a la investigación de la historia del tabaco en Cuba y, en particular, de la presencia de los alemanes en la industria tabacalera cubana. Es coautor de los libros Huellas alemanas en Cuba, Los alemanes y el tabaco cubano y Fumando en La Habana. Los Upmann. Una familia alemano-cubana. Es miembro del Casino Alemán de La Habana.