06 Marca de tabaco La Flor de J.A. Bances, producida en la década de 1880 en la fábrica Partagás

De Asturias a La Habana: J. A. Bances, un industrial aventajado

06 Marca de tabaco La Flor de J.A. Bances, producida en la década de 1880 en la fábrica Partagás

Patricia Andino Díaz y Yamira Rodríguez Marcano

Noviembre 19, 2021

 

Los emigrados asturianos asentados en Cuba entre la segunda mitad del siglo xix y principios del siglo XX se dedicaron fundamentalmente a las actividades económicas relacionadas con el comercio, la banca, la agricultura y la industria azucarera. Un mismo empresario podía involucrarse en más de un giro, de aquí que fueran también llamados “industriales”, tal es el caso de Juan Antonio Bances, comerciante-banquero que contribuyó con su pericia y trabajo al crecimiento económico de la isla en el período mencionado.

Los comerciantes-banqueros desempeñaron importantes funciones en la economía colonial, y hasta tanto no se organizó la banca en Cuba, fueron los que llevaron el peso de la actividad bancaria en el país. Inicialmente ellos vendían todo tipo de mercancías que importaban a Cuba desde los mercados internacionales, tales como harina y otros alimentos, artículos de droguería, ferretería, equipos de diversa magnitud y bienes de amplio consumo. Su tránsito hacia las gestiones bancarias comenzó con la venta regular de estos productos a crédito, y llegó a alcanzar mayores inversiones, con las que también se ganaban grandes intereses. El préstamo se concedía, por lo general, a quien tenía mayor solvencia, como el dueño de ingenio o el cultivador de caña, café o tabaco. La suma adelantada habitualmente se extendía para adquirir la madera que utilizaban para transportar el azúcar, comprar el tasajo o el bacalao para alimentar a las dotaciones de esclavos, o sea, era refaccionada a los hacendados azucareros hasta que, tras la venta de la cosecha, dispusieran de efectivo suficiente con que pagar el capital y los intereses. El llamado contrato de refacción se convirtió en un mecanismo por medio del cual los hacendados obtenían crédito. Todo este engranaje permitía mantener altos los índices de desarrollo económico del país.

Así se consolidó la posición de algunos comerciantes españoles, los cuales formaron sus propias casas bancarias, como el catalán Narciso Gelats o Juan Antonio Bances, por solo citar dos firmas destacadas que continuaron funcionando en el siglo XX.

Juan Antonio Bances Álvarez nació en 1820 en la pequeña parroquia asturiana de San Román, en el valle del río Nalón, una de las localidades más pobladas de Candamo. Dentro de los 78 consejos de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, Candamo destaca por la cueva de la Peña, descubierta en 1913 y considerada el más importante conjunto de arte rupestre del Paleolítico ubicado al occidente de España. Asimismo, es reconocido por su producción de sidra y por la calidad de sus cultivos, principalmente la fresa, lo que motiva la celebración del Festival de la Fresa, el primer fin de semana de junio.

Actualmente, la población de Candamo ronda los 2200 habitantes; de ellos, el 43.8 % lleva el apellido Bances en primer o segundo lugar. Las viviendas están agrupadas en caseríos que conservan sus nombres de raíz medieval y sus construcciones vernáculas.

El concejo de Candamo fue una de las zonas de mayor emigración asturiana hacia Cuba. Entre aquellos emigrantes estaba Juan Antonio Bances, quien pertenecía a una familia de banqueros y muy joven —no se ha logrado precisar el año— vino a La Habana con intención de incrementar el patrimonio familiar.

En 1853 fundó una sociedad mercantil colectiva, denominada Bances y Compañía. Estaba compuesta por dos socios: el propio Juan Antonio y su sobrino Juan Francisco de Asís Bances y Menéndez Conde. El capital de la sociedad ascendía a 100 000 pesos, aportado de la siguiente forma: 95 000 por Bances y 5000 por su sobrino. La firma tenía su oficina en el segundo piso de Obispo No. 21, hoy Nos. 117-119, entre Oficios y Mercaderes, casa que pasaría íntegramente a su propiedad en 1881, y se mantuvo en manos de sus herederos hasta 1951.

Este emprendedor candamino sabiamente se instaló en el centro comercial de la época ya que, en la segunda mitad del siglo XIX, la calle Mercaderes era comparada con el Wall Street de New York, así como en el siglo XX lo fue la calle Aguiar. En Mercaderes se hallaba el Banco del Comercio, el Registro de la Propiedad e Hipotecas, el Colegio de Corredores de Comercio, varias compañías importadoras y de seguros de todo tipo; numerosas casas de cambio, fábricas de tabaco, chocolate, papel; restaurantes y fondas. Era el sitio por excelencia del agiotaje, por lo que en las horas más intensas del día se tornaba un hervidero de cambistas, en el que se mezclaban el aventurero y la verdadera aristocracia comercial. El Directorio Criticón de La Habana comentaba en los años de 1880: “Ser comerciante de la calle Mercaderes parece una garantía de solidez, y como es antigua esta reputación, se conserva en la conciencia general”. A Juan Antonio Bances le bastaba con doblar la esquina para sumergirse en el mundo de lo que hoy llamaríamos el sector terciario.

Su firma se dedicaba fundamentalmente al giro de letras, tanto a las plazas de la Isla de Cuba como la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, Candamo destaca por la cueva de la Peña, descubierta en 1913 y considerada el más importante conjunto de arte rupestre del Paleolítico ubicado al occidente de España. Asimismo, es reconocido por su producción de sidra y por la calidad de sus cultivos, principalmente la fresa, lo que motiva la celebración del Festival de la Fresa, el primer fin de semana de junio.

Actualmente, la población de Candamo ronda los 2200 habitantes; de ellos, el 43.8 % lleva el apellido Bances en primer o segundo lugar. Las viviendas están agrupadas en caseríos que conservan sus nombres de raíz medieval y sus construcciones vernáculas.

El concejo de Candamo fue una de las zonas de mayor emigración asturiana hacia Cuba. Entre aquellos emigrantes estaba Juan Antonio Bances, quien pertenecía a una familia de banqueros y muy joven —no se ha logrado precisar el año— vino a La Habana con intención de incrementar el patrimonio familiar.

En 1853 fundó una sociedad mercantil colectiva, denominada Bances y Compañía. Estaba compuesta por dos socios: el propio Juan Antonio y su sobrino Juan Francisco de Asís Bances y Menéndez Conde. El capital de la sociedad ascendía a 100 000 pesos, aportado de la siguiente forma: 95 000 por Bances y 5000 por su sobrino. La firma tenía su oficina en el segundo piso de Obispo No. 21, hoy Nos. 117-119, entre Oficios y Mercaderes, casa que pasaría íntegramente a su propiedad en 1881, y se mantuvo en manos de sus herederos hasta 1951.

Este emprendedor candamino sabiamente se instaló en el centro comercial de la época ya que, en la segunda mitad del siglo XIX, la calle Mercaderes era comparada con el Wall Street de New York, así como en el siglo XX lo fue la calle Aguiar. En Mercaderes se hallaba el Banco del Comercio, el Registro de la Propiedad e Hipotecas, el Colegio de Corredores de Comercio, varias compañías importadoras y de seguros de todo tipo; numerosas casas de cambio, fábricas de tabaco, chocolate, papel; restaurantes y fondas. Era el sitio por excelencia del agiotaje, por lo que en las horas más intensas del día se tornaba un hervidero de cambistas, en el que se mezclaban el aventurero y la verdadera aristocracia comercial. El Directorio Criticón de La Habana comentaba en los años de 1880: “Ser comerciante de la calle Mercaderes parece una garantía de solidez, y como es antigua esta reputación, se conserva en la conciencia general”. A Juan Antonio Bances le bastaba con doblar la esquina para sumergirse en el mundo de lo que hoy llamaríamos el sector terciario.

Su firma se dedicaba fundamentalmente al giro de letras, tanto a las plazas de la Isla de Cuba como a los Estados Unidos, México, Puerto Rico, Santo Domingo, y otras islas del Caribe; también, a España peninsular, Islas Baleares, Islas Canarias, Francia e Inglaterra, principalmente. Asimismo, se ocupaba de las comisiones mercantiles, la negociación de hipotecas y la concesión de préstamos.

Bances y Compañía está considerada como la primera empresa en realizar masivamente remesas de dinero de los emigrantes asturianos en Cuba, actividad que siguió atendiendo en todo el siglo XIX, bien directamente o a través de corresponsales en Madrid y Barcelona.

La distribución de utilidades era del 95 % para Bances y el 5 % para su socio, percibiendo unos sueldos de 500 y 200 pesos respectivamente.

Desde su fundación, la casa bancaria obtuvo resultados altamente satisfactorios, inclinando su línea de inversión, primero, a la financiación de cosechas tabacaleras, y luego, al negocio de la fabricación de puros.

Su incursión en este ramo de la economía cubana data de 1850, cuando funda, junto a su amigo y paisano Julián Álvarez Granda, la fábrica de puros Henry Clay.

Las oficinas radicaban en Aguacate No. 98 antiguo, hoy No. 406, y la fábrica estaba en la Calzada de Luyanó, ocupando un edificio de filiación neoclásica que llegó a abarcar casi toda la manzana. Henry Clay se dedicaba al cultivo, compra, fabricación y venta de tabaco; tenía como objetivo exportar a países de distintos continentes y establecer nuevas fábricas, talleres y almacenes, según fuera necesario. La sociedad de Bances con Julián Álvarez duró hasta 1875 y la fábrica siguió produciendo con éxito hasta el siglo XX.

Al disolver esa sociedad, Bances constituyó otra, con el tabaquero Tomás Gutiérrez. Bajo la razón social de Bances y Gutiérrez, producían la marca La Perfección del Tabaco, con fábrica en Calzada del Monte No. 78.

Bances fue uno de los accionistas de la Sociedad Anónima del Crédito Industrial, banco fundado en 1856 con el propósito fundamental de apoyar a las empresas industriales, y en el cual también tenían participaciones Juan Conill, el conde de Jibacoa, Kessel y Compañía, Guillermo Zaldo, entre otros. Igualmente, Bances pertenecía al Círculo de Hacendados, el cual sirvió, en primer lugar, para coordinar la acción de los principales hacendados y capitales con intereses en el azúcar. Del mismo modo, estuvo implicado con Manuel Guilledo en la firma Bances, Guilledo y Compañía, que en 1873 pasó a liquidación.

En la prensa de la época aparece la asociación de Bances y González, igualmente en la industria del tabaco, y en la década de 1860 Juan Antonio Bances aparecía asociado a Tomás Díaz. Girando bajo la razón social de Díaz, Bances y Compañía, producían las marcas Almirante de Ruyter, Bellamar, Carolina, Flor de Díaz, Bances y Compañía, Flor de P. Bances, Flor de Tomás Díaz, y otras. El viajero norteamericano Samuel Hazard destacaba que la producción de sus empresas alcanzaba en esta época 13 millones de puros al año.

Las alianzas temporales entre empresarios posibilitaban el incremento de fortunas individuales, al mismo tiempo que contribuían a diversificar y desarrollar la economía de la Isla. Este maridaje entre manufactureros y mercaderes, hacendados y banqueros, posibilitaba que los segundos financiaran, parcialmente, las inversiones emprendidas por los primeros, de manera que los riesgos a correr fueran menores para ambas partes.

Por el prestigio ganado hasta ese momento, Bances fue el primer ejecutivo de las empresas del Gobierno español en Cuba, y una de las primeras responsabilidades que tuvo a su cargo fue la compra de hojas para la Real Fábrica de Tabacos en Sevilla. También fue suministrador de hojas de tabaco para la Arrendataria Española.

Hacia 1870, este industrial aventajado era el representante en La Habana de la firma británica Banco Rothschild, y trabajaba para la Casa del Conde Murrieta, en Londres, con la cual estaba asociado. Fue miembro fundador y presidente de la Unión de Fabricantes de Tabaco y de la Asociación de Fabricantes de Cigarros de la Isla de Cuba.

Por su riqueza y conexiones en las esferas del tabaco y la banca, Bances y Compañía se convirtió en la primera opción financiera para el negocio tabacalero. Plantadores, fabricantes y demás personas implicadas en este ramo, acudían a él cuando necesitaban préstamos, convirtiéndose así en acreedor de la empresa Partagás desde los tiempos en que su fundador, Jaime Partagás, la dirigía.

Cuando esta fábrica pasó a manos de sus herederos, el negocio comenzó a confrontar problemas económicos, y Bances se convirtió en el titular de una deuda que crecía cada vez más. Al no poder cumplir con los plazos de la misma, y luego de varios juicios y apelaciones, el comerciante banquero asumió formalmente el control de la compañía el 22 de julio de 1876.

Tomó posesión de la fábrica Partagás y creó un nuevo Consejo de Administración presidido por él, en el que se encontraba su amigo y coterráneo Ramón Cifuentes Llano, reconocido en el mundo del tabaco y futuro propietario de la fábrica en el siglo XX. Su capital como banquero le permitió a Bances incrementar las ganancias y el tamaño de esta empresa radicada en el edificio de la calle Industria No. 160, en cuya sede logró fundar, a finales del siglo xix, una nueva marca: La Flor de J. A. Bances.

En ocasiones, la compañía llegó a tener, entre tabaco elaborado, productos por embarcar, tabaco en rama almacenado y consignaciones pendientes de liquidación, un capital ascendente a 1 200 000 pesos. Cuando Bances asumió el control de Partagás, esta empresa era una más de sus tantas inversiones en el ámbito tabacalero.

En 1900 Juan Antonio Bances se retiró del negocio y transfirió la propiedad de los puros Partagás a la Sociedad Cifuentes, Fernández y Compañía, constituida por Ramón Cifuentes Llano y Antonio Fernández, pero se mantuvo como director. Los nuevos dueños de la fábrica se encargaron de garantizar la alta calidad del tabaco y su esmerada presentación.

Bances se encontraba entre los 50 primeros asturianos que respondieron al llamado de fundar el Centro Asturiano de La Habana, en mayo de 1886, con el propósito de fomentar y estrechar los lazos de unión y vínculos entre los asturianos y sus descendientes, contribuir al realce del nombre de Asturias en Cuba y proporcionar a los asociados asistencia a sus enfermedades, instrucción y recreo. Su influencia era tal, que fue considerado entre los candidatos de más peso a la Presidencia, obteniendo el segundo lugar en la votación. Fue, además, Coronel de Ingenieros del Cuerpo de Voluntarios de La Habana.

Gracias a la inteligencia de Bances para los negocios, su casa bancaria sobrevivió a la crisis provocada por la Guerra de 1895 y logró llegar con solvencia a los inicios de la República.

En 1904, la firma bancaria Bances y Compañía renovó su memorando de asociación; 3 años después —con la muerte de Juan Antonio— se disolvía para reconstituirse como sociedad comanditaria en 1908. Continuaba radicando en la casa de la calle Obispo y mantenía la misma razón social, aunque se extendía el plazo de la sociedad a 10 años, es decir hasta 1918. Su objeto social era dedicarse a los negocios de banca, especialmente el giro de letras, y el desempeño de comisiones mercantiles, además de otros negocios de lícito comercio. Los continuadores de Bances y Compañía mantuvieron la visión de la antigua firma, empeñada siempre en diversificar los activos, de ahí que en 1909 adquirieran las marcas de fideos y pastas para sopas Cuba-Cataluña y El Progreso, modificando su diseño con autorización de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo.

No obstante haber ampliado su capital, la empresa no pudo sobreponerse a la crisis de 1920, y en 1921 el banco se declaró en estado de suspensión de pagos ante la Comisión Temporal de Liquidación de Bancos. Entonces se vendieron todos sus activos, pero los ingresos de la venta no fueron suficientes para satisfacer las deudas. Después de la liquidación de Bances y Compañía, sociedad en comandita, la Comisión acordó la disolución de la Junta de Liquidadores y el cierre del banco.

Juan Antonio Bances no vivió los últimos cambios operados en la compañía que había fundado, pues falleció el 23 de julio de 1907, a los 87 años de edad. Entre sus propiedades se hallaban efectivos en The Royal Bank of Canada, cuentas en plata y oro americanos, dos casas en la calle Industria, una en Reina, el Hotel Campoamor de Cojímar, una fábrica de fideos en Santiago de Cuba, la finca Río Hondo y la hacienda Hato de la Cruz, de 800 hectáreas, en el municipio de Consolación del Sur, en Pinar del Río. Esa hacienda, dedicada en lo fundamental al cultivo del tabaco, la adquirió de la familia Partagás cuando se hizo de la fábrica.

Además de hombre de negocios, Juan Antonio Bances fue uno de los grandes defensores del asociacionismo como una manera de mantener viva las raíces. Así, mantuvo el vínculo con Candamo, y en especial, con su parroquia natal, San Román, a la que hizo numerosos legados monetarios, beneficiando la escuela de la localidad y la capilla de Valdemora. En Cuba, fue fundador de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Asturias, creada en 1877, de la cual fue su vicepresidente, y a su muerte, dejó 10 000 pesos a la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana, y otro tanto al hospital de ancianos.

De su vida personal no se conoce mucho, solo que, a la edad de 60 años, y aún soltero, conoció a Luisa Matilde Ángela de Marigny Sentmanat, una norteamericana perteneciente a una de las familias más aristocráticas y opulentas de New Orleans. Nacida en 1841, era 20 años más joven que él, había quedado viuda del señor Nevil Alfred Soulé en 1878. Se casaron en 1880 en el Sagrario de la Catedral de La Habana, y vivieron juntos 11 años, hasta la muerte de ella, en 1891.

Poco tiempo después de su boda, Bances compró un edificio medieval en el Pirineo Francés, conocido como Castillo de Coumes, que años antes había sido propiedad de Pierre Soulé, padre del primer esposo de Ángela. Entre 1883 y 1887 lo reformó por completo, transformándolo en una cómoda mansión.

No obstante su condición de emigrantes, y poseer propiedades en otros países, ambos están enterrados en el Cementerio Cristóbal Colón de La Habana, y como testigo de la posición social y económica de su dueño, en un panteón ubicado en la zona más cara del cementerio, la de monumentos de primera categoría, donde un metro cuadrado de terreno costaba 30 pesos oro.

 

Notas

* Conferencia presentara en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Patricia Andino Díaz: Licenciada en Historia del Arte y Máster en Gestión y Preservación del Patrimonio Cultural por la Universidad de La Habana. Desde 2007 se desempeña como investigadora en la Empresa RESTAURA, adscrita a la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado numerosos textos en medios nacionales y extranjeros.

Yamira Rodríguez Marcano: Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Trabaja como especialista en estudios históricos en RESTAURA, empresa adscrita a la Oficina del Historiador de La Habana. En la emisora Habana Radio conduce la revista semanal “Habáname” dedicada al patrimonio además de otros programas radiales dentro del perfil cultural. También forma parte del equipo de escritores del programa televisivo Andar La Habana. Muchos de sus trabajos han sido publicados en diferentes medios nacionales y extranjeros.

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