La Stella Polaris y su importancia para la navegación

Octubre 2, 2023

La navegación es una práctica milenaria que permitió a la humanidad explorar los vastos océanos y descubrir nuevas tierras. A lo largo de la historia, los navegantes utilizaron diversas herramientas para orientarse, una de las cuales es la estrella polar.

Conocida también como Polaris, la ubicación de la Stella Polaris es casi exacta al eje del Polo Norte celeste. Esto significa que, independientemente de la hora del día o la estación del año, siempre aparece en el mismo lugar en el cielo. Debido a esta localización, los marineros antiguos la utilizaban para saber en qué dirección estaban y poder navegar en el océano sin tener otros puntos de referencia visibles.

Para ubicarla, es necesario encontrar la Osa Menor, también conocida como el Carro, ya que la estrella polar se encuentra en la cola de esta constelación. Una vez localizada, es posible determinar la ruta a seguir con gran precisión. Basta con trazar una línea imaginaria desde el horizonte hasta la estrella. Esta línea representa el meridiano norte-sur y puede ser utilizada para orientar una brújula o un astrolabio.

En la antigüedad, los vikingos la utilizaron para explorar y comerciar en aguas desconocidas. A pesar de que no tenían brújulas o instrumentos de navegación avanzados, ellos sí tenían un profundo conocimiento del cielo nocturno y sabían cómo utilizar a Polaris como una herramienta confiable para su exploración. Esta habilidad les permitió avanzar en aguas desconocidas y alcanzar nuevos territorios en el norte del Atlántico.

Además de la dirección, la estrella polar permite el cálculo de la latitud en el hemisferio norte. Al observar la altura de la estrella polar sobre el horizonte, se puede determinar qué tan lejos están del Polo Norte.

Otros ejemplos que resultan de especial interés son los casos de los exploradores árticos, Robert Peary como Roald Amundsen, quienes utilizaron la estrella polar como guía durante sus expediciones. En la expedición de Robert Peary al Polo Norte en 1909, él se basó en Polaris para establecer su posición mientras viajaba sobre el hielo ártico. Peary y su equipo observaron la altura y el acimut de la estrella polar para determinar su posición geográfica y avanzar en la dirección correcta.

El noruego Roald Amundsen en 1926, también utilizó la Stella como una herramienta importante para la navegación. Como explorador experimentado, sabía que ella siempre señalaba el norte verdadero y, por lo tanto, podía utilizarla para establecer su rumbo y evitar perderse en medio del vasto océano helado. Al igual que Peary, Amundsen observó la altura y el acimut de la más brillante constelación de la Osa Menor para obtener información precisa sobre su posición en el Ártico. Estos conocimientos le llevaron a formar parte de la primera expedición aérea que sobrevoló el Polo Norte.

Estos ejemplos demuestran que, tanto Peary como Amundsen confiaron en la estrella polar como una referencia fiable durante sus desafiantes expediciones en el Ártico. Gracias a su conocimiento y habilidad para interpretar su posición en relación con Polaris, lograron avanzar y explorar con éxito algunas de las regiones más remotas y difíciles del Ártico.

De esta manera se evidencia cómo la estrella polar es una herramienta fundamental para la navegación al proporcionar una forma confiable de orientación en territorios desconocidos.

The Creation of the Heavens; Unknown; Ghent, Belgium; about 1475; Tempera colors, gold leaf, and gold paint on parchment; Leaf: 43.8 x 30.5 cm (17 1/4 x 12 in.); Ms. Ludwig XIII 5, v1, fol. 31

La música de las esferas

The Creation of the Heavens; Unknown; Ghent, Belgium; about 1475; Tempera colors, gold leaf, and gold paint on parchment; Leaf: 43.8 x 30.5 cm (17 1/4 x 12 in.); Ms. Ludwig XIII 5, v1, fol. 31

Septiembre 5, 2022

 

De acuerdo con la teoría de la música de las esferas, se creía que los siete pasos de la octava musical contenían la estructura del universo en una síntesis que abarcaba geometría, astronomía, matemáticas, armonía, filosofía y estética. Así pues, se trata de un sistema que concebía el universo regido por las leyes de la armonía musical.

En general, se considera que la codificación de la base aritmética de la música realizada por Pitágoras en Greciaen el siglo VI a.C. constituye el auténticocomienzo de esta ciencia. Pitágoras descubrió que los intervalos de la escala musical dentro de laestructura de la octava (al igual que en la escala de siete tonos) quedaban determinadospor relaciones numéricas exactas. También fuePitágoras quien concibió el universo como una estructura musical. Gracias a esta estructura musical yaritmética de la escala de octavas, el hombre encontró unaforma precisa de medir y explorar el universo. Posteriormente, los filósofos Platón y Sócrates explicaron de manera más pormenorizada lo quepasó a conocerse como música de las esferas.

Esta teoría contemplaba tres tipos de música. El primero era la música instrumentalis: un medio preciso desde el punto de vista matemático para medir el tiempo, el intervalo, el tono y la frecuencia musicales en los diferentes instrumentos, incluyendo los de percusión, viento y cuerda y voz. El segundo era la música humana: el ritmo del pulso del cuerpo humano y la respiración de nuestro organismo. El tercero era la música mundana: la creencia en los tonos musicales producidos por el movimiento de la Tierra y los planetas en su viaje por el universo.

La música mundana se entiende en términos de relaciones matemáticas y de la comparación del ciclo anual de los planetas en su movimiento alrededor del Sol con el ciclo de la Tierra. Del mismo modo que la rotación de la Tierra alrededor del Sol controla nuestros ritmos diarios y anuales, y la rotación de la Luna alrededor de la Tierra las mareas y nuestros ritmos semanales y mensuales, se creía que el movimiento de otros planetas afectaba a otros aspectos de nuestra vida. Dichas influencias eran el resultado de algoritmos obtenidos mediante cálculos matemáticos de movimientos realizados dentro del sistema solar. Los antiguos griegos concibieron la música de las esferas como resultado de profundas especulaciones sobre la naturaleza del cosmos. Sin embargo, cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano, el sistema demostró ser un modelo estructural sumamente útil para el statu quoen el marco de las nuevassituaciones socio-religiosas surgidas a lo largo de la historia europea.

El concepto de música de las esferas no solo sobrevivió a la transición de la filosofía pagana a la aceptación del cristianismo, sino que se convirtió en una de las doctrinas más poderosas para mantener el orden y la autoridad de la Iglesia. Así, en el siglo XV, el jurista inglés sir John Fortescue vio en la música de las esferas un antiguo tema de orden armónico celestial que reflejaba la jerarquía social y religiosa del mundo medieval.

En la Edad Media y el Renacimiento destacó una obra maestra de la prosa latina conocida como El sueño de Escipión, de Cicerón. Además, también fue el texto instructivo más famoso para explicar el cosmos en términos de música de las esferas. En El sueño de Escipión, Cicerón explica que el héroe romano Escipión el Africano es llevado a los cielos, donde sus oídos se llenan con la celestial y trascendente música de las esferas.

Maravillado y encantado, Escipión pregunta: «¿Qué sonido es éste, tan grandioso y suave, que llena mis oídos?». La respuesta a esa pregunta le llega de uno de los maestros, quien expresa:

Es el sonido que se produce por la vibración y el movimiento de las esferas, compuesto por intervalos desiguales pero divididos de forma totalmente racional de acuerdo con una relación concreta [] para producir siete sonidos diferentes, número que constituye la clave de casi todas las cosas.

Dos milenios después, el poeta metafísico Henry Vaughan describió de forma mucho más satisfactoria esta visión de las esferas: «La otra noche vi la Eternidad, como un gran anillo de luz pura y eterna, toda tranquilidad, mientras brillaba, y bajo ella, el Tiempo con sus horas, días y años, impulsado por las esferas».

Henry Vaughan fue casi coetáneo de Johannes Kepler, el mejor astrónomo de su época y autor de Armonía del universo. La depuración de este antiguo sistema realizada por Kepler se ha descrito como «canción de canciones de todo matemático». Y, sin embargo, su elocuente estudio del sistema solar constituye prácticamente una copia de la música de las esferas, de dos mil años de antigüedad, excepto por el hecho de que Kepler procuró explicar que esta «música» constituye básicamente un concepto intelectual. Así, insistió en que «el movimiento de los cielos no es otra cosa que cierta polifonía eterna, percibida por el intelecto y no por el oído».

En La república, Platón pide a Sócrates que describa el movimiento visible de los cuerpos celestes en los cielos: «Esas intrincadas formas en el cielo son, sin lugar a dudas, la más preciosa y perfecta de las cosas materiales». Y, sin embargo, se consideraron irrelevantes dentro de las cuestiones planteadas por la música de las esferas. En opinión de Sócrates, constituían «parte del mundo visible y, por tanto, quedan muy lejos de las realidades auténticas (las auténticas velocidades relativas, en un mundo de números puros y figuras geométricas perfectas […] sólo pueden concebirse mediante la razón y el entendimiento, y no apreciarse con la vista)».

En los comentarios sobre la música de las esferas, de Sócrates a Kepler, podemos ver que este sistema se concibió inicialmente para explorar las realidades elementales del mundo. En la época de Bach y Newton, el matemático Liebniz escribió: «La música es el ejercicio aritmético oculto del alma inconsciente que calcula». Nada podría expresar de forma más precisa los principios pitagóricos.

Por muy ingenua que podamos considerar en la actualidad esta doctrina de un universo musical, lo cierto es que su combinación de teoría musical, matemáticas, cosmología y filosofía constituyó la base de casi toda la ciencia moderna. La concepción de un cosmos armónico propició directamente el desarrollo de los lenguajes matemáticos del álgebra, la geometría proyectiva y el cálculo. Además, durante más de dos mil años, la música de las esferas fue el sistema más importante y avanzado para la elaboración de mapas de nuestro universo multidimensional.

Carta Marina Navigatoria

Carta Marina Navigatoria

Carta Marina Navigatoria

Mayo 31, 2022

 

La Carta Marina Navigatoria, del cartógrafo alemán Martin Waldseemüller, fue impresa en 1516 en 12 hojas sueltas que se ensamblaban para mostrar el mundo en un mapa mural. Se representa el mundo conocido, sus regiones y sus límites, tal y como habían sido determinados en su época basándose en cartas náuticas trazadas por navegantes portugueses en sus viajes oceánicos de exploración. Unos años antes, en 1507, Waldseemüller, había creado un famoso planisferio en el que por primera vez se designa a las tierras del nuevo mundo con el nombre de América. Sin embargo, en la Carta Marina Navigatoria el cartógrafo omite el nombre América para el continente, una cuestión que ha llamado la atención de los investigadores. Pero a estos mismos investigadores también les ha resultado curioso un nuevo detalle: el territorio que ocupa Estados Unidos lleva el nombre de Cuba.

Cuba, ¿isla o continente?

En el siglo XVI en Europa circulaba con gran interés la información sobre el nuevo mundo, pero no toda era correcta. De hecho, en su obra Universalis Cosmographia el cartógrafo alemán bautizó a las nuevas tierras como América en honor al navegante italiano Américo Vespucio, a quien consideró el primer europeo en llegar a las nuevas tierras.  

La Carta Marina de 1516 supone un notable cambio respecto a sus anteriores concepciones. Asigna el encuentro entre las culturas a América a Cristóbal Colón en vez de a Vespucio, elimina el nombre de América para el Nuevo Mundo y, siguiendo las tesis colombinas, parece remarcar que existe una conexión espacial entre la masa terrestre recién conocida al otro lado del Atlántico y Asia.  Sobre América del Norte colocó una inscripción que dice «Terra de Cuba-Asie Partis» (Tierra de Cuba, parte de Asia), retornando al tiempo a la concepción peninsular de la isla de Cuba y a la división del continente por un paso interoceánico, influido quizá por la mayor ortodoxia ptolemaica de los cartógrafos italianos o por faltarle nuevos informes de los marinos portugueses.

Según el investigador Martin Lehmann, la representación de América en la Carta marina perdió abruptamente su utilidad política porque el escenario que temía el Reino de Portugal desde hacía casi una década, es decir, que los castellanos pudieran llegar a las islas de las especias antes que ellos por la ruta marítima occidental, ya no era una inquietud.

En su segunda expedición a América, Cristóbal Colón zarpó del puerto de Cádiz el 25 de septiembre de 1493 y regresó, casi tres años después, el 11 de junio de 1496. Colón tenía prisa por iniciar esta travesía cuanto antes para así demostrar que había llegado a Asia, frente al temor de los Reyes Católicos de que los portugueses intentaran algún tipo de exploración de los nuevos territorios ya que, según el Tratado de Alcaçovas, les pertenecía cualquier descubrimiento realizado al sur de las Islas Canarias. No obstante, este viaje tenía también como objetivo crear asentamientos.

En su segundo viaje a América, Colón explora la corte sur de Cuba, momento en que conoce Jamaica. Sin haber encontrado oro ni haber llegado a las tierras del gran Khan, la ansiada tierra firme asiática, Colón regresa a la Isabela. Les aseguró a los monarcas, no obstante, que lo hacía por falta de alimentos y por la precaria situación de las naves tras la dura navegación llevada a cabo entre los numerosos y poco profundos canales de las islillas situadas al Sur de la gran Juana, es decir, Cuba, de la que afirmó ser tierra firme, logrando que sus acompañantes juraran tal afirmación.

Por un breve momento en la historia, en donde el conocimiento y la información eran ambiguos, circuló la idea de que Cuba era un enclave continental y no una isla. Esa confusión repercute en el mapa de Waldseemüeller de 1516.

Tolomeo

Tolomeo

Tolomeo

Abril 11, 2022

 

Se cree que Claudis Ptolemaeus, conocido como Claudio Tolomeo, nació en Egipto hacia el año 90, probablemente en Ptolemais Hermii, a orillas del río Nilo. No se sabe prácticamente nada acerca de su vida, excepto que se helenizó y trabajo en la gran Biblioteca de Alejandría, ciudad que por aquel entonces estaba bajo dominio romano. Allí elaboró su Geografía, formada por ocho volúmenes. El volumen 1, quizá el más importante, incluye un mapamundi y ubica los lugares en términos de latitud y longitud. Para ello se inspiró en el trabajo de escritores griegos anteriores como Eratóstenes de Cirene (c 276-194 a.C.) e Hiparco de Nicea (c 180-125 a.C.), quienes habían sugerido la utilización de líneas imaginarias trazadas en la superficie de la Tierra como referencia para indicar ubicaciones. Tolomeo propuso que las líneas de longitud (de este a oeste) se dibujasen en paralelo al Ecuador y se calibrasen en grados, siendo 0° el nivel del Ecuador y 90° el Polo Norte. Asimismo, dividió las líneas de longitud en 180° a este y oeste del «meridiano principal», al que asigno el valor de 0° y que situó en las islas Canarias (conocidas por aquel entonces como islas Afortunadas). Desgraciadamente dicha ubicación se encontraba 7° al este de su auténtica posición. Aun así, cualquier lugar de la Tierra puede definirse actualmente en términos de latitud y longitud. Ubicó los lugares utilizando información facilitada por los mercaderes y funcionarios romanos que viajaban por todo el mundo, y no a partir de datos astronómicos, lo que generó recelo entre los críticos de su época.  

Para representar la superficie curva de la Tierra, Tolomeo utilizó fundamentalmente dos tipos de proyección cartográfica. En la proyección cónica (obtenida proyectando una forma esférica con un cono) las líneas de latitud adoptan la forma de arcos circulares concéntricos, mientras que las de longitud se convierten en radios de dichos círculos, abriéndose en abanico desde el Polo Norte. En la segunda proyección, las líneas de longitud también son arcos circulares en lugar de líneas rectas.

Los volúmenes 2 a 7 de la Geografía están formadas por tablas con lugares de todo el planeta, acompañados de sus correspondientes coordenadas, y abarcan todo el mundo conocido, incluyendo África, Asia y Europa. Se afirma que el volumen 8 contenía mapas de zonas concretas, con cuatro mapas de África, doce de Asia y diez de Europa, probablemente inspirados en trabajos de Marino Tiro (150 d.C). En conjunto se trataba de un atlas de todo el mundo conocido, aunque ninguno de estos mapas ha sobrevivido. El mapamundi de Tolomeo puede parecer extraño a ojos modernos, pero tenía la suficiente calidad como para que Cristóbal Colón (1451-1506) decidiera que era posible llegar a Asia navegando hacia el oeste de Europa (sobre todo si tenemos en cuenta que el mapa de Tolomeo había acortado considerablemente la distancia entre Europa y Asia).

¿Qué tenía la Geografía de Tolomeo para mantenerse en la lista de los más vendidos durante 16 siglos? La respuesta radica en el hecho de que no se trataba de una mera reproducción, sino que se iba introduciendo añadidos o «mejoras», tal como reivindicaban los sucesivos editores. Cabe recordar que antes de la aparición de la imprenta todas las copias debían realizarse a mano. Así pues, resultaba fácil añadir elementos. Por ejemplo, en 1427, el canónigo de Reims, Guillermo Fillastre, encargo a su escriba que añadiera un mapa del norte de Europa elaborado por el geógrafo danés Claudius Clavus. Veinte años después, el duque de la ciudad italiana de Ferrara recibiría una copia del libro con mapa adicionales y un método para situar elementos físicos y fronteras. Por otra parte, el pintor florentino Piero del Massaio elaboró copias manuscritas en 1469 y 1472, en las que añadió mapas contemporáneos de Francia, Italia y España, junto con perspectivas de las principales ciudades mediterráneas.

Lo cierto es que la Geografía de Tolomeo se labró su fama durante la rápida expansión de la imprenta en la década de 1450, especialmente en Italia: en Vicenza (1475), Roma (1478) y Florencia (1480). En 1482 se publicó una de las versiones más bellas en Ulm (Alemania), con grabados coloreados de mares azules con bordes amarillos. La llegada de los europeos a América se recogió en los mapas de las ediciones publicadas después de 1508, aproximadamente. El número de mapas también se incrementó, y pasó de 20 en la versión de Martin Waldseemüller, de 1513, a 33 en la de Giacomo Gastadi, de 1548. Uno de los autores que no realizó «mejoras» fue el cartógrafo flamenco Gerardus Mercator (1512-1594), cuya edición de 1578 reproducía 27 de los mapas de Tolomeo, junto con una versión fidedigna del texto original. Probablemente sea esta la edición más auténtica que ha sobrevivido. En 1730 ya se habían publicado más de 50 ediciones.

Tolomeo también escribió un libro de óptica fundamental, que incluía principios tantos físicos como geométricos. No obstante, su trabajo más conocido sigue siendo el Almagesto, probablemente más influyente que su Geografía, pese a no haber gozado de una vida tan larga. Tolomeo llamó a su colección de trabajos astronómicos Megale Syntaxis, aunque ha pervivido con su nombre árabe, que significa simplemente «los más grandes». La teoría central de Almagesto es que la Tierra constituye el centro del universo, tal como sostenían Platón y Aristóteles; en la actualidad se conoce este planteamiento como sistema tolemaico. Dicha teoría requería operaciones matemáticas complejas para explicar por qué todos los planetas se mueven en círculos (en realidad dibujan elipses), y aunque era posible elaborar explicaciones para los planetas de modo que se ajustaran a lo observado, la teoría se desmoronaba cuando se consideraba el sistema solar en su conjunto. Pese a ello, la reputación de Tolomeo era intachable y quizá esa sea la razón por la que la idea geocéntrica permaneció vigente durante tanto tiempo, hasta ser recibida en el siglo XV por el astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) y sus seguidores, como Galileo Galilei (1564-1642). Obviamente, la enorme conmoción teológica que representaba un universo cuyo centro no fuese la Tierra también influyó.

 

La familia Blaeu

La familia Blaeu

La familia Blaeu

Enero 3, 2021

 

A finales del siglo XVI y principios del XVII varios cartógrafos afamados elaboraron espléndidas colecciones de mapas. Sus maestros indiscutibles fueron los neerlandeses, iniciada por Gerardus Mercator y Abraham Ortelius y su cenit se alcanzó con la famila Blaeu. Los mapas publicados por esta familia no tardaron en ser famosos por su gran belleza y su técnica intachable. Su imprenta llegó a ser la más grande de toda Europa.

La dinastía de cartógrafos Blaeu floreció durante 100 años aproximadamente. Fue fundada por Willem Janszoon Blaeu (1571-1638). Tras estudiar a las órdenes del famoso astrónomo danés Tycho Brahe, se estableció en Ámsterdam en 1596 como fabricante de globos terráqueos e instrumentos de navegación. A principios del siglo XVII, Willem adquirió una imprenta y diversificó su actividad. Comenzó a elaborar cartas náuticas, mapas y atlas. Hacia 1630 su hijo Johannes (1598-1673) se unió al negocio y empezaron a firmar conjuntamente los mapas a partir de 1631. Johannes había nacido el mismo año en que su padre fundó la empresa y estudió derecho en la Universidad de Leiden. Se le conoce generalmente como Joan.

La editorial incrementó su prestigio y su volumen de ventas. En 1637 se trasladó a unas instalaciones mucho más grandes, situadas en el canal de Bloemgracht. Allí había en funcionamiento nueve prensas y se calcula que, en el punto más álgido de la empresa, trabajaban a tiempo completo unas 80 personas.

El equipo formado por padre e hijo empezó a publicar una serie de atlas que superaban en belleza y alcance todo lo hecho hasta ese momento. La primera de estas obras fue Atlantis Appendix (1630), elaborado a partir de planchas de cobre que Willem había adquirido de las existencias del cartógrafo Jodocus Hondius Jr. A la muerte de Hondius en 1629, Willem adquirió las planchas de los Atlas Mercator-Hondius para introducirse en el floreciente negocio de los atlas que se había erigido en Ámsterdam desde principios de siglo. No obstante, la primera auténtica obra maestra de los Blaeu es el atlas de 208 mapas titulado Theatrum orbis terrarum, sive Atlas novus: in quo tabulae et descriptiones omnium regionum (El teatro del mundo, o nuevo atlas: con tablas y descripciones de todas las regiones), de 1635, del que se publicaron diferentes ediciones en latín, alemán, neerlandés y francés.

Este espléndido trabajo, de dos volúmenes, disfrutó de un éxito inmediato. Su popularidad quedó patente por sus frecuentes reimpresiones, ampliándose enormemente el trabajo original con cada nueva edición. Así, en 1645, había crecido hasta los cuatro volúmenes; en 1662, ya ocupaba doce.

La obra de 1662 contenía 600 mapas en folio y 3.000 páginas de texto. A esta edición se le conoce con el nombre de Atlas Maior. En efecto, se trataba del libro más grande, más caro y suntuosamente ilustrado que vio la luz en el siglo XVII. Al igual que otros atlas de la factoría Blaeu, fue famoso por su magnífica ejecución y, en especial, por sus mapas coloreados a mano e impresos en el mejor papel, su meticulosa tipografía y su lujosa encuadernación. Su precio ascendía a 45.000 florines, una pequeña fortuna en aquella época. Se editó en latín, francés, neerlandés, alemán y español. En esta última Joan Blaeu trabajaba cuando se incendió la imprenta y se destruyeron la mayoría de las planchas impidiendo la terminación de la edición española.

Durante el siglo XVII, las potencias europeas incrementaron notablemente la exploración marítima; entre ellas, destacaban las Provincias Unidas de Holanda, una nación joven y dinámica sumida desde 1568 en una prolongada lucha para liberarse del dominio español. Su economía empezó a prosperar como nunca hasta ese momento, ya que los marinos neerlandeses arrebataron el control de las principales rutas y puertos comerciales a un moribundo imperio portugués. En este contexto de auge económico basado en el comercio marítimo, los mapas revestían una importancia capital, tanto por su carácter práctico como por ser símbolos del dominio del comercio mundial.

La preeminencia de Blaeu en su sector se reconoció formalmente en 1633 cuando Willem fue nombrado cartógrafo jefe de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, cargo que asumió su hijo Joan tras su muerte. Joan y su hermano menor, Cornelis, continuaron con la dirección de la empresa hasta el fallecimiento temprano de este último, en 1644.

Espoleados por la dura competencia del taller cartográfico de Henricus Hondius y Johannes Janssonius, los hermanos Blaeu ampliaron hasta 1655 el Theatrum orbis terrarum sive Atlas Novus. También elaboraron una serie de atlas de ciudades, como el Novum ac Magnum Theatrum Urbium Belgicae Regiae, de la década de 1640, que contenía 220 mapas y loaba las florecientes y laboriosas ciudades de la república de los Países Bajos. 

El año 1672 fue realmente un annus horribilis para la familia Blaeu. El 23 de febrero un incendio destruyó los talleres de Gravenstraat y se perdieron irremisiblemente tanto los mapas impresos, como las planchas de cobre.

Los hijos de Joan, Joan II y Pieter siguieron ocupándose de los negocios de la familia tras su fallecimiento, aunque nunca alcanzaron el esplendor de momentos anteriores. La empresa acabaría desapareciendo a principios del siglo XVIII. Se suele considerar que la muerte de Joan Blaeu marcó el final de la edad de oro de la cartografía neerlandesa. Los eruditos han calculado que, en la cumbre de su éxito, la imprenta Blaeu produjo más de un millón de impresiones a partir de 1.000 planchas de cobre en un período de tan sólo cuatro años.

Carta Pisana

Carta Pisana

Carta Pisana

Septiembre 13, 2021

 

A fines del siglo XIII surgió un nuevo tipo de mapas centrados en el trazado de las costas e islas con un gran nivel de precisión: las cartas de navegar, cartas de marear o cartas portulanas. Proporcionaban a los marineros los nombres de los puertos, así como las direcciones de brújula y la trayectoria de los vientos predominantes, pero en ellos, en cambio, no se registraban elementos de tierra adentro.

Aunque su origen sigue siendo un enigma, los investigadores coinciden que está relacionado con los comienzos del uso de la brújula y los libros que llevaban los marinos para guiar sus singladuras en el mar Mediterráneo y, más tarde, en el océano Atlántico. Estos libros contenían la observación astronómica, la descripción de las costas y la medición de las distancias en nudos.

El académico Vicenç M. Rosselló i Verger, profesor de la Universidad de Valencia, puntualiza que “[los] patrones o pilotos medievales llevaban consigo el equipaje técnico en una caja donde no solía faltar brújula, cartas y sestes o compases. Por otro lado, las galeras, junto al palo de mesana, disponían de una caseta o tabernáculo para alojar las brújulas y los relojes de arena (hores o ampolletes), con unas lámparas que alumbraban de noche”. Con una sesta —en plural, sestes— se transportaba las distancias en millas de la escala gráfica de la carta a la recta del rumbo más cercano a la singladura del barco. La velocidad de la nave se estimaba con la ayuda de unas “horas” o ampolletes, lo que en tierra llamamos relojes de arena. La corredera para medir la velocidad de navegación parece ser un instrumento posterior, con lo cual los marinos medievales se contentaban con una estimación aproximada.  

Hasta hace muy poco los investigadores de la cartografía admitían de manera unánime que la Carta Pisana es la más antigua de las cartas náuticas o cartas portulanas que se conocen. En la actualidad, no lo aseguran con rotundidad. Esta abarca la cuenca del Mediterráneo y el mar Negro, así como una parte del océano Atlántico que ha sido esbozado. Evidencia varios de los rasgos que caracterizan a esta clase de cartas: costas de contornos recortados, nombres de puertos y accidentes escritos en perpendicular al litoral y líneas de rumbos con la dirección de los vientos a partir de dos puntos centrales. Pese a esta precisión, no tiene ninguna indicación de la topografía o de la toponimia del interior. En contraste con otros mapas de la misma época, como el de Hereford, en el que el Este se encuentra en la parte superior, en este norte está en la parte superior.

Denominada Pisana por Pisa, la ciudad en que fue hallada, todo parece indicar que su verdadero lugar de origen es Venecia o Génova. A su vez, algunas fuentes afirman que fue realizada, probablemente, hacia 1290, y otras colocan su datación alrededor de 1300 o posterior, teniendo en cuenta criterios, paleográficos, toponímicos y cartográficos resultado de investigaciones recientes.

Las fuentes utilizadas para su elaboración son difíciles de determinar. El uso de algunas variantes dialectales en los nombres de los lugares sugiere que fueron compilados de diversas fuentes regionales. Otras posibilidades incluyen una hipotética carta portulana anterior, desconocida en nuestros días, o la influencia de la cartografía romana antigua. Sin embargo, no hay absolutamente ninguna evidencia que apoyen estas teorías.

Se conserva en la Biblioteca Nacional de París, que la adquirió en 1839.

dest Carta portulano

Carta portulano

Carta portulano

Abril 5, 2021

 

Sobre el origen de las cartas portulanos o cartas de compás reza una profunda incógnita. Hasta la fecha, los historiadores no llegan a un consenso sobre cuándo aparecieron y su relación con los portulanos, o libros de rutas. La primera carta portulano de la cual se tiene referencia es la Carta Pisana (ca.1275). Aunque existen desde el siglo XIII, se produjeron principalmente entre los siglos XIV y XV. La cartografía portulano también se manifestó mediante una colección de planos de varios sectores geográficos, encuadernada en forma de atlas, que adquiere la denominación o título de la costa particular a la que se refiere.

Los expertos consideran que para su elaboración fue determinante el ejercicio de la navegación por medio de la aguja magnética. Se conoce que, hacia la segunda mitad del siglo XIII, gracias al desarrollo de esta, cristalizó un método de navegación apoyado en sus frecuentes lecturas y en su exactitud. Para el diseño de las primeras cartas portulanos debió ser esencial las experiencias acumuladas por los navegantes, dentro de la cual la aguja náutica pudo jugar un importante papel al precisar las direcciones de los puntos costeros y la estimación de las distancias. Por ello, hay quienes suponen que los libros de rutas debieron utilizarse a la hora de trazar las primeras cartas y que ambos documentos tuvieron un empleo conjunto e interdependiente.

Sin aparente continuidad, las cartas portulanos sustituyeron las representaciones medievales del mundo, recogidos en los mapas denominados T-O, por una representación de los perfiles costeros y demás noticias de interés al respecto, como la entrada a los puertos, las distancias y direcciones de los abrigos, sondas, entre otros.

Según Manuel Sellés, las cartas tienen dos características. La primera es que sólo las costas se trazan con exactitud. Los nombres de los puntos más significativos se inscriben transversalmente a las mismas, de forma que no los cubran; se usa tinta roja para los más destacados. La segunda es que las cartas se hallan atravesadas por una urdimbre de líneas que responden a un trazado bien definido con colores estandarizados. Los rumbos principales se trazan en negro, correspondiendo a los ocho vientos principales; los rumbos intermedios entre ellos, en verde; y el rojo se emplea, a su vez, para los intermedios entre los anteriores. Generalmente se dibuja una rosa de los vientos en el centro de los círculos o en algún punto nodal.

Pese a que su función es la navegación y la gestión comercial, se detectan dos estilos, fundamentalmente. La escuela italiana –cuyo epicentro se encontró en Génova, Venecia y Roma- se distinguió por la sobriedad; mientras la mallorquina, resaltó por la riqueza de su colorido y la abundancia de elementos geográficos e históricos. Sin embargo, estas clasificaciones no son estrictas, pues artesanos mallorquines realizaron cartas italianas, y viceversa.

Durante el siglo XVI perdió vigencia siendo sustituida por una nueva cartografía mejorada con los sistemas de proyección, en las que se consignaba la latitud y reducían la distorsión este-oeste de esta.

Uso de la ballestilla, 1585

Ballestilla

Uso de la ballestilla, 1585

La ballestilla es un instrumento que data del siglo XIV, empleado en la navegación náutica con el fin de calcular la altura del sol y otros astros sobre el horizonte. La herramienta está formada por una vara de madera graduada, sobre la que se desliza otra cruzada, de menor tamaño. Se utilizaba observando el horizonte con la flecha a modo de visor y, a la vez, haciendo coincidir el extremo superior de la sonaja con el astro de interés. Los marinos españoles y portugueses la usaron, principalmente, para determinar la latitud en la que se hallaban, midiendo la altura de la estrella polar sobre el horizonte.

La ballestilla fue el instrumento más preciso de su época. También se le llamó báculo de Jacob, en honor al nombre de su inventor, Jacob Ben Fakir. Según las estimaciones realizadas en el presente, su margen de error para la latitud era de unas veinte millas náuticas, mientras que el astrolabio lo tenía en las treinta millas náuticas. Es pertinente considerar que en la exactitud del instrumento influyen los errores de su construcción, las limitaciones de la división de las escalas y las condiciones de observación a bordo de una embarcación, sometido a constantes movimientos.

Fue descrito en el siglo XIV por el judío provenzal Leví Ben Gerson, y en 1470 por el astrónomo Regiomontanus, con el nombre de radio astronómico. Su uso se generalizó a principios del siglo XVI en los navíos portugueses, aunque se extendió hasta el siglo XVIII. Algunos investigadores lo consideran el antecedente directo del sextante.

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Astrolabio

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El astrolabio fue un instrumento utilizado en la antigüedad para observar la altura del polo y de los astros en el mar. El origen del vocablo es griego y se traduce como «buscador de estrellas». El astrolabio del navegante, llamado astrolabio marino, fue un instrumento empleado para determinar la latitud de un barco en alta mar, a partir de la medición de la altura del sol del mediodía [declinación], o la altura meridiana de una estrella con una declinación conocida. No se trata de un astrolabio de precisión, el astrolabio marino era mucho más simple que un astrolabio terrestre: un círculo graduado con una alidada para medir ángulos verticales. Fueron diseñados para permitir su uso en los barcos durante la mar gruesa y/o con fuertes vientos, cuando se requiere que los astrolabios sean fáciles de manejar.

Navegantes, astrónomos y científicos lo emplearon para localizar los astros, observar su movimiento y determinar la hora y la latitud. Este instrumento permite medir distancias por triangulación y, según las fuentes, el primero de su tipo parece haberse empleado en la primera mitad del siglo XVI. Entre los siglos XVI y XVIII, fue considerado primordial en la marinería, hasta la creación del sextante (1750). En el Museo Castillo de la Real Fuerza se hayan expuestos dos astrolabios de origen español y un tercero, portugués, de los siglos XVI y XVII.

dest Sextante

Sextante

Sextante

El sextante es un instrumento creado para la observación de la altura de los astros, mucho más preciso que el astrolabio o el cuadrante. Su origen data de alrededor de 1759 y fue desarrollado por John Campbell a partir del principio del octante. Es un instrumento de reflexión utilizado en navegación astronómica para determinar la posición del barco en base a la medición de las alturas de los astros. Su arco es la sexta parte del círculo, de donde proviene su nombre. A finales del siglo XX se sustituyó por la aparición de sistemas más modernos, como el satélite. En el Museo Castillo de La Real Fuerza se conservan dos sextantes, uno español y otro escocés.

Como el sextante mide un ángulo relativo, no necesita de un objetivo totalmente estable. Por ejemplo, cuando un sextante se utiliza en un barco en movimiento, la imagen del horizonte y los objetos celestes se mueven en el campo de visión; no obstante, la posición relativa de las dos imágenes se mantiene estable.