La Bayamesa: un canto al decoro cubano

La Bayamesa: un canto al decoro cubano

La Bayamesa: un canto al decoro cubano

Eusebio Leal Spengler

Octubre 20, 2022

 

“En cadenas vivir, es vivir,

en afrenta y oprobio sumidos”

 

Solamente de la lectura de los acontecimientos históricos surge la comprensión correcta de cómo van estructurándose en el orden jurídico los hitos que señalan la vocación y los sentimientos de un pueblo. En agosto de 1980 se aprobó el decreto ley instituyendo al 20 de octubre como Día de la Cultura Cubana. ¿A qué se referían los legisladores?

Recuerdo vivamente los sentimientos personales en relación con Carlos Manuel de Céspedes y el mayor general Pedro Figueredo expresados por Fidel. Del primero, en su memorable discurso del 10 de octubre de 1968, en ocasión del centenario del inicio de la gesta independentista, quedó una definición abarcadora y absoluta:

(…) lo que engrandece a Céspedes es no solo la decisión adoptada, firme y resuelta de levantarse en armas, sino el acto con que acompañó aquella decisión – que fue el primer acto después de la proclamación de la independencia –, que fue concederles la libertad a sus esclavos, a la vez que proclamar su criterio sobre la esclavitud, su disposición a la abolición de la esclavitud en nuestro país.

Gran verdad que encierra la comprensión dialéctica de un proceso político de sólida continuidad: “Nosotros entonces -aseguró ese día- hubiéramos sido como ellos; ellos hoy hu­bieran sido como nosotros”. Fidel halló razones suficientes en el acto audaz y simbólico de aquel 20 de octubre de 1868 para suscribir un decreto ley fundamentado en la interpretación pública del Himno Nacional en la ciudad de San Salvador de Bayamo, devenida capital de la insurgencia patriótica.

La participación popular mostró una unánime sintonía con aquella estructura musical y poética que al decir de la Doctora María Teresa Linares “sigue el patrón rítmico de una marcha, está dividido en dos partes que se complementan en la música desde el punto de vista melódico y formal”. El texto “en estrofas de cuatro versos decasílabos corresponde a las estructuras que se usaban en el siglo XIX para las canciones” ya criollas. De manera excepcional, en una obra lograda se reunieron los valores fundamentales de la cultura cubana.

Es cierto que el doctor Figueredo, nacido en Bayamo en 1818, abogado y notable animador de la vida intelectual entre sus contemporáneos tenía como afición cultivada el amor a la música, de lo cual hallamos antecedentes en su condición de miembro y partícipe de la sociedad La Filarmónica, en Ba­ya­mo, ciudad que junto a Manzanillo mostraba una asombrosa actualidad de los hechos relevantes en la cultura mundial. Allí confluía con hombres del mundo del arte y la literatura como Juan Clemente Zenea, José Joaquín Palma, José Fornaris y José María Izaguirre.

No era precisamente un músico, pero había afinado pianos para pagarse sus estudios y poseía los rudimentos necesarios como compositor. Mucho debe haber influido su conocimiento del patrimonio sonoro universal que creció en sus estancias europeas. Me decía el anciano maestro Manuel Duchesne Mo­rillas, quien fuera director de la Banda Municipal de La Habana, que en nuestro Himno hay algo de El Barbero de Se­villa, la ópera de Gioachino Rossini y desde luego, de los vigorosos acordes de La Marsellesa, el glorioso cántico de la Revolución Francesa de 1789.

Evocábamos, además, que, al crear su magistral Obertura romántica en 1812, Pyotr Ilyich Tchaikovsky incorporó en la épica composición del tema de la batalla de Borodino los aires del himno nacional del imperio ruso y de La Marsellesa, al abordar el drama sonoro de la batalla del río Moscova que enfrentó a la Grande Armée francesa bajo el mando de Napoleón I de Francia y al ejército de Alejandro I de Rusia.

En su versión original, nuestro himno -identificado también como La Bayamesa– se escuchó por vez primera en la festividad religiosa del Corpus Christi, en la Iglesia Parroquial de Bayamo, el 11 de junio de 1868, durante la Misa solemne y procesión popular. Figueredo le había entregado con anterioridad la partitura a Manuel Muñoz, director de la orquesta de la Iglesia Mayor, para su arreglo instrumental.

No olvidemos que la monarquía española se consideraba y, de derecho pontificio, lo era, católica. El Capitán General, por ende, era el vicerreal patrono de la Iglesia y las autoridades lo­cales militares y civiles comparecían en las fiestas y ceremonias solemnes. No es de extrañar que al escucharse aquella me­lodía le surgiese la interrogante al coronel español Julián Udaeta, go­bernador militar de esa plaza, de que más parecía marcha militar que himno piadoso.

Se conspiraba en Bayamo y en otras localidades del centro, Oriente y Occidente de Cuba. Y entre el grupo de los liberales más conspicuos, masón de grado, se encontraba el Dr. Fi­gue­redo. El 20 de octubre, rendida la plaza después de un apasionante asedio, Céspedes, en su condición de líder del movimiento, ofreció una capitulación con honor al coronel Udaeta y atrajo al seno de la insurgencia a Modesto Díaz, el exoficial dominicano devenido servidor de la milicia realista. Este llegaría a ser en su ejecutoria posterior el incapturable guerrillero que tendría por orgullo el apelativo de Jabalí de Oriente.

Al adentrarse en Bayamo el recién estrenado Ejército Libertador, no lejos del atrevido caudillo que había dado la libertad a sus esclavos y proclamado el derecho a la emancipación y al ejercicio pleno de la libertad para todos los cubanos, marchaba el Dr. Figueredo. Se dice que el día 20, mientras festejaban la toma patriótica de la villa, sobre la montura de su caballo Pajarito iba Perucho componiendo el poema de su memorable e inmortal Ba­ya­mesa, cuya melodía ya tarareaba la multitud: “Al combate corred bayameses que la patria os contempla orgullosa (…)”. Y no lejos de él, atraía poderosamente la atención su hija Candelaria, abanderada de la tropa, jinete de bata blanca, llevando el gorro frigio y los atributos de la bandera de Cuba.

Céspedes entraría en la Iglesia Mayor bajo Palio, el dosel bordado sostenido por seis varas de plata a cuya sombra ingresaba siempre la máxima autoridad y asumió el título provisorio de Capitán General del Ejército Libertador de Cuba. Allí se escucharía el Te Deum, canto de gratitud al altísimo y de victoria, solo entonado en contadas oportunidades, y más tarde, sobre las gradas que preceden a la puerta principal de lo que es hoy la catedral de aquella ciudad, el coro reforzado por miles de voces populares interpretó por vez primera nuestro Himno.

Al Dr. Figueredo el destino le depararía duras pruebas. Su vida como hombre de gabinete no era la de su mentor y amigo Céspedes, jinete y esgrimista, hombre temible en el uso del arma de fuego probada en la caza o el duelo. Era Perucho un ser reflexivo, cuyos ojos en el retrato que conservamos, obra del maestro santiaguero Federico Martínez, aparecen brillantes pero marchitos por la lectura y el estudio. No soportaría los rigores de la guerra. Enfermo le capturaron y sus sentimientos fueron los mismos de aquella proclama que dirigió al pueblo bayamés en octubre de 1868: “Yo me uniré a Céspedes y con él marcharé a la gloria o al cadalso”.

Lo acompañó en lo primero y le precedió en la muerte. Fue fusilado descalzo, en un matadero de animales al que llegó por sus propios pies ulcerados, exhausto pero inamovible en sus ideas independentistas, el 17 de agosto de 1870, en Santiago de Cuba. Yace en una fosa común jamás identificada pero su nombre permanecerá perennemente unido al de su obra ma­yor, nuestro Himno. Ante su efigie y su memoria han de inclinarse, con la cabeza descubierta, los cubanos de todos los tiempos.

La versión del bello cántico que entonamos hoy la debemos también al Apóstol José Martí, quien publicó la letra y una variante musicalizada por Emilio Agramonte, en la edición del periódico Patria, el 25 de junio de 1892, con la sentida esperanza de que lo entonaran enardecidos “todos los labios y lo guardaran todos los hogares (…), el himno en cuyos acordes, en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres”.

 

[Tomado de Habana Radio]

Leal: confiar y cuidar, claves para su equipo

Leal: confiar y cuidar, claves para su equipo

Leal: confiar y cuidar, claves para su equipo

Onedys Calvo Noya y Marjorie Peregrín Avalo

Octubre 17, 2022

 

Con su visión universal y científica, Leal fundó la Casa de África, museo cuyo enfoque es ponderar la cultura inmensa de un continente con un legado que trasciende cualquier estereotipo. En esta visión ha estado involucrado Alberto Granado, director de esta institución desde 1994, quien nos comenta sobre su llegada a la Oficina.

Granado, ¿cómo asumiste la dirección de una Casa Museo que aborda un tema tan desbordante?

La temática no era precisamente muy afín con mi formación. Soy profesor de Geografía e Historia, pero me especialicé en Geografía. Sin embargo, siempre este tema de las culturas, la geografía y la antropología me había llamado la atención. También yo había cumplido misión internacionalista en África –había estado en Santo Tomé y Príncipe, y en Angola–. La vertiente del museo no era solo África, incluía todo el tema de la religiosidad popular de origen africano en Cuba, que tomó mucha fuerza en el museo a partir del 86 hasta los años 90’. Pero había que enfocar la museología y las relaciones con los países africanos, que fue uno de los objetivos por los que Leal creó todas estas instituciones. La Casa de África se creó bien intencionada y orientada en el año 86 porque era necesario que nuestro pueblo conociera más sobre África, sobre su historia y su cultura. Quien se lo propone a Leal fue el comandante de la Revolución, Juan Almeida Bosque, con el apoyo del líder histórico Fidel Castro. No es casual que se haya creado la Casa de las Culturas Islámicas y árabes en un momento coyuntural específico. Ello forma parte de esa visión universal que tenía Leal de convertir un proyecto en la continuidad de lo que Emilio Roig comenzó como primer historiador.

 

¿Qué cualidad del Historiador te marcó en tu desempeño profesional?

Yo señalaría de nuestro eterno Eusebio Leal que era un gran soñador que nos dejó soñar. Te abría las puertas, no te encerraba a hacer lo que él orientaba que había que hacer. Él decía: “este es el camino”, y tú tienes que seguir ese camino. Nos invitaba a recibir a un Jefe de Estado o una delegación de alto nivel, y nos ponía la mano en el hombro y decía: “aquí está el especialista, el que le puede explicar”. Esa confianza que nos brindaba hacía que nosotros tuviéramos que prepararnos cada día y estudiar, porque sabíamos que nos podía llamar de su oficina en cualquier momento para cumplir cualquier tarea. Más allá de que fuera de África, era de la Oficina del Historiador.

 

¿Y cuál ha implicado el mayor reto en estas demandas?

El mayor reto, desde que comencé a trabajar en la Oficina del Historiador de la ciudad y en la Casa de África, específicamente, fue lograr de esa institución lo que él quería que fuese: el Museo Casa de África. Que los africanos, que lo embajadores, sintiesen esa casa como suya, además de todas las colecciones importantes que tenemos: etnológicas, religiosas, de Fernando Ortiz… Su visión era el continente africano, desde el Norte al Sur. Y ese ha sido el mayor reto y por el cual seguimos trabajando. Nunca pensamos en el retiro, porque ha sido una bendición poder aprender y trabajar con el gran maestro Eusebio Leal.

 

¿Cuál anécdota con el Historiador recuerdas con mayor relevancia?

Hubo una anécdota que recuerdo porque me dio la medida de la confianza que él tenía en el trabajo que estábamos haciendo. En el año 1999, cuando se hizo la Cumbre en La Habana, Sergio personalmente, me fue a ver a la oficina y me dijo que Leal quería verme a las 5 de la tarde. Yo inmediatamente llamé a Raida: “¿qué pasa, hay algo mal?”. Y ella me responde “No, no sé, Eusebio no me ha dicho nada”. Bueno, a las cinco, como soldado, estoy allá: “Dígame Eusebio, lo que usted quiera”. Me puso la mano en el hombro, y pienso: “no va mal, ya me puso la mano en el hombro”. Me sentó en su oficina y me dijo: “Son muchas las delegaciones que tenemos que recibir de jefes de Estado. Usted ha sido designado y aprobado por el Estado para recibir a todos los presidentes que vengan del área del Caribe y si vienen de otra área, también”. Te puedes imaginar que ya respiré, pero, inmediatamente, me transformé porque dije: “qué responsabilidad tan grande de poder recibir a todas esas personalidades y hacerlo bien”. Ya al final, cuando él se dio cuenta me dice: “no te preocupes que yo apareceré por cada esquina para apoyarte y guiarte”. Y así lo hacía. Salíamos de los Capitanes Generales, íbamos hacia la Plaza Vieja, y él salía de la Casa de México y ahí los saludaba, y de ahí se iba a saludar al otro que venía atrás. Él siempre estuvo presente, y creo que es algo que conservar de lo que Eusebio nos enseñó: es que confiaba, pero nos controlaba. No ese control administrativo: nos cuidaba. Él confiaba, pero estaba al tanto de cada detalle. Y con una elegancia exclusivamente de él, cuando tenía que decirte algo, te lo decía con tal firmeza y distinción, que tú quedabas completamente convencido.

 

 ¿Cómo hacemos sin él para cuidarnos, para indicarnos y para dejarnos hacer?

Creo que la forma de honrarlo y de reconocerlo es siempre pensando en cómo él haría las cosas. Preverlo todo, pensar. En mi área de acción, en lo que me corresponde trabajar, yo no organizo ni planifico ninguna actividad si no pienso cómo Eusebio lo hubiese pensado. Parecería, quizás, algo que no sea lógico, pero así es como realmente lo hago. Porque él dio una continuidad al proyecto de Emilio Roig, avanzando y evolucionando ese proyecto. Y eso es lo que nos proponemos. Creo que esa es la forma de no dejar morir su obra, que va a ser eterna e insustituible; pero nosotros tenemos que lograr transmitirla a las futuras generaciones y, con el ejemplo y el trabajo, llevarla hacia delante.

 

[Tomado de Habana Radio]

leal amigo 1

Leal Amigo

leal amigo 1

Onedys Calvo Noya y Marjorie Peregrín Avalo

Octubre 12, 2022

 

Una de las historiadoras que formó parte del grupo de egresados acogidos por el Historiador en la década del ochenta, es Zenaida Iglesias, historiadora e investigadora de la empresa Restaura. Desde entonces su carrera se ha desarrollado en la constancia de la investigación histórica, hurgando en los archivos.

 ¿Cuál es la impresión que recuerda de aquel primer encuentro con Leal?

Aquello fue algo milagroso. Desde entonces y hasta la fecha, yo pensé “aquí no hay retiro”. De aquel grupo de estudiantes, cada cual se fue ubicando en una de estas casas que se iban abriendo. Pero, yo siempre he sido una persona a la que le gusta mucho la tranquilidad y no quise nunca asumir la responsabilidad de una casa museo. Se iban abriendo las casas y Raida Mara nos llamaba, nos hacía la propuesta y yo nunca respondí. Entonces ella viene una mañana y me dice: “yo quiero saber qué voy a hacer contigo”, porque yo estaba todavía en la biblioteca del Palacio de los Capitanes Generales fichando libros, con Zayas, el bibliotecario que era un archivo viviente y a quien todavía extrañamos. Y yo le dije que a mí no me gustaba dirigir, “a mí me gusta investigar”. Y ella me responde: “pero, ¿qué te gusta a ti, meterte en el Archivo Nacional en los papeles viejos?”. Y yo le dije: “sí, yo soy feliz entre papeles viejos, que me caigan todos los bichos que quieran encima”. Ella me dijo: “pero es que eso a casi nadie le gusta”, y yo le respondí “a mí lo que me gusta es eso”.

Días después me dijo que se iban a fundar el Taller de arquitectura de la Oficina del Historiador y el Gabinete de Arqueología, y que estaban solicitando un historiador. Y yo me quedé pensando, entre la arquitectura y la arqueología siempre me ha gustado más el urbanismo, la historia de las calles, de los barrios y las ciudades, por lo que decidí por la arquitectura. Y entonces comencé, junto a un grupo de once especialistas, la investigación sobre espacios públicos e inmuebles que se van a restaurar.

 

 ¿Cuál ha sido el mayor reto de tu desempeño profesional en la Oficina del Historiador?

El mayor reto fue, sin deslindarme de la carrera de Historia y mi especialidad que es la Historia de Cuba, adentrarme en la carrera de Arquitectura. Aprender a leer los planos, a hacer levantamientos. Cuando nosotros empezábamos a hacer los primeros expedientes yo llegué al Archivo muy feliz y sí, encontrábamos, los propietarios, los usos, las transformaciones. Pero cuando llegué a aquellos grandes expedientes que hay en el Archivo, en el Fondo de Urbanismo fundamentalmente, ahí estaban las plantas de los edificios y yo qué sabía leer de aquello, qué sabía lo que era un machón, lo que era la primera crujía.

Fue una escuela, porque yo me iba con aquel equipo de arquitectos, de especialistas que estaban frente a sus proyectos y que Leal se sumaba casi todos los días en las obras. Era la única forma de aprender: haciendo levantamientos con ellos, que ellos mismos me lo explicaran. Yo me acuerdo que él me decía: “mira Zenaidita [yo creo que a todos nos achicaba el nombre] tú lo que tienes que aprender es a oír hablar a las piedras. Escúchalas, si ya te están contando la historia”. Y era verdad. Ya después cuando pasas el tiempo tú vas mirando, pasas por una calle y tú mismo te dices “esto no es del siglo XVIII, esto está transformado al XIX, aquello es del XVII porque mira el grosor de los muros.

Agradezco esa confianza que depositó en mí, cuando todavía no había personal especializado, que le llevara esas investigaciones sobre dichos edificios. Yo se las llevaba y siempre quedó complacido. Era un maestro y a veces las personas, decían: “pero bueno, ¿qué se piensa él?, ¿que se las sabe todas, si él no es arquitecto, él es historiador?”. Pero sí sabía de todo. ¡Y tenía un ojo! Como dice el dicho: donde ponía el ojo ponía la bala, porque a veces entrábamos a un edificio y decía: “¿y dónde estaba la escalera?”. Era tanto el deterioro o las transformaciones que no sabíamos y él decía: “¿la escalera? Yo la voy a buscar. La escalera estaba por aquí y subía por allí y doblaba por allí”. Cuando entraba la brigada de arqueología, la escalera estaba por allí y doblaba por donde él dijo. Entonces, siempre había que escucharlo, no solo a las piedras, sino a él también.

 

¿Qué consideras que habría que hacer para honrarlo?

Lo primero es mantener esa obra que él dejó. Esas cosas que se hicieron en los años 80’, en los años 90’. Fueron años difíciles, pero se hicieron; él demostró que la utopía se realizó.  Desde mi forma crítica que tengo de ver las cosas, hoy camino por la ciudad y yo sé que también corren tiempos muy difíciles, que la pandemia vino a detener aquello que iba avanzando sin medida, pero estoy viendo que La Habana está enmudeciendo. Él siempre dijo que no quería que el Centro Histórico fuera una ciudad muerta, y claro, todavía los hoteles están cerrados, los centros comerciales. Pero me da tristeza caminar por la Plaza de Armas, por la Plaza Vieja, verlas oscuras: no hay música, no hay niños jugando ni personas bailando y yo creo que lo primero es no dejar que eso se pierda. Eso no se puede perder.

Primero hay que mantener eso que nos dejó, y después continuar hacia adelante siguiendo esa trayectoria que él nos enseñó. Ya sabemos por dónde es, continuar por ahí.

 

[Tomado de Habana Radio]

La humildad como sacerdocio...

La humildad como sacerdocio para el gran hacer

La humildad como sacerdocio...

Onedys Calvo Noya y Marjorie Peregrín Avalo

Septiembre 29, 2022

 

Carlos Velázquez, quien es graduado de la Escuela de Museología, especialidad que ya no existe por nuestros predios de estudio, y también es director del espacio Barcelona – Habana, se incorporó a la Oficina desde 1986 ¿cómo fue tu llegada a la Oficina del Historiador?

Yo tenía la ubicación formal para empezar a trabajar en el Museo de la Ciudad de La Habana, que pertenecía a la unidad presupuestada de la Dirección de Cultura del Poder Popular. Tenía la plaza, pero no existía el dinero. Entonces, yo me comprometí a trabajar gratuitamente hasta que existiera el fondo para pagar. Ellos lo permitieron porque, aquí se entraba en una época, pero te lo tenías que ganar. Y para mí esa etapa fue una prueba de fuego. Y así estuve aproximadamente casi un año hasta 1987.

Entré a trabajar en la Casa de África. Pero eso también fue una prueba de fuego. Quienes me ubicaban sabían que mi fundamento, que mi sustancia espiritual, era España. Y yo creo que ellos me pusieron a prueba, vamos a decir verdad, y aguanté. Aguanté hasta un día cuando escuché decir a Leal en la antigua Unión Latina de La Habana: “la sangre llama, pero la cultura es la que determina”. Evidentemente yo soy una persona muy mezclada, pero lógicamente mi vida se desenvolvió siempre en la colectividad hispana.

 

Después estuviste mucho tiempo en la Casa de los Árabes, que estaba más vinculado porque en ese mestizaje cultural pues también pasa todo lo relacionado con España.

Un día hablo con Leal y la primera directora de la Casa de África, Claudia Mola, y explico la situación tormentosa en la que ya yo estaba. Recuerdo que estábamos en la Semana Santa de ese año y él me dijo: “ese tema se resuelve ya. El lunes nos vemos y usted comienza en la Casa de los Árabes. Es la otra España”.

 

¿Qué cualidad apuntarías como la más significativa del Historiador? ¿Cuál fue el mayor reto que has asumido al trabajar en la Oficina? 

Fue y es: mantener un valor esencial en Leal, que lo encontré en parte de mi familia, lo encontré en mi pensamiento religioso, en mis buenas profesoras y, finalmente, en el modelo que es mantener la humildad con distinción. Mantenerla, enriquecerla y poder transmitirla. Ese es el reto.

 

¿Hay alguna anécdota que haya marcado tu trabajo con el Historiador?

Recuerdo en la Casa de los Árabes el recibimiento a una delegación yemenita. Y en uno de los encuentros que él tuvo con nosotros, nos explicó sus experiencias allá y todo el tema de la mujer y los ritos o el protocolo en el mundo árabe-musulmán. Nosotros, en el Museo de la Ciudad y posteriormente en la Oficina no tenemos una escuela de formación en protocolo ni occidental, ni asiático, ni en nada. Había que aprender, había que estudiar, había que buscarlo y a partir de las relaciones y las experiencias era, y es, como se aprendía aquí. Por eso siempre tienes que estar.

Entonces recuerdo que entró la delegación. Una persona que al parecer no estaba bien informada, iba a hacer un regalo al representante del Yemen [que eran muy ortodoxos en su pensamiento]. Yo me atreví a irrumpir en el proceso de entrega de un arma que un artesano cubano había realizado. Era una réplica del original que nosotros tenemos acá. Yo tenía, o tengo algunas dotes histriónicas, y entré como si hubiera estado ya planificado. Le hice una señal como de reverencia a la persona, a la dama, que traía el arma que se iba a entregar, le presioné las manos, se la quité y entonces yo entregué, saludé y dije unas palabras.

Después Leal me dice “has evitado una conflagración mundial”, porque él sabía precisamente lo que significaba que una mujer le entregara un arma a un hombre.

 

Carlitos ¿cómo honrar al Historiador? ¿Cómo hacer para continuar su obra?

Hay algo fundamental: trabajar en el alma de la población de esta ciudad y de toda Cuba, que es el fin, en resumen, de todos los caminos trazados. Un edificio se puede restaurar mil cuatrocientas veces, las luces se pueden volver a colocar con el bombillo que ve no sé quién. La planta y el árbol se pueden sembrar, pero lo que se lleva en el corazón, eso hay que regarlo continuamente. Creo que Leal lo hizo en todos nosotros. Somos sus frutos y lo que nosotros seamos capaces, también, de ir formando. Me preocupan mucho los jóvenes, hay que seguir enamorándolos. Los medios tienen que seguir enamorándonos para que continúen la obra. Y esa es mi convocatoria, enriquecer el alma.

 

[Tomado de Habana Radio]

Leal y la necesidad de prever el azar

Leal y la necesidad de prever el azar

Leal y la necesidad de prever el azar

Onedys Calvo Noya y Marjorie Peregrín Avalo

Septiembre 23, 2022

 

Pudiera decirse que el discipulado que instituyó Leal es una de las grandes obras del Historiador: formar a otros historiadores, a otros especialistas, a otras personas humanistas comprometidas con el patrimonio y la historia desde una ética muy precisa. En Ciudad Viva hemos entrevistado a varios de sus colaboradores – discípulos, quienes desde su visión afectuosa y cercana nos descubren algunas de las claves del Historiador como líder y maestro.

Miguel Hernández, director fundador de la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, conocida por todos como Casa de México, es uno de esos jóvenes graduados de Historia, que llegó al Centro Histórico a finales de los 80’, justo cuando la Oficina se formaba con ese carácter tan amplio que tiene hoy.  

¿Cómo llegas a Leal y a la Oficina del Historiador?

Todavía hoy que conversamos de Eusebio, no me acostumbro a la idea de que no está entre nosotros. En 1987 fuimos convocados un grupo de estudiantes graduados de Historia, y que habíamos sido ubicados en la ciudad de La Habana, a que nos reuniéramos en el Museo de la Ciudad. El Historiador Eusebio Leal quería tener una reunión con nosotros, explicarnos el proyecto, los sueños de futuro que quería para nuestra profesión y para la ciudad. Quería darnos empleo. Nos reunimos un nutrido grupo, éramos entre 20 y 30 los que nos habíamos graduado de Historia en diferentes especialidades: Cuba, Historia contemporánea, Historia de América. Escuchamos lo que nos propuso a través de su colaboradora más cercana, Raida Mara Suárez; nos explicó cuál era el proyecto de la Oficina del Historiador; cuáles eran los objetivos fundamentales -el rescate del patrimonio en la ciudad- y el perfil no solo cultural y patrimonial, sino también el social que se auguraba para la Oficina.

Estuvimos encantados con la propuesta. La Oficina no era la que hoy conocemos, era una unidad presupuestada de la Dirección de Cultura de La Habana. Y Leal nos decía en aquel encuentro “no tengo ahora para darles el salario que está establecido para los graduados universitarios -que en aquella época era 198 pesos-. Con los recursos que cuento pueden ganar 148 pesos y, además, hay que hacer aquí lo que sea”.  Él nos dijo: “ustedes son historiadores, pero no van a sentarse ahora en un gabinete, no van a ir a los archivos a investigar. Aquí hay que trabajar en lo que sea, porque hay que echar para adelante la Oficina”. De eso hace 35 años.

 

¿Qué cualidad resaltarías del Historiador?

Yo señalaría una característica que para mí es de las fundamentales del ser humano: la cordialidad. Desde el primer momento, desde el primer día que nos recibió, fue muy cordial, estuvo muy cerca siempre de nosotros. Después yo me quejaba, con el paso del tiempo, de ya no poder disfrutar de Leal. Pues, en aquella época, Leal se sentaba con nosotros, a veces más de una hora, a conversar en la Biblioteca Histórica que estaba en el Museo de la Ciudad, sobre historia de Cuba, sobre anécdotas y memorias de su vida, sobre sus aventuras, como aquella de la avioneta cuando viajaba a Panamá, y la avioneta se movía y él muriéndose de miedo; o cuando se le rompieron los zapatos en Venecia. Esa relación tan cercana, tan cordial con Eusebio es lo que yo quisiera resaltar. El ser humano, su condición humana.

 

¿Cuál ha sido el mayor reto que has enfrentado en la Oficina?

Uno se gradúa de la Universidad, pero realmente no sabe todavía, no tiene conocimiento. Entonces, el mayor reto fue que, siendo tan joven, con 24 o 25 años me llamara y me dijera “ve y funda”. Fundar es fácil; mantenerse prosperando, avanzar y darle un carácter nacional e internacional y darle un valor al centro, a la institución que fundaste, eso es lo difícil. No cejar en el empeño; perseverar y perseverar es también una enseñanza de Eusebio. No importan las adversidades que tengamos que enfrentar, hay que recordar lo que decía: “los árboles los planto y los vuelvo a plantar hasta que la gente respete y el jardín florezca y se haga un bello arbusto”. Perseverar para mí en una institución tan importante para la historia y las relaciones de Cuba y México.

Yo recuerdo, incluso, cuando la presentación del libro de la Casa de México por sus 20 años -y ya va a cumplir 35 próximamente-, decía Eusebio “yo sé que Miguelito [siempre me decía Miguelito] ha vivido aquí los momentos más felices de su vida, pero también los más tristes y terribles de su vida”.

 

¿Qué anécdota recuerdas como la trascendente junto al Historiador?

Eusebio siempre nos decía que había que prever el azar. Muchas veces uno no se explicaba, si es azar, cómo preverlo. Bueno, él decía “ustedes tienen que prever el azar. Cada vez que organicen un acto cultural [así llamaba él a los eventos que realizábamos: acto cultural], tienen que prever el azar”.

A inicios de los años 90 se hizo un evento muy importante en la Casa de México. Era la inauguración de un grupo de exposiciones que el Estado de Veracruz, muy cercano a La Habana y a Cuba por sus relaciones, donó a la Casa de México. Venían trajes tradicionales, etc. Y en el acto de inauguración, cantamos el Himno Nacional de Cuba, eran todavía los tiempos de la cinta, no los de la memoria flash, y entonces, comienza el Himno Nacional de México y la cinta se enreda y se creó un silencio que fueron milésimas de segundo. Y Eusebio comenzó a cantar el Himno Nacional de México a viva voz. “Mexicanos al grito de guerra”, empezó Eusebio. Los mexicanos que estaban presentes y las personalidades comenzaron a cantar el Himno de México y tuvimos, además, la suerte tremenda de que venía en la delegación de Veracruz alguien, que debe haber sido cantante porque tenía la voz de tenor, y que acompañó también el Himno Nacional de México. Y quedó bellísimo e impactante que todos los asistentes, al menos los que conocían la letra del Himno, cantaran el himno.

Ahí aprendí la necesidad de prever el azar.

 

¿Qué habría que hacer por nuestra ciudad para honrar al Historiador?

 No podemos renunciar a la belleza, un concepto que siempre defendía. Tenemos que tener la cultura del detalle. “Nadie da lo que no tiene”, decía Eusebio. Nosotros que estamos en esta labor, y las generaciones que la continúan, tienen que, primero, estudiar mucho. Formarse profundamente en el conocimiento de lo que hacen y después exigirse que cada acción que realicen sea una acción que aspire a la excelencia, como quería Eusebio, y que no olvide que es importante para el hombre la belleza. El arte, la cultura y la historia se pueden transmitir, rescatar y permanecer en el tiempo si hay también belleza. Entonces eso es lo que necesita también esta ciudad: que la ciudad viva, pero no viva por vivir. Viva en el entorno de la belleza, de la excelencia, del detalle. Y de la belleza de lo físico y de lo espiritual, sobre todo de lo espiritual.

 

[Tomado de Habana Radio]

Reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte

Reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte

Reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte

Septiembre 9, 2022

 

Su Majestad la Reina Isabel II, del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, ha fallecido este jueves a la edad de 96 años. Siete décadas y 214 días de reinado, el más longevo de un monarca británico y el segundo más extenso a nivel internacional, estuvieron marcados por su fuerte sentido del deber y su determinación por dedicar su vida al trono y a su pueblo.

Símbolo de estabilidad y firmeza, para los británicos la reina fue una figura constante en un mundo de cambios acelerados, de transformaciones sociales, de cuestionamientos sobre los poderes monárquicos. Su reinado hubo de hacer frente a numerosos acontecimientos, la austeridad de la posguerra, la transición del imperio a la Commonwealth, el fin de la Guerra Fría y el Brexit.

Elizabeth Alexandra Mary Windsor nació el 21 de abril de 1926. La pequeña no se encontraba en línea directa para convertirse en reina, ya que era la hija mayor de Alberto, segundo hijo del rey Jorge V y duque de York, y de Elizabeth Bowes-Lyon. Sin embargo, luego de la muerte de Jorge V en 1936, el ascenso al trono de su tío como Eduardo VIII y la abdicación de este en favor de su hermano, el padre de Isabel se convirtió en el rey Jorge VI el 11 de diciembre de 1936.

En un clima de tensión creciente en Europa, el nuevo rey y su esposa se dispusieron a restaurar la fe en la monarquía. Su ejemplo no se perdió en su hija mayor, quien como heredera inesperada comenzó a prepararse para un día ceñirse la corona británica. Isabel se educó en idiomas, estudió historia constitucional y mostró desde los primeros años una fortaleza en su carácter. De hecho, antes de convertirse en primer ministro, Winston Churchill afirmó sobre ella que tenía “un aire de autoridad asombroso en una niña”.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial marcó profundamente la juventud de Isabel. Durante esta época transmitió mensajes de esperanza a niños británicos, se enroló en el Servicio Territorial Auxiliar, donde aprendió a conducir y reparar camiones y, al término del conflicto bélico, celebró con la multitud en las calles londinenses.

En junio de 1953, a la edad de 27 años, Isabel II subió al trono británico, siendo la séptima monarca mujer del Reino Unido. Durante ese tiempo conoció a 15 primeros ministros, comenzando por Winston Churchill, nacido en 1874, e incluyendo a Liz Truss, nacida 101 años después, en 1975, y nombrada por la reina a principios de esta semana.

Convencida de la importancia de su papel, Isabel II introdujo cambios en la monarquía para atemperarla a la actualidad, asistió a numerosos eventos públicos y se reunió con personalidades de la política y cultura internacionales; como embajadora de su país viajó durante décadas por el mundo, en visitas oficiales a gobiernos extranjeros y jefes de Estado, creando nuevas alianzas y fortaleciendo las relaciones británicas con el resto de las naciones; como monarca constitucional, siempre se tomó con seriedad las audiencias regulares con los primeros ministros, y su derecho a consultar, aconsejar y advertir.

Su primogénito, en ceremonia oficial mañana sábado 10 de septiembre, ascenderá al trono como rey Carlos III. Es este la única figura de la realeza británica que ha visitado Cuba, durante marzo de 2019. El entonces príncipe de Gales y su esposa la duquesa Camila de Cornualles recorrieron el Centro Histórico de La Habana Vieja junto al Historiador Eusebio Leal Spengler, donde apreciaron los cañones que llevan el monograma del Rey Jorge III, evocando la presencia en La Habana de las fuerzas británicas, y una escultura del dramaturgo William Shakespeare.

Visita del Alcalde de Florencia

Visita del Señor Darío Nardella, alcalde de Florencia

Visita del Alcalde de Florencia

Agosto 31, 2022

 

Esta mañana recibimos en nuestro centro a Darío Nardella, alcalde de una de las más bellas ciudades del mundo: Florencia, quien se encuentra de visita oficial en Cuba.

Durante su estancia recorrerá sitios históricos y culturales de La Habana, sostendrá intercambios con los ministerios de Cultura, Turismo, Comercio Exterior y Salud, y firmará un Pacto de Amistad entre La Habana y Florencia.

Leal Orden Santa Brígida

Eusebio Leal, Comendador de la Orden de Santa Brígida

Leal Orden Santa Brígida

Agosto 26, 2022

 

La Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida de Suecia, también conocida como Orden Brigidina, fue fundada en Suecia por santa Brígida y aprobada por el papa Urbano V en 1370. Esta religiosa sueca es la santa patrona de Suecia y una de los patronos del continente europeo.

Durante la Edad Media, la orden tuvo gran influencia hasta que, con la reforma protestante, fue decreciendo. Sus miembros son observantes de la regla de San Agustín. Llevan una vida de estudio y oración que se basa en la pasión de Jesucristo y en alabanzas a la Virgen María. Posponen a sus nombres las siglas O.SS.S. y portan un característico hábito gris.

Refundada en 1911 por santa Elizabeth Hesselblad, la orden inició una reforma que dio origen a una rama centralizada bajo el gobierno de una abadesa general que se mantiene hasta la actualidad. Cuenta con unas 600 hermanas de diferentes nacionalidades y 52 casas religiosas en distintos países del mundo, entre estas, una en Habana Vieja.

La presencia de esta congregación religiosa católica femenina en la parte más antigua de la capital cubana es el resultado de la relación cordial que se estableció entre la abadesa general de la orden, la Madre Tekla Famiglietti, y el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro. Para ello también fue necesario la anuencia del Vaticano. El inmueble seleccionado para la orden, un antiguo convento, fue restaurado por la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana bajo la dirección personal de Eusebio Leal Spengler.

En una ceremonia espiritual realizada en la sede de las Brigidinas, en el Centro Histórico habanero, la Madre Tekla invistió a Leal Spengler con la Cruz Ecuménica con la Estrella de Comendador de Santa Brígida, su más alta distinción, en reconocimiento al impulso de altos ideales de diálogo y paz promovidos por la única santa sueca, fundadora de la orden.

Medalla XL aniversario

Medallas por el XL Aniversario de la victoria sobre el fascismo de la República Popular de Bulgaria y de la República Socialista de Checoslovaquia

Medalla XL aniversario

Agosto 12, 2022

 

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue un conflicto militar de proporciones internacionales, en el que se enfrentaron la coalición de países que conformaron las potencias del eje (Alemania, Italia y Japón) y sus socios (Reino de Hungría, Reino de Bulgaria y Reino de Rumanía) y otros gobiernos colaboracionistas, con las llamadas potencias aliadas (Reino Unido, Unión Soviética, Estados Unidos, China, entre muchas otras). Cuba, al igual que otros países latinoamericanos, también fue partícipe del conflicto. Tras el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 y la entrada de Estados Unidos en la contienda, se produjo el alineamiento de la mayoría de los gobiernos de América Latina con la política de Washington. Formalmente, la isla entró en guerra con los países del eje el 8 de diciembre de 1941. Conocida, aunque muy poco divulgada, es la historia de las acciones navales combativas que tuvieron lugar en las aguas cercanas a Cuba, donde se tuvo una participación modesta pero significativa en la contienda bélica mundial.

Tras seis años de enfrentamientos, el 14 de agosto de 1945 se declara el final de la guerra con la victoria de los aliados, ocurrida tras la caída de los regímenes de Adolf Hitler en Alemania y de Hideki Tojo en el Japón.  El 9 de mayo se celebra el día de la victoria contra el nazi fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Ese día ocurrió la rendición incondicional de la Alemania nazi frente a la delegación soviética en Berlín, cuando el mariscal del campo Keitel firmó el documento por el cual reconocía la victoria del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

En memoria a la victoria soviética del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi, en varios países que estuvieron bajo la esfera de influencia de la URSS, como fueron Bulgaria y Checoslovaquia, se otorgaron una serie de medallas conmemorativas en recordación a la fecha. El primer registro de este tipo de condecoración es la Medalla por la victoria sobre Alemania en la Gran Guerra Patria de 1941-1945, establecida el propio 9 de mayo de 1945 por la URSS. A partir de entonces y hasta 1985 se instituyeron condecoraciones para reconocer a ciudadanos soviéticos y extranjeros que tuvieron un rol relevante, como fueron las medallas 20, 30 y 40 Aniversario de la victoria del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria de 1941-1945, creadas en 1965, 1975 y 1985, respectivamente. Tras la caída del campo socialista, la Federación de Rusia ha continuado la tradición y ha otorgado las medallas del 50, 60, 65, 70 y 75 Aniversario de la victoria en la Gran Guerra Patria de 1941-1945.

A Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana, le han fueron conferidas las medallas conmemorativas por el XL Aniversario de la victoria sobre el fascismo de la República Popular de Bulgaria y la República Socialista Checoslovaca en 1985. Tres años antes, en 1982, en el marco de la sexta sesión del comité del patrimonio mundial de la Unesco, el Centro Histórico de La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones fue reconocido con la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad. A cada medalla le acompañada un certificado, un pequeño folleto de cartón de 8 x 11 cm con el nombre del premio, los datos del destinatario, un sello oficial y una firma en el interior.

La  medalla por el XL Aniversario de la victoria sobre el fascismo de la República Socialista de Checoslovaquia es de bronce, tiene forma circular y 32 mm de diámetro, con un peso total de 19 gr, un borde elevado, cinta y prendedor. En el anverso se representan soldados del Ejército Rojo con sus fusiles levantados en señal de victoria. Uno de ellos sostiene un ramo de flores. Abajo lleva la inscripción: 1945 · 1985. En el reverso, debajo de una estrella de cinco puntas, se encuentra la inscripción: ČTYŘICÁTÉ VÝROČÍ OSVOBOZENÍ ČESKOSLOVENSKA SOVĔTSKOU ARMÁDOU (Aniversario de la liberación de Checoslovaquia por el Ejército soviético). Este modelo fue el último de una serie de medallas emitidas cada diez años para conmemorar la liberación de la antigua Checoslovaquia, hoy República Checa, de la ocupación alemana en 1945.

Medalla 1300 aniversario Bulgaria

Medalla 1300 Aniversario de Bulgaria

Medalla 1300 aniversario Bulgaria

Agosto 5, 2022

 

En 1981 Bulgaria celebró el aniversario 1300 del establecimiento de su primer estado en la historia moderna. Su aparición se remonta al año 681, con la instauración del Primer Imperio Búlgaro (681-1018), que llegó a abarcar la mayor parte de los Balcanes y se convirtió en el centro cultural de los eslavos en la Edad Media. En torno a la fecha se desarrolló un sinnúmero de vibrantes actividades públicas y estimulantes eventos culturales; algunas fuentes refieren que sobrepasan la formidable cifra de 23.000.

La celebración se concibió como un festejo de larga data que mostrara el legado de los búlgaros a la civilización mundial, así como los cambios positivos en su vida económica, cultural, política y social. Querían que el mundo supiese que son un pueblo antiguo orgulloso de su historia. Los funcionarios búlgaros se sentían especialmente orgullosos de que un Estado pequeño pudiera llevar a cabo un programa cultural tan amplio y afirmaban que el dinamismo de la Bulgaria moderna estaba firmemente arraigado en un patrimonio cultural de trece siglos.

El jubileo tuvo dimensiones nacionales e internacionales. En Bulgaria se patrocinaron excavaciones y estudios históricos, se financió la producción cinematográfica Khan Asparuh, se realizaron series de televisión y programas de radio, se organizaron conciertos, conferencias y un desfile militar, se develaron monumentos y se inauguraron obras públicas y se acuñaron 20 monedas conmemorativas, entre otras acciones. En el extranjero los actos incluyeron exposiciones de tesoros antiguos e iconos medievales, actuaciones de conjuntos de música folclórica y clásica y la organización de exposiciones de arte, semanas de cine y lecturas de libros, cuyo objetivo era conseguir una cobertura mediática favorable en la prensa, la radio y la televisión extranjeras y fomentar la reputación del país como un actor global activo.

Dentro de este ambicioso programa cultural también se concibió la institución de la orden 13 siglos de Bulgaria y la medalla 1300 Aniversario de Bulgaria, emitidas el 16 de octubre de 1981 mediante el decreto nº 2191. Esta última se otorgó hasta 1990 y se les concedió a ciudadanos búlgaros y extranjeros que hubiesen contribuido a la difusión de su cultura en el mundo. Podían ser personas o entidades jurídicas de la educación, la ciencia, la cultura, la restauración y preservación de los valores históricos y culturales, la atención sanitaria y otros ámbitos sociales.

Vinculado a las fastuosas celebraciones del mil trescientos aniversario nacional, el 12 de junio de 1984 el Dr. Eusebio Leal recibió la medalla, en reconocimiento a su encomiable labor en el ámbito del patrimonio y en trazar puentes culturales entre ambos países. Aunque no se ha podido precisar la fecha, conocemos que en ese mismo año también le fue concedida al geólogo, espeleólogo y arqueólogo Antonio Núñez Jiménez, al escritor y artista Samuel Feijóo, al investigador, crítico, periodista y traductor Desiderio Navarro y al poeta, ensayista, periodista y crítico literario Ángel Augier.