Río Danubio, Austria

Austria

Río Danubio, Austria

Septiembre 23, 2020

 

Austria es el país de Mozart, de Sigmund Freud y de la emperatriz Sisi. Es la tierra del Danubio, donde nacieron los valses de Johann Strauss y el romanticismo de Franz Shubbert.

El vienés auténtico, como idioma, no existe. Presenta una mezcla de húngaro, alemán, italiano, esloveno y croata; pero es el alemán el idioma oficial en gran parte del país.

Otocar II, Rey de Bohemia, y Rodolfo I de Habsburgo, se disputaron el trono de Austria, imponiéndose el Habsburgo y dando inicio a la dinastía más larga de la historia de Europa, que se extendió desde 1278 a 1918.

Su capital es Viena, declarada ciudad imperial en 1237. Se encuentra a orillas del Danubio y en ella se conjugan lo gótico con lo posmoderno. Entre las edificaciones más importantes están la Catedral de San Esteban, de 137 metros de altura y 343 peldaños que llevan a los visitantes hasta la torre más alta. El tejado está compuesto por 250 mil tejas vidriadas con una decoración geométrica de diez colores diferentes.

El complejo imperial de Schönbrunn está considerado el Versalles vienés. El exterior del palacio es de estilo barroco, mientras que en su interior predomina el rococó. El complejo imperial, con el castillo y sus jardines, fue declarado, en 1996, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

El Conjunto de Hofburg es el complejo arquitectónico más grande de la ciudad. Era la residencia de invierno de los Habsburgo, mientras que el de Schönbrunn era la de verano. Dentro de sus instalaciones se encuentra el Museo de la Emperatriz Sisi, la Biblioteca Nacional, la Escuela española de equitación y los despachos presidenciales.

Uno de los mejores ejemplares del modernismo vienés es el Pabellón de Exposiciones de la Secesión vienesa. El elemento más llamativo es la cúpula semiesférica hecha con 3 mil hojas de laurel dorado. En su fachada se puede leer el lema de la Secesión: “A cada época su arte, a cada arte su libertad”. El modernismo austríaco o Secession, a diferencia del Art Nouveau francés o el Modernismo catalán, era más austero y geométrico, y se extendió de 1887 a 1905, con Gustav Klimt como su primer presidente.

Desde finales del siglo XVIII y hasta la Primera Guerra Mundial, Austria se convirtió en la segunda capital cultural de Europa, solo superada por París.

Austria, un país que ha sobrevivido al fin de un imperio y a dos guerras mundiales, ha sabido encontrar el equilibrio entre desarrollo y naturaleza, entre pasado y presente.

En su historia se encuentra uno de los personajes más famosos, la emperatriz Isabel de Baviera (1854-1898), más conocida como Sisi, una de las mujeres más bellas del mundo. En el Palacio Hofburg hay un museo en su honor donde se muestran sus ostentosos vestidos y el estricto modo de vida que llevaba, sobre todo en la alimentación y ejercicios físicos.

Austria es la cuna del maestro del clasicismo musical, Wolfgang Mozart (1756-1791), quien abarcó todos los géneros de su época con reconocidas obras de la música sinfónica, concertante, de cámara, para fortepiano, operística y coral. Entre sus obras más famosas están La flauta mágica, Las bodas de Fígaro y Don Giovanni. Mozart escribió más de 600 piezas musicales.

En las artes plásticas, dos vieneses destacan: Gustav Klimt (1862-1918) y Egon Schiele (1890-1918). Ambos son figuras relevantes del llamado Expresionismo vienés, un estilo que dio importancia al mundo de las emociones internas.

Klimt fue uno de los mayores representantes del simbolismo y del modernismo vienés. Su obra se caracteriza por la profusión de los dorados y los elementos de colores vivos, el lirismo y la influencia de la estampa japonesa. Entre sus obras más importantes está El beso (1907-1908).

Su discípulo, Egon Schiele, fue un artista incomprendido en su época. Cultivó una obra caracterizada por la línea gruesa y el cuerpo desnudo. El Museo Leopoldo, de Viena, conserva la colección más grande de obras de Schiele, con unas 340 pinturas y alrededor de 2800 acuarelas y dibujos.

Austria es también el seno del vals, el baile más elegante de la nobleza en las monarquías centroeuropeas hacia el siglo XVIII. Vals significa “girar”, por lo que este es un baile rotativo donde los bailarines constantemente están girando. Federico García Lorca expresó su sentir hacia el vals en su poema lírico Pequeño vals vienés, de 1929.

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Lydia Cabrera

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   Lydia Cabrera

    Etnóloga

Lydia Cabrera es considerada una de las más brillantes etnólogas de la historia cubana, destacada por sus estudios sobre la presencia y huellas de la cultura africana en la Isla.

Hija del destacado periodista, abogado y patriota cubano Raimundo Cabrera, nació el 20 de mayo de 1899. Debido a su naturaleza enfermiza, durante la niñez casi nunca asistió a la escuela, por lo cual estudió básicamente en su hogar con tutores. Realizó el bachillerato de manera libre y luego tomó algunos cursos de posgrado. En 1913 comenzó a escribir la crónica social de la revista Cuba y América bajo el seudónimo de Nena. Viajó a Francia a los 26 años de edad, instalándose definitivamente en París dos años después, donde pudo hacer realidad una de sus grandes pasiones de juventud: aprender pintura. Matriculó en L’École du Louvre y se graduó tres años más tarde.

A finales de la década de 1930, Cabrera hizo varios viajes a Cuba. Con ayuda de sus antiguas “tatas” o cuidadoras negras logró un cúmulo de informaciones sobre las culturas africanas. Al regresar a París escribió unos cuentos basados tanto en sus investigaciones como en los relatos oídos de viva voz durante su infancia, y fueron publicados en prestigiosas revistas francesas. En 1936 la casa editorial Gallimard los agrupó bajo el título “Contes nègres de Cuba”.

Regresa a Cuba huyendo de los embates de la Segunda Guerra Mundial en Europa y ya en la Isla va consolidando su pasión por el folklor cubano. Fue alumna de Fernando Ortiz, ilustre etnólogo y antropólogo cubano, al que agradeció gran parte de su formación y quien prologó su edición en español de “Cuentos negros en Cuba” (1940). Su labor investigativa la fue alejando cada vez más de la ficción literaria para derivar en estudios en los aspectos lingüísticos y antropológicos de la cultura afro-cubana. Trabajos suyos fueron publicados en las revistas cubanas Orígenes, Revista Bimestre Cubana, Lyceum, Lunes de Revolución y Bohemia, así como en las francesas Cahiers du Sud, Revue de Paris y Les Nouvelles Litteraires.

En 1954 publica “El monte igbo finda, eweerisha, vititinfinda (Notas sobre las religiones, la magia, las supersticiones y el folclore de los negros criollos y del pueblo de Cuba)”, considerado con posterioridad “la Biblia de las religiones y liturgia afrocubanas”. Otras de sus obras más trascendentales son: “Refranes de negros” (1955), “Anagó. Vocabulario lucumí (el yoruba que se habla en Cuba)” (1957), “La sociedad secreta Abakuá narrada por viejos adeptos” (1958), “OtánIyebiyé, las piedras preciosas” (1970) y “Apayá: cuentos de Jicotea” (1971).

Desentrañar “la huella profunda y viva que dejaron en esta isla, los conceptos mágicos y religiosos, las creencias y prácticas de los negros importados de África durante varios siglos de trata ininterrumpida” fue un propósito significativo de la eminente intelectual.

En 1960 se trasladó a los Estados Unidos y se estableció en Miami, Florida. Allí, después de varios años sin escribir, retomó sus labores investigativas y publicó nuevos libros siguiendo la misma temática. Luego de algunos años en España, regresó a los Estados Unidos, donde preparó varias antologías de su obra y asesoró a investigadores y académicos.

Con 92 años de edad, falleció el 19 de septiembre de 1991, en Miami, Estados Unidos.

La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

   

   La Rusa de Baracoa

    Cantante

Su nombre era Magdalena Menasses Rovenskaya. Nació en Siberia, Rusia en 1911. Fue una mujer de extraordinaria belleza que enriqueció la cultura y el nombre de la Villa de Baracoa.

Hija de un militar zarista ajusticiado en la Revolución de Octubre, estudió en el mejor colegio de Petrogrado, y adquirió una vasta cultura. El canto fue su profesión y educó su voz con los mejores profesores de la época. En 1924, casada con Albert Menasses, diplomático ruso en Turquía, salió de la Rusia revolucionaria y recorrió varios países ofreciendo conciertos en el gran Teatro de la Ópera de París, en el Teatro de la Scalla de Milán y en Las Palmas de Gran Canaria.

Arribó en 1929 a La Habana, donde ofreció conciertos y conoció a la intelectualidad cubana de la época. A partir de 1930 la pareja se estableció en la Villa de Baracoa, haciéndose cargo de los negocios de un tío de Menasses que acababa de morir. En aquel entonces la ciudad marítima experimentaba un auge debido a la producción bananera. Con el paso del tiempo el matrimonio adquirió una tenería, un café y una pequeña propiedad agraria.

En 1953, utilizando el espacio de su vivienda (una hermosa casa pintada de naranja), Magdalena y Albert dieron por terminada la construcción de un hotel frente al malecón baracoense, que el matrimonio nombró Miramar. Este se convirtió en uno de los centros de atracción de la ciudad pues a él llegaban muchos comerciantes y negociantes norteamericanos asentados en la base naval de Guantánamo y Nicaro. Incluso, se comenta que hasta el actor Errol Flyn fue uno de sus huéspedes. Con el transcurso de los años adquirió el sobrenombre de hotel “La Rusa”.

La atractiva dueña hechizó a los pobladores de Baracoa y apoyó el proceso insurreccional cubano, durante finales de la década de los cincuenta al donar medicinas y alimentos. Con el triunfo de la Revolución, se hospedaron en su hotel los principales líderes de la Revolución y, durante los primeros años, identificada con el proceso revolucionario, donó dinero, joyas y la propiedad del hotel.

Siempre decía que dicha tierra la había hecho soñar y que sentía por ella un amor maduro y para siempre. Inscribió su nombre como una de las más universales mujeres de Baracoa y Alejo Carpentier recreó su existencia en su novela “La consagración de la primavera”, a través del personaje Vera.

Mima, como también se le conocía a la rusa de Baracoa, estuvo en Cuba hasta su muerte, el 5 de septiembre de 1978, quedando para siempre en la memoria del pueblo de Baracoa.

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Wifredo Lam

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   Wifredo Lam

    Pintor

Wifredo Lam (Sagua la Grande, Villa Clara, 8 de diciembre 1902–París, 11 de septiembre 1982) es considerado uno de los más sobresalientes artistas cubanos de todos los tiempos. Su obra sintetiza la búsqueda de las esencias nacionales mediante un lenguaje propio que se inserta en la órbita de las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX.

Desde temprana edad mostró una inclinación hacia la pintura y el dibujo. Entre 1920 y 1923 realizó estudios en la Academia Profesional de Pintura y Escultura San Alejandro, en La Habana. Viajó a España para complementar estudios en la Academia de San Fernando de Madrid y allí se maravilló con la geografía peninsular, la cual le sirvió de inspiración. A comienzos de los años 30 era evidente su influencia surrealista, siguiendo a pintores como Henri Matisse y Joaquín Torres García.

Participó en la defensa de la República Española, integrando las brigadas artísticas internacionales y el sindicato de pintores. Ya en la Guerra Civil se mantiene unido a los republicanos, resistiendo al ejército golpista de Francisco Franco y, durante la contienda, pinta carteles para apoyar a la causa.

En 1938 se trasladó a París, donde conoció al artista Pablo Picasso, con quien sostuvo estrecha amistad. Su relación con el célebre pintor español le propició entrar en los círculos artísticos de la sociedad, interactuando tanto con pintores surrealistas como con poetas parisinos. Una de sus amistades más cercanas fue el afamado intelectual André Breton. El 30 de junio de 1939 inauguró su primera exposición personal de importancia en la Galería Pierre, de la capital francesa.

En 1941, durante el período de la Segunda Guerra Mundial, se instaló en La Habana e igualmente notorias fueron su amistad y relaciones con escritores e intelectuales cubanos. En su obra incorporó la iconografía procedente de los sistemas mágicos-religiosos de origen africano. Mezcló nuestra identidad cultural y el paisaje insular con nociones artísticas europeas, como el cubismo y el surrealismo.

A finales de 1942 comenzó a trabajar en la obra “La Jungla”, interpretada como la síntesis de un ciclo antillano, en virtud del espacio barroco dominante y de la atmósfera creada por la asociación de lo humano, lo animal, lo vegetal y lo divino. Entre 1942 y 1950 realizó exposiciones regulares en la Pierre Matisse Gallery, de Nueva York. Además de la pintura, practicó la cerámica y el grabado.

A partir de 1952 inició una serie de viajes por países europeos y americanos. Este pintor proyectó su obra a nivel internacional y fue el impulsor de trasladar el Salón de Mayo de París a La Habana, en 1967. Recibió numerosos reconocimientos y premios por su trabajo.

Falleció el 11 de septiembre de 1982 en París. El año anterior había recibido la Orden Félix Varela, como reconocimiento por sus extraordinarios aportes en la cultura nacional.

dest Las lenguas de Europa y el español de Cuba

Las lenguas de Europa y el español de Cuba

Las lenguas de Europa y el español de Cuba

Sergio Valdés Bernal

Septiembre 18, 2020

 

Mi ponencia versa sobre las lenguas europeas que dejaron su impronta en nuestra lengua nacional, también de origen europeo, legado aportado por conquistadores, colonizadores, marineros, militares, comerciantes, aventureros e inmigrantes peninsulares de todo tipo.

Europa tiene una extensión territorial de más de 10,5 millones de kilómetros cuadrados, por lo que es casi 94,9 veces mayor que el archipiélago cubano y se caracteriza por su gran diversidad de lenguas y culturas, a diferencia de nuestro pequeño e insular país predominantemente monolingüe y con una mestiza cultura que compartimos todos los cubanos. Por ese motivo, viene a mi mente la muy cubanísima expresión “meter La Habana en Guanabacoa”, asociada con el hecho histórico de que en 1555 el corsario francés de origen normando, Jacques de Sores, atacó e incendio La Habana. Debido a ello, gran parte de sus habitantes se refugió en la cercana y pequeña villa de Guanabacoa, del otro lado de la bahía habanera, donde radicó por varios meses el gobierno colonial. De ahí que decir “meter La Habana en Guanabacoa” se refiere a intentar meter algo grande en un espacio más pequeño que el que se requiere. Y este es mi caso, meter a Europa en Cuba desde el punto de vista lingüístico.

Según la mitología griega, tradicionalmente el nombre de Europa se asocia con el de una mujer mortal que fue raptada por el dios Zeus, con quien tuvo descendencia. Motivos histórico-culturales definieron Europa como un continente a partir de la delimitación realizada a mediados del siglo XVIII por el historiador y geógrafo ruso Vasili Tatíshchev (1686-1750), quien estableció que las fronteras de Europa se extienden desde el océano Atlántico hasta los montes Urales, por lo que Rusia formaba parte de dos continentes, el europeo y el asiático. En la actualidad, desde el punto de vista de la geografía moderna, Europa no es considerada un continente, sino una macro-unidad geográfica, o sea la prolongación occidental del continente euroasiático [1], de la que también forman parte países como Armenia [2],  Georgia [3], Turquía [4], Kazajistán [5] y Azerbaiyán [6].

La casi totalidad del territorio europeo está ocupado por una sola e inmensa macrofamilia de lenguas, la indoeuropea, constituida por idiomas hablados en Europa y Asia meridional que comparten características casi universales. A modo de ejemplo, nos referiremos solamente a tres rasgos comunes a todas ellas definidos por los estudios de lingüística comparada:

  1. La mayoría de estas lenguas distingue el singular del plural como categoría de número gramatical, aunque las eslavas también tienen el número dual, que expresa cantidad de dos al referirse, por ejemplo, a las manos, los ojos, las orejas, los pies, etc.
  2. La mayoría de las lenguas indoeuropeas diferencian el género gramatical masculino del femenino, aunque en otras se ha perdido esta distinción con el transcurso del tiempo, como en el armenio y el persa contemporáneos. [poetisa/poeta; niños y niñas: en español el género masculino es inclusivo; se recurre al femenino en caso de precisión]
  3. Gran parte de las lenguas indoeuropeas modernas han reducido el sistema de casos y la conjugación que caracterizaban a las lenguas más antiguas como el griego micénico, el hitita, el sánscrito, el latín, el antiguo irlandés y el eslavo eclesiástico. Por ejemplo, de las lenguas neolatinas, solamente el rumano conserva un sistema limitado de casos, al igual que las germánicas y las indoiranias. Incluso el griego moderno ha disminuido su número respecto del griego antiguo. Sin embargo, el lituano y las lenguas eslavas son las que cuentan con una flexión nominal con siete casos distintos: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo, locativo e instrumental.

La identificación de las lenguas indoeuropeas comenzó con los estudios del filólogo británico William Jones (1746-1794), quien en el siglo XVIII demostró las similitudes existentes entre el sánscrito, el latín, el griego y el persa. Posteriormente, el filólogo y lingüista alemán decimonónico Franz Bopp (1791-1867) apoyó esta hipótesis al comparar esas lenguas con muchas otras contemporáneas, por lo que se estableció definitivamente la identificación de las lenguas indoeuropeas entre mediados y finales del siglo XIX.

Si representamos las lenguas europeas como un frondoso árbol genealógico de cuyo tronco brotan diversas ramas, tendríamos algunas ramas representadas por una sola lengua, como ocurre con el albanés, el armenio y el griego; pero otras ramas constituyen familias de lenguas. Una de ellas es la anatolia, conjunto de lenguas extintas que se hablaron durante el primer y segundo milenio a.n.e. en Asia Menor, de las que el hitita es la que mayor número de vestigios presenta. También están extinguidas las lenguas tocarías, habladas entre los siglos VI y VIII y desaparecidas tras la fusión con las tribus uigures de la actual China occidental, hablantes de una lengua túrcica del grupo altaico. Por el contrario, las familias báltica, céltica, eslava, germánica, indoirania e itálica mantienen su vigencia en la actualidad.

Si bien es cierto que en Europa predominan las lenguas indoeuropeas, tenemos la presencia de varias lenguas de diversa procedencia. Una de ellas es el vasco o euskera, hablado en territorios de España y Francia aledaños al golfo de Vizcaya. Se trata de una lengua aislada, pues no se ha podido probar ningún parentesco con otra lengua viva o muerta. El finés, el estonio y el húngaro son lenguas ugrofinesas, rama de las lenguas urálicas habladas en Finlandia y Hungría, a las que también pertenecen el sami o lapón, vigente aún en la península escandinava. El georgiano es una lengua caucásica meridional que funge como idioma oficial de la República de Georgia, al igual que el azerí o azerbaiyano en Azerbaiyán, y el turco en Turquía, ambas de la gran familia uralo-altaica. Por último, tenemos el maltés, lengua semítica derivada del árabe y con gran influjo del italiano y del siciliano, cooficial con el inglés en la República de Malta.

Debemos recordar que, además de las lenguas modernas de Europa, existe documentación abundante sobre otras lenguas que se extinguieron durante la antigüedad, la edad media y la edad moderna, como el romance británico en el siglo VIII, el fráncico antiguo en el siglo IX, el gótico en el X y el dálmata en el XIX.

La situación idiomática en Europa se complica con procesos migratorios históricos y contemporáneos que aportaron a la región lenguas alóctonas, o sea no originarias del lugar en que se encuentran. Tenemos en mente las lenguas que fueron aportadas por los invasores árabes y bereberes que se impusieron en parte Europa durante varios siglos y que, en el caso de la península ibérica, dieron por resultado el surgimiento de los dialectos mozárabes, extinguidos en el siglo XIII, y del ya mencionado maltés. Caso aparte ha sido el surgimiento de las lenguas judeoespañol, ladino o dzhudesmo, del judeoalemán o yiddish y de los extintos shuadit o judeoprovenzal, judeoportugués, judeoaragonés, zarfático o judeofrancés, judeocatalán, judeoitaliano, judeogriego y judeocheco o knaánico debido al asentamiento de judíos desde épocas tempranas en Europa.

En la actualidad, además de los procesos migratorios internos propios de Europa, tenemos el flujo de inmigrantes portadores de lenguas africanas, asiáticas y hasta amerindias. Tomemos como ejemplo a España, donde 9,68% de la población es de nacionalidad extranjera. De ellos, 34,5% proviene de Hispanoamérica, por lo que la lengua más hablada entre los no nacionales residentes en este país es la española. Sin embargo, otras lenguas alóctonas muy utilizadas como comunitarias y familiares son el árabe, de la familia de lenguas afroasiáticas, con predominio de la modalidad marroquí; el rifeño de la familia bereber; el fulani, yolofe, mandinga y soninké de la familia nigerino-congolesa; el wu, una de las principales lenguas chinas, o sea, de la familia sino-tibetana, y el quechua de las indoamericanas.

Hasta aquí hemos ofrecido la relación de las lenguas presentes en la Europa contemporánea. Ahora nos referiremos solamente a las lenguas propias de Europa y el nexo que guardan con nuestra lengua nacional, la modalidad cubana de la lengua española.    

¿Pero qué es el idioma español? Es una lengua románica derivada del latín vulgar llevado a Hispania, del fenicio *i-špʰanim ‘tierra de conejos’ [7], como prefirieron llamarla los invasores romanos en lugar de Iberia, denominación debida a los griegos y derivada de la del río Íber, actual Ebro. Durante el dominio romano, que duró desde el año 218 a.n.e., fecha del desembarco romano en Ampurias, hasta principios del siglo V, cuando se impusieron los visigodos en la península y sustituyeron a la autoridad de Roma, o sea casi siete siglos, el latín culto era aprendido como segunda lengua y utilizado por las personas más cultas, mientras que entre las grandes masas de la población se había impuesto una modalidad vulgar del latín, es decir popular, influida por las lenguas de los celtas, iberos y vascos nativos. Así, el latín hablado en aquel entonces fue dando origen a las variedades romances hispánicas, que recibirían tiempo después cierto influjo de las lenguas germánicas de los suevos, vándalos y visigodo, y de entre las que emergería la lengua española.

En el siglo VIII, la invasión musulmana de Hispania generó dos zonas bien diferenciadas: Al-Andalus,  topónimo creado por los árabes y derivado de la expresión bereber tamort uandalos ‘tierra de los vándalos’, nombre del pueblo germánico que ocupó la Bética romana entre el 409 y el 429, y que desde allí pasó al norte de África, y Dzhilikiya arabización del topónimo Galicia. En Al-Andalus, se habló el árabe culto por las personas letradas, y el vulgar por el grueso de las oleadas invasoras de árabes y bereberes. El influjo de la cultura musulmana fue tal, que dio origen a modalidades romances llamadas mozárabe, del árabe mustaʕrab ‘arabizado’. Pero en la zona en que se formaban los reinos cristianos poco después del inicio de la dominación musulmana, surgieron diversas variantes románicas.

Entre los siglos IX y XI, en una región histórica española de límites difusos y conocida como Castella o Castiella, cuyo significado es ‘tierra sembrada de castillos’ [8], se había gestado una forma de hablar que comenzó a ser conocida como castellano. Este medio de comunicación evolucionó en contacto con otros romances similares y por el aporte de las lenguas de invasores islámicos. Con el proceso de Reconquista, la lengua de Castilla se expandió por gran parte de la Península y devino idioma oficial del reino hispano debido a una disposición de Fernando III el Santo (1199-1252), rey de Castilla y León de 1217 a 1252, política lingüística apoyada por su hijo y sucesor, Alfonso X el Sabio (1221-1284). Este último, también mediante decreto real, estableció la obligación de traducir al castellano, y no al latín, toda la documentación existente en el reino. Los reyes que se sucedieron apuntalaron estas disposiciones, por lo que el idioma oficial de la cancillería comenzó a ser más conocido como español, del occitano espaignol, y este del latín medieval Hispaniolus ‘de Hispania’.

¿Y cómo esta lengua se impuso en Cuba y hasta devino soporte idiomático de nuestra cultura e identidad?

Tras la caída del último reino nazarí de Granada en 1492, los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón (1452-1526) e Isabel I de Castilla (1451-1501), tuvieron tiempo para escuchar y apoyar a un navegante genovés llamado Cristóbal Colón (1436/1451-1506). Colón sustentaba la posibilidad de hallar una nueva ruta marítima sin tener que bordear África y que permitiría el acceso a las Indias, nombre que en el siglo XIV se había popularizado en boca de marinos y comerciantes europeos dedicados a la exploración de Asia meridional con fines mercantiles, o sea, lo que hoy llamamos Subcontinente indio y Sudeste asiático.

Tras azarosa navegación a través del Mar de las Tinieblas, como llamaban los árabes al Atlántico, los tres navíos comandados por Colón finalmente arribaron el 12 de octubre de 1492 a la isla de Guanahaní, actual Watlings, bautizada por él como San Salvador por los motivos que ya conocemos. Durante los días que bordeó el archipiélago que posteriormente sería conocido como Bahamas, corrupción de bajamar, y más apropiadamente llamado Lucayas, nombre indígena, de luku ‘ser humano’ y cayo ‘islote’, creyó entender que más al sur había una gran tierra llamada Cuba. Influido por la lectura del libro del mercader y viajero veneciano Marco Polo, Il Milione, asoció el nombre indígena de nuestro país con el de Kublai Khan, el quinto y último gran khan del imperio mongol y primer emperador chino de la dinastía Yuan, supuesta confirmación de que había arribado a Asia. Pero para nuestra suerte, como los pobladores de estas islas eran mongoloides de piel más oscura que la de los asiáticos, pensó que había llegado a la India, por lo que los llamó “indios” y no cataios o cipangueses a partir de los nombres vigentes en aquel entonces y referidos a esos países: Catai [9] por China y Cipango [10], por Japón.

Finalmente llegó al archipiélago cubano la noche lluviosa del 27 de octubre, por lo que dejó para el otro día el desembarque. Cuando por primera vez puso pie en tierra cubana, tal fue la fastuosidad de su naturaleza, que pronunció la famosa frase que tanto hemos explotado con fines turísticos: “Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”, como registró en su Diario de navegación. Años después, en 1510, comenzó la conquista y colonización de Cuba por las huestes peninsulares procedentes de la vecina isla de La Española, como la llamara Colón en sustitución de su nombre aborigen, Haití. A pesar de los intentos de las autoridades españolas por imponer un nombre hispano a nuestro país, su nombre indígena, Cuba, que significa ‘tierra labrada, habitada’, a la larga se impuso.

En nuestro territorio la lengua española devino lengua oficial de la colonia, que contó con un fuerte movimiento migratorio fortalecedor de su vigencia, en el que predominaron los andaluces occidentales hasta la primera mitad del siglo XVII, siendo superados a partir de entonces hasta ya constituida la República a principios del siglo XX por la constante y numerosa migración procedente de las Islas Canarias. Por eso nuestra forma de hablar el español nos acerca más a las hablas meridionales de España que a las del centro y norte con nuestro seseo, yeísmo, trueque de ere por ele, el uso de ustedes por vosotros, y otros ejemplos más. En fin, nos apropiamos de la lengua española y la hicimos nuestra a través de un largo y sangriento período de mestizaje biológico y cultural, de transculturación, en el que intervinieron diversos componentes étnicos europeos, con predominio hispánico, así como indoamericanos, africanos y hasta asiáticos.

El idioma español llevado a tierras americanas a partir del siglo XVI trajo consigo las huellas del largo proceso evolutivo por el que pasó hasta ese momento. De ahí los helenismos escuela, democracia y economía; los iberismos perro, cencerro, pizarra; los celtismos camino, carro, andamio y los germanismos bigote, espía, espuela, entre muchos otros que continuamos utilizando hoy y que heredados a través del latín en Hispania. A esto se suman los numerosos arabismos como arroz, azúcar, álgebra, reflejo en la lengua de casi ocho siglos de dominación musulmana de la península, y los hebraísmos sábado, amén, querubín debidos a la traducción de la Biblia del griego antiguo al castellano. Pero, además, no debemos olvidar que a partir de finales del siglo XI se generalizó un proceso de asimilación o nivelación lingüística entre los dialectos románicos centrales de la península ibérica que generó el surgimiento de zonas lingüísticas bien definidas, como la galaico-portuguesa, la asturiano-leonesa, la castellana, la vasca, la catalana y la mozárabe, esta última constituida por una serie de variedades regionales hispanoárabes que se extinguieron tras la Reconquista. Muchos mozarabismos pasaron al español peninsular, del que se popularizaron de este lado del Atlántico unos cuantos, como chícharo, palmiche y verdolaga, por ejemplo.

Entre las lenguas habladas en la Iberia, el gallego dio origen a una excelente poesía lírica y satírica que predominó hasta el siglo XIV. Pero la incorporación de Galicia al reino de León y Castilla, donde imperaba el castellano como idioma oficial del reino, limitó considerablemente el uso del gallego. Por otra parte, al expandirse el gallego hacia el sur debido a la Reconquista, comenzó a diferenciarse en su mezcla con los dialectos mozárabes locales y dio origen a una nueva lengua, el portugués. Portugal, bajo el reinado de Alfonso I el Conquistador (1109-1185), logró independizarse del reino leonés en el año 1134 y varios decenios después Dionisio I (1265-1325) proclamó el portugués idioma oficial del Reino. En fin, la proximidad geográfica y el contacto comercial y de todo tipo entre estas regiones explican por qué tenemos en nuestra lengua galleguismos como morriña y sarpullido, algunos de ellos popularizados entre nosotros debido a la emigración de gallegos hacia Cuba a finales del siglo XIX, y portuguesismos como mejillón. cardumen y pantorrilla, entre otros, presentes en el habla de canarios y andaluces occidentales, ya que fue sumamente limitada la presencia portuguesa en nuestro suelo.

En cuanto al asturiano, se dificulta saber si es heredero directo del latín impuesto por los romanos en su colonización, o si en su génesis intervino también el habla romanceada y más culta de los que se refugiaron en esta región ante el avance de los musulmanes. Asturias muy pronto dejó de ser el centro de la monarquía leonesa debido al auge de Castilla y el desplazamiento de la corte hacia el sur de la Península, por lo que las hablas asturianas se redujeron a simples instrumentos de comunicación oral.

El reino de León, a su vez, fue el más extenso de la Reconquista y el más complejo de todos desde el punto de vista lingüístico, por tener al oriente a Castilla, foco innovador y gestor de importantes cambios idiomáticos, y al occidente a Galicia, arcaizante y conservadora. Aunque el leonés se habló en toda la extensión de este reino, con la excepción de Galicia, e incluso tuvo gran cultivo literario, a partir de la primera mitad del siglo XIV comenzó a ceder rápidamente espacio vital al castellano. Por ello, el español que heredamos de la Península trajo consigo algunos asturianismos como berrearse ‘molestarse, enfadarse’, escachar ‘aplastar, romper’, mecharse ‘trabajar arduamente’, y leonesismos como andancio ‘epidemia’, pararse o ponerse de pie y perendengue ‘adorno femenino de escaso valor’.

Del oriente ibérico tenemos las lenguas conocidas como vasco, navarro, aragonés y catalán. Del vasco o euskera, vía latín vulgar, han pasado al español varias voces, como chatarra, cencerro y mogote, como nombramos a las típicas elevaciones del pinareño Valle de Viñales. El navarro, idioma del reino de Pamplona o de Navarra, comenzó a castellanizarse desde el siglo XII, por lo que no heredamos ningún vocablo procedente del navarro. Hoy en Navarra se habla euskera y castellano, En cuanto al aragonés, a partir del siglo XV el castellano conquistó su dominio, por lo que desde el principio del XVI no se puede hablar de una lengua aragonesa, aunque de ella pasaron al español algunos aragonesismos como cambalache ‘trueque’ y trasmallo ‘arte de pesca formado por tres redes’.

Después del portugués y del gallego, el catalán es la lengua iberorrománica que más ha influido en el castellano. Ello se debió a la importancia de Cataluña, como uno de los reinos cristianos de mayor pujanza en la guerra contra los árabes y debido al gran desarrollo literario con que contó este idioma hasta el siglo XV. La boda de Fernando II de Aragón con Isabel I de Castilla en 1469 propició la tan necesaria fusión de ambos reinos diez años después en la lucha contra los musulmanes, pero también redujo el uso del catalán, aunque este dejó su huella en el nivel lexical del castellano con voces como correo, sastre, cantimplora y muchas más, a las que podemos añadir las heredadas del valenciano, como chuleta, entre otras.

Las lenguas transpirenaicas que más han influido en el español son las galorrománicas, representadas por el francés, francoprovenzal y el occitano. El francés fue la lengua romance que más contribuyó al enriquecimiento del fondo léxico del castellano, y en ello compite con el árabe. Su influjo sobre el español fue casi constante y desde épocas tempranas, incluso entre los siglos XIII y XIV la literatura francesa fue muy popular en España. Además, la corte española admiraba a su par francesa y la imitaba en todo. Con la asunción al trono de Felipe V en 1700, se impuso la dinastía francesa de los Borbones hasta 1808, por lo que el siglo XVIII representó la centuria de mayor influjo de la lengua y cultura de Francia en España y las colonias americanas. Por eso es que utilizamos tantos galicismos como avión, crema y goleta, y occitanismos como antorcha y balada.

Otra lengua europea de gran importancia para el enriquecimiento del fondo léxico de la española es el italiano. La ocupación de Italia por España durante casi dos siglos propició el influjo del italiano en el español, por lo que numerosísimos italianismos ya eran parte del español llevado a América en el siglo XVI, como ópera y escaramuza o combate breve y no decisivo. Este influjo no dejó de sentirse con el Renacimiento, cuya cuna fue Italia. En época más reciente otros italianismos se asentaron en la lengua española debido a los contactos con ese país y a su cultura Cuba, como pizza, canelones, dolce vita, travesti y hasta el cubanismo équelecuá, alteración del italiano eccolo quá ‘eso mismo’.

Las lenguas germánicas también dejaron su huella en el español, como es el caso de los germanismos históricos aportados por los francos y visigodos, como jabón, sopa y yelmo, a lo que se suma una serie de voces procedentes del alemán contemporáneo, como cabaret y búnker. Del neerlandés, a través del francés, nos llegaron vocablos como berbiquí y chalupa. Del danés, vía inglés, tenemos kril ‘alevín, pez pequeño’, y a través del francés rorcual ‘especie de ballena’. Del sueco proceden tungsteno ‘tipo de metal’ y varenga ‘costado de un buque’. Por cierto, en nuestro país tenemos dos topónimos que hacen alusión a la presencia sueca en Cuba: Pico Suecia, la segunda montaña de mayor elevación en el país, en la Sierra Maestra, a un kilómetro al este sureste del Pico Turquino, en el municipio de Guamá, y Punta Suecia, en la costa sur de la isla de Cuba, en la ensenada de Majana, en el Golfo de Batabanó, provincia de Artemisa. Además, la expresión “hacerse el sueco” significa hacerse el desentendido.

Indudablemente, la lengua germánica de mayor influjo en el español panhispánico, o sea, el hablado actualmente en ambas orillas del Atlántico, es el inglés, en estos momentos la lengua internacional por excelencia y predominante en el léxico relacionado con la ciencia, la tecnología y el deporte. Pero aquí solamente nos detendremos en recordar que a partir de la ocupación británica de La Habana por once meses, hasta mediados de 1763, cuando aún nos sentíamos más españoles que cubanos, se popularizaron expresiones tomadas de la jerga de los negreros ingleses como luku-luku ‘mirar’, de to look, tifi-tifi, ‘ladrón’, de to thieve, algunas de las cuales trascendieron en parte hasta el presente, así como otras utilizadas con cierto matiz despectivo: trabajar para el inglés ‘trabajar sin remuneración’ y cortarse con vidrio inglés ‘poner los pies sobre alguna materia excrementicia de algún animal’.

Las lenguas eslavas no aportaron tanto a la española debido a los pocos contactos comerciales y de todo tipo que tuvo el reino hispano con la Europa centro-oriental. No obstante, algunas palabras de diversa procedencia eslava echaron raíces en nuestra lengua. Tal es el caso de rusismos como duma ‘asamblea legislativa de Rusia’, zar ‘título que se daba al emperador ruso’, y más recientemente sputnik ‘satélite’, glasnost ‘transparencia’ y perestroika ‘reconstrucción’. Del polaco tenemos mazurka, originalmente un baile de salón de la corte real, convertido con el tiempo en una danza popular, y del croata corbata, complemento de la camisa, que consiste en una tira alrededor del cuello que deja caer sus extremos con fines estéticos y para cubrir los botones de la camisa. Su nombre procede del italiano cravatta, derivado de croata¸ ya que los jinetes del ejército croata en el siglo XVII usaban pañuelos de color negro atados alrededor del cuello. De Bohemia nos llegaron tres voces de origen checo: calesa, de kolesa a través del francés, como llamamos al carruaje de dos ruedas tirado por un caballo; pistola, del alemán Pistole, y este del checo pišt’al ‘canutillo, flautilla’; y robot, del inglés robot y este del checo rabota ‘trabajo forzado’, máquina o ingenio electrónico programable y capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas solo a personas. Esta última palabra se debe al famoso escritor Karel Čapek (1890-1938), quien la utilizó en su obra teatral de ciencia ficción Rossumovi univerzalní roboti, escrita en 1920, estrenada en Praga en 1921 y en 1922 en Nueva York con el título en inglés de Rossum’s Universal Robots. Por cierto, a este autor se debe una novela, El bólido, cuya trama se desarrolla en la Cuba de los años treinta del siglo pasado, no traducida al español y totalmente desconocida entre nosotros.

De las lenguas uraloaltaicas, heredamos del lapón, a través del inglés o del francés, la palabra morsa, especie de mamífero pinnípedo semiacuático de gran tamaño, que habita en los mares árticos, y del finés sauna, baño de vapor o sudoración que se realiza en un recinto a muy alta temperatura. A estas lenguas se suma el húngaro con las palabras czara o zarda, nombre de un baile, sable, arma blanca curva habitualmente utilizada en caballería, y el nombre de una tarta de origen húngaro que conocida por el apellido de su inventor en 1884, el pastelero Jozsef C. Dobos. Por último, del turco tenemos varias voces, como odalisca ‘concubina’, yogur ‘variedad de leche fermentada’ y zapato ‘calzado que no pasa del tobillo’, así como la expresión cabeza de turco ‘persona a la que se echan todas las culpas’. Por cierto, los turcos utilizan una variante de sauna húmeda popularmente conocida como baño turco.

Pero no debemos olvidar que a través de las lenguas europeas pasaron al español panhispánico numerosas palabras procedentes de lenguas asiáticas como el chino mandarín, japonés, hindi, marati y otras en el pasado y en el presente, como té, biombo, katana, caqui, avatar, parchís, piyama, karaoke, catamarán. Este aspecto de las lenguas europeas como puente entre Asia y Europa también merecería otra conferencia, pero para eso no nos alcanza el tiempo.

A pesar del tiempo transcurrido, la lengua española y las culturas de España continúan siendo hoy el componente más importante y perceptible de nuestro condimentado ajiaco cubano [11], en el que están insertados fundamentos de otras culturas europeas y no europeas. Pero no somos españoles y mucho menos europeos debido a ese terrible, cruento y a la vez contradictoriamente maravilloso proceso de mestizaje biológico y cultural ocurrido en nuestro suelo, en el que están presentes los legados europeo, amerindio, subsahariano y asiático. Esto ya se aprecia a finales del siglo XVIII en las Memorias de Pedro Espínola y José María Peñalver, dos frailes cubanos, los primeros en describir los “defectos de pronunciación y escritura de nuestro idioma y medios de corregirlos” y la necesidad de elaborar un “diccionario provincial de la Isla de Cuba” debido a que ya había una forma de hablar el español en nuestro archipiélago que dificultaba la comunicación con la metrópoli. Ambas Memorias evidencian el surgimiento y desarrollo de la modalidad cubana de la lengua española, con el tiempo devenida soporte idiomático de nuestra cultura e identidad, función que ejerce plenamente hasta nuestros días.

 

Notas

* Conferencia Magistral del III Coloquio Presencias europeas en Cuba, en 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Cf. Robert B. Marks: Los orígenes del mundo moderno, Crítica, Madrid, 2007.

[2] La República de Armenia, es un país del Cáucaso meridional que comparte frontera al oeste con Turquía, al norte con Georgia, al este con Azerbaiyán y al sur con Irán y la República Autónoma de Najicheván de Azerbaiyán.

[3] Georgia precisamente está en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental.

[4] Turquía se encuentra ubicada en Asia y Europa. Se extiende por toda la península de Anatolia y Tracia en la zona de los Balcanes.

[5] La mayor parte del territorio kazajo está situado en Asia Central, y una menor (al oeste del río Ural) en Europa.

[6] La República de Azerbaiyán está localizada entre Asia Occidental y Europa Oriental y tiene fronteras con Armenia y Turquía, entre otros países.

[7] La palabra spʰ(a) n podría significar ‘conejo’, ya que el término fenicio *i-špʰanim literalmente significaría: ‘de damanes’ (špʰanim es la forma plural de šapʰán, ‘damán’, Hyrax syriacus), que fue cómo los fenicios decidieron, a falta de un vocablo mejor, denominar al conejo Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. La primera mención a Hispania en textos romanos data del año 200 a.n.e. y se debe al poeta latino de origen griego Quinto Ennio (239-169 a.n.e.). Cf. Artola, Miguel: Enciclopedia de historia de España. Diccionario temático, t. I-VI, Alianza Editorial, Madrid, 1995.

[8] Castella es plural de castellum, que en tiempos visigóticos significaba ‘pequeño campamento militar’. En mozárabe el equivalente era castil, ‘casita de campo’.

[9] Catay es el nombre que recogió Marco Polo para referirse a la región que comprendía los territorios chinos cercanos a los ríos Yangtsé y Amarillo. El topónimo deriva del nombre de los kitán, grupo étnico proto-mongol que dominó gran parte de Manchuria. En búlgaro y ruso se preserva este nombre: Китай (kitay), así como en esloveno (Kitajsha). También se utilizó en inglés (Cathay), en italiano y portugués (Catai) y en español arcaico Catay. Actualmente es considerado como un nombre arcaico y literario de China.

[10] Cipango o Zipango es el antiguo nombre utilizado por los europeos y chinos para referirse a Japón en la Edad Media, nombre derivado del japonés a través de su adaptación al antiguo chino mandarín: jap. Nippon > ant. chino mand. Rìběn-guó [ʐɪb̥̥ən g̥wo] > leng. europ. Zipango.

[11] El ajiaco es uno de los platos preferidos de la cocina cubana. El vocablo fue documentado por primera vez en el “Vocabulario de las voces provinciales de América”, que forma parte del Diccionario geográfico de las Indias Occidentales o América (1786-1789), del bibliógrafo ecuatoriano Antonio de Alcedo. En cuanto a Cuba, se recogió en el diccionario de Pichardo y Tapia (Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, 1875, p. 42): “Comida compuesta de carne de cerdo, o de vaca, tasajo, pedazos de plátano, yuca, calabazas &c con mucho caldo, cargado de zumo de limón y Ají picante. Es el equivalente de la olla Española: pero acompañado de Casabe y nunca de pan; su uso es casi general, mayormente en Tierradentro, aunque se escusa en mesas de alguna etiqueta”. Además, añadió que: “Metafóricamente cualquier cosa revuelta de muchas diferencias confundidas”. De ahí que su uso metafórico sirviera de base a Fernando Ortiz para tomarlo como afortunado y acertado símil del proceso de formación del etnos cubano, de la cultura cubana, en conferencia impartida el 28 de noviembre de 1939 en la Universidad de La Habana a estudiantes de la fraternidad Iota-Eta. Debido a su importancia y repercusión, meses después, en 1940, esta conferencia fue publicada por la Revista Bimestre Cubana con el título de “Los factores humanos de la cubanidad”, reeditada como separata por la imprenta habanera Molina y Cía. en ese mismo.

Sergio Valdés Bernal: Doctor en Ciencias con especialidad en Hispanística y Romanística. Destacado lingüista cuya obra extensa y profunda se corresponde de manera muy honrosa con la alta tradición de los estudios filológicos en Cuba. Ha sido autor de varios libros, entre los que destacan Indoamericanismos no aruacos en el español de Cuba; La evolución de los indoamericanismos en el español hablado en Cuba; Las lenguas del África subsaharana y el español de Cuba; Las lenguas indígenas de América y el español de Cuba; Antropología lingüística; y La hispanización de América y la americanización de la lengua española. Fungió además como consultor científico del Atlas de instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba (1997), redactor literario del Atlas etnográfico de Cuba (2000) y como miembro de la dirección colegiada de la etapa final de recopilación de información para el Atlas lingüístico de Cuba (2013), cuyos resultados preliminares se dieron a conocer en el libro Visión geolectal de Cuba (2007), del cual fue coautor. Es investigador titular del Instituto Cubano de Antropología del CITMA y desde 1987 se desempeña como Profesor Titular de la Universidad de La Habana. Desde 1995 es académico de número de la Academia Cubana de la Lengua. Es también socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la Cátedra de Antropología de la Universidad de La Habana y de la Fundación Fernando Ortiz. Además, es miembro del Consejo Asesor de la Editorial de Ciencias Sociales y miembro del Consejo Científico de la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural. En 2018 le fue conferido el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas y en 1996 la Distinción por la Cultura Nacional.

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Bartolomé Masó

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Septiembre es un mes para rememorar en la Isla porque en 1895 Bartolomé Masó y Márquez (1830-1907) fue proclamado vicepresidente de la República de Cuba en la Asamblea Constituyente de Jimaguayú y, dos años después, presidente en la Asamblea de la Yaya.

Bartolomé Masó fue uno de los hombres del levantamiento del 10 de octubre en Demajagua, un veterano de las tres guerras independistas y quien proclamó el grito de “la independencia o la muerte”, al estallar la guerra de 1895, junto con José Martí en el combate.

En pleno proceso guerrillero compuso un himno que no ha trascendido a lo largo de los años, pero que manifiesta las ansias de una Cuba independiente. Titulado “Resurrección”, el himno de Masó expresaba: “Cuba libre es la frase sonora / que resuena en los campos doquier / Cuba libre será desde ahora / Cuba libre por fin ha de ser […]”

Masó fue un opositor a viva voz de la Enmienda Platt y constituyó la primera autoridad de la República en los momentos de la intervención militar norteamericana.

Martí, luego de estrechar relaciones con él, escribió: “un hombre en quien veo la abnegación y la república de nuestros primeros padres, y la energía moral que cerró paso a las debilidades”.

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La Segunda Guerra Mundial

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La Segunda Guerra Mundial, inició y concluyó en septiembre, entre los años 1939 y 1945.

La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto global militar en la que estuvieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, agrupadas en dos alianzas militares enfrentadas: los Aliados de la Segunda Guerra Mundial y las Potencias del Eje. Las causas de su estallido se debieron a la invasión alemana a Polonia, en Occidente; y en el Oriente, a la invasión japonesa de China con las colonias británicas, neerlandesas y posteriormente el ataque a Pearl Harbor.

Está considerada la guerra más cruel y mortífera de la historia con un resultado de entre 50 y 70 millones de víctimas, lo que representa el 2,5% de la población mundial. Entre los sucesos de mayor repercusión estuvieron los bombardeos intensivos sobre ciudades, la muerte masiva de civiles, el Holocausto y el uso, por primera y única vez, de armas nucleares en un conflicto militar.

La guerra culminó con una victoria total de los Aliados sobre el Eje, en 1945. No obstante, la Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones políticas y la estructura social del mundo. Luego de finalizada, se fundó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos bélicos.

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Impacto cultural de arquitectos europeos en la Cuba de los años sesenta

queta original del peculiar proyecto de los arquitectos italianos Vittorio Garatti y Sergio Baroni para el Pabellón de Cuba en la Exposición Mundial de Montreal en 1967

Alfonso Alfonso González y Mabel Matamoros Tuma

Septiembre 4, 2020

 

En los años sesenta se desarrolló un período de activa renovación cultural en Cuba. La confluencia de variadas expresiones culturales, la expansión de acciones educativas en los diversos niveles, la incentivación y fomento de la ciencia, la creación de nuevas universidades, centros de educación artística y literaria, instalaciones para la ciencia, instituciones de promoción artístico-cultural y otros hechos, estimularon intercambios en disímiles ámbitos, incentivaron debates y promovieron iniciativas creativas diversas.

En cuanto al proceso de enseñanza de la arquitectura, se produjo una visible revitalización que repercutió en la calidad de los egresados. Tanto profesores como estudiantes obtuvieron premios en diversos concursos nacionales e internacionales que fueron convocados en el período.

Esos años propicios para la renovación del contexto sociocultural cubano, -incluyendo la educación, la arquitectura y el urbanismo-, atrajo a intelectuales, científicos, profesores y artistas diversos.

Numerosos extranjeros de varios países de América Latina y Europa -a partir de gestiones de los arquitectos Osmundo Machado y Arquímides Poveda-, llegaron para trabajar como profesores durante ese período en la Escuela de Arquitectura habanera y simultáneamente como proyectistas.

 

Profesores extranjeros de países diversos que se incorporaron a la enseñanza universitaria en la escuela de arquitectura de La Habana en la década de 1960

Alfredo Abregú, Raúl Pajoni, Mario Rosenthal, Roberto Segre Prando, Alejo Cesis Mestre, Francisco Celis Mestre, Rafael Serra Trillo, Javier Lisímaco Gutiérrez, Eduardo Rozas Aristy, José Carlos Ortecho, Isidoro Isaac Freidenreich, Hanus Woyzhejowski, Eduardo Escenarro San Vicente, Joaquín Rallo Romero, Roberto Gottardi, Sergio Baroni, Vittorio Garatti.

 

Los arquitectos que llegaron de Europa, en particular, Joaquín Rallo Romero, Roberto Gottardi, Sergio Baroni y Vittorio Garatti, se asentaron en el país, crearon familia, tuvieron hijos y se consagraron al trabajo docente y profesional.La presencia en Cuba de ese grupo de europeos tuvo una vigorosa influencia en la cultura arquitectónica, que se reflejó en la elevación de la calidad de la enseñanza, y en obras de un alto nivel de diseño. La indiscutible calidad, trascendencia y vigencia actual de su contribución en los campos de la enseñanza, la teoría, y el diseño arquitectónico, sobresalió con respecto a la de otros grupos de colaboradores extranjeros de la época.

Joaquín Rallo, de origen español, llegó a Cuba en 1961 con 34 años, y su principal contribución se centró en la renovación y transformación de la enseñanza de la arquitectura, con aportes de nuevas teorías y conocimientos. Con un Máster en Arquitectura cursado en la Universidad de Yale con Louis Kahn, tenía un dominio profundo de múltiples temas del diseño, y era poseedor de una visión analítico-científica sobre la arquitectura, lo que le permitió introducir, ampliar y perfeccionar variados contenidos de la docencia.

En años en los que se debatía en el ámbito internacional acerca de los aspectos metodológicos de la arquitectura, Joaquín Rallo implementó una metodología de proyecto muy avanzada para esa época, cuya aplicación en la Escuela de Arquitectura se extendió al resto de las asignaturas de la disciplina docente, la cual, con un enfoque marxista, partía del análisis previo de cinco aspectos concurrentes: conceptual, ecológico, funcional, técnico-constructivo y expresivo; que se integraban en la fase de síntesis del proyecto.

Tuvo a su cargo asignaturas como Fundamentos del Diseño, Fundamentos de la Arquitectura y Plástica, las que introdujo en el primer año. Fundamentos de la Arquitectura ofrecía los antecedentes y procesos evolutivos de la arquitectura moderna, mientras que en la de Plástica se desarrollaban ejercicios cortos diversos en los talleres de diseño para estimular la composición creativa, pero sin limitarse solo a aspectos formales. Para esta última, se convocó la colaboración de prominentes artistas plásticos de la época, como Raúl Martínez, Tomás Oliva, Guido Llinás, Antonia Eiriz, Hugo Consuegra y Loló Soldevilla, lo que resultaba un hecho insólito hasta ese momento.

Organizó e implementó la enseñanza de los enfoques bioclimáticos de la arquitectura para contextos cálido-húmedos propios de ámbitos tropicales. Elaboró las gráficas y los procedimientos para determinar el asoleamiento de los volúmenes y espacios habitables para las coordenadas de La Habana, y determinar el diseño de elementos externos de protección solar.

Como diseñador, elaboró para el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos varias exposiciones que fueron ampliamente divulgadas en numerosos países del mundo. El proyecto de refuncionalización y remodelación que realizó con la colaboración de Roberto Gottardi, logró transformar para un Centro de Cultura, a la antigua Funeraria Caballero en M y 23, en El Vedado, lo que tuvo un excepcional impacto por la calidad lograda y por el novedoso tratamiento del color y la iluminación artificial utilizada.

Proyectó para el Sector de la Construcción en Jagüey Grande, Matanzas, la Plaza de la Victoria, un peculiar anfiteatro que ocupaba los lotes opuestos de una calle pre-existente en el lugar. Actualmente, por la elevada calidad de diseño, significativa creatividad y fuerza expresiva se ha reconocido su relevancia y atendiendo a su trascendencia arquitectónica, se ha propuesto como monumento local.

Al fallecer tempranamente en La Habana, en abril de 1969, había logrado cohesionar a numerosos docentes de la Escuela de Arquitectura e incorporado un enfoque metodológico con fundamentos científicos, para elaborar los proyectos. Sus aportes aun hoy tienen vigencia en diversos campos de la enseñanza del diseño.

Roberto Gottardi nació en Venecia en 1927 y graduado de arquitecto en 1952 llega a Cuba en 1960 procedente de Venezuela. Ya en la Isla, fascinado por el ambiente creativo que encontró, se incorporó a trabajar con Rallo como profesor en la Escuela de Arquitectura, y simultáneamente se dedicó a la elaboración del proyecto de la Escuela de Teatro de las Escuelas Nacionales de Arte (1961-65), a la que le imprimió su propia personalidad expresiva. La experiencia de espacios angostos derivados de la formación perceptiva en los ámbitos de su ciudad de origen la reflejó en la totalidad de sus proyectos, de forma magnífica, en el peculiar diseño espacial de la obra.

Con posterioridad, Gottardi realizó varias propuestas de diseño dirigidas al completamiento de la Escuela de Teatro y en las más recientes realizadas, (2011, 2013, 2014), desplegó una notable libertad imaginativa acompañada de un diseño de interiores de muy buen gusto y exquisitez, cuya incuestionable excelencia ratificaba su maestría creativa aun en su edad madura.

Trabajó en proyectos diversos durante esa década, pero no todos lograron ser construidos. Entre los que llegaron a término se encuentran en esa época: la pizzería “Maravilla” del Cerro (1966-68), y el Puesto de Mando Nacional de la Agricultura, iniciado en 1967, otra obra de relevante calidad. En 1967 colabora con el profesor Rallo (1967) en la transformación de la Funeraria Caballero de 23 y M en El Vedado, particularmente en su sala de música.

Su filosofía arquitectónica él mismo la definió como del “todo-posible”, aunque la mayoría de sus obras quedaron inconclusas o en el papel. También incursionó en el diseño de escenografías, tema de su predilección. Le fue conferido el Premio Nacional de Vida y Obra en Arquitectura en 2016.

Como profesor de la Escuela de Arquitectura participó inicialmente en las asignaturas de Fundamentos de la Arquitectura y Plástica, introducidas por el Joaquín Rallo, y posteriormente en Diseño Básico y Proyectos Arquitectónicos. Aunque era algo introvertido por no tener una expresión oral fluida en español, sin embargo, resultaba muy creativo en sus clases, las que abordaba con total libertad didáctica, y a las cuales frecuentemente invitaba artistas, o les introducía efectos sonoros, lumínicos, cromáticos, en dependencia del tema que enseñaba. 

Vittorio Garatti también italiano, viaja a Cuba en la misma fecha que Gottardi desde Venezuela e integra el equipo de proyecto de las Escuelas Nacionales de Arte. Particularmente, se ocupó de las Escuelas de Música y de Ballet, esta última ubicada lamentablemente en una zona inundable que posteriormente inutilizaría su uso y aceleraría su deterioro.

Demostró ser un proyectista de calidad excepcional, no sólo por sus obras de las Escuelas de Arte, por las que adquirió celebridad, sino por el resto de los proyectos arquitectónicos que elaboró. En 1964 preparó con la colaboración de Eduardo Escenarro San Vicente el proyecto del Instituto para la Formación de Técnicos Agrícolas, en Güines. En 1965 participó en el Concurso Nacional “Vivienda por Medios propios”, en el que sus viviendas en tiras obtuvieron una mención con un ingenioso sistema constructivo con tejas onduladas comunes. Posteriormente, con la colaboración de su compatriota Sergio Baroni, y de Hugo D’Acosta, participó en el Concurso para el proyecto del Pabellón de Cuba a la EXPO’67 de Montreal y obtuvo el Primer Premio. Esta obra ha sido considerada relevante por sus atrevidos criterios formales y arquitectónicos. Las cualidades termo-ambientales del proyecto fueron estudiadas en el laboratorio bioclimático de la Escuela de Arquitectura por Joaquín Rallo y un grupo de alumnos. Años más tarde Garatti laboró en el instituto de Planificación Física hasta su salida de Cuba.

Sergio Baroni nació en Italia en abril de 1930. Formado en Milán, a su llegada a Cuba en 1961 se involucró en la actividad docente con el resto de sus compatriotas, participando en las asignaturas creadas por Joaquín Rallo y posteriormente, en Diseño Básico, a lo que se incluye la formación de nuevos especialistas de Planificación Física. Simultáneamente desarrollaba su actividad profesional principal en el Instituto de Planificación Física, del cual fue fundador, y donde desplegó una amplia y significativa actividad en diversos campos.

En la etapa de los años 60 se destacan los estudios que realizó sobre la organización territorial de la producción agropecuaria estatal (1964), los estudios de compatibilización territorial agroindustrial de la producción azucarera (1965-66), y el inicio de los estudios sobre la división político-administrativa del país (realizado a partir de 1964).

Contribuyó al desarrollo en la carrera de arquitectura del campo del urbanismo y la planificación territorial, y a la apertura de una nueva carrera de Planificación Física que se abrió en esos años, en donde se combinaban sus contenidos con los del ciclo básico y básico-específico de la de arquitectura.

Sergio Baroni fue un calificado urbanista, profesor titular consultante de la Facultad de Arquitectura de La Habana, Doctor en Ciencias Técnicas desde 1982, y Miembro Permanente del Consejo Científico y de la Comisión de Carrera de la Facultad de Arquitectura. Fue un activista incansable con criterios progresistas a favor del desarrollo de la cultura urbana y arquitectónica.

Conclusiones

En los años de la década de los 60, unas oleadas de extranjeros arribaron a contribuir y aportar en un ámbito sociocultural de activa renovación. Entre ellos, los arquitectos europeos marcaron la presencia más exitosa, obteniendo resultados relevantes en la enseñanza y la arquitectura. Actuaron en la docencia universitaria como un grupo coherente, renovador, desarrollista, y simultáneamente. Se relacionaron en Cuba con la intelectualidad, con los artistas, con los estudiantes, con la población. Sus relevantes resultados en la década de los años 60 constituyeron una referencia estimulante para la cultura del país; aunque ello les generó durante años, inconvenientes, obstáculos y persecución por parte de quienes tenían el propósito de introducir en la práctica arquitectónica de la época un enfoque pragmático, que despojara de sus cualidades artísticas a la arquitectura e invisibilizara a los autores. Por fortuna, la inteligencia y la sensatez finalmente se impusieron.  Aún se requieren nuevas investigaciones sobre obras poco conocidas de estos europeos en Cuba, que, salvo las Escuelas Nacionales de Arte, han sido escasamente divulgadas.

Todavía hoy los admiramos como grupo y como individuos por sus logros trascendentes en la enseñanza, de la arquitectura y el urbanismo, y agradecemos su amistad consecuente. Demostraron conocimiento, talento, virtuosismo, dedicación, razones suficientes para considerarlos merecidamente como verdaderos maestros.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Alfonso Alfonso González: Doctor. Arquitecto. Profesor Titular y Consultante del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. Miembro del Comité Académico y profesor de la Maestría en Preservación y Gestión del Patrimonio Cultural. Miembro del Tribunal Nacional de Grados Científicos de Arquitectura. Profesor Invitado en varias universidades de América Latina. Autor de varios libros y numerosos artículos. Ha obtenido diversos premios en concursos de arquitectura y en investigación científica.

Mabel Matamoros Tuma: Doctora. Arquitecta. Profesora Titular de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría. Directora de la Revista Arquitectura y Urbanismo. Miembro del Tribunal Nacional de Grados Científicos de Arquitectura. También es Miembro del Comité Académico y profesora del Programa Nacional de Doctorado Curricular de Arquitectura y de la Maestría en Vivienda Social. Autora de varios libros y numerosos artículos sobre arquitectura. Ha sido invitada a impartir conferencias de arquitectura en varios países.

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La Habana y Barcelona

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Entre La Habana y Barcelona existen numerosas historias que las vinculan entre sí. Las dos fueron importantes plazas/fuertes, ciudades portuarias y emporios económicos de la monarquía hispánica. Entre 1870 y 1930 se convirtieron en urbes capitales.

En los siglos XVIII y XIX, ambas tuvieron un crecimiento urbano notable. Barcelona se consolidó como la capital industrial de Cataluña; y La Habana fue el puerto y centro de la revolución azucarera de la Isla, con una importante industria de tabaco.

Una y otra fueron ciudades amuralladas. No obstante, la demolición de este sistema defensivo, construido por la monarquía en siglos anteriores, fue necesario.

La oleada migratoria de catalanes hacia La Habana se concentró sobre todo en las calles Mercaderes, Obispo y Obra Pía, dedicados al comercio, la industria, la banca, la droguería, la farmacia o la fotografía.

Algunos de los establecimientos fundados por catalanes fueron el bar-restaurante El Floridita (1817), conocido como la Cuna del Daiquirí; la Fábrica de tabacos y cigarros Partagás (1845); la farmacia y droguería La Reunión “Droguería Sarrá” (1853); el Teatro Payret (1876); la Lonja del Comercio (1908); la Ermita de Monserrat o de los catalanes; y el Edificio Bacardí (1930), joya de la arquitectura de estilo Art Decó en La Habana, en el que azulejo aparece como elemento decorativo, influencia del modernismo catalán.

A la Isla también llegaron importantes personalidades de Barcelona. Entre ellos Francisco Prat Puig, autor de la emblemática obra “El pre barroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca”, libro en el que expone la huella morisca en la arquitectura cubana. Otros fueron Miguel Ballester, quien introdujo e instaló el primer trapiche de caña de azúcar en la Isla; y José Gelabert, quien sembró las primeras plantaciones de café en la zona de Guanajay.

Los vínculos económicos, sociales y culturales que han marcado la historia de La Habana y Barcelona pueden profundizarse en la sala Arquitectura y urbanismo de nuestro centro, donde se proyecta el documental “La Habana y Barcelona. Historia de dos ciudades (1779-1936)”, realizado entre el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) y la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, como parte de un proyecto de cooperación internacional promovido por el Ayuntamiento de Barcelona y la OHC.

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El Art Nouveau en La Habana

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La Habana es la única ciudad de América Latina inscrita en la Red Art Nouveau, institución internacional encargada de la documentación, investigación y protección del patrimonio Art Nouveau mundial. La exposición Naturalezas del Art Nouveau, sita en nuestro centro y organizada por dicha Red, expone una mirada cruzada entre La Habana y varias regiones europeas para reflexionar sobre los orígenes y características de un movimiento que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX en Europa. Se produjo simultáneamente en varias ciudades del continente, con una nomenclatura diferente en cada región: Art Nouveau en Francia, Secesión en Viena y Modernismo en Barcelona.

Nació inspirado en la naturaleza y en algunos descubrimientos de finales del siglo XIX como la invención del microscopio, los avances de la fotografía y la observación científica de las formas naturales.

El más grande genio de este movimiento fue el catalán Antonio Gaudí, quien rompió esquemas en la concepción de la arquitectura al proponer con sus obras un diálogo con la naturaleza tan prolífero como inusual.

A la Isla llegó de la mano de los emigrantes españoles, y se extendió durante los años 1904 y 1915, aproximadamente. El Art Nouveau en el país se propagó sobre todo a partir de la aplicación de elementos decorativos sobre las fachadas, en el mobiliario, la vidriería, la carpintería, en el diseño de lámparas, vitrales y la herrería.

Algunos edificios destacados son el Palacio Cueto, en la Plaza Vieja, construido por el maestro de obras Arturo Marqués. Los Jardines de La Tropical están considerados un paradigma de la arquitectura paisajista modernista. Fue construido por encargo de la familia Herrera, dueños de la fábrica cervecera La Tropical. Su maestro de obra fue Ramón Magriñá. Otros ejemplos son la Casa de los Pelícanos, en La Habana Vieja; y el Cetro de Oro, en la calle Reina, en Centro Habana.

La huella estética del Art Nouveau es hoy visible en diferentes partes de la Isla, traducida en una relación armónica entre la arquitectura y el arte. El Historiador de la ciudad de La Habana, Dr. Eusebio Leal Spengler, en ocasión de la apertura de la exposición Naturalezas del Art Nouveau, en 2015, expresó: “En un mundo en el que hemos luchado tanto por la igualdad, hay que luchar también por la singularidad, y dentro de la ciudad el Art Nouveau es también una gran singularidad”.