dest George Rouma

George Rouma y su contribución a las relaciones comerciales cubano belgas (1922-1957)

George Rouma

Servando Valdés Sánchez

Noviembre 13, 2020

 

George Rouma, notable pedagogo belga, es reconocido mundialmente por sus aportes a la Educación. Prestó servicios como Director General de Enseñanza de Bolivia y, desde 1918, fue asesor y consultor de la secretaría de Instrucción Pública en Cuba, realizando al año siguiente, el primer estudio de importancia del crecimiento de los niños en la Isla, publicado con el título El desarrollo físico del escolar cubano. Hasta hoy, sin embargo, se desconoce el rol que desempeñó en el fomento de las relaciones comerciales de su país con la Mayor de las Antillas. Divulgar esa perspectiva, caracterizar el escenario en que se desenvolvió y analizar los logros y limitaciones del proceso bilateral, son los objetivos fundamentales del presente trabajo.

La primera Misión Rouma

El 25 de abril de 1921 el Encargado de Negocios de Cuba en Bélgica, Rafael de la Torre, despachó un amplio informe al secretario de Estado, Pablo Desvernine, donde le relataba los pormenores de una reunión que había tenido lugar el día 19, en el local de la Sociedad de Industriales belgas de Bruselas, a la que acudieron Henri Jaspar, Ministro de Asuntos Extranjeros; Pierre Forthommke, Director General de Política y Gobierno; el Barón Gillaume; jefe del Gabinete del Ministerio de Asuntos Extranjeros, Jules Carlier, Presidente del Comité Central Industrial de Bélgica y George Rouma.

El propósito de la reunión era analizar la conveniencia de enviar una misión comercial a la América Latina. Tanto Jaspar como Carlier coincidieron en la necesidad de buscar nuevos mercados para la industria belga, cuyas exportaciones hasta entonces solo se concentraban principalmente en Francia, Inglaterra, Alemania y los Países Bajos y frecuentemente se veían afectadas por contracciones de esos mercados o por los altos impuestos aduanales.

A continuación, Rouma habló de sus experiencias y observaciones en América Latina y de sus riquezas, aconsejando, con gran interés, el envío de la misión comercial. La reunión concluyó con el acuerdo de nombrar de inmediato la referida misión. 

Posteriormente, el 25 de mayo, Rouma pronunció una última conferencia en la que realizó un estudio mucho más profundo de la situación de la industria de su país y de las perspectivas de su expansión hacia Latinoamérica. Al referirse a los desafíos que tendrían por delante expresó:

La cuestión de salidas para nuestra industria domina toda la vida futura de nuestro país. Es una cuestión seria, pues nuestros competidores están formidablemente organizados y, por otro lado, aunque nos encontramos de manera especial a la altura en lo tocante a producción, no lo estamos en lo concerniente a la colocación de nuestros productos, y en lo relacionado con la conquista de lejanos mercados, tenemos casi todo que aprender. [1]

También se refirió a las posibilidades que ofrecía el mercado y la industria belgas recuperadas de los destrozos de la guerra, de la exclusiva situación geográfica del territorio en Europa, su carbón sus redes ferroviarias, sus canales y su animado puerto de Amberes.

Luego convocaría a aprovechar las oportunidades que se abrían en la región:

El mundo latinoamericano (…) es un campo maravilloso para realizar en él este primer ensayo, el que es de esperarse, será seguido por otros numerosos consecutivamente. Echemos una mirada a ese mundo hacia el cual se dirigen las miras de todas las naciones exportadoras del universo. [2]

Finalmente habló de las particularidades socioeconómicas de cada país y al referirse a Cuba destacó la importancia del puerto de la Habana, a la entrada del Golfo de México, de la dinámica del comercio exterior cubano y las excelencias de la caña de azúcar. 

Rouma había sido testigo de las simpatías que despertó en Cuba la agredida Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Después del armisticio visitó una fábrica de tabaco en La Habana y fue sorprendido por la voz del lector de tabaquería y el aplauso de todos los trabajadores, que abandonaron momentáneamente sus labores para congratular a “un hijo del heroico país europeo”. En un recorrido por algunas escuelas observaría, también profundamente emocionado, las paredes engalanadas con banderas de Cuba y su país.

Como parte de la reducida colonia belga seria invitado a la ceremonia de la inauguración de la Avenida de Bélgica en la Habana. Tenía, por tanto, un conocimiento de la realidad cubana y de su idiosincrasia como ningún otro ciudadano de su país. 

La partida de la Misión fue fijada para el 1ro de septiembre, debiendo realizar un recorrido por Suramérica, para luego continuar por Centroamérica y El Caribe. Quedó constituida por Rouma, como Jefe; Henry Leduc, delegado por el grupo de construcciones metalúrgicas, Marcel Zottrand, representando al grupo de altos hornos y aceros y Félix Güilón, delegado por la parte de fabricaciones textiles y otras.

Tenían la tarea de ponerse en contacto con los grupos financieros y económicos de los países visitados y brindar y recibir información para facilitar las negociaciones entre comerciantes e industriales de ambos países. El envío de la Misión Rouma, respondía a una necesidad de expansión de la economía belga que ya no solo se apoyaba en la vía diplomática, sino buscaba imponer una dinámica más rápida y efectiva a sus relaciones con la región y, en particular con Cuba, frente a la competencia de las grandes potencias mundiales.

Por su parte, el gobierno de Alfredo Zayas que, como sus predecesores, defendía el principio de la vida internacional de la República y la diversificación de sus relaciones, recibiría con beneplácito la anunciada visita, pues sufría adicionalmente los efectos de la caída de los precios de azúcar en el mercado mundial y del crack bancario de la década de los años 20.

El 26 de enero de 1922 llegó al puerto habanero el vapor Pastores trasladando a la Misión Comercial belga. Ese día el diario habanero El Imparcial publicaba la siguiente nota:

Esta comisión de carácter comercial ha sido enviada (…) con el objeto de buscar un acercamiento fructífero para ambos pueblos (…) figura al frente de esta comisión un excelente amigo de Cuba.

Se propone el Dr. Rouma (…) estudiar el más amplio desarrollo de nuestras relaciones comerciales y en el recorrido que hagan por nuestros campos podrán apreciar lo que vale nuestro suelo y lo que más puede valer. [3]

Cuatro días después el propio rotativo anunciaba que la Misión se había instalado en el edificio de la Sociedad Cubana de Ingenieros e invitaba a las corporaciones de la industria y el comercio a que enviaran cuantos datos tuvieran para facilitarle el trabajo.

El 7 de febrero, antes de partir, Rouma dictó una conferencia en la Academia de Ciencias sobre las industrias de su país y reconoció el éxito de la visita. La prensa belga y, en especial, L` Independence Belga y Le Soir, le dedicaron amplios espacios y desde el consulado en La Habana se hizo llegar la siguiente comunicación al subsecretario de Estado cubano Guillermo Patterson:

El ministro de Asuntos Extranjeros de Bélgica, enterado del éxito obtenido por la Misión Económica Belga a su paso por La Habana, ruega a Mr. Lemaire de Warzeed´Hermalle-Encargado de Negocios de Bélgica en Cuba- de expresar la gratitud del Gobierno del Rey Alberto por el celo inteligente de que han dado prueba los organizadores de la recepción a la Misión. [4]

Nuevos esfuerzos

Los efectos más inmediatos de la Primera Misión Rouma se visualizaron en la Segunda Feria Internacional de Muestras de La Habana y en el inicio de las negociaciones para la firma de un proyecto de tratado comercial.

La Feria, celebrada entre el 25 de marzo y el 18 de abril de 1926, contó con la participación de Rouma como delegado de su gobierno. La Cámara de Comercio Belgo-Latinoamericana fue la entidad que más intensamente colaboró para lograr la concurrencia de 29 firmas de industriales belgas de construcciones metalúrgicas, productos químicos, muebles y tejidos.

Por otro lado, a una iniciativa de las autoridades de ese país se debió el comienzo de las conversaciones en torno al acuerdo comercial, prolongadas sin éxito durante largos años. Las prohibiciones impuestas por el Tratado de Reciprocidad Comercial firmado con Estados Unidos (1903), los compromisos contractuales con Inglaterra y otros países europeos, a los que el gobierno insular les concedía gran importancia y la imposibilidad de obtener una tarifa beneficiosa para el tabaco en el mercado belga, fueron algunos de los factores que impidieron un arreglo mutuamente beneficioso. Para Cuba significó la pérdida de una nueva oportunidad de avanzar hacia la diversificación de sus relaciones comerciales.

Sobre aquel asunto, las impresiones del Encargado de Negocios cubano en Bruselas, Mariano Brull y Caballero, fueron concluyentes:

(…) en Bélgica se hubiera preferido firmar un convenio comercial tomando como base el otorgamiento de la cláusula de nación más favorecida sin limitaciones, pero (…) ya se han dado cuenta que nuestro país no puede ir más lejos en materia de concesiones. [5]

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] George Rouma. Una Misión Económica belga en América Latina. Conferencia del 25 de mayo de 1921. Apéndice al Boletín Oficial de la Secretaría de Estado, Imprenta “El Siglo XX”, La Habana, 1922, p-6.

[2] Ob. cit., p-6.

[3] El Imparcial,26 de enero de 1922, p-16.

[4] Ob. cit., 30 de enero de 1922, p-2.

[5] (ANC), Fondo Secretaría de Estado, Expediente 7382, Legajo 389.

Servando Valdés Sánchez: Doctor en Ciencias Históricas. Profesor e Investigador Titular. Desde 2010 es coordinador del Grupo de Estudios Neocoloniales del Instituto de Historia de Cuba. Aborda las temáticas histórico-militares, así como las relaciones internacionales, especialmente las relaciones Cuba-Estados Unidos y Cuba-Europa occidental. Es autor y coautor de varios libros relacionados con su línea de investigación. Ha participado en numerosos eventos científicos nacionales e internacionales. Ha ofrecido conferencias en la Universidad Nacional Autónoma de México, en las universidades de Marquette y Appalachian, Estados Unidos, y en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC).

Esbozo de las relaciones Cuba-Rusia desde el siglo XIX hasta la actualidad

Esbozo de las relaciones Cuba-Rusia desde el siglo XIX hasta la actualidad

Esbozo de las relaciones Cuba-Rusia desde el siglo XIX hasta la actualidad

Patricia Andino Díaz

Octubre 23, 2020

 

En fecha tan temprana como 1530 ya se conocía en Rusia el nombre de Cuba, citado por vez primera en un manuscrito del monje Máximo el Greco, que trataba sobre la situación en América luego de la llegada de los colonizadores españoles. No obstante, pasarían más de dos siglos para que llegaran a Cuba los primeros viajeros rusos, a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Estos viajeros eran hombres de letras, marinos, científicos, y dejaron plasmadas sus impresiones sobre el país y su gente en sus relatos de viaje, artículos y libros. Desde aproximaciones poéticas como la de Alexandr Rotchev, quien escribiera que Cuba era “Una isla floreciente en constante primavera sobre la llanura azul del mar…”, hasta los ensayos científicos de Alexandr Lakier o Igor Sivers, este último autor de Cuba, la perla de Las Antillas. Curiosidades de un viaje y de una investigación, una monografía sobre nuestro país, con abundantes datos históricos, geográficos, económicos, culturales y políticos. Anexo al libro, Sivers confeccionó una Bibliografía sobre Cuba que incluía 81 títulos, con trabajos de intelectuales cubanos como Félix Arrate, Ignacio de Urrutia, Fernando Valdés, Francisco de Arango y Parreño o José Antonio Saco.

Por aquella época ya Saco había escrito el libro Historia de la esclavitud, una investigación sobre esta práctica en diversas sociedades. El capítulo 26 estaba dedicado a la Esclavitud y la servidumbre en Rusia, y analizaba el problema del régimen de servidumbre en aquel país.

No obstante, en el siglo XIX el acercamiento a Rusia por parte de los intelectuales cubanos, versó más sobre temas culturales. El periodista y político matancero Martín Morúa Delgado publicó en varios números de Revista Cubana un profundo estudio de la literatura rusa; igualmente investigaron sobre el tema críticos literarios como Enrique José Varona, Manuel Sanguily, José de Armas y Cárdenas y Aurelio Mitjans.

José Martí también discurrió sobre la literatura en ese país, y fue él, según criterio de Julio Le Riverend, quien despertó el interés de la opinión pública cubana hacia las obras de clásicos de la literatura rusa como Pushkin, Gogol, Tolstoi y Dostoievski.

Martí también conocía sobre las artes plásticas rusas, y admiraba la obra del pintor Vasily Vereschaguin, por ello, en 1889 escribió para la prensa argentina un artículo crítico sobre una exhibición de pinturas de Vereschagin en New York. Es interesante que este pintor estuvo en Cuba, en al año 1902, con el propósito de pintar una serie de cuadros sobre la historia de la guerra hispano-cubana-norteamericana.

Precisamente en esta guerra participaron tres jóvenes rusos. Llegaron a Cuba en septiembre de 1896, desde New York, con la expedición del general Rius Rivera. El destacamento se dirigió al campamento de Antonio Maceo, que entonces se encontraba en los remates de Guane, y el 24 de septiembre los voluntarios rusos participaron en su primer combate. Solo lucharían junto a los mambises una vez más, pues uno de ellos resultó herido en combate, otro enfermó de fiebre amarilla y el tercero se quedó a cuidar de ellos. Poco después fueron hechos prisioneros por los españoles, enviados a La Habana y encarcelados en El Morro hasta que fueron entregados al cónsul ruso en La Habana, y luego enviados a New York.

Durante todo el siglo XIX el gobierno ruso apoyó los derechos de España sobre sus colonias americanas. Pero al finalizar la guerra del 95 y convertirse Cuba, en 1902, en una República, el zar Nicolás II, mediante documento oficial, reconoció a la nueva república y abogó por el fortalecimiento de la amistad y la comprensión entre ambos países.

Cuando en 1917 fue derrocado el absolutismo zarista, el gobierno y la clase dominante cubana saludaron como positiva la instauración de la república rusa, pero después de la Revolución de Octubre su posición cambió radicalmente y se rompieron las relaciones diplomáticas hasta los años 40, cuando, gracias al poderoso movimiento de solidaridad con la Unión Soviética desplegado por las masas obreras, campesinas y estudiantiles cubanas, se restablecieron. El nuevo vínculo entre los países fue poco duradero, y en 1947 el gobierno cubano decidió suspender las actividades de su legación en Moscú.

Ese ámbito político de encuentros y desencuentros influyó fuertemente en las relaciones comerciales entre ambos países, por lo que en las dos primeras décadas del siglo XX el intercambio de mercancías entre Cuba y Rusia fue muy pobre, predominando la exportación de productos cubanos. En el período comprendido entre 1902 y 1917 el tabaco fue el producto fundamental de las exportaciones cubanas hacia Rusia, sustituido por el azúcar en la década de 1930, después de la gran crisis económica mundial del 29, y en los años 40, durante la Segunda Guerra Mundial.

De la mano de la crisis y las guerras llegó a Cuba un elevado número de inmigrantes de Europa Oriental que deseaban ir hacia Estados Unidos, entre ellos, muchos judíos rusos. Atrapados en nuestro país, algunos se adaptaron a su vida en Cuba e, incluso, llegaron a tener establecimientos muy exitosos, como la tienda-taller de bolsas y carteras de piel Industrias Tarzán, la tienda de ropa interior de señoras de Isaac Yagodnik, o la fábrica de artículos de ropa para campo, playa y deportes de Gabriel Wainstein. Fuera de La Habana, se conoce que el ruso Aaron Koritzky era director y propietario de un tren funerario en Isla de la Juventud, con oficinas en Nueva Gerona, y es muy conocido el hotel La Rusa, en Baracoa, abierto por una dama de la nobleza rusa: Mima Rubenskaya.

En el ámbito cultural, en la primera mitad del siglo XX fueron numerosos los intelectuales cubanos que escribieron sobre Rusia. En 1905 varios periodistas y escritores alzaron su voz en defensa del escritor ruso Máximo Gorki. En los años 1920 muchos de los integrantes del Grupo Minorista escribieron sobre la Unión Soviética en diarios y revistas, y en 1928 el periodista Sergio Carbó publicó el libro Un viaje a la Rusia Roja, una crónica sobre su visita a Moscú.

En aquellos años también visitaron Cuba varios intelectuales soviéticos. Tal vez uno de los más importantes fue el poeta Vladimir Maiakovski, quien estuvo en Cuba solo un día, en julio de 1925. La visita a la ciudad le inspiró la escritura del poema Black and White, una alegoría burlesca de la lucha de clases en Cuba.

También en la década de 1920 viajó a Cuba el famoso compositor, pianista y director de orquesta Rajmáninov. Llegó a Cuba en 1923 invitado por la Sociedad Cubana Pro-Arte Musical, y ofreció conciertos en el entonces Teatro Nacional. Siete años después, en 1930, actuó en el Teatro Auditorium, en La Habana, Serguéi Prokófiev.

Pero sin dudas, entre los momentos más importantes del intercambio cultural entre Rusia y Cuba, en la primera mitad del siglo XX, destacan las visitas a la Isla de la legendaria bailarina rusa Ana Pavlova. Llegó a La Habana, por primera vez, en 1915, y debutó en el teatro Payret, acompañada por una orquesta cubana. Regresó a Cuba en 1917 y en 1918, y aunque siempre sus mayores actuaciones fueron en La Habana, también se presentó en el Teatro Luisa Martínez Casado, de Cienfuegos; en el Teatro Sauto, de Matanzas; y en el Teatro Oriente, de Santiago de Cuba. En uno de sus viajes Ana conoció personalmente a Ernesto Lecuona, quien le compuso la canción Vals de la mariposa.

Cuba fue el primer país de Latinoamérica donde la Pavlova se presentó, desafortunadamente, aquella era una época en la que en nuestro país el ballet aún no era muy popular, no existían escuelas para su enseñanza y tampoco bailarines clásicos cubanos. No obstante, muchos investigadores de la danza en Cuba consideran que sus presentaciones contribuyeron a sumar el arte del ballet a la cultura nacional.

Otra artista rusa de renombre en nuestro país es Mariana de Gonitch, quien llegó a Cuba en 1940, cuando ya era muy celebrada en Europa. Decidió radicarse en Cuba, y cinco años después, en 1945, creó la Academia de Canto Mariana de Gonitch, para contribuir al desarrollo del canto lírico en Cuba.

Y en el propio año 1945 se fundó en La Habana, precisamente con el propósito de fomentar los vínculos culturales entre ambas naciones, el Instituto de Intercambio Cultural Cubano-Soviético. Su órgano de difusión era la revista Cuba y la URSS, que tenía entre su consejo de redacción a Fernando Ortiz, Emilio Roig, y otros.

Y entre los cubanos que visitaron Rusia, no puede dejar de mencionarse a José Raúl Capablanca. El gran ajedrecista viajó a Rusia, por primera vez, en 1913, invitado a participar en el Torneo Internacional de Ajedrez de Petersburgo. Quedó en segundo lugar y fue proclamado por el Zar Nicolás II como Gran Maestro del Ajedrez.

Capablanca volvió a Rusia en 1925, siendo campeón del mundo, para participar en el I Torneo Internacional de Moscú. Y regresaría en 1935 y en 1936 invitado a otros eventos internacionales. En cada una de sus visitas, recorría distintas ciudades, ofrecía simultáneas de ajedrez, impartía conferencias y escribía artículos.

Luego del triunfo de la Revolución cubana, en 1959, la Unión Soviética fue uno de los primeros estados en reconocer al Gobierno Revolucionario cubano. El 8 de mayo de 1960 se establecieron las relaciones diplomáticas entre Cuba revolucionaria y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Desde entonces, y hasta principios de la década de 1990, se estableció entre ambos países una colaboración integral que abarcó la política, la economía, la esfera militar, la investigación científica, la docencia y la cultura.

Desde el punto de vista de la investigación científica fue de suma importancia el primer vuelo espacial conjunto Cuba-Unión Soviética, para el que colaboraron unos 200 científicos e ingenieros cubanos. La mayor parte de los equipos para los experimentos a ser realizados en el espacio se construyó en Cuba, y finalmente en septiembre de 1980 el cubano Arnaldo Tamayo Méndez se convirtió en el primer latinoamericano en viajar al espacio, y Cuba en el noveno país en tener una representación espacial.

En el ámbito literario fueron numerosas las traducciones, el trabajo conjunto para la creación de antologías, y se creó, en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, un departamento de literaturas rusa y soviética. Acá se publicaron millones de ejemplares de libros soviéticos, siendo uno de los primeros El tren blindado 14-69. Mientras, en la URSS se editaron colecciones de poesía cubana, la obra de Guillén, se tradujeron y publicaron novelas como El siglo de las luces y El reino de este mundo, de Carpentier; o Bertillón 166, de José Soler Puig. Hoy, aún en muchas casas cubanas se conservan ejemplares de las populares revistas rusas Sputnik, Misha y Novedades de Moscú.

En el campo musical, visitaron Cuba distintos conjuntos de baile, la Orquesta Sinfónica de la Filarmónica de Moscú y orquestas de cámara de las distintas repúblicas que integraban el campo socialista. Por su parte, entre los músicos cubanos que ofrecieron funciones en la URSS destacan Bola de Nieve; Omara Portuondo; Elena Burke; o el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. El gran pianista y compositor Frank Fernández realizó sus cinco años de estudios superiores en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, y ha actuado como solista, varias veces, con las Orquestas Filarmónica y Sinfónica de Moscú.

En cuanto a la danza, es imposible no hablar de la relación de Alicia Alonso con el ballet ruso. En 1948 Alicia y Fernando Alonso abrieron en Cuba su compañía de ballet profesional, y luego una academia de enseñanza, y en los años 50 marcharon hacia la Unión Soviética para continuar su carrera. Regresaron después del triunfo de la Revolución, y en 1960 quedó organizado el Ballet Nacional de Cuba. Desde entonces obtuvieron un gran triunfo, en la URSS, las giras de esta compañía, y en Cuba, las giras del Ballet del Teatro Bolshoi. Acá bailaron grandes bailarines soviéticos, como la prima ballerina assoluta Maia Plisetskaia y su hermano Azari Plisetski, quien fuera partenaire de Alicia Alonso durante diez años.

Las artes plásticas también tuvieron un papel importante en el intercambio cubano-soviético, y a lo largo de los años se sucedieron numerosas exposiciones de pintura contemporánea y clásica, de cerámica, de artes decorativas y aplicadas, de cartel político. A través del intercambio entre artistas y muestras expositivas, la cultura y la estética soviética influyeron bastante en el lenguaje plástico cubano de los años 70 y 80, y afirman algunos especialistas que la persistencia de una poética de lo ruso en el imaginario creativo de muchos artistas cubanos es innegable.

En cuanto a la cinematografía, el primer filme soviético proyectado en Cuba tras el triunfo de la Revolución fue Cuando vuelan las cigüeñas, del director Mijaíl Kalatózov, que contó con un gran éxito de público. Mientras, en la URSS se proyectaron los mejores filmes y documentales cubanos, entre ellos: La muerte de un burócrata y Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea; Lucía y Días de noviembre, de Humberto Solás; El joven Rebelde, de Julio García Espinosa; y otras.

En 1964 se filmó la primera coproducción soviético-cubana, titulada Soy Cuba, una película que, a decir del crítico cinematográfico Luciano Castillo, “posee tal grado de perfección formal que la fotografía aún hoy sorprende a estudiosos y técnicos”.

En cuanto a la arquitectura, al triunfo de la Revolución cubana el estado decidió iniciar inmediatamente acciones constructivas de contenido social, y se realizaron fuertes inversiones en la industria de materiales de la construcción, estableciendo una base material para afrontar el acelerado crecimiento de las obras. Muchas de esas construcciones contaron con asesoramiento, maquinarias, materiales, trabajadores y especialistas soviéticos. Entre las obras más importantes construidas en aquellos años se halla el Puerto Pesquero de La Habana; el Hospital Lenin en Holguín; la Termoeléctrica del Mariel; la Termoeléctrica Renté en Santiago de Cuba; la Refinería de petróleo y la inconclusa Central Electronuclear de Juraguá en Cienfuegos. Pero sin dudas la obra arquitectónica más significativa de las edificadas por los rusos en Cuba es el inmueble principal de su embajada: una torre de hormigón armado y fuerte volumetría que domina el paisaje circundante con su desmesurada altura y que destaca por su estética, para muchos, semejante a un gran robot.

Sumamente importante fue también el intercambio docente entre Cuba y la URSS, y desde principios de los años 1960 miles de estudiantes cubanos partieron hacia las repúblicas socialistas, y a su regreso, ya graduados, se incorporaron a la docencia superior, a la investigación y a la producción.

La mayoría de esos hombres que fueron a estudiar a la Unión Soviética volvieron a la Isla casados con rusas. De este modo, la mayoría de los rusos que hoy vive en Cuba son mujeres, que tuvieron hijos aquí y se han adaptado e integrado a la sociedad cubana. Para esa gran comunidad se decidió levantar en La Habana un templo ortodoxo ruso, que fue consagrado como Catedral en 2008 y está dedicado a la Virgen de Kazán.

En su Centro Cultural se imparten clases de ruso, un idioma que tuvo mucha resonancia en nuestro país en las décadas del 60 y el 70, cuando pasó a formar parte –junto con el inglés– de los planes nacionales de estudio de la enseñanza elemental, media y superior. De la apropiación de ese idioma, el resultado más evidente en la sociedad cubana actual son los nombres de muchas y muchos cubanos, fueran o no descendientes de rusos.

Aun muchas personas rememoran con nostalgia la carne enlatada soviética, conocida popularmente como carne rusa, o las compotas de manzana. Y queda en la memoria habanera el restaurante Moscú. Hoy, resurge el interés por esa gastronomía, y han surgido en La Habana varios restaurantes privados especializados en comida rusa, como Nazdarovie, ubicado en Malecón, y Tabarish, en Miramar.

Por muchos años en los hogares cubanos era habitual encontrar matrioskas de adorno, y electrodomésticos soviéticos, muchos de los cuales, ya expirada su vida útil, se emplean hoy como objetos decorativos de restaurantes-paladares y tiendas particulares de artesanías. Sí perviven en circulación en nuestras calles los Moskvichs, los Ladas y los Volgas; también las motos Ural y los camiones Kamaz, y aún hoy el transporte aéreo es mayoritariamente ruso.

Con mucha menos frecuencia que antes, los niños cubanos todavía ven como parte de la programación televisiva infantil muñequitos soviéticos, y muchos son seguidores de las nuevas aventuras de Masha y el Oso. Y todavía se especula sobre la pérdida del brillante ruso de 25 quilates, supuestamente tomado de una de las coronas del último zar de Rusia, que bajo la cúpula del Capitolio Nacional marcaba el kilómetro cero de la Carretera Nacional.

De esta manera, y pese a la gran distancia geográfica entre Cuba y Rusia, es extensa e intensa la historia conjunta de ambas naciones, que han mantenido, por mucho tiempo, un intercambio cultural, económico y político fructífero.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Patricia Andino Díaz: Licenciada en Historia del Arte y Máster en Gestión y Preservación del Patrimonio Cultural por la Universidad de La Habana. Desde 2007 se desempeña como investigadora en la Empresa RESTAURA, adscrita a la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado numerosos textos en medios nacionales y extranjeros.

Giselle González García y Claudia Alemañy Castilla

Presencia irlandesa en Guanabacoa durante el siglo XIX

Giselle González García y Claudia Alemañy Castilla

Giselle González García y Claudia Alemañy Castilla

Octubre 17, 2020

 

Nombres de origen irlandés son más comunes en Cuba de lo que la mayoría de los cubanos (y los irlandeses) piensan. Apellidos como O’Farrill, Moran, O’Reilly y O’Halloran están tan extendidos que han dejado de ser solo irlandeses y se han imbricado en la identidad cubana.

Guanabacoa fue durante la época colonial una región rica en tierras cultivables, por lo tanto, atractiva para migrantes pobres en búsqueda de una mejor vida. También, durante la primera mitad del siglo XIX había una creciente demanda de trabajadores industriales capacitados – preferentemente blancos, como los irlandeses y los canarios. Nuestra élite local estaba seriamente preocupada por el crecimiento de la población negra y demandaba la importación de colonos europeos para contrarrestarla. Las sacarocracia cubana –nombre con el que frecuentemente se denomina a la oligarquía azucarera– pensaba que los irlandeses eran perfectos para este cometido. Sin embargo, por sus ideas liberales, su maduro pensamiento político y su capacidad para la rebelión, pronto los irlandeses colisionaron con las autoridades españolas [1]. Los abusos a los que fueron sometidos son solo comparables con los que enfrentaron aquellos de origen africano.

¿Cuántas personas de origen irlandés llegaron a Cuba durante la Época Colonial? Aunque estudios recientes [2] han demostrado cuán extendida a lo largo de la Isla se encuentra la presencia irlandesa, esta pregunta solo puede ser respondida de manera fragmentada dado que un estudio detallado y exhaustivo no ha sido intentado aún. Por lo tanto, nuestra investigación micro-histórica propone determinar el número real de migrantes irlandeses en Cuba a través de fuentes locales como archivos parroquiales y archivos históricos municipales.

Teniendo en cuenta que el catolicismo ya era hacia 1830 un rasgo importante de la identidad nacional irlandesa [3]; que era este además un rasgo importante que tanto los cubanos del siglo XIX como los irlandeses tenían en común, y que los archivos parroquiales (AP) contienen un registro de la mayoría de los bautizos, matrimonios y defunciones acontecidas desde el siglo XVI hasta la actualidad: su consulta se hacía ineludible.

Los libros parroquiales están divididos en dos categorías: Pardos y Españoles. Es en esta última donde encontramos la presencia de una amplia miríada de europeos, incluyendo a los irlandeses. El uso de esta fuente nos permitió encontrar conexiones familiares entre varias familias de origen irlandés, los puertos a través de los que llegaron a Cuba, así como información de las distintas actividades socio-económicas que fungieron en la localidad. El contraste de esta información con la disponible en el Archivo Histórico del Museo Municipal de Guanabacoa (AHMG) y en el Archivo Nacional de Cuba (ANC) enriqueció nuestro estudio.

Para un mejor entendimiento de las más de veinte familias de origen irlandés que encontramos en Guanabacoa, las hemos subdividido en dos grupos diferentes: Migrantes Directos y Migrantes Indirectos [4].

Migrantes Directos: en esta categoría presentamos a aquellos irlandeses que parecen haberse asentado en Cuba sin haber estado antes, de manera prolongada, en ninguna otra región del hemisferio. Estos nacieron en Irlanda y en su mayoría contrajeron matrimonio con personas de origen hispano, sus descendientes u otros migrantes europeos.

Algunos ejemplos de las familias que responden a la caracterización que hasta aquí se ha hecho son: los O’Connors [5] –fundada por Juan O’Connor y O’Kelly, procedente de Cork, de profesión agrimensor, que se asentó alrededor de 1810 en el área de Guanabo-Santa María; los MacReadys [6] – a quienes encontramos inter-relacionados por la vía matrimonial con los O’Connors de Guanabo; los Cardiffs [7] –fundada por Juana Cardiff quien nació en Irlanda aproximadamente en 1835; los Rians [8] –quienes se unieron a la familia de origen neerlandés Englemare y en cuya esfera de relaciones encontramos a otra posible irlandesa Ana O’Leary; los Carrigans [9] –que junto a los Padilla conformaron una familia irlandesa-canaria, fundada por Luis Carrigan y Catalina Kiff quiénes llegaron a Cuba, se asentaron en Matanzas y hacia 1888 ya se habían trasladado hacia Guanabacoa; los Lahiffs [10] –cuya fundadora Maria Lahiff nació en Limerick en fecha aún desconocida; los Cowans [11] –que ha sido una de las pocas familias que hemos podido rastrear hasta la actualidad, fundada por Guillermo Henrique Cowan, médico irlandés nacido en Dublín hacia finales del siglo XVIII y quien ya se encontraba en Cuba en 1814; y los Galbraiths [12] –fundada por Tomás Galbraith quien se asentó en el área de Regla hacia 1840. Esta familia listó más de veinte miembros en el censo de 1893. Aunque se trasladaban constantemente entre Cárdenas, Regla, la Habana y Guanabacoa, en esta última ya se habían avecinado hacia 1886. Los miembros varones de esta familia recibieron una educación formal y eran capaces de leer y escribir, lo que les permitió alcanzar posiciones de clase media y realizar trabajos como el de empleado.

Migrantes Indirectos: En esta división hemos incluidos a aquellos migrantes de origen irlandés que re-emigraron hacia Cuba procedentes de una región que no es Irlanda. En esta categoría hemos sub-dividido a los migrantes de acuerdo a las regiones de las que llegaron a la Isla.

  1. Migrantes procedentes de España: aquí encontramos a algunas de las más antiguas familias de origen irlandés asentadas en Cuba. Muchos de estos hiberno-españoles eran oficiales en los ejércitos españoles. La participación irlandesa en estos data del siglo XVI.

Ejemplos de las familias son encontradas son: los O’Reillys –fundada por Alejandro O’Reilly McDowel originario de Dublín, su miembro más importante en Guanabacoa fue Manuel O’Reilly y Ruiz de Apodaca [13] quien fuera Gobernandor Militar de la Villa; los O’Hallorans –familia presente en Cuba desde el siglo XVII en la que el servicio militar parece haberse convertido en tradición; y los O’Ryans [14] –fundada por Gabriel O’Ryan a finales del siglo XVIII.

  1. Migrantes procedentes de Inglaterra: “La Isla Hermana”, como Gran Bretaña era denominada en la prensa unionista irlandesa, recibió un gran influjo de migrantes irlandeses. Inglaterra y Norteamérica –entiéndase aquí por el territorio hoy comprendido por Estados Unidos y Canadá– fueron los principales destinos de los irlandeses antes de la Gran Hambruna (1845). Muchas de estas familias, con apellidos irlandeses fácilmente distinguibles, se asentaron en Inglaterra en fecha que no hemos podido determinar todavía, sin embargo, es importante destacar que a pesar de la presión político-social a la que pudieron haber estado sometidos en esta región, continuaban siendo devotos católicos. Hemos identificado como pertenecientes a esta sub-categoría a: los Hughes-Fighes –iniciada por una mujer Ana Fighe Hogan, [15] irlandesa, que contrajo matrimonio con Pedro Hughes, quien nació en Inglaterra de padres irlandeses; los Dillon-Davis [16], los Callahans [17], los Murphys [18] y los O’Donovans [19] quienes llegaron a Cuba en la década del 60 procedentes de Puerto Rico y permanecieron en Guanabacoa hasta los años 1920s.
  2. Migrantes procedentes del Caribe: La presencia irlandesa en el Caribe, mayoritariamente en colonias inglesas y españolas, ha sido el objeto de recientes estudios. Los roles desempeñados por los irlandeses iban desde terratenientes y dueños de esclavos hasta siervos escriturados o convictos condenados al exilio. Aunque miles de irlandeses migraron de forma voluntaria o involuntaria al Caribe, en Guanabacoa solo pudimos identificar tres familias con este origen: los O’Donovans (ya anteriormente mencionados) que llegaron desde Puerto Rico; los Kellys desde Nassau en las Bahamas y los famosos O’Farrills desde Monserrate.
  3. Migrantes procedentes de los Estados Unidos: Hacia los años 1830s, Nueva York ya teníauna gran comunidad de migrantes irlandeses. A lo largo del siglo los Estados Unidos se consolidaron como el primer destino de los irlandeses. Muchos de los que vinieron a Cuba lo hicieron a través de este puerto, entre estos pudimos identificar en Guanabacoa a los McNinneys – familia interconectada con casi todas las demás familias de este grupo, y cuyo miembro fundador Frank McNinney (nacido en Irlanda cerca de 1843) pasó de maquinista, a comerciante, a director de los primeros equipos de baseball locales; [20] los Connellys, los O’Connors (hasta ahora sin relación con la familia de igual apellido anteriormente mencionada), los Moores, los Parker-Manions [21] –quienes se relacionaron con los McKaen y los Hughes, los Aunins-Rigneys [22]; y los McDonnagh- Hurlez –relacionados con los Pearsons, los Stea y los McNinneys [23].

Estas familias comparten importantes rasgos:

  1. Dado su paso por los Estados Unidos adquirieron la ciudadanía estadounidense, por lo que muchos de estos irlandeses han sido comúnmente confundidos con otros estadounidenses de diferente origen y no han sido percibidos por la historiografía cubana como irlandeses.
  2. Sus actividades económicas los llevaron a hacer frecuentes viajes entre la Habana y Nueva York, declarando ser ciudadanos estadounidenses en los puertos de entrada y salida para agilizar sus trámites migratorios, mientras que declaraban ser irlandeses en los registros parroquiales.
  3. Muchos de los miembros de estas familias practicaban actividades comerciales.
  4. Hicieron significativas contribuciones a la cultura local. (Ejemplo: los McNinneys, quienes estuvieron relacionados con la fundación de los primeros clubes de baseball en Guanabacoa). Es en las familias de este subgrupo que encontramos redes familiares extendidas. Fue a través de la elección de padrinos y madrinas de bautizo y matrimonio, así como de testigos, que los irlandeses dejaron evidencia de su sistema de relaciones.

Conclusiones

De manera general, las familias que hemos mencionado eran católicas. Su catolicismo permitió que la memoria de su presencia en Guanabacoa sobreviviera a través de su recogida en registros parroquiales que además evidencian la manera en que estas familias interactuaron entre sí y su grado de asimilación a la comunidad local. Su catolicismo también fue un factor que potenció su asimilación e incluso determinó los nombres que recibían los descendientes de estos migrantes, los

que adquirieron nombres cada vez más locales y menos traducibles al lenguaje materno de los migrantes.

Tomando como referencia nociones básicas sobre la diáspora irlandesa, se puede afirmar que aunque los irlandeses fueron ciertamente un grupo notable, pero frecuentemente confundido con otros grupos étnicos, en la Guanabacoa de la época no eran el grupo étnico predominante.

Consideramos que esta investigación abre el camino para comenzar a desentrañar a través del uso de fuentes locales, la verdadera dimensión de la presencia irlandesa en Cuba. Un estudio de lo local a lo general es necesario. Como hemos demostrado, una investigación de este tipo no solo identificará a estos migrantes sino que también evidenciará los lazos sociales, afectivos y de parentesco entre ellos. Los resultados expuestos aquí –que no son más que los de solo una parroquia en Guanabacoa– son solo el comienzo para lo que puede llegar a ser una investigación más extensa sobre la presencia irlandesa a lo largo de la Isla.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Sobre este tema ver: Margaret Brehony: Irish Migration to Cuba, 1835-1845: Empire, Ethnicity, Slavery and ‘Free’ Labour. Tesis Doctoral. Centro para Estudios Irlandeses, Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de Irlanda, Galway (NUIG), (marzo de 2012). (Inédita).

[2] Ver: Rafael Fernández Moya: “The Irish Presence in the History and Placenames of Cuba.” En: Journal of Irish Migration Studies in Latin America, Vol.5, No. 3, 2007, pp: 189-197.

[3] Para un estudio más detallado sobre los rasgos de la identidad nacional irlandesa ver: Giselle González García: ¿Irlanda Imaginada? Ideas Nacionalistas y Construcción Identitaria en: The Dublin Penny Journal (1832-1836) y The Irish Penny Journal (1840-1841). Tesis de Licenciatura. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, 2016. (Inédita)

[4] Esta subdivisión responde a la información con la que contábamos hasta la fecha, esta investigación no ha concluido y los resultados mostrados aquí sólo deben considerarse como preliminares.

[5] Ver: Juan O’Connor O’Kelly: AP/LD 11 (1824-1830), p.109, no. 729; Dionisio O’Connor Pérez: AP/LB 20 (1818-1822), p.88; Carlos Manuel O’Connor Pérez: AP/LB 20 (1818-1822), p.168; María Carlota O’Connor Pérez: AP/LB 21 (1822- 1826), p.98, no. 615; María Eduarda O’Connor Pérez: AP/LM 7 (1856-1865), p.43 y AP/LD 18 (1864-1868), p.214; Juan O’Connor Pérez: AP/LD 19 (1868-1871), p.24 (Del Libro de Defunciones (LD) 19 solo queda en la actualidad el índice, el libro ya no existe); Ana María Rita Llanger O’Connor: AP/LB 27 (1853-1858), p.68, no. 309 y AHMG: Censo (1890): 8.2.; Serafina Llanger O’Connor: AP/LB 27 (1853-1858), p.210, no. 967; Ramón Calixto Llanger O’Connor: AP/LB 27 (1853- 1858), p.336, no. 1471.

[6] Ver: María de los Dolores O’Connor MacReady: AP/LB 25 (1843-1848), p.137, no. 541 y AP/LD 18 (1864-1868), p.126; José Manuel O’Connor MacReady: AP/LB 30 (1864-1867), p.236, no. 1041.

[7] Ver: Juana Cardiff de Peláez: AHMG: Hoja de Censo 8.3 (1893) y José Peláez Cardiff: AHMG: Hoja de Censo 8.2 (1890).

[8] Ver: Juan Enrique Englemare Rian: AP/LB 27 (1853-1858), p.350, no. 1530.

[9] Ver: María Josefa Carrigan Padilla: AP/LB 38 (1887-1889), p.383, no. 942.

[10] Ver: María Lahiff: AP/LM 9 (1873-1879), p. 116 y AP: Pliegos matrimoniales de D. Enrique Jagües y Da. María Lahiff, marzo 24, 1875. También encontramos a un Luis Adolfo Harang Lahiff, pero hasta ahora no se ha probado ninguna conexión con María Lahiff, su muerte está registrada en el índice del LD 25 (1889-1893), p.400, pero este libro no ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, en el AHMG: Hoja de Censo no.2 (1895) la familia Harang está recogida. Esta declaró provenir de los Estados Unidos y en la hoja de censo ya referenciada aparece una Maria L. Harang, nacida en 1847. En este mismo listado aparecen Francisco L. Crogan, a Maria L. Hansen y Antonio Fish, quienes podrían haber sido integrantes de una red familiar extendida o una red migratoria de esta familia.

[11] Copia Certificada del Matrimonio entre Guillermo Henrique Cowan y María de la Concepción Gómez, Archivo de la Iglesia Catedral de la Habana, LM 9 (1814), p.17, no.27; Carlos Federico Cowan Gómez: Archivo de la Iglesia Catedral de La Habana, LM (1844), p. 44, no. 99. Un agradecimiento profundo a la familia Cowan-Canino, especialmente a Rachell Cowan, por concedernos generosamente acceso al archivo privado de la familia.

[12] Ver: Sarah Galbraith: AHMG: Hoja de Censo 2 (1893); Sarah María Lopez Galbraith: AP/LB 38 (1887-1889), p.247, no. 608; Carlos Manuel Lopez Galbraith: AP/LB 39 (1889-1891), p.170, no. 397; Dolores Galbraith: AHMG. Hoja de Censo 3 (1893).

[13] Ver: María Francisca O’Reilly Pedroso: AP/LM 12 (1890-1900), p.68, no. 70; María de la Asunción O’Reilly Pedroso: AP/LB 36 (1883), p.287, no. 336.

[14] Ver: AHMG: Hoja de Censo 2(1895); María Concepción O’Ryan: AP/LM 8 (1865-1873), p.160; María O’Ryan: AP/LM 10 (1879-1885), p.340; María de las Mercedes O’Ryan: AP/LB 24 (1836-1843), p.193, no. 860.

[15] Ver: María Elisa Hughes Fighe: AP/LB 32 (1870-1874), p.253, no. 603.

[16] Ver: Manuel Federico Dillon Davis Sánchez: AP/LM 12 (1890-1900), p.41, no. 43; Arturo Adolfo Dillon Davis Sánchez: AP/LM 12 (1890-1900), p.301, no. 362; Francisca Davis Granados: AP/LD 18 (1864-1868), p.146; AHAMG: Hoja de Censo 8.2 (1890).

[17] Ver: AHMG: Hoja de Censo 8.1 (1896).

[18] Ver: Juan Murphy: AP/LM 8 (1865-1873), p.226.

[19] Ver: AHMG: Hoja de Censo 8.2 (1890); Martina O’Donovan Sánchez: AP/LM 9 (1873-1879), p.167; Lucrecia O’Donovan Sánchez: AP/LM 9 (1873-1879), p.178 y AP/LD 32(1898-1922), p.209; Fernando Pallarés O’Donovan: AP/LB 33(1874-1878), p.414, no. 1375 y AP/LD 21(1876-1880), p.276; Eduardo Zarragoitía O’Donovan: AP/LD 28 (1897), p.154; Herminia Pallarés O’Donovan: AP/LD 30 (1897-1898), p.426; Graciela Zarragoitía O’Donovan: AP/LD 32(1898-1922), p.292; Pablo Manuel Zarragoitía O’Donovan: AP/LB 33(1874-1878), p.463.

[20] Ver: AHMG: Hoja de Censo 8.2 (1890), Hoja de Censo (1882); Hoja de Censo 8.3 (1894); Juana Altagracia McNinney Burns: AP/LB 33 (1874-1878), p.133, no. 460; Eduardo Enrique McNinney Burns: AP/LB 34 (1878-1880), p.187, no. 398; Juan Clarence McNinney Burns: AP/LB 34 (1878-1880), p.453, no. 817; Maria Elisa McNinney Burns: AP/LB 37 (1884-1887), p.504, no. 597; The New York Times: December 9, 1896; J. A. Martiez; Felix Julio Alfonso & Yasel Porto: Enciclopedia biográfica del beisbol cubano. Vol.1.Editorial José Martí, La Habana, 2015, pp:282-283 y p.318; Ruben Cordero Milan & Roberto Garcia Prieto: Historia del Beisbol en Guanabacoa. Ponencia presentada en el II Coloquio de Historia Municipal de Guanabacoa, AHMG: 39/14 (1990).

[21] Ver: Santiago Roberto Parker Manion: AP/LB 31(1867-1870), p.74.

[22] Ver: María Teresa Aunin Rigney: AP/LB 36(1883-1905), p.460, no. 562.

[23] Ver: Eleonora Carmen McDonnagh Hurlez: AP/LB 38(1887-1889), p.378, no. 926.

Giselle González García: Máster en Historia y Estudios Irlandeses en la Universidad de Concordia, Canadá. Desde 2013 es contribuyente oficial de la Enciclopedia Digital “EnCaribe.org” y desde 2017 es miembro del Comité Ejecutivo de la Sociedad para los Estudios Irlandeses en América Latina (SILAS).

Claudia Alemañy Castilla: Licenciada en Periodismo. Es reportera-redactora de prensa de la Revista Juventud Técnica, especializada en temas de ciencia, tecnología y medio ambiente. Se ha centrado en el periodismo científico e hipermedial.

dest Lourdes Méndez Vargas

Dos personalidades europeas en Arroyo Blanco: Winston Churchill y Orestes Ferrara

Lourdes Méndez Vargas

Lourdes M. Méndez Vargas

Octubre 9, 2020

 

Una Isla larga y relativamente bien poblada; una geopolítica de sobra comprometida con grandes intereses foráneos; un clima y una feracidad como garantías de bienestar permanente; unos elementos sociales y culturales, atractivos lo suficiente, como para convidar al más desdeñoso de los prohombres de época cualquiera; un país, a la altura del siglo XIX, en vías de convertirse ya en nación perteneciente al transitado mundo occidental; todo ello, y mucho más, parece estar condicionando un trasiego permanente de personalidades extranjeras por toda Cuba. Ajetreo este que, a saberse, se había iniciado desde el minuto mismo de aquel choque cultural imponente comenzado a producirse a partir de los meses finales de 1492. La existencia en el ámbito decimonónico de la Isla de un anuario denominado guía de forasteros es prueba de la necesidad de registrar tantas idas y venidas de gente ilustre de afuera a través de toda la geografía nuestro territorio insular.  

La procedencia de los célebres arribados a Cuba no podía ser en su mayoría otra que Europa –así como se habrá argumentado y seguirá argumentándose cumplidamente en este Coloquio– debido al vínculo cultural primigenio del viejo continente con nuestro país, entre otras razones, seguramente. Y resulta ser que, esas visitas y hasta largas permanencias de connotadas personalidades europeas y norteamericanas –pero mayormente europeas– no se ha limitado nunca a esta siempre atrayente ciudad capital de La Habana. Si no que, por el contrario, ellas pueden encontrarse lo mismo en cualquiera de las relativamente grandes ciudades llamadas del interior, y como es el caso del contenido de esta charla, en un intrincado y apenas conocido pueblo del Centro del país.

En 1868, como es sabido, un acontecimiento enorme, una poderosa circunstancia convulsiva, llegaría para hacer noticia a Cuba y condicionar a partir de entonces todo el acontecer de la Isla, hasta su final confuso en el célebre verano de 1898: nuestras esforzadas guerras por la independencia nacional. Durante aquellas tres décadas fundamentales, por lo atractivo de tal enfrentamiento anticolonial americano, y por lo tardío que este resultó con relación al resto del continente, vale decir por ello en momento de mayor facilidad de comunicación y desplazamiento interoceánico, infinidad de personalidades extranjeras estuvieron presentes en Cuba, y muy especialmente, en los territorios orientales y centrales en los que tuvo lugar la contienda entre cubanos y españoles  la mayor parte del tiempo.

En medio de aquella circunstancia, la guerra, y a causa de ella, en Arroyo Blanco, un pueblo espirituano [1], ocurren hechos sumamente curiosos, relacionados con la presencia de personalidades europeas. Al menos dos altísimas figuras, que lo serían sin dudas, posteriormente, durante el siglo XX, vivieron incluso allí verdaderos dramas que estuvieron a punto de quitarles la vida, en momentos de la juventud de ambos. Ocupado el lugar por el Ejército de Operaciones español durante casi todo el tiempo de la contienda, conteniendo ese poblado a su interior, y en sus alrededores, importantes instalaciones militares coloniales, especialmente durante la última guerra, nuestra Guerra del 95, Arroyo Blanco atesora hoy para su historia local la visita, en similares edades juveniles, del célebre británico Winston Churchill, y del reconocido italiano –napolitano– Orestes Ferrara y Marino.

Churchill, llegó al poblado, para pernoctar varios días en él, formando parte como observador en una columna española en plenas operaciones de campaña, en los tiempos iniciales de la guerra, momento preciso en que en la propia zona tenía lugar la constitución definitiva del Ejército Invasor cubano, dispuesto a llevar la guerra rebelde hacia el occidente de la Isla. Ferrara, en cambio, llegaría a Arroyo Blanco en el instante final de la contienda, en el verano de 1898, con veintidós años de edad. El joven italiano formaba parte del Estado Mayor del Mayor General José Miguel Gómez, Jefe de la Primera División del Cuarto Cuerpo –Las Villas–, y estaba a cargo de asuntos jurídicos de la División.

Veamos el caso del joven subteniente de caballería británico Winston Churchill, a partir de la contratapa del libro Arroyo Blanco: La Ruta Cubana de Churchill, Un episodio de la Guerra del 95, de Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus, 2013, de la autora de esta propia ponencia: 

El 30 de noviembre de 1895, Winston Churchill cumple 21 años en el poblado cubano de Arroyo Blanco. Allí le acontecen eventos de especial importancia: su bautismo de fuego y la inserción en una de las coyunturas más peligrosas de la guerra. La columna española que le alberga se acerca a la mayor reunión de las armas cubanas hasta esa fecha: casi 5000 hombres listos a defender el despegue de la Invasión a Occidente. La interacción entre el Ejército Invasor y la fuerza española no puede ser más comprometida: incluye tres jornadas y un combate dirigido por Antonio Maceo. Este libro rinde homenaje a Churchill y a los fundadores de nuestra nación que coinciden con él en La Reforma, el 2 de diciembre de 1895.   

El hombre que capitaneó con desvelo contra Hitler toda la descomunal conflagración armada que sería luego la II Guerra Mundial, tuvo, según sus propias palabras, su “bautismo de fuego” a los 21 años de edad, a la salida de este pueblo cubano casi desconocido. La presencia de Churchill en la guerra de Cuba, en territorios del Centro de la Isla, entre noviembre y diciembre de 1895, trajo consigo la escritura desde varios puntos de nuestro país de cinco cartas o artículos suyos para ser publicadas por el periódico británico Daily Graphic. Estos documentos constituyen los primeros escritos publicados de quien fuera luego Premio Nobel de literatura muchos años después. Una de esas cartas al periódico inglés fue escrita y fechada en Arroyo, Blanco el 27 de noviembre de 1895. Y numerosas, y muy valiosas, son las noticias que nos deja sobre nuestro propio país y nuestra propia guerra, en 1895, el sagaz joven político en ciernes.

Celia Sandys, nieta de Churchill, al visitar Arroyo Blanco en febrero de 2015, una vez que hubo de conocer de este trabajo de investigación y de ese libro cubano, expresó sobre el recuerdo que su abuelo pudo haber guardado del poblado cubano el resto de su vida: “lo tuvo siempre en su corazón”.

El caso de la permanencia del joven napolitano Orestes Ferrara y Marino en Arroyo Blanco resulta similar al de Churchill, pero ubicado en la posición inversa: Ferrara llega al poblado no al inicio de la guerra en 1895, sino exactamente a su final, en 1898. Llega, por el contrario, formando parte del Ejército Libertador Cubano, para participar en la acción que arrancaría de manos españolas al viejo y bien fortificado pueblo [2]: la toma de Arroyo Blanco.

Tanto su biografía, Una Mirada sobre Tres siglos, Memorias, como su Capítulo “La Toma de Arroyo Blanco”, de su libro Mis Relaciones con Máximo Gómez, incluyen elementos sobre la presencia de Ferrara en Arroyo Blanco y la importancia de lo acontecido en este poblado para su futura vida pública durante el siglo XX. Especialmente el capítulo mencionado anteriormente, contiene, en sus 15 páginas, un recuento detallado de la que fue quizás la última acción armada de envergadura de nuestra Guerra del 95.   

Se sabe que la presencia de extranjeros en nuestros Ejército Libertador fue cuantiosa, y de enorme trascendencia para cada una de las tres guerras. Incluye una considerable cantidad de generales y de altos oficiales, entre ellos incluso el propio General en Jefe Máximo Gómez. Sin embargo, de todos ellos, de entre los de la Guerra del 95, pocos transitaron luego el siglo XX con la celebridad del italiano y cubano Orestes Ferrara y Marino. Habiendo llegado a Arroyo Blanco como Teniente Coronel, el 26 de julio de 1898, salió de ese poblado seis días después, en virtud del esforzado combate que tuvo lugar en él, llevándose los grados de Coronel y una aureola de prestigio que él mismo se encargaría luego y siempre de recordar y reconocer. Y más curioso aún, dejando hasta hoy su recuerdo entre los pobladores que de generación en generación se trasmiten, entre las memorias de aquel cruento combate de casi nueve horas de cañonazos y gloriosos asaltos a resguardados fuertes y fortines, la osadía del combatiente italiano que subiera al árbol para permitir al artillero la correcta ubicación de los disparos de su cañón sobre uno de los dos fuertes principales.        

Conocida resulta la ubicación de Ferrara dentro de la vida pública y política cubana durante las tres primeras décadas de la joven y tormentosa república mediatizada. Cuestionado su acontecer incluso en muchos de sus actos: como parlamentario, diplomático, ministro. No obstante, en planos más amplios, es incontestable el reconocimiento internacional a su valía intelectual, tanto en círculos europeos como norteamericanos: por su valiosa producción literaria, y por sus aportes extraordinarios como académico, jurista, sobre todo al dominio del derecho internacional público. Sobre Enrique IV, Isabel la Católica, El Papa Borgia, Maquiavelo, José Martí, son algunos de sus libros, biografías en su mayoría, de altísimo vuelo literario y reconocimiento mundial. Encumbrados reconocimientos de universidades de Argentina, República Dominicana; de la Liga de Las Naciones; de Academias de España, Cuba, México, Francia, quedaron en manos de Orestes Ferrara y Marino: el valeroso italiano de la mata que, entre una lluvia de balas españolas, a riesgo de su vida, colimara, el cañón en la batalla por la toma de Arroyo Blanco.

Sobre Winston Churchill, un dato más de su actualidad en el poblado que nos ocupa: el museo de Arroyo Blanco exhibe hoy, entre otros materiales referentes a su permanencia allí, un dibujo que el futuro Primer Ministro inglés realizó, en su sitio, de su total autoría, al entonces poblado de Arroyo Blanco.

 

Notas

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Poblado perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus, en el Centro del país.

[2] Arroyo Blanco fue fundado a mediados del siglo XVIII, dos kilómetros al norte de su ubicación actual, por un grupo de propietarios de fincas ganaderas de origen espirituano. Entre los pobladores establecidos en el siglo XX, en momento del desplazamiento de la Parroquia San José de Arroyo Blanco hacia el sitio actual, se encontraba el matrimonio Sánchez Valdivia, padres del mayor General y prócer espirituano Serafín Sánchez Valdivia. José Joaquín Sánchez Marín, el padre de la valerosa familia de varios altos oficiales del Ejército Libertador, además de ganadero, agrimensor, había sido incluso quien trazara las calles del actual poblado. Algo debió quedar del señorío sus casonas, cuando tanto en 1895, como en 1898, a pesar de los destrozos de la guerra –incluida la reconcentración de Weyler– dos jóvenes europeos, de origen aristocrático, Churchill y Ferrara, en sus respectivas memorias, usaran para Arroyo Blanco el apelativo de ciudad.

Lourdes M. Méndez Vargas: Licenciada por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales. Entre 1982 y 1989 trabajó como Funcionaria de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina y de 1989 a 1996 en el Servicio Diplomático. Desde 2012 es Miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba. Es autora del libro Arroyo Blanco, la ruta cubana de Churchill y en proceso de edición se encuentra Arroyo Blanco 1898: el otro final de la guerra. Ha escrito varios artículos y ensayos en publicaciones periódicas sobre temas históricos, mayormente sobre Sudamérica, región donde ejerció sus funciones diplomáticas.

dest La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

Alejandro Hartmann Matos

Septiembre 26, 2020

 

Este personaje llegó a Baracoa cuando esta era la capital del Oro Verde. En esos momentos la Ciudad Primada exportaba entre dos y tres millones de racimos de guineos (banano) por año hacia los Estados Unidos como destino principal. La acompañó su apuesto esposo ruso judío, Alberto Menasse. Arribaron por la bahía en uno de los tantos vapores que cotidianamente entraban desde la capital, Santiago de Cuba, o de Nuevitas o desde otros puertos del país, de Estados Unidos o de las islas cercanas con quienes siempre tuvimos vínculos comerciales. Su nombre era Magdalena Rovenskaya pero llevaba el apellido de su esposo Alberto Menasse. Según me ha contado su hijo adoptivo René Frómeta Jiménez:

Ella nació en la Siberia por casualidad, cuando la madre fue a ver a su padre que estaba destacado allí por el gobierno zarista; vivía en la Avenida Nevski y estudió en el mejor colegio de Petrogrado. Varias institutrices le enseñaron una vasta cultura. Hablaba seis idiomas Su padre fue ajusticiado por la revolución bolchevique. Salió casada con Albert de la Rusia revolucionaria y viajaron por Java, Constantinopla y varios países de Europa. El canto fue su preferencia personal por lo que educó su voz con los mejores profesores de la época. Era soprano-dramático. Ellos vivieron en París cuatro años, desde el 1924 hasta el 1928.  En su exilio actuó en los más importantes teatros de Francia, Italia y España. Ella dio conciertos en el Gran Teatro de la Ópera de París, en la Scala de Milano, Italia y en Las Palmas de Gran Canaria, España. Mima era su nombre artístico, y sus más allegados amigos, vecinos y trabajadores la denominaban así, pero la mayor parte de la población la siguen denominando la Rusa. Para ella, cantar, era una imprescindible expresión del sentimiento.

Aurelio Toirac, conocido como Yeyo nos relató que él siendo un muchacho de 15 años, se deleitaba oírla cantar en la casa de la profesora de música y pianista, Esclarecida Guilarte. Me afirmó que ella y su esposo llegaron en el 1930 a nuestra ciudad.

Ella en sus presunciones siempre comentaba a todos que no sabía exactamente su edad. Era dama de exquisito gusto, de detalles, de buenos modales, de estar siempre a la moda. Se establecieron aquí porque se habían enterado en la capital de un auge económico que tenía Baracoa, pero se encontraron con otra realidad triste: “una tacita rota y tirada en un rincón”, según le expresó al poeta y periodista Félix Contreras. En mis inquietudes de adolescentes ella siempre fue una intriga. Recuerdo que cuando estaba de vacaciones o en cualquier oportunidad que se me daba para estar en mi ciudad, cuando yo convivía con mi abuela materna, mi tía y mi hermana en la Ciudad de las Columnas, trataba de pasar por el Hotel Miramar -así fue el nombre que ella le puso, pero siempre la fuerza de la expresión popular lo ha denominado Hotel de la Rusa-, para ver aquella interesante y legendaria mujer que me cautivaba por las distintas historias que había tejido la población baracoana acerca de ella. En los primeros tiempos de su llegada, la acusaron de espía y, en otra, la relacionaron con la famosa prostituta francesa Rachel, pero después la comunidad se percató que todos aquellos comentarios habían sido fabulaciones.

Ella y su esposo se integraron a la cotidianidad, establecieron pequeños negocios y su esposo Albert se incorporó a una de las cuatro logias de la ciudad, hasta que solicitaron a las autoridades construir su famoso hotel el 7 de junio de 1952. Ella ya se había convertido en un personaje místico que le daba a Baracoa un toque distintivo. Siempre me cautivó su prestancia, su mística figura, la altivez de sus gestos, su dominio de varios idiomas y una sensibilidad especial por el canto, pero lo que más me conmovió de ella fue que Baracoa se convirtió en parte de su corazón y se incorporó a nuestra sociedad hasta que sus alientos se pararon para siempre.

Entregó su hotel al Gobierno Revolucionario y no aceptó nada de dinero. Fidel Castro Ruz, como Primer Ministro se hospedó el 29 de enero de 1960, acompañado de Celia Sánchez Manduley, el Doctor Antonio Núñez Jiménez y otros acompañantes. Nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, estuvo alojado el 12 de junio de 1960. También lo visitaron el entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Raúl Castro Ruz, Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y Ernesto Che Guevara con su esposa Aleida March y otros compañeros. Nos contó René que en una ocasión Raúl y el Che le hicieron una invitación para que fuera a ver el progreso de Rusia y ella les contestó: “les estoy muy agradecida, pero me encuentro muy bien en mi patria chiquita que es Cuba y en mi Baracoa aplatanada”.

Todos conocieron su historia y su identificación plena con la Revolución. Su desinterés y espontánea voluntad de entregar su hotel, parte de su dinero, joyas y otros haberes a la nueva sociedad cubana; de hacer vida activa como miembro de la FMC, los Comités de Defensa de la Revolución y la Cruz Roja. Pienso que Baracoa le cambió su manera de ver la vida de aristócrata rusa a mujer envuelta en el cariño y en esa forma de ser de la gente de nuestro terruño, que lo entrega todo a quienes aman a nuestra tierra, aunque no sea de ellos.

Nos contó René que tanto ella como Albert amaban la naturaleza y sentían una fuerte atracción por los paisajes de Baracoa, por sus ríos y playas:

En las excursiones que hacíamos a los mismos, Mima tenía como hobby recoger caracoles, piedras y arbolitos que por los efectos del agua semejaban animales, peces, los cuales guardaba cuidadosamente. Todavía conservo en mi casa varios de ellos. Ella nunca se bañó porque tenía una piel muy sensible que cuidaba con deleitación. Siempre se protegía con sus sombrillas de nuestro fuerte sol en esos paseos y en los recorridos por la ciudad.

En el cine-teatro Encanto de la localidad había dos lunetas fijas para la familia Menasse. Las dos primeras de la quinta fila. “A veces yo la acompañaba y en otras ocasiones iba Albert, pero nadie las ocupaba, aunque estuviera lleno el cine”.

Magdalena tenía un trago preferido:

Ella tomaba bebida seca: una línea de whisky, otra de menta y le añadía hielo frappé. También degustaba los mejores vinos, que tomaba con diferentes platos. Su comida predilecta era el Galusi o Palomita, como ella le llamaba. Este se confeccionaba de la siguiente manera: se cortaban trocitos de pollo, jamón, bacón, y carne de res. Se cocían en un sofrito de mantequilla con distintas especias como ajo, cebolla, ajíes, etc., y se ligaba con el arroz semihervido. Se hacían bolas y se envolvían en hojas de col. Se acomodaban en un caldero que contenía agua, puré de tomate y especias. Se tapaba hasta que estuviera semiseco. Después se ponía en una bandeja para comer.

Magdalena y Albert no tuvieron hijos por cuestiones de la naturaleza y decidieron adoptar a René, un niño de 9 años hijo de una familia campesina pobre, pero muy respetuoso y trabajador. Vivió 49 años con Mima.

Mima y Albert fueron mis verdaderos padres porque a partir de los 9 años me dieron calor, comprensión, abrigo, cariño, cultura, educación. Me pusieron en el mejor de los colegios y me enseñaron a ser organizado, cumplidor, amar a Cuba y Baracoa. Jamás los podré olvidar. Yo vi morir a Albert en uno de sus viajes a Santiago de Cuba, en 1956. Estuve al lado de Mima en todos los momentos difíciles de su terrible enfermedad hasta su fallecimiento el 5 de septiembre de 1978.

El día siguiente fue su entierro. Recuerdo que las calles por donde pasó el cortejo fúnebre estaban llenas. La banda municipal encabezaba el sepelio, después dos hileras con muchas coronas de los distintos organismos e instituciones, las autoridades, los estudiantes, los obreros, las federadas, o sea, el pueblo dándole el último adiós.

Hay algunos que opinan que Alejo Carpentier la hizo famosa cuando escribió su novela La consagración de la primavera y la aludió en su personaje de Vera. Pienso que su notoriedad ha estado en su embrujada figura que de boca en boca ha trascendido el tiempo y el espacio.

El decimista Óscar Romero Laffita escribió de ella

Mima La Rusa

Con su blonda cabellera

y su vestimenta blanca,

era una sonrisa blanca

vestida de guayabera.

Era Rusa: era extranjera,

como un tinte de manzana.

Era flor de la mañana

un perfumado botón

que amó a la Revolución

como una mujer cubana.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Alejandro Hartmann Matos: Doctor. Historiador de Baracoa y directos del Museo Fuerte Matachín. Vicepresidente de la Red de Oficinas del Conservador e Historiador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Ha dedicado más de 40 años a divulgar, promover e investigar la historia y la cultura de su ciudad natal: Baracoa. Es autor de varios libros, entre ellos Los días de Colón en Baracoa, Los franceses en Baracoa, y Baracoa, la cuna del cacao en Cuba.

dest Las lenguas de Europa y el español de Cuba

Las lenguas de Europa y el español de Cuba

Las lenguas de Europa y el español de Cuba

Sergio Valdés Bernal

Septiembre 18, 2020

 

Mi ponencia versa sobre las lenguas europeas que dejaron su impronta en nuestra lengua nacional, también de origen europeo, legado aportado por conquistadores, colonizadores, marineros, militares, comerciantes, aventureros e inmigrantes peninsulares de todo tipo.

Europa tiene una extensión territorial de más de 10,5 millones de kilómetros cuadrados, por lo que es casi 94,9 veces mayor que el archipiélago cubano y se caracteriza por su gran diversidad de lenguas y culturas, a diferencia de nuestro pequeño e insular país predominantemente monolingüe y con una mestiza cultura que compartimos todos los cubanos. Por ese motivo, viene a mi mente la muy cubanísima expresión “meter La Habana en Guanabacoa”, asociada con el hecho histórico de que en 1555 el corsario francés de origen normando, Jacques de Sores, atacó e incendio La Habana. Debido a ello, gran parte de sus habitantes se refugió en la cercana y pequeña villa de Guanabacoa, del otro lado de la bahía habanera, donde radicó por varios meses el gobierno colonial. De ahí que decir “meter La Habana en Guanabacoa” se refiere a intentar meter algo grande en un espacio más pequeño que el que se requiere. Y este es mi caso, meter a Europa en Cuba desde el punto de vista lingüístico.

Según la mitología griega, tradicionalmente el nombre de Europa se asocia con el de una mujer mortal que fue raptada por el dios Zeus, con quien tuvo descendencia. Motivos histórico-culturales definieron Europa como un continente a partir de la delimitación realizada a mediados del siglo XVIII por el historiador y geógrafo ruso Vasili Tatíshchev (1686-1750), quien estableció que las fronteras de Europa se extienden desde el océano Atlántico hasta los montes Urales, por lo que Rusia formaba parte de dos continentes, el europeo y el asiático. En la actualidad, desde el punto de vista de la geografía moderna, Europa no es considerada un continente, sino una macro-unidad geográfica, o sea la prolongación occidental del continente euroasiático [1], de la que también forman parte países como Armenia [2],  Georgia [3], Turquía [4], Kazajistán [5] y Azerbaiyán [6].

La casi totalidad del territorio europeo está ocupado por una sola e inmensa macrofamilia de lenguas, la indoeuropea, constituida por idiomas hablados en Europa y Asia meridional que comparten características casi universales. A modo de ejemplo, nos referiremos solamente a tres rasgos comunes a todas ellas definidos por los estudios de lingüística comparada:

  1. La mayoría de estas lenguas distingue el singular del plural como categoría de número gramatical, aunque las eslavas también tienen el número dual, que expresa cantidad de dos al referirse, por ejemplo, a las manos, los ojos, las orejas, los pies, etc.
  2. La mayoría de las lenguas indoeuropeas diferencian el género gramatical masculino del femenino, aunque en otras se ha perdido esta distinción con el transcurso del tiempo, como en el armenio y el persa contemporáneos. [poetisa/poeta; niños y niñas: en español el género masculino es inclusivo; se recurre al femenino en caso de precisión]
  3. Gran parte de las lenguas indoeuropeas modernas han reducido el sistema de casos y la conjugación que caracterizaban a las lenguas más antiguas como el griego micénico, el hitita, el sánscrito, el latín, el antiguo irlandés y el eslavo eclesiástico. Por ejemplo, de las lenguas neolatinas, solamente el rumano conserva un sistema limitado de casos, al igual que las germánicas y las indoiranias. Incluso el griego moderno ha disminuido su número respecto del griego antiguo. Sin embargo, el lituano y las lenguas eslavas son las que cuentan con una flexión nominal con siete casos distintos: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo, locativo e instrumental.

La identificación de las lenguas indoeuropeas comenzó con los estudios del filólogo británico William Jones (1746-1794), quien en el siglo XVIII demostró las similitudes existentes entre el sánscrito, el latín, el griego y el persa. Posteriormente, el filólogo y lingüista alemán decimonónico Franz Bopp (1791-1867) apoyó esta hipótesis al comparar esas lenguas con muchas otras contemporáneas, por lo que se estableció definitivamente la identificación de las lenguas indoeuropeas entre mediados y finales del siglo XIX.

Si representamos las lenguas europeas como un frondoso árbol genealógico de cuyo tronco brotan diversas ramas, tendríamos algunas ramas representadas por una sola lengua, como ocurre con el albanés, el armenio y el griego; pero otras ramas constituyen familias de lenguas. Una de ellas es la anatolia, conjunto de lenguas extintas que se hablaron durante el primer y segundo milenio a.n.e. en Asia Menor, de las que el hitita es la que mayor número de vestigios presenta. También están extinguidas las lenguas tocarías, habladas entre los siglos VI y VIII y desaparecidas tras la fusión con las tribus uigures de la actual China occidental, hablantes de una lengua túrcica del grupo altaico. Por el contrario, las familias báltica, céltica, eslava, germánica, indoirania e itálica mantienen su vigencia en la actualidad.

Si bien es cierto que en Europa predominan las lenguas indoeuropeas, tenemos la presencia de varias lenguas de diversa procedencia. Una de ellas es el vasco o euskera, hablado en territorios de España y Francia aledaños al golfo de Vizcaya. Se trata de una lengua aislada, pues no se ha podido probar ningún parentesco con otra lengua viva o muerta. El finés, el estonio y el húngaro son lenguas ugrofinesas, rama de las lenguas urálicas habladas en Finlandia y Hungría, a las que también pertenecen el sami o lapón, vigente aún en la península escandinava. El georgiano es una lengua caucásica meridional que funge como idioma oficial de la República de Georgia, al igual que el azerí o azerbaiyano en Azerbaiyán, y el turco en Turquía, ambas de la gran familia uralo-altaica. Por último, tenemos el maltés, lengua semítica derivada del árabe y con gran influjo del italiano y del siciliano, cooficial con el inglés en la República de Malta.

Debemos recordar que, además de las lenguas modernas de Europa, existe documentación abundante sobre otras lenguas que se extinguieron durante la antigüedad, la edad media y la edad moderna, como el romance británico en el siglo VIII, el fráncico antiguo en el siglo IX, el gótico en el X y el dálmata en el XIX.

La situación idiomática en Europa se complica con procesos migratorios históricos y contemporáneos que aportaron a la región lenguas alóctonas, o sea no originarias del lugar en que se encuentran. Tenemos en mente las lenguas que fueron aportadas por los invasores árabes y bereberes que se impusieron en parte Europa durante varios siglos y que, en el caso de la península ibérica, dieron por resultado el surgimiento de los dialectos mozárabes, extinguidos en el siglo XIII, y del ya mencionado maltés. Caso aparte ha sido el surgimiento de las lenguas judeoespañol, ladino o dzhudesmo, del judeoalemán o yiddish y de los extintos shuadit o judeoprovenzal, judeoportugués, judeoaragonés, zarfático o judeofrancés, judeocatalán, judeoitaliano, judeogriego y judeocheco o knaánico debido al asentamiento de judíos desde épocas tempranas en Europa.

En la actualidad, además de los procesos migratorios internos propios de Europa, tenemos el flujo de inmigrantes portadores de lenguas africanas, asiáticas y hasta amerindias. Tomemos como ejemplo a España, donde 9,68% de la población es de nacionalidad extranjera. De ellos, 34,5% proviene de Hispanoamérica, por lo que la lengua más hablada entre los no nacionales residentes en este país es la española. Sin embargo, otras lenguas alóctonas muy utilizadas como comunitarias y familiares son el árabe, de la familia de lenguas afroasiáticas, con predominio de la modalidad marroquí; el rifeño de la familia bereber; el fulani, yolofe, mandinga y soninké de la familia nigerino-congolesa; el wu, una de las principales lenguas chinas, o sea, de la familia sino-tibetana, y el quechua de las indoamericanas.

Hasta aquí hemos ofrecido la relación de las lenguas presentes en la Europa contemporánea. Ahora nos referiremos solamente a las lenguas propias de Europa y el nexo que guardan con nuestra lengua nacional, la modalidad cubana de la lengua española.    

¿Pero qué es el idioma español? Es una lengua románica derivada del latín vulgar llevado a Hispania, del fenicio *i-špʰanim ‘tierra de conejos’ [7], como prefirieron llamarla los invasores romanos en lugar de Iberia, denominación debida a los griegos y derivada de la del río Íber, actual Ebro. Durante el dominio romano, que duró desde el año 218 a.n.e., fecha del desembarco romano en Ampurias, hasta principios del siglo V, cuando se impusieron los visigodos en la península y sustituyeron a la autoridad de Roma, o sea casi siete siglos, el latín culto era aprendido como segunda lengua y utilizado por las personas más cultas, mientras que entre las grandes masas de la población se había impuesto una modalidad vulgar del latín, es decir popular, influida por las lenguas de los celtas, iberos y vascos nativos. Así, el latín hablado en aquel entonces fue dando origen a las variedades romances hispánicas, que recibirían tiempo después cierto influjo de las lenguas germánicas de los suevos, vándalos y visigodo, y de entre las que emergería la lengua española.

En el siglo VIII, la invasión musulmana de Hispania generó dos zonas bien diferenciadas: Al-Andalus,  topónimo creado por los árabes y derivado de la expresión bereber tamort uandalos ‘tierra de los vándalos’, nombre del pueblo germánico que ocupó la Bética romana entre el 409 y el 429, y que desde allí pasó al norte de África, y Dzhilikiya arabización del topónimo Galicia. En Al-Andalus, se habló el árabe culto por las personas letradas, y el vulgar por el grueso de las oleadas invasoras de árabes y bereberes. El influjo de la cultura musulmana fue tal, que dio origen a modalidades romances llamadas mozárabe, del árabe mustaʕrab ‘arabizado’. Pero en la zona en que se formaban los reinos cristianos poco después del inicio de la dominación musulmana, surgieron diversas variantes románicas.

Entre los siglos IX y XI, en una región histórica española de límites difusos y conocida como Castella o Castiella, cuyo significado es ‘tierra sembrada de castillos’ [8], se había gestado una forma de hablar que comenzó a ser conocida como castellano. Este medio de comunicación evolucionó en contacto con otros romances similares y por el aporte de las lenguas de invasores islámicos. Con el proceso de Reconquista, la lengua de Castilla se expandió por gran parte de la Península y devino idioma oficial del reino hispano debido a una disposición de Fernando III el Santo (1199-1252), rey de Castilla y León de 1217 a 1252, política lingüística apoyada por su hijo y sucesor, Alfonso X el Sabio (1221-1284). Este último, también mediante decreto real, estableció la obligación de traducir al castellano, y no al latín, toda la documentación existente en el reino. Los reyes que se sucedieron apuntalaron estas disposiciones, por lo que el idioma oficial de la cancillería comenzó a ser más conocido como español, del occitano espaignol, y este del latín medieval Hispaniolus ‘de Hispania’.

¿Y cómo esta lengua se impuso en Cuba y hasta devino soporte idiomático de nuestra cultura e identidad?

Tras la caída del último reino nazarí de Granada en 1492, los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón (1452-1526) e Isabel I de Castilla (1451-1501), tuvieron tiempo para escuchar y apoyar a un navegante genovés llamado Cristóbal Colón (1436/1451-1506). Colón sustentaba la posibilidad de hallar una nueva ruta marítima sin tener que bordear África y que permitiría el acceso a las Indias, nombre que en el siglo XIV se había popularizado en boca de marinos y comerciantes europeos dedicados a la exploración de Asia meridional con fines mercantiles, o sea, lo que hoy llamamos Subcontinente indio y Sudeste asiático.

Tras azarosa navegación a través del Mar de las Tinieblas, como llamaban los árabes al Atlántico, los tres navíos comandados por Colón finalmente arribaron el 12 de octubre de 1492 a la isla de Guanahaní, actual Watlings, bautizada por él como San Salvador por los motivos que ya conocemos. Durante los días que bordeó el archipiélago que posteriormente sería conocido como Bahamas, corrupción de bajamar, y más apropiadamente llamado Lucayas, nombre indígena, de luku ‘ser humano’ y cayo ‘islote’, creyó entender que más al sur había una gran tierra llamada Cuba. Influido por la lectura del libro del mercader y viajero veneciano Marco Polo, Il Milione, asoció el nombre indígena de nuestro país con el de Kublai Khan, el quinto y último gran khan del imperio mongol y primer emperador chino de la dinastía Yuan, supuesta confirmación de que había arribado a Asia. Pero para nuestra suerte, como los pobladores de estas islas eran mongoloides de piel más oscura que la de los asiáticos, pensó que había llegado a la India, por lo que los llamó “indios” y no cataios o cipangueses a partir de los nombres vigentes en aquel entonces y referidos a esos países: Catai [9] por China y Cipango [10], por Japón.

Finalmente llegó al archipiélago cubano la noche lluviosa del 27 de octubre, por lo que dejó para el otro día el desembarque. Cuando por primera vez puso pie en tierra cubana, tal fue la fastuosidad de su naturaleza, que pronunció la famosa frase que tanto hemos explotado con fines turísticos: “Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”, como registró en su Diario de navegación. Años después, en 1510, comenzó la conquista y colonización de Cuba por las huestes peninsulares procedentes de la vecina isla de La Española, como la llamara Colón en sustitución de su nombre aborigen, Haití. A pesar de los intentos de las autoridades españolas por imponer un nombre hispano a nuestro país, su nombre indígena, Cuba, que significa ‘tierra labrada, habitada’, a la larga se impuso.

En nuestro territorio la lengua española devino lengua oficial de la colonia, que contó con un fuerte movimiento migratorio fortalecedor de su vigencia, en el que predominaron los andaluces occidentales hasta la primera mitad del siglo XVII, siendo superados a partir de entonces hasta ya constituida la República a principios del siglo XX por la constante y numerosa migración procedente de las Islas Canarias. Por eso nuestra forma de hablar el español nos acerca más a las hablas meridionales de España que a las del centro y norte con nuestro seseo, yeísmo, trueque de ere por ele, el uso de ustedes por vosotros, y otros ejemplos más. En fin, nos apropiamos de la lengua española y la hicimos nuestra a través de un largo y sangriento período de mestizaje biológico y cultural, de transculturación, en el que intervinieron diversos componentes étnicos europeos, con predominio hispánico, así como indoamericanos, africanos y hasta asiáticos.

El idioma español llevado a tierras americanas a partir del siglo XVI trajo consigo las huellas del largo proceso evolutivo por el que pasó hasta ese momento. De ahí los helenismos escuela, democracia y economía; los iberismos perro, cencerro, pizarra; los celtismos camino, carro, andamio y los germanismos bigote, espía, espuela, entre muchos otros que continuamos utilizando hoy y que heredados a través del latín en Hispania. A esto se suman los numerosos arabismos como arroz, azúcar, álgebra, reflejo en la lengua de casi ocho siglos de dominación musulmana de la península, y los hebraísmos sábado, amén, querubín debidos a la traducción de la Biblia del griego antiguo al castellano. Pero, además, no debemos olvidar que a partir de finales del siglo XI se generalizó un proceso de asimilación o nivelación lingüística entre los dialectos románicos centrales de la península ibérica que generó el surgimiento de zonas lingüísticas bien definidas, como la galaico-portuguesa, la asturiano-leonesa, la castellana, la vasca, la catalana y la mozárabe, esta última constituida por una serie de variedades regionales hispanoárabes que se extinguieron tras la Reconquista. Muchos mozarabismos pasaron al español peninsular, del que se popularizaron de este lado del Atlántico unos cuantos, como chícharo, palmiche y verdolaga, por ejemplo.

Entre las lenguas habladas en la Iberia, el gallego dio origen a una excelente poesía lírica y satírica que predominó hasta el siglo XIV. Pero la incorporación de Galicia al reino de León y Castilla, donde imperaba el castellano como idioma oficial del reino, limitó considerablemente el uso del gallego. Por otra parte, al expandirse el gallego hacia el sur debido a la Reconquista, comenzó a diferenciarse en su mezcla con los dialectos mozárabes locales y dio origen a una nueva lengua, el portugués. Portugal, bajo el reinado de Alfonso I el Conquistador (1109-1185), logró independizarse del reino leonés en el año 1134 y varios decenios después Dionisio I (1265-1325) proclamó el portugués idioma oficial del Reino. En fin, la proximidad geográfica y el contacto comercial y de todo tipo entre estas regiones explican por qué tenemos en nuestra lengua galleguismos como morriña y sarpullido, algunos de ellos popularizados entre nosotros debido a la emigración de gallegos hacia Cuba a finales del siglo XIX, y portuguesismos como mejillón. cardumen y pantorrilla, entre otros, presentes en el habla de canarios y andaluces occidentales, ya que fue sumamente limitada la presencia portuguesa en nuestro suelo.

En cuanto al asturiano, se dificulta saber si es heredero directo del latín impuesto por los romanos en su colonización, o si en su génesis intervino también el habla romanceada y más culta de los que se refugiaron en esta región ante el avance de los musulmanes. Asturias muy pronto dejó de ser el centro de la monarquía leonesa debido al auge de Castilla y el desplazamiento de la corte hacia el sur de la Península, por lo que las hablas asturianas se redujeron a simples instrumentos de comunicación oral.

El reino de León, a su vez, fue el más extenso de la Reconquista y el más complejo de todos desde el punto de vista lingüístico, por tener al oriente a Castilla, foco innovador y gestor de importantes cambios idiomáticos, y al occidente a Galicia, arcaizante y conservadora. Aunque el leonés se habló en toda la extensión de este reino, con la excepción de Galicia, e incluso tuvo gran cultivo literario, a partir de la primera mitad del siglo XIV comenzó a ceder rápidamente espacio vital al castellano. Por ello, el español que heredamos de la Península trajo consigo algunos asturianismos como berrearse ‘molestarse, enfadarse’, escachar ‘aplastar, romper’, mecharse ‘trabajar arduamente’, y leonesismos como andancio ‘epidemia’, pararse o ponerse de pie y perendengue ‘adorno femenino de escaso valor’.

Del oriente ibérico tenemos las lenguas conocidas como vasco, navarro, aragonés y catalán. Del vasco o euskera, vía latín vulgar, han pasado al español varias voces, como chatarra, cencerro y mogote, como nombramos a las típicas elevaciones del pinareño Valle de Viñales. El navarro, idioma del reino de Pamplona o de Navarra, comenzó a castellanizarse desde el siglo XII, por lo que no heredamos ningún vocablo procedente del navarro. Hoy en Navarra se habla euskera y castellano, En cuanto al aragonés, a partir del siglo XV el castellano conquistó su dominio, por lo que desde el principio del XVI no se puede hablar de una lengua aragonesa, aunque de ella pasaron al español algunos aragonesismos como cambalache ‘trueque’ y trasmallo ‘arte de pesca formado por tres redes’.

Después del portugués y del gallego, el catalán es la lengua iberorrománica que más ha influido en el castellano. Ello se debió a la importancia de Cataluña, como uno de los reinos cristianos de mayor pujanza en la guerra contra los árabes y debido al gran desarrollo literario con que contó este idioma hasta el siglo XV. La boda de Fernando II de Aragón con Isabel I de Castilla en 1469 propició la tan necesaria fusión de ambos reinos diez años después en la lucha contra los musulmanes, pero también redujo el uso del catalán, aunque este dejó su huella en el nivel lexical del castellano con voces como correo, sastre, cantimplora y muchas más, a las que podemos añadir las heredadas del valenciano, como chuleta, entre otras.

Las lenguas transpirenaicas que más han influido en el español son las galorrománicas, representadas por el francés, francoprovenzal y el occitano. El francés fue la lengua romance que más contribuyó al enriquecimiento del fondo léxico del castellano, y en ello compite con el árabe. Su influjo sobre el español fue casi constante y desde épocas tempranas, incluso entre los siglos XIII y XIV la literatura francesa fue muy popular en España. Además, la corte española admiraba a su par francesa y la imitaba en todo. Con la asunción al trono de Felipe V en 1700, se impuso la dinastía francesa de los Borbones hasta 1808, por lo que el siglo XVIII representó la centuria de mayor influjo de la lengua y cultura de Francia en España y las colonias americanas. Por eso es que utilizamos tantos galicismos como avión, crema y goleta, y occitanismos como antorcha y balada.

Otra lengua europea de gran importancia para el enriquecimiento del fondo léxico de la española es el italiano. La ocupación de Italia por España durante casi dos siglos propició el influjo del italiano en el español, por lo que numerosísimos italianismos ya eran parte del español llevado a América en el siglo XVI, como ópera y escaramuza o combate breve y no decisivo. Este influjo no dejó de sentirse con el Renacimiento, cuya cuna fue Italia. En época más reciente otros italianismos se asentaron en la lengua española debido a los contactos con ese país y a su cultura Cuba, como pizza, canelones, dolce vita, travesti y hasta el cubanismo équelecuá, alteración del italiano eccolo quá ‘eso mismo’.

Las lenguas germánicas también dejaron su huella en el español, como es el caso de los germanismos históricos aportados por los francos y visigodos, como jabón, sopa y yelmo, a lo que se suma una serie de voces procedentes del alemán contemporáneo, como cabaret y búnker. Del neerlandés, a través del francés, nos llegaron vocablos como berbiquí y chalupa. Del danés, vía inglés, tenemos kril ‘alevín, pez pequeño’, y a través del francés rorcual ‘especie de ballena’. Del sueco proceden tungsteno ‘tipo de metal’ y varenga ‘costado de un buque’. Por cierto, en nuestro país tenemos dos topónimos que hacen alusión a la presencia sueca en Cuba: Pico Suecia, la segunda montaña de mayor elevación en el país, en la Sierra Maestra, a un kilómetro al este sureste del Pico Turquino, en el municipio de Guamá, y Punta Suecia, en la costa sur de la isla de Cuba, en la ensenada de Majana, en el Golfo de Batabanó, provincia de Artemisa. Además, la expresión “hacerse el sueco” significa hacerse el desentendido.

Indudablemente, la lengua germánica de mayor influjo en el español panhispánico, o sea, el hablado actualmente en ambas orillas del Atlántico, es el inglés, en estos momentos la lengua internacional por excelencia y predominante en el léxico relacionado con la ciencia, la tecnología y el deporte. Pero aquí solamente nos detendremos en recordar que a partir de la ocupación británica de La Habana por once meses, hasta mediados de 1763, cuando aún nos sentíamos más españoles que cubanos, se popularizaron expresiones tomadas de la jerga de los negreros ingleses como luku-luku ‘mirar’, de to look, tifi-tifi, ‘ladrón’, de to thieve, algunas de las cuales trascendieron en parte hasta el presente, así como otras utilizadas con cierto matiz despectivo: trabajar para el inglés ‘trabajar sin remuneración’ y cortarse con vidrio inglés ‘poner los pies sobre alguna materia excrementicia de algún animal’.

Las lenguas eslavas no aportaron tanto a la española debido a los pocos contactos comerciales y de todo tipo que tuvo el reino hispano con la Europa centro-oriental. No obstante, algunas palabras de diversa procedencia eslava echaron raíces en nuestra lengua. Tal es el caso de rusismos como duma ‘asamblea legislativa de Rusia’, zar ‘título que se daba al emperador ruso’, y más recientemente sputnik ‘satélite’, glasnost ‘transparencia’ y perestroika ‘reconstrucción’. Del polaco tenemos mazurka, originalmente un baile de salón de la corte real, convertido con el tiempo en una danza popular, y del croata corbata, complemento de la camisa, que consiste en una tira alrededor del cuello que deja caer sus extremos con fines estéticos y para cubrir los botones de la camisa. Su nombre procede del italiano cravatta, derivado de croata¸ ya que los jinetes del ejército croata en el siglo XVII usaban pañuelos de color negro atados alrededor del cuello. De Bohemia nos llegaron tres voces de origen checo: calesa, de kolesa a través del francés, como llamamos al carruaje de dos ruedas tirado por un caballo; pistola, del alemán Pistole, y este del checo pišt’al ‘canutillo, flautilla’; y robot, del inglés robot y este del checo rabota ‘trabajo forzado’, máquina o ingenio electrónico programable y capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas solo a personas. Esta última palabra se debe al famoso escritor Karel Čapek (1890-1938), quien la utilizó en su obra teatral de ciencia ficción Rossumovi univerzalní roboti, escrita en 1920, estrenada en Praga en 1921 y en 1922 en Nueva York con el título en inglés de Rossum’s Universal Robots. Por cierto, a este autor se debe una novela, El bólido, cuya trama se desarrolla en la Cuba de los años treinta del siglo pasado, no traducida al español y totalmente desconocida entre nosotros.

De las lenguas uraloaltaicas, heredamos del lapón, a través del inglés o del francés, la palabra morsa, especie de mamífero pinnípedo semiacuático de gran tamaño, que habita en los mares árticos, y del finés sauna, baño de vapor o sudoración que se realiza en un recinto a muy alta temperatura. A estas lenguas se suma el húngaro con las palabras czara o zarda, nombre de un baile, sable, arma blanca curva habitualmente utilizada en caballería, y el nombre de una tarta de origen húngaro que conocida por el apellido de su inventor en 1884, el pastelero Jozsef C. Dobos. Por último, del turco tenemos varias voces, como odalisca ‘concubina’, yogur ‘variedad de leche fermentada’ y zapato ‘calzado que no pasa del tobillo’, así como la expresión cabeza de turco ‘persona a la que se echan todas las culpas’. Por cierto, los turcos utilizan una variante de sauna húmeda popularmente conocida como baño turco.

Pero no debemos olvidar que a través de las lenguas europeas pasaron al español panhispánico numerosas palabras procedentes de lenguas asiáticas como el chino mandarín, japonés, hindi, marati y otras en el pasado y en el presente, como té, biombo, katana, caqui, avatar, parchís, piyama, karaoke, catamarán. Este aspecto de las lenguas europeas como puente entre Asia y Europa también merecería otra conferencia, pero para eso no nos alcanza el tiempo.

A pesar del tiempo transcurrido, la lengua española y las culturas de España continúan siendo hoy el componente más importante y perceptible de nuestro condimentado ajiaco cubano [11], en el que están insertados fundamentos de otras culturas europeas y no europeas. Pero no somos españoles y mucho menos europeos debido a ese terrible, cruento y a la vez contradictoriamente maravilloso proceso de mestizaje biológico y cultural ocurrido en nuestro suelo, en el que están presentes los legados europeo, amerindio, subsahariano y asiático. Esto ya se aprecia a finales del siglo XVIII en las Memorias de Pedro Espínola y José María Peñalver, dos frailes cubanos, los primeros en describir los “defectos de pronunciación y escritura de nuestro idioma y medios de corregirlos” y la necesidad de elaborar un “diccionario provincial de la Isla de Cuba” debido a que ya había una forma de hablar el español en nuestro archipiélago que dificultaba la comunicación con la metrópoli. Ambas Memorias evidencian el surgimiento y desarrollo de la modalidad cubana de la lengua española, con el tiempo devenida soporte idiomático de nuestra cultura e identidad, función que ejerce plenamente hasta nuestros días.

 

Notas

* Conferencia Magistral del III Coloquio Presencias europeas en Cuba, en 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Cf. Robert B. Marks: Los orígenes del mundo moderno, Crítica, Madrid, 2007.

[2] La República de Armenia, es un país del Cáucaso meridional que comparte frontera al oeste con Turquía, al norte con Georgia, al este con Azerbaiyán y al sur con Irán y la República Autónoma de Najicheván de Azerbaiyán.

[3] Georgia precisamente está en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental.

[4] Turquía se encuentra ubicada en Asia y Europa. Se extiende por toda la península de Anatolia y Tracia en la zona de los Balcanes.

[5] La mayor parte del territorio kazajo está situado en Asia Central, y una menor (al oeste del río Ural) en Europa.

[6] La República de Azerbaiyán está localizada entre Asia Occidental y Europa Oriental y tiene fronteras con Armenia y Turquía, entre otros países.

[7] La palabra spʰ(a) n podría significar ‘conejo’, ya que el término fenicio *i-špʰanim literalmente significaría: ‘de damanes’ (špʰanim es la forma plural de šapʰán, ‘damán’, Hyrax syriacus), que fue cómo los fenicios decidieron, a falta de un vocablo mejor, denominar al conejo Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. La primera mención a Hispania en textos romanos data del año 200 a.n.e. y se debe al poeta latino de origen griego Quinto Ennio (239-169 a.n.e.). Cf. Artola, Miguel: Enciclopedia de historia de España. Diccionario temático, t. I-VI, Alianza Editorial, Madrid, 1995.

[8] Castella es plural de castellum, que en tiempos visigóticos significaba ‘pequeño campamento militar’. En mozárabe el equivalente era castil, ‘casita de campo’.

[9] Catay es el nombre que recogió Marco Polo para referirse a la región que comprendía los territorios chinos cercanos a los ríos Yangtsé y Amarillo. El topónimo deriva del nombre de los kitán, grupo étnico proto-mongol que dominó gran parte de Manchuria. En búlgaro y ruso se preserva este nombre: Китай (kitay), así como en esloveno (Kitajsha). También se utilizó en inglés (Cathay), en italiano y portugués (Catai) y en español arcaico Catay. Actualmente es considerado como un nombre arcaico y literario de China.

[10] Cipango o Zipango es el antiguo nombre utilizado por los europeos y chinos para referirse a Japón en la Edad Media, nombre derivado del japonés a través de su adaptación al antiguo chino mandarín: jap. Nippon > ant. chino mand. Rìběn-guó [ʐɪb̥̥ən g̥wo] > leng. europ. Zipango.

[11] El ajiaco es uno de los platos preferidos de la cocina cubana. El vocablo fue documentado por primera vez en el “Vocabulario de las voces provinciales de América”, que forma parte del Diccionario geográfico de las Indias Occidentales o América (1786-1789), del bibliógrafo ecuatoriano Antonio de Alcedo. En cuanto a Cuba, se recogió en el diccionario de Pichardo y Tapia (Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, 1875, p. 42): “Comida compuesta de carne de cerdo, o de vaca, tasajo, pedazos de plátano, yuca, calabazas &c con mucho caldo, cargado de zumo de limón y Ají picante. Es el equivalente de la olla Española: pero acompañado de Casabe y nunca de pan; su uso es casi general, mayormente en Tierradentro, aunque se escusa en mesas de alguna etiqueta”. Además, añadió que: “Metafóricamente cualquier cosa revuelta de muchas diferencias confundidas”. De ahí que su uso metafórico sirviera de base a Fernando Ortiz para tomarlo como afortunado y acertado símil del proceso de formación del etnos cubano, de la cultura cubana, en conferencia impartida el 28 de noviembre de 1939 en la Universidad de La Habana a estudiantes de la fraternidad Iota-Eta. Debido a su importancia y repercusión, meses después, en 1940, esta conferencia fue publicada por la Revista Bimestre Cubana con el título de “Los factores humanos de la cubanidad”, reeditada como separata por la imprenta habanera Molina y Cía. en ese mismo.

Sergio Valdés Bernal: Doctor en Ciencias con especialidad en Hispanística y Romanística. Destacado lingüista cuya obra extensa y profunda se corresponde de manera muy honrosa con la alta tradición de los estudios filológicos en Cuba. Ha sido autor de varios libros, entre los que destacan Indoamericanismos no aruacos en el español de Cuba; La evolución de los indoamericanismos en el español hablado en Cuba; Las lenguas del África subsaharana y el español de Cuba; Las lenguas indígenas de América y el español de Cuba; Antropología lingüística; y La hispanización de América y la americanización de la lengua española. Fungió además como consultor científico del Atlas de instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba (1997), redactor literario del Atlas etnográfico de Cuba (2000) y como miembro de la dirección colegiada de la etapa final de recopilación de información para el Atlas lingüístico de Cuba (2013), cuyos resultados preliminares se dieron a conocer en el libro Visión geolectal de Cuba (2007), del cual fue coautor. Es investigador titular del Instituto Cubano de Antropología del CITMA y desde 1987 se desempeña como Profesor Titular de la Universidad de La Habana. Desde 1995 es académico de número de la Academia Cubana de la Lengua. Es también socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la Cátedra de Antropología de la Universidad de La Habana y de la Fundación Fernando Ortiz. Además, es miembro del Consejo Asesor de la Editorial de Ciencias Sociales y miembro del Consejo Científico de la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural. En 2018 le fue conferido el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas y en 1996 la Distinción por la Cultura Nacional.

dest

Impacto cultural de arquitectos europeos en la Cuba de los años sesenta

queta original del peculiar proyecto de los arquitectos italianos Vittorio Garatti y Sergio Baroni para el Pabellón de Cuba en la Exposición Mundial de Montreal en 1967

Alfonso Alfonso González y Mabel Matamoros Tuma

Septiembre 4, 2020

 

En los años sesenta se desarrolló un período de activa renovación cultural en Cuba. La confluencia de variadas expresiones culturales, la expansión de acciones educativas en los diversos niveles, la incentivación y fomento de la ciencia, la creación de nuevas universidades, centros de educación artística y literaria, instalaciones para la ciencia, instituciones de promoción artístico-cultural y otros hechos, estimularon intercambios en disímiles ámbitos, incentivaron debates y promovieron iniciativas creativas diversas.

En cuanto al proceso de enseñanza de la arquitectura, se produjo una visible revitalización que repercutió en la calidad de los egresados. Tanto profesores como estudiantes obtuvieron premios en diversos concursos nacionales e internacionales que fueron convocados en el período.

Esos años propicios para la renovación del contexto sociocultural cubano, -incluyendo la educación, la arquitectura y el urbanismo-, atrajo a intelectuales, científicos, profesores y artistas diversos.

Numerosos extranjeros de varios países de América Latina y Europa -a partir de gestiones de los arquitectos Osmundo Machado y Arquímides Poveda-, llegaron para trabajar como profesores durante ese período en la Escuela de Arquitectura habanera y simultáneamente como proyectistas.

 

Profesores extranjeros de países diversos que se incorporaron a la enseñanza universitaria en la escuela de arquitectura de La Habana en la década de 1960

Alfredo Abregú, Raúl Pajoni, Mario Rosenthal, Roberto Segre Prando, Alejo Cesis Mestre, Francisco Celis Mestre, Rafael Serra Trillo, Javier Lisímaco Gutiérrez, Eduardo Rozas Aristy, José Carlos Ortecho, Isidoro Isaac Freidenreich, Hanus Woyzhejowski, Eduardo Escenarro San Vicente, Joaquín Rallo Romero, Roberto Gottardi, Sergio Baroni, Vittorio Garatti.

 

Los arquitectos que llegaron de Europa, en particular, Joaquín Rallo Romero, Roberto Gottardi, Sergio Baroni y Vittorio Garatti, se asentaron en el país, crearon familia, tuvieron hijos y se consagraron al trabajo docente y profesional.La presencia en Cuba de ese grupo de europeos tuvo una vigorosa influencia en la cultura arquitectónica, que se reflejó en la elevación de la calidad de la enseñanza, y en obras de un alto nivel de diseño. La indiscutible calidad, trascendencia y vigencia actual de su contribución en los campos de la enseñanza, la teoría, y el diseño arquitectónico, sobresalió con respecto a la de otros grupos de colaboradores extranjeros de la época.

Joaquín Rallo, de origen español, llegó a Cuba en 1961 con 34 años, y su principal contribución se centró en la renovación y transformación de la enseñanza de la arquitectura, con aportes de nuevas teorías y conocimientos. Con un Máster en Arquitectura cursado en la Universidad de Yale con Louis Kahn, tenía un dominio profundo de múltiples temas del diseño, y era poseedor de una visión analítico-científica sobre la arquitectura, lo que le permitió introducir, ampliar y perfeccionar variados contenidos de la docencia.

En años en los que se debatía en el ámbito internacional acerca de los aspectos metodológicos de la arquitectura, Joaquín Rallo implementó una metodología de proyecto muy avanzada para esa época, cuya aplicación en la Escuela de Arquitectura se extendió al resto de las asignaturas de la disciplina docente, la cual, con un enfoque marxista, partía del análisis previo de cinco aspectos concurrentes: conceptual, ecológico, funcional, técnico-constructivo y expresivo; que se integraban en la fase de síntesis del proyecto.

Tuvo a su cargo asignaturas como Fundamentos del Diseño, Fundamentos de la Arquitectura y Plástica, las que introdujo en el primer año. Fundamentos de la Arquitectura ofrecía los antecedentes y procesos evolutivos de la arquitectura moderna, mientras que en la de Plástica se desarrollaban ejercicios cortos diversos en los talleres de diseño para estimular la composición creativa, pero sin limitarse solo a aspectos formales. Para esta última, se convocó la colaboración de prominentes artistas plásticos de la época, como Raúl Martínez, Tomás Oliva, Guido Llinás, Antonia Eiriz, Hugo Consuegra y Loló Soldevilla, lo que resultaba un hecho insólito hasta ese momento.

Organizó e implementó la enseñanza de los enfoques bioclimáticos de la arquitectura para contextos cálido-húmedos propios de ámbitos tropicales. Elaboró las gráficas y los procedimientos para determinar el asoleamiento de los volúmenes y espacios habitables para las coordenadas de La Habana, y determinar el diseño de elementos externos de protección solar.

Como diseñador, elaboró para el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos varias exposiciones que fueron ampliamente divulgadas en numerosos países del mundo. El proyecto de refuncionalización y remodelación que realizó con la colaboración de Roberto Gottardi, logró transformar para un Centro de Cultura, a la antigua Funeraria Caballero en M y 23, en El Vedado, lo que tuvo un excepcional impacto por la calidad lograda y por el novedoso tratamiento del color y la iluminación artificial utilizada.

Proyectó para el Sector de la Construcción en Jagüey Grande, Matanzas, la Plaza de la Victoria, un peculiar anfiteatro que ocupaba los lotes opuestos de una calle pre-existente en el lugar. Actualmente, por la elevada calidad de diseño, significativa creatividad y fuerza expresiva se ha reconocido su relevancia y atendiendo a su trascendencia arquitectónica, se ha propuesto como monumento local.

Al fallecer tempranamente en La Habana, en abril de 1969, había logrado cohesionar a numerosos docentes de la Escuela de Arquitectura e incorporado un enfoque metodológico con fundamentos científicos, para elaborar los proyectos. Sus aportes aun hoy tienen vigencia en diversos campos de la enseñanza del diseño.

Roberto Gottardi nació en Venecia en 1927 y graduado de arquitecto en 1952 llega a Cuba en 1960 procedente de Venezuela. Ya en la Isla, fascinado por el ambiente creativo que encontró, se incorporó a trabajar con Rallo como profesor en la Escuela de Arquitectura, y simultáneamente se dedicó a la elaboración del proyecto de la Escuela de Teatro de las Escuelas Nacionales de Arte (1961-65), a la que le imprimió su propia personalidad expresiva. La experiencia de espacios angostos derivados de la formación perceptiva en los ámbitos de su ciudad de origen la reflejó en la totalidad de sus proyectos, de forma magnífica, en el peculiar diseño espacial de la obra.

Con posterioridad, Gottardi realizó varias propuestas de diseño dirigidas al completamiento de la Escuela de Teatro y en las más recientes realizadas, (2011, 2013, 2014), desplegó una notable libertad imaginativa acompañada de un diseño de interiores de muy buen gusto y exquisitez, cuya incuestionable excelencia ratificaba su maestría creativa aun en su edad madura.

Trabajó en proyectos diversos durante esa década, pero no todos lograron ser construidos. Entre los que llegaron a término se encuentran en esa época: la pizzería “Maravilla” del Cerro (1966-68), y el Puesto de Mando Nacional de la Agricultura, iniciado en 1967, otra obra de relevante calidad. En 1967 colabora con el profesor Rallo (1967) en la transformación de la Funeraria Caballero de 23 y M en El Vedado, particularmente en su sala de música.

Su filosofía arquitectónica él mismo la definió como del “todo-posible”, aunque la mayoría de sus obras quedaron inconclusas o en el papel. También incursionó en el diseño de escenografías, tema de su predilección. Le fue conferido el Premio Nacional de Vida y Obra en Arquitectura en 2016.

Como profesor de la Escuela de Arquitectura participó inicialmente en las asignaturas de Fundamentos de la Arquitectura y Plástica, introducidas por el Joaquín Rallo, y posteriormente en Diseño Básico y Proyectos Arquitectónicos. Aunque era algo introvertido por no tener una expresión oral fluida en español, sin embargo, resultaba muy creativo en sus clases, las que abordaba con total libertad didáctica, y a las cuales frecuentemente invitaba artistas, o les introducía efectos sonoros, lumínicos, cromáticos, en dependencia del tema que enseñaba. 

Vittorio Garatti también italiano, viaja a Cuba en la misma fecha que Gottardi desde Venezuela e integra el equipo de proyecto de las Escuelas Nacionales de Arte. Particularmente, se ocupó de las Escuelas de Música y de Ballet, esta última ubicada lamentablemente en una zona inundable que posteriormente inutilizaría su uso y aceleraría su deterioro.

Demostró ser un proyectista de calidad excepcional, no sólo por sus obras de las Escuelas de Arte, por las que adquirió celebridad, sino por el resto de los proyectos arquitectónicos que elaboró. En 1964 preparó con la colaboración de Eduardo Escenarro San Vicente el proyecto del Instituto para la Formación de Técnicos Agrícolas, en Güines. En 1965 participó en el Concurso Nacional “Vivienda por Medios propios”, en el que sus viviendas en tiras obtuvieron una mención con un ingenioso sistema constructivo con tejas onduladas comunes. Posteriormente, con la colaboración de su compatriota Sergio Baroni, y de Hugo D’Acosta, participó en el Concurso para el proyecto del Pabellón de Cuba a la EXPO’67 de Montreal y obtuvo el Primer Premio. Esta obra ha sido considerada relevante por sus atrevidos criterios formales y arquitectónicos. Las cualidades termo-ambientales del proyecto fueron estudiadas en el laboratorio bioclimático de la Escuela de Arquitectura por Joaquín Rallo y un grupo de alumnos. Años más tarde Garatti laboró en el instituto de Planificación Física hasta su salida de Cuba.

Sergio Baroni nació en Italia en abril de 1930. Formado en Milán, a su llegada a Cuba en 1961 se involucró en la actividad docente con el resto de sus compatriotas, participando en las asignaturas creadas por Joaquín Rallo y posteriormente, en Diseño Básico, a lo que se incluye la formación de nuevos especialistas de Planificación Física. Simultáneamente desarrollaba su actividad profesional principal en el Instituto de Planificación Física, del cual fue fundador, y donde desplegó una amplia y significativa actividad en diversos campos.

En la etapa de los años 60 se destacan los estudios que realizó sobre la organización territorial de la producción agropecuaria estatal (1964), los estudios de compatibilización territorial agroindustrial de la producción azucarera (1965-66), y el inicio de los estudios sobre la división político-administrativa del país (realizado a partir de 1964).

Contribuyó al desarrollo en la carrera de arquitectura del campo del urbanismo y la planificación territorial, y a la apertura de una nueva carrera de Planificación Física que se abrió en esos años, en donde se combinaban sus contenidos con los del ciclo básico y básico-específico de la de arquitectura.

Sergio Baroni fue un calificado urbanista, profesor titular consultante de la Facultad de Arquitectura de La Habana, Doctor en Ciencias Técnicas desde 1982, y Miembro Permanente del Consejo Científico y de la Comisión de Carrera de la Facultad de Arquitectura. Fue un activista incansable con criterios progresistas a favor del desarrollo de la cultura urbana y arquitectónica.

Conclusiones

En los años de la década de los 60, unas oleadas de extranjeros arribaron a contribuir y aportar en un ámbito sociocultural de activa renovación. Entre ellos, los arquitectos europeos marcaron la presencia más exitosa, obteniendo resultados relevantes en la enseñanza y la arquitectura. Actuaron en la docencia universitaria como un grupo coherente, renovador, desarrollista, y simultáneamente. Se relacionaron en Cuba con la intelectualidad, con los artistas, con los estudiantes, con la población. Sus relevantes resultados en la década de los años 60 constituyeron una referencia estimulante para la cultura del país; aunque ello les generó durante años, inconvenientes, obstáculos y persecución por parte de quienes tenían el propósito de introducir en la práctica arquitectónica de la época un enfoque pragmático, que despojara de sus cualidades artísticas a la arquitectura e invisibilizara a los autores. Por fortuna, la inteligencia y la sensatez finalmente se impusieron.  Aún se requieren nuevas investigaciones sobre obras poco conocidas de estos europeos en Cuba, que, salvo las Escuelas Nacionales de Arte, han sido escasamente divulgadas.

Todavía hoy los admiramos como grupo y como individuos por sus logros trascendentes en la enseñanza, de la arquitectura y el urbanismo, y agradecemos su amistad consecuente. Demostraron conocimiento, talento, virtuosismo, dedicación, razones suficientes para considerarlos merecidamente como verdaderos maestros.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Alfonso Alfonso González: Doctor. Arquitecto. Profesor Titular y Consultante del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. Miembro del Comité Académico y profesor de la Maestría en Preservación y Gestión del Patrimonio Cultural. Miembro del Tribunal Nacional de Grados Científicos de Arquitectura. Profesor Invitado en varias universidades de América Latina. Autor de varios libros y numerosos artículos. Ha obtenido diversos premios en concursos de arquitectura y en investigación científica.

Mabel Matamoros Tuma: Doctora. Arquitecta. Profesora Titular de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría. Directora de la Revista Arquitectura y Urbanismo. Miembro del Tribunal Nacional de Grados Científicos de Arquitectura. También es Miembro del Comité Académico y profesora del Programa Nacional de Doctorado Curricular de Arquitectura y de la Maestría en Vivienda Social. Autora de varios libros y numerosos artículos sobre arquitectura. Ha sido invitada a impartir conferencias de arquitectura en varios países.

dest El Altar de Cruz de Baracoa

El Altar de Cruz de Baracoa

El Altar de Cruz de Baracoa. Foto: Julio Larramendi

Alejandro Hartmann

Agosto 29, 2020

 

El Altar de Cruz es una festividad laico religiosa muy ligada al cacao en la región de Baracoa. Según nos relató Esperanza Velázquez, vecina de Manglito, su abuelo paterno Juan le contó que esta tradición había venido de España de unos lugares llamados Sevilla, Córdoba, Granada y aquí se adaptó a las costumbres de la región. Esta se realizaba en la casa donde se pagaba una promesa porque una persona de la familia se había puesto bien de salud o cuando finalizaba la cosecha y había sido buena. Le relató que en las Guerras del 1868 y 1895, en los campamentos mambises se introdujo la bandera cubana en esta celebración.  En cada Altar que se daba no podía faltar la insignia nacional porque representaba su identificación plena con la Patria.

El Altar todavía se realiza en la comarca. Se monta en una esquina de la sala. Generalmente es de cinco escalones, siete o nueve, de acuerdo a la posibilidad de la persona que lo ofrece. Por encima de los mismos se pone una sábana blanca imitando al cielo, donde se sitúa la bandera cubana, una paloma, un barquito, un sol, estrellas y la luna. En el primer escalón se ubica la Cruz y después la Virgen de la Caridad, la Patrona de los cubanos. Se seleccionan los cuadros de los santos católicos y se ponen en orden descendente. Este se adorna con flores de papel de distintos colores, creadas por las vecinas que cooperan en el montaje. Las mismas también hacen las cadenetas. A ambos extremos de cada escalón se sitúan velas. Todo este proceso empieza desde las primeras horas de la mañana hasta que concluye el montaje. Toda la comunidad circundante e invitados de otros lugares y familiares participan para apoyar tal solemnidad.

Al empezar el altar, todos guardan silencio para que el rezador, personalidad significativa en este acto, comience la liturgia católica del Bendito, Padre Nuestro, Creo en Dios Padre, Gloria al Padre y Salve María. Después de finalizar las oraciones, cede la conducción a la Madrina quien organiza la improvisación de los coros En estos cantan adultos y jóvenes de los dos sexos que, a través de las tradiciones orales, han heredados de sus antecesores esas habilidades en este ritual. Cada coro canta tres versos y un estribillo:

Buenas noches, madrinita

A saludarla llegué

Primero saludo al templo

Y después la saludo a usted.

 

Dónde está la madrinita

Y la dueña del altar

Que el permiso yo le pido

Para los versos cantar.

 

La Cruz situada en el primer escalón se refiere a Jesucristo:

En el medio de la mar

Hay una piedra notaria

Donde Cristo puso el pie

Para subir a la gloria.

 

Otros de los cantos que se refiere a la Cruz

Madrina baje la cruz

Que la queremos besar

que la besemos

La pondremos en su lugar

La Patrona de Cuba, La Virgen de la Caridad, es la que preside con la Cruz todas estas celebraciones, aunque también se le hace ofrecimiento a otros santos.

En toda la ceremonia no se permite ingerir bebidas alcohólicas. Se brinda sólo chocolate o chorote y café. Las preparaciones de ellas siempre las confeccionan señoras mayores conocedoras del aroma y sabor a obtener y porque, de acuerdo a la cantidad de participantes, conocen la cuantía a elaborar de estos néctares. Siempre son auxiliadas por muchachas de menor edad, para que aprendan de esta tradición.

El chorote y chocolate se elaboran a partir de las bolas de cacao. Se rallan y a ese polvo se le adiciona leche de coco, de vaca o de chiva. Cuando se brinda chorote se le añade harina de maíz, de castilla, de arroz o de yuca. A ambos se le agrega clavo de Castilla, canela y azúcar al gusto. Las dos se acompañan con galletas. Al preguntarle a Manolo Romero, campesino cacaotero del Guirito, zona  productiva centenaria del cacao y asiduo participante de los altares de cruz, el porqué de brindar esas bebidas, nos respondió:

“Porque el cacao nos da de comer, gracias al cacao nos vestimos, gracias al cacao somos felices. El cacao para nosotros es sagrado, por eso no se permite que se tome ron cuando estamos agradeciendo a los santos por la salud de nuestra familia o por la cosecha buena”.

El café que se ofrece es de la cosecha familiar. Se sirve en los primeros rezos. Después, el chorote o chocolate. El café es parte de este ritual porque es la bebida del levantarse, del desayuno, de los varios sorbos en el trabajo y es parte indisoluble de la vida cotidiana del campesino.

Hace cincuenta años, siempre se desarrollaban los altares de Cruz el 3 de mayo, pero en estos tiempos se realizan en cualquier mes, preferentemente los sábados. Comienzan al caer la tarde y se desmontan a las doce. En ese intervalo, la Madrina entrega la bandera, la luna, el sol, las estrellas, el barquito, los ramos a los coros que más se han destacado en los cantos.

El Altar de Cruz es un acto de solemnidad y recogimiento espiritual. Es parte de los sentimientos y costumbres del pueblo de Baracoa.

 

Notas:

* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Alejandro Hartmann Matos: Doctor. Historiador de Baracoa y directos del Museo Fuerte Matachín. Vicepresidente de la Red de Oficinas del Conservador e Historiador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Ha dedicado más de 40 años a divulgar, promover e investigar la historia y la cultura de su ciudad natal: Baracoa. Es autor de varios libros, entre ellos Los días de Colón en Baracoa, Los franceses en Baracoa, y Baracoa, la cuna del cacao en Cuba.

dest Inmigrantes franceses en la Sierra del Rosario, región histórica de Vueltabajo, Cuba

Inmigrantes franceses en la Sierra del Rosario, región histórica de Vueltabajo, Cuba

Inmigrantes franceses en la Sierra del Rosario, región histórica de Vueltabajo, Cuba

Jorge Freddy Ramírez Pérez

Agosto 22, 2020

 

La Revolución Francesa de 1789, produjo un efecto directo en las colonias del Caribe. Este acontecimiento se debió a la agudización de las contradicciones entre las clases sociales francesas, repitiéndose este fenómeno en la más prospera de las colonias galas, Saint Domingue.  En Francia, la burguesía triunfó sobre la nobleza, este aporte socio-político se convirtió en ingrediente estimulante en los cambios políticos que involucraron a los colonos franceses en las postrimerías del siglo XVIII.

Al comenzar la revolución en 1791, la colonia de Saint Domingue dominaba en un 60% el mercado cafetalero del hemisferio occidental. Por efectos de la beligerancia, la producción se vio sensiblemente afectada, disparando los precios en el mercado y estimulando las producciones en otras áreas del Caribe, como Cuba, que no tardó mucho en convertirse en la sustituta ideal de Saint Domingue.

Distribución geográfica en Cuba de los cafetales franceses

Como consecuencia directa de esta revolución, se produjo la migración de progresiva de ciudadanos franceses. Este fenómeno estuvo marcado, en determinados momentos por el incremento del número y el tipo de inmigrante.

En Cuba, la inmigración francesa se vio estimulada por las transformaciones económicas que se estaban produciendo en esos momentos. Como política favorable, la administración española en la Isla, había promovido la inmigración blanca, lo que sirvió de marco propicio para la entrada de colonos franceses no sin preocupación, por temor a se repitiera lo ocurrido en Saint Domingue. Esta idea era patrocinada, fundamentalmente, por los hacendados criollos, sin dudas un paso acertado, ya que los inmigrantes eran portadores de altos conocimientos técnicos que contribuyeron al desarrollo agroindustrial cubano.

Algunos historiadores han dividido el proceso inmigratorio francés hacia Cuba en cuatro etapas, entre 1789 y 1804. A estas cuatro etapas inmigratorias hay que sumar una quinta, y que ha sido poco tratada y mucho menos cuantificada. La misma se halla estrechamente ligada con el restablecimiento de la paz entre España y Francia en 1811 y la derrota definitiva de Napoleón en 1814. 

Ambos hechos estimularon un nuevo flujo migratorio hacia Cuba de individuos calificados, procedentes directos de varias regiones de Francia y del país vasco, tanto del lado francés como del español, cuyo número fue significativo. Un registro estadístico del 30 de noviembre de 1818, que puede servir de ejemplo, reportaba el arribo, al Departamento Occidental, de un grupo de franceses procedentes de Francia, de los cuales el 46% eran agricultores, lo que denota el carácter y composición de esta inmigración.

Todas estas oleadas inmigratorias aportaron numerosos caficultores hacia diversas regiones del país. Este fenómeno se produjo de modo irregular, con relación al número de inmigrantes y a las regiones donde arribaron. De acuerdo con la división político administrativa existente en Cuba durante la primera mitad del siglo XIX, la inmigración francesa tuvo un comportamiento diferente. Hacia 1809 en el Departamento Occidental los refugiados representaban el 11% del total de inmigrantes, mientras el resto se había asentado en el Departamento Oriental. Dentro del indicado porcentaje es necesario indicar que los inmigrantes no sólo provenían de Saint Domingue, sino también de Louissiana y otras colonias galas del Caribe. Los franceses procedentes del sur de los Estados Unidos eran portadores de una cultura y conocimientos técnicos enriquecidos a la sombra del desarrollo alcanzado en los estados del sur de Norteamérica.

Por su parte la inmigración en el Departamento Oriental constituyó una verdadera explosión demográfica entre 1790 y 1809, la cifra de refugiados ascendió a 7 449 individuos procedentes de Saint Domingue. Factores geográficos, de vecindad y de relaciones socioeconómicas que se remontan al pasado entre Cuba y la colonia francesa; así como las propias características económicas específicas de esta parte de la Isla, que la diferenciaban del resto del territorio insular, condicionaron el fuerte flujo migratorio, cuya desproporción respecto a occidente es evidente.

Expulsión de los colonos franceses. Proceso de desalojo

La aparente tranquilidad y seguridad que los colonos franceses habían encontrado en la Isla de Cuba se vio rápidamente frustrada. La invasión del Ejército Napoleónico a España en 1808 culminó con el apresamiento del Rey Fernando VII y el comienzo de la insurrección popular del 2 de mayo del indicado año. Para los refugiados franceses en Cuba fue el inició de una serie de situaciones adversas que tuvieron que afrontar. En América las colonias españolas quedaron subordinadas a una Junta Suprema fijada en Sevilla, que generó una feroz persecución contra los ciudadanos franceses radicados en aquellas, fundamentalmente en Cuba.

Con el pretexto de salvaguardar la seguridad de la Isla de Cuba, la Junta de Sevilla determinó la expulsión de los franceses radicados en ella. Esta medida generó una xenofobia en los círculos más reaccionarios existentes en el país, así como se convirtió en pretexto para desalojar y despojar de sus propiedades a los industriosos franceses.

A pesar de la presión antifrancesa, las autoridades españolas cedieron ante la pujanza de influyentes personalidades del círculo de hacendados criollos y las probadas muestras de las ventajas que produjo la inmigración francesa para la Isla. El Capitán General, Marqués de Someruelos, en oficio del 26 de agosto de 1808, dispuso que todos los franceses que no estaban naturalizados y deseaban hacerlo, podían acudir a los sitios indicados para su registro. A los franceses radicados en la Sierra del Rosario, se le dio la oportunidad de acudir a la Villa de San Antonio de los Baños, para efectuar los trámites oficiales.

Represalias contra ciudadanos franceses

A pesar de los esfuerzos para no emigrar, muchos de los caficultores franceses se vieron obligados a marcharse del país, para ello la administración española organizó las Juntas de Vigilancia, encargadas de velar por la expulsión de los refugiados franceses que eran considerados como “indeseables”, o que no se habían nacionalizado bajo la bandera española.

La expulsión de los franceses produjo serios trastornos en sus primeros momentos en las zonas cafeteras de la Isla, en particular en la Sierra del Rosario. Las amenazas contra los franceses radicados en la Sierra del Rosario, obligó al Capitán General a despachar un oficio el 22 de marzo de 1809 a los Capitanes de Partidos de la región, para que evitaran cualquier agresión contra los refugiados.  Algunos franceses, ante el desenvolvimiento de los acontecimientos, solicitaron protección.

Aportes y expresiones culturales de los cafetaleros franceses. Corriente de la cultura francesa en los cafetales

La llegada de los franceses a la Isla fue bien vista por los círculos progresistas de Cuba, sobre todo el sector hacendístico, pues eran altamente apreciados las experiencias y conocimientos acumulados por ellos en sus colonias de América y en la propia Europa. Y no se equivocaron, pues el aporte francés fue significativo, en tal medida que incorporó y enriqueció la cultura cubana con elementos nuevos.

Es opinión generalizada que las tierras ocupadas por los caficultores franceses, en sus inicios, fueron atendidas con acierto, aplicando técnicas correctas que permitió la obtención de rendimientos adecuados, a corto y mediano plazos, con los propósitos de rentabilidad y comercialización propuestos.  Además, el área atendida por ellos y el territorio bajo su influencia “[…] mejoró considerablemente en todos los aspectos: en el cultivo, en las comunicaciones, en las construcciones de viviendas, en las industrias, etc., además de recibir múltiples beneficios en el aspecto social […]” [1].

La hacienda cafetalera no fue sólo una empresa agroindustrial, sino que también muchas de ellas se convirtieron en centros de cultura, con bibliotecas dotadas con excelentes libros científicos y de literatura universal. La ilustración de alguno de estos inmigrantes les hizo merecedor de participar y ser miembros de instituciones como la Sociedad Económica de Amigos del País, a la cual hicieron importantes aportes en el desarrollo científico-técnico de Cuba.

El optimismo y el ímpetu con que iniciaron el fomento de sus haciendas los franceses sirvieron de estímulo a los criollos, que de igual modo se lanzaron a la fiebre cafetalera, pues nunca antes se había desarrollado la agricultura como a partir de la llegada de tan útil inmigración.

En la Sierra del Rosario los principales aportes y manifestaciones culturales francesas estuvieron vinculados a la arquitectura, botánica, literatura y artes manuales. La arquitectura es el mayor exponente, o al menos sus testimonios son los que mejor se han conservado, al edificarse instalaciones siguiendo códigos y formas europeas, propias de las regiones de procedencia de muchos de los inmigrantes, las cuales fueron adaptadas a las condiciones tropicales. Es significativo que haciendas con destino agrícola y en plena serranía, alejadas de los centros urbanos, fueron construidas con gusto tan refinado, fácil de apreciar en la actualidad en las ruinas de los cafetales Santa Catalina, San Pedro, El Contento, Santa Susana, Liberal y Buena Vista, entre otros.

Vigencia de los aportes culturales

Desde el punto de vista etnocultural los franceses aportaron costumbres, tradiciones y dejaron la huella de su presencia en sus descendientes, cuyos individuos se ubican con cierta facilidad a través de los apellidos.

Muchos inmigrados franceses llegaron a la región en compañía de sus familias ya creadas y otros en estado de soltería, contraerían matrimonio con criollos y españoles, produciendo un proceso de fusión étnica. En el habla, incorporaron numerosos vocablos que con el paso del tiempo han sufrido sustanciales cambios, tales como secadero o tendal, basicol, tahona, entre otros.

En la botánica fueron innumerables las plantas introducidas por los refugiados franceses, tanto ornamentales como de valor alimentario y maderable; algunas de estas plantas estaban en función de proveer de sombra los cafetos. La introducción del mango macho en la Isla ocurrió con la llegada de los franceses, este árbol originario de la India, rápidamente se propagó por el lomerío.

Otras especies de plantas se convirtieron en invasoras y desplazaron las exiguas variedades que sobrevivieron a la tala indiscriminada que durante siglos caracterizó el panorama forestal de la región, este es el caso de la pomarrosa, planta del Asia tropical que rápidamente se adaptó a las condiciones de la región. En la actualidad, aún no se tiene certeza de cuál fue el objetivo de los franceses al introducirla.

Otras variedades botánicas introducidas fueron el Mamey de Santo Domingo, cuyo fruto es ampliamente utilizado por la población y el exótico árbol del pan. Entre las plantas ornamentales el lirio rojo ha resistido el paso del tiempo y se ha convertido en planta silvestre.

La celebridad alcanzada por los cafetales franceses fue tal que los círculos intelectuales dentro y fuera del país se vieron atraídos, arriesgándose algunos de ellos a incursionar por las empinadas montañas y dilatadas llanuras, con tal de conocer la obra y la ilustración de los franceses, entre los viajeros que visitaron estas haciendas se encuentran: los criollos Pedro José Morillas, Cirilo Villaverde y los extranjeros Abiel Abbot, Fredrica Bremer, la Condesa de Merlín, Jacinto Salas y Quiroga y Samuel Hazart, entre otros.

 

Notas

* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] Fernando Boytel Jambú: Franceses en la Sierra Maestra: Algunos aspectos de la tenencia de la tierra. En: “Del Caribe” (Santiago de Cuba), 1987, año III, No.7, p.59.

Jorge Freddy Ramírez Pérez: Doctor en Ciencias Históricas en cotutela por la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca, Pinar del Río, Cuba, y por la Universidad de Alicante, España. Profesor Asistente de la Universidad de Pinar del Río y en su Centro de Investigaciones de Gerencia, Desarrollo Local y Turismo. Su línea de investigación gira en torno a los cafetales franceses en la Sierra del Rosario y el ecoturismo. Es coautor de libros como Francia en Cuba: los cafetales de la Sierra del Rosario (1790-1850) (2004), Candelaria: fundación y fomento (2008) y Cuba, pasaje a la naturaleza: Guanahacabibes (2009).

Por su meritoria labor ha recibido varios premios y distinciones. En 2004 y 2005 la Distinción Luis Montané Dardé y el Premio Anual al Mérito Científico Rafael Morales. En 2008 la Universidad de Pinar del Río le otorgó el Premio al Mérito Científico y en 2009 el MINTUR le confirió el Premio Nacional de Historia del Turismo. Es miembro de la Sociedad Espeleológica de Cuba, la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, Ediciones Loynaz y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

dest José Miró Anoria y la difusión de la ópera en Cuba (1843-1852)

José Miró Anoria y la difusión de la ópera en Cuba (1843-1852)

José Miró Anoria y la difusión de la ópera en Cuba (1843-1852)

Mireya Cabrera Galán

Agosto 8, 2020

 

Entre esta década y la de 1840, la ópera italiana se afianza como uno de los más importantes medios de distracción de la clase dominante cubana. Emisores del género fueron las sociedades filarmónicas, el holgado y suntuoso teatro Tacón, así como instituciones análogas del interior de la isla. De igual forma almacenes, entre los que destaca el del músico francés Juan Federico Edelmann Cayre que se encargaba de realizar, desde mediados de los años treinta, copias manuales de partituras e importar de Francia, Alemania y los Estados Unidos todo lo que se producía del género. Hacia la misma época en la vecina ciudad de Matanzas se ubica un establecimiento similar propiedad del también francés, Fernando Deville, personaje estrechamente vinculado al protagonista de estas páginas.

A aquella Habana multicultural y aristocrática, musical y altanera arriba a finales de 1843 el pianista, compositor y pedagogo español José Miró Anoria (Cádiz, 23.7.1815-Sevilla, 12.10.1878). Se había formado como pianista en Sevilla, con el organista de la Catedral Eugenio Gómez y en París, donde residió por más de diez años, entre 1829 y 1842.

Aficionados y músicos cubanos esperaban con ansia al músico español, quien arribó a la bahía habanera en noviembre de 1843, tras un exitoso periplo por Estados Unidos. Sus primeros conciertos los ofrece en la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia y en el Gran Teatro Tacón. La Sección de Música de la Sociedad Filarmónica era dirigida a la sazón por el pianista, compositor, pedagogo y arreglista Manuel Saumell Robredo, quien ha trascendido como uno de los precursores del nacionalismo musical en Cuba.

En el mismo mes de diciembre, Miró interviene en el Salón La Habanera en el debut de la arpista francesa Jenni Lazzare, con quien ya había actuado en Madrid. “[En el] gran dúo sobre motivos de la Norma, el arpa y el piano se confundían […] El concierto concluyó con las brillantes variaciones de Dohler, sobre la cavatina de Ana Bolena, ejecutadas por Miró. […]. Entre los concurrentes estaban el capitán general Leopoldo O´Donell, esposa e hija, las condesas de Mirasol, Villanueva y Fernandina […]. Solo el nombre de Miró podría atraer tal concurrencia” [1].

El día de año nuevo se presentó nuevamente en el teatro Tacón, con lleno completo, mientras que se preparaba para ofrecer la última de sus actuaciones en Cuba. Esta tendría lugar en el mismo coliseo, donde tocaría en los entreactos de tres comedias, según la usanza de la época, para partir días después hacia México. El viaje a la república vecina fue pospuesto ante la tentadora invitación de que permaneciera en Cuba al frente de la Sección de Música del Liceo Artístico y Literario, próximo a inaugurase.

Es significativo que a poco tiempo de su llegada debute en el teatro Principal de Matanzas (posiblemente el 7 de enero de 1844) y que, como auguró entonces el diario local celebraría un segundo concierto el 21 del propio mes.

Decidido a establecerse en la isla, continuó celebrando conciertos, no pocos de ellos a beneficio de la Real Casa de Beneficencia de La Habana, la Sociedad Económica de Amigos del País y las escuelas gratuitas. Así se mantuvo durante casi todo el año de 1844, hasta que en octubre del mismo asistiría como protagonista a un gran suceso para la vida cultural cubana.

Surgido el 19 de octubre de 1844, el Liceo Artístico y Literario de La Habana reafirma la fortaleza del género lírico, nutriéndose esencialmente de la savia de la extinta Sociedad Filarmónica Santa Cecilia. Sucesor de Manuel Saumell en el cargo, desde la Sección de Música, Miró organiza puestas que marcarán hito en la historia de la ópera en Cuba. El Liceo inició  su trayectoria con cuatro secciones: Música, Declamación, Literatura y Lengua y Pintura. La de Música incluyó en su programa clases de solfeo, violín, piano y canto, las dos últimas impartidas por Miró. Como puede apreciarse, desde los inicios de su permanencia en La Habana se ejercitó no solo como intérprete, sino además como autor y pedagogo. Las clases de piano las ofrecía los lunes, miércoles y viernes a las cinco de la tarde y las de canto a la misma hora los martes, jueves y sábados.

Por cerca de un lustro (1844-1848) y bajo su rectoría, las funciones del Liceo son vitoreadas en la capital y en otras ciudades de Cuba. Entre las obras que presenta se cuenta el Stabat Mater del compositor Gioachino Rossini que por vez primera (15 de marzo de 1845) se escuchó de forma pública, habiéndose estrenado solo tres años antes en París. Estaba concebida para ser interpretada por cuatro solistas: bajo, tenor, soprano y mezzosoprano y ellos fueron respectivamente el célebre patriota Ramón Pintó, Ramón Gasque, Úrsula y Celia Deville.

Miró, quien ya estaba comprometido con Úrsula, viaja con sus discípulos del Liceo a Matanzas. Su propósito era dirigir varios conciertos a beneficio de su futuro suegro Fernando Deville, quien había perdido su casa y establecimiento como consecuencia del incendio de La Marina, ocurrido el 26 de junio de 1845. Posteriormente, en abril de 1848, presenta Norma en la escena del Principal yumurino. Esta puesta constituyó una primicia para la historia musical de Matanzas, al ser representada de forma total y por un elenco enteramente “nacional”.

En 1848 la pareja se retira del Liceo, según consta en los libros de miembros de la institución. Con motivo de su divulgado viaje a Europa fue organizado un concierto de despedida en el Tacón. Para este, el músico hispano compuso la contradanza El adiós, cuyos motivos fueron reproducidos en litografías que se vendieron por un peso al público. Celebrado el 3 de junio de 1849, en la función intervinieron los pianistas Manuel Saumell, Pablo Desvernine, Fernado Arizti y varios cantantes italianos de la compañía italiana del teatro, Domenico Lorini, entre otros. El espectáculo concluyó con la interpretación de El Adiós, a cargo de veinte pianistas, una orquesta y una banda militar.

Después de este memorable suceso musical y tras el aplazamiento del viaje se inicia un nuevo período en la carrera de Miró en Cuba (1849-1851). El mismo está definido por la exitosa organización de su propia compañía de ópera, que conformó con Úrsula Deville, como prima donna y con cantantes italianos de amplia trayectoria. Esta cofradía será loada en diversos puntos de la geografía insular como Puerto Príncipe (hoy Camagüey) y Santiago de Cuba, cuyos nuevos escenarios –el Principal y el teatro Reina– se concluyen en esta época. La compañía, respaldada por su éxito y profesionalismo, protagoniza la inauguración del teatro Principal, en Puerto Príncipe, el 2 de febrero de 1850.

Después de una primera visita en 1849, Miró arriba a Santiago de Cuba en 1851. Las hermosas y modernas composiciones de Giuseppe Verdi –divulgadas en La Habana desde 1846– se dieron a conocer en Santiago por su compañía, en cuyo repertorio, el afamado compositor italiano ocupaba entonces un lugar de privilegio. Fueron representadas cuarenta funciones en el Teatro de la Reina Isabel II, inaugurado el 30 de junio de 1850.

Con posterioridad, el matrimonio parte a Europa y allí se asienta durante varios lustros. Tras su restablecimiento en España, Miró actúa como profesor del Conservatorio de Música y Declamación de Madrid. Asimismo, integra la Sociedad Orfeo Español y la Asociación Benéfica de Artistas Músicos, fundada por él en 1857. Como pedagogo su obra mayor es el Método para piano, editado en 1856 y como compositor, además de las citadas escribe cinco “valses brillantes”, de los cuales han llegado a la posteridad cuatro.

Muere en su casa de la calle Valencia, no.4, en Sevilla el 12 de octubre de 1878. Concluía así la vida de quien contribuyera de manera notable al enriquecimiento del piano romántico y a la difusión del arte operístico en Cuba, asimilando a la vez ciertos elementos de la música de la isla que lo acogió entre los más caros de sus hijos.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

[1] “Salón de La Habanera.”, Tomado de la Aurora de Matanzas, Matanzas, 23 de diciembre de 1843, p.2.

Mireya Cabrera Galán: Licenciada en Historia por la Universidad de La Habana, especializada en historia de América. Investigadora y especialista en Arqueología Histórica de la Oficina del Conservador de la ciudad de Matanzas. Su línea de investigación abarca personalidades y creadores plásticos matanceros y la cultura e historia local. Ha publicado los libros Úrsula Deville White: pasión y canto; El Ateneo de Matanzas: Historia y trascendencia; Agustín Acosta: aproximación a su vida y obra, que obtuvo el Premio Nacional Biografía y Memorias; Luces de la ciudad. Páginas de artes visuales en Matanzas; y Dolores María Ximeno, otras miradas.