El área del Caribe de los siglos XVI al XVIII fue la principal vía para las naves que transportaban las riquezas hacia Europa. El intenso tráfico marítimo siempre estuvo expuesto a los peligros de los fenómenos meteorológicos, los errores y desconocimientos en la navegación y los ataques de corsarios y piratas, que a menudo terminaban en la trágica pérdida de la embarcación y su preciada carga.
La materia prima de las minas americanas se transportaba hacia la metrópoli en discos y barras de oro y plata. La importancia de estos hallazgos es notable tanto por su valor material, como por la información que aportan al conocimiento de las zonas de producción minera, destinatarios, supuestos nombres de propietarios de yacimientos, indicativos de la fineza del metal, registros oficiales de la Corona, pago de impuestos y número de serie, a través de las diferentes marcas estampadas. En el caso de los discos, su configuración señala una burda con ausencia de moldes. Presentan una sección transversal de forma semicircular, y en su cara curva se observa una superficie porosa irregular, mientras en la cara plana la superficie es lisa, lo cual sugiere que fue realizada por el método de verter el mineral fundido en una depresión practicada en el piso.
En 1503 se establece la Real Casa de Contratación de Indias, con sede en Sevilla, como una institución creada para fomentar y regular el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo. En 1680, todos los buques con destino a las Américas tienen la obligación de pasar por Cádiz. Sevilla se limita entonces a funciones burocráticas, a través de la Casa de Contratación, por un tiempo corto (1717).
Para tratar de organizar esta enorme empresa y regular y proteger el flujo comercial con las colonias, en 1561 Felipe II reorganizó el sistema de flotas formado por buques mercantes y de guerra. Sus rutas, basadas en el conocimiento de las corrientes marinas y los vientos, constituirían el circuito comercial entre España y el Caribe. Partían de Sevilla hasta las Antillas Menores y aquí se dividían en dos rumbos: la llamada Flota de Nueva España destinada al Golfo de México y la de Tierra Firme, que se dirigía a Cartagena de Indias, principales centros de concentración de riquezas, luego regresaban a La Habana de donde partían nuevamente hacia España.
Cartagena de Indias amparaba en su gran puerto las naves que hacían escala obligatoria y a las que seguían rumbo a Portobelo, aquí se recepcionaban los tesoros de la América del Sur. Veracruz (San Juan de Ulúa) fue el principal puerto de Nueva España, donde concluía viaje una rama de la flota; en comunicación terrestre con Acapulco, fue la vía comercial entre la metrópoli, Filipinas y el Lejano Oriente. En La Habana confluían todas las flotas cargadas con las riquezas del Nuevo Mundo para continuar junto a la Armada su regreso a España. Esto hizo de La Habana un puerto clave y le valió el título de Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales.
Cada flota estaba compuesta por las embarcaciones mercantes escoltadas por naves de guerra. En la denominada Capitana iba el general que mandaba la flota y como segundo el almirante, cuyo galeón era conocido como Almiranta. El general navegaba a la cabeza de la flota y el almirante en la cola para ayudar y defender, en caso necesario, a las naves. Para su protección, las flotas conducían un regimiento de infantería, llamado Tercio de Galeones, mandado por un gobernador, nombrado por el rey. El gobernador elegía un galeón después del general y el almirante, y su bajel era usualmente llamado El Gobierno.