"La inauguración del Templete", 1828. óleo sobre tela 710 x 360 cm. El Templete

Jean Baptiste Vermay de Beaumé y la Academia de San Alejandro

"La inauguración del Templete", 1828. óleo sobre tela 710 x 360 cm. El Templete

Osvaldo Paneque Duquesne

Agosto 8, 2020

 

Jean Baptiste Vermay de Beaumé fue de esos europeos que dejó una huella indeleble en Cuba. Conocido por su desempeño como fundador de la primera escuela oficial de dibujo y pintura en la Isla, no ha sido, sin embargo, lo suficientemente favorecido por la historiografía. Aún hoy, pasajes de su vida, incluso aquellos ligados a nuestra historia nacional, se presentan de manera controversial para investigadores y docentes cubanos. Con el fin de llamar la atención sobre algunos de esos aspectos polémicos de su biografía, así como destacar la importancia de su cometido en nuestra Isla, nos acercamos en el presente trabajo a parte de la producción bibliográfica generada en esta tierra que hace referencia al ilustre intelectual francés.

Nació en la segunda mitad del siglo XVIII, siendo el año exacto de este acontecimiento uno de esos aspectos de su biografía en los que no se halla consenso. Entre los primeros textos consultados que reúne información valiosa sobre el artista está Necrópolis de La Habana. Historia de los cementerios de esta ciudad con multitud de noticias interesantes de Domingo Rosain, publicado en 1875. Rosain deja testimonio de que en el sepulcro del artista objeto de nuestra atención, “costeado por discípulos y amigos”, además del epitafio concebido por Agustín Sarraga y José Ma. Heredia se puede leer que el nacimiento ocurrió el 15 de octubre de 1786 (Rosain, 1875).

Sin embargo, solo tres años después, en Diccionario Biográfico de Cuba de Francisco Calcagno, aparecen las primeras contradicciones en cuanto a tal fecha histórica. En él, se cuenta que Juan Bautista [sic] Vermay de Beaume nació un 15 de octubre de 1784. El escritor valida su información haciendo alusión a la “extensa necrología” que sobre el pintor circuló en las páginas del Diario de La Habana el 22 de abril de 1833 (Calcagno, 1878).

Sin quedar claro exactamente cuándo y dónde vio la luz Jean Baptiste Vermay, su biografía prosigue con el hecho de que, con 17 años de edad, luego de pasar 6 años de estudios junto a Jacques Luis David, enseña pintura en Francia. Allí, con veinte años fue premiado por el Emperador (Calcagno, 1878) en la famosa Exposición de París de 1808 (Pérez, 1959), (Bermúdez, 1990) con un cuadro de corte histórico: María Estuardo, reina de Escocia, recibiendo la sentencia de muerte que acaba de ratificar el Parlamento (Rigol, 1983).

Tras la caída del imperio napoleónico, en 1815 sale del país, visita Alemania, Estados Unidos y las academias de Florencia y Roma en Italia (Calcagno, 1878). No falta quien refiere que fue alumno de Francisco de Goya, en tanto otros argumentan que no, basado en las influencias visibles en su obra, donde la huella de David es “ostensible” (Mañach, 1924).

Sigue esta historia sin precisar, tampoco, la fecha de su llegada a la Habana. Se plantea que arribó a fines de 1815 (Juan, 1974), procedente de la Lousina “(…) con renombre y buenas recomendaciones, entre otras de Goya, a quien Espada había pedido un buen restaurador de lienzos (…)” (Calcagno, 1878). Sin embargo, se señala asimismo que “deseando Espada continuar los frescos que Perovani hizo en la Catedral, escribió a su antiguo amigo Goya para que le enviase un profesor distinguido, cuyo viaje costeaba. En tales circunstancias emigraba de Francia acompañado de escogidos lienzos Don Juan B Vermay, que llegó a la Habana en 1816” (Rosain, 1875). Otra fecha manejada para hablar de su llegada a nuestro suelo es la de 1817, según Josefina González. En tal sentido la autora apunta: “vino recomendado por Goya, al Obispo Espada, para continuar las pinturas de la Catedral interrumpidas al partir Perovani para Méjico” (González, 1947).

Una vez en La Habana se adapta muy pronto al ambiente criollo. No tardó en hablar perfectamente el español y “llegó a escribir versos castellanos bellísimos y muy correctos (…)” (Rigol, 1983). “Relacionado con las más linajudas familias de La Habana y habiéndose captado en seguida las simpatías de la Sociedad de Amigo, no tardó el francés en hacerse de un autorizado prestigio” (Mañach, 1924).

La obra que desarrolló en la Isla abarcó un amplio abanico temático y a pesar de que actualmente no sabemos a ciencia cierta el paradero de muchas de ellas, en la historiografía, una vez más, podemos encontrar algunos de esos cuadros perdidos: “Recién llegado a La Habana imaginó y pintó dos cuadros de la historia de América que existen en un salón de la casa de Gobierno: en ellos se ven los conocimientos históricos que este artista poseía, el estudio profundo de la bella naturaleza, con la viva imaginación que le acompañaba” (Calcagno, 1878).

Trabajó, además, la pintura religiosa, por lo que “restaura los frescos de Perovani en la Catedral; pinta un San Ignacio de Loyola para la iglesia de San Nicolás, una Virgen del Pez para la del Ángel, un San Juan Bautista y una Virgen de Guadalupe para la de la Caridad” (Pérez, 1959). Piezas que muchas veces fueron víctimas de la ignorancia de los encargados de los templos para los que se concibieron. Interesante resulta el testimonio de Rodríguez Morey, otrora director del Museo Nacional, cuando en su Diccionario, conocido por muchos aunque inédito hasta 2013, comenta el rumbo de uno de esos cuadros en los que el artista recreó la imaginería católica: “Vermay pintó un gran cuadro, tamaño natural, representando El Descendimiento de Cristo que lo regaló a la Iglesia de la Salud, pero al entregarlo al párroco, éste le exigió el marco y el pintor ante tamaña mezquindad lo retiró y lo envió a Tournai, su pueblo natal” (Rodríguez, 2013). De igual modo, más adelante nos pone al corriente de otro suceso relacionado con las pinturas del francés en ese mismo recinto:

Vermay pintó un fresco en la Iglesia de la Salud (hoy de la Caridad), pinturas que en el año 1880 se conservaban restos de ella, pues el párroco de esa iglesia, poco inteligente en pintura mandó dar una lechada para cubrir algunos desperfectos del tiempo. Con posterioridad, corrieron también igual suerte, varias pinturas de Vermay, que se encontraban en la Capitanía General y que representaban el Desembarco de Colón y varios episodios de la Conquista. (Rodríguez, 2013)

Cultivó también el retrato, “su numerosa clientela particular y clerical le encarga retratos (…), ejecuta algunos de Capitanes Generales: Apodaca, Cienfuegos y Cajigal de la Vega” (Pérez, 1959), de los que no se tienen mayores noticias.

Sin embargo, por la pintura de historia obtuvo los más notables elogios, en especial, por aquella que, aun se puede apreciar en el Templete. “Cuando el Gobernador Vives quiso perpetuar la memoria de la primera misa celebrada en Cuba, hizo Vermay sus tres notorias decoraciones, de un valor histórico incalculable” (Mañach, 1924). Tres cuadros forman parte del conjunto conmemorativo, La primera misa y El primer cabildo de 1826 y La inauguración de El Templete de 1828.

De grandes dimensiones representa la misa cantada por el señor obispo Espada, en conmemoración de la primera que dijo, bajo la sieba [sic] que en aquel mismo lugar se hallaba, el Padre las Casas. En ese cuadro, rico monumento histórico, hay cien retratos al natural de las personas más ilustres de la época. El obispo Espada, el Capitán General Vives, los condes de Fernandina, Cañongo, OʼReilly, Jaruco y Prado Ameno; los señores Arango y Parreño, OʼFarrill, OʼGaban, Montalvo, La Torre y Cárdenas, el Ayuntamiento en corporación y el mismo Vermay con el lápiz en la mano haciendo el croquis de la procesión, dando la espalda al espectador y á D. Ramón de la Sagra que no fue nunca su buen amigo, sin que por eso deje de estar hablando como vulgarmente se dice. A la izquierda hay un grupo de señoras entre las que se distinguen las de OʼFarrill, Montalvo, Cárdenas y Mme. Vermay. (Ramírez, 1891)

Es así que en 1826 Fernando VII lo había nombrado pintor de la Real Cámara y en 1828 la Sociedad Patriótica de La Habana le otorga el diploma de Socio de Mérito.

En esta Habana abre una escuela de pintura en el convento San Agustín, de la que unos meses después, se convierte en su director. En tal sentido Jorge Rigol precisa que la Academia comenzaría a funcionar “oficialmente”, el 11 de enero (Rigol, 1983) de 1818. Sin embargo, el propio autor apunta que en el Diario del Gobierno del 11 de enero (domingo) se podía leer que “mañana lunes 12 del corriente a las cuatro y media de la tarde se verificará con la posible solemnidad en un salón del convento San Agustín, la apertura de la escuela gratuita de dibujo y pintura, establecida por la Real Sociedad Patriótica y el Real Consulado de esta ciudad” (Rigol, 1983). En tanto,  Jorge Bermúdez marca el 13 de enero como fecha posible del acto inaugural de aquella necesaria escuela (Bermúdez, 1990).

No obstante, e independientemente de las contradicciones cronológicas, es incuestionable que Vermay abrió el camino a la profesionalización de las artes plásticas en nuestro suelo. En uno de los textos básicos entorno a la Academia cubana de Bellas Artes, Apuntes para un estudio de la Academia de San Alejandro de Luz Merino Acosta, su autora marca las diferentes fases por las que a lo largo del período colonial pasó dicha institución. A saber: “en 1817 Academia de Dibujo y Pintura, en 1832 Academia “San Alejandro”, en 1833 Sección de la Academia de Nobles Artes de San Fernando, en 1852 Academia de Nobles Artes de San Alejandro y en 1866 Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana” (Merino, 1976).

En resumidas cuentas, la ideología del pintor galo refleja la astucia de quien supo, como ningún otro, recabar el apoyo para la concreción de una empresa, síntesis de la fusión entre sus anhelos y los intereses de hacendados criollos y peninsulares. Así lo explica Jorge Bermúdez:

Vistos con agrado su esfuerzo docente, formación y persona, la otrora idea de Perovani de una Academia de Dibujo y Pintura prendió de nuevo en los criollos ilustrados de La Habana, e interesó, también a las principales autoridades coloniales de la Isla, como el Obispo Espada y el intendente Alejandro Ramírez. Sin duda, una Academia a ejemplo de la madrileña de San Fernando o la de México, podría contribuir a un control oficial de las actividades artísticas, tal y como la exigía el auge creciente de las manifestaciones pictóricas populares en medio de un ambiente independentista que empezaba a manifestarse como remate lógico de las luchas de las colonias sublevadas del continente. (Bermúdez, 1990)

El 30 de marzo de 1833, falleció Vermay, víctima de una epidemia de cólera que azotó ese año a La Habana (Ramírez, 1891).

Para concluir, dejemos que sean los autores consultados los que nos den la valoración final de este insigne artista francés:

Murió pobre, tras una vida de incesante actividad. Vermay en nuestra historia artística ocupa por derecho propio lugar prominente pues cimentó la enseñanza de las Bellas Artes desde la Dirección de la Escuela de Dibujo y Pintura San Alejandro, depurando el gusto y evolucionando el sistema de estudio de ese bello arte a la sazón casi rudimentario en el país a él se le debe el procedimiento de la pintura en Cuba. (Rodríguez, 2013)

“Su obra más meritoria, su más fecundo esfuerzo, fue la fundación de la Academia de Bellas Artes” (Mañach, 1924) (…) “y en ella por 18 años sirvió con su arte al país, desarrollando el gusto en sus discípulos” (Calcagno, 1878). “Fue Vermay, sobre todo, responsable de una institución perdurable, de tesón artístico y didáctico, como San Alejandro” (Juan, 1974). “Lo que nos legó no fue a través de su obra personal, sino de la escuela que fundara: un modo de ver pictórico, un código formal, todo un concepto del arte y el cuadro.” (Rigol, 1983)

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Osvaldo Paneque Duquesne: Master y Licendiado en Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Desde el 2011 es Profesor Asistente del Departamento de Historia del Arte en la Facultad de Artes y Letras de esa universidad; entre 2014 y 2017 se desempeñó como vicedecano de la propia facultad. Realiza en la actualidad estudios de formación Doctoral en la Universidad de La Habana. Ha impartido conferencias en Cuba y en el extranjero.

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