Febrero 1, 2023
En la calle Ebertstrasse, en el corazón del barrio de Mitte, justo entre el edificio del Reichstag y la Puerta de Brademburgo, se encuentra un memorial que recuerda el capítulo más oscuro de la historia de Alemania: un monumento que honra “a los millones de judíos asesinados, un gran lugar en el corazón de la capital alemana que evocaría lo sucedido años atrás”.
Para su realización, se celebró un concurso en el que la República Federal Alemana proponía la construcción de una plaza, en Berlín, en honor de “las víctimas asesinadas, conservar vivo el recuerdo de los acontecimientos inimaginables de la historia alemana, y advertir a todas las generaciones futuras a nunca jamás violar los derechos humanos”. Sería en junio de 1999 cuando el comité organizador daría como ganador a la propuesta del arquitecto norteamericano de origen judío Peter Eisenman.
La obra de Eisenman destacó porque no es un memorial tradicional que representa los hechos y permite, a quienes lo visiten, diferentes formas de apropiación; sino todo lo contrario. Su autor propuso una representación física de una especie de laberinto para dar la sensación, a quienes lo visiten, de estar perdidos en el espacio y en el tiempo. La irregularidad de su interior, con un terreno en pendiente, recuerda la desorientación de las víctimas del Holocausto.
Para lograr estas ideas, el arquitecto graduado de la Universidad de Cornell propuso crear una trama urbana, sin referencia externa alguna, donde no existiera entrada principal, ni siquiera un punto de llegada o de salida. Internamente estaría conformado por 2711 bloques de hormigón gris, que aluden a tumbas sin nombres, cuyas dimensiones varían entre los 20 cm y 4 m de altura y separados entre sí por 95 cm -de manera que, entre ellos, sólo puede pasar una persona a la vez-. Con estas características del lugar el visitante experimenta sensación de confinamiento, sobre todo cuando algún otro visitante está cerca y bloquea la vista de camino a seguir. Ello se torna más intenso cuando el cielo está nublado, algo bastante habitual en Alemania, lo que causa que las losas de hormigón presenten una apariencia más áspera y sin brillo alguno.
En el espacio subterráneo se encuentra un Centro de Información llamado “El Lugar” y compuesto por una sucesión de salas: Sala de los Nombres, Sala de las Dimensiones, Sala de las Familias y Sala de los Lugares. Su acceso es posible desde el fondo de la plaza, a través de unas escaleras que se asoman al exterior, como un bloque más del memorial. En la primera sala, la Sala de las Dimensiones, las paredes son de un gris claro, con paneles de vidrio en el piso que reflejan el patrón de las estelas del monumento que está arriba. Las siguientes tres salas, la Sala de las Familias, la Sala de los Nombres y la Sala de los Sitios, hacen referencia a familias, nombres, lugares y situaciones.
El Monumento a las Víctimas del Holocausto en Alemania se convierte en un lugar donde el visitante, a diferencia de lo que está acostumbrado, debe experimentar sensaciones e interactuar. Razones por las cuales resulta fundamental la exploración del mismo caminando, tocando y escuchando para que, cada uno, saque sus propias interpretaciones y conclusiones. No sería hasta el 1 de noviembre de 2005 cuando, la Asamblea General de las Naciones Unidas, declararía al 27 de enero como Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto en homenaje a la fecha en la que el Ejército Rojo liberó el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau.
Notas
[1] Rauterberg, Hanno. 2005. Holocaust Memorial Berlin: Eisenman Architects. Baden: Lars Müller Publishers
[2] Resolución dictada por el parlamento alemán