Para hacer realidad los sueños

Para hacer realidad los sueños

Para hacer realidad los sueños

Eusebio Leal Spengler

Abril 15, 2022

Artículo publicado en Revolución y Cultura, La Habana, No. 107, 1981

 

La salvación de La Habana monumental atrae de manera creciente el interés de nuestro pueblo. Las informaciones periódicas en torno al tema, a través de los órganos de difusión masiva, se hacen más frecuentes.

Los museos y exposiciones en el área intramural comienzan a ser virtualmente invadidos no solo los fines de cada semana, sino todos los días. Tal circunstancia es más alentadora en la medida en que valoramos que el núcleo fundamental está integrado en su mayoría por jóvenes, para quienes las obras admirables de la arquitectura y el revivir los acontecimientos de nuestra historia suponen un nuevo y tentador descubrimiento. ¿Qué debemos hacer? A nuestro juicio, las condiciones se han tornado propicias para estructurar una activa participación de las masas, no solo como espectadores de una u otra actividad recreativa, sino como fuerza actuante y decisiva en lo que ha de acontecer de ahora en adelante.

Toda esta experiencia acumulada, los estudios realizados, el proyecto global para la restauración del Centro Histórico, resultarían una empresa costosísima, inalcanzable en su total magnitud, si no logramos que los jóvenes participen en esta batalla, si no conseguimos que surja en las fábricas y talleres todo un fuerte movimiento y que cualitativamente arquitectos, ingenieros, herreros, fundidores, estudiantes de arte y de historia, círculos de estudios, impidan con su acción decidida, generosa, entusiasta y culta, que las aguas de los veranos venideros no cobren con el desplome de muchas casas y antiguos palacios el precio perder con ellas el retrato material de nuestra identidad ciudadana.

La reanimación cultural desempeñará un papel decisivo; la prueba irrebatible está dada por la felicitación de miles y miles de personas en la celebración restituida de la fiesta de La Habana junto a la ceiba de El Templete, cada 15 de noviembre; en los sábados de la Plaza de la Catedral, que reúnen cada semana, en el regazo acogedor de aquel sitio, no solo a quienes desean comprar un regalo original, sino a los amigos que se encuentran o a los que quieren presenciar la tirada de un grabado en el Taller de Gráfica, un fragmento de una obra de teatro cubano, o ver de cerca el rostro de un artista popular, o escuchar el impresionante tañer de la gran campana de la iglesia.

Y el sábado se ha extendido a la Plaza de Armas y cuando cae la tarde sobre la Calle de Madera hay mercado de flores, y un domingo de cada mes de pajaritos, y lo habrá de papalotes y cometas para conmemorar los vientos de abril que hinchaban las velas de las flotas, y hay como una fiebre en quienes observan al renacer de las casas de la calle Obispo entre Mercaderes y Oficios.

Debemos hacer más, no podemos ni debemos esperar. Esta ciudad se salvará si nosotros somos capaces de hacerlo. Esta es nuestra tarea, la tarea de todos, la parte que nos corresponde en el sostenimiento victorioso de la Patria. Que cada día nos encuentre más esperanzados, más batalladores, más dispuestos a hacer realidad los sueños. Ahora, es lícito discrepar con el clásico, pues estos sueños serán algo más que sueños: serán nuestra realidad.

 

[Leal Spengler, E. (1995): “Para hacer realidad los sueños”, en Regresar en el tiempo. Publicaciones IMAGO, La Habana, pp. 29-31]

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