Diciembre 29, 2021
Es difícil encontrar un lugar en el mundo que viviera con tanta intensidad las primeras décadas del siglo XX como Berlín. Hasta que el partido nazi ganó en 1933, Berlín vivió una guerra mundial que la agotó económica y moralmente, la proclamación de una república de corte socialista, la multiplicación de su población y riqueza gracias a la ley del Gran Berlín, la explosión de su vida cultural y nocturna y, finalmente, la enorme crisis que arrastró a su fin la República de Weimar. Los cambios en Berlín en poco más de dos décadas afectaron a toda la sociedad. El ámbito urbanístico y arquitectónico no fue menos, pues coincidió con la explosión del modernismo que impactó con fuerza en la que fue una sede de la Bauhaus. Las políticas municipales y las nuevas ideas sociales se encuentran detrás de los bloques de viviendas que proliferaron. Este movimiento reformista tenía como principal misión mejorar las condiciones de vida de las clases menos pudientes. Además del funcionalismo imperante de la época, en los bloques de viviendas se incorporó el estilo marcado por modernistas como Bruno Taut, Martin Wagner y Walter Gropius.
Los dorados años 20 de Berlín arrancan cuando el 9 de noviembre de 1918 se proclama en el Reichstag la república de Weimar. Las deudas de la guerra acordadas en la paz de Versalles, sin embargo, crearon un enorme problema. En la siguiente década, los planes Dawes y Young mantuvieron la ficción en una supuesta bonanza. Su espíritu fue innegable. El optimismo en torno al modernismo invadió Alemania y Berlín, que rompió gustosamente con la rectitud anterior. Es una época de innovaciones como el cine, radio o automóvil. Culturalmente, el famoso cabaret y el jazz llenan la noche berlinesa. El crack del 29 puso fin a esta ficción con cientos de cierres de empresas, miles de parados y enfrentamientos entre extremistas. Terreno abonado para el nazismo con un argumento simple, orden frente al caos organizado por la socialista República de Weimar. Durante esta década nació el estado de bienestar en Alemania y se apostó por una política expansiva con la construcción o reforma de millones de viviendas, imprescindibles en medio de los cambios demográficos del país.
Berlín era uno de los lugares más necesitados al atraer grandes poblaciones, por lo que sus distritos periféricos fueron un campo de pruebas para las teorías urbanistas modernistas. El principal cambio de paradigma fue pasar de la alta densidad al concepto de ciudad jardín, remarcado por las leyes municipales de 1925 que limitaban la altura de las viviendas. Detrás estuvo la figura de Martin Wagner, responsable del urbanismo berlinés durante la Weimar con un modelo policéntrico que desdibujaba las fronteras entre ciudad y campo. Los planes fijaron una demanda de más de 100.000 viviendas. La apuesta municipal, a falta de inversión privada, fue decidida. Los resultados fueron espectaculares con 146.000 viviendas levantadas hasta 1931. Muchas fueron unifamiliares, pensadas para ser autosuficientes con su parcela. Cuando en 1929 la crisis redujo el capital externo, el ayuntamiento redobló los esfuerzos, pero los planes se fueron al traste con el nazismo. Fue el fin del concepto modernista neues bauen en Berlín.
Muchos bloques no sufrieron en la Segunda Guerra Mundial, pero se fueron renovando sin mucha sensibilidad hasta los años 80, cuando se pusieron en valor. Una de las figuras más reivindicadas fue la de Bruno Taut, urbanista utópico. Trabajó durante la guerra en Gartenstadt Falkenberg, pero fue durante la República de Weimar cuando consiguió sus principales encargos: Siedlung Schillerpark, Wohnstadt Carl Legien y especialmente Großsiedlung Britz. Está compuesta de 1.285 apartamentos y 679 casas unifamiliares unidas en un diseño de herradura con un enorme jardín con estanque en el centro. Taut fue un rara avis entre los modernistas por su apuesta por el color, un fuerte contraste con la Bauhaus. Inscrita en la etapa final del modernismo berlinés está el bloque de Otto Rudolf Salvisberg y Siemensstadt, proyecto privado en el que participaron varios arquitectos.
Los seis bloques de viviendas modernistas se encuentran en la periferia, todos accesibles en metro o tren rápido. Algunos están cerca entre sí, al menos en bicicleta, pero recorrer los seis en un día es un tanto agotador. En todo caso, los bloques son relevantes a escala arquitectónica histórica. No son monumentos al uso y pasan inadvertidos incluso para los berlineses. En el fondo es la mejor prueba de su éxito, pues este estilo de vivienda se convirtió en la norma.
[Tomado de: https://viajealpatrimonio.com/listing/bloques-de-viviendas-modernistas-de-berlin/]