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Eusebio Leal: Hay que amar nuestro tiempo

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Septiembre 11, 2021

 

Las periodistas Onedys Calvo y Marjorie Peregrín entrevistaron a Eusebio Leal, historiador de la Ciudad de La Habana, en la mañana de 9 de febrero de 2018, en Habana Radio. En esa fecha se celebraba la 27 edición de la Feria del Libro, que había sido dedicada a su obra intelectual.

Tras ser expuesta la primera pregunta, Leal comenzó su intervención diciendo:

“Bueno, lo primero: para las dos, para ustedes, yo soy siempre Eusebio. El título de doctor me molesta mucho a veces. Me pesa, sinceramente. Jamás lo utilizo en una firma, solamente en la correspondencia exterior porque es muy necesario a veces en el mundo académico usar esos términos. Pero me complace mucho el otro, más que Leal, Eusebio”.

 

En el contexto de esta Feria del Libro, (…) en varias ocasiones se ha hecho referencia a (…) su capacidad para la oratoria, su palabra certera, oportuna y poética. ¿Todo se lo deja a ese don de la palabra? ¿Cómo se prepara Leal para intervenir sobre cada uno de estos temas que han sido trascendentales para Cuba (..)?

Yo trato de meterme en el tema, estudio y leo y reúno bibliografía, e imagino y pienso. Va a escandalizar a algunos esto de que imagino, pero la historia es siempre un acto de imaginación. Pobre del que crea que en los papeles, solo en los papeles, está el secreto. (…)

En una ocasión, hablando de su padre, el general, Dulce María Loynaz me contó: «Cuándo éramos adolescentes vivían todavía muchos viejos generales del Ejército Libertador, venían a conversar con papá. Cuando llegaban todo eran saludos, comentarios sobre la cotidianeidad y las cosas de ahora. “Qué tal, ¿cómo está la cosa? ¿Qué tú crees de esto”. Pero cuando llegaba el café, estaban ya ensartados de nuevo en el pasado». Y entonces me dijo: «Porque cuando uno ha vivido una gran época, vive para siempre prisionero de ella». Y eso nos pasa a todos, emocionalmente, espiritualmente. La vida es breve, y aquellos momentos grandes que hemos vivido, de amor, de dolor, de lo que sea, de cualquier aspecto de la vida, quedan en nosotros como una experiencia viva. Eso determina mucho nuestros actos.

 

(…) Usted es un hombre muy querido y respetado por los habaneros y los cubanos; para muchos, en los barrios más populares de La Habana, un personaje casi legendario.

Quizá por el hecho de que me ha gustado siempre mucho caminar. Soy un caminante, cuando no camino me siento triste y hasta neurasténico (…). A veces, sobreponiéndome a todo, camino. Y en ese andar –del cual salió el nombre de un programa de radio y un largo programa de televisión que prevalece hasta hoy– está la posibilidad de dialogar. (…) Es ese un diálogo misterioso con quien se me acerca, y me detengo por tres razones: primero, porque aprendí, y ahí sí no voy a negar el origen, que cuando te pidan la capa debes dar también la bolsa, que te debes detener, que cuando se te acerca un menesteroso y te quiere dar la mano mejor le das un abrazo.

(…) Ese ha sido el signo de mi vida, y ahí radica lo que ustedes han llamado «popularidad».

 

(…) ¿Cuáles son, en su opinión, los retos de quienes vivimos en Cuba y a Cuba en este tiempo?

El reto es que no tuvimos otro tiempo para vivir que el nuestro. Es una tontería estar diciendo «yo habría querido ser una gran dama en el siglo XIX», quizá habrías caído esclava en un barracón, o «yo quisiera haber vivido en tal época», y quizás habría sido un cobarde incapaz de levantarme para hacer lo que ellos hicieron. Nuestro tiempo es el tiempo, este es el tiempo, y no otro; y hay que amar nuestro tiempo con sus dificultades, con sus acechanzas, con sus esperanzas. Y luchar. Mi experiencia es nunca darme por vencido, es trabajar.

 

Esta entrevista se publicó en el libro Ciudad Viva. Diálogo, desafío y oportunidad. Ediciones Boloña, La Habana, 2019.

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