Idania Esther Rodríguez Ortega
Marzo 19, 2021
La presencia catalana en La Habana constituye un importante bastión para medir toda actividad en la que incursionaron y lograron triunfar, de ahí que una abarcadora muestra demostrativa la constituya el desarrollo comercial. A pesar de los estrictos controles y prohibiciones que impuso la corona de España, unos pocos catalanes burlando las intrincadas leyes migratorias se habían instalado en Cuba; podría señalarse entre estos a Miguel de Ballester, al que se le ha considerado como el primero en extraer jugo de la caña de azúcar y convertirlo en azúcar y que se dice fue quien fundó el primer trapiche; José Gelabert, quien sembró las primeras plantaciones de café en la zona de Guanajay, poblado aledaño a La Habana. Al establecerse de manera oficial a finales del siglo XVIII y en el siglo XIX, se dedicaron a afianzar sus diversos comercios e inundaron las calles habaneras de O´Reilly, Obispo, Oficios, Mercaderes, Muralla y otras, convertidas en arterias principales de la actividad comercial. Están entre los primeros que incursionaron con sus fábricas de tabacos y cigarros, las de licores, panaderías y dulcerías, bares, restaurantes, bancarias, se podría afirmar que no hubo actividad que resultara desconocida para ellos. Los hijos de Cataluña contribuyeron al desarrollo comercial cubano y se entregaron a Cuba, haciendo de ella su segunda patria. Quizás algunos de los aquí tratados no sean los más conocidos, pero muestran la diversidad de los comercios. Demos paso a presentar una muestra del universo comercial de los catalanes en La Habana en la que aún perdura su impronta.
Exponentes de los comercios catalanes en La Habana
Comercios del siglo XIX
De los comercios del siglo XIX aún en la actualidad persisten, retando el tiempo, las edificaciones aunque muchos de ellos ya no se desempeñan para lo que fueron creados y otros sí se mantienen. Una pequeña muestra de éstos será expuesta, de los más relevantes y teniendo en cuenta la diversificación.
Fábrica de tabacos y cigarros Partagás
Fundada en 1845 en la calle Industria por Jaume Partagàs Rabell, quien llegó a Cuba procedente de Arenys de Mar el día 29 de julio de 1831. Por sus traslados hacia Pinar del Río en asuntos de negocios enviado por Joan Conill, otro catalán, en cuyos almacenes trabajaba y donde aprendió el oficio, Partagàs entra en contacto con las vegas de tabaco de la región de Vueltabajo, desde donde trasladaba las hojas hacia La Habana para venderlas y es así que decide independizarse y crear su propio negocio que resultó ser muy próspero. Llegó a convertirse en una de las más prestigiosas fábricas de elaboración de tabacos de Cuba conocida como “La Real Fábrica de Tabacos Partagás”, pero también atrajo muchas querellas comerciales que lo llevan a la muerte; aún en la actualidad con el mismo nombre “Partagás” continúa en existencia y produciendo los cotizados cigarros y tabacos del mismo nombre. Falleció Jaume Partagàs la noche del 17 de junio de 1868 por un disparo casi a quemarropa y fue enterrado en el Cementerio General “San Rosendo” que poseía la Iglesia Parroquial del término de Vueltabajo en Pinar del Río.
La fábrica de tabacos “La Escepción”
Su propietario Josep Gener y Batet fue un indiano, nació en Arbós, Baix, Penedés en el año 1831 y falleció en Barcelona en 1900. Se estableció en Cuba desde 1884, primero en la ciudad de Pinar del Río donde compró una vega de tabaco denominada Hoyo de Monterrey, en San Juan y Martínez, y en La Habana fundó la fábrica de tabaco “La Escepción” en 1865 en las calles Monte y Zulueta, esta edificación existe aún. Contó con más de 400 trabajadores y consiguió una gran producción de cigarros, conocidos como “Decouflé” por su calidad tuvo gran aceptación en el mercado. Fue director de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en tres períodos: 1875-1876; 1883-1884 y1887-1888. Su comercio fue continuado por sus descendientes hasta el año 1959.
La farmacia y droguería La Reunión, “Droguería Sarrá”
Es creada en 1853, en La Habana, propiedad de Valentí Catalá y de Josep Sarrá, padre, al morir continúa su hijo Josep Sarrá Valldejuli, nacido en Malgrat de Mar, Maresme en 1839 y que falleciera en La Habana el 15 de octubre de 1898, fundaron la farmacia y droguería “La Reunión” conocida popularmente por Droguería Sarrá y que se convirtiera en la preferida por la población. Poco tiempo después Valentí Catalá regresó a Cataluña y quedó en manos únicamente de la familia Sarrá. A su muerte, su viuda Celia Hernández Buchó y su hijo Ernesto lograron llevar a planos superiores esta farmacia convirtiéndola en un verdadero imperio a nivel internacional, fue denominada “La mejor del mundo”.
La primera fábrica de velas y jabones en La Habana.
En 1863 los señores Francisco Sallés, José Crusellas y Ventura Vilaró fundaron la fábrica de jabones y velas de Sallés, Crusellas y Cía., la cual para el año de 1869 cambia su objeto social por el de Crusellas, Hermanos y Cía. teniendo como socios activos a Juan y José Crusellas y más tarde a su hermano Ramón Crusellas quien fuera el iniciador y propulsor de los anuncios artísticos de promoción de la firma comercial en los diarios y revistas. Ramón Crusellas Faura nació en Arbós, Baix, Penedés en la primera mitad del siglo XIX y falleció en La Habana. En el año 1868 se trasladó a Cuba y se hizo cargo de la fábrica con su hermano José creando la Sociedad “Crusellas, Hnos. y Cía.” La unión de ambos hermanos conllevó a dar un nuevo giro a la firma al especializarse en productos de perfumería. Fue el creador del conocido jabón “Candado”. Fue presidente de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en el período de 1887-1888.
Bar-restaurante “El Floridita”
Sitio que se conoce como la “Cuna del Daiquirí”, todos sus propietarios fueron catalanes, oriundos de Lloret de Mar, Gerona, aunque quizás el más relevante de todos fue Constante Ribalaigua Vert. Nació en el año 1888 y falleció en La Habana en 1952. Muy joven llegó a La Habana en el año 1899 y fue recomendado desde Lloret de Mar para trabajar en “La Florida”, nombre que tenía el establecimiento, del cual eran propietarios los hermanos Francisco y Narciso Sala Parera. Fue el último en entrar al bar como barman y devino su propietario.
Ribalaigua perfeccionó este comercio, el cual llegó a ser tan popular que rebasó los marcos nacionales para pasar a planos internacionales; en ello tuvo mucho que ver la fama que le imprimió al bar la visita asidua del escritor norteamericano Ernest Hemingway cuyo lugar le sirvió como referencia para una de sus novelas, pero además era un reconocido degustador del coctel daiquirí que Constante Ribalaigua le preparaba.
Comercios en el Siglo XX
Una diversidad de comercios se extendió a lo largo del siglo XX, habían productos que se comercializaban aunque no eran producidos en Cuba pero tenían a su agente importador, “anís del mono” que se producía en Badalona y su agente único, J. Teixidor radicado en La Habana; “La Catalana” fue un establecimiento en la calle O´Reilly que adquirió gran reputación por sus variadas ofertas de víveres finos, panadería, dulcería y vinos; de Teodoro Llovera fue el Jardín “La Diamela” en la calle 23 y J, Vedado; la Tapicería “Los Novios” de Felipe Bargalló en la calle Barcelona en la que se ofrecían los servicios variados de adornista, fundas y cortinajes, visillos, tapetes, cojines y pantallas de seda; la Frutería “La Segunda Catalana” ubicaba en las calles Obispo y Cuba, un establecimiento de víveres finos, frutas, licores, refrescos y helados, fue fundado en el año 1911 por los señores Vila y Ventosa, heredando después Jaime Ventosa; Bartolomé Berenguer con un Taller de Carpintería en el año 1914 en la calle Rodríguez, en la Víbora, el cual para el año 1928 era considerado uno de los mejores talleres de su tipo en La Habana, confeccionaba tablillas de persianas y balancines, se achaflanaban tableros y se hacían soldaduras de todas clases; Andrés Cogul fundó la fábrica “La Suiza” de elaboración de Caramelos y Bombonería en el año 1920 que se ubicaba en la calle Belascoaín, por mencionar solo algunos aunque fueron constituidos muchos más.
Muy prolífera fue la actividad comercial catalana en toda Cuba, solo nos hemos referido a la actividad comercial en La Habana y en esta, una apretada síntesis pero de hecho ha quedado ampliamente demostrado que en la economía cubana la influencia de los catalanes fue relevante y muchos de estos comercios, además de conservar el nombre dado por su propietario catalán, han prevalecido hasta la actualidad. Decir catalanes en Cuba, era sinónimo de trabajo, comercio, actividad, industria, prevalecía en ellos como una especie de asociación de hermandad, entraban indistintamente ricos y pobres, grandes y pequeños, su unidad es el único secreto de su sorprendente prosperidad y para ayudarse mutuamente y hacer prevalecer sus tradiciones y su cultura crearon también otras asociaciones e instituciones, además de la mencionada sociedad benéfica, como el Centre Català, el Fomento Catalán, el Orfeó Català.
Como conclusión por su clara descripción, las frases del escrito de la Condesa de Merlín, María de las Mercedes Santa Cruz, que refiere el libro La Fidelísima Habana de Gustavo Eguren, que muestra cómo ya desde el siglo XIX se vislumbró lo que sobrevendría en el siglo venidero acerca de la actividad comercial de los catalanes y así escribiría en su libro sobre la vida en La Habana: “…No hay pueblo en La Habana; no hay más que amos y esclavos. Los primeros se dividen en dos clases: la nobleza propietaria y la clase media comerciante. Esta se compone en su mayor parte de catalanes que, llegados sin patrimonio a la Isla, acaban por hacer grandes fortunas; comienzan a prosperar por su industria y economía…”.
Notas
* Conferencia presentada en el I Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2017, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.
Idania Esther Rodríguez Ortega: Licenciada en Educación en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Desde 2009 es historiadora y archivera de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña. Publicó los libros De Cataluña a Cuba… ¡Hacer las Américas! (2011) y Necrópolis Cristóbal Colón: El susurro de las piedras (2015) y un texto suyo integra la compilación Presencia Catalana (2012), editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Jalisco. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, la Cátedra Honorífica Catalana, Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de Catalanistas de América Latina y de la Red de Estudios sobre Cementerios y Espacios Funerarios de La Habana. Ha participado en múltiples eventos científicos nacionales e internacionales.