dest Presencia francesa en La Habana

Presencia francesa en La Habana

Presencia francesa en La Habana

Agosto 25, 2020

 

La Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad; el olimpo de los artistas y los intelectuales; la París de la vida bohemia y la capital de la moda; y la Francia de las tradiciones, los científicos y los filósofos, ha ejercido un poderoso hechizo sobre los cubanos. Nuestras conexiones afectivas, históricas y culturales son incontables, como la suerte que ha fundido en la identidad cubana a los cientos de franceses que pisaron este suelo.

Desde el siglo XVIII, la emigración francesa fue fomentada por la oligarquía hispano-criolla, que la consideró de suma importancia por los capitales que aportaba y por su contribución al blanqueamiento racial.

Los acontecimientos desencadenados en la antigua colonia francesa de Saint-Domingue trajo consigo la emigración de franceses procedentes de Haití, de diferentes orígenes y clases sociales, los cuales se establecieron tanto en el oriente como en el occidente del país. Hombres y mujeres dedicados a la agricultura, al comercio, la trata esclavista y al ejercicio de diversos oficios y profesiones, tuvieron un considerable protagonismo en el desarrollo urbano, demográfico, social y económico.

Tras su llegada se impulsó el sector cafetalero. A partir de entonces, el café iría ganando valor cultural y no solamente económico. A mediados del siglo XIX los criollos, a diferencia de sus padres, fieles a las tradiciones españolas, comenzaron a tomar café en lugar de chocolate caliente.

Compartimos contigo algunas informaciones de tu interés que entrelazan a Francia y Cuba.

  • ¿Conoces que en la representación de los símbolos nacionales cubanos se aprecia la influencia francesa? Los colores de nuestra bandera y su significación fueron inspirados por la Revolución Francesa y en la connotación latina asociada al tríptico revolucionario del rojo, azul y blanco: fraternidad, igualdad y libertad. Nuestro himno también recibió influencias de La Marsellesa, de ahí la similitud entre sus letras. Carlos Manuel de Céspedes le pidió a Perucho Figueredo que compusiera «La Marsellesa de los cubanos». Ambos himnos nacieron en circunstancias similares, en plena guerra y en el interior del país. Luego se expandieron por toda la nación, al ritmo de batallas.

 

  • En 1555 el corsario francés Jaques de Sores protagonizó uno de los ataques más infaustos ocurridos en la villa San Cristóbal de la Habana. No tuvo problemas para tomar la ciudad, la cual mantuvo bajo su control por un mes, aproximadamente. Durante su estancia, el gobernador y parte de sus pobladores de la ciudad se refugiaron en Guanabacoa, hasta que los comandados por el francés abandonaron definitivamente la zona. En ese lapso de tiempo, Guanabacoa fungió como sede del gobierno, suceso que probablemente haya dado surgimiento a la popular frase: «meter La Habana en Guanabacoa».

 

  • En 1897 el francés Gabriel Veyre dio a conocer entre los cubanos el naciente arte cinematográfico, inventado dos años antes por los hermanos Lumière. A Veyre se debe la primera película filmada en Cuba, con un minuto de duración, titulada Simulacro de incendio, que en la actualidad no se conserva en nuestros archivos fílmicos.

 

  • Numerosas personalidades francesas se radicaron o estuvieron de visita en Cuba. Destacan, por ejemplo, el artista Juan Bautista Vermay, el primer director de la Academia de Pintura y Dibujo de San Alejandro; Pedro Alejandro Auber, naturalista radicado en Cuba desde 1833, director propietario del Jardín Botánico de La Habana; y Francisco Antomarchi, médico que asistió al emperador Napoleón Bonaparte durante su prisión en la isla de Santa Elena. En el Museo Napoleónico podemos encontrar un reloj y la mascarilla mortuoria del emperador francés, traídos por Antomarchi a Cuba. Por su parte, la visita de Sara Bernhardt y Edith Piaf sintetiza cuanto de calidad desfiló por nuestros escenarios. También estuvieron en Cuba los destacados intelectuales Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

 

  • A su vez, varios cubanos alcanzaron reconocimiento en sus respectivas áreas, en una Francia donde se reunía lo que más valía y brillaba en su época. Entre ellos, los músicos José White y Claudio Brindis de Salas; el urólogo Joaquín Albarrán, nominado en 1912 al Premio Nobel de Medicina; el naturalista y científico Felipe Poey; la escritora María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, más conocida como Condesa de Merlín; los artistas Wifredo Lam y Agustín Cárdenas; y el político Severiano de Heredia, por solo mencionar algunos.

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