Enero 20, 2022
Nacida en Venecia, en el año 1364, Christine de Pisan resultó ser una de las mujeres con pensamientos avanzados para la época en la que vivió. Hija de Tomás de Pisan, erudito (médico, físico, astrólogo de la corte y canciller de la república) y profesor de la Universidad de Bolonia, quien apoyó la formación intelectual de Christine desde su infancia. Contrario a los pensamientos de la madre, Tomás le proporcionó a su primogénita una educación a la par de sus hermanos varones.
Cuando el rey francés, Carlos V de Valois, solicitó los servicios de dicho intelectual, este puso a disposición de su hija los libros del archivo real. Christine tuvo tutores privados en la corte que le enseñaron a hablar latín y francés. Atraída por las actividades literarias, la joven Pisan se sintió frenada por su progenitora, pues consideraba que las mujeres debían enfocarse en las tareas femeninas: las labores domésticas y las diversas técnicas de costura. Christine de Pisan rompió con los roles de sexo que su madre le estaba imponiendo y continuó con su preparación intelectual.
A los 15 años contrajo nupcias con Étienne du Castel, secretario y notario de la corte real. El hecho de casarse con este posibilitó que Christine de Pisan siguiera aumentando su formación intelectual, pues du Castel apoyaba, al igual que su padre, la superación de su joven esposa. La vida de ensueño que llevaba la lozana mujer se vio frenada diez años después tras quedar viuda. Pisan contaba con escasos recursos, pocos ingresos, tres hijos que mantener junto a su madre y sobrina. Las riquezas de su matrimonio le fueron disputadas, de ahí que perdió gran parte de su patrimonio conyugal.
En medio de un ambiente hostil y sin alternativas para ganarse la vida, Christine se dedicó a escribir. En esta nueva etapa de su vida la fémina desarrolló varias líneas de trabajo. Algunos de sus textos se direccionaron a las baladas románticas para la aristocracia francesa, pero también destacan títulos como Carta de Othéa a Héctor (1399), El libro de las hazañas de las armas y la caballería (1410), El libro de la paz (1413) y Canción en honor a Juana de Arco (1429).
En la fecunda producción literaria de esta mujer resaltan obras de sumo interés y por la cual algunos investigadores le consideran la precursora del feminismo. Sus textos ponderaron los valores femeninos, además de exponer que las mujeres eran iguales a los hombres y debían tener los mismos derechos y oportunidades que cualquier varón.
En La ciudad de las damas se dedicó a realizar una investigación sobre todas las mujeres que en las historia habían demostrado valentía, capacidad e intelecto. Christine de Pisan saca del anonimato a múltiples féminas, narra varias vivencias de las mismas y expone criterios avanzados para la época. Un fragmento de dicho texto plantea:
(…) Si fuera costumbre mandar a las niñas a la escuela e hiciéranles luego aprender las ciencias, cual se hace con los niños, ellas aprenderían a la perfección y entenderían las sutilezas de todas las artes y ciencias por igual de ellos, pues, aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos hábil para hacer algunas cosas, tanto más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican (…).
Rompiendo con las costumbres de la época, Christine de Pisan, participaba activamente en debates públicos con hombres, donde se discutía de filosofía, literatura, política y teología. En esos debates, como en su obra, dejaba claro que no creía que hubiera sido Dios quien quiso poner límites al hacer de las mujeres, sino que eran los hombres que hablaban en nombre de Dios, quienes habían decidido que así fuera.
Esta fémina fue uno de los máximos exponentes que se pronunció a favor de la defensa de las mujeres en la Edad Media. Mediante la escritura supo engrandecer el papel de las féminas y poner freno al ascetismo masculino. Christine de Pisan fallece en 1430 a la edad de 66 años, siendo una de las primeras mujeres dedicadas al oficio de la escritura y el primer referente del feminismo a escala mundial. Sus obras, redescubiertas a finales del siglo XIX, constituyen un paradigma para la literatura universal.