Leal: confiar y cuidar, claves para su equipo

Leal: confiar y cuidar, claves para su equipo

Leal: confiar y cuidar, claves para su equipo

Onedys Calvo Noya y Marjorie Peregrín Avalo

Octubre 17, 2022

 

Con su visión universal y científica, Leal fundó la Casa de África, museo cuyo enfoque es ponderar la cultura inmensa de un continente con un legado que trasciende cualquier estereotipo. En esta visión ha estado involucrado Alberto Granado, director de esta institución desde 1994, quien nos comenta sobre su llegada a la Oficina.

Granado, ¿cómo asumiste la dirección de una Casa Museo que aborda un tema tan desbordante?

La temática no era precisamente muy afín con mi formación. Soy profesor de Geografía e Historia, pero me especialicé en Geografía. Sin embargo, siempre este tema de las culturas, la geografía y la antropología me había llamado la atención. También yo había cumplido misión internacionalista en África –había estado en Santo Tomé y Príncipe, y en Angola–. La vertiente del museo no era solo África, incluía todo el tema de la religiosidad popular de origen africano en Cuba, que tomó mucha fuerza en el museo a partir del 86 hasta los años 90’. Pero había que enfocar la museología y las relaciones con los países africanos, que fue uno de los objetivos por los que Leal creó todas estas instituciones. La Casa de África se creó bien intencionada y orientada en el año 86 porque era necesario que nuestro pueblo conociera más sobre África, sobre su historia y su cultura. Quien se lo propone a Leal fue el comandante de la Revolución, Juan Almeida Bosque, con el apoyo del líder histórico Fidel Castro. No es casual que se haya creado la Casa de las Culturas Islámicas y árabes en un momento coyuntural específico. Ello forma parte de esa visión universal que tenía Leal de convertir un proyecto en la continuidad de lo que Emilio Roig comenzó como primer historiador.

 

¿Qué cualidad del Historiador te marcó en tu desempeño profesional?

Yo señalaría de nuestro eterno Eusebio Leal que era un gran soñador que nos dejó soñar. Te abría las puertas, no te encerraba a hacer lo que él orientaba que había que hacer. Él decía: “este es el camino”, y tú tienes que seguir ese camino. Nos invitaba a recibir a un Jefe de Estado o una delegación de alto nivel, y nos ponía la mano en el hombro y decía: “aquí está el especialista, el que le puede explicar”. Esa confianza que nos brindaba hacía que nosotros tuviéramos que prepararnos cada día y estudiar, porque sabíamos que nos podía llamar de su oficina en cualquier momento para cumplir cualquier tarea. Más allá de que fuera de África, era de la Oficina del Historiador.

 

¿Y cuál ha implicado el mayor reto en estas demandas?

El mayor reto, desde que comencé a trabajar en la Oficina del Historiador de la ciudad y en la Casa de África, específicamente, fue lograr de esa institución lo que él quería que fuese: el Museo Casa de África. Que los africanos, que lo embajadores, sintiesen esa casa como suya, además de todas las colecciones importantes que tenemos: etnológicas, religiosas, de Fernando Ortiz… Su visión era el continente africano, desde el Norte al Sur. Y ese ha sido el mayor reto y por el cual seguimos trabajando. Nunca pensamos en el retiro, porque ha sido una bendición poder aprender y trabajar con el gran maestro Eusebio Leal.

 

¿Cuál anécdota con el Historiador recuerdas con mayor relevancia?

Hubo una anécdota que recuerdo porque me dio la medida de la confianza que él tenía en el trabajo que estábamos haciendo. En el año 1999, cuando se hizo la Cumbre en La Habana, Sergio personalmente, me fue a ver a la oficina y me dijo que Leal quería verme a las 5 de la tarde. Yo inmediatamente llamé a Raida: “¿qué pasa, hay algo mal?”. Y ella me responde “No, no sé, Eusebio no me ha dicho nada”. Bueno, a las cinco, como soldado, estoy allá: “Dígame Eusebio, lo que usted quiera”. Me puso la mano en el hombro, y pienso: “no va mal, ya me puso la mano en el hombro”. Me sentó en su oficina y me dijo: “Son muchas las delegaciones que tenemos que recibir de jefes de Estado. Usted ha sido designado y aprobado por el Estado para recibir a todos los presidentes que vengan del área del Caribe y si vienen de otra área, también”. Te puedes imaginar que ya respiré, pero, inmediatamente, me transformé porque dije: “qué responsabilidad tan grande de poder recibir a todas esas personalidades y hacerlo bien”. Ya al final, cuando él se dio cuenta me dice: “no te preocupes que yo apareceré por cada esquina para apoyarte y guiarte”. Y así lo hacía. Salíamos de los Capitanes Generales, íbamos hacia la Plaza Vieja, y él salía de la Casa de México y ahí los saludaba, y de ahí se iba a saludar al otro que venía atrás. Él siempre estuvo presente, y creo que es algo que conservar de lo que Eusebio nos enseñó: es que confiaba, pero nos controlaba. No ese control administrativo: nos cuidaba. Él confiaba, pero estaba al tanto de cada detalle. Y con una elegancia exclusivamente de él, cuando tenía que decirte algo, te lo decía con tal firmeza y distinción, que tú quedabas completamente convencido.

 

 ¿Cómo hacemos sin él para cuidarnos, para indicarnos y para dejarnos hacer?

Creo que la forma de honrarlo y de reconocerlo es siempre pensando en cómo él haría las cosas. Preverlo todo, pensar. En mi área de acción, en lo que me corresponde trabajar, yo no organizo ni planifico ninguna actividad si no pienso cómo Eusebio lo hubiese pensado. Parecería, quizás, algo que no sea lógico, pero así es como realmente lo hago. Porque él dio una continuidad al proyecto de Emilio Roig, avanzando y evolucionando ese proyecto. Y eso es lo que nos proponemos. Creo que esa es la forma de no dejar morir su obra, que va a ser eterna e insustituible; pero nosotros tenemos que lograr transmitirla a las futuras generaciones y, con el ejemplo y el trabajo, llevarla hacia delante.

 

[Tomado de Habana Radio]

Comments are closed.