Noviembre 3, 2021
“Los frescos que aquí contemplamos nos introducen en el mundo de los contenidos de la Revelación. Las verdades de nuestra fe nos hablan de cada lugar. De ellas, el genio humano ha sacado la inspiración empeñándose en revestirlas de forma de una belleza inigualable.”
Papa Juan Pablo II
Homilía durante la misa celebrada el 8 de abril de 1994 con motivo de la conclusión de los trabajos de restauración del Juicio Final, en la Capilla Sixtina.
Ubicada en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, inmueble que fue la residencia oficial del Papa, la Capilla Sixtina es la estancia más conocida del conjunto y una de las obras maestras de Michelangelo Buonarroti (Florencia, Italia, 1475 – Roma, Italia, 1564). Cuando este artista comenzó a pintar los frescos de la capilla, en 1508, Buonarroti ya tenía renombre y era considerado el más grandioso escultor de su tiempo.
La Capilla Sixtina adquiere su nombre en honor al papa Sixto IV, Sumo Pontífice desde 1471 hasta 1484, quien ordenó la restructuración de la antigua Capilla Magna (1477-1480). Entre las escenas que componían su decoración original, realizadas por Sandro Botticelli, Pier Matteo d’Amelia, Pietro Perugino y otros artistas, estaban las historias de Moisés y de Cristo, los retratos de los pontífices y una bóveda pintada con un cielo azul estrellado. Posteriormente, el papa Julio II, pontífice entre 1503 y 1508, decidió modificar una parte de la decoración de esta.
Miguel Ángel trabajó desde el 1505 en Roma, para llevar a cabo la realización de la tumba del papa Julio II. Sin embargo, desacuerdos con el Papa hizo que el artista decidiera abandonar los trabajos y, también, la ciudad romana. Pero Julio II insistió enseguida en el regreso de Buonarroti y, como parte de la remodelación, le encargó los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, realizados entre 1508 y 1512.
Sin ayudantes para la realización de las pinturas, apenas acompañados de algunos obreros en la preparación del techo, los frescos de la capilla sacan a la luz el virtuosismo técnico del artista. Al peligro de pintar la superficie curva, se unió la dificultad de realizar los frescos. Esta técnica pictórica no permite errores y necesita de cortos periodos de tiempo. Una vez preparados los cartones de los dibujos hay que dividir el conjunto en partes que puedan ser completadas en un día, pues, pasado este tiempo, el enlucido se seca y ya no absorbe el color. La sección de pared elegida se prepara primero con el encalado y luego con el enlucido, una mezcla de puzolana, cal y agua. Una vez trasladado el dibujo sobre el enlucido todavía fresco, se extiende inmediatamente el color.
En la bóveda de cañón del techo, Miguel Ángel pintó una exuberante arquitectura y, entre los elementos arquitectónicos que realizó con el pincel, representó las escenas usando colores vivos, que fueran fácil de ver desde el suelo. En los lunetos situados sobre las ventanas pintó los antepasados de Cristo. En las pechinas sobre ellos, hizo una secuencia alternada de los profetas y las sibilas, Jonás sobre el altar y Zacarías en el otro extremo. En la parte central, pintó nueve escenas del Génesis, desde la creación hasta la caída del hombre, el diluvio y el nuevo renacer de la humanidad con la familia de Noé. Cuando terminó todos los trabajos (1508-1512), había representado más de 300 figuras en una superficie aproximada de 460 metros cuadrados.
Años más tarde, Miguel Ángel pintó, en la pared del altar, las escenas del Juicio Final, en la que representó la segunda venida de Cristo y el Apocalipsis. En el centro se encuentra ubicados María y Cristo y este, con un enérgico movimiento, separa a los justos de los pecadores. Alrededor de ellos, varios santos fueron representados con los atributos que los identifican, entre los que destacan San Pedro, que tiene las llaves del reino, y San Andrés, que sostiene una cruz, símbolo de su martirio. Rodeando estas escenas centrales, la multitud se divide entre los que ascienden al cielo y los que descienden al infierno.
Esta obra maestra de la historia del arte y del genio creador de Miguel Ángel, que todavía hoy cautiva los corazones y deslumbra a todos, en su momento sufrió la censura. Al representar figuras desnudas en un lugar sagrado, el artista fue acusado de inmoralidad y obscenidad; incluso, se intentaron destruir los frescos. Como resultado, se le colocaron paños de pureza a todos los personajes.
En 1984, el Estado de la Ciudad del Vaticano fue inscrito como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es el único estado completo que ostenta tal categoría, debido a que posee un enorme cúmulo de obras de arte excepcionales, entre las que sobresale la Capilla Sixtina. En esa misma década, se llevó a cabo la primera parte de la restauración total de la capilla, la cual se hizo pública, el 8 de abril de 1994, en misa solemne celebrada por el papa Juan Pablo II.
La Capilla Sixtina es también conocida por ser la sede del Cónclave, la asamblea de los cardenales reunidos, tras la muerte de un pontífice, para elegir a su sucesor. En medio de la capilla, se sitúa la mesa electoral por donde los cardenales pasan, uno tras otro, para rellenar una papeleta. Durante el cónclave, se instala una chimenea en el tejado de la capilla, y el humo, al ser visto desde la plaza de San Pedro, actúa como una señal de la nueva elección.
Recientemente, la página web de los Museos Vaticanos, publicó una visita virtual en 360º de la Capilla Sixtina, donde se puede contemplar toda la magnificencia de este bello espacio, sin ni siquiera estar allí. Es esta una grandiosa oportunidad que no se debe pasar por alto, ya que se trata de una de las más excelsas obras de toda la historia del arte. Compartimos los links de la visita virtual:
https://www.museivaticani.va/content/museivaticani/es/collezioni/musei/cappella-sistina/video.html