Octubre 25, 2021
La Zanja Real fue el único acueducto de la Villa de San Cristóbal de La Habana entre 1592 y 1835. En un inicio, las obras constructivas estuvieron a cargo del maestro Mayor Francisco de Caloma, cuyos trabajos se extendieron de 1566 a 1592, momento en que las obras concluyeron bajo la dirección del ingeniero Bautista Antonelli.
Muchos fueron los obstáculos a vencer para la concreción de la Zanja, la cual tenía dos leguas de extensión y tuvo un costo de 35 mil pesos aproximadamente. El trayecto del agua comenzaba en el río Almendares hasta un boquerón abierto en un muro de la plaza de la Catedral, que dio nombre al callejón del Chorro. El agua desembocaba en fuentes públicas, imprescindibles para evitar la contaminación e insalubridad. Algunas de esas fuentes las conocemos hoy: son las que se encuentran en la Plaza de San Francisco y la que se observa desde 1836 en el centro de la Plaza Vieja, que ocupa el sitio donde se erigió en 1708 la primera fuente pública de La Habana.
De los cuatro surtidores donde terminaba el agua transportada desde el Almendares, uno era el del Callejón del Chorro, considerado el más importante ya que abastecía de agua a la población civil; y los otros tres que llegaban hasta la fortaleza de la villa, el puerto y las inmediaciones de la ciudad para que abrevara el ganado.
La Zanja Real constituyó un importante elemento estructurador del entramado urbano colonial, consolidado, sobre todo, a partir de 1674 con la construcción de las Murallas. En torno a los principales caminos, que luego adquirieron la categoría de calzadas, nacieron los primeros barrios habaneros: Guadalupe, Jesús María, La Salud, San Lázaro y Colón.
Por más de dos siglos, la Zanja Real fue la principal fuente de abastecimiento de agua de La Habana, hasta que en 1835 se construyó el Acueducto de Fernando VII por el Conde de Villanueva. Aun hoy, en determinadas calles del Centro Histórico, los transeúntes pueden apreciar las huellas del que fuera nuestro primer acueducto.