Raúl Martell Álvarez
Octubre 22, 2021
De los alemanes que viajaron a Cuba a finales del siglo XIX, destaca Hermann Dietrich Upmann, uno de los seis varones de los nueve hijos que engendraron Hermann Friedrich Upmann, maestro relojero y comerciante, y su esposa Johanne Friederike Birkemeyer. El personaje que nos ocupa nació el 1ro. de mayo de 1816, en la ciudad de Bielefeld, perteneciente a la región de Renania del Norte, en Westfalia, Alemania.
Transcurrieron cerca de cuatro siglos del descubrimiento del tabaco en Cuba y a mediados del siglo XIX, con 23 años de edad Hermann Dietrich Upmann, arribara a finales del año 1839, por el puerto de La Habana, después de siete semanas de viaje, a la isla que tanto deseaba conocer, aunque ya la deleitaba a través de fumar las hojas de la Nicotina Tabacum que llegaban a Europa, a la ciudad portuaria de Bremen, en su forma cilíndrica de un color carmelita claro.
Cuentan que Hermann Dietrich Upmann, durante la travesía hacia América por el Océano Atlántico, conoció un pasajero inglés que le comentó la posibilidad de abrirse paso en Cuba en los negocios del tabaco y le trasmitió los primeros elementos concerniente a las bondades de esta planta, así como le enseñó los prolegómenos de convertirla en tabaco.
Mientras tanto, el auge de la elaboración de puros, en la segunda mitad del siglo XIX en la isla, permitía que aprendices entraran en los chinchales o pequeños talleres en número creciente para aprender a elaborar el ya preciado producto.
Hermann Dietrich se aventuró con entusiasmo a instruirse rápidamente en el arte de la producción tabacalera; ya durante esa primera etapa comenzó a enviar mazos de tabacos de diez o más unidades a sus familiares y amigos radicados en Bremen. En ocasiones, recibió quejas de algunos de sus receptores sobre diferencias en las calidades de esos envíos, por lo cual se percató que ya se estaban falsificando sus remisiones. Incluso sus hermanas, que atendían una pequeña tienda de vender tabacos ubicada al costado de la alcaldía de la ciudad Bielefeld, se quejaron de esta situación. Entonces decidió que en la cinta que envolvían sus atados de tabacos debía estampar su firma para garantizar que la calidad de los tabacos que dispensaba procedía de su producción.
En un pequeño local en la calle San Miguel No. 75, en la zona de extramuros, en la ciudad de La Habana, Hermann comenzó a producir tabacos y fue creando, lo que existe todavía, como la reconocida marca de habanos H. Upmann, que ocupa actualmente un lugar entre las siete primeras marcas de habanos de mayor consumo en todo el mundo.
Apoyado en una rigurosa disciplina y habilidad organizativa, no tarda muchos años en formar parte de un grupo de tabaqueros que se extendieron desde pequeños locales donde producían puros, hasta crear sus propias marcas y fundar sus fábricas. Así, el ambicioso y diligente germano amplía sus empeños y concibe una marca y funda una fábrica con el nombre de H. Upmann: H por su nombre y Upmann por su apellido.
En la década del cuarenta del siglo XIX se estaba produciendo un verdadero auge en la producción y comercialización de los tabacos de la isla, que pasó a ser la segunda fuente de ingresos del país por su presencia en los mercados europeos y norteamericano.
Sobre la fecha exacta en que en 1844 salió al mercado la producción de tabacos bajo la marca H. Upmann existen diferentes criterios en la historiografía consultada. Este autor no ha encontrado en los archivos cubanos esa fecha exacta. Generalmente, se toma como referencia el 15 de octubre, porque 100 años después, en 1944, para conmemorar el centenario de la marca, se inauguró en esa fecha una nueva sede en Amistad No. 407/409.
Con un gran sentido administrativo y larga visión productiva y comercial, lo que se denominaría en la actualidad como logística, él empieza a constituir un grupo de instalaciones que garantizarían alcanzar altos niveles de realización de su producción. Con el uso de la litografía en la mitad del siglo XIX se comenzaron a adornar las cajas con etiquetas de un color y posteriormente de otros colores, habilitaciones que embellecían los envases y sellaban las cajas.
Hermann Dietrich consignó su firma en las etiquetas que adornaban por fuera y por dentro los envases que acomodaban sus puros. Un paso importante fue también la identificación y personalización de cada uno de sus puros, en esto también fue de los que primeros que anudó una cinta o etiqueta que se llamó anilla, alrededor de sus aromáticos productos.
Algo digno de significar es que identificaba claramente cada una de las empresas que establecía al señalar la localidad donde se asentaba, es decir “Habana” a su fábrica y marca de tabacos en Cuba, y “Bremen” a su firma llamada H. Upmann and Company-Bremen, por estar ubicada en esa ciudad, dirigida por su joven sobrino Hermann Friedrich Heinrich Upmann. En Nueva York funda otra filial en 1871, dirigida también por otro pariente Carl Friedrich Wilhelm Gustav Upmann, quien antes lo acompañó algunos años en Cuba, para ayudarlo y a su vez entrenarse en el mundo del habano.
La firma H. Upmann and Company-Bremen todavía existe, ahora bajo la dirección del último sucesor de Hermann, llamado Heinrich Dietrich Carl Upmann, nacido el 15 de mayo de 1937, quien ya cumplió 80 años.
Una situación muy singular y también difícil para el fundador fue que una vez establecido en Cuba se trasladó a Bremen para contraer matrimonio con la joven Amalie Wilhelmine Gravenhorst, el 30 de noviembre de 1848 y la trajo a La Habana, donde enfermó y falleció unos meses después, como consecuencia de la fiebre amarilla, el 12 de septiembre de 1849. Sus restos yacen en una bóveda de tierra en la Necrópolis de Colon, junto a otros alemanes amigos, que incluso formaron parte de sus negocios como socios. Su matrimonio no tuvo descendientes.
Un par de años después de fundar su fábrica, recibió la visita de uno de sus hermanos, August Ludwig, dos años menor que él, para ayudarlo y también para aprender acerca de las técnicas de producción, organización y dirección tabacalera que empleaba su hermano.
Hermann Dietrich Upmann y sus socios alemanes se adentraron en los vericuetos del negocio tabacalero, apoyados en la puntualidad y seriedad que caracterizan a los germanos, hasta llegar a producir un habano de excelencia, empleando las mejores hojas de la zona de Vueltabajo, donde poseían tierras que garantizaban la obtención de hojas de primera calidad. El nivel alcanzado en la producción de habanos H. Upmann fue insuperable, apoyado en un estricto control de calidad.
En general, el boom de la producción de habanos logró cifras muy altas. La fábrica fundada por él alcanzó niveles de producción de hasta 25 millones de puros, lo que le permitió ostentar denominaciones de: “Proveedor de su Majestad Don Alfonso XII Rey de España” y “Con privilegio de uso las reales armas”. Fue una de las mayores fábricas exportadoras de tabacos a Inglaterra, Estados Unidos, España, Sudáfrica y muchos países de Suramérica.
En 1852, Hermann se asoció con Friedrich Wilhelm Gudewill y fundó la compañía naviera Gudewill and Upmann, con sede en la ciudad portuaria de Bremen y con la ruta La Habana-New York-Bremen. Su objetivo logístico era asegurar la transportación de sus tabacos en tiempo y en buenas condiciones de Cuba a Alemania y al resto de los países consumidores a pesar de la larga travesía transoceánica.
La forma de exportar los puros se realizaba en grandes cajas de pino seco que agrupaban de 5000 a 10 000 tabacos en mazos de 50 o de 100 unidades. Para identificar esas producciones se imprimían con fuego en las cajas los datos fundamentales de sus productores, a esa etiqueta se le llamaba “hierro”. Esta identificación era realmente bastante fácil de imitar por los falsificadores de marcas, por lo que algunos de los más importantes productores, entre ellos, Herman Dietrich, idearon colocar sus tabacos en envases más pequeños y manuables, que además guardaran celosamente el aroma y la calidad de sus tabacos, así surgieron las cajas de cedro que contenían 25 unidades en hileras de 8-9-8.
En 1860, convencido de la calidad de sus habanos y para evitar falsificaciones, introdujo etiquetas en cada caja de oloroso cedro, identificándolas y diferenciándolas de las demás con su propia rúbrica en cada una de las habilitaciones de sus cajas. Un paso importante fue también la identificación y personalización de cada uno de sus puros, para lograr una mayor seguridad. En Cuba, fue de los que primeros que anudó una cinta o etiqueta, que se llamó anilla, a cada uno de sus aromáticos productos.
Otro dato importante a destacar en el tema de los cambios administrativos en H. Upmann, es que estuvo entre las primeras fábricas que contaron con un lector de tabaquearía, cuando en mayo de 1866 permitió la presencia de este singular personaje en sus talleres. Igual de interesante es que el lector de tabaquería en las fábricas era seleccionado en asamblea por votación y aclamación de los tabaqueros.
Los Upmann fundadores fueron respetuosos de las demandas de torcedores y despalilladores acerca de la permanencia del lector de tabaquería; tradición que se mantiene hasta nuestros días. Heinrich Dietrich Upmann había erigido una institución comercial y financiera de amplio rango, bajo la denominación de Casa Upmann y Compañía, con la intención de poder operar actividades de producción y comercialización de tabaco y también como comerciantes comisionistas en negocios varios, lo cual indica su larga visión de apoyarse en una organización vertical de su firma.
Así, en 1868 funda una agencia bancaria bajo la dirección de su sobrino Heinrich (Henrique) Upmann. El capital inicial fue de 220 000 pesos, de los que Hermann Dietrich aportó el 90 %, el 10 % restante lo aportaron su sobrino Henrique y su socio Wilhelm (Guillermo) Rocholl; por cierto, los restos de la esposa de este socio yacen en la misma bóveda de tierra donde se encuentran los de la esposa del fundador.
El banco de Upmann era considerado como una de las firmas financieras más influyente de la isla. Esta aparece como una de las que mayor cantidad de cuotas (4000 pesos) aportaba como contribución a la Corona. La institución no se circunscribía a las clásicas funciones bancarias; o sea, a los préstamos, depósitos, etc., sino que, paralelamente, realizaba inversiones en diferentes áreas de la economía del país, en sectores como el industrial, donde funcionaba como accionista, en la extracción petrolera, la agricultura, el comercio, las fianzas y los seguros, entre otros negocios financieros.
El Banco Upmann llegó a ser el banco extranjero, aparte de las entidades españolas, de mayor prestigio y reputación por su solvencia y vasta experiencia en esta actividad durante más de medio siglo. Sus oficinas principales se encontraban en el regio edificio sito en Amargura y Mercaderes, y llegaron a tener sucursales en otras zonas de la ciudad; fue considerado uno de los bancos más importante en la región del Caribe.
Otro aspecto de este multifacético empresario fue que siempre mantuvo una estrecha relación con su ciudad natal Bielefeld, la que visitaba con frecuencia durante sus estancias en Bremen. A solicitud de sus hermanas Dorothea (Dora) y Caroline (Lina) inaugura, el 6 de octubre de 1876 (día de cumpleaños de Dora) un asilo de damas solteras, sin amparo familiar, en una edificación de estilo clásico de tres pisos para albergarlas, solo debían reunir tres condiciones: tener por los menos 50 años cumplidos, gozar de una buena reputación y profesar la religión evangélica. Para la construcción de esa instalación aportó la cantidad de 120 000 marcos. La capacidad del asilo era para 50 damas.
En 1894, residiendo en Bremen, fallece Hermann Dietrich Upmann, dejando un testamento donde detalla minuciosamente cómo se debía distribuir su fortuna entre sus parientes y allegados. Hermann Dietrich Upmann, multimillonario, fue una de los personajes más destacados, tanto de la ciudad de Bremen como de su natal Bielefeld, donde es considerado como un importante benefactor y personaje con una activa vida económica y social.
Sus descendientes alemanes fueron continuadores de su legado de disciplina y organización; igualmente, las tres generaciones de Upmann cubanos se han destacado en esferas como el deporte, la ciencia, la música, la docencia y otras ramas de la sociedad cubana con idénticas características.
En el libro Fumando en La Habana. Los Upmann. Una familia alemano-cubana, publicado en La Habana, por Ediciones Cubanas en el año 2016, se recoge en detalle esta rica y larga historia de dedicación al trabajo.
Notas
* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.
Raúl Martell Álvarez: Licenciado en Economía en la Escuela Superior de Economía de Berlín, Alemania. Se ha dedicado a la investigación de la historia del tabaco en Cuba y, en particular, de la presencia de los alemanes en la industria tabacalera cubana. Es coautor de los libros Huellas alemanas en Cuba, Los alemanes y el tabaco cubano y Fumando en La Habana. Los Upmann. Una familia alemano-cubana. Es miembro del Casino Alemán de La Habana.