Dolores Guerra López
Octubre 8, 2021
Durante las primeras décadas de la centuria decimonónica, en Cuba existieron algunas manifestaciones de asistencia social organizadas por la iniciativa privada, de carácter preferiblemente religiosa o mutualista, sin la participación gubernamental, salvo escasos servicios como el hospitalario —concentrados en la capital—, además de algunas instituciones con propósitos caritativos. Es un complejo sistema de prestaciones de corto y largo plazo sujetas a constantes modificaciones y ampliaciones, que marcha conjuntamente con la elevación del nivel material y cultural de la vida.
La asistencia social ha registrado una profunda evolución en el tiempo, e históricamente ha tomado diversas tipologías asociativas, tales como el socorro mutuo, la protección profesional, gremial, religiosa, la caridad y la beneficencia pública, entre otras.
La siguiente investigación, centra la atención en la profesora Juana María Rodríguez Cruz, una convencida asistente social, que nace el 23 de junio de 1897, en la parroquia de San Vicente Ferres del pueblo de Valleseco, en Las Palmas de Gran Canaria y que muy joven emigra a Cuba junto a sus padres, Juan José Pantaleón Rodríguez Pérez de 53 años, de ocupación labrador y María de la Luz Cruz Cerpa de 47 años, empleada doméstica [1].
En 1924, con 27 años, contrae matrimonio con el doctor Andrés Blanco, profesor de Artes y Oficios y de las escuelas del Centro de Dependientes, con quien comparte intereses para la protección de las mujeres canarias.
Formación profesional
El 17 de septiembre de 1920, se gradúa de la Escuela Normal para Maestras de La Habana y comienza a ejercer, hasta 1936, como educadora en escuelas públicas en la capital; por su destacada labor como profesora, entre 1936 y 1945 la ascienden a Inspectora Escolar.
Se matricula en la Universidad de La Habana el 30 de septiembre de 1920 y en 1934 se titula de Doctora en Pedagogía en este centro de altos estudios. En 1937 se inscribe en otras especialidades, como Licenciatura en Derecho Diplomático Consular y Especialidades en Estudios Pedagógicos [2].
En 1945 solicita registrarse en la Escuela de Servicio Social como aspirante al título de asistente social, y manifesta su interés en brindar apoyo a familias pobres y gestionar becas para niños desamparados.
Entre las observaciones recogidas en su expediente académico, al titularse en Doctora en Pedagogía, se consigna que posee una personalidad dinámica, cualidades de líder y una inteligencia natural que le posibilitó trabajar por varios años como Inspectora Escolar. Se agrega que colaboró con el Club de Mujeres Profesionales en proyectos para la protección de los niños y se interesa por ayudar a las escuelas públicas desplegando un buen trabajo social.
Labor social. Fundación de la Asociación Hijas de Canarias
Una diferencia principal que marca la pauta para estudiar el núcleo que integran las féminas canarias es su participación en diferentes esferas de la vida social de la isla. Sus actividades económicas se limitaron, en la mayoría de los casos, a los trabajos de servicios.
Casi todas las mujeres iban a trabajar a casa de un familiar para ayudar en el negocio, o de empleada doméstica en el hogar de un pariente, donde recibían alimentación, vestuario y alojamiento. Su situación inicial era difícil, pues se encontraban desprovistas de atención médica, sobre todo para la maternidad y el parto.
Ante estas necesidades, el 13 de julio de 1930 se aprueba el reglamento [3] de la primera organización de inmigrantes canarias y el día 20 del propio mes, se reúne el grupo organizador en Basarrate No. 12, domicilio de Juana Rodríguez Cruz, presidenta de la naciente institución femenina, para fundar la sociedad Hijas de Canarias [4].
La Junta Directiva fue elegida por unanimidad el 20 de julio de 1930 en su nueva dirección: Avenida de la Republica No. 98, para el desempeño de sus funciones.
Junta Directiva de la entidad Hijas de Canarias
Presidenta: Doctora Juana María Rodríguez Cruz; secretario general: Juan B. Hernández Concepción; tesorera: Celestina Hernández Sosa; vocales: Teresa Hernández Concepción, Dolores Hernández Sosa, Elia Sosa Concepción, María Cruz Serpa, Guillermina Torres de Silva, Hortensia Silva y Torres, María Martínez Costa, Luisa González Ferrán, Armonía Acosta Perea.
Fue una institución creada por su directiva para ejercer la acción tutelar sobre las inmigrantes de esta procedencia y el propósito queda recogido en cuanto a la expresión de sus fines en el primer Reglamento General cuando precisa:
Proporcionar a sus asociadas asistencia sanitaria, instrucción, recreo y auxilio en la medida de sus fuerzas; contribuir con la Asociación Canaria de La Habana al realce y progreso de las Islas Canarias. [5]
Este concepto surge por la iniciativa de un grupo de féminas con instrucción y ciertos recursos económicos, como un medio de proteger a las mujeres de los sectores de la población carentes totalmente de recursos para cubrir sus necesidades más perentorias; es una actividad destinada a prevenir, atender y remediar a las desvalidas, cuya miseria lleva a la prostitución, delincuencia y peligro cierto de desintegración social.
Llegadas al país de destino, condicionada en su elección por la presencia en este de otros paisanos, e incluso determinado en algunos períodos por la existencia de un familiar que la reclamara, o apegada a la emigración familiar, la emigrante se enfrenta, por primera vez a un universo ajeno al suyo. En este nuevo mundo que están descubriendo adquieren especial importancia los centros asociativos de la propia comunidad étnica, organizadores de actos sociales por excelencia, donde puede encontrar viejos y nuevos amigos con comunidad de intereses. También la mayoría de estas instituciones proporcionaban asistencia social que, para el caso de la instrucción, ofrecían la posibilidad de completar tardíamente la escasa o a veces nula formación cultural de la emigrante, así en las pocas horas libres de las que disponía podía asistir a cursos para adultos que les permitan promocionarse laboral y socialmente.
Esta asociación en un inicio fue concebida con fines de recreo a los efectos de facilitar su inscripción como institución femenina en el registro de Asociaciones; sin embargo, sus objetivos sobrepasaban esta intención y fue aprobada para su funcionamiento con el interés esencial de lograr asistencia sanitaria, auxilio, protección e instrucción y recreo para las mujeres inmigrantes canarias en la medida que los fondos sociales de la institución lo permitieron, incluyendo la creación de la escuela de enseñanza elemental Leonor Pérez Cabrera fundada en 1931 [6], también dirigida por esta profesora canaria.
Un conjunto de capítulos regulaba las cuotas normativas de organización, en los cuales se excluían a los socios varones fundadores y de número, pero sí admitían empleados hasta en la Junta Directiva, siempre que fuesen miembros de la Asociación Canaria.
Entre sus artículos se establecían los trámites de ingreso, derechos a la asistencia sanitaria y demás beneficios como escuelas, recreo y festividades; pero la característica fundamental era la composición social de su directiva, donde encontramos esencialmente doctoras en pedagogía, medicina y derecho, con gran interés en socorrer a la mujer desvalida.
No permitió la nominación de socios fundadores ni de números del sexo masculino, pero sí emplearon algunos como miembros de las directivas. Además, en diferentes poblaciones de la isla se constituían delegaciones bajo la orientación de una junta Directiva y otra Consultiva integrada por doce asociadas.
En su primer año de trabajo, la atención a la salud se realiza a través de convenios con hospitales privados, pero a partir del 19 de junio de 1931 se instala un sanatorio, con idéntico nombre al de la Asociación, situado en la calle Aguilera, en Lawton, residencia de Rafael de Cárdenas, general del Ejército Libertador y su familia. Con posterioridad, este inmueble, denominado Finca La Generala, fue abandonado por su viuda Antolina Culmell, y quedó deshabitada durante un tiempo hasta que fue rentada por el sanatorio para enfermas mentales del Doctor José Baralt Barnet y, más tarde, alquilado por la Asociación Hijas de Canarias.
No obstante estas nuevas mejoras, el 20 de junio de 1931 se vieron en la necesidad de realizar reformas a su reglamento para cubrir otros intereses de sus afiliadas. El nuevo proyecto hace extensiva la acción protectora a la mujer no asociada e insiste en contribuir en los beneficios moral y material, estrechar las relaciones con la Asociación Canaria y entre las dos islas.
En poco tiempo, la Asociación Hijas de Canarias, con el apoyo de la Asociación Canaria de Cuba de 1906, obtuvo importantes logros de indiscutibles méritos en la historia de los isleños en Cuba. Sin embargo, la atención médica continúa en el centro de sus preocupaciones, por lo que nombran un director como jefe superior del sanatorio, donde las asociadas se atendían de aquellas enfermedades contraídas después de su inscripción, con excepción de los accidentes fortuitos y las dolencias de carácter agudo que reclamaban atención urgente.
Además, recibían tratamientos por facultativos de la institución, así como visitas a domicilio, facilitándoles las medicinas en la farmacia de la clínica. Otro de los derechos que asistía a las afiliadas era la atención en el parto, tanto en el hospital como en su domicilio, en cuyo caso la atendía una comadrona social.
Para disfrutar de los beneficios que se consignan en el nuevo reglamento era indispensable ser de condición obrera, empleada, oficinista, artesana, periodista, estudiante, entre otras, y solo contar con recursos para el sostenimiento de su hogar.
Existieron también otras posibilidades para las asociadas que llevaran, ininterrumpidamente, más de tres años afiliadas. Cuando el Cuerpo Médico de la Sociedad, reunido en junta médica, declaraba de absoluta necesidad para la curación de una enferma un viaje de rehabilitación fuera de la isla, y la paciente carecía de recursos, según criterio de la Directiva, la Asociación costeaba, por una sola vez, el viaje en barco preferiblemente en la categoría de tercera que resultaba más económico. Además, cuando los recursos de la institución lo permitieron, le entregaban a bordo 50 pesos para costear sus necesidades a la llegada. Ese derecho solo podía ser ejercitado por una vez en un término de 10 años.
Por otra parte, en caso de fallecimiento de una afiliada en la Casa de Salud, la Asociación se responsabilizaba con otorgarle un entierro modesto, pero decoroso a todas por igual. Los accidentes por intentos de suicidios le impedían el derecho de atención y de ocurrir el fallecimiento, no se cubrían los gastos del funeral. Además, según disposiciones dictadas por la Secretaría de Sanidad, no se atendían a las que padecían de enfermedades infecciosas, males por embriaguez o por consumo de sustancias heroicas. En caso de accidente de trabajo, tenían que consultarse con la compañía aseguradora del lugar donde eran empleadas.
Este centro hospitalario, según sus fundadoras, se constituye con el propósito de facilitar a la mujer de escasos recursos la posibilidad de afrontar los gastos que ocasiona una enfermedad, de acuerdo con lo que estipula la Federación Médica de Cuba, la cual no admitía a personas con solvencia económica como componentes de esta clase de instituciones.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que realizó para sostenerse, lo exiguo de sus capitales impidió continuar con sus labores médico-asistenciales. De modo que se cancela la inscripción por resolución del Gobernador Provincial el 3 de diciembre de 1952, procediendo a la disolución del centro.
Hay que tener en cuenta, que la década del treinta no fue una etapa fácil para las mujeres que recién estaban alcanzando su representación social. Además, esta institución femenina sale a la luz entre los años 1929 y 1933, en medio de la gran crisis económica mundial que afectó profundamente la economía cubana y, de una manera u otra, a todas las capas sociales, lo que contribuyó, entre otros factores, a la desaparición temprana de este Centro.
Notas
* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.
[1] La edad y empleo de sus padres consta en la fe de bautismo.
[2] Archivo Histórico de la Universidad de La Habana. Expediente académico de Juana María Rodríguez Cruz, Facultad de Letras y Ciencias, No. 19.564.
[3] El primer reglamento presentado al Gobernador Provincial se aprobó el 13 de julio de 1930 por el Comité Gestor de la misma y fue inscrito en el Registro de Asociaciones el día 17 de ese mes con el No. 9248 y cancelada por resolución del Gobernador Provincial el 3 de diciembre de 1952. Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Registro de Asociaciones. Expediente de Fundación “Asociación Hijas de Canarias”.
[4] Expediente de Fundación de la Asociación Hijas de Canarias. Archivo Nacional de Cuba. Registro de Asociaciones, No. 54, Expediente 10269, Legajo 346, p. 7.
[5] Reglamento de la “Asociación Hijas de Canarias” de La Habana, Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Registro de Asociaciones. Expediente de Fundación “Hijas de Canarias”, Fondo: 54, Expediente 10269, Legajo 346.
[6] Tierra Canaria, febrero de 1931, La Habana, p. 8, C. 1.
Dolores Guerra López: Doctora en Ciencias Históricas. Licenciada en Educación en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Se desempeña como Investigadora y Profesora Titular del Instituto de Historia de Cuba y de la Universidad de La Habana. Es autora de varios libros y artículos relacionados con la asociatividad de los inmigrantes españoles en Cuba en los siglos XIX y XX. Entre sus principales obras se encuentran: La Quinta Canaria. Legado de la inmigración canaria a Cuba; Labor social de los españoles en Cuba; Canarios en Cuba. Sus asociaciones insignes y Sociedad de Instrucción Naturales del Ayuntamiento de Puentes de García Rodríguez.