Gustavo Pittaluga

Gustavo Pittaluga Fattorini eminente hematólogo y ensayista italo-hispano-cubano

Gustavo Pittaluga

Pablo Andrés Pitaluga Pitaluga

Septiembre 3, 2021

 

El profesor Gustavo Pittaluga Fattorini nace en Florencia, capital de Toscana, Italia, el 10 de noviembre de 1877, en el seno de una familia notable por la cultura de sus miembros. Su bisabuelo, el doctor Balestero, fue médico de Napoleón I en la campaña de Rusia; su padre, el general Giovanni Pittaluga, profesor de Topografía Militar, tuvo el mando de Venecia durante la Primera Guerra Mundial; su hermano Mario fue un destacado abogado en Roma y su hermana Rosa, una distinguida profesora de Historia Natural en Florencia.

Gustavo Pittaluga estudió la carrera de Medicina en la Universidad de Roma y en 1901 alcanzó el Doctorado en Medicina y Cirugía con la tesis Acromegalia y tumores de la hipófisis, trabajo citado como uno de los primeros acerca de la Enfermedad de Pierre Marie.

Ya graduado, decide cambiar de orientación y comienza a trabajar como ayudante de la cátedra de Anatomía Comparada de su Alma Máter, junto al eminente profesor Giovanni Batista Grassi (1854-1925), sabio con el que llevó a cabo sus primeros estudios sobre insectos trasmisores del paludismo, estudiando profundamente esta enfermedad y especializándose en entomología médica y epidemiología.

En 1903 arriba a Madrid para asistir al Congreso Internacional de Medicina, donde presenta su estudio Etiología y epidemiología del paludismo, trabajo que llamó la atención de los congresistas y que fue determinante en el curso posterior que tomará su vida.

Entre los asistentes al Congreso se hallaba el sabio histólogo español don Santiago Ramón y Cajal, quien admirado con la disertación del joven investigador, lo invita a trabajar al Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII de Madrid, iniciando así la etapa en España de su brillante carrera, que se consolidaría aún más con su matrimonio con la madrileña María Victoria González del Campillo, de cuya unión nacerían tres hijos y uno de ellos, Gustavo, se convertiría con el devenir de los años en músico de prestigio internacional.

Su larga estadía en España lo hizo acreedor del reconocimiento de prestigiosas instituciones médicas europeas; entre sus obras aparece Estudios acerca de los dípteros y los parásitos que trasmiten enfermedades a los hombres y animales, editado por la Real Academia de Ciencias de Madrid en 1906, en el que cita los trabajos del doctor Carlos J. Finlay Barres (1833-1915) y defiende la prioridad del cubano en la concepción de la teoría metaxénica del contagio de enfermedades.

El resultado de sus estudios convirtió a Pittaluga en uno de los primeros hematólogos que revolucionaría, con sus ideas, lo que hasta ese momento se tenía sobre la Hematología.

Fundador de la hematología moderna, su Manual de enfermedades de la sangre y hematología clínica, publicado en 1922, marcaría un viraje en algunos conceptos y teorías de la Hematología, ya que había en aquella época un concepto muy pobre sobre sus estudios.

En el año 1937, el destacado ensayista cubano Fernando Ortiz, a través de la Institución Hispanocubana de Cultura, invitó a acreditados intelectuales españoles para ofrecer conferencias o cursos cortos en Cuba con el objetivo de dar a conocer diversos temas de gran interés en las especialidades de las Ciencias Sociales y, particularmente, sobre importantes temas científicos. El doctor Pittaluga fue uno de ellos. Llegaría a La Habana en diciembre de 1937, para dictar un ciclo de conferencias entre diciembre y enero del 1938. Ese año, la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana y el Instituto Finlay lo invitan a dar un curso sobre Hematología que fuera antologado por el doctor Víctor Santamarina Salanueva, en un volumen de 205 páginas titulado Conferencias de Hematología, publicado por la Universidad de La Habana en 1938.

A pesar de su intensa labor en las ciencias y la cultura en las cuales tuvo un relevante papel, no fue indiferente a los problemas políticos que aquejaban a España; en el año 1931 resultó electo delegado a la Asamblea Constituyente por la provincia Badajoz, Extremadura. A la República Española sirvió fielmente, por convicciones muy arraigadas, en las distintas misiones que le encomendó, hasta su caída en 1939.

Ante la victoria del franquismo, es acogido por Francia, donde llegó a ser presidente de la Sociedad Francesa de Hematología; pero Francia también era víctima de la invasión fascista. Su vida como la de cientos de luchadores antifascista corría peligro en tierras galas, por lo que el doctor Domingo F. Ramos Delgado, quien se desempeñaba como profesor de Patología en la Universidad de La Habana y ministro de Defensa en esa época, intercedió para buscar una salida, lo que permitió que el gobierno entreguista de Vichy autorizara su salida del país.

En septiembre de 1942 arriba a La Habana como exiliado republicano; todo hacía presagiar que la presencia de Pittaluga daría motivo al surgimiento de una Escuela de Hematología de tanto prestigio, en el futuro, como la de Madrid. Pero le faltó grandeza y patriotismo al ambiente médico cubano de aquel momento, no vieron en él al gran Maestro, sino al competidor que afectaría sus intereses económicos y prefirieron rodear su labor con un muro de indiferencia hasta llegar a anularla.

No hubo más cursos en la universidad; la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, de la que era miembro correspondiente, lo ignoró, al igual que las demás sociedades científicas. Pittaluga recibió la nueva situación, quizá por lo mucho que ya conocía a los hombres, sin apenas darse por enterado.

Aceptó un cargo en el Instituto Finlay, en el que tampoco tendría oportunidad de desarrollar, como merecía, su labor. Colaboró durante un tiempo con el profesor Pedro Kouri Esmeja, que le abrió generosamente las puertas de su cátedra de Parasitología y Enfermedades Tropicales de la Universidad de La Habana y el Instituto Nacional de Hidrología y Climatología Médicas. Lo invitó, desde su fundación en 1945, a formar parte como miembro asesor de su Consejo Científico, nombrándolo jefe del Departamento de Investigaciones Biológicas e Hidrológicas yjefe de redacción de su boletín, en el que aparecieron no pocos trabajos suyos.

Pero a pesar de todo, no detuvo el sabio su labor. En 1946 publica su primer libro Clínica y laboratorio, en colaboración con los doctores Enrique Galán Conesa y Antonio Guernica de Roux; en 1948 aparece Vitaminas y sangre, volumen de 770 páginas en el que se mezclan sus grandes conocimientos en estos dos importantes aspectos de la Medicina.

Otra tarea que desarrolló el profesor Pittaluga en el campo de las ciencias fue la de traductor. Por encargo de editoriales cubanas tradujo, del inglés al castellano, el Diccionario práctico de medicina del doctor Stedman, voluminosa obra de 1444 páginas.

Pero si importante es esta labor científica desarrollada en Cuba, no fue menos la que llevó a cabo en el campo de la cultura. Si bien es cierto que las instituciones científicas del país le cerraron veladamente sus puertas, no ocurrió lo mismo con los centros culturales de gran importancia, como la Academia de Historia de Cuba, a la que fue llamado como académico correspondiente y en la que ingresó en 1948 con su formidable estudio Ensayo para una historia de los sentimientos; la Academia Nacional de Artes y Letras en la que ingresó como académico correspondiente, en 1950; su libro más conocido dedicado a Cuba Diálogos sobre el destino, obtuvo el premio Ricardo Veloso en el concurso organizado por la Cámara del Libro Cubano en 1950.

Su preocupación por la mujer lo llevó a una profunda meditación sobre su proyección en la historia que le hizo escribir en Cuba el libro Grandeza y servidumbre de la mujer, obra apenas divulgada que lo acredita como historiador y filósofo de cualidades notabilísimas, que se afirma y confirma en la personalidad más destacada de la mujer, no ya en relación con el hombre, con el mundo masculino, sino como ser humano, como miembro autónomo de la comunidad.

Grandeza y servidumbre de la mujer lleva un subtítulo que define la temática del libro: Situación de la mujer en la historia. En él su autor no pretende resaltar los hechos, sino algo mucho más delicado y difícil de captar y expresar, me refiero a situaciones concretas de cada cambio histórico desde una genérica y más profunda visión: la de la mujer en toda la historia que se conoce.

La introducción del texto es la osamenta ideal del libro, donde la acción primera y primaria de la mujer tiene como escenario el comienzo mismo de la historia, en los primeros pasos en que el hombre se desprende de la vida nebulosa “Natural” para afirmarse en lo que tiene (posee) de peculiar y humano.

Autenticidad, tiempo y destino son los puntos centrales del libro. El primero se enlaza con el sentido de los valores que preside la visión histórica de Pittaluga. La mujer aparece —y esa es la mayor audacia, que consideramos de su pensamiento— como percibiendo los valores, sugiriéndolos, haciéndolos triunfar, en suma, convirtiéndolos realidad. Convierte a la mujer en la mediadora entre el reino de los valores y la cruda realidad social que traen consigo los avatares y dramas de cada época.

La filósofa española más universal de todos los tiempos María Zambrano, al referirse a la obra de Gustavo Pittaluga escribió:

Grandeza y servidumbre de la mujer pertenece a esa especie de libros musicales en los que la medida lo es todo: es una obra con número y ritmo, y, por tanto, algo secreta y misteriosa, donde prevalece la imagen de la mujer.

Gustavo Pittaluga Fattorini vivió los últimos 14 años de su vida en Cuba como exiliado político antifascista, y desarrolló una labor científica de indiscutible relieve avalada por la publicación de 10 libros, así como varios centenares de artículos y conferencias en periódicos y revistas del país o dictadas en prestigiosas instituciones nacionales.

Catalogado por el destacado Doctor en Ciencias Gregorio Delgado García, como la personalidad más importante del exilio republicano español en Cuba en la primera mitad del siglo xx, hoy, a 62 años de su muerte, el 27 de abril de 1956, los historiadores e investigadores rendimos tributo a quien la mayor de las Antillas acogió en su seno como a un hijo, de quien recibió, generosa y amorosamente, el fruto maduro de su talento extraordinario.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Pablo Andrés Pitaluga Pitaluga: Escritor e investigador sobre la inmigración y presencia italiana en Cuba. Forma parte del Comité Científico de los Seminarios sobre Emigración y Presencia Italiana en Cuba y del Consejo Editorial del periódico digital Ecos de Mantua. Ha publicado numerosos textos en revistas, periódicos, compilaciones y espacios digitales especializados, entre ellos Náufragos italianos devenidos artífices de una historia. Junto a Miguel Ángel Díaz Catalá es coautor del libro Cuentos de Camino. En la actualidad se desempeña como Especialista Principal en la Dirección de Eventos y Servicios Académicos Internacionales de la Universidad de La Habana. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba.

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