Agosto 28, 2021
En el edificio emplazado en Dragones No. 62, hoy 308, estuvo la Academia de San Alejandro desde mediados del siglo XIX hasta 1961. Aquí cursó estudios la primera mujer graduada oficialmente de esta institución: Adriana Bellini (1865-1946).
Aunque la Academia de San Alejandro, fundada en 1818, no explicitó en los documentos que marcan su concepción inicial una negativa respecto a la admisión de mujeres, todo parece indicar que su exclusión estuvo implícita. En las circunstancias en las que se inscribe la mujer en el siglo XIX y principios del XX, era inconcebible incluir a las mujeres en los mesteres de las artes en tanto la sociedad reservaba para ellas otros designios. La práctica de la miniatura, el dibujo, la acuarela y el bordado se consideraban, por ejemplo, una habilidad idónea a su género que, en el caso de las mujeres blancas y de mediana y alta clase, se concebía dentro de los requerimientos de educación.
En el curso 1879-1880, poco más de 60 años desde su fundación, y a iniciativa del primer director cubano de la Academia, Miguel Melero, ingresaron las primeras alumnas, de quienes desconocemos sus señas posteriores. Con ello, quedaría establecida la enseñanza oficial para ambos sexos, un acontecimiento que trasciende en importancia el ámbito artístico. No obstante a este gran paso de avance, por varios años persistirían diferencias en los planes de estudio y métodos de enseñanza para uno y otro sexo, así como una evidente desigualdad entre el número de mujeres y hombres matriculados.
Una vez graduada, Adriana Bellini ejerció la docencia. En 1899 fundó su propia escuela, la Academia de dibujo y pintura El Salvador, para la cual creó un método de enseñanza del dibujo que obtuvo buenos resultados, al punto que fue extendido hacia otras enseñanzas, como la Escuela Normal de Verano, en 1905. Su labor en este ámbito motivó que en 1901 el gobierno interventor la invitara a formar parte del grupo de maestros que visitó la Universidad de Harvard, donde impartió lecciones sobre su método. En 1906 fue nombrada profesora de Dibujo Elemental en la Academia de San Alejandro, con lo que se convirtió en la primera mujer en ocupar una plaza de docente dentro de este claustro.
Conseguir el respeto y el reconocimiento en el ejercicio de la profesión dentro de un ámbito tradicionalmente dominado por los hombres supuso un desafío. Bellini llegó a ser profesora titular, miembro fundador del Club Cubano de Bellas Artes y vocal de su Junta Directiva y, ocasionalmente, escribió para la prensa sobre temas artísticos. Conocedora de la tarea de defender sus derechos, fue designada delegada en el Primer Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en 1923, en representación de la Academia, en el que coincidió con su colega artista María Capdevila. Fue una voz que intentó superar la subestimación de sus capacidades para el arte y de su intelecto por su condición de mujer. Con ello, allanó el camino para muchas otras mujeres creadoras y pedagogas en el arte.