Jezabell Domínguez Pérez, Claudia Álvarez Delgado y Dariadna Barrios Tabares
Junio 17, 2021
La pandemia de la Covid-19 impactó las prácticas comunicativas cotidianas de los seres humanos. La emergencia sanitaria condujo, con premura, a la búsqueda de otros canales de comunicación que permitieran mantenernos informados, estudiando, trabajando, intercambiando afecto con familiares y amigos, acceder a bienes y servicios y, al mismo tiempo, ayudarnos, distendernos, seguir aprendiendo y creando. En este contexto, las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones (TICs) han demostrado su efectividad en distintos ámbitos, sobre todo cuando se emplean de manera consciente y adecuada.
Si bien el uso de las TICs en Cuba ha incrementado notablemente en los últimos años, el acceso a las mismas sigue siendo limitado, cuestión que afecta en mayor medida a grupos con menos recursos como es el caso de las personas adultas mayores. En una era donde el desarrollo tecnológico avanza con gran celeridad y de manera particular en esta etapa de pandemia en la que la comunicación se ha tornado digital, estas personas presentan aún grandes limitaciones para el acceso y uso de equipos de cómputo, nuevas técnicas de telefonía, la conectividad a internet y la interacción en plataformas digitales.
Ante esta realidad cabría cuestionarse la efectivad de estos canales en el trabajo sociocultural con personas mayores. ¿Podrían los espacios virtuales ser efectivos para mantener el diálogo cultural con este grupo etario? ¿Qué características adopta la participación en dichos espacios? ¿Cuáles serían sus posibilidades y desafíos?
Tras el cierre temporal, los museos y centros culturales del Centro Histórico de La Habana acudieron a las TICs para continuar difundiendo el patrimonio e interactuando con los públicos. En primera instancia este no se visualizó como un espacio potencial para el intercambio con el público adulto mayor. Sin embargo, la manera espontánea en que se fueron involucrando en las diversas iniciativas virtuales, condujo a indagar en las posibilidades de acceso a estas tecnologías y en los conocimientos que poseían para su uso.
Los resultados de una encuesta realizada el pasado año a 97 personas mayores que participan de manera habitual en las acciones presenciales del Programa Social de Atención a las Personas Adultas Mayores de la Dirección de Patrimonio Cultural arrojó resultados que reafirman la diversidad de situaciones que vivencia la población adulta mayor en el país, este caso particular en la capital. El 68% de las personas encuestadas alegó tener posesión de teléfonos móviles; apenas un 39,2% cuenta con acceso a internet. El 38.1% evaluó tener un conocimiento medio del funcionamiento de esta red y el 8.2% consideró que eran avanzado. El 39,2 % posee correo electrónico y el 38,1% tiene perfiles en redes sociales, fundamentalmente WhatsApp y Facebook. Además, se indagó en las necesidades e intereses y, en base a estas, se conformó un programa de actividades virtuales para celebrar el 1ro de octubre Día Internacional de las Personas Adultas Mayores.
La experiencia hizo evidente los beneficios de las redes sociales para las personas mayores. De acuerdo a los criterios de quienes participaron en estas acciones, las plataformas digitales les permitieron aliviar malestares emocionales asociados al aislamiento. Fueron un alimento a su espiritualidad, continuaron aprendiendo, desarrollando habilidades, socializando y ampliando su red de amistades.
Sin embargo, la participación en estas acciones refleja diferentes prácticas de consumo entre hombres y mujeres. Según sexo, existió una mayor representación de mujeres en este tipo de propuestas culturales. De acuerdo al Informe de Igualdad de Género: Patrimonio y Creatividad en 2015, este es un fenómeno que se repite a escala mundial, y las ideas para lograr involucrar a los hombres se hace cada vez más inminente. No se pueden perder de vista los estereotipos de género que, en la adultez mayor, sitúan a hombres y mujeres ante riesgos particulares.
Esto conduce a la necesidad de facilitar, de distintas maneras, el acceso de este grupo de edad a las TICs. Crear espacios para la alfabetización y el empoderamiento digital en estas edades. Las instituciones culturales pueden tener un rol más activo en este sentido y trabajar en función de prevenir otras vulnerabilidades derivadas del uso de la red. Además, deben repensarse los contenidos de las propuestas culturales para lograr una participación más equilibrada y equitativa. Incorporar la perspectiva de género es un punto de partida necesario.
Es preciso analizar las prácticas comunicativas y la medida en que las mismas están contribuyendo, directa o indirectamente, a reproducir mitos y estereotipos generacionales, de género, etcétera. La discriminación por edad se ha convertido en una de las tres grandes formas de discriminación, luego del racismo y el sexismo. Comúnmente, se usa la edad para categorizar y repetir estereotipos, casi siempre negativos y humillantes, sobre todo de la población adulta mayor. El edadismo se oculta bajo una aparente amabilidad, tendiendo a ubicar a las personas adultas mayores en una misma categoría: jubilados, abuelos, simplificando la profunda y plural realidad de estas personas [1]. De esta manera, es pertinente eliminar cualquier vestigio de lenguaje edadista en el trabajo social con este público. A su vez, debe tenerse en cuenta el tratamiento que muchas veces se da desde la visualidad y los recursos gráficos que se emplean en el diseño de convocatorias, evitando igualmente que estos reproduzcan dichos estereotipos.
Sin dudas la pandemia ha impuesto diversos retos a las personas adultas mayores. Las limitaciones que poseen en el acceso a las TICs los han situado como grupo vulnerable en esta etapa en la que las tecnologías desempeñan un papel fundamental en la socialización y la comunicación. Ante este contexto, las instituciones culturales tienen el desafío de diseñar propuestas que respondan a los intereses y necesidades de este grupo, atendiendo a las limitaciones que poseen en este sentido. Desde la virtualidad, las experiencias desplegadas con este público pueden catalogarse como un gran acierto. El agradecimiento de quienes las disfrutaron y las demandas de continuar recibiendo conocimientos a través de estas vías reafirman la idea de que las personas adultas mayores están cada vez más ávidas de aprender, demostrando que la edad no es impedimento para ser activas, creativas y valiosas.
Notas
[1] Dirección General de Personas Mayores y Servicios Sociales. (2019). Atención y trato adecuado a las personas mayores. Guía para profesionales en la práctica diaria. Disponible en: https://www.madrid.es.
Lic. Jezabell Domínguez Pérez, Lic. Claudia Álvarez Delgado, Msc. Dariadna Barrios Tabares: Especialistas del Departamento de Investigaciones Socioculturales y Programas Educativos. Centro de Gestión Cultural de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la ciudad de la Habana.