“¿Por qué una flor nace en un vaso de Sevres, se le ha de privar del aire y de la luz? ¿Por qué la mujer […] se le ha de oprimir el pensamiento, y so pretexto de un recato gazmoño, obligarla a que viva escondiendo sus impresiones, como un ladrón esconde su tesoro en una cueva?”
José Martí
MSc. Dúnyer Pérez Roque
Mayo 20, 2021
En medio de una época plagada de prejuicios y de desigualdades de género y de oportunidades hacia la mujer, José Martí resaltó sus innegables méritos. Las construcciones sociales creadas sobre la mujer hicieron que se tuviera un criterio preconcebido sobre su rol social, político, familiar y económico, lo que denunció cuando expresó: “[…] No hay regalo mayor para los ojos de los hombres que una cabeza femenina sin más adorno que su propio pelo” [1]. Él, como cualquier otro hijo de su tiempo, tenía una definición establecida sobre cómo debían ser: “La mujer bella y sana, aunque decir sana es decir bella, no anda con menjurjes y retoques: la frente, lisa. La boca, sin colorete. La oreja, sin aretes [2]. Para el Apóstol de la independencia cubana, “no es que falte a la mujer capacidad alguna de las que posee el hombre, sino que su naturaleza fina y sensible le señala quehaceres más difíciles y superiores” [3]. No obstante, a estas concepciones, vio en ellas cualidades innatas que la colocaban en una posición ética y moral superior a los hombres.
Todavía en el siglo XIX la mujer no había logrado obtener elementales derechos cívicos, como el sufragio universal, el derecho de reunión, libertad de expresión, o a decidir abiertamente con quien casarse. Era vista como el resumen de las virtudes del hogar, la madre de los futuros hijos, o el trofeo de caza que servía para ser exhibido, y poco más. Sufría de abusos físicos, psicológicos, familiares, sociales y económicos de parte de una sociedad patriarcal que limitaba su rol y frenaba su emancipación.
Martí, en cambio, cuestionó las construcciones en torno a aquellas adjetivadas como viles y despreciables. Apreciaba en ellas los mejores atributos de los seres humanos: “Es una mano de mujer, vara de mago, que espanta búhos y sierpes, y ojos de Midas, que trueca todo en oro” [4]. Consideraba que estas tenían el derecho de rebelarse cuando eran pisoteadas y maltratadas y apoyaba esta facultad cuando sucedía –de enorme mérito dado que no era frecuente este tipo de pensamiento en esos tiempos–. Para el Maestro, la mujer era más que un objeto sexual y las alertó al respecto:
Rebeláos, oh mujeres, contra esas seducciones vergonzosas; ved antes de daros, si se os quiere, como se adquiere una naranja, para chuparla, y arrojarla, o si se os ama dulce, penetrante, espiritual y tiernamente, sin sacudida, sin predominio, ni obsesiones de deseo: si se busca, la primera bestia nueva os vence. Rebeláos, contra esa brutal y repugnante persecución de los sentidos: dejad de ser carne que morder y gozo que beber: resistíos, y no os quejéis de ser infortunadas mientras no sepáis ser fuertes. Pues que lo sabéis, estad al aviso: se os busca casi siempre para el gozo. ¿No os levanta e irrita esta brutalidad? ¿No tenéis la cabeza bastante fuerte para resistir estas embriageces de la carne? [5].
Martí conoció a muchas mujeres excepcionales a las cual tuvo en alta estima. Entre ellas, por ejemplo, se encuentran Mariana Grajales y Sarah Bernhardt. Sobre la cubana dijo: “De negro va siempre vestida, pero es como si la bandera la vistiese. […] Y es música la sangre cuando cuenta ella del ejército todo que se juntó por el Camagüey para caer sobre las Villas […] ¡Fáciles son los héroes, con tales mujeres!” [6]. A Sarah la conoció brevemente en París, pero le impresionó su arte y sus maneras de mujer emancipada: “[…] Ella hará lo que desea: tiene algo del primer Buonaparte; ella finge el desdén, aunque su alma está llena de amistad y franqueza porque lo cree necesario para ser respetada. ¿De dónde viene? ¡De la pobreza! ¿Adónde va? ¡A la gloria!” [7]. También expresó que “[…] ella sabe amar sin duda pero no se ocupa de esos asuntos demasiados femeninos; es esa alma soberbia, soñadora de todas las alturas, alma de águila superioridad irresistible la que nos hace bajar la cabeza” [8].
Estas escasas líneas no alcanzan para ilustrar en su totalidad el pensamiento martiano sobre la mujer. Empero, este embozo arroja un haz de luz sobre esta temática compleja, diversa y llena de contrastes; quedará para empresas futuras profundizar en ella. Una certeza meridiana encontraba en ellas, pues “[…] cuando la mujer […] unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.
Notas
[1] “Recuerdos”, OC 13: 407.
[2] “Prosa de próceres”, OC 15: 183.
[3] “Sobre los Estados Unidos”, La Nación, Buenos Aires, 10 de agosto de 1887, OC 11: 215.
[4] “Carta de Nueva York”, La Opinión Nacional, Caracas, 11 de abril de 1882, OC 9: 288.
[5] Fragmentos, OC 22: 211.
[6] “Antonio Maceo”, Patria, Nueva York, 6 de octubre de 1893, OC 4: 453.
[7] “Sarah Bernhardt”, OC 15: 246.
[8] Ibídem, p. 247.
[9] “De las damas cubanas”, Patria, Nueva York, 7 de mayo de 1892, OC 5: 16-17.
Dúnyer J. Pérez Roque: Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana en 2012. Culminó su Maestría en Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba en 2017. Ha sido ponente en eventos científicos nacionales e internacionales, y ha publicado artículos en revistas culturales. Es Miembro de la Asociación Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), de la Sección Cuba de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), y colaborador de la Society for Irish Latin American Studies (SILAS).