Pedro Adolfo Machado Aguiar
Abril 2, 2021
En Cuba existe una narración oral muy especial, los cuentos de mentiras. Sus cultores conviven entre la gente, fundamentalmente en las zonas rurales, porque sus principales creadores son los campesinos, aunque se pueden encontrar en el entorno citadino, debido a la enorme movilidad sociocultural que ha tenido dicha tradición. Este fenómeno, que es en esencia una tradición narrativa oral, posee como característica fundamental que su denominación popular (de mentiras o de mentirosos) no tiene nada que ver con la condición ética ni moral de las personas, o sea que son cuentos.
Ejemplos de su presencia en la literatura oral llevada a escritura son las obras de Samuel Feijoo (con su personaje Comandante Padilla) y de Onelio Jorge Cardoso (con su famoso Juan Candela). Mientras que, en la literatura de investigación, la obra de María del Carmen Victori Ramos: Cuba: expresión literaria oral y actualidad [1], surgido de la elaboración del Atlas Etnográfico de Cuba, recoge este arquetipo de cuento, aunque no lo agrupa en lo particular con el nombre “de mentirosos”. Precisamente una entrevista realizada a la mencionada investigadora orientó el camino para su examen:
(…) esos cuentos no son evidentemente de antecedentes africanos. Nosotros tenemos el antecedente chino y otros más, pero son en pequeñas muestras, en limitadas zonas y actividades (…) pero estos cuentos son de antecedentes hispánicos, pero esos antecedentes hispánicos no son exactamente cuentos hispánicos, su arquetipo, su estructura son de cuentos europeos y la estructura que se ha rastreado es el Barón de la Castaña, o sea, hasta el Barón de Münchhausen …[El barón de la Castaña] es en realidad una refundición española popular tradicional del barón alemán. Es también la aceptación de un hecho tradicional recogido por alguien (…) [2]
Así que uno de los textos raíz de esta tradición se halla en el universalmente famoso Las aventuras del Barón de Münchhausen, que recoge las historias extraordinarias del noble alemán y que fueron recopiladas por Gottfried August Burger [3].
Pero también aparece mencionado en el análisis de la investigadora el Barón de la Castaña, el cual en el libro de Maxime Chevalier, Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX) se le menciona con el nombre de Don Manrique, que es un miembro de la familia aristocrática Manrique de Lara, que ostentaba entre otros títulos el de Conde de Castañeda. Este personaje, como lo refiere Chevalier, fue un famosísimo “mentiroso” del Siglo de Oro español (1492-1681), cuyas hazañas cuenteras –por comparación cronológica– son más antiguas que las del Barón de Münchhausen, pero se encuentra menos visibilizado que este último.
Una de las mentiras de Don Manrique la reproduce Maxime Chevalier en su obra, que la toma de Crónica burlesca de Francesillo de Zúñiga:
El rey se partió deste lugar para un lugar llamado Ampudia, y allí vino a él Don Pedro Manrique, marqués de Aguilar, y le dijo: “Tengo un monte en Aguilar adonde Vuestra Alteza matará muchos puercos”. El rey le demandó cuenta del monte, y el Marqués le dijo: “Señor, yo maté el otro día un puerco muy grande y hállele entre las espaldas una encina de dos brazadas”. El rey se maravilló desto que el Marqués dijo, y dijole: “Marqués, mentira parece esa, ¿cómo pudo ser?”. Y él, medio riendo, dijo: «Señor, habrá tres años que andando a monte un mi criado le dio una lanzada, y era tiempo de bellotas, y el puerco se revolvió en el suelo y metiósele una bellota por la herida, y con el tiempo que cogió y con el calor que él tenía se le crió esta encina” [4].
Es importante resaltar, como reprodujo Chevalier de las fuentes consultadas, que el favorito contexto para las mentiras de los caballeros españoles era el de la caza en el monte. Por eso refiere que la fama de mentirosos que gozaban los cazadores era proverbial y firmemente establecida en el Siglo de Oro. En el cual “suelen alargarse, y en materia de caza mentir a porfía unos con otros” [5].
En otro pasaje sobre este caballero se cuenta que: “Estando un día debatiendo con un cazador suyo en presencia de muchos señores, dijo el Marqués al criado: “¡Oh, como mientes fulano!”. Respondió él: “Señor, si yo miento, vuestra merced me las gana arrimadas a la pared” [6].
El arribo a Cuba de esta creación cultural desde España es insondable para los estudiosos cubanos; no obstante, en el libro Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, del autor de este trabajo, se ofrece como posibilidad de sus primeras apariciones, propiamente cubanas, el contexto de las guerras de independencia del siglo XIX. Lo cual está asociado, por lógica histórica, con el complejo proceso de formación de la nacionalidad cubana.
De ese tiempo son los cuentos “Clemente y su Cao Pepe” y “Timbolo, el muerto que hablaba” [7]; los cuales junto con otros perdidos en el tiempo por su atributo oral, debieron de servir de medio de entretenimiento o pasatiempo divertido para los insurrectos mambises.
En dicho libro Yo se lo creo, además de una agrupación se hace una amplia caracterización de los cuentos de mentiras: primero, que en el espectáculo de narración oral se dan expresiones de toda clase: asombro, admiración, malestar, réplica y contrarréplica donde la frase “Yo se lo creo” permite sentar las bases de respeto entre los cuenteros, para continuar en la porfía por decir la mayor mentira; pero en un mayor por ciento los cuentos son una gran diversión, que los hacen aceptables, sin reparo, en todo tipo de reunión social del cubano., etc. Segundo, que la mentira en esta tradición no está en nada relacionada con la ética ni la conducta moral en la sociedad, sino con la “fabulación de la cotidianidad dentro de patrones literarios orales”; o sea, que no se busca conscientemente con este tipo de mentira una ventaja económica, sino más bien, un reconocimiento público de índole espiritual y al parecer inconsciente e intrascendente; pero que verdaderamente sus resultados son de mayor resonancia, porque son mentiras que portan una esencia estética. Tercero, que los velorios de muertos son las imágenes más folclóricas de las reuniones sociales de los cubanos donde se narran estos cuentos de mentiras. En un velorio donde esté presente un cuentero mentiroso, rompe todos los cánones de la sobriedad social hacia un acontecimiento tan serio e impactante como es el de la muerte. Muchas veces, a los grupos que se forman para escucharlos, les tiene que salir al paso alguna persona presente en el lugar o se tienen que autodisolver por las escandalosas carcajadas que llaman su atención. Porque el disfrute de los mismos se manifiesta fundamentalmente con la risa, el humor, por eso se debe definir como cuentos humorísticos.
Lo más genuino de su presencia en Cuba es la circulación de los cuentos, porque en ellos encontramos la forma y el contenido del cuento de mentira español. Por ejemplo, en el libro Yo se lo creo aparece recogido un cuento que transmite con enorme fidelidad el arquetipo del cuento del Conde de Castañeda sobre el puerco con la encina en el lomo, suceso asombroso teniendo en consideración el paso de cinco siglos entre uno y otro cuento:
Estando yo en Saratoga conocí un hombre llamado Gerardo que me hizo un cuento. Él tenía una yegua flaca muy lastimada del lomo, y le tiró ceniza, porque decían que la ceniza sana, pero con la ceniza iban semillas de calabaza y él no se dio cuenta. La yegua siguió flaca y la soltó para el potrero para que se muriera, porque aquello no tenía vida. Pero…al cabo de unos cuantos meses se fija para el monte y ve una mata de calabaza muy frondosa y parida. ¡Y que esa mata caminaba! Cuando se acerca ve con asombro que era la yegua la que llevaba la mata de calabaza, pues se había mejorado; le había nacido en la matadura la planta y en esos momentos la arrastraba cargada de calabazas.[8]
Igualmente se aprecia en Cuba la ascendencia española de esa tradición oral en la forma como sociabilizan los cuentos los cuenteros entre ellos. Por ejemplo, en su libro Chevalier relata las apreciaciones que hicieron los contemporáneos del Siglo de Oro, como la del oidor (juez de la Real Audiencia) Eugenio Salazar, quien resaltó la controversia que entonces se daban entre los cuenteros como, por ejemplo, la que se dio sobre la porfía del tamaño de un rábano:
El otro compañero pareciéndole quedaba corto si no ponía algún servicio en esta mesa que sobrepujase al tamaño de estos rábanos, dijo: “Pues, ¿de estos rábanos se maravilla V. m (Vuestra merced).? Por cierto que yo he visto repollos en el reino de Murcia, que apenas se pueden llevar media docena de una carretada. [9]
Y exponía Chevalier con respecto a la investigación del tema:
No he conseguido dar con un texto que documente tal costumbre en forma indiscutible. Pero no sorprendería que la contienda de mentira fuera pasatiempo de los caballeros españoles del Siglo de Oro, puesto que florecía en la corte de Francia durante el reinado de Luis XIII, y sabemos que el propio mariscal de Bassompierre no se desdeñaba en participar en tales justas. [10]
De ahí la frase “Yo se lo creo”, que da título al libro sobre los cuentos de mentirosos, porque es la que realmente usan los cuenteros cubanos para poner la de ellos en la fiesta del cuento. O sea, que no se usa una frase ofensiva, sino que se le da el crédito de la “verdad” a la narración, para después contar otro de superior fabulación, creatividad, imaginación, o sea, de una mayor mentira.
Manifestaciones de admiración por dicha tradición oral
Ha sido tal la admiración a esta forma de expresión del ser humano que, en Rusia, lugar donde el famoso barón alemán estuvo de servicio militar un tiempo y donde se le ha considerado prácticamente como “mentiroso oficial”, hay un club de Nietos de Münchhausen en Kaliningrado (antigua Königsberg). Los cuales, siguiendo la tradición mentirosa, el club ha acumulado cierto número de “pruebas históricas” de la presencia del barón en Königsberg. Por ejemplo, cuentan con un antiguo tálero (moneda) de plata “devuelto” a Kaliningrado por el alcalde de Bodenwerder (lugar de nacimiento del barón en Alemania), como deuda por una jarra de cerveza bebida por Münchhausen, la Orden de Santa Ana concedida por Pablo I de Rusia al barón por su “intachable servicio” y el esqueleto de una ballena en cuya tripa el barón estuvo atrapado una temporada. Incluso el 18 de junio de 2005 se inauguró un monumento al barón, que fue regalado a Kaliningrado por Bodenwerder, y que representa a Münchhausen montando sobre la bala de cañón. También existe un monumento dedicado al barón en la ciudad donde nació.
Pero los cubanos no se han quedado atrás, porque además de su actualidad en la espiritualidad de la gente, fundaron en horas de la noche del 30 de octubre de 1938, en La Habana, en el barrio de Puentes Grandes, casa no.51, un Club de los Mentirosos, como así lo certifica el Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba, y que no conserva lamentablemente información alguna sobre la cuentería, aunque sí el Reglamento, el acta de constitución con los nombres de sus integrantes, la elección de una nueva directiva en 1940 y su anulación en 1953. [11]
Como toda asociación de recreo y sport de su tiempo tuvo también el propósito de auxilio y apoyo mutuo. Pero lo que más llama la atención, en vista de que era una organización de mentirosos, que dentro de los deberes de los asociados aparecía: “no decir mentiras que perjudiquen al Estado, Provincia o Municipio, Entidad o Persona, pues en tal caso no será defendido por este Club y será dado de baja”. O sea, que confirma lo dicho en el libro Yo se lo creo, sobre el cuidado ético del contenido del cuento y su basamento en cuestiones de imaginación exclusivamente.
En esencia, el Club de los mentirosos, fundada por creadores de esa variedad literaria, es una sociedad que emula culturalmente con la rusa Nietos de Münchhausen, a pesar de que dicha asociación fuera de corta existencia, ya que el 2 de enero de 1953 le fue cancelada su inscripción en el Negociado de Asociaciones.
Pero, se recalca, en el orden cultural ese limitado espacio de tiempo e información del club no le resta merito valorativo en su estudio; ya que se puede calificar la fundación del Club de los mentirosos en La Habana, como un hecho raro y valioso. Es la expresión concreta de la masividad y movilidad que había alcanzado en Cuba esta manifestación cultural, porque los cuentos tienen orígenes campesinos pero su único símbolo asociativo aparece en la ciudad, en la capital de la república específicamente; por diferencias entre la ciudad y el campo harto conocidas, que no son necesarias abordar; así como que es también una evidencia histórica del porqué todavía existen personas en este país que cultivan los cuentos de mentiras; y que sean a su vez continuadores inconscientes de una tradición europea y verdaderos herederos del español, Conde de Castañeda, y del alemán Barón de Münchhausen.
Notas
* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.
[1] Antigua investigadora del Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello.
[2] María del Carmen Victori Ramos, en Pedro Adolfo Machado Aguiar: Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, Ediciones Matanzas, 2007, en nota, p.15.
[3] Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen (Bodenwerder, 11 de mayo de 1720 – íd., 22 de febrero de 1797) fue un barón alemán que en su juventud sirvió de paje a Antonio Ulrico II, duque de Brunswick-Luneburgo, y más tarde se alistó al ejército ruso. Sirvió en él hasta 1750, tomando parte en dos campañas militares contra los turcos. Al volver a casa, Münchhausen supuestamente narró varias historias increíbles sobre sus aventuras. Las historias sobre Münchhausen fueron recopiladas y publicadas por primera vez por un autor anónimo en 1781, la cual fue versionada al inglés en 1785 por Rudolf Erich Raspe, bajo el título: Narración de los Maravillosos Viajes y Campañas del Barón Münchhausen en Rusia (Baron Münchhausen’s Narrative of his Marvellous Travels and Campaigns in Russia), también llamada Las sorprendentes aventuras del Barón Münchhausen (The Surprising Adventures of Baron Münchhausen). En 1786 Gottfried August Bürger tradujo las historias de Raspe de vuelta al alemán y las amplió con nuevas aportaciones del folclore popular. Las publicó bajo el título Viajes maravillosos por mar y tierra: Campañas y aventuras cómicas del barón de Münchhausen (Wunderbare Reisen zu Wasser und zu Lande: Feldzüge und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchhausen). Esta versión, de un tono profundamente satírico, es la más conocida por los lectores alemanes en la actualidad.
[4] Maxime Chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), P.68.
[5] Ídem.
[6] Luis de Pinedo: Libro de Chistes, p.112, en Maxime Chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), P.68.
[7] El cuento del Cao se encuentra en Cuba: expresión literaria oral y actualidad, p.17, de María del Carmen Victori Ramos; mientras que el de Timbolo es un trabajo del periodista Argelio Santiesteban publicado en Juventud Rebelde, el 11 de diciembre de 2005.
[8] Pedro Adolfo Machado Aguiar: Yo se lo creo. Cuentos de mentirosos, p.70.
[9] Maxime chevalier: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos XVI-XIX), p.71.
[10] Ídem. François de Bassompierre. Cortesano francés que firmó el Tratado de Madrid del 26 de abril de 1621.
[11] Archivo Nacional de Cuba. Registro de Asociaciones, Legajo 274, no.7615 (19381953)
Pedro Adolfo Machado Aguiar: Licenciado en Educación, especialidad Biología (1984) e Historia (2006). Investigador Agregado. Labora en el Instituto de Historia de Cuba con el grado científico de Master en Estudios Regionales y Locales. Posee experiencia laboral como Promotor cultural en la Casa de Cultura de Santa Cruz del Norte, provincia Mayabeque (1997-2003) y como Museólogo en el Museo Provincial Palacio de Junco de Matanzas (2004-2008). Ha sido ponente en talleres municipales, nacionales e internacionales de cultura, museología, historia regional y local y movimiento obrero y campesino, muchos de los cuales se han publicados y premiados. Es miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y de la Sociedad Cultural José Martí (Filial Deportiva Beisbol de Siempre).