Mireya Cabrera Galán
Enero 8, 2021
Catalanes en Cuba
A finales del siglo XVIII en España se vivió una atmósfera económica particular. Esta tuvo su centro en Cataluña donde se estaba experimentando la mayor revolución industrial conocida por la península. Protagonistas de esa modernización industrial y agrícola, los catalanes se constituyeron en el flujo migratorio más importante de Cuba en esferas como la economía, la educación, la política y la sociedad en general. En la segunda mitad del siglo XX, el poder económico de los comerciantes, industriales y banqueros de esa procedencia era casi total en la zona occidental de la Isla, a pesar de constituir solamente el diez por ciento de su población. En 1898 Barcelona dominaba el 51% del comercio insular y los catalanes eran dueños de importantes industrias como la del ron y el tabaco.
La Fiesta de Monserrate en Matanzas. Génesis
Fundada por pobladores canarios en 1693, Matanzas tendrá en la colonia catalana una de las presencias españolas de mayor repercusión en la economía, el comercio, las finanzas y el arte [1]. La fuerza de esta comunidad y sus necesidades espirituales de trasladar al nuevo espacio geográfico los rasgos y costumbres de la patria chica originaron fenómenos socio–culturales como la celebración de la Fiesta de Monserrate, surgida en el último cuarto de la centuria decimonona y conocida después de 1980 por la denominación de Fiesta de la Colla.
Estas festividades estuvieron regidas en los primeros tiempos por la Sociedad de Beneficencia de Naturales y Oriundos de Cataluña e Islas Baleares [2] y en los albores del siglo XX por la Colonia Española. Inicialmente tuvieron un acento predominantemente rural y su principal propósito fue el de venerar a la patrona de Cataluña en un ambiente rubricado por las sonoridades musicales, las danzas, los cantos, las recetas culinarias y los juegos infantiles de la tierra natal.
En septiembre de 1870 (los días 7 y 8) los naturales de Asturias convocaron una romería que puede estimarse como el antecedente de la Fiesta de Monserrate. Pensada para celebrar la fiesta nacional de su patrona, Nuestra Señora de Covadonga, la peregrinación tuvo como epicentro el Paseo de Santa Cristina (hoy José Martí), en el barrio extra puentes de Versalles y en ella intervino una representación de la comunidad catalana. Motivados por este suceso, unos días después los catalanes anunciaron en la prensa local “Anem, anem a Monserrate” (“Vamos, vamos a Monserrate”). Ataviados con el tradicional traje de su suelo y al ritmo de sus danzas y cantos populares peregrinaron hasta el citado Paseo, siendo esta la génesis de la también llamada fiesta catalana.
El 8 de septiembre de 1871, tras obtener superior permiso eclesiástico, tuvo efecto la primera gran romería catalana en las Alturas de Simpson, accidente geográfico situado al noroeste, en la zona más elevada de la ciudad, lo cual remitía a los catalanes a su sagrada montaña de Montserrat y al convento de igual nombre. Para rendir honores a su Patrona, la Virgen de Montserrat se encargó la construcción de una capilla provisional al ebanista y carpintero de ese origen Juan Mateu Borotau. Como dato curioso, el diario Aurora del Yumurí promovió, durante los días precedentes la venta de barretinas [3], en la tienda La Oriental.
Después del toque de diana y de la misa celebrada frente al Palacio de Gobierno, dio inicio la peregrinación, durante la cual se repartió coca azucarada y “mistela” (vino dulce) y uno de los Nois de Casa [4] pronunció un discurso con el lema “Surt del Born, roda el Mond y torna al Born” (“A pesar de que se pueda recorrer todo el mundo se acaba por volver a los orígenes”). Para la ocasión la sociedad de recreo Casino Español puso a disposición sus salones y las calles fueron adornadas con cortinas, banderas y gallardetes con los colores nacionales oro y grana. El éxito de esta celebración despertó en otros grupos regionales la inquietud por organizar festividades semejantes.
Ermita de Monserrate
En 1872 en el seno de la Sociedad de Beneficencia de Naturales y Oriundos de Cataluña e Islas Baleares (conocida poco después por la denominación de Beneficencia Catalana y Balear) surge la idea de consagrar una ermita a la Virgen de Monserrate en las referidas alturas de Simpson. El hacendado José Baró Sureda, secretario de la entidad, presentó ante la Junta Directiva la moción correspondiente, que fue aprobada por unanimidad.
Entonces fue nombrada una Comisión integrada por Baró y por otros miembros de la directiva. Aprobado el proyecto y el presupuesto, la Ermita fue construida por el Maestro de Obras Bartolomé Borrel, también de origen catalán. Poco antes de su inauguración, la imagen de la Moreneta (“la pequeña dama negra”) [5] fue trasladada desde Barcelona a Matanzas. El escultor Juan Roig y Soler la talló en boj a tamaño natural y a semejanza de la existente en el monasterio catalán.
Tras su arribo a Matanzas la escultura en madera fue trasladada el 29 de noviembre de 1875 a la Iglesia Parroquial. Una vez allí, se colocó a la derecha del altar mayor y a continuación se inició la celebración del Rosario, Novena, Letanías y el gran Salve, a toda orquesta y bajo la dirección del maestro Juan Torroella. Tras este preámbulo y precedido por el repique general de campanas, el 8 de diciembre de 1875, la población catalana y matancera, en general, peregrinó hasta a las alturas de Matanzas. La imagen de la “Moreneta” fue llevada en andas por ocho catalanes y seguida por representantes de otras regiones de España.
Características de la Fiesta
Excepto las primeras realizadas antes del emplazamiento de la ermita, la Fiesta de Monserrate era organizada por los acaudalados catalanes establecidos en la ciudad. Solía convocarse en diciembre, coincidiendo con la celebración de la Virgen de la Purísima Concepción de María, Patrona de España, no así con la fecha oficial de la patrona de Cataluña, el 27 de abril. En esta primera etapa, los ofrecimientos duraban generalmente tres días. Salvo algunas excepciones, el programa se repetía cada año y de él formaban parte todas las sociedades españolas y los cubanos, que junto a sus pendones y gallardetes se hacían acompañar por la orquesta de Miguel Faílde, a quien la mayor de las Antillas debe la creación de su baile nacional, el danzón. Los festejos quedaban inaugurados a las doce del día con un repique de campanas proveniente de la ermita. Al atardecer, a las cinco, una banda militar recorría las principales calles yumurinas y al ritmo de cánticos populares los romeros se trasladaban al pequeño templo, donde a las seis se celebraba una misa de Salve a toda orquesta. La jornada concluía con un baile que duraba gran parte de la noche.
El segundo día (casi siempre el 8) era el más intenso y significativo. La banda de música del Cuerpo de Bomberos daba el toque de diana a la par que en la ermita repicaban las campanas. Al compás de la banda los peregrinos llegaban a la iglesia parroquial para desde allí emprender la procesión por las principales calles de la ciudad (todas engalanadas) con rumbo a las alturas de Simpson. A las nueve de la mañana se oficiaba misa con acompañamiento de orquesta en la explanada de la ermita ante la audiencia de las sociedades de beneficencia y de todo el pueblo yumurino.
Los juegos de participación daban inicio a las dos o tres de la tarde. De todos ellos (olla, paella, corrida de sacos) el más gustado era la cucaña, pues el competidor que lograra subir hasta lo más alto del palo ensebado y quitar el banderín de la cima, era premiado con diez pesos del Banco Español. Unas horas después, a las cinco, se organizaba una vez más la procesión en sentido opuesto. Por la noche se efectuaba un baile.
El tercer y último día se realizaba también una gran misa cantada o rezada. Posteriormente, a las doce, los romeros interpretaban danzas nacionales que eran presididas por la entrañable Sardana, de naturaleza catalana, mientras que a las tres de la tarde disfrutaban de los mismos juegos convocados el día anterior. Parte consustancial de los festejos era la degustación de recetas culinarias autóctonas como la “escudella” [6], la “carn d´olla am pilota” y gallina, el guisado de carne con frijoles, la ternera estofada y la natilla quemada. Estos platillos se hacían acompañar por ensaladas de pimientos, cebollas y aceitunas, pan y vino de San Vicente. Una de las fiestas más lucidas fue la de 1879, que estuvo favorecida por la multitud participante y por el buen tiempo. El bucólico panorama del Valle de Yumurí y la vista del nacimiento del sol constituyeron el marco apropiado para los cientos de peregrinos. Incontables tiendas [7] dispuestas en los alrededores de la ermita permitían el descanso de las familias durante los días que duraba el jolgorio.
A partir de 1880 el programa contó con la participación del coro La Armonía adscripto a la Beneficencia Catalana y Balear, cuyo vínculo con la fiesta se mantuvo hasta 1900, aproximadamente. Para 1883 la ermita se engalanó con una nueva imagen de la Virgen regalada por José Fontanal. Ese mismo año se trasladaron desde La Habana numerosas familias y el coro La Colla de San Mus, cuyos 125 miembros portaban el traje típico de su tierra.
Suspendida en 1885 por el fallecimiento del monarca Alfonso XII, durante la cita del siguiente año la plazoleta que da frente de la ermita fue engalanada con cuatro esculturas representativas de las provincias catalanas (Barcelona, Lérida, Tarragona y Gerona). La fecha marca también el surgimiento de La Colla de Monserrate, agrupación humorística y musical, compuesta por cuarenta hombres que vistiendo los típicos trajes catalanes que se organizaban de forma jerárquica portando según el cargo atributos de cocina de una vara de largo (cucharón, cuatro cuchillos e igual número de tenedores, cucharas, sartenes, cacerolas, coladores y espumaderas, en correspondencia seguramente con la cifra de provincias catalanas) [8]. Con su coro y orquesta la Colla de Monserrate hizo las delicias de los romeros por varios años, legando a la actual fiesta sus iniciativas, atributos de cocina y su denominación.
Como dato curioso, aquel 1886 comenzaron a brindar servicio las guaguas que, colocadas frente al hotel Louvre, se encargaban de trasladar a los interesados hasta la ermita. Otro rasgo distintivo es el que se incorpora en 1888 cuando la urbe es recorrida por cuatro carros alegóricos a las referidas provincias. La notoriedad alcanzada en toda la Isla por la fiesta catalana fue la razón por la que en 1890 acudieron a Matanzas cinco mil excursionistas procedentes de La Habana, Cienfuegos, Sagua y Cárdenas. De igual forma una comisión de los ayuntamientos de Monistrol y Coll Bató, ambos municipios de Cataluña. En la ocasión el nuevo estandarte de la sociedad catalana fue apadrinado por el Capitán General de la Isla Camilo Polavieja y por su esposa.
Declive y renacimiento
A inicios de la década de 1890 la situación económica y político social de Matanzas no era la floreciente de la época precedente. De igual manera, se inicia el ocaso de la Fiesta de Monserrate, que fuera suspendida en 1891 y en 1893, el primer año por la ausencia del presidente de la Sociedad Catalana. Nuevamente se celebraron en 1894, pero no con el éxito acostumbrado. Con el inicio de la Guerra del 95 su lucimiento y afluencia declinaron, suspendiéndose oficialmente en 1896.
Con el cese de la colonia y el advenimiento de la República, la Fiesta de Monserrate se reactiva bajo otras circunstancias históricas y organizativas. En octubre de 1901 la Beneficencia Catalana y Balear traspasa la propiedad de la ermita a la Colonia Española. Esta había sido fundada en 1899 y a ella se habían ido integrando todas las sociedades regionales de Matanzas, excepto la gallega que pasó a ser parte del Centro Gallego de La Habana. De tal manera, fue la Colonia Española con sede en el Casino Español, la encargada de patrocinar desde entonces aquella.
En esta nueva etapa los festejos se dedican a la virgen de la Covadonga y, con posterioridad, a la Purísima Concepción. El 8 de diciembre de 1902 se colocó en la ermita un altar destinado a esta advocación. No obstante, la tradición continuó, como antaño, tributando a la patrona de los catalanes. La primera gran fiesta del período tuvo efecto en 1903. En este convite se abrazaron en una todas las representaciones peninsulares de Matanzas como muestra del aliento multicultural que caracterizará al festejo en el siglo XX. Junto a la barretina bermeja, resaltaban los atuendos típicos: el pañuelo aragonés, el zaragüey valenciano, el casquete zamorano y el bonete leonés. Debe connotarse que se mantuvieron vigentes algunos signos de la fiesta original: el repique de campanas, los disparos de voladores, la romería, la misa en la ermita y los tradicionales juegos catalanes e hispanos, en general. Sobrevivieron asimismo la actuación de la Banda del Cuerpo de Bomberos y las danzas españolas que se alternaban con las cubanas, particularmente con la de Aniceto Díaz, que en los años veinte animó con frecuencia almuerzos y otros eventos sociales.
Un cambio significativo fue la realización de la fiesta en un único día. Con el tiempo se acordó que se fijara el segundo domingo de diciembre, aunque no coincidiera con la celebración de la Purísima Concepción. Por su parte, el menú que se ofrecía en los almuerzos y en los puestos distaba de ser el tradicional catalán. En lugar de la escudella aquellos descendientes de España degustaban jamón, pierna de puerco, salchichón de Pamplona, aceitunas aliñadas, huevos a la Malagueña, turrones de Jijón y Alicante, jalea de Aranjuez y queso manchego. En ocasiones a esta diversidad de platos hispanos se incorporaba un menú más criollo: arroz con pollo o pescado, con algunas otras variaciones según cada fiesta.
A partir de 1913 con el surgimiento de la Colla Catalunya (1913–1916) la cita se realizó con su participación y la de los restantes clubes españoles. Después del toque de diana y del izamiento de las banderas en la ermita y el Casino Español la peregrinacion marchaba desde los alrededores de este a las alturas de Simpson. Encabezaba la peregrinación la escuadra de la Colla de Cataluña que era seguida, en este orden, por la Banda de Bomberos, el Pendón de Castilla, las comisiones catalana, gallega, vasco–monatañesa, sevillana, gaditana y canaria, todas portando sus respectivos estandartes. Cerraban este desfile el Club Asturiano y la directiva del Casino Español.
Con el avance del siglo la tradición fue perdiendo su autenticidad inicial, tomando paulatinamente un cariz más burgués que popular a tono con el aliento elitista de su organizador, el Casino Español. Como dato de interés en 1919 las jóvenes del Conservatorio Masriera de La Habana llevaron en andas la Virgen, a la vez que entonaban El Virolai, himno dedicado a la patrona de Cataluña. Ese año con la presencia del cónsul, el obispo y otras autoridades se bendijo la nueva imagen de culto.
Para 1920 según expresa la propia prensa “se habían agotado las iniciativas”. Un lustro más tarde, en 1926, la Colonia Española puso fin a la legendaria celebración prohibiendo la participación masiva en ella y autorizando únicamente a sus socios y clubes regionales para organizar almuerzos, romerías y bailes. Tal arbitrariedad tuvo eco inmediato en la prensa:
Se rompe una de las costumbres mas arraigadas de esta ciudad […]. Toda, toda Matanzas subía año tras año, en la fecha del segundo domingo de diciembre esa cuesta hermosa […] En la peregrinacion confundíanse las clases todas, desde la más encumbrada, hasta la más humilde obrera y gozaban todas por igual con los festejos y las diversiones que allí se ofrecían. Desde el cese de la soberanía española en Cuba ha ido decayendo esa fiesta de Monserrat hasta llegar a la triste realidad de hoy: su suspensión[9].
A finales de la década de 1930 el salón aledaño a la ermita (hoy restaurante) era alquilado para actos y almuerzos por instituciones sociales, religiosas y escolares. Algunas romerías se celebraron por estos años, pero la entrada a ellas había que pagarla y durante los cincuenta dejaron de ser oficiales.
Rescate en 1981
La tradición fue rescatada, con el apelativo de Fiesta de La Colla, en 1981 como parte de la encomiable labor del Atlas de la Cultura Popular Tradicional del Ministerio de Cultura. Ninguna de las fiestas patronales, ni siquiera la de San Carlos Borromeo, Patrono de Matanzas, alcanzaron el nivel de convocatoria y lustre de la Fiesta o Colla de Monserrate, mezcla de tradiciones religiosas y paganas. Vigente hasta hoy, de ella se apropiaron canarios, gallegos, vizcaínos, asturianos y aragoneses hasta llegar a constituirse en una gran celebración que, al ritmo de gaitas, panderetas, tamboriles y de la muñeira y el cante, simboliza hoy toda la herencia cultural legada por la raíz hispana a nuestra identidad cubana.
Notas
* Conferencia presentada en el III Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2019, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.
[1] En Matanzas, los catalanes se integraron orgánicamente a la comunidad local, desempeñando en su seno un papel decisivo. En el ámbito de la economía estuvieron vinculados a empeños tan importantes como el Banco San Carlos; la entonces emergente industria mecánica y metalúrgica; la producción cafetalera y azucarera; el comercio de importación y exportación, uno de los más voluminosos del siglo XIX y la Compañía del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla del Encomendador.
[2] La Sociedad de Beneficencia de Naturales y Oriundos de Cataluña e Islas Baleares inició su labor el 9 de marzo de 1872. Dirigida por Francisco Aballí y Estebe (San Feliú de Guíxols, 1806- Matanzas, 1877), tuvo su predecesora en la sección matancera de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en La Habana, constituida en 1840 y devenida casa matriz en 1851. De las corporaciones regionales de Matanzas, la de Beneficencia Catalana y Balear será la única que cuente con un templo propio dedicado a Nuestra Señora de Monserrate. Su Junta directiva la componían 16 miembros.
[3] Gorra de lana cocida de una sola pieza generalmente de color rojo, aunque también negro y verde. Hoy en desuso es símbolo de Cataluña.
[4] Nois de casa. Término que se aplica a los niños menores de 7 y por extensión a los jóvenes.
[5] El color oscuro de la Virgen es la razón por la cual los catalanes apodaron a su patrona “La Moreneta”. En contraposición a la creencia popular esa coloración no responde a la representación de una virgen africana, ni a la tonalidad de la madera o los revestimientos de la pintura. Según las descripciones históricas, el oscurecimiento de la talla de la Virgen responde al tiempo transcurrido y al humo de las velas.
[6] A las cinco de la tarde degustaron la escudella, plato tradicional de la cocina catalana. Este potaje incluye numerosos ingredientes, lo cual es la razón de su exquisito sabor: garbanzos, carne cocida, butifarras, tocino, costillas y huesos de cerdo, cordero, pollo, col, papas, zanahorias, nabos, puerro, huevo batido, pan rallado, arroz y fideos gruesos, cebolla, ajo y perejil.
[7] Las tiendas de campañas eran espaciosas y estaban cubiertas de flores, gallardetes e inscripciones alegóricas a las fiestas. Solían estar provistas de bebidas, pasteles y otros platillos para obsequiar a los visitantes.
[8] Ernesto Chávez Álvarez: La Fiesta Catalana, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1989, p.40.
[9] El Imparcial, 11 de diciembre de 1926. (Recorte de periódico).
Mireya Cabrera Galán. Licenciada. Especialista en Arqueología Histórica de la Oficina del Conservador de la ciudad de Matanzas. A realizado numerosos cursos de postgrado, entre los que se encuentran, Protección del patrimonio cultural inmueble; Historia aborigen y colonial de Matanzas; Historia Regional del Occidente de Cuba; Valoración y tasación de obras de arte (I y II); Introducción a las Fuentes del Arte Virreinal I y II; Problemas de la Historia Universal; El Museo: Sus conceptos, definiciones y usos. Es miembro del Consejo Científico de la Dirección Provincial de Cultura y del Equipo de Estudios Culturales del Municipio de Matanzas, de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNIHC), de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. (UNEAC, Filial Matanzas) y del Grupo Asesor del Centro Provincial de las Artes Visuales en Matanzas. Ha participado en eventos científicos como Taller Atenas, Jornada Científica de Cultura, Concurso Provincial de Historia Pedro José Guiteras, Taller Nacional Museología y Sociedad, Fiesta de Iberoamérica y Congreso de Pensamiento. Ostenta numerosos reconocimientos y premios y ha publicado diversos títulos.