dest La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

La Rusa de Baracoa

Alejandro Hartmann Matos

Septiembre 26, 2020

 

Este personaje llegó a Baracoa cuando esta era la capital del Oro Verde. En esos momentos la Ciudad Primada exportaba entre dos y tres millones de racimos de guineos (banano) por año hacia los Estados Unidos como destino principal. La acompañó su apuesto esposo ruso judío, Alberto Menasse. Arribaron por la bahía en uno de los tantos vapores que cotidianamente entraban desde la capital, Santiago de Cuba, o de Nuevitas o desde otros puertos del país, de Estados Unidos o de las islas cercanas con quienes siempre tuvimos vínculos comerciales. Su nombre era Magdalena Rovenskaya pero llevaba el apellido de su esposo Alberto Menasse. Según me ha contado su hijo adoptivo René Frómeta Jiménez:

Ella nació en la Siberia por casualidad, cuando la madre fue a ver a su padre que estaba destacado allí por el gobierno zarista; vivía en la Avenida Nevski y estudió en el mejor colegio de Petrogrado. Varias institutrices le enseñaron una vasta cultura. Hablaba seis idiomas Su padre fue ajusticiado por la revolución bolchevique. Salió casada con Albert de la Rusia revolucionaria y viajaron por Java, Constantinopla y varios países de Europa. El canto fue su preferencia personal por lo que educó su voz con los mejores profesores de la época. Era soprano-dramático. Ellos vivieron en París cuatro años, desde el 1924 hasta el 1928.  En su exilio actuó en los más importantes teatros de Francia, Italia y España. Ella dio conciertos en el Gran Teatro de la Ópera de París, en la Scala de Milano, Italia y en Las Palmas de Gran Canaria, España. Mima era su nombre artístico, y sus más allegados amigos, vecinos y trabajadores la denominaban así, pero la mayor parte de la población la siguen denominando la Rusa. Para ella, cantar, era una imprescindible expresión del sentimiento.

Aurelio Toirac, conocido como Yeyo nos relató que él siendo un muchacho de 15 años, se deleitaba oírla cantar en la casa de la profesora de música y pianista, Esclarecida Guilarte. Me afirmó que ella y su esposo llegaron en el 1930 a nuestra ciudad.

Ella en sus presunciones siempre comentaba a todos que no sabía exactamente su edad. Era dama de exquisito gusto, de detalles, de buenos modales, de estar siempre a la moda. Se establecieron aquí porque se habían enterado en la capital de un auge económico que tenía Baracoa, pero se encontraron con otra realidad triste: “una tacita rota y tirada en un rincón”, según le expresó al poeta y periodista Félix Contreras. En mis inquietudes de adolescentes ella siempre fue una intriga. Recuerdo que cuando estaba de vacaciones o en cualquier oportunidad que se me daba para estar en mi ciudad, cuando yo convivía con mi abuela materna, mi tía y mi hermana en la Ciudad de las Columnas, trataba de pasar por el Hotel Miramar -así fue el nombre que ella le puso, pero siempre la fuerza de la expresión popular lo ha denominado Hotel de la Rusa-, para ver aquella interesante y legendaria mujer que me cautivaba por las distintas historias que había tejido la población baracoana acerca de ella. En los primeros tiempos de su llegada, la acusaron de espía y, en otra, la relacionaron con la famosa prostituta francesa Rachel, pero después la comunidad se percató que todos aquellos comentarios habían sido fabulaciones.

Ella y su esposo se integraron a la cotidianidad, establecieron pequeños negocios y su esposo Albert se incorporó a una de las cuatro logias de la ciudad, hasta que solicitaron a las autoridades construir su famoso hotel el 7 de junio de 1952. Ella ya se había convertido en un personaje místico que le daba a Baracoa un toque distintivo. Siempre me cautivó su prestancia, su mística figura, la altivez de sus gestos, su dominio de varios idiomas y una sensibilidad especial por el canto, pero lo que más me conmovió de ella fue que Baracoa se convirtió en parte de su corazón y se incorporó a nuestra sociedad hasta que sus alientos se pararon para siempre.

Entregó su hotel al Gobierno Revolucionario y no aceptó nada de dinero. Fidel Castro Ruz, como Primer Ministro se hospedó el 29 de enero de 1960, acompañado de Celia Sánchez Manduley, el Doctor Antonio Núñez Jiménez y otros acompañantes. Nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, estuvo alojado el 12 de junio de 1960. También lo visitaron el entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Raúl Castro Ruz, Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y Ernesto Che Guevara con su esposa Aleida March y otros compañeros. Nos contó René que en una ocasión Raúl y el Che le hicieron una invitación para que fuera a ver el progreso de Rusia y ella les contestó: “les estoy muy agradecida, pero me encuentro muy bien en mi patria chiquita que es Cuba y en mi Baracoa aplatanada”.

Todos conocieron su historia y su identificación plena con la Revolución. Su desinterés y espontánea voluntad de entregar su hotel, parte de su dinero, joyas y otros haberes a la nueva sociedad cubana; de hacer vida activa como miembro de la FMC, los Comités de Defensa de la Revolución y la Cruz Roja. Pienso que Baracoa le cambió su manera de ver la vida de aristócrata rusa a mujer envuelta en el cariño y en esa forma de ser de la gente de nuestro terruño, que lo entrega todo a quienes aman a nuestra tierra, aunque no sea de ellos.

Nos contó René que tanto ella como Albert amaban la naturaleza y sentían una fuerte atracción por los paisajes de Baracoa, por sus ríos y playas:

En las excursiones que hacíamos a los mismos, Mima tenía como hobby recoger caracoles, piedras y arbolitos que por los efectos del agua semejaban animales, peces, los cuales guardaba cuidadosamente. Todavía conservo en mi casa varios de ellos. Ella nunca se bañó porque tenía una piel muy sensible que cuidaba con deleitación. Siempre se protegía con sus sombrillas de nuestro fuerte sol en esos paseos y en los recorridos por la ciudad.

En el cine-teatro Encanto de la localidad había dos lunetas fijas para la familia Menasse. Las dos primeras de la quinta fila. “A veces yo la acompañaba y en otras ocasiones iba Albert, pero nadie las ocupaba, aunque estuviera lleno el cine”.

Magdalena tenía un trago preferido:

Ella tomaba bebida seca: una línea de whisky, otra de menta y le añadía hielo frappé. También degustaba los mejores vinos, que tomaba con diferentes platos. Su comida predilecta era el Galusi o Palomita, como ella le llamaba. Este se confeccionaba de la siguiente manera: se cortaban trocitos de pollo, jamón, bacón, y carne de res. Se cocían en un sofrito de mantequilla con distintas especias como ajo, cebolla, ajíes, etc., y se ligaba con el arroz semihervido. Se hacían bolas y se envolvían en hojas de col. Se acomodaban en un caldero que contenía agua, puré de tomate y especias. Se tapaba hasta que estuviera semiseco. Después se ponía en una bandeja para comer.

Magdalena y Albert no tuvieron hijos por cuestiones de la naturaleza y decidieron adoptar a René, un niño de 9 años hijo de una familia campesina pobre, pero muy respetuoso y trabajador. Vivió 49 años con Mima.

Mima y Albert fueron mis verdaderos padres porque a partir de los 9 años me dieron calor, comprensión, abrigo, cariño, cultura, educación. Me pusieron en el mejor de los colegios y me enseñaron a ser organizado, cumplidor, amar a Cuba y Baracoa. Jamás los podré olvidar. Yo vi morir a Albert en uno de sus viajes a Santiago de Cuba, en 1956. Estuve al lado de Mima en todos los momentos difíciles de su terrible enfermedad hasta su fallecimiento el 5 de septiembre de 1978.

El día siguiente fue su entierro. Recuerdo que las calles por donde pasó el cortejo fúnebre estaban llenas. La banda municipal encabezaba el sepelio, después dos hileras con muchas coronas de los distintos organismos e instituciones, las autoridades, los estudiantes, los obreros, las federadas, o sea, el pueblo dándole el último adiós.

Hay algunos que opinan que Alejo Carpentier la hizo famosa cuando escribió su novela La consagración de la primavera y la aludió en su personaje de Vera. Pienso que su notoriedad ha estado en su embrujada figura que de boca en boca ha trascendido el tiempo y el espacio.

El decimista Óscar Romero Laffita escribió de ella

Mima La Rusa

Con su blonda cabellera

y su vestimenta blanca,

era una sonrisa blanca

vestida de guayabera.

Era Rusa: era extranjera,

como un tinte de manzana.

Era flor de la mañana

un perfumado botón

que amó a la Revolución

como una mujer cubana.

 

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Alejandro Hartmann Matos: Doctor. Historiador de Baracoa y directos del Museo Fuerte Matachín. Vicepresidente de la Red de Oficinas del Conservador e Historiador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Ha dedicado más de 40 años a divulgar, promover e investigar la historia y la cultura de su ciudad natal: Baracoa. Es autor de varios libros, entre ellos Los días de Colón en Baracoa, Los franceses en Baracoa, y Baracoa, la cuna del cacao en Cuba.

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