La Rusa de Baracoa
Cantante
Su nombre era Magdalena Menasses Rovenskaya. Nació en Siberia, Rusia en 1911. Fue una mujer de extraordinaria belleza que enriqueció la cultura y el nombre de la Villa de Baracoa.
Hija de un militar zarista ajusticiado en la Revolución de Octubre, estudió en el mejor colegio de Petrogrado, y adquirió una vasta cultura. El canto fue su profesión y educó su voz con los mejores profesores de la época. En 1924, casada con Albert Menasses, diplomático ruso en Turquía, salió de la Rusia revolucionaria y recorrió varios países ofreciendo conciertos en el gran Teatro de la Ópera de París, en el Teatro de la Scalla de Milán y en Las Palmas de Gran Canaria.
Arribó en 1929 a La Habana, donde ofreció conciertos y conoció a la intelectualidad cubana de la época. A partir de 1930 la pareja se estableció en la Villa de Baracoa, haciéndose cargo de los negocios de un tío de Menasses que acababa de morir. En aquel entonces la ciudad marítima experimentaba un auge debido a la producción bananera. Con el paso del tiempo el matrimonio adquirió una tenería, un café y una pequeña propiedad agraria.
En 1953, utilizando el espacio de su vivienda (una hermosa casa pintada de naranja), Magdalena y Albert dieron por terminada la construcción de un hotel frente al malecón baracoense, que el matrimonio nombró Miramar. Este se convirtió en uno de los centros de atracción de la ciudad pues a él llegaban muchos comerciantes y negociantes norteamericanos asentados en la base naval de Guantánamo y Nicaro. Incluso, se comenta que hasta el actor Errol Flyn fue uno de sus huéspedes. Con el transcurso de los años adquirió el sobrenombre de hotel “La Rusa”.
La atractiva dueña hechizó a los pobladores de Baracoa y apoyó el proceso insurreccional cubano, durante finales de la década de los cincuenta al donar medicinas y alimentos. Con el triunfo de la Revolución, se hospedaron en su hotel los principales líderes de la Revolución y, durante los primeros años, identificada con el proceso revolucionario, donó dinero, joyas y la propiedad del hotel.
Siempre decía que dicha tierra la había hecho soñar y que sentía por ella un amor maduro y para siempre. Inscribió su nombre como una de las más universales mujeres de Baracoa y Alejo Carpentier recreó su existencia en su novela “La consagración de la primavera”, a través del personaje Vera.
Mima, como también se le conocía a la rusa de Baracoa, estuvo en Cuba hasta su muerte, el 5 de septiembre de 1978, quedando para siempre en la memoria del pueblo de Baracoa.