En las áreas rurales de Cuba se manifiestan géneros musicales y danzarios que guardan estrecha relación con sus antecedentes hispánicos. Muchos de ellos utilizan décimas o cuartetas, al estilo más tradicional. Su improvisación se llama repentismo y es uno de sus mayores atractivos. Controversias, seguidillas, rondas y diálogos poéticos, pie forzado, entre varias modalidades, son el modo en que se manifiesta la música campesina en fiestas populares, como las canturías, guateques y parrandas, así como en presentaciones formales.
Cristaliza como género en el siglo XVII, cuando españoles de origen canario y criollos unifican elementos musicales y poéticos. La música campesina es la manifestación que más evidencia los nexos entre Cuba y España. El punto cubano, género musical cultivado en Iberoamérica, ofrece a España y la Isla numerosos aportes de ambas partes.
El zapateo, la karinga, el tumbantonio, el papalote y Doña Joaquina son bailes que acompañaron al punto inicialmente y que hoy están en desuso. El punto, en tanto género, se ha mantenido estable desde su surgimiento. Su transcendencia se observa en el vínculo con otros géneros y manifestaciones musicales, como la guajira, la criolla y el son guajiro.