Italia en Cuba

Italia en Cuba

Italia en Cuba

Rachel Cowan Canino

Noviembre 21, 2022

 

 

Llega a su XXIV la Semana de la Cultura italiana en Cuba, que se celebra del 21 al 27 de noviembre. En esta oportunidad, nuestro acogió el sexto seminario histórico sobre la emigración y presencia italiana en la isla.

El Excelentísimo Señor Roberto Vellano, embajador de la República Italiana en Cuba, inauguró el evento y la semana cultural al decir que las celebraciones de este año cubren un amplio abanico de actividades, que incluyen todas las artes. “Las relaciones bilaterales Italia-Cuba son amplias, pero no se podrían entender sin hacer referencia a su base cultural e histórica; por eso creo tan importante estudiar las relaciones y presencias entre ambos países”, comentó.

El primer panel abordó la presencia italiana desde varias aristas: los mambises italianos y la controversial figura de Oreste Ferrara; los principales artistas italianos en la escultura pública cubana, y la precursoría de Fernando Ortiz en la historiografía. Las investigaciones estuvieron a cargo del Dr. Félix Julio Alfonso, la Dra. María de los Ángeles Pereira y el Msc. Luis Edel Abreu, respectivamente.

El público presente pudo conocer acerca de las diversas esculturas famosas de La Habana realizadas por artistas del país europeo, como la Fuente de la India, la de los leones de la Plaza de San Francisco, el pórtico del Palacio de los Capitanes Generales (Giuseppe Gaggini); Monumento a José Martí en el Parque Central (Giuseppe Neri), entre otras. Un dato curioso es que 35 italianos intervienen en la escultura pública cubana del siglo xx, más del 20 % del total de extranjeros.

Por su parte, nuevamente la figura polémica de Oreste Ferrara y su relación con el intelectual cubano Fernando Ortiz formó parte de las conversaciones. Recordemos que Ferrara fue uno de nuestros mambises italianos, firmante de la Constitución de 1940, presidente del Senado de la República, entre otros cargos políticos de gran importancia durante el siglo XX.

También hubo un acápite para conocer sobre la inmigración italiana y sus huellas en nuestro país. Las ponencias resaltaron a figuras y familias de origen itálico como la intelectual Graciella Pogolotti y los Simonetti, una singular familia de profesionales.

El evento concluyó con la presentación de la novela Óleo de Mujer junto al Mar, de la autora Lic. Olga Sánchez de Campanioni y las palabras del cónsul italiano Giulio del Federico.

 

[Tomado de Habana Radio]

Noviembre para celebrar La Habana

Noviembre para celebrar La Habana y la cultura desde el Centro Histórico

Noviembre para celebrar La Habana

Gabriela Ortiz

Fotos: Néstor Martí

Noviembre 2, 2022

 

En el mes de noviembre se celebra a La Habana y la ciudad se pone en movimiento con varios sucesos de intercambio cultural. Para ofrecer detalles sobre los eventos que animarán estas jornadas tuvo lugar este 1ro de noviembre una conferencia de prensa en la Sala Polivalente del Palacio del Segundo Cabo, hoy Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa.

Tres serán los eventos que marcarán el ritmo de la escena que recibirá el aniversario 503 de la fundación de la otrora Villa San Cristóbal de La Habana: la Semana Belga, el Festival Habana Clásica, y el Festival Mozart Habana. En el encuentro, la directora del Gestión Cultural de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, Katia Cárdenas, invitó a los organizadores a brindar detalles precisos sobre estos acontecimientos.

El primero de esos festivales que se unen y festejan la cultura desde el Centro Histórico habanero será la 17 edición de la Semana Belga en La Habana, a realizarse del 1ro al 15 de noviembre. La promoción de este programa de actividades estuvo a cargo de Excmo. Sr. Jean-Jacques Bastien, embajador del Reino de Bélgica en Cuba. En esta oportunidad la temática que predominará en la tradición anual que acerca esta nación con nuestro país será la confluencia del cine, la música, y las historietas.

En el ámbito del cine se ha destacado la participación de varios cineastas belgas. Para inaugurar las muestras y los talleres que han preparado de conjunto la Embajada del Reino de Bélgica en Cuba y la OHCH, se ofrecerá una charla con el realizador y guionista belga Philippe de Pierpont con estudiantes de la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes (FAMCA). Este encuentro será acogido en la Fábrica de Arte Cubano, sitio que se incorpora como sede del evento y que acogerá durante toda la semana presentaciones e intercambios abiertos al público general.

El cineasta, guionista e historietista Philippe de Pierpont estará presentando, además, su realización documental En otra vida, que reúne testimonios recopilados en un período de 40 años en Burundi. También impartirá un taller de guion en Vitrina de Valonia, sede privilegiada del evento. De esta manera en la conferencia de prensa se destacó la noche de cortometrajes belgas y cubanos el próximo lunes 7 de noviembre.

Otro de los elementos destacados del evento será el viernes 4 de noviembre: la Plaza Belga en la Plaza Vieja. Este festejo incluirá la muestra de dibujos infantiles de Cuba y Bélgica, las exposiciones La vuelta a Bélgica en comic y Kronikas en el Creahm, en Vitrina de Valonia. Además, habrá presentaciones del grupo Gigantería Habana, concursos y juegos de participación, así como un concierto en homenaje a Toots Thielemans por Steven de Bruyn y Jasper Hautekiet que tendrá como invitados a Didier Laloy y Janio Abreu. De esta manera la música unirá a artistas cubanos y belgas que regalarán composiciones originales.

En la conferencia de prensa también se dieron noticias del Festival Habana Clásica, que abarcará desde el 5 al 20 de noviembre y estará dedicado al 170 aniversario del natalicio del aclamado músico y violinista cubano Brindis de Salas. Según compartió con los presentes Marcos Madrigal, director artístico del festival, se recibirán a 50 artistas, entre solistas, directores de agrupaciones de música, teatro y danza, en representación de unos once países.

Este evento continúa los festejos por la década de labor del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, que tiene entre sus misiones principales sensibilizar y contribuir a la educación artística, con la oportunidad de ofrecer cada año esas jornadas clases magistrales que traen consigo un significativo impacto artístico y social. Los organizadores destacaron el apoyo de la Embajada de Suiza en Cuba y el Consejero Político, Económico y Cultural, Lorenzo Suárez, así como de la ONG mediCuba-Suiza, que participa en la organización de los proyectos de carácter social.

El festival conectará, además, con la Semana de la Cultura Italiana, los festivales de Música Contemporánea y Mozart Habana. Este último se realizará como colofón del mes de noviembre, del 20 al 27 de este mes. Es un festival organizado por el Lyceum Mozartiano de La Habana y que llegará a varios lugares del Centro Histórico de la ciudad, con sede principal en su espacio habitual la sala de conciertos del oratorio San Felipe Neri.

 

[Tomado de Habana Radio]

Seminario sobre la bicicleta

Seminario sobre la bicicleta y movilidad urbana en el Palacio del Segundo Cabo

Seminario sobre la bicicleta

Daniel Benítez Pérez

Septiembre 15, 2022

 

Entre el 15 y el 16 de septiembre, se celebra en nuestro Centro la segunda edición del seminario La bicicleta: Uso y recomendaciones para la movilidad urbana. Con participación de representantes cubanos y daneses, se dialoga sobre las oportunidades y desafíos de fomentar el ciclismo y la cultura en torno a la bicicleta en La Habana y el resto del país.

Este seminario está estrechamente vinculado el Proyecto de Cooperación Internacional Apoyo al desarrollo del ciclismo urbano en La Habana, Cuba, el cual se realiza a partir de la colaboración entre la Sociedad Civil Patrimonio Comunidad y Medio Ambiente (SCPMA), la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana y la MIPYME Cuba S.U.R.L. También cuenta con el financiamiento de entidades internacionales como la CISU, ITS TEKNIK y EH-HR, vinculada a Dinamarca.

En el primer encuentro estuvieron la directora general adjunta de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (OHCH), Perla Rosales, así como miembros de la presidencia de la Asociación Antonio Núñez Jiménez y de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas; integrantes de la Dirección General de Transporte de La Habana y especialistas de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba.

Las palabras iniciales le correspondieron a la Dra. Martha Oneida Pérez Cortés, presidenta de la Sociedad Civil Patrimonio Comunidad y Medio Ambiente (SCPMA). Al referirse a las muchas actividades que se han venido realizando en la capital y más allá del país, la directora se refirió a que la familiarización con las bicicletas de la ciudadanía, sobre todo desde la primera infancia, conforma el eje fundamental del proyecto Apoyo al desarrollo del ciclismo urbano en La Habana, Cuba. Fiel a este objetivo, el 16 de septiembre se realizarán varias actividades que vincularán a los niños y a las bicicletas, frente al Palacio del Segundo Cabo, las cuales proponen garantizar un desarrollo infantil que se aleje de las pantallas y se acerque más a La Habana.

Entre las intervenciones de la primera jornada se destacó la del Msc. Reynier Campos Pompa, perteneciente a la Dirección General de Transporte de La Habana, quien habló sobre los esfuerzos que se realizan para fomentar el transporte de baja emisión de carbono en la capital. Dentro de las iniciativas que se llevan a cabo para propiciar un transporte más sostenible, se halla el incremento de triciclos eléctricos, los cuales en un mes de funcionamiento realizaron 7260 viajes con 1450 pasajeros transportados diariamente.

El Msc. Reynier Campos destacó cómo en estos momentos se realizan pruebas a automóviles eléctricos, adquiridos por el país, y se continúa desarrollando la generación y almacenamiento de energía fotovoltaica, que se aspira vincular a vehículos de transporte público para reducir de una manera significativa las emisiones de contaminantes a la atmósfera.

Los especialistas de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba participaron en el Panel Diagnóstico y perspectivas respecto a la bicicleta en las ciudades patrimoniales cubanas, donde compartieron sus experiencias, análisis y perspectivas del ciclismo dentro y fuera de La Habana, con el propósito de seguir promoviendo la movilidad sostenible en las ciudades patrimoniales de Cuba.

Al hablar de las actividades relacionadas con el transporte urbano sostenible, la Dra. Martha Oneida Pérez, retornó al panel para hablar de las actividades educativas que se realizan al respecto, sobre todo con los niños. Mientras, el Msc. Reynier Campos tuvo la oportunidad de compartir las experiencias sobre la integración del transporte público con la seguridad vial. Más allá de La Habana, la arquitecta Gretchen Jiméza Guerra, pudo mostrar su diagnóstico y análisis preliminar de la movilidad sustentable de la Zona Priorizada para la Conservación de Sancti Spíritus; mientras que también tuvo su espacio en la discusión, la propuesta de incrementar la actividad ciclística como una alternativa sostenible al transporte urbano en Trinidad.

La arquitecta Lotte Bech, perteneciente a la organización danesa Emergency Architecture and Human Rights (EA-HR), tuvo oportunidad de mostrar el amplio desarrollo de Dinamarca en lo que respecta al desplazamiento ciclístico en centros urbanos. A través de las diapositivas, mostró las vías ciclísticas y las rutas verdes, que existen en Copenhague, al igual que otras iniciativas que garantizan la seguridad de los ciclistas como son las líneas de paradas retrasadas para autos, los cruces para ciclistas de color azul, y vías urbanas donde el cruce de automóviles está limitado o prohibido.

Otro espacio destacado de la presentación lo constituyó la muestra de proyectos en varios países del mundo relacionados con la promoción del ciclismo. Así, los participantes pudieron presenciar imágenes del evento En Bici sin Edad, establecido desde el 2021 en Copenhague, y que desde entonces se ha venido celebrado también en Cholula, México. También se mostraron imágenes del proyecto piloto de Juegos en Bicicleta, que se celebró en La Habana a inicios del presente 2022, momento en que también se celebró la primera edición del seminario.

 

[Tomado de Habana Radio]

Conferencia de prensa 2022-09-06

Para recordar los ochenta años de Leal

Conferencia de prensa 2022-09-06

Fotos: Néstor Martí

Septiembre 7, 2022

 

En la mañana de este 6 de septiembre se realizó la Conferencia de Prensa dedicada a las actividades que rinden homenaje al 80 aniversario del natalicio del Historiador Dr. Eusebio Leal Spengler. La cita tuvo lugar en el Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, con la presencia de varios medios de comunicación, así como colaboradores y fundadores de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (OHCH).

Magda Resik, directora de Comunicación de la OHCH, expuso al referirse a esta campaña que se trata de “una celebración a la vida”, y aseveró: “estos 80 años de Leal siguen siendo el alma que nos anima a continuar el camino y las labores de la restauración y la conservación del Patrimonio, donde el valor de su enseñanza y su espíritu habla de ese eterno compromiso con la Patria amada”.

Coincide este homenaje al Historiador de la ciudad de La Habana, que abarcará desde el 7 de septiembre hasta el 16 de noviembre, con las actividades del programa por el aniversario 503 de la fundación de la otrora Villa de San Cristóbal de La Habana y los 40 años de la inclusión del Centro Histórico y el Sistema de Fortificaciones en la lista de patrimonio cultural de la Humanidad, condición que fue declarada por la Unesco en 1982.

Asimismo, Katia Cárdenas, directora de Gestión Cultural de la OHCH, dijo: “todo este programa de acciones tributa a la niñez de Leal y a su notable vocación por la atención a los asuntos de la infancia”. También se suma a este programa, la presentación especial de la Compañía La Colmenita de Cuba. De esta manera resalta que será una campaña dedicada también a las infancias, como epicentro de la obra restauradora de la OHCH.

Sobresale en este homenaje a la vida de Leal la presentación de un EP (Extended Play) titulado “El novio de La Habana”, gracias a la producción conjunta de Bis Music, Artex y la OHCH. El álbum, según comentó Alejandro Rodríguez, autor de las letras y la composición musical de los cinco temas incluidos en el EP, está pensado para celebrar a Eusebio Leal Spengler en el 80 aniversario de su natalicio en este 2022. Los cinco temas que lo componen son: “Profeta del amor”, interpretado por el Dúo Ktalejo; “El novio de La Habana”, por Vania Borges; el poema musicalizado “Siembra”, por Alden Knight; “Barrio Jesús María”, por Pascualito Cabrejas y Tumbao Habana; “Rezo a la ceiba”, por Leo Vera; y “Café París”, por el Trío Los Embajadores. De esta manera la propuesta queda hecha para escuchar en diversos géneros musicales y voces una interpretación de la identidad de Leal desde la sonoridad.

Perla Rosales, directora adjunta de la Oficina del Historiador comentó: “agradezco a todos los que han colaborado con este 80 aniversario del nacimiento de Leal”. Emocionada con las canciones de este nuevo producto discográfico, que defiende todo aquello en lo que nuestro Historiador creyó que debía hacerse para la defensa de los valores más sagrados del Patrimonio, afirmó que el regalo mayor será la reapertura del Teatro Martí el venidero el venidero 11 de septiembre, un homenaje a La Habana y a Leal.

Diversas son las propuestas culturales, las cuales involucran a distintas instituciones y pretenden comunicar la incasable labor del eterno historiador en la salvaguarda del patrimonio. Otra de las acciones de homenaje ha sido la inauguración de una gran valla con la imagen del Historiador a la entrada del Centro Histórico, además de varias obras sociales, principio de la labor de la OHCH en la atención a la comunidad vecina de la Habana Vieja; también se ha estrenado un vídeo clip que precisamente logra mostrar, desde una mirada a La Habana y sus esencias, lo que ha representado Eusebio Leal para esta ciudad.

Consulte el programa de actividades en el siguiente enlace: http://www.habanaradio.cu/culturales/programa-de-actividades-por-el-natalicio-del-dr-eusebio-leal-spengler/

 

[Tomado de Habana Radio: http://www.habanaradio.cu/culturales/ochenta-anos-de-leal/]

Adultos Mayores. Memoria activa...

Adultos Mayores. Memoria activa del proyecto de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana

Adultos Mayores. Memoria activa...

Gabriela Ortiz

Fotos: Néstor Martí

Julio 8, 2022

 

En el marco de las jornadas del programa Rutas y Andares de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (OHCH), se realizó en la mañana de este miércoles 6 de julio la presentación de la Guía de Servicios e Información para Personas Adultas Mayores, y del cuaderno informativo Envejecer en La Habana Vieja: una mirada desde los escenarios demográfico y cultural (2012-2020). El sitio elegido para el encuentro fue el Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo, donde estuvieron presentes Katia Cárdenas, directora de Gestión Cultural, junto a los involucrados en la redacción y edición de los libros.

Las publicaciones son el resultado de estudios elaborados por el grupo de investigaciones socioculturales creado por la Dirección de Gestión Cultural. Son trabajos científicos que respaldan el proyecto que se desarrolla día a día en la OHCH en beneficio de la comunidad.

Para la presentación del primer libro, Guía de Servicios e Información para Personas Adultas Mayores, tomó la palabra su editora Lilibeth I. Bermúdez, quien aludió la necesidad de un proyecto como este, que contribuye a enriquecer las oportunidades que tienen las personas adultas mayores en La Habana Vieja para disfrutar de un envejecimiento activo y saludable.

Un proyecto investigativo de la MSc. Dariadna Barrios Tabares resultó en el cuaderno Envejecer en La Habana Vieja: una mirada desde los estudios demográfico y cultural (2012-2020). Este libro contiene un detallado acercamiento, de manera objetiva y con gran rigor científico, a la situación de los adultos mayores. Su autora Dariadna Barrios, se refirió a la relevancia para los proyectos sociales de comprender las variables demográficas a nivel local. De esta manera, la publicación ofrece una mirada a las políticas públicas en el ámbito cultural destinadas a las personas adultas mayores.

Sobre este estudio, ofreció sus comentarios críticos el profesor Juan Carlos Albizu, quien aseveró que el envejecimiento demográfico es un proceso natural y paulatino que tiene origen en hechos positivos. Además, enfatizó en que el desarrollo de la misión de la OHCH debe sustentarse en el conocimiento a profundidad de las poblaciones locales, quienes de manera efectiva son los que construyen la realidad y el proyecto patrimonial.

Ambos libros se incluyen en el proyecto de cooperación internacional «Fortalecimiento de los programas de atención a los/as adultos/as mayores que desarrolla la OHCH en el Centro Histórico de La Habana», con financiamiento de la Asociación de Entidades Vascas Cooperantes-Euskal Fondoa.

 

[Edición de texto publicado en Habana Radio: http://www.habanaradio.cu/culturales/los-adultos-mayores-memoria-activa-del-proyecto-de-la-oficina-del-historiador-de-la-ciudad-de-la-habana/]

foto taller nestor

10mo Taller de Fotografía Básica, verano 2022

foto taller nestor

Junio 30, 2022

 

Por décima ocasión y tras la debida pausa de dos años a consecuencia de la pandemia, se convoca al Taller de Fotografía Básica que tendrá lugar en el Palacio del Segundo Cabo (Centro para la Interpretación de las Relaciones entre Cuba-Europa), en la Plaza de Armas del Centro Histórico habanero, durante los meses de julio y agosto.

Pretendemos acercarte a la fotografía como proceso técnico y creativo, de una forma amena, sólida y escalonada, ayudando a develar cómo se realiza una toma fotográfica y los resultados que puedes obtener cuando comprendas este proceso. Te ayudará también en el correcto manejo de tu cámara y abarcará desde los rudimentos de una cámara fotográfica hasta la forma óptima de imprimir una fotografía o compartirla en las redes sociales.

Podrán participar los interesados mayores de 18 años, es muy importante llevar su propia cámara para la realización de los ejercicios prácticos y tareas encomendadas al final de cada clase. Así mismo es vital la asistencia a todos los encuentros. Al final de este taller se entregará un certificado de participación.

El Taller estará a cargo de Néstor Martí, fotógrafo con más de 20 años de experiencia profesional de la Dirección de Patrimonio de la Oficina del Historiador de La Habana, es además miembro de la UNEAC y de la ACCS.

Información

  • Frecuencia: Todos los martes, encuentro Semanal (1 encuentro por semana)
  • Horarios: de 2 pm a 4 pm
  • Duración: meses de julio y agosto (9 encuentros)
  • Lugar: Palacio del Segundo Cabo, en la Plaza de Armas, en el Centro Histórico de La Habana.
  • Matrícula: enteramente gratuita, bastará un correo electrónico a las direcciones mostradas abajo, Envíe nombre y edad de los interesados. La matrícula estará abierta hasta el lunes 4 de julio. La primera clase del taller tendrá lugar el martes 5 de Julio.
  • Edades: mayores de 18 años

 

Ante cualquier duda comunicarse con nosotros a través del correo:
nestormarti@gmail.com
Por el teléfono: 78017176

Cuba, naturaleza y arte

Cuba, naturaleza y arte

Cuba, naturaleza y arte

Eusebio Leal Spengler

Junio 10, 2022

[Prólogo del libro Cuba, naturaleza y arte, de la investigadora francesa Silvie Chamard, presentado el 17 de junio de 2014 en la Alianza francesa de Cuba]

 

Constituye esta obra una delicada contribución al conoci­miento de la íntima naturaleza de la isla de Cuba y sus ca­yos adyacentes, el archipiélago que descansa sobre las aguas tibias e inquietas del Mar Caribe. Su flora exótica y variopinta lla­mó la atención de los viajeros y naturalistas que lo recorrieron a lo largo de los siglos. Ese generoso esplendor arbóreo y floral apa­rece descrito minuciosamente por el sabio alemán Alexander von Humboldt, reconocido por ello como el segundo descubridor de la mayor de las Antillas. Junto a su amigo francés, el botánico Aimé Bonpland, recorrió el territorio insular, recolectando y dibujando gran cantidad de plantas endémicas, como parte del largo itinera­rio que emprendieron juntos por varios países de América a finales del siglo XVIII. De entonces también datan los hermosos grabados del madrileño José Guío y Sánchez, dibujante de la expedición del conde de Mopox a Cuba en 1796, los cuales se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Otro caso es el de la escritora sueca Fredrika Bremer, quien acompañaba sus cartas y apuntes con ilustraciones de palmáceas y otras especies, buscando hacer más gráficas sus impresiones sobre la vida en la isla, adonde arribó a mediados del siglo XIX. Pero será gracias a la tradición francesa que la representación de la flora tropical cubana alcanzará su máximo esplendor durante esa centuria. Ello se debió a que los naturalistas galos ejercieron una influen­cia decisiva en sus homólogos radicados en Cuba, entre quienes sobresalieron el gallego Ramón de la Sagra y el habanero Felipe Poey Aloy. Al primero se debe la fabulosa Historia física política y natural de la Isla de Cuba, editada en París entre 1837 y 1862 con 268 láminas grabadas en cobre y hábilmente iluminadas. En esa misma ciudad alcanzó el segundo los conocimientos que le con­virtieron en científico de clase mundial, abarcando no solamente el campo de la botánica, sino de la ictiología y la entomología, entre otras ciencias de la naturaleza. La obra de Poey es un ejemplo de la importancia que ha tenido el dibujo para la sistematización del desarrollo de esos saberes. En algunos casos alcanzan el rango de verdaderas obras de arte, como sucede con las ilustraciones del francés Redouté, llamado el «Rafael de las Flores».

Ahora Sylvie Chamard, con su exquisita sensibilidad, nos ofrece sus visiones sobre los árboles cubanos, para lo cual logró convocar a un grupo selecto de creadores que apoyaron su empeño como investigadora. Al dar a la imprenta este hermoso libro, la autora parece invocar el legado de sus coterráneos para expresar su cla­mor a favor de la conservación del medio ambiente, estrechando los vínculos entre arte y naturaleza. A su vez, nos deja un testimonio ferviente de su amor a Cuba y a sus gentes.

Leal Spengler, E. (2017): “Cuba, naturaleza y arte”, en Aeterna Sapientia. Ediciones Boloña: La Habana, pp. 203-204.

El concepto de patria

El concepto de patria

El concepto de patria

Eusebio Leal Spengler

Mayo 27, 2022

Discurso de clausura del evento «Cuba: cultura e identidad nacional» (La Haba­na, 23-24 de junio de 1995)

 

Con nuestros compatriotas dispersos por el mundo he tenido el placer de reunirme en varias oportunidades, tanto en La Habana como en otras latitudes: Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, Norteamérica… Y hace tres años, de forma excepcional, en Tampa, la ciudad donde los cubanos, a lo largo de los años, enraizaron sus costumbres, fundaron familias y fomentaron un modus vivendi que es parte de nuestra cubana. Tampa, tan amada por José Martí.

En otros rincones de la tierra me sorprendió el rostro de los cubanos, que a pesar del rigor del clima, de hábitos diferentes y hasta hostiles, llegaron a realizar un sueño de una forma u otra. También conocí a los que no tuvieron la fortuna de hacerlo. Esta ocasión es muy privilegiada, si se quiere, por tratarse de una re­unión de intelectuales, escritores y poetas, historiadores y científi­cos, que han buscado con ansiedad perpetuar nuestra posibilidad de comunicación más allá del tiempo y de las trampas que acechan.

Hace solo un instante comentaba con una de las muchachas, muy cubana, por cierto, que pese a las dificultades que tienen mi español y el de ella, nos percatamos de que, por dentro, las ideas fluyen claras como el agua de una fuente. En torno a estos sentimientos, a esta realidad y verdad de la cubanía, he vuelto a leer el espléndido ensayo de Abel Prieto, dicho en la primera conferencia Nación y Emigración que en su día me hizo reflexionar tanto. El carácter insular ha ejercido una influencia esencial en nosotros, de una forma que yo diría casi protectora. Ello nos ha permitido edificar en el contexto cultural de América Latina (mejor, de Hispanoamérica o de Nuestra América, al decir de Martí), una invisible barrera de protección y evitar que ella, la isla, haya sido arrasada en su latente fragilidad.

A Cuba siempre ha habido que venir, de ella hemos partido, no existe para nosotros el misterio de las fronteras. Tal fenómeno lo vi y experimenté por vez primera, hace poco más de veinte años, al recorrer los campos de las antiguas Bohemia y Moravia; al atrave­sar, desde Eslovenia, las siempre discutidas líneas de demarcación alemanas. Recuerdo que escalamos la montaña y de pronto, al cru­zar la calle de una pequeña aldea, todo cambió: la forma de los edi­ficios, los colores de las casas, el vestuario de la gente; percibí el propósito de marcar la diferencia entre un país y el otro, entre una cultura y la otra.

En Alemania, por ejemplo, cuando visité la antigua ciudad de Bautzen (Budichen para los soravos, un pequeño bolsón étnico eslavo en tierras germanas), me sorprendió constatar que, aunque reinaba la paz entre los ciudadanos, aquella comunidad estaba di­vidida en dos sectores. Me admiró sobremanera que, el día do­mingo, las mujeres de confesión luterana vistieran con sus sobrios trajes negros, enmarcada la faz con una especie de rostrillo de encaje bordado, sobre el cual ceñían el severo paño negro. Ellas contrastaban con sus iguales de origen católico, que usaban blusas y faldas bordadas, así como un pañuelo blanco. Rememoré los antiguos enfrentamientos y guerras de religión del siglo XVI; ahora, sin embargo, había armonía en la diversidad. Allí habité la casa de la célebre escritora Marga Kuvachet y participé en la solemne fiesta nocturna de la vigilia de Pascua.

Cuando conté esta experiencia a mis amigos alemanes en Berlín, no podían creerlo; mucho menos con el detalle con que, tocado por el halo misterioso de la poesía, les contaba entusiasmado las formas de ser de los soravos, quienes me invitaron durante la madrugada a seguir una cabalgata, que al punto del alba recorrió los campos cantando a la aurora salmos y plegarias para impetrar, a favor de aquel pueblo y de sus descendientes, paz, ventura y buenas cosechas.

Años después, en América del Sur, me hallé de peregrino en la ciudad y templo de Nuestra Señora de Copacabana, a orillas del lago Titicaca, y cruzando el Paso de Tiquina me explicaron que era la frontera casi imaginaria, política más que cultural, que separa al Perú de Bolivia. Atrás quedaban los aimaráes, cultores de la tierra y depositarios de la imaginación y de la misteriosa fantasía de los pueblos antiguos de los Andes, el llamado Alto Perú. Delante aparecían las primeras comunidades quechuas, los hijos de Manco Cápac y Mama Ocllo, que viniendo de las islas del sol y de la luna fundarían en el Cuzco (ombligo del mundo) la ciudad sagrada. Estos incas eran guerreros y sabios; luego he visitado sus distantes caminos y atrevidos monumentos, cerca de las fuentes y lagos de Cajas, en Cuenca, Ecuador.

En otra ocasión, cruzando en medio del invierno un solitario puente en Venecia, pasaban tres alegres muchachas. Momentá­neamente disiparon mi inevitable melancolía; reían y hablaban español las gacelas, y noté algo excesivamente familiar en su forma de andar. Adelantándome, les pregunté si eran cubanas. Y una de ellas respondió: «Sí, nosotras nacimos en Miami, pero somos cubanas». En los gestos estaba el aire de Cuba; hablaban un poco de inglés y un poco de español, pero no les fue difícil volver a la raíz de tus padres. Venciendo el enigma de la comunicación, me transmit­ían señas de identidad cubana: el acento, la sonrisa, el movimiento del cuerpo y, en particular, de las manos.

He hallado amigos al servicio de Cuba en China, Madrid, Quito y otras capitales intramontanas, y no pude explicarme la razón de cierta neurastenia; hoy comprendo que les faltaba el mar. Vamos sobre una nave, sobre una barca de vela, y no nos damos cuenta. Cuando la gente sale temprano al Malecón, descansa a la orilla del mar o tiene el privilegio de llegar a la Punta de Maisí, están a proa o popa, a babor o estribor de la nave. Por cierto, en la parte más oriental habitaba un farero gallego de boina y grandes bigotes con su familia criolla. Allí me deslumbró el culto al mar, de cara al Paso de los Vientos, recogiendo de cuando en cuando, entre las piedras de la playa, las estatuillas que los haitianos lanzan el mar luego de implorar, en medio de las olas, a los espíritus que propician la aper­tura de los caminos que habrían de llevarlos a la tierra prometida.

Los isleños (término que nunca usamos para definirnos) vivi­mos pendientes del horizonte azul. Los cubanos jamás hemos pe­leado con nuestros vecinos por un pedazo de tierra, no se ha de­rramado sangre ajena por tales cuestiones. Nuestra única frontera terrestre se extiende en torno y en parte de la bahía de Guantánamo, ocupada hoy por la base naval estadounidense, pero irremisi­blemente cubana.

En los orígenes de la colonización española y aún en el alto siglo XVIII, La Habana ejerció su influencia sobre las ciudades y pueblos de las costas continentales, al norte y al sur. Las comuni­dades habaneras participaron en la fundación de Pensacola, habi­taron en Mobile, eran conocidas en la Louisiana, en los asentamientos de la cuenca del Mississippi. Descendiendo al Vi­rreinato de Nueva España, los criollos de La Habana acompañaron a fray Junípero Serra en las misiones californianas; cubanos de prestigio y nombre hubo en Campeche, Mérida o Veracruz. La guerra de independencia iniciadas en 1868 y con epílogo fatal una década después, dispersó a nuestros libertadores, siempre con la esperanza del regreso, a Honduras, Guatemala, Costa Rica y el istmo de Panamá, donde aún hoy, más de cien años después de la partida de nuestros compañeros, se les recuerda. Incluso no pocas familias llevan con orgullo la ascendencia y los apellidos cubanos.

Fue precisamente la colosal obra de abrir el paso del Pacífico al Atlántico, la que convocó a decenas de cubanos en lo que entonces era parte de Colombia. Andando por las calles del viejo Panamá, al pie de las bóvedas de las murallas, he tenido la oportunidad de rendir tributo al doctor Carlos J. Finlay, el sabio benefactor cuyo descubri­miento del agente transmisor de la fiebre amarilla facilitó, o hizo po­sible en gran medida, que el canal interoceánico fuese realidad.

Cuba isla, en verdad archipiélago circundado de una invisible corona de coral, no ha sido remisa a que en ella ocurriera la singu­lar fusión de las culturas de la vasta España y del África diversa, salpicada por la contribución carnal y poética de otros pueblos tan distantes como China. He creído siempre que los pueblos se here­dan no por la sangre, sino por la cultura. Aquella llama, pero la otra determina. Esto no desmiente la lección de la Historia Sagra­da, que nos dice cómo el clamor de la sangre hizo levantar a Moi­sés la piedra con la cual hirió al capataz egipcio que azotaba a un hermano de infortunio. Cuentan que sintió el fuego abrasador del agravio convirtiéndolo a él (a Moisés) en un fugitivo que, sin em­bargo, había recuperado su propia identidad. Siguiendo esta intui­ción es que podemos acercarnos al concepto de patria, que se afir­mó desde los días en que alguien nos mecía en la cuna con mil pequeñas señales en el decir, y en todo aquello que conforma la cultura patente en la música, en el paisaje.

Luego, en la escuela, se nos explicó cómo es nuestro país y así se repite la mayor la relación materno-filial. Es lo que hemos visto de nosotros: las manos y los ojos de la madre, en la cual leemos por fe. Un amigo tuve, muy querido por cierto, que debió revelar a su hija el haberla encontrado una tarde de domingo envuelta en un lío de trapos, a las puertas de un templo casi desierto. Después que la adoptó como propia tuvo que decirle por amor a la verdad: «Tú no eres nuestra hija, accidentalmente nosotros te recogimos». Sin embargo, ella hizo valer aquel mandato de extraña y antigua sabiduría: «Parirás los hijos en el dolor». No ya en el dolor físico del parto, tremendo, más breve y pasajero si se quiere, sino en dolor inmenso que supone la forja de carácter, la crianza y la educación. Dar a luz la vida entraña el compromiso de un legado espiritual. La muchacha aludida, entonces una adolescente, reac­cionó diciendo: «Está bien, otra pudo ser mi madre, otro el que me engendró, pero ustedes son mis verdaderos padres».

A lo largo de los días en que ha venido celebrándose esta reunión, se han puesto de manifiesto los daños que, como heridas, suponen para todos los aquí presentes los resultados de la distan­cia y de una larga separación. Algunos lo ocultan por pudor, otros por soberbia, mas todos fuimos heridos en su momento oportuno y en medio del gran suceso revolucionario de la isla, que dispersó a unos en tal dirección y a otros en otra. En nosotros, los de acá, exaltó la lealtad a nuestra opción; a otros los llevó a combatir o a vivir bajo diferentes designios.

Ayer se nos presentaba un hecho simpático, si lo vemos como anécdota. Las autoridades norteamericanas se han creído en el deber de excluir a tres cotorras que un grupo de inmigrantes ha­bía llevado consigo en los azares de las balsas. Ellos, los norteamericanos, estaban muy preocupados, en exceso, por este deta­lle. Y concorde al espíritu de los nuevos tratados migratorios en­tre Cuba y los Estados Unidos, aunque no aparece explicitado, consideraron que las aves debían regresar a la isla. Es probable que la razón esté en que los animalitos podrían ser portadores de ciertas endemias tropicales. La realidad es que esta parlanchina y atrevida criatura tiene un radio de vuelo limitado, y por sí misma no puede vivir la aventura de la migración que miríada de pájaros protagonizan cada año entre la Florida y Cuba.

Hace días visité a un vendedor de pájaros. Allí había verderones, gorriones trigueros, mariposas con todos los colores de la paleta, azulejos… Me llamaron la atención unos pajarillos verdes y me explicó el pajarero que así vienen ellos. «¿Cómo que vienen?», le pregunté. Y me respondió: «No son de aquí; vienen a invernar en Cuba. Algunos se quedan más tiempo y son capturados, como es el caso, y solo en la primavera mudan el plumaje, que llega a ser tornasolado con toques rojos, azul y violeta».

¡No eran de Cuba! Vienen acá desde los Estados Unidos. Y cuán­tas veces en La Habana, contemplando la alta torre de la iglesia de San Francisco, o el gran edificio Balaguer, frente al Museo Nacio­nal, o el palacio del Conde de San Juan de Jaruco, junto a la Plaza Vieja, nos ha sido dado ver el espectáculo de la llegada de las golon­drinas que arriban desde las tierras gallegas o portuguesas, y que gracias a su capacidad de orientación intuitiva se aventuran allende el mar y pueden cumplir el secreto designio de su viaje. Los nave­gantes miran cómo reposan en el mar quieto, cubiertas de ese aceite protector, alimentándose durante la travesía de pececillos y, ya más cerca de la costa, de las pequeñas criaturas que flotan sobre el man­to verde de los sargazos, el mismo que sorprendió a Cristóbal Co­lón. Son miles y miles de aves que, de pronto, reinician su vuelo para llegar determinado día, creo que los primeros de abril. Y las vemos en hileras revoloteantes cerca de El Morro cuando arriban a ésta, su tierra de promisión, y anidan en los techos de las casas.

Como a ellas, las golondrinas, un secreto instinto nos reúne; y hay en el fondo de nuestros corazones un soplo de aliento. Somos gentes singulares, y a pesar de que muchos creen lo contrario, tenemos culto muy especial para con nuestras costumbres de fa­milia. En ocasión de mi primer viaje a los Estados Unidos, tras des­pedir a mis amigos en el aeropuerto de Miami, ya a punto de abor­dar, vino a sentarse junto a mí una señora gruesa, cubana, que hasta ese momento se había comportado muy finamente, pero que había protagonizado una gran trifulca con la muchacha del mostrador de pasajes a causa del peso de su equipaje. Se dijeron palabras muy cubanas y, finalmente, la señora abrió la maleta y empezó a colo­carse dentro de la ropa lo más diverso. De pronto me percato que comienza a derramársele algo en el vestido, y ella exclama: «!Ay!, el champú». Y seguidamente me dice: «Todo esto se lo debo a esa cabrona de allá fuera, que me ha obligado a meterme todo aquí entro. Usted no sabe lo que ha costado esto, y mire, aquí llevo el café, pero lo peor de todo es que allá en Cuba no saben el sacrificio tengo que hacer para comprarles y llevarles todo esto». A su manera, ella sufría por un concepto de solidaridad.

Estamos ante una gran verdad: cuanto hay que hacer, lo que hasta ahora hemos realizado, lo que todos ustedes han hecho en los diferentes campos del saber, es fruto de síntesis de la solidaridad universal, a la vez que creación personalísima, como resulta­do de nuestro contacto con el mundo, con nuestras propias fami­lias, con su historia. Pero la raíz, el punto de partida de los senti­mientos que podríamos llamar cubanos, por sobre etnia y ubicuidad, son de carácter cultural. Quienes han asumido ese le­gado en su plenitud poseen un signo, aquel que prefiguró Martí en la bella imagen de la estrella que lleva en su frente todo el que sirvió a la patria. Quien la ha servido con abnegación y desinterés, es sagrado. Somos más que africanos, más que españoles, más que indígenas, bebiendo en las fuentes cristalinas de nuestra civilidad grecolatina-judeocristiana.

Me contaba la impar poetisa Flor Loynaz, fascinante amiga que vagaba por el cementerio chino y sobre uno de los túmulos alguien le explicó el sentido de un epitafio que es la clave de la vida: «Si el cielo de China es tan azul como el de Cuba, y si las frutas de China son tan dulces como las de Cuba, qué importa morir entonces en China o en Cuba». No hace tantos años, en medio de una obra de restauración en la calle de Mercaderes, en­contré unas tejas con caracteres chinos. Unas tejas suelen estar marcadas por los dedos del alfarero y otras por algún sello o pun­zón del gremio o tejar, pero en el caso excepcional que nos ocupa hallábanse virtualmente cubiertas por la inscripción. En pos de descifrar el enigma, acudí a los chinitos cantoneses del restauran­te La Torre de Marfil, quienes después de largo concilio me hicie­ron conocer el secreto del mensaje: «La mano ejecuta lo que el corazón manda». Esa es nuestra clave, que está a mitad del cami­no entre la lápida del cementerio y la teja.

Acaba de ver la luz la edición cubana (La Habana: Unión, 1995) del bellísimo ensayo de Cintio Vitier titulado Ese sol del mundo moral. Como creo en la magia de que todo ocurre cuando convie­ne, éste y no otro ha sido el momento ideal para que la obra, publi­cada hace casi veinte años en México por la editorial Siglo XXI, llegue a manos de los lectores cubanos. El tema es atemporal, no ha sufrido mella ni desgaste en la larga batalla política y moral de estos años; aparece ahora como una revelación para los cubanos que ansían hallar una explicación ética a este tiempo tan intensa­mente vivido. El libro es el hilo de Ariadna y el manantial del cual debemos beber para hallar la interpretación más acertada a mu­chos de los fenómenos de los que somos testigos y actores.

A propósito, hace unos días tuvo lugar en La Habana una importante ceremonia: la entrega, por parte de una alta delegación militar española, de la silla de montar que a lo largo de un siglo ha sido tenida como la del Lugarteniente General Antonio Maceo, caído en San Pedro de Punta Brava el 7 de diciembre de 1896, en uno de los más dolorosos episodios de la Guerra de Independencia. El acto fue presidido por el Comandante en Jefe Fidel Castro, tuvo alto valor simbólico por celebrarse en la misma sala del antiguo Palacio de los Capitanes Generales donde acaecieron in­contables sucesos de interés para la forja de nuestra nacionalidad. Fue la misma sala en que, según la tradición, el general Albear y Lara solicitó al Gobernador, el marqués de La Habana, indulto para Narciso López, aquel heterodoxo que trajo la bandera de la estrella solitaria a las costas de Cuba, el mismo que al uncirse su cuello a la soga del verdugo pronunció estas palabras: «Mi muerte no cambia­rá los destinos de Cuba». Y fue verdad. Ni su vida ni su muerte pudieron cambiarlos; y tales destinos estaban más allá de los objeti­vos políticos del propio general López, hombre de su tiempo.

En aquella sala, lujosamente decorada, donde se movieron en sucesivas escenas los actores de nuestra breve e interesante histo­ria nacional, cuántas cosas imaginé. Creí ver en los que me rodea­ban los rostros de las grandes figuras de nuestro pasado: Saco y Varela, Luz y Espada.

Todo eso pensaba cuando los generales españoles, vestidos de uniforme, ocuparon el espacio de sus predecesores que, el primero de enero de 1899, habían cedido la isla de Cuba a favor de los Estados Unidos, como resultado de una guerra perdida. En ese momento, cuando el valor del símbolo supera lo real, lo probable y palpable, la guerra acababa; y como dijera el Generalísimo Máximo Gómez: po­dían abrazarse «los encarnizados combatientes de la víspera».

Entonces sentí que la nación no es un legado inútil de los pa­dres ni una fantasía ni un artificio de nuestra imaginación.

Miguel Barnet me reveló que, en uno de sus viajes a los Estados Unidos, mientras paseaba por una de las calles del Bronx, observó un insólito cartel: «Yemayá House». Quien ve no es quien tenga ojos para ver, sino aquel que quiere ver.

Nuestra patria es una acumulación de sentimientos, de realida­des constatables, de poesía invisible; es la naturaleza y la obra del hombre. Estamos finalizando el siglo y el milenio; es evidente y se impone analizar y valorar cuanto hemos hecho. Sometamos a críti­ca nuestra obra y los valores que emanan de ella. No percibo una crisis de esos valores. Es el momento en que está ante todos casi la totalidad del proceso revolucionario. Su gran adversario, el gobier­no de los Estados Unidos, medita su próxima jugada ante el tablero.

En la calle está ya, y decir otra cosa es mentir y no ver los signos de los tiempos, la generación que habrá de someter a juicio la obra realizada por nosotros. Por tanto, casi todo está hecho y escrito; apenas hay tiempo para colectar los frutos de las ramas del árbol de la vida, verdes aún, dulces o amargos. Nuestra vida individual no es tan importante como lo que somos y significamos socialmente. Nos reunimos hoy para afirmar que, en medio de los avatares de la sociedad contemporánea y ante el mundo de la postmodernidad que nos ha tocado vivir, no tememos al futuro.

Estoy seguro de que esta década no concluirá sin que nuestros derechos nacionales sean reconocidos, que esta década no termi­nará sin que los cubanos mejores, estén donde estén, en cualquier latitud del mundo, se unan como lo hacemos hoy en este idílico jardín y, olvidada toda circunstancia que pudo una vez dispersar­nos, ofrezcamos la mejilla para un beso.

Habrá valido la pena vivir para ver tal día, porque la Revolu­ción Cubana, en la que creímos y por la que hemos luchado, la de Céspedes y Martí, y la de Fidel, no se hizo en nombre del odio: se convocó en nombre del amor.

 

Leal Spengler, E. (2004): “El concepto de patria”, en La luz sobre el espejo. Ediciones Boloña: La Habana, pp. 111-120.

La gesta de la restauración

La gesta de la restauración

La gesta de la restauración

Eusebio Leal Spengler

Mayo 13, 2022

 

Escrito en junio de 1995 para la revista Icomos (Unesco)

 

A mediados de 1995 tuvieron lugar, en la ciudad noruega de Bergen, la primera asamblea general y el tercer simposio internacional de la Organización de Ciudades de Patrimonio Mundial, fundada en Quebec (Canadá) gracias a la voluntad de su alcalde, el honorable señor Jean Paul L’Allier. Tanto en la asamblea como en el simposio hallábanse presentes alcaldes y personalidades no solo de capitales e importantes ciudades, sino también representantes de instituciones de la cultura, técnicos y especialistas eméritos, restauradores y conservadores de sitios naturales, arqueológicos e históricos que hoy aparecen en el Índice del Patrimonio Mundial, heredad que pertenece por igual a todos los pueblos y civilizaciones de la tierra.

Con su lenguaje claro y preciso, subrayado por la energía de su carácter, el Director General de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, alentó a los participantes, que disfrutábamos de la cáli­da acogida del pueblo noruego, junto al encantador embarcadero de Bryggen, en el deber de perseverar, de luchar sin desmayo para que la civilización moderna salvaguarde la obra diversa de nues­tros predecesores en el tiempo. Una vez más el concepto patrimo­nial trasciende su verdadera dimensión, quiero decir, la de los va­lores espirituales y morales. No se trata solo del síndrome de la mujer de Lot, cuyo culto al pasado, a lo que quedaba atrás, la llevó a convertirse en una estatua de sal.

Los que habitualmente frecuentamos el escenario y las pales­tras internacionales estamos, si se quiere, mejor preparados que nuestros jóvenes colegas para mantener el equilibrio emocional, luego de comprobar las angustiosas y abismales diferencias que existen entre las posibilidades del mundo desarrollado y las de nuestros propios países, donde la prioridad es sobrevivir, educar y crear condiciones mínimamente dignas a la vida.

Al situar la cuestión del patrimonio, herencia y legado de los padres, en idéntica jerarquía, algunos llegan a pensar que es un sueño irrealizable, y nos queda ese sabor amargo en los labios por carecer de recursos eficaces y suficientes para su puesta en valor. En el Tercer Mundo he constatado cierta apatía e indiferencia de los sectores más pobres de la sociedad ante proyectos de restauración monumentales, que se presentan como expresiones de elitismo. Me refiero específicamente a los centros históricos, que son deshabitados ex profeso o cuyos moradores autóctonos son forzados a emigrar y vienen a sustituirlos artistas, profesionales y empresarios para quienes se ha puesto de moda restaurar una casa en el barrio antiguo.

Personalmente conozco esta experiencia y me veo obligado, una y otra vez, a retomar la idea cardinal de que el hombre piensa como vive; y si la ecuación fuese a la inversa, la interrelación de lo uno y lo otro apoyaría el noble principio de que los ciudadanos han de ser los protagonistas principales del proceso que rehabilita determinado sector de su ciudad. Siento por todo ello una admira­ción ilimitada y profeso la más alta estima por aquellos que se han enfrentado voluntariamente a una doble corriente de incompren­sión, que viene de arriba y de abajo. Muchos envejecieron sin lo­grar su sueño; les tocó, además, asistir a la enajenación o destruc­ción del objeto amado. Fueron profetas en el desierto.

El subdesarrollo genera una amnesia social que favorece la ex­pansión de conceptos tales como: «tenemos poco, o casi nada», «lo nuestro vale menos», «nuestras antigüedades son meras cu­riosidades ante otras que son las verdaderas». Por lo que llevo dicho, estas iniciativas están urgidas de sustentarse en nuevos con­ceptos de autoestima y en la prédica insistente de que cuanto poseemos, o poseen otros, no ha de ser comparado miméticamente.

Hallar y defender el encanto de la diversidad, promoviendo así el respeto a la posesión del otro, es una base ética que nos salva de esa oleada de mercaderes que desean comprarlo todo y que desde hace siglos van de una a otra latitud arrebatando, a cambio de cuentas de vidrio y fragmentos de espejos, las pieles, los colmillos, los objetos depositados por la piedad en las tumbas. Oleada que no se detuvo ante templos, columnas, claustros íntegros de viejos monasterios; fenómeno que en su día asoló el legado de las civilizaciones clásicas de Europa, Asia y el antiguo Egipto, y luego de comenzada la modernidad se abatió sobre África y América.

Una conjunción de circunstancias favoreció, después del triunfo de la Revolución en 1959, la virtual detención del desarrollo de la ciudad capital de Cuba. No es menos cierto que antes de ese horizonte histórico, La Habana no fue una excepción en cuanto atraer para sí, como sus hermanas de Hispanoamérica, una pri­macía capaz de generar, de forma ostensible, abismales diferencias con relación al país y al estilo de vida de sus gentes. Tal agravio comparativo llevó a una política que distribuyese justa y equitativamente las inversiones y proyectos. Sería injusto desconocer que, muy a pesar de ello, se construyeron en La Habana las bellas escuelas de arte, paradigma y aproximación vital a una concepción culta, donde la arquitectura recobraba su ancestral compromiso con los sueños del hombre.

Una nueva urbanización, La Habana del Este, a mitad de ca­mino de sus bellas playas, fue concluida tras haberse transforma­do un plan precedente en el más interesante conjunto habitacional, donde aún hoy no se percibe ese distanciamiento entre el hábitat y la vida cotidiana. A la vez, el uso renovado y la febril actividad en pro del cambio funcional en no pocos edificios públicos, hicieron vivir a la capital un último esplendor, que precedió a hechos históricos y políticos cuyas consecuencias aún prevalecen, unidas a la errada apreciación edilicia de que se podría esperar y dejar para mañana las labores de rehabilitación y conservación de lo edificado. Las modificaciones de las leyes de propiedad hicieron recaer por entero en el Estado esa responsabilidad.

La historia comenzó así: asentada la villa de San Cristóbal de La Habana junto al puerto de Carenas en el año 1519, las calles y plazas se trazaron a cordel sobre un terreno irregular, pero siguiendo al pie de la letra las ordenanzas propuestas a Su Majestad por el Consejo de Indias, las cuales fijaban para las nuevas fundaciones el principio del damero o campamento romano. Fue llamado el señor Alonso de Cáceres, quien redactó en 1574 las ordenanzas que llevan su nombre y sirvieron de modelo y «código de buen gobierno para la convivencia» a otros cabildos y ciudades.

Y para bien fortificar, defender y ofender a los muchos adversarios, que varias veces acecharon y redujeron a cenizas la obra primigenia, se edificaron durante siglos castillos y murallas, así como vivieron en vigilia perpetua guarniciones de artilleros, infantes y caballeros. Aparecieron las casas reales, carnicería, cárcel, parroquial mayor y los solares reservados para los dilectos hijos de Tomás, Agustín, Ignacio y Francisco, los bienaventurados Padres de la Iglesia. Diose entonces la paradoja de configurarse una ciudad plena de mudejarismos, cuyos aires so­plaban en primer lugar desde Sevilla, de toda la baja Andalucía, con un timbre severo y grave de Extremadura. No obstante lo cual tendría, como contraste, el alegre colorido de Cádiz y, para más novedad, se trasladaría al puerto el culto de la Virgen de Chipiona, ahora como Nuestra Señora de Regla, devoción a la que se entregaron con delirio principalmente los esclavos y pescadores. Confrontado todo ello con el diseño renacentista de la planta del castillo de la Real Fuerza, concluido en 1577.

El amurallamiento se trazó en principio según la idea de Cris­tóbal de Rodas, de la familia del ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, quienes a bordo de la expedición del maestre de campo Juan de Tejeda arribaron felizmente en 1589. Traían la encomienda de estudiar cómo garantizar la defensa de la villa y el puerto. Al genio y talento de los Antonelli deben la isla y América, entre otras obras, el castillo de los Tres Reyes de El Morro (1589-1630).

Al dejar dibujado algunos de los primeros momentos de la historia y de la construcción de La Habana, no es mi propósito caer en la tentación de narrar sus detalles puntuales. Baste decir que, desde la aurora de los tiempos hasta hoy, sucesivas generaciones contribuyeron a inventar la ciudad en que hoy vivimos. Ninguna inspiración ni modelo pudieron trasladarse mecánicamente a este rincón del planeta, donde al conjuro del clima y la naturaleza se transforman el hombre y las cosas. De esta interrelación emerge, como algo propicio, lo real-maravilloso, percibido por Alejo Carpertier y clave de interpretación de su narrativa.

Ahora estamos ante la totalidad de lo hecho. La Habana es bella, coherente en la acumulación de su vasto patrimonio material, casi didáctica. A través de una sucesión de calles y avenidas magistrales, se va desde el centro hasta las recientes urbanizaciones, cual si observáramos una cinta cinematográfica, donde todo aparece ante nosotros como patinado y, en gran medida, venido a menos, latente y vital, potencialmente salvable.

Tal es la diferencia de esta ciudad mágica con otras capitales y grandes urbes hispanoamericanas. Tal es su don y su privilegio. La era del gran estrago comercial y de la especulación inmobiliaria, que puso en peligro y causó tanta ruina en no pocos sitios, se abatió sobre La Habana, ha dejado daños y huellas, mas no pudo consu­mar su obra destructiva. ¿Cómo acometer la restauración del Cen­tro Histórico para que de él surja una experiencia útil, socialmente válida, económicamente viable, que sea a la vez generadora de nue­vos puestos de trabajo, que fortalezca el papel de la comunidad, que sea capaz de imprimir a nuestra aventura, por sí misma salvadora, un sentido de regeneración espiritual, promesa y esperanza?

La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana se creó en 1938 y su fundador, el doctor Emilio Roig de Leuchsenring, se propuso llevar a cabo, con los recursos y medios entonces a su al­cance, la ímproba tarea de crear conciencia en la ciudadanía y soli­dificar los conocimientos históricos, artísticos, así como la memoria de personalidades ilustres. Para ello fomentó biblioteca, archivo, publicaciones y museos; usó con pasión la palabra viva, gestó con­gresos, animó exposiciones, dictó y preparó ciclos de conferencias (…).

Pero no es hasta el 5 de mayo de 1981 que se aprueba un plan de restauración para el Centro Histórico. A lo largo de las dos décadas precedentes, y sobre la huella de varios precursores, se habían ejecutado obras puntuales y llegó a establecerse con nitidez sobre qué bases debía edificarse la concepción genera, sustentada en un cuerpo jurídico. Tal fue la Ley de Protección del Patrimonio Nacional (1977), que definió el carácter monumental de las ciudades fundadas por los conquistadores españoles en los albores del siglo XVI. Dos de ellas: San Cristóbal de La Habana y la Santísima Trinidad, serían luego exaltadas a la condición de Patrimonio de la Humanidad y ocupan hoy los números 27 y 28 del índice correspondiente. La Dirección Nacional del Patrimonio Cultural hizo florecer la simiente en el lapso de las últimas décadas, dispersando a todo lo ancho y largo del país el sistema nacional de museos de diversas especialidades, con signos de identidad propios, fomentando las colecciones nacionales y contribuyendo de forma decisiva a expandir las luces del conocimiento científico en todos y cada uno de nosotros.

A esta obra institucional se sumaría la creación, con el resuelto apoyo de la Unesco, del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (Cencrem), cuyo diseño se inspiró en el de Churubusco (México). Para lograrlo se emprendió la res­tauración del convento de Santa Clara, fundado en 1638, que es en sí mismo el espejo donde vemos reflejarse nuestra vocación. Sus aulas y talleres vienen acogiendo profesores y jóvenes exper­tos de todo el continente, que se nutren de los conocimientos teó­ricos indispensables y de las habilidades prácticas seculares de las artes inherentes a la restauración.

Enraizada en su tradición municipal latina y casi como precep­to de los cabildos y ayuntamientos, nobles legados de Castilla en América, existe en Cuba la figura del cronista, historiador de la ciudad, guardián perpetuo de la memoria social de la historia, cus­todio de las actas del cabildo, a cuyo impulso se han fundado en este continente museos, archivos y bibliotecas desde los días del gran cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo, quien narrara los hechos de la conquista y colonización desde su mesa atestada de testimonios y cartas, en la Torre del Homenaje de la fortaleza erigida en la ciudad primada de Santo Domingo.

La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana es heredera de la labor desplegada por sucesivos historiadores, desde Félix de Arrate, en la segunda mitad del siglo XVIII, y hasta Emilio Roig de Leuchsenring, cuya fecunda existencia terminó en 1964. La amplia labor de divulgación y defensa de temas del patrimonio habanero que Roig de Leuchsenring promovió y llevó a cabo, ha permitido que todo cuanto hacemos hoy tenga un valor de continuidad. A sus meritorios empeños hay que sumar el de ilustres arquitectos e ingenieros como Joaquín Weiss, Francisco Prat Puig, Evelio Govantes, Félix Cabarrocas, José María Bens Arrarte y el profesor José Antonio Menéndez, por solo citar algunos nombres. Sin que deba faltar la obra formadora de otros intelectuales y artis­tas que desde la cátedra, o en el ejercicio directo de sus profesiones, coadyuvaron a tan noble fin, como Luis de Soto, Rosario Novoa, Marta Arjona, Ma­nuel Pérez Beato, el arqueólogo Ma­nuel Rivero de la Calle (…).

En nuestros días este legado es base, sustento, pero no es suficiente. De ahí que el 30 de octubre de 1993, a propuesta nuestra, el Consejo de Estado analizara y aprobara el Decreto-Ley 143, que otorgó nuevas facultades a la Oficina del Historiador de la ciudad y rediseñó su estructura para ponerla resueltamente de cara al futuro inmediato. Esto coincidió con un momento de crisis y de salto del país hacia delante, cuando resultaba improbable perseverar en las complejas labores de restauración sin un soporte económico propio, autogestionado. Por consiguiente, se han fusionado con la Oficina del Historiador una empresa de restauración de monumentos y una compañía turística que explota hoteles y restaurantes, así como ejecuta otras acciones económicas en el área protegida.

Fueron creados los gabinetes de investigaciones históricas museológicas, de conservación y restauración, de arquitectura, de arqueología. Bajo el auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional entró en funciones la escuela taller Gaspar Melchor de Jovellanos, que educa y prepara a jóvenes y adolescentes en las artes y oficios constructivos. Asimismo, se fundó la compañía inmobiliaria, que acometerá la reconversión y rehabili­tación de edificios públicos para nuevas funciones comerciales y administrativas.

Se viene formando un sistema de tiendas en la más importante arteria comercial: la calle Obispo, y paralelamente se crean otras dependencias en diversos puntos para rescatar elementos tradi­cionales de manufacturas, artes aplicadas y servicios especializa­dos como restauración de vitrales, relojería, encuadernación.

La Oficina del Historiador ha sido autorizada para cobrar im­puestos, sin suplir las funciones del gobierno local, a las entidades radicadas en el territorio y a los trabajadores por cuenta propia que ejercen actividad comercial; ha fomentado el renacer de anti­guas hermandades de oficios, que agrupan a los sectores más vulnerables de la población, como los minusválidos; organiza a la mujer, y ejemplo de ello es la hermandad de bordadoras, así como a los carpinteros y albañiles.

Los fondos generados y los que recibe la Oficina como contri­bución de donantes, incluyendo entidades internacionales y organi­zaciones no gubernamentales, incrementan la capacidad institucional para nuevas iniciativas, todas ellas tendientes a estimular el papel del individuo y de la familia; por ende, el de la sociedad civil.

En breve lapso se ha materializado el sueño de revivir la restaurativa, tras la reorganización de las fuerzas comprometidas, antes aquejadas por la falta de recursos financieros, que el país necesita con urgencia en el apretado índice de nuestras prioridades existenciales.

No trabajamos para el turismo; podría suscribirse la afirmación de Pablo de Tarso: «primero los judíos y luego para los gentiles». Mas en forma alguna se niega la enorme repercusión que nuestra tarea hoy y mañana en el sentido de hospedar a millones de personas que con fines vacacionales, o por ampliar sus conoci­dos del mundo, llegan al archipiélago cubano. Sabio será buscar y hallar el contrapeso cultural que equilibre, y quizá reduzca, el impacto que oleadas humanas han causado en otros países, ya no sólo en la naturaleza, sino en lo que es más importante: los hábitos y costumbres de las gentes.

Con dedicación nos desvivimos por recibir, explicar y conquistar el alma de los nuestros, exaltando el amor por su tierra, historia y naturaleza; empleándonos como establece la ley en el desarrollo social y comunitario.

¡Qué se levanten con ésta, tan tentadora utopía, no solo monu­mentos y museos, sino también escuelas, conservatorios, hogares de ancianos!

Hago propicias estas líneas para expresar nuestra gratitud, y la mía íntima, a todos aquellos que han contribuido a tan encomiable proyecto. Muy especialmente al sistema de las Naciones Unidas y en particular a la Unesco, así como a Sus Majestades los reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, por su especial favor.

 

[Leal Spengler, E. (2002): “La gesta de la restauración”, en La luz sobre el espejo. Ediciones Boloña, La Habana, pp. 93-101]

Ciencia y amor...

Ciencia y amor para unir a las familias

Ciencia y amor...

Daniel Benítez Pérez

Mayo 13, 2022

 

Parecería contradictorio intentar comprender al amor desde la ciencia y querer aplicar su práctica con rigor científico. Y, sin embargo, este acercamiento genial tuvo la oportunidad de mostrar sus méritos en la mañana de este viernes 13 de mayo, cuando se celebró una sesión única del curso-taller Uniendo familias con ciencia y amor. Desafío para una comprensión, en nuestro Centro. La conferencia estuvo impartida por el Dr. Orlando Terré Camacho, presidente de la Asociación Mundial de Educación Especial y quien, además, preside la Organización Mundial de Educación, Estimulación y Desarrollo Infantil (OMEDI).

Mayelín Oliva, presidenta del Grupo de Apoyo de Personas con Discapacidad Gadif Cuba, dio inicio al curso-taller con el deseo de continuar ayudando a las familias con miembros discapacitados desde el humanismo y la ciencia. Oliva resaltó los valores humanos y logros profesionales del Dr. Terré, y agradeció particularmente a Mario Vaca Aguirre, director de Capital Humano de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, así como a esta institución habanera en general.

Oliva también saludó al Lic. Rafael Valdivia Almaza, quien asistió en representación del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social. De igual manera, la especialista agradeció al Máster Educación Especial Jesús Montano Lazo; a la Dra. Beatriz Roque Morales, directora de Educación Especial del MINED, y a otros invitados vinculados a organizaciones relacionadas con la educación, la enseñanza especial y la atención a las familias e individuos con necesidades especiales.

Al presentarse ante el público, el Dr. Orlando Terré admitió que, de todos sus numerosos títulos, ninguno lo enorgullece más que el ser padre de familia y abuelo. Terré, quien colocó una bandera cubana en la mesa de conferencias, admitió que nada lo identifica más como profesional que el amor, un amor que para el prestigioso doctor nace de la inclusión y la diversidad.

La capacidad de exteriorizar las emociones, y de provocar una reacción emotiva junto con la información y conocimiento que se imparte resulta fundamental para Orlando Terré: “Si no se emociona al cerebro, no hay resultados de aprendizaje”. Y para no dejar que sus ideas quedaran solo en palabras, el investigador les pidió a los miembros de la audiencia primero que se abrazaran a sí mismos, y que mostraran el amor propio con un sentido táctil, antes de tener la oportunidad de demostrarlo a otros.

No podían quedar fuera los temas de actualidad en este taller, que se propuso enseñar a los presentes una mejor forma de amar: Terré dedicó una plegaria a las víctimas mortales del accidente del Hotel Saratoga, en cuya memoria el gobierno aplicó duelo nacional durante este viernes y el sábado. Al hablar del nuevo código familiar, Terré afirmó que “entender al nuevo Código de la Familia, es entender a la evolución de las familias en Cuba”.

El especialista no dejó de reconocer la creación de la Enseñanza Especial como un importante logro de la Revolución Cubana, que es único en el mundo. “La educación especial es inclusiva en Cuba, por su espíritu martiano”, pero al mismo tiempo, reconoció que los currículos de enseñanza deben seguirse adaptando para la enseñanza especial y la atención a la diversidad, desde la perspectiva de la integración social.

El Doctor invitó a algunos de los presentes a que compartieran las experiencias que viven a diario con sus familiares en situación de discapacidad, e incluso buscó la participación en este ejercicio terapéutico de varios jóvenes con Síndrome de Down que también habían asistido. Terré contó cómo su primera práctica laboral en la enseñanza especial fue la atención a una persona con discapacidad en su pueblo nativo de Calabazar y Sagua. También leyó su poema El corazón tiene razones que la razón no tiene, que provocó aplausos emocionados de sus oyentes.

La conclusión del curso estuvo acompañada por la entrega de diplomas, que expresaban en papel y tinta el cambio en la manera de amar y aceptar que habían vivido los presentes en poco más de dos horas. En este momento de gratitud, no podía quedar fuera el reconocimiento a la memoria del Historiador de la ciudad: “Hoy puedo decir que me acompañó (…) la presencia de Leal”.

La discapacidad mental es un fenómeno que afecta a 200 millones de jóvenes alrededor del mundo, y que involucra también a sus familiares, quienes deben desarrollar las herramientas para ayudarlos a desarrollarse. A pesar de la necesidad de resiliencia que deben tener estas familias, el Dr. Orlando Terré afirmó que “el ejercicio de la valentía puede llevarnos al triunfo”.

 

[Tomado de Habana Radio: http://www.habanaradio.cu/culturales/ciencia-y-amor-para-unir-a-las-familias/]