Anet González Valdés
Yohannia Pérez Valdés
Junio 11, 2021
Durante la guerra civil española, y luego del establecimiento de la dictadura de Francisco Franco, se produjo un éxodo de intelectuales hacia otros países, tanto europeos, como americanos. Uno de los destinos elegidos fue Cuba, lugar donde no solo encontraron refugio, sino también un espacio en el que podían seguir desarrollando sus competencias intelectuales y mantener la lucha por España, ahora desde el otro lado del Atlántico.
María Zambrano y Manuel Altolaguirre no solo comparten el lugar de origen, Málaga, sino que también sufrieron el exilio. Ellos encontraron en la isla un sitio donde continuar sus quehaceres literarios, filosóficos, políticos. Durante este período convivieron en el mismo círculo intelectual, lo que los llevó a colaborar en disímiles ocasiones, así como a compartir con otras destacadas figuras tanto cubanas como españolas. La temática del exilio se encuentra convertida en poesía en sus textos, ambos poetas la aprehenden y vuelcan en sus creaciones.
Zambrano, Altolaguirre y grupo Orígenes
En diversos momentos, el exilio trajo de la mano a Zambrano hacia Cuba. Así la isla la acogió en varios períodos, un total de 13 años. Durante sus viajes a Cuba se vinculó al movimiento intelectual y se desempeñó en varias actividades docentes. Impartió clases, cursos y conferencias en universidades, como el Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Científicas en La Habana (1940) y el Ateneo, donde ofreció un curso sobre Ortega y Gasset, de quien fuera discípula, y otro sobre San Juan de la Cruz. De igual manera, se vinculó al movimiento de exiliados españoles que existía en la isla y desarrolló un curso sobre ética griega en la Escuela Libre de La Habana, fundada entre cubanos y españoles, y dirigida por Doctor J. Miguel Irisarri.
El contexto espacio-temporal, sus indagaciones intelectuales y su sensibilidad poética y filosófica la vincularon con un grupo de poetas, novelistas y ensayistas cubanos que luego se aglutinarían en la revista Orígenes. El primer día de su llegada a La Habana conoció a José Lezama Lima, con quien mantuvo una relación muy especial, que puede apreciarse en un extenso epistolario que advierte la profunda amistad que nació entre estos dos escritores.
Orígenes conforma una parte indisoluble de la obra y el pensamiento zambraniano y, además, significó el primer encuentro de la poeta con la creación de Lydia Cabrera, Virgilio Piñera, Wifredo Lam, Cintio Vitier, Fina García Marruz, etc. La revista funcionó como una bisagra donde se articularon y retroalimentaron obras de la malagueña y muchos cubanos. Tal es el caso de La Cuba secreta, ensayo donde define las virtudes y singularidades poéticas de los miembros de Orígenes, que pone en evidencia su cercanía con el grupo [1]. En este ensayo, además, establece su relación con la isla, sobre la que llega a afirmar: “Y así, sentí a Cuba poéticamente, no como cualidad sino como sustancia misma. Cuba: sustancia poética visible ya. Cuba: mi secreto” [2].
Ella era parte de lo que llamaría Eliseo Diego:
Toda una constelación de ingenios como habrá habido pocas en lo que va de siglo, aunque entonces no nos percatáramos de ello […]. Nos reuníamos en torno a nuestra María solo por el placer de escucharla. Hasta el propio José Lezama Lima callaba para oírla [3].
Altolaguirre también mantuvo un estrecho vínculo con los intelectuales de la isla. Él y Concha Méndez, su esposa también poeta española, enseguida volvieron a tener contacto con quienes habían conocido en Europa, como Alejo Carpentier, José María Chacón y Calvo, Juan Marinello y Nicolás Guillén, además de establecer nuevas relaciones. En Cuba encontraron el espacio idóneo, pues los cubanos se sentían cercanos con la guerra civil no solo por los lazos que aún se tenían con España, sino por los sucesos revolucionarios que habían acontecido recientemente en la isla.
El matrimonio enseguida encontró auxilio en muchos de sus amigos, quienes buscaron los medios para brindarle apoyo. En poco tiempo ya le habían agenciado varias conferencias y lecturas, además, recibieron varios donativos, como el brindado por una de los mayores mecenas del arte cubano, María Luisa Gómez Mena, que les permitió comprarse una imprenta. Con La Verónica, nombre que recibe la máquina, comienza uno de los capítulos más fructíferos en el arte de la impresión, no solo para el matrimonio, sino para Cuba.
En La Verónica verían la luz dos números de Espuela de plata, dirigida por Lezama Lima, una de las primeras revistas donde confluyen personalidades como Virgilio Piñera y Cintio Vitier. Además, una vez establecido en México continuó colaborando con ellos. En 1954, en una de sus visitas a la isla, publica un texto en la revista Orígenes.
De impresores y revistas
Desde la llegada de Zambrano a Cuba, sus escritos aparecieron en prestigiosas publicaciones periódicas de la isla. Ya desde Espuela de plata mantuvo una estrecha colaboración con Lezama Lima, que aumentaría con la llegada de Orígenes. Pero sus ensayos pueden leerse también en revistas como Bohemia, La Gaceta de Cuba, Ciclón, Credo, Crónica, Cuadernos de la Universidad del Aire, La Torre, Nuestra España y Universidad de La Habana. Sus ensayos “Las dos metáforas del conocimiento” y “San Juan de la Cruz”, fueron publicados en La Verónica, publicación dirigida por Manuel Altolaguirre en colaboración con Concha Méndez. Esta revista, que llevaba el nombre de la imprenta, fue una de las tantas que nació bajo el celoso cuidado del matrimonio.
Y es que Altolaguirre desde muy joven se vinculó con la labor de impresor. En su haber tiene varios títulos de revistas que resultan claves para estudiar la literatura española de la etapa, como Ambos (1923) y Litoral (1926-1929), que recogen a los escritores que luego serían conocidos como la Generación del 27, en la que él se incluye, entre otras. Además, varias colecciones de cuadernos de poesía en las que pueden encontrarse desde autores españoles como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén y Miguel Hernández; también escritores latinoamericanos que aún eran poco conocidos como Pablo Neruda, César Vallejo y Nicolás Guillén.
Una vez en Cuba, con su imprenta La Verónica se realizaron varias publicaciones, como Nuestra España (1939-1941), revista que se convirtió en portavoz de los republicanos exiliados en Cuba, Atentamente (1940) y La Verónica, entre otras. Se imprimieron dos colecciones: “El ciervo herido”, dedicada a autores españoles tanto clásicos como recientes, en donde aparecen los poemarios Nube temporal, del propio Altolaguirre y Lluvias enlazadas, de Concha Méndez, y “Héroe”, que se nucleaba con autores de la isla. Aquí aparecieron títulos tan cruciales para la literatura cubana como Cuentos negros de Cuba, de Lydia Cabrera, Indagación al choteo, de Jorge Mañach, Sabor eterno y Júbilo y fuga, de Emilio Ballagas, entre otros. Entre todas estas ediciones, uno de los primeros textos que vieron la luz fueron Versos sencillos y luego Versos libres de José Martí.
Pero en La Verónica no solo se imprimían textos vinculados a la literatura, sino también catálogos de galerías y pintores. Y es que las artes todas confluyeron en un momento en el que se respiraba cultura, talento.
El exilio como espacio de creación
Las obras más importantes de Zambrano vieron la luz lejos de su patria o fueron motivadas por su condición de exiliada, que para ella no comienza al abandonar el país, sino que el expulsado se forma mediante diferentes fases (refugiado, desterrado, exiliado). Así, desde su pensamiento poético y filosófico, da una nueva definición de exilio. En su poesía, el camino hacia el exilio no se inicia con el abandono de la tierra natal, porque un ideal de ella acompaña al expulsado. Luego, este sentimiento se va transmutando primero en resistencia (en el estado de refugiado), para devenir aceptación (desterrado). En la condición de desterrado ya no se anhela la lejanía, se crea un nuevo sentir de expulsión y distancia, y es esta pérdida la que construye el estado de exilio:
Y mientras, el desterrado mira, sueña con los ojos abiertos, se ha quedado atónito sin llanto y sin palabra, como en estado de pasmo. Y si atiende a su oficio, sea el mismo o diferente de aquel que tenía, no le saca de esa mudez, aunque para cumplirlo haya de hablar. Ningún quehacer le hace salir de ese estado en que todo se ve fijo, nítido, presente, mas sin relación [4].
Al finalizar la dictadura española, Zambrano regresa a su tierra natal, y en 1979 ve la luz Los bienaventurados, obra cumbre donde formula todas sus teorías y experiencia como exiliada. En esta publicación logró condensar sus vivencias y dio un nuevo sentido y definición a la condición de exiliado. El libro describe la etapa del exilio:
Como una peregrinación y como un desierto, como símbolo de lo desconocido, es un espacio infinito, donde hallar una nueva patria y también donde poder encontrarse a sí mismo.
Así, en la poesía de Zambrano, el viaje del expulsado traspasa las fronteras de un viaje físico hacia el exilio, para convertirse también en un viaje espiritual, donde reencontrarse lejos de la tierra natal.
Pero para el exiliado existen varias clases de viajes, además del físico y el interior, hay otro que ronda como una constante la obra de Zambrano: el regreso. El reencuentro con los sitios abandonados, pero no olvidados. Al volver, como en un viaje hacia la nostalgia, nunca se llega al lugar imaginado, añorado, porque tras la partida solo existe en el recuerdo, en la poesía, y es a través de ella que Zambrano lo alcanza.
En esta búsqueda de sí, se pasa por un período de metamorfosis, dejando atrás parte de la patria para luego hallar una “patria prenatal”, como Zambrano llamó a Cuba por sus años y experiencias vividas en La Habana:
Y siempre pensé que al haber sido arrancada tan pronto de Andalucía tenía que darme el destino esa compensación de vivir en La Habana tanto tiempo, pues que las horas de la infancia son más lentas. Y ha sido así, en La Habana recobré mis sentidos de niña, y la cercanía del misterio [5].
En 1940 Altolaguirre publica Atentamente. Se trata de una revista de un solo autor, de dos números que cada uno cuenta con dos capítulos. Aquí dio a conocer sus memorias, sus vivencias y su experiencia como exiliado. Desde el distanciamiento que le brindaba Cuba, ya pasado el tiempo prudente, decide escribir sobre sus experiencias al tener que abandonar España. No solo se trata de tener que dejar su patria, del fracaso de la guerra, aquí refleja lo que tuvo que atravesar. Él narra a viva voz sus experiencias, las que comparte con otros exiliados. Su estancia en el campo de concentración en Francia, lo que vio sufrir a los otros españoles, no es parte de su pasado, sino el presente que lo impulsa a escribir estas páginas.
Apuntes finales
María Zambrano llega por primera vez a Cuba en 1936, Manuel Altolaguirre lo hace en 1939, cuando ya los republicanos habían perdido la guerra. El arribo de ambos tiene varios puntos en común, llegaron por cuestiones del azar, Zambrano iba en camino a Chile cuando deciden hacer una escala; Altolaguirre, por su parte, tomó un barco rumbo a México, pero debe desembarcar en Santiago de Cuba para que su hija recibiera atención médica. Estos dos malagueños colaboraron en más de una ocasión. Zambrano escribió un hermoso prólogo para El solitario, misterio en un acto, de Concha Méndez, y en La Verónica se publicaron ensayos de ella.
Era el azar quien los trajo por primera vez, pero ellos decidieron quedarse y retornar. Como ha quedado demostrado, la Isla se convirtió en un espacio de espera en el exilio, pero también de creación y reflexión. Patria prenatal para Zambrano, terreno fecundo para Altolaguirre. A decir de Nicolás Guillén, recibieron en el rostro el “sol cubano, tantas veces entrevisto […] desde su Málaga natal, sumergida también en la misma blanca luz de nuestra isla” [6].
Notas
* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.
[1] Este ensayo nace tras la publicación de Diez poetas cubanos, 1948, de Cintio Vitier.
[2] Publicado en Endymion, Madrid, 1996.
[3] María Zambrano en Orígenes, Ediciones del Equilibrista, México D.F., 1987.
[4] María Zambrano: Los bienaventurados, Ediciones Siruela, 2004.
[5] María Zambrano: La Cuba secreta y otros ensayos, ed.cit.
[6] Matías Marchino Pérez y María Rubio Martín: Nicolás Guillén: hispanidad, vanguardia y compromiso social, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2004.
Anet González Valdés: Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana. Fue redactora-editora de Ediciones Boloña, en la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana y coordinadora del Premio Casa Víctor Hugo, que estimula la investigación y la creación artística y literaria referidos a los contactos e influencias recíprocas entre las culturas francesa y cubana. En 2017 participó en el Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), realizado en Lima, Perú.
Yohannia Pérez Valdés: Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana. Profesora Instructora de Español básico de la Facultad de Artes y Letras y editora de las publicaciones académicas de la Editorial Universidad de La Habana. En 2010 se graduó del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y en 2011 obtuvo la Beca de Creación Literaria “Caballo de Coral”.