Forestier y el embellecimiento de La Habana

Forestier y el embellecimiento de La Habana

Forestier y el embellecimiento de La Habana

Diciembre 7, 2020

 

Forestier, conocido como el más afamado representante del urbanismo de escuela en Europa, discípulo de Georges Eugene Haussmann y Jean Charles Alphand, realizó la mayor parte de su carrera en París y su prestigio le permitió llegar a concretar importantes proyectos para espacios públicos en España, Marruecos y Argentina.

Fue a partir de 1925, luego de estudiar las propuestas de Martínez Inclán y sobrevolar La Habana, que realizó los primeros esbozos de lo que posteriormente se conocería como el Plan Director de J. C. N. Forestier.

Esta labor, concretada a partir del trabajo entre cubanos y franceses, devino un Plan de Ensanche para la ciudad compuesto por un Plan de Vías, Plan de Áreas Verdes y Plan General.

La magnitud del Plan de Forestier permitió esbozar además proyectos a escala puntual como fue el caso del reacondicionamiento del Paseo del Prado, el nuevo Malecón, la Plaza del Maine, el Capitolio con sus jardines y accesos, el Parque de la Fraternidad Americana, la Avenida de las Misiones y otros algo más distantes del centro de poder como la accesibilidad a la Universidad Nacional o el parque ubicado en el acceso a la ciudad de Matanzas.         

El Paseo del Prado y sus cambios dentro del Plan Forestier

Esta era la arteria de mayor prestigio de La Habana desde el siglo XIX, separador de la ciudad vieja y la nueva y contenedor de los grandes centros de ocio, asociaciones regionales, teatros y mansiones de la alta clase local, afianzándose su carácter de vía urbana en las postrimerías del XIX e inicios del XX.

El Paseo del Prado fue construido en 1772 bajo el gobierno colonial del Marqués de la Torre, Capitán General de la Isla. Su primer nombre fue el de Alameda de Extramuros o de Isabel II. 

Como parte de las propuestas para el embellecimiento, el equipo de Forestier esbozó un proyecto que incorporaba monumentales lámparas decoradas y bancos de piedra, levantando el nivel del pavimento con respecto a las calles, aportando así una de las soluciones de diseño urbano más significativas de la ciudad.

El pavimento se proyectó con un diseño que conjugaba figuras geométricas en granito, cuya terminación le imprimió un carácter monumental y ostentoso nunca antes visto en la Isla, lo cual respondía a los postulados del monumentalismo ecléctico y a la ideología oficial del Estado de llevar a La Habana a la cima del urbanismo mundial.

Además, a la flora del Paseo se le incorporó fauna pétrea representada por esos vigilantes leones que enmarcan las esquinas y que constituyen hoy un símbolo de la ciudad. Estos fueron realizados de la mano del escultor francés Jean Puiforcat y del escultor cubano y experto fundidor de bronce Juan Comas.

El Plan de Forestier le otorgó a la ciudad una belleza y monumentalidad que ha perdurado en el tiempo y que ha permitido situar a La Habana, desde períodos pasados, como una ciudad bella en su paisaje urbano.

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