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Andrei Kolychkine, el mundo en una vida y una vida para el judo cubano

Andrei Kolychkine

Fernando Martínez Martí

Octubre 15, 2021

 

Introducción

El introductor del judo en Cuba no fue un asiático, como pudiera sugerir la paternidad y supremacía vigente de este deporte. El arte marcial creado por el japonés Jigoro Kano llegó a nuestro país con el empeño de un europeo. Y no precisamos su nacionalidad, porque se desplazó por varias naciones del Viejo Continente, hasta viajar a Cuba y permanecer en ella durante 46 años hasta su muerte, acaecida en 1997.

Es Andrei Kolychkine Thompson, quien además de deportista y educador es considerado como un filósofo. Trasciende por su calidad humana y la obra que contribuyó a edificar. A pesar de su inmensa labor en el surgimiento del judo en Cuba, para muchos es un desconocido, cuya biografía constituye una misión pendiente para los historiadores en general y para quienes abordamos los temas deportivos en particular.

Nació en Rusia, pero vivió buena parte de su vida en Finlandia. Residió algún tiempo en España antes de trasladarse a Bélgica. Allí se incorporó al equipo de judo de aquel país y luego a la Escuela de Cinturones Negros de Bélgica, donde recibió la misión que, al decir del periodista Joel García, cumplió con “disciplina, inmediatez e impacto increíble”. Su tarea era difundir el judo en Cuba, crear la Federación Panamericana de Judo y desarrollar el primer torneo continental de la disciplina. Y en apenas año y medio de trabajo consiguió avances significativos en los tres propósitos que le trajeron a estas tierras. Pero no se conformó y buscó más, mucho más: de ello versan estas páginas.

Conozcamos mejor la vida de esta importante presencia europea en Cuba, que contribuyó a que el judo de la Mayor de las Antillas sea hoy una potencia de talla mundial.

Una historia breve con miles de kilómetros

A Andrei Kolychkine Thompson, introductor del judo en Cuba, se le debe una investigación acuciosa. Sin embargo, nos concentraremos en su llegada desde el Viejo Continente para ofrecer sus conocimientos a los cubanos, de un arte marcial creado a finales del siglo XIX por el japonés Jigoro Kano.

Kolychkine nació el 11 de marzo de 1913 en Petrogrado, Rusia. Está por precisarse el momento en que viajó desde su país natal hasta Finlandia, pero en tierras finesas vivió buena parte de su niñez y la juventud. Otros autores plantean que se inscribió en Rusia, pero era finés, lo cual no ha podido precisarse. Antes de llegar a Bélgica, donde se consagra como artista marcial, tuvo un breve paso por España.

En enero de 1951 llegó a Cuba con un mandato de Mikinosuke Kawaishi, cinturón negro séptimo dan, profesor de la Escuela de Cinturones Negros de Bélgica. La misión era difundir el judo en Cuba, crear la Federación Panamericana de Judo y desarrollar el primer congreso de dicha agrupación. La esposa de Andrei Kolychkine era cubana; esto influyó en la decisión de Kawaishi, pero fundamentalmente tuvo en cuenta la disciplina de su alumno, dentro y fuera de los tatamis, para emprender una misión tan compleja.

En febrero de 1951, apenas un mes después del arribo de Kolychkine a La Habana, ya se conforma el primer club de judo. Se denominaba Jiu Jitsu Club Habana, un nombre que tiene objetivo unitario, por dos razones. La primera, que el judo se deriva del jiu jitsu, pero durante muchos años los practicantes del judo se negaron a convertir su arte marcial en un deporte. La segunda, que el jiu jitsu sí era conocido en La Habana, de modo que resultaba conveniente aunar los esfuerzos de ambas fuentes para el crecimiento y difusión del judo en Cuba. Desde este club se organizaron exhibiciones dentro y fuera de sus instalaciones, para ir ganando público y practicantes.

Luego del establecimiento de la primera academia, el maestro Kolychkine viaja por la isla a divulgar el judo y a conocer practicantes del jiu jitsu. Como resultado de su gestión, en 1952 se organiza el primer Campeonato Nacional de Judo en nuestro país. Y en alianza con otras naciones del continente, el 8 de octubre de 1952 se organiza en La Habana el Primer Campeonato Panamericano de Judo, con sede en La Habana.

A dicha cita concurrieron representantes de Argentina, Estados Unidos, Canadá y el equipo anfitrión. Los cubanos compitieron con Francisco Moc, Juan Portuondo y Heriberto García. Este último sería el representante cubano en el primer Campeonato del Mundo de Judo, cuya celebración comenzaría en 1956, en buena medida por la presencia del judo en varios continentes y debido a la labor de promotores como Andrei Kolychkine.

Pero volvamos al torneo panamericano de 1952. En esta oportunidad, las competiciones se realizaron en dos grupos, sin importar el peso corporal de los contendientes. Un primer grupo, con los judocas que poseían grados kyu, o niveles elementales. El segundo agrupamiento fue el de los grados de primer y segundo dan, rango de los más avanzados. El profesor Masato Tamura, cinturón negro quinto dan, fue el jefe de árbitros y el profesor Andrei Kolychkine dirigió la parte técnica.

La celebración del torneo de La Habana se aprovechó para ratificar la Federación Panamericana de Judo, que se había convocado el 12 de julio de 1951, y que agruparía en su seno a la Asociación Argentina de Judo, la Federación Brasileña de Judo, la Federación Canadiense de Judo, la National A.A.U. Judo Committee of USA y la Federación Cubana de Judo.

Con la ratificación y fundación de la Federación Panamericana de Judo, quedó integrado su primer Comité Ejecutivo. El doctor Carlos de Lejarza, de Cuba, asumió como su presidente; Mr. Donn Draegger, de los Estados Unidos, vicepresidente; al igual que el canadiense Bernard Gauthier y el argentino Carlos Chávez, en tanto como tesorero asumió el cubano Miguel Porcel.

La llegada de Kolychkine al continente americano posibilitó la rápida difusión del judo y su establecimiento en varias naciones. Eso hizo posible que doce años después del primer contacto con el Nuevo Mundo, durante los Juegos Panamericanos de São Paulo 1963, se convocara dentro de dicho evento el torneo de judo en cuatro divisiones del sector masculino. Y un año más tarde, en los Juegos Olímpicos de Tokio, se convocó por vez primera la cita del judo. Ningún sitio mejor, que la capital de la nación cuna del judo. Aunque se ha comentado poco al respecto, estas son otras dos victorias de Andrei Kolychkine Thompson.

La semilla de Andrei Kolychkine

Como resultado de su labor, se desarrollaron seis torneos nacionales de judo en nuestro país, entre 1952 y 1958. Esto posibilitó la participación cubana en los mundiales de dicho arte marcial, cuya primera edición fue en 1956, con la incursión de Heriberto García Gómez. Nuestros primeros representantes fueron solo del sector masculino, pues a García Gómez le siguió Reinaldo Mompellier, en 1958, lo cual ratifica la concepción inicial de la práctica del judo en Cuba, solo para hombres, como expresión de lo que sucedía a nivel mundial.

Debe destacarse que entre los alumnos de Kolychkine hubo un joven que se destacó sobremanera como atleta, para luego destacar como patriota y revolucionario. Hablamos de José Ramón Rodríguez, quien llegó a alcanzar el cinturón negro, segundo dan, elevada calificación para el poco tiempo en que pudo practicar el deporte. Era conocido entre sus compañeros como “el temerario”. José Ramón compartió las enseñanzas de Kolychkine entre sus compañeros de lucha contra la dictadura de Batista en la Universidad de La Habana. En 1957, fue asesinado con apenas 20 años, por oponerse al régimen de atropello al que estaba sometida Cuba por entonces. Un Torneo Internacional de Judo para hombres, con sede en Cuba luego del triunfo de la Revolución, llevó el nombre de este joven mártir.

Al producirse el triunfo revolucionario en Cuba, en 1959, se unifican las tres Federaciones de judo que existían en la Federación Cubana de judo y jiu jitsu. Al frente de dicha Federación estuvo Kolychkine, quien se mantuvo como presidente de la misma hasta 1969, cuando pasó a desempeñarse como profesor en el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. Con todo lo conseguido desde la llegada del maestro europeo, y luego del arribo a Cuba de Han Shang Ji, entrenador sudcoreano con cinturón negro sexto dan en 1966, se combinan todos los elementos para que, junto a una política deportiva acertada, comience el despegue y la masificación del deporte. Como resultado de todo esto, se obtiene la primera medalla para nuestro país en Campeonatos Mundiales de Judo, con la presea de bronce de Héctor Rodríguez, en la división de 63 kg.

En los Juegos Olímpicos de Montreal, 1976, Cuba obtiene su primera medalla de oro en las competencias de judo, siendo precisamente Héctor Rodríguez el protagonista, al conquistar el título en la división de 63 kg. Resulta muy simbólico que Héctor nació en el mismo año de introducción del judo en Cuba, 1951; en tanto se convertía en el primer latinoamericano y primero de la raza negra que accedía a lo más alto del podio en citas bajo los 5 aros. Con posterioridad, varios atletas han logrado preseas en las citas cuatrienales, pero ningún otro representante cubano ha llegado al primer puesto de su división.

Si bien no resultó fácil quebrar la hegemonía asiática, fundamentalmente japonesa entre los hombres, los resultados de las mujeres cubanas a nivel mundial y olímpico son muy superiores a los de los hombres y constituyen una proeza, sobre todo por desarrollarse en menos tiempo. A nivel panamericano, el judo femenino debuta en los Juegos de Caracas, 1983. Allí se convocaron siete divisiones y las cubanas alcanzaron una medalla de plata, por intermedio de Regla Povea en los +72 kg, y cuatro de bronce, repitiendo Regla Povea en la división libre, así como Nilda Espinosa, en los 72 kg, Inés Dantín en los 56 kg y Cecilia Alacán, en los 52 kg. Precisamente, Cecilia Alacán resultó nuestra primera campeona panamericana, al dominar la división de los 56 kg en los Juegos Panamericanos de Indianápolis, 1987. Junto a ella consiguió dos medallas en esa lid Estela Rodríguez, posteriormente nuestra primera campeona mundial, al conseguir el título en el Mundial de Belgrado 1989.

Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Odalys Revé se convirtió en la primera campeona olímpica del judo cubano, tras coronarse en la división de los 66 kg. A partir de ahí, otras cuatro mujeres han llegado a lo más alto del podio bajo los cinco aros, en los últimos 25 años, buena parte del tiempo bajo la tutela de un heredero del maestro europeo. Nos referimos a Ronaldo Veitía Valdivié, que de todos los entrenadores cubanos durante los últimos 50 años, ha sido el que más incorporó a su magisterio la filosofía y la huella educativa de Andrei Kolychkine.

Durante un cuarto de siglo, el introductor del judo en Cuba trabajó en el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, donde se le considera en elevada medida por sus aportes. Muchos de sus alumnos le recuerdan no solo como el profesor de judo, sino como alguien que le transmitía enseñanzas y ejemplo en cada clase. Con más de 60 años, nadaba diariamente dos kilómetros, corría, continuaba enriqueciendo sus conocimientos. Con casi 80 años, demostró su perseverancia y disciplina, al alcanzar el grado de Doctor en Ciencias.

Entre los aportes más importantes para la enseñanza del judo realizados por Kolychkine se encuentra el libro Judo: nueva didáctica. Con él se pone de manifiesto una de las características fundamentales de las artes marciales: el principio de imitación e innovación. Luego de que el maestro recibiera encumbrados conocimientos, de imitar los movimientos fundamentales hasta la perfección, fue capaz de innovar en la teoría y la práctica, lo que le coloca en planos superiores del conocimiento en la materia que desde joven lo atrapó.

Una de sus frases preferidas era la siguiente: “Para ver paisajes bonitos, hay que subir lomas altas”. Con ella iniciaba algunas de sus clases. Era una convocatoria al sacrificio, a la disciplina, a la exigencia. Y nunca le exigió a sus pupilos nada que él mismo no fuera capaz de cumplir. Por todo esto, en cada triunfo del judo cubano está presente la semilla, sembrada y cultivada, de Kolychkine. Recibió la ciudadanía cubana por su amor demostrado hacia nuestro país.

El 12 de marzo de 1997, una jornada después de haber cumplido 84 años, dejó de existir en La Habana Andrei Kolychkine Thompson. Aquí quedó su huella, como legado para las generaciones presentes y futuras de cubanos. Ningún triunfo en la arena internacional hubiera resultado posible sin su misión; los eventos internacionales que iniciaron en la década del cincuenta y el sesenta del pasado siglo tampoco hubieran podido convocarse, sin el apoyo invaluable de maestros como él. En el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, una Cátedra Honorífica lleva su nombre y se estudia su presencia en ese centro y el legado que trasciende su arte marcial.

Conclusiones

Las victorias del judo cubano tienen la paternidad de Andrei Kolychkine, un europeo que contribuyó al auge de nuestro deporte a nivel planetario. Sirva esta ponencia como homenaje a un cubano por adopción, cumpliendo una misión de la vida, la que le hizo inmortal ante la historia del deporte universal.

Los estudios más amplios sobre el apoyo al deporte cubano desde Europa se centran en los años fundacionales de la Revolución Cubana. Sin embargo, un deporte nacido en Asia y llevado a la máxima expresión por los de aquellas tierras, llegó a nuestra nación mediante un hijo de la Rusia zarista, y lo hizo 8 años antes de producirse la alborada de 1959.

Queda pendiente mucha más investigación, pero no pasará nunca inadvertida la huella en Cuba de este europeo, que fue atleta, entrenador, maestro, filósofo y ejemplo, dentro y fuera de los tatamis. Un europeo que fue fundador, perseverante, disciplinado, que sembró la semilla para obtener los frutos que hoy puede mostrar orgulloso el judo cubano. Y además aportó para que el judo tuviera Campeonatos Panamericanos, Mundiales, que fuera un deporte olímpico: el impacto de su labor hace válida la frase martiana “Patria es Humanidad”, pues laborando desde la mayor de las Antillas fue un hombre universal.

Notas

* Conferencia presentada en el II Coloquio Presencias Europeas en Cuba, 2018, del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa: Palacio del Segundo Cabo.

Fernando Martínez Martí: Licenciado en Economía por la Universidad de La Habana. Fue profesor en la Facultad de Economía y en la Dirección de Extensión Universitaria de esa casa de altos estudios. En la actualidad se desempeña como comentarista deportivo en la emisora Radio Habana Cuba. Ha sido ponente en varios eventos científicos nacionales.

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