Rachel Catalá

Raquel Catalá Orbea, colega de Emilio Roig

Rachel Catalá

Agosto 27, 2021

 

Durante la primera mitad del siglo XX las mujeres se incorporaron gradualmente a la vida pública. Estas empezaron a ocupar un lugar significativo en el panorama artístico-literario del país, la prensa y las luchas político-sociales, lo que posibilitó que a partir de los años 20’ y 30’ del pasado siglo despuntara un periodismo ejercido por mujeres. Entre ellas estuvo Raquel Catalá (1892 – ¿?).

¿Pero quién es Raquel Catalá? De su labor periodística se ha hablado muy poco. Sin embargo, colaboró con El Fígaro, Social, Heraldo de Cuba, Revista Teosófica de Cuba y dirigió La Mujer, revista mensual creada por el Fígaro en 1921. En sus artículos se evidencia su consciencia sobre las problemáticas de género, su pensamiento feminista y sensibilidad artística. Apenas se le ha reconocido, además, haber sido junto a Blanche Zacharie de Baralt una de las primeras mujeres críticas de arte en Cuba.

Sin embargo, a Raquel se le conoce como la eficiente e inseparable secretaria de Emilio Roig. Hay quien ha puesto énfasis en ver en su cargo una posición inferior, una subvaloración de sus capacidades intelectuales. No existe ningún indicio sobre su vida que pudiera hacer creer que fue la necesidad económica, la falta de empleo o cualquier otro tipo de impedimento (dígase, por ejemplo, intrigas o decepciones sufridas en los diarios y revistas para las que escribía), lo que le hizo persistir en trabajar con Roig, pese a haber sufrido la odisea de cambios de plaza y de salarios hasta que, en 1946, se le reconoció como Oficial Primero Bibliotecario Auxiliar del Historiador.

Todo parece indicar que, en cambio, Raquel fue colega de trabajo de Emilito en igualdad de condición y una ferviente creyente en la importancia de rescatar la memoria histórica y el patrimonio. El 11 de junio de 1938 se fundó la Oficina del Historiador en dos salones de la planta baja del entonces Palacio Municipal, hoy Museo de la Ciudad. Allí, como figura protagonista de ese momento, estuvo Raquel. Ese propio día también quedó instituida la Biblioteca Histórica Cubana y Americana –que siete años más tarde llevaría el nombre del historiador y abogado Dr. Francisco González del Valle – y ella estuvo entre sus fundadores. Tras la muerte de Dr. González del Valle ordenó y revisó sus trabajos inéditos, los cuales fueron publicados en los Cuadernos de Historia Habanera #37 y 38, de 1947 y 1948.    

Era una mujer muy culta. Dominaba el francés y el inglés, lo que le permitió traducir al castellano numerosas obras. A su vez, era una estudiosa de los documentos antiguos, de descifrar sus significados, así como de datar, localizar y clasificar los diferentes testimonios gráficos objetos de su investigación. A esta ciencia se le denomina paleografía.

También perteneció a la Junta Nacional de Arqueología y Etnología y a la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales. De esta última fue su secretaria adjunta y formó parte de los comités organizadores de los Congresos Nacionales de Historia, desde 1942 hasta 1960.

Curiosamente, Raquel es una figura invisibilizada entre los grandes hombres que la rodearon: su padre, el periodista y director de El Fígaro, Ramón Catalá; su esposo, el periodista escritor y crítico de arte Bernardo G. Barros; Emilio Roig y otros intelectuales de su tiempo. A ella le debemos devolver lo que el tiempo todavía no le ha restituido: el reconocimiento a su labor. 

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