2021_03_18_13_36_IMG_3083

Diáspora irlandesa en Cuba: presencia de la mujer en el desarrollo económico y social

2021_03_18_13_36_IMG_3083

Rafael Fernández Moya

Marzo 18, 2021

 

Desde el siglo XVII llegaron a Cuba individuos naturales de Irlanda y sus descendientes procedentes de Europa, América del Norte y otras regiones. Aunque la presencia irlandesa no fue numerosa, tuvo un impacto en el proceso de desarrollo y reafirmación de la identidad nacional cubana (Brehony, 2012a). Los forjadores del discurso identitario de Cuba se hicieron eco de la lucha anticolonialista y el espíritu de rebeldía de los irlandeses. La conexión de Cuba con Irlanda en el proceso de formación de la identidad nacional fue particularmente relevante durante el siglo XIX. Esta relación puede ser estudiada a través de la obra de algunos de los principales pensadores independentistas cubanos. El padre Félix Varela (La Habana, 1788 – Florida, 1853), abolicionista liberal y educador actualmente reconocido como figura fundadora del derecho constitucional en Cuba y uno de los primeros pensadores independentistas, estuvo en contacto directo y constante con la diáspora irlandesa en Nueva York a través de su trabajo pastoral (Estévez, 1989). El pedagogo, teólogo y poeta José de la Luz y Caballero (La Habana, 1800-1862), quien contribuyó a la creación del primer corpus teórico para la educación en Cuba, simpatizó abiertamente con la causa independentista irlandesa (Caballero, 2010). El historiador, sociólogo, periodista y activo abolicionista José Antonio Saco (Bayamo, 1797 – Barcelona, 1879) incluyó análisis críticos de la situación colonial de Irlanda en sus estudios y explicó analogías con el caso de Cuba (Saco, 1830). La primera mitad del siglo XX estuvo caracterizada por la influencia en el pensamiento revolucionario cubano de figuras como Julio Antonio Mella McPartland (La Habana, 1903- México, 1929), confundador del Partido Comunista de Cuba y de la Federación Estudiantil Universitaria, y Antonio Guiteras Holmes (Filadelfia, 1906 – Matanzas, 1935). De madre irlandesa el primero y madre de ascendencia irlandesa el segundo, ambos fueron figuras claves en los procesos revolucionarios de los años 30’.

Las mujeres irlandesas contribuyeron significativamente a los procesos de formación de la sociedad cubana de diversas maneras a través de su favorable y dinámica participación en la misma. Su condición de extranjeras europeas les facilitó su inserción en el mercado laboral. Como se verá con ejemplos concretos en este trabajo, las irlandesas desempeñaron una miríada de roles en la isla caribeña que las acogió. Muchos de estos fueron directamente en contra de las jerarquías de una sociedad conservadora y patriarcal. Fue así que llenaron los roles de piratas, dentistas, colonos, religiosas, profesoras, prostitutas, vendedoras, servidoras sociales, propietarias de inmuebles e ingenios azucareros o haciendas cafetaleras, trabajadoras domésticas, sirvientas de familias acaudaladas, empleadas de hoteles, niñeras y enfermeras. El trabajo de las mujeres irlandesas como amas de casa y cuidadoras dentro de los modelos de familia predominantes durante los siglos XIX y XX también debe ser reconocido, esta vez a través de los líderes políticos e intelectuales cubanos que fueron educados en el seno de una madre irlandesa. También es objetivo de este ensayo revelar los nombres, roles y contribuciones de estas mujeres, muchas de ellas olvidadas o invisibilizadas por la historia.

Fervor revolucionario: papel de la mujer irlandesa

La familia formada por María O’Sullivan, natural de Nueva York, y su esposo, el hacendado habanero Cristóbal F. Madan, cuyos ancestros eran originarios de Waterford, Irlanda, propiciaron el que probablemente sea el primero y más sólido contacto del joven José Martí con miembros de la diáspora irlandesa en los Estados Unidos, quienes le brindaron apoyo y hospitalidad en el exilio. José Julián Martí Pérez (La Habana, 1853 – Dos Ríos, 1895) es el Héroe Nacional de la República de Cuba. El Apóstol, como se le ha llamado, fue un precoz activista político en Cuba, organizó la Guerra de Independencia de 1895 desde el exilio en los Estados Unidos y murió en combate en la isla. Precursor del modernismo literario, Martí continúa siendo uno de los más influyentes ensayistas y poetas de las Américas. El hijo de la pareja de marras, Julián Madan y O’Sullivan, fue condiscípulo de Martí en el colegio San Pablo, propiedad del poeta Rafael María de Mendive (La Habana, 1821-1886). El profesor Mendive tradujo o versionó las Melodías irlandesas, obras musicalizadas del poeta irlandés Thomas Moore. La lectura de estos poemas en las tertulias que Mendive celebraba en su casa llevó a que se le conociera como el Moore cubano (Calcagno, 1878: 414). Mendive fue un gran amigo de Madan y redactor junto a él del periódico La Patria Libre, publicado en 1869 bajo la dirección de Martí (Valdés Domínguez, 1972: 13). Ese mismo año, tras la detención y posterior deportación de Mendive a España, bajo acusación e infidencia, su alumno predilecto, Martí, no quedó desamparado pues fue empleado en la oficina de Madan, donde permaneció varios meses hasta que fue arrestado, encarcelado y finalmente desterrado a España. José Martí también simpatizó con la obra del poeta Thomas Moore y con la del líder parlamentario Charles Stewart Parnell, ambos intelectuales al servicio de Irlanda. En sus crónicas escritas desde Nueva York pueden encontrarse referencias y elogios a la cultura irlandesa y en particular a estas dos figuras.

Por otro lado, existen referencias sobre el rol de mujeres de origen irlandés en la transmisión oral a sus descendientes del sentimiento patriótico y de la historia de la lucha del pueblo irlandés por su independencia nacional, el reconocimiento de su identidad cultural y la defensa de la religión católica. Por ejemplo, en su poema titulado Autobiografía, el poeta Julián del Casal, nieto por línea materna de Elena Owens Quinn, declara su fidelidad a sus mayores que “subieron a la pira del martirio, con su firmeza heroica de cristianos” (Casal, 1890: 89-90). Margaret Walsh O’Boyle, abuela de Antonio Guiteras Holmes, se vio obligada a emigrar a Filadelfia para escapar de la tenaz persecución del ocupante inglés en Irlanda. Por su participación en el movimiento independentista, arrullaba a sus nietos cantándoles canciones revolucionarias de la verde Erin. A Antonio, cuando tenía siete y ocho años de edad lo deslumbraba contándole las proezas del tío abuelo John Walsh, destacado por sus actividades clandestinas en Dublín contra los ocupantes ingleses y su fuga de la cárcel (Tabares del Real, 1973: 63). En su libro autobiográfico la actriz Maureen O’Hara relata que durante la filmación de Nuestro hombre en La Habana, en 1959 (O’Hara, 2005: 254), conversó con el comandante Ernesto Che Guevara, quien la sorprendió por el gran conocimiento que tenía sobre la historia y las luchas del pueblo irlandés. Y que, a la pregunta de cómo sabía tanto sobre los irlandeses, Ernesto Guevara respondió que el apellido de su abuela era Lynch y en su regazo aprendió todo lo que sabía sobre Irlanda. Sorprendente es también conocer que Ernesto Guevara, nacido en 1928 en Rosario, Argentina, desde los 14 a los 23 años de edad jugó rugby, que había sido importado por los británicos a finales del siglo XIX.

Las mujeres irlandesas como colonos

Los ejemplos presentados en este epígrafe deben ser entendidos en el contexto colonial que benefició a una influyente élite irlandesa en Cuba desde el comienzo de su llegada en 1763. Margaret Brehony ha estudiado los procesos que permitieron que ricos mercaderes y oficiales del ejército de la corona española de origen irlandés se convirtieran en una de las más poderosas élites en Cuba (Brehony, 2012: 299). Su rol como beneficiarios de la esclavitud y del sistema de plantación los mantuvo del lado del poder colonial hasta que, durante las primeras décadas del siglo XIX, sus descendientes, miembros de una élite criolla que perdía privilegios, comenzaron a apoyar formas de resistencia política contra España. El lugar de la isla que parece haber acogido el primer asentamiento de irlandeses fue la ciudad de Santiago de Cuba. Hay evidencia de presencia irlandesa en esta región desde 1665. En un informe sobre la región oriental de Jiguaní consta que para 1785 entre sus habitantes había naturales de Inglaterra, Irlanda, Guinea y México (Pichardo Viñals, 206: 25).

El sistema de colonización blanca, respaldado por la Ley de Inmigración de 1817 y motivado por el racismo de las autoridades y el miedo a sublevaciones de esclavos tras la Revolución Haitiana (1791-1804), incluyó la llegada de un creciente número de europeos blancos a Cuba, entre ellos irlandeses (Naranjo Orovio, 1996). La nueva Ley de Inmigración permitió una apertura que se hizo evidente a partir de 1818, cuando los puertos de la isla comenzaron a practicar el comercio libre. En este marco de proyectos de colonización blanca, los irlandeses e irlandesas continuaron llegando a Cuba como colonos. Fundaron comunidades en Cienfuegos, Jiguaní, Moa y Nuevitas y el Valle de Cubitas en Camagüey.

Por ejemplo, en el censo de Jiguaní de 1861 aparecen registrados individuos de ambos sexos y edades diversas con apellidos irlandeses como O’Connor y Beaton [1]. Muchos de los colonos hombres que llegaron entre 1818 y 1820 procedentes de los Estados Unidos fueron redistribuidos en fincas de norteamericanos como el mercante de esclavos y político James D’Wolf o DeWolf. Los nuevos colonos venían acompañados de sus familias, compuestas por esposas e hijos de ambos sexos.

En 1819 mujeres irlandesas estuvieron entre los fundadores de la villa a orillas del río Jagua, en la costa sur de la región central de la isla, que posteriormente recibió el nombre de Cienfuegos. El 30 de diciembre del mimo año, llegaron 99 individuos procedentes de Filadelfia (Rovira González, 1979: 52-53). El 21 de octubre de 1826 entró en el puerto de Baracoa, en el extremo oriental de la isla, la goleta Reveneu con 40 personas a bordo. Estas venían con el propósito de establecerse en el lugar llamado Punta Gorda, a la orilla del río Moa [2].

En 1841, John R. Everton formó en San Agustín de la Florida una asociación para emigrar a Cuba. En enero del año siguiente se formalizó la petición al Gobierno de la isla. Entre los firmantes se encontraban también D. W. Whitehurst, Joseph Hernández, John C. Cleland, G. F. Jones, James Keogh, J. Weldow y David R. DUnham, en representación de más de 100 ciudadanos. Inicialmente se decidió que el asentamiento de esos colonos fuera en Nuevitas, región de la costa norte de la actual provincia de Camagüey. Sin embargo, el 19 de mayo de 1843, el Capitán General de la Isla remitió la decisión de la Junta de Fomento resolviendo que los floridanos demoraran su llegada hasta que se tuviera la certeza del número de caballerías de tierra que se les ofrecía en dicha región [3].

Nuevitas también recibió el 4 de enero de 1900 a la primera expedición de un movimiento colonizador organizado por la empresa norteamericana Cuban Land and Steamship Company. A bordo del Yarmouth se encontraban muchas familias estadounidenses, algunas de origen irlandés. Estas familias de migrantes fueron engañosamente estimuladas a formar parte de una aventura cuyos resultados eran inciertos. En la zona norte de Camagüey, en el Valle de Cubitas, el ingeniero de origen irlandés J. C. Kelly junto a un equipo de ingenieros y agrimensores bajo su dirección construyeron los caminos y parcelaron los terrenos. En esta área se fundaron las comunidades de La Gloria City, Boston, Garden City, City of Piloto, City of Columbia, Palm City, Port Viaro, Riverside, etc. (Adams, 1901).

Entre los que desde 1900 fundaron y desarrollaron las colonias americanas en la cosa norte de Camagüey hubo numerosas mujeres. Entre ellas sobresalió Molly Jumper, ejecutante del banyo y violín. Jumper llegó a ser la directora de la orquesta compuesta por siete hombres y cinco mujeres. El principal rol social de esta agrupación fue el de animar con su música las fiestas de la comunidad plurinacional de la villa (Cirules, 1988: 76).

A principios de 1903 había 37 colonias agrícolas norteamericanas en el país. Diez de ellas estaban en la provincia La Habana, la que incluía a la Isla de Pinos. Otras seis estuvieron en Matanzas, cuatro en Santa Clara, ocho en Camagüey y nueve en Oriente. Uno de los asentamientos en la antigua Isla de Pinos fue llamado McKinley.

Mujeres irlandesas: propiedad y vida pública

Aunque a principios del siglo XVIII fue notable la presencia de la pirata irlandesa Ann Bonny junto a su amante el pirata John Rachman (alias Calicot Jack) en la cayería meridional de la isla de Cuba (Núñez Jiménez, 1976: 263), no fue hasta el siglo XIX que la presencia de mujeres irlandesas comenzó a ser reconocida públicamente. En el Diario de La Habana del 13 d enero de 1823 se publicó un anuncio de la Sra. Delane, dentista estadounidense de origen irlandés. Delane curaba el escorbuto, ponía dientes artificiales y vendía polvos dentífricos. Fue ella la primera dentista que brindó este tipo de servicios de manera profesional en Cuba. Los ejemplos presentados a continuación muestran la diversidad de contextos socioeconómicos en los que se desenvolvieron las mujeres irlandesas en la isla. Si bien muchas estuvieron respaldadas por el poder conquistado por la élite mercantil y militar irlandesa desde el siglo XVI, otras se sumaron a una naciente clase media y a las profesiones liberales (educación, salud), principalmente durante el siglo XIX, y hubo quienes subsistieron a través de trabajos precarios o de servidumbre.

En 1816 Rosa Coppeland heredó de su esposo Rafael Wilson, quien era natural de Irlanda, el taller de tenería y la tienda anexa para la venta de su producción. Este matrimonio poseía dichos negocios desde finales del siglo XVIII en la ciudad de Puerto Príncipe [4], actual Camagüey. Por otro lado, entre los primeros propietarios de solares en Cárdenas, ciudad de la costa norte de Matanzas fundada en 1826, estuvo registrada María Campbell, natural de Baltimore. También se tiene constancia de que Campbell residía en La Habana en 1807 y que estuvo casada con Juan Cogley, quien fuera natural de Filadelfia. Sus apellidos nos sugirieron una conexión con Irlanda.

La irlandesa Honora Ryan fue esposa de su coterráneo Daniel Warren, quien destacó como servidor social en la década de 1830, abriendo un establecimiento en la intersección de las calles Obispo y Oficios de la capital, bajo el título de Depósito de Artesanos y Marineros Extranjeros. Honora Ryan tuvo un papel activo en este establecimiento, donde suministraba alimentación, hospedaje y atención sanitaria a artesanos, marineros extranjeros en tránsito y a los constructores del ferrocarril habanero en estado de desamparo. Esta iniciativa estuvo impulsada en respuesta a la multiplicidad de problemas que confrontaron muchos de los nuevos colonos irlandeses y los marineros angloparlantes en tránsito, para lo cual contó Warren con la aprobación de los cónsules Charles David Tolmé, de Inglaterra, y Nicholas Trist, de los Estados Unidos [5]. La pareja Warren Ryan es uno de los pocos ejemplos de matrimonios de irlandeses en La Habana a los que se les conoce familia. En 1866 residían en la calle Consulado número 103. Su hijo Manuel Warren, que llegó a ser abogado, hacia 1892 tenía domicilio en la calle Virtudes 111.

De la caribeña ciudad Puerto de España, capital de Trinidad-Tobago, vinieron a Cuba las hermanas Jane y Adelaida Shine, descendientes de irlandeses católicos. La primera estaba casada con Henry Murphy McNamara, que alrededor de 1860 había sido contratado para administrar el ingenio azucarero Magua, propiedad de la familia Iznaga y situado cerca de Trinidad, en la región central del país. La segunda, contrajo matrimonio en 1865 con el Dr. Carlos Juan Finlay Barrés, de ascendencia escocesa y francesa, quien se convirtió en Gloria de la Medicina en Cuba, particularmente por haber descubierto que el mosquito es el Aedes aegypti era el agente transmisor de la fiebre amarilla. Los lazos entre las dos familias se consolidaron cuando dos hermanos de Carlos Juan, nombrados Enrique Felipe y Roberto, contrajeron matrimonio con Josefina y Jane respectivamente, ambas hijas del matrimonio Murphy-Shine (López-Sánchez, 1987: 74).

Brígida Fitzgibbons y Fitzgerald, natural de Cahir, Irlanda, fue propietaria de las casas número 79 y 81 de la calle Consulado. María Lorenza Cowan lo fue desde 1870 de la casa sita en Corrales número 7 y también la colindante a esta por la calle Zulueta. Susana Victoria Burnham Blakeley, quien fuera la hija del acaudalado comerciante Santiago C. Burnham y de la hacendada cafetalera Pamela Blakeley, heredó junto a sus dos hermanos varones la casona de la calle Mercaderes entre las de Lamparilla y Obrapía. Esta edificación, que es actualmente la sede de la Casa Simón Bolívar, estuvo en posesión de la familia hasta finales del siglo XIX [6].

Dada la importancia del catolicismo en Cuba y en Irlanda, también hubo mujeres que pasaron a formar parte de las órdenes religiosas cubanas. Ejemplo de ello encontramos en Sor María Adelaida O’Sullivan, nacida en Nueva York, quien residió desde 1841 hasta 1843 en el Convento de las Carmelitas Descalzas en La Habana. María Adelaida O’Sullivan ingresó en esta institución por recomendación del padre Félix Varela Morales, quien la preparó para ser monja. Hubo también irlandesas que se desempeñaron como misioneras con las órdenes Dominicas y Ursulinas Americanas. En la primera mitad del siglo XX, estas se dedicaron especialmente a la enseñanza de niñas y jóvenes. Las Dominicas presentaron estatutos el 25 de febrero de 1927 como asociación. De ahí que se pueda saber quiénes integraban esta organización y los distintos roles desempeñados por estas mujeres. Por ejemplo, María Abigail Kane y Mc Ginn fungió como presidenta, Carolina McKenzie y Lansendel era su secretaria, Agnes Burke Walasefka fue tesorera. También fueron miembros Catherine Quingly Casey, Sarah Mealey Roch, Mary Dalton Connoly, Agnes Kelly O’Connor, Catherine Shanahan y O’Grady, entre otras [7].

En el campo de la salud destacó Mary Agnes O’Donnell, quien ejerció como directora de la primera escuela de enfermería de Cuba desde 1899. Esta institución estuvo ubicada en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes de la capital. En 1938 se le rindió homenaje con una tarja conmemorativa develada en el hospital La Esperanza, especializado en el tratamiento de la tuberculosis [8].

Las mujeres de origen irlandés también destacaron en las artes. En la primera mitad del siglo XX sobresalió como cantante Mary Conception MacCarthy, natural de Canadá y esposa del comerciante español Pedro Gómez Cueto. MacCarthy, quien formó parte de la alta sociedad habanera, auspició en 1944 la Sociedad Amigos de la Música. Esta organización se dedicó a la música de cámara y promovió el Cuarteto de La Habana. MacCarthy también ofreció becas a cubanos para realizar estudios en el extranjero; entre los beneficiados estuvo la arpista Nay Ramos O’Hare (Libro de Cuba, 1954: 672). Mary MacCarthy murió en el año 2008, a la edad de 108 años, y fue sepultada en el Cementerio Cristóbal Colón de La Habana.

Vidas precarias

También hubo mujeres de origen irlandés quienes, con una situación socioeconómica mucho menos favorable, subsistieron a través de la prostitución. Entre ellas puede mencionarse a Ann Murray, natural de Nueva York y registrada oficialmente como Ana Marvin [9]. A mediados de 1966, Murray residía en la calle Obrapía número 56, entre Aguacate y Compostela. En esta dirección se encontraba una casa de dos plantas, lujosamente amueblada. Las habitantes de esta edificación eran principalmente mujeres provenientes de Nueva York: Bella Marshall, Margarita Silva, Lily Green, Natty Morgan, Ada Taylor y Rosa May. El escritor norteamericano Samuel Hazard manifestó públicamente haber quedado impresionado con este establecimiento. Según sus testimonios, que quedaron recogidos en crónicas sobre su estancia en la Cuba de la época, muchas mujeres jóvenes viajaban desde los Estados Unidos a La Habana para dedicarse a la prostitución, con el incentivo de ganar grandes sumas de dinero (Hazard, 1928: 239). Esas opiniones no están respaldadas por evidencias y deben ser consideradas aproximaciones subjetivas al completo tema de la prostitución en la isla durante los siglos XIX y XX. Estudios afirman que algunas mujeres llegaron a encontrarse en peores condiciones de pobreza que en su país de origen (Ely, 2001: 285).

Vinieron 22 mujeres entre los primeros constructores del ferrocarril de La Habana a Güines contratados en 1835 en Nueva York (Brehony, 2012: 34). También figuraron mujeres entre los mineros formados en Cornualles y Gales que pocos años después vinieron como mano de obra para trabajar en las minas de cobre de Santiago de Cuba, operadas por la empresa inglesa La Consolidada, desde 1830 [10] y la de Santiago, constituida en Inglaterra en 1836 [11]. En 1841, 13 mujeres trabajaban en las minas del Cobre (Roldán de Montaud, 2008: 364), mientras que en el censo de 1861 se registraron solamente seis (Pezuela y Lobo, 1863: 8).

No faltaron trabajadoras domésticas como la irlandesa llamada Mary, que en 1851 sirvió a la escritora sueca Frederika Bremer durante su estancia en el hotel Havana House (Bremer 1995: 24). Aunque no de manera conclusiva, la evidencia indica que esta mujer pudo haber sido Mary Barritt Rooney, madre de los hermanos Julio y Manuel Sanguily, miembros del Ejército Libertador cubano. Mary Garritt Rooney falleció en La Habana en 1854, en la calle Neptuno esquina a Consulado (Carbonell y Rivero, 1925). Algunas mujeres se desempeñaron como niñeras y empleadas del hogar. Este es el caso de la irlandesa Margarita o Maggie, de quien desconocemos el apellido y quien es descrita como la recta nana católica de Dolores María de Ximeno y Cruz, miembro de una familia ilustre de la ciudad de Matanzas (Ximeno y Cruz, 1938: 161). La irlandesa Margarita Cooke Kelly, natural de Westmeath, fue la empleada doméstica en la casa de Julián Arango, ubicada en la calle de la Obrapía número 25 [12].

Los ejemplos anteriores muestran la diversidad de historias de vida de las mujeres irlandesas en Cuba. Desde aquellas que estuvieron respaldadas por un contexto socioeconómico favorable a quienes tuvieron que subsistir a través de trabajos precarios, pasando por las que sobresalieron en la educación, la salud o las artes, todas forman parte de la historia de formación de la sociedad cubana. Sus historias ilustran los diversos y cambiantes fenómenos socio-históricos que tuvieron lugar en la isla desde el siglo XVI y que continúan informando maneras de entender la historia y la cultura cubanas.

Mujeres cubanas célebres de origen irlandés

Muchas familias cubanas de origen irlandés dieron mujeres que lograron notoriedad. Por ejemplo, la familia O’Farrill (…) introdujo a la historia de Cuba varias féminas célebres. Entre ellas encontramos a María Luisa O’Farrill y Herrera, marquesa del Real Socorro, nieta de Don Ricardo O’Farrill y O’Daly (Santa Cruz y Mallen, 1942: 337). Mujer poseedora de una gran cultura y aficionada a la música, en el año 1792 logró gran popularidad en La Habana ejecutando el clavicordio (Lapique, 2007: 58). También procedente de esta familia y conocida incluso en ambientes franceses encontramos a María de las Mercedes Santa Cruz Montalvo, condesa de Merlín, hija de Joaquín de Santa Cruz Cárdenas, conde de San Juan de Jaruco y de María Teresa Montalvo O’Farrill (Santa Cruz y Mallen, 1942: 305). La Condesa de Merlín fue reconocida como cantante y también como escritora, entre sus obras más importantes se encuentran Mis doce primeros años; Memorias de una criolla; Historia de la Hermana Santa Inés; Lola y María; Madame Malibrán; Viaje a La Habana (Merlín, 2010; 1853; 1839; 1843; 1838; 2008).

Entre las cubanas de origen irlandés que ejercieron el magisterio destaca Juana Byrne de Clayton, primera directora del colegio de niñas pobres fundado en 1846 en Matanzas, que posteriormente fue la Casa de Beneficencia de dicha ciudad (La Lucha, 1924: 62). Juana Byrne procedía de la familia que creara en Cuba Martín Byrne, natural del condado irlandés de Kilkenny. Este se asentó en Matanzas, donde contrajo matrimonio en la Parroquia de Ceiba Mocha con Camila Sardiñas. El matrimonio tuvo numerosa descendencia. En el seno de esa comunidad de irlandeses, dirigidos por el patriarca Martín Byrne, residente en Pueblo Nuevo, el barrio de los extranjeros de la ciudad de Matanzas fue donde nació y se formó social y culturalmente el poeta Bonifacio Byrne Puñales, quien llegó a ser el bardo antimperialista más importante de finales del siglo XIX e inicios del XX en Cuba. En el poema patriótico Mi bandera mostró Byrne su posicionamiento contra la intervención militar de Estados Unidos en Cuba. El vínculo espiritual del poeta con Irlanda y sus tradiciones es evidente en la Leyenda de Kevin, poema sobre St. Kevin of Glendalough en el siglo VI (Byrne, 1942: 82). En Santiago de Cuba ejercieron también la enseñanza elemental las hermanas Rita Gertrudis y María Encarnación O’Fallon y Nápoles [13]. Esta última, era la ahijada del hacendado irlandés Simón O’Callaghan [14].

Algunas mujeres cubanas de ascendencia irlandesa se beneficiaron desde el siglo XIX en adelante de la favorable posición económica de la élite que comenzó a forjarse en el siglo XVI, como se explicó antes en este estudio. Entre los propietarios de cafetales destacó la escritora estadounidense de origen irlandés, Mary Gowen Brooks, que falleció en 1945 en su finca San Patricio ubicada en Limonar, provincia de Matanzas. Mary Gowen Brooks había heredado la finca de su hermano William C. Gowen, socio de la casa de comercio de Disdier y Murphy, poderoso consorcio anglo-hispano con sede en Londres y Cádiz (Moreno Fraginals, 1978: 138). Por otro lado, Pamela Blakeley, hermanastra del dentista mulato Carlos Blakeley, llegó a ser la propietaria del cafetal Pamela en dicha región matancera, que heredó de su padre Roberto Blakeley [15]. En la historia de la producción azucarera en la provincia de Matanzas se inscribió Juana Madden. Cerca de 1860, Madden era la propietaria del ingenio Luisa, ubicado en la región de Cárdenas. La escritora Eliza McHatton Ripley fue otra importante terrateniente. Desde 1866 hasta 1877, llevó en sociedad con su esposo las riendas del ingenio Desengaño, ubicado cerca de Cabezas, en los límites de La Habana y Matanzas. Eliza Moore Chinn McHatton Ripley contó sus vivencias en Cuba en el libro From flag to flag, publicado en 1889 en Nueva York (Ripley, 1889).

Varias mujeres estuvieron registradas como propietarias de fincas urbanas en la capital, entre ellas Elenna Owens Quinn, abuela del poeta Julián del Casal. Elena Owens fue dueña del solar número 73 de la calle Prado [16]. Gozó también de este privilegio María Josefa Madan quien fue la propietaria de casas en la Calzada de San Luis Gonzaga. Dichas propiedades las heredó de su marido Martín Madan y Brown, quien era poseedor de la tercera parte del Carenero número 4 de la familia Triscornia ubicado en Casa Blanca, en La Habana [17]. También bajo su nombre estuvo la casa ubicada en la calle de la Pólvora número 13 y la de Sol número 56. Finalmente, María de las Mercedes Hogan de Coppinger aparece en las fuentes como la dueña de las casas de Habana 68, Aguiar 81, y Obispo 29 y 30 [18].

Lazos de matrimonio

La mujer de origen irlandés también se insertó mediante el matrimonio en el seno de la rica y culta familia matancera de los Ximeno o Jimeno. Evidencia de esto fueron las nupcias contraídas entre Antonio Jimeno y Fuente y Elena Josef Canmack y MacFarland. Canmack era natural de Nueva Orleans. Recibió cierto grado de publicidad (en la prensa de la época) al participar en el gran baile de trajes de la llamada alta sociedad en el Liceo de Matanzas en 1862. En la alta sociedad habanera de las épocas colonial y republicana figuraron también distinguidas damas con apellidos de similar naturaleza, destacando entre ellas María Felicia de Hechavarría y Ponce de León, hija del licenciado Bernardo Hechavarría y O’Gavan. Esta mujer llegó a ser la segunda Marquesa de O’Gavan por Real Carta de Sucesión del año 1878. También gozó de un título nobiliario María de las Mercedes O’Reilly y Ruiz de Apodaca, quien descendía de los Condes de O’Reilly. El Marquesado de O’Reilly le fue concedido por el Rey Alfonso XII mediante Real Despacho de 11 de marzo de 1887. Esta familia es descendiente directa de Alejandro O’Reilly McDowell, natural de Dublín, quien ocupó altos cargos en el Ejército Español, restauró el dominio español sobre La Habana en 1763, tras la toma de La Habana por los ingleses en 1762, y fue Gobernador de Luisiana en 1769. Le sucedió en el título nobiliario como segundo cgonde de O’Reilly su hijo Pedro Pablo O’Reilly de las Casas, quien se radicó en Cuba y llegó a ser Mariscal de los Ejércitos de España y rico hacendado azucarero. Desde 1821 hasta 1828 fue el Gran Maestro de la Masonería Cubana para las 66 logias que existían en la isla (Torres Cuevas, 1999: 116).

Aunque se requieren más investigaciones para profundizar en el verdadero papel de la mujer de ascendencia irlandesa en la vida política de Cuba, el caso de Ana Kindelán Sánchez Griñán revela cómo algunas trascendieron los roles tradicionalmente asignados al género femenino y asumieron posiciones de acción anticolonial directa. Ana Kindelán Sánchez Griñán, esposa del general Francisco Vicente Aguilera, marchó al campo insurrecto al inicio de la Guerra de Independencia de 1868. Era hija del coronel de milicias Juan Kindelán y Mozo de la Torre y, por tanto, nieta del mariscal de campo Sebastián Kindelán O’Regan, quien se desempeñó como Gobernador de Santiago de Cuba desde 1798 hasta 1818 y como Capitán General de la Isla interino en el periodo de 1822  a 1823. El caso de Ana Kindelán ejemplifica cómo las nuevas generaciones de criollos y criollas descendientes de irlandeses asumieron posiciones de abierta oposición a la metrópoli, en contraste con la adhesión de sus antepasados al poder colonial.

La influencia de madres irlandesas

Algunas mujeres se inscribieron en la historia cubana como madre, esposa, hermana o hija de los combatientes contra la opresión colonial y la dominación imperialista. Dos de los tres hijos de Mary Garritt Rooney lucharon por la independencia de Cuba. Julio Sanguily Garrit, el mayor de ellos, formó parte de la primera expedición del vapor Galvanic que desembarcó en diciembre de 1868 en la costa norte de Camagüey, y fue General del Ejército Libertador en las campañas de 1868 y 1895. En la segunda expedición del Galvanic vino su hermano Manuel Sanguily Garrit, quien alcanzó el grado de Coronel, fue ilustre en las letras, brillante orador y hombre político con responsabilidades en la República desde 1902, como senador, presidente del senado y secretario de estado. Siempre fue un fiel defensor de la soberanía de Cuba y tenaz opositor injerencista del Gobierno de los Estados Unidos (Roig de Leuchsenring, 1948: 60).

María Lorenza Cowan fue la madre de Nicolás Domínguez Cowan, patriota al servicio de la causa cubana en México que brindó amistad, apoyo y hospitalidad a José Martí durante su exilio allí en la década de los 70’. También destacó Marina O’Bourke, mujer de ideas y acción abolicionistas que fue la hermana del patriota trinitario Dr. Juan O’Bourke Palacios. De Francisca Juliana Lynn y Georovich se sabe que era hermana de Charles Lynn y Georovich, quien llegó a ser Comandante de la Guerra de 1868. Ella fue hermanastra de Juan Bautista Spotorno Georovich, quien participó en los alzamientos armados de 1851 y 1869 en Trinidad, y en 1875 ocupó interinamente la presidencia de la República de Cuba en Armas (Ruiz de Zárate, 1974: 7). Victoria MacMahon y Ponce de León se llamó la madre del matancero Tomás Armstrong y MacMahon, quien vino en la expedición del general Carlos Roloff y llegó a alcanzar el grado de Teniente Coronel del Ejército Libertador de Cuba durante la campaña bélica que se desarrolló en la isla de 1895 a 1898.

De origen irlandés era también Cecilia McPartland, madre de Julio Antonio Mella McPartland, y María Teresa Holmes Walsh, madre de Antonio Guiteras Holmes, dos de los más importantes líderes antimperialistas cubanos de la primera mitad del siglo XX. Julio Antonio Mella McPartland aprendió a hablar español con su nana Longina O’Farrill, de quien también obtuvo el gusto por las comidas y por la música cubanas (Cupull y González, 2003: 16). Desde 1915 hasta 1917, siendo un adolescente, residió con su madre y su hermano Cecilio en Nueva Orleans, donde pudo ser testigo de la conmoción que causó en el seno de la comunidad irlandesa de esa ciudad, el Alzamiento de Pascuas en Irlanda en abril de 1916, en el cual participaron estadounidenses de origen irlandés como Tom Clarke, que fue fusilado el 3 de mayo siguiente. Las ejecuciones de revolucionarios por parte del Gobierno británico contribuyeron a reforzar la conciencia republicana. La movilización ciudadana incentivada por estos eventos alrededor del Alzamiento de Pascua tendría un papel fundamental en los procesos que llevarían a la constitución del Estado Libre Irlandés en 1922. En octubre de 1923, fecha del tercer aniversario de la muerte de Terence McSwiney, alcalde de Cork, tras su huelga de hambre en prisión, el Primer Congreso Nacional de Estudiantes en La Habana, organizado y presidido por Mella, patentizó su solidaridad con la lucha del pueblo de Irlanda contra el imperialismo británico y por su autodeterminación (McGarry, 2010). En las páginas de la revista Alma Mater (1922-actualidad), de la cual fue fundador, Mella firmó sus artículos con el seudónimo lord McPartland, y fue un tenaz opositor del dictador cubano Gerardo Machado. El 27 de noviembre de 1925 fue detenido por la policía y posteriormente enviado a prisión bajo acusación de haber realizado actos terroristas. Como McSwiney, Mella sostuvo una huelga de hambre en protesta por su injusto encarcelamiento, que se extendió desde el 5 hasta el 23 de diciembre, día este último en que le concedieron la libertad bajo fianza, gracias a la movilización popular en Cuba y a la solidaridad internacional. Inmediatamente, Mella salió de manera clandestina hacia el extranjero y se estableció en México, en cuya ciudad capital fue asesinado el 10 de enero de 1929.

Antonio Guiteras Holmes nació en el seno de una familia de irlandeses revolucionarios que contribuyó a la formación de su perfil político antimperialista. Guiteras jugó un papel determinante en el derrocamiento de la dictadura del general Gerardo Machado en 1933, como organizador y jefe de operaciones de guerrillas urbanas y rurales en toda la isla. El 14 de enero de 1934 intervino la estadounidense Compañía Cubana de la Electricidad, reafirmando su posición antimperialista como Secretario de Gobernación, Marina y Guerra del efímero Gobierno Auténtico. Ese mismo año fundó la organización revolucionaria Joven Cuba, que tuvo entre sus objetivos el impulso de la insurrección armada (Tabares del Real, 1973: 434). Militantes de la Joven Cuba residentes en el Valle de Cubitas, Camagüey, realizaron acciones de propaganda y sabotaje contra los latifundios estadounidenses en esa provincia, con la participación de Willy Stokes, descendiente de irlandeses, y del joven ingles Edwin Schofiel (Cirules, 1988: 195). El 8 de mayo de 1935 los sicarios de Fulgencio Batista asesinaron a Guiteras en El Morrillo de la ciudad de Matanzas, cuando intentaba viajar clandestinamente en barco hacia el extranjero. El plan de Guiteras era regresar posteriormente para desarrollar la lucha armada y la revolución antimperialista en Cuba. Entre los militantes que acompañaban a Guiteras se encontraba Xiomara O’Halloran, miembro de la sección femenina de la Joven Cuba. Un estudio profundo de la labor política de esta mujer de origen irlandés permanece como tarea pendiente y contribuiría a arrojar luz sobre el papel de las mujeres vinculadas a Irlanda en la vida política de Cuba.

Según señala el biógrafo Tabares del Real, existen varias versiones sobre el origen del nombre de la organización fundada por Guiteras, entre las que destaca su relación de continuidad con la Joven Cuba fundada en 1852 en los Estados Unidos por cubanos opuestos al colonialismo español (Tabares del Real, 1973: 434). No obstante, tomando en consideración la historia política de la familia irlandesa de Guiteras, también se podría suponer que se inspira en la organización Joven Irlanda, fundada en la década de 18400 por un grupo de jóvenes nacionalistas irlandeses a la cabeza del diario Nation (1842-1900), con la misión de promover el derecho de Irlanda a la autodeterminación (Quinn, 2015). Tanto la organización como el periódico influyeron notablemente en Europa y en la comunidad irlandesa de los Estados Unidos a lo largo del siglo XIX.

De algunas mujeres irlandesas solo conocemos sus relaciones de parentesco como importantes figuras de la Cuba colonial. Vale la pena mencionarlas en este estudio para propiciar futuras investigaciones sobre su rol en la sociedad de la época. En la Catedral de La Habana está registrada el 2 de agosto de 1771 la defunción de María Concepción Kindelán, quien estuvo casada con Philippe O’Sullivan, conde de Bienhaven (Santa Cruz y Mallen, 1942: 193). En la parroquia de Guadalupe, extramuros de La Habana, en abril de 1798 contrajo matrimonio María Luisa O’Kelly con Francisco de Ayala y Betancourt, quien fue hacendado y Capitán de las Milicias de esta plaza. El primero de junio de 1800 fueron las nupcias de María del Pilar O’Keefe con Sebastián de Ayala y García, quien llegó a ser Intendente Honorario del Ejército Libertador y Administrador General de Rentas Reales. En 1806 murió Catalina O’Halloran, hija de José María O’Halloran, capitán del Partido de San Marcos en Artemisa [19].

Conclusiones

Los roles de las mujeres irlandesas y de origen irlandés en la sociedad cubana evolucionaron en paralelo con los procesos coloniales y postcoloniales que tuvieron lugar en el territorio desde la década del 60 del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XX. Estos procesos favorecieron la integración de europeas y europeos blancos, principalmente durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX. No obstante, la inmigración irlandesa en general y las mujeres de este contingente migratorio en particular, no representaron un grupo homogéneo, como bien ilustran los ejemplos anteriores. Mientras algunas se beneficiaron directamente de las alianzas de la élite irlandesa y de origen irlandés con el poder colonial o fueron parte de las campañas de colonización del siglo XIX, otras integraron la creciente clase media que afloró en Cuba en los años inmediatos y posteriores al cambio del siglo XIX al XX. Cabe reconocer también la presencia de mujeres inmigrantes que subsistieron a través de trabajos precarios, pues el conocimiento de sus recorridos vitales puede contribuir a enriquecer la historia de las migraciones transatlánticas y a relativizar narrativas de éxito migratorio.

Las mujeres estudiadas en este trabajo muestran la diversidad de historias de vida mediadas por los diversos fenómenos socio-históricos que tuvieron lugar en Cuba desde el siglo XVI. Aún más importante es tener en cuenta que ellas también contribuyeron a guiar y transformar esos procesos asumiendo o conquistando roles dentro de la sociedad cubana. Es un objetivo del estudio aquí presentado ofrecer una base para el desarrollo de investigaciones más profundas que ayuden a continuar develando el impacto de la vida y la obra de las mujeres migrantes irlandesas en las dos sociedades protagonistas de este intercambio, Irlanda y Cuba.

Notas

Fernández Moya, Rafael: “Diáspora irlandesa en Cuba: presencia de la mujer en el desarrollo económico y social”, en Irlanda y Cuba. Historias entretejidas, Ediciones Boloña, La Habana, 2019, pp. 155-175.

[1] Archivo Nacional de Cuba (ANC) / Fondo Gobierno General (FGG)  404 / 19161-A.

[2] ANC  / Fondo Junta de Fomento (FJF) / 184 / 8335, 8337.

[3] ANC / FJF / 186 / 8395.

[4] ANC / Fondo Audiencia de Santiago de Cuba (FASC) / 1030 / 34920.

[5] ANC / Fondo Escribanía de Guerra, legajo 535, expediente 7073.

[6] ANC / Registro de la Propiedad de La Habana, finca 1724, libro 41 de Ayuntamiento, folios 217-220.

[7] ANC Registro de Asociaciones, legajo 1071, expedientes 22530, 22531 y 22532.

[8] ANC / Fondo Secretaría de la Presidencia (FSP) / 67 / 82.

[9] ANC/ Fondo Escribanía de Salinas (FES) / 132 / 1821.

[10] Ver ANC / Fondo de Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 399, expediente 9431.

[11] Ver ANC / Fondo de Audiencia de Santiago de Cuba, legajo 1014, expediente 34517.

[12] ANC / Fondo de Escribanía de Varios (FEV) / 786 / 13678.

[13]  ANC / Fondo de Instrucción Pública (FIP)  521 / 31142.

[14] ANC / FIP / 552 / 33234.

[15] ANC / Fondo Escribanía de Bienes de Difuntos (FEBD) / 121 / 2107.

[16] ANC / Fondo Escribanía de José A. Rodríguez (FEJAR) / 20 / 7.

[17] ANC / Fondo Escribanía de Daumy (FED) / 155 / 9.

[18] ANC / Fondo Escribanía de Luis Blanco (FELB) / 538 / 1.

[19] ANC /  Escribanía de Cabello Ozequera, legajo 414, expediente 10.

Comments are closed.