Castillo de la Real Fuerza

Italia y Cuba

Castillo de la Real Fuerza

Agosto 18, 2020

 

La presencia italiana en Cuba se remonta al año 1492, con la llegada del almirante de origen genovés Cristóbal Colon. Desde entonces, al ser puerto de La Habana paso recurrente en la conexión de los dos continentes, muchos fueron los viajeros de los estados italianos que llegaron a Cuba.

En cuanto a la impronta italiana en la arquitectura, la construcción del Castillo de la Fuerza introduce en la Isla la traza italiana, estilo de fortificación desarrollado en Italia a finales del siglo XV y en el cual aparece el baluarte: reducto que se proyecta hacia el exterior de la fortaleza como punto fuerte de la defensa mediante el fuego cruzado.

Los Antonelli fue una familia italiana de larga tradición constructiva en América y que dejó su huella en el sistema de fortificaciones de La Habana, con la construcción del Castillo de los Tres Reyes del Morro, el Castillo de San Salvador de la Punta y los torreones de Santa Dorotea de la Luna de la Chorrera y el de Cojímar.

Una de las presencias italianas más palpables en el contexto habanero es la escultura. Uno de los principales materiales utilizados fue el mármol italiano, el cual era traído como lastre en las embarcaciones. Estas grandes cantidades de piedras se convirtieron en verdaderas obras de arte. En la Necrópolis de Colón se despliegan magníficas piezas esculpidas creadas por numerosos artistas cubanos y extranjeros, de los cuales, muchos eran italianos.

También en el espacio urbano es amplia la escultura italiana, entre las que destacan la “Fuente de los leones” (Giuseppe Gaggini, 1836); la “Fuente de la India” o la “Noble Habana” (Giuseppe Gaggini, 1837); la “Fuente de Neptuno” (1839); la “Fuente de las musas” (Aldo Gamba); la estatua de Miguel de Cervantes (Carlos Nicoli, 1908), el monumento a Máximo Gómez (Aldo Gamba, 1935), a José Miguel Gómez (Giovanni Nicolini, 1936) y a Antonio Maceo (Domenico Boni, 1916).

Y si de escultura italiana se habla, no se puede dejar de mencionar las realizadas por Angelo Zanelli para el Capitolio Nacional. En el pórtico destacan dos esculturas que representan los valores que genera el progreso: la masculina encarna la actividad humana, “El Trabajo”; la femenina simboliza “La virtud tutelar del pueblo” dentro del inmueble, y justo debajo de la cúpula se encuentra “La República”, fundida en bronce y laminada en oro, la tercera estatua bajo techo más grande del mundo.

En el gusto operístico de la capital, Italia siempre ha estado presente. Este país y el Teatro Tacón, actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonzo, mantuvieron una historia indisolublemente ligada. Por sus salas desfilaron figuras como Marietta Gazzaniga, a quien le debemos uno de los dulces cubanos más populares: la gaceñiga; también Adelina Patti y Eleonora Duse. En 1920 llega Enrico Caruso, quien fuera el tenor italiano más popular en aquellos tiempos y uno de los pioneros de la música grabada.

Y para más realce de las relaciones entre el Teatro Tacón e Italia: el teléfono se inventó en este lugar, por el italiano Antonio Meuci, mecánico del teatro que diseñó un sistema alámbrico para facilitar las comunicaciones desde diferentes puntos del inmueble.

Muchos son los italianos que dejaron su huella en La Habana, así como las personalidades habaneras que tienen raíces italianas: a José Triscornia se le debe un poblado de igual nombre en Casablanca; el escritor Ítalo Calvino, de padres italianos nació en Santiago de las Vegas; Orestes Ferrara, hombre de vasta cultura que nos legó el inmueble donde actualmente se encuentra el Museo Napoleónico. Durante el siglo XX, la mafia italiana encontró en La Habana grandes posibilidades de negocios y contrabando.

Luego de 1959, el cine italiano fue de los más gustados por el público. Asimismo, el cine cubano halló en el neorrealismo italiano una de sus más grandes influencias en la renovación del lenguaje cinematográfico.

Por otra parte, la enseñanza artística fue una de las prioridades del país. El proyecto de las Escuelas Nacionales de Arte se encuentra entre las obras mayores de la arquitectura cubana durante la década del 60, en la cual participaron los arquitectos italianos Roberto Gottardi y Vittorio Garatti.

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