Huella polaca en La Habana

Huella polaca en La Habana

Huella polaca en La Habana

Agosto 4, 2020

 

Se dice que Cuba es un crisol de culturas cuajadas en un plural ajiaco, pero estamos seguros que se asombrarán de la profunda huella que Polonia ha dejado en LaHabana y en nuestra cultura.

Entre las guerras mundiales, Cuba fue una tierra de arribo para los migrantes de Europa del Este. Varios cientos de familias procedentes de Polonia, entre los que se encontraban un número considerable de judíos, decidieron quedarse en Cuba, mientras otros se asentaron temporalmente y luego continuaron su viaje a otros países de América. 

Se asentaron en La Habana Vieja, en los tejidos urbanos que conforman las calles Muralla, Bernaza, Sol, Luz, Egido, Compostela y Villegas. Con posterioridad, los judíos, a la par que crecieron sus posibilidades socioeconómicas y de integración a la sociedad habanera, se desplazaron a Santos Suárez, el Vedado y Miramar.

Como sucedió con los españoles, a quienes se les llamó de manera simplificada «gallegos», a los judíos asquenazíes se les denominó «polacos», aunque no provinieran de Polonia, sino de Rusia, Lituania, Alemania, Hungría, Rumanía y Bielorrusia.

Los migrantes polacos pertenecían a las capas sociales más humildes y un alto % de ellos se desempeñaron como artesanos y obreros. A su vez, los habitantes de La Habana Vieja aún recuerdan a los judíos por la venta ambulante de corbatas, botones, tejidos y eskimo pie, así como por los comercios de artículos manufacturados que más tarde establecieron. Con posterioridad, abrieron tiendas especializadas y almacenes de ventas al mayor, y un poco después al negocio de importación-exportación, la producción industrial y al ejercicio profesional en varias ramas.

Las ideas cambian la experiencia humana y la manera de percibir el mundo. Ellas viajan tanto, o más rápido que las personas mismas, y generan interrelaciones e influencias. En el caso de Cuba y Polonia, vale mencionar la amistad entre los escritores Virgilio Piñera y Witold Gombrowicz que, si bien no estuvo exenta de las discordias que sus respectivos caracteres hicieron inevitables, derivó en la traducción al castellano de Ferdydurke, la primera novela de Gombrowicz. Señalamos también la impronta de Nueva escuela polaca de composición, con Witold Lutosławski a la cabeza, en el desarrollo de la vanguardia musical cubana, entre cuyos representantes se encuentran Leo Brouwer, Juan Blanco, Manuel Duchesne Cuzán, Carlos Fariñas, Roberto Valera, José Loyola y Sergio Fernández Barroso, o la revolución en el teatro que impulsó Vicente Revuelta y el Grupo Los 12 tras conocer el método propuesto por Jerzy Grotowsk y de su Teatro Laboratorio de las 13 Filas.

En la actualidad alrededor de 200 ciudadanos polacos y personas de origen polaco viven en Cuba. Entre los miembros de la comunidad se encuentra, por ejemplo, la familia López-Nussa, descendientes de Jerzy Lekszycki, nacido en Kazanov, Polonia, en 1891 y quien se casó con la francesa Simone Besson. De esa unión nació la madre de los López-Nussa, Wanda Krysia Lekszycka.

La artista española Judith Ferreras presentó el 24 de julio de 2019 en la Sala Adolfo Llauradó de la Casona de Línea y luego en Ośrodek Teatralny Kana, en Polonia, la obra de teatro Ayes del alma. Nuestro material audiovisual, con el título De Polonia a La Habana: nuevas raíces debajo de la piel, y su obra de teatro fueron complemento el uno del otro, dos miradas que se enriquecieron desde manifestaciones diferentes.

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